Qass L.Í Book * M 3 Digitized by the Internet Archive in 2011 with funding from The Library of Congress http://www.archive.org/details/psicologaintuiOOmart CERTAMEN PEDAGOJICO DE 1893 PSICOLOJIA INTUITIVA CERTAMEN PEDAGO JICO DE 1893 PSICOLOJÍA INTUITIVA APLICADA A LA EDUCACIÓN Obra escrita en alemán para el uso de las Escuelas Normales POR / E. MARTIG Director de la Escuela Normal de Hofwyl TRADUCIDA POR Ramón Alvarez Visitador de escuelas SANTIAGO DE CHILE IMPRENTA I ENCUADERNACION ROMA CALLE BANDERA, 19 1896 \# \0 BASES DEL CERTAMEN PEDAGOJICO X>E J893 Ministerio de Justicia e ínstruccion]Pública Núm. 1,784.— Santiago, 16 de Agosto de 1893.— Visto el oficio que precede i teniendo presente el acuer- do celebrado por la Comisión de Instrucción Primaria en sesión de 10 de Enero último, Decreto: Artículo primero. Ábrese concurso con el objeto de proporcionar a los maestros de 'enseñanza primaria las siguientes obras: a) Historia de la educación i enseñanza; b) Psicolojía pedagójica; cj Ciencia jeneral déla educación i enseñanza; i dj Metodolojía especial de las distintas asignaturas de enseñanza primaria. VI 01 servaciones Ad. a) La historia de la educación i enseñanza de- berá desarrollarse preferentemente mediante biografías de los pedagogos mas eminentes, citándose pasajes ca- racterísticos de sus doctrinas. Se hará resaltar el de- senvolvimiento paulatino que ha tenido la escuela pri- maria en los países mas adelantados, agregándose un capítulo especial sobre el desarrollo déla instrucción en Chile. Ad. bj En la esposicion de las distintas materias de la psicolojía pedagójica se partirá de ejemplos sacados de la historia, de la literatura, de la vida cotidiana, de la vida escolar i familiar, trazando así los capítulos re- ferentes a la vida del alma, i agregando a lo espuesto en los diferentes párrafos instrucciones acerca de su aplicación pedagójica en la práctica. Este libro com- prenderá nociones de lójica en el capítulo que verse sobre el conocimiento. Ad. cj Entre los distintos capítulos de esta obra, se agregará al que trate sobre el cuerpo humano i la edu- cación física, un estudio mas estenso sobre hijiene es- colar. Ad. d) Después de haber espuesto detallamente el método de enseñar algunos de los ramos que correspon- den a la escuela primaria, se añadirán sobre la misma asignatura varias lecciones-modelos completamente desarrolladas por preguntas i respuestas, para ilustrar del mejor modo posible el método respectivo. Fuera de esto se agregará una colección de temas concernientes al ramo, adjuntando solo las disposiciones para su trata- Vil mieuto en las clases. Los trabajos referentes ala sección D se presentarán separadamente, considerándose cada tratado sobre la metodolojía de tal o cual ramo como una obra completa para los efectos del premio. Art. 2.° Los autores de todas las obras antedichas tra- tarán de componerlas en un estilo mui correcto i sencillo, fácilmente comprensibles para todas aquellas personas ocupadas en la instrucción primaria, que no hanadqui- rido la suficiente preparación profesional en las escue- las normales. Art. 3.° Las obras se presentarán desde el 1.° de Enero de 1894 hasta la misma fecha de 1895, en el Mi- nisterio de Instrucción Pública, recibiendo los autores un certificado de la presentación. Art. 4.° Se admitirán manuscritos i libros impresos, acompañándose a cada trabajo los títulos de las obras consultadas. También se admitirán obras traducidas que reúnan los requisitos antes enunciados. Art. 5.° A propuesta de la Comisión de Instrucción Primaria, el Gobierno nombrará comisiones que exa- minarán las obras presentadas e informarán sobre ellas. Art. 6.° Los autores cuyas obras reúnan las condicio- nes necesarias para ser adoptadas, recibirán premios de quinientos a dos mil pesos, según el mérito, orijinalidad i perfección de la obra respectiva. Art. 7.° El Gobierno adquirirá el derecho de impri- mir el número de ejemplares que estime necesario dé- cada uno de los libros cuya adopción recomienden las comisiones. Art. 8.° Los autores conservarán el derecho de im- primir i vender libremente sus obras, sin otra limita- ción que la impuesta por el presente concurso. Art. 9.° Las obras premiadas en este concurso se con- siderarán adoptadas para los efectos del artículo 82 del Reglamento Jeneral de Instrucción Primaria,. Art. 10. El Gobierno se reserva el derecho de propo- ner a los autores, antes de la primera impresión o antes de una reimpresión, las innovaciones i mejoras que juz- gue oportunas, sin alterarse por ello en nada la propie- dad literaria de sus autores. Anótese, comuniqúese i publíquese. Montt J. Rodríguez Rozas OBRAS PREMIADAS I ADOPTADAS Ministerio de Justicia e Instrucción Pública Núm. 2, 732.— Santiago, 30 de Diciembre de 1895.— Vistos los informes que las comisiones designadas por decreto de 27 de Mayo último han espedido sobre el mé- rito de los trabajos presentados al concurso abierto por decreto de 16 de Agosto de 1893, para proveer a los maes- tros de enseñanza primaria de obras de pedagojía es- pecial de las distintas asignaturas que ella comprende; Con lo acordado por la Comisión de Instrucción Pri- maria, en sesiones de 23 i 27 del corriente, acerca de las obras que pueden ser adoptadas i los premios que, con arreglo al art. 6.° del espresado decreto de 16 de Agosto de 1893, deban concederse a los autores, Decreto: Se adoptan para el uso de los maestros de enseñanza primaria las siguientes obras: Pedagojía Manual de práctica escolar, por don Eduardo Rossig. Ciencia jeneral de la educación i enseñanza, por don Pedro Anjel Aedo. Pedagojíapsicolójicai Psicolojía intuitiva, por don E. Martig, traducción del alemán, por don Ramón Alvarez. Curso teórico i práctico de pedagojía i Curso de peda- gojía teórica i práctica, por Compayré, traducción del francés, por don Pedro P. Morales Vera. Castellano Teoría i práctica de la enseñanza del castellano, por doña Isabel Bering i don José Tadeo Sepúlveda. Enseñanza de la lengua materna, por don José María Muñoz H. Metodolojía de la enseñanza elemental del lenguaje, por don Francisco J. Morales. Historia i Jeografía Metodolojía de la historia, por don José María Mu- ñoz H. Música La enseñanza del canto por el método modal, por don Juan Heidrich. La enseñanza del canto en las escuelas primarias, por don José María Muñoz H. i doña Luisa Maluschka de Muñoz. Tómese razón, comuniqúese i publíquese. MONTT Gaspar Toro e.'kr */ka e>jU tXv» tA^» e^pa vfo eA\» eM» i INFORMES SOBRE LA OBRA La Comisión nombrada por el Supremo Gobierno para informar sobre el mérito de las obras de pedago- gía i psicolojía, presentadas a este certamen, compues- ta de doña Teresa Adametz, ex-directora de la Escuela Normal de Preceptoras de Santiago; de don Domingo Amuuátegui, director del Instituto Pedagójico; i de don Jorje Enrique Schneider, profesor de pedagojía i filo- sofía de este mismo instituto, con referencia a las tra- ducciones espuestas, dicen: "No necesitamos encarecer la utilidad teórica i prác- tica de las obras de Martig, Charbonueau i Compayré, traducidas por Alvarez i Morales Vera i adoptadas en muchas escuelas normales de Alemania, Suiza i Fran- cia. "De entre estas obras recomendamos a U. S., ante todo, la Psicolojía Intuitiva i la Pedagojía Psicolójica por E. Martig, traducidas por Alvarez. Estos libros son esencialmente prácticos por el método adoptado en todas las esplicaciones i por la sencillez i claridad del sn estilo i de la distribución de las materias. También co- rresponden al espíritu al cual se dirijen los estudios pedagógicos en las escuelas normales de Chile, i po- drán ser útilísimos tanto para los normalistas como para los maestros. "Creemos que conviene estimular el considerable es- fuerzo realizado por maestros chilenos, tanto mas cuan- to que traducir buenas obras pedagógicas estranjeras es, sin duda, muí preferible a componer libros mediocres con pretensiones de orijinalidaa v \ La Reforma Pedagójica de Hamburgo, refiriéndose a la Psicología Intuitiva, dice: "Consideramos la pre- sente obra como la mejor de cuantas han llegado a nuestra mesa de redacción. De la manera como aquí se presenta la Psicolojía, se aprende i debe ser aprendida tal ciencia. Para dar una idea intuitiva de cómo pro- cede el autor, queremos dar aquí el tratamiento de cada capítulo, v. gr.: la sensación i percepción, ilusión de los sentidos, interés, atención, concepto, intelijencia, sentimiento estético, etc. Lo hace dividiéndolo en tres partes principales: A. Ejemplos ¿tratamiento. — B. Besúmen. — O. Aplicación [a la educación Los testos de Psicolojía hasta aquí publicados con- tienen en su mayor parte solo lo que el presente autor da en el punto B. Les ejemplos ocupan un lugar so- bresaliente en esta obra. Son tomados del círculo em- pírico de los alumnos, de la historia, de la literatura i de las sagradas escrituras. La "discusión" es siempre un trozo modelo de clara esposicion, i la aplicación a la educación nos da a conocer en todo i por todo al maestro esperimentado. Indudablemente, este libro es el resultado de la labor efectuada durante largos años, cuya publicación debe agradecerse al autor grandemente. Cualidades notables en la obra son la cita de los ejemplos ilustrativos i la adecuada i lójica deducción que se hace de los principios psicolójicos. Esta Psicolojía puede llamarse con orgullo i mucha razón "Psicolojía Empírica". En cada uno de sus capítulos, en cada una de sus partes, se respeta estrictamente el camino de la induc- ción, no presentándose como digno de aprenderse sino aquello que ha sido demostrado con entera perfección. Por nuestra parte, nunca alabaremos ni recomenda- remos lo suficiente el estudio que encierran las 300 pajinas de este libro. El Berner Schulblatt, a su vez, dice: "Con verdadero placer llamamos la atención del mun- do pedagójico a esta escelente obra, recientemente pu- blicada. "Encontramos en ella las magníficas cualidades que distinguen los trabajos anteriores del mismo autor: esposicion clara, fácilmente comprensible, unida en gran parte a una notable solidez i penetración científica. "Se titula Psicolojía Intuitiva porque parte siem- pre de intuiciones, de los ejemplos, hasta deducir, de este modo, los principios psicolójicos, de base concreta. "Para los normalistas, este procedimiento intuitivo es de doble valor, pues les sirve también de modelo para la enseñanza de la juventud a la cual han de de- dicarse. XIV — "La aplicación a la educación sigue siempre a los principios ya conocidos. Según lo cual, cada capítulo consta de tres partes: a) Ejemplos i discusión; bj re- sumen de lo tratado; c) aplicación a la educación, "Los ejemplos son tomados de la vida, de la histo- ria sagrada i profana i de la literatura conocida por los normalistas, mui principalmente del Guillermo Tell de Schiller. "De estas fuentes se sacan, de un modo sencillo i preciso, los fenómenos i principios psicológicos que se establecen después, sencilla i precisamente también, en la parte que se titula "Resumen". "Por camino tal se llega a un conocimiento exacto de la ciencia del alma, i se conduce hasta éste al alum- no que no posee todavía, la noción lójica necesaria para ejercitarse en las abstracciones del pensar. "La aplicación a la educación demuestra la relación entre la Psicolojía i la Pedagojía, aumentando con esto el interés de los normalistas por el estudio de la Psicolojía i presentando también para el maestro ya formado gran importancia, en cuanto le da a conocer el modo de dirij ir su práctica en la enseñanza según los principios i leyes psicolójicas. "Aunque la obra está dedicada para la enseñanza en las scnelas normales de ambos sexos, no deja, sin embargo, de tener alta importancia para el maestro esperimentado, pues su estudio le será de mucho pro- vecho.'' El Praktischei' Schulmann, de Leipzig, dice: "Este es un libro mui interesante que recomendamos con ardor para el estudio privado del maestro." "El autor parte siempre de ejemplos no contentando- — XV se jeneralmente con uno solo, sino que procura deducir los resultados de un material, en lo posible abundante, real i lójico, siguiendo así con estrictez el procedimiento inductivo." El Repertorium der Pcidagogik, de Ulma, espresa: a Es un libro escelente que nos viene a convencer de cuáles son los importantes progresos que ha esperimen- tado el tratamiento didáctico de la Psicolojía, desde una serie de años hasta hoi. "El distinguido autor, en el desarrollo de los principios psicolójicos, parte siempre de ejemplos numerosos i bien elejidos que escoje de la historia, de la Biblia, de la literatura i de la vida diaria, principalmente de la infantil. "El autor ha dado a su obra el título de Psicolojía Intuitiva, porque en absoluto trata de demostrar intui- tivamente las verdades psicológicas. "A la intuición de los principios siguen, en todo caso, el resumen i la aplicación a la educación. "Este último punto es siempre mui interesante i en- sancha el horizonte pedagójico del lector. "Nunca se podrá recomendar bastante este libro a los maestros. Su sola lectura despierta la observación i la actividad intelijente del maestro, evitándose así todo mecanismo matador". La Padagogische Rundschau, de Viena, dice: "Si se quiere dar al maestro novel una idea clara del alma infantil i hacerlo apto para profundizarse por sí solo en el estudio de la Psicolojía, no puede conseguirse por el camino de la deducción, sino solamente por medio de un método que parta de la intuición, particularmente de la observación de los hechos i fenómenos. — XVI — "La obra que lleva con perfecta exactitud el título de Psicolojía Intuitiva sigue el camino que hemos trazado en líneas anteriores, el cual, según nuestra opinión, de- bía ser el único adecuado no solo para la enseñanza en los establecimientos normales de maestros, sino también, en jeneral, en los colejios superiores. "Los ejemplos han sido sacados de la historia, litera- tura i de la vida diaria; por lo que los alumnos norma- listas se sienten impulsados para hacer observaciones psicológicas independientemente. "De la discusión a que se prestan los ejemplos, dedú- cense los principios que en seguida se aplican a la edu- cación. De este modo se presentan al estudiante de Pedagojía todos los conocimientos necesarios, procedi- mientos que, sin duda, despiertan el interés por la Psico- lojía i hacen obtener mayor profundizacion en tal ramo. "La obra, a pesar de la sencillez de lenguaje con que está redactada, no carece de solidez científica, por lo que debemos felicitar con placer al autor mediante cuyos esfuerzos se ha venido a llenar un gran vacío en nuestra literatura psicolójica". "Deseamos gran acojida a tan escelente libro, tanto en los seminarios de Maestros como en el mundo peda- gógico". El Padagogischer Yahresbericht, de Leipzig, espresa: "En la mayor parte de los casos, los normalistas se incorporan a la escuela normal a los 15, 16 o 17 años. Para alumnos de esta edad es todavía difícil el estudio de la Psicolojía como ciencia. Por esta razón, se ha de procurar especialmente que la enseñanza de la Psicolojía se verifique no en una forma abstracta, sino concreta, con relación a esperiencias, observacio- XVII nos, hechos i ejemplos intuitivos; poniéndola en con- tacto constante con la ciencia de la educación i ense- ñanza, es decir, la Pedagojía, a fin de despertar i avi- var el interés por este estudio. "El presente libro ha adoptado solo este camino, motivo porque ha sido recibido con alegría por el mun- do pedagójico; de tal modo, que ya en tan poco tiem- po, ha habido necesidad de dar a luz una nueva edición. "El autor no ha olvidado introducir las mejoras con- venientes en la nueva edición; pero sin cambiar de ninguna manera el carácter esencial del libro. "Nosotros también recomendamos con entusiasmo es- ta edición, sobre todo para la introducción en el estudio de la Psicolojía; i tanto mas cuanto que el autor ha sabido mantenerse a distancia de toda parcialidad." El Scliulblatt, de Suiza, en su número 6 del año próxi- mo pasado, dice: "Hemos ya recomendado el presente libro como uno de los mejores trabajos de Psicolojía, en sus ediciones de 1888 i 91. Con mayor razón lo hacemos en la ulti- ma que tenemos en la mano. Esta obra presta escelentes servicios a la enseñanza de la Psicolojía, pues sale, para los normalistas, del círculo de hierro de las abstracciones para moverse solo en el terreno de la esperiencia del alumno, enseñando a observar las facultades ocultas del alma en las palabras i acciones de los individuos i haciendo gradualmente del conocimiento adquirido, la base segura de la ciencia de la educación." PSICOLOJÍA mm E. MARTIG «Ayudar ala instrucción del pue« blo, es ayudar al engrandecimien- to de la pati'ia.» Alemania i Suiza se sentirán siempre orgullosas de ser la cuna de uaa pléyade de jenios, creadores de la verdadera ciencia de la educación. Diesterweg i Pestalozzi son nombres universales. El mundo todo es su patria; la inmortalidad, su corona de laureles. Esos obreros del saber han desaparecido; pero en el inmenso campo que presenta la instrucción dejaron ri- quísima semilla, que después ha jerminado i fructifica- do en bien de todos los pueblos, elevándolos i dignifi- cándolos. Han trascurrido años tras años, siempre apareciendo en aquellas dos naciones cultivadores eximios i ardoro- sos de esas semillas, verdaderos sacerdotes de ese bien que no debiera recenocer suelo ni límites, la ense- ñanza. — XX Espíritus esencialmente pensadores, cerebros dotados de fuerza poderosa e intelijente, los continuadores de obra de aquellos padres de la educación racional no dan jamas treguas a su actividad, i la consagran con ahinco al triunfo i difusión de las doctrinas cuya base es el co- nocimiento perfecto del individuo, física i psicolójica- mente considerado. A grandes rasgos vamos a dar a conocer la persona- lidad de E. Martig, autor de esta obra, que con especial acierto ha traducido nuestro intelijente i estudioso amigo don Ramón Alvarez. Porque Martig pertenece también al número de los hombres que consagran su existencia a dominar la ig- norancia. Suiza es el pais del trabajo, por escelencia, casi por naturaleza. Al pié de sus montañas blancas i escarpadas, de sus colinas admirables, bulle i se ajita una población vigo- rosa, deintelijencia despejada como su cielo, constante en sus esfuerzos por el progreso intelectual, como sus picos de nieve por mantenerse frente a frente de las nubes. De oríjen alemán, E. Martig nació en 1839 en el cantón de Berna. Ni la riqueza, que suele envanecer i apartar del ca- mino recto a los individuos, ni los abolengos de ilustre prosapia, rodearon la cuna de Martig. Hijo de modesta familia, vio correr sus primeros años entre el trabajo, que era el patrimonio de sus padres, i XXI ]a sencilla educación que éstos podian proporcionarle, durante las horas en que el bíblico sudor de la frente enjugábanse al calor de las alegrías del hogar. En los habitantes de Suiza hai una marcada tenden- cia a la ilustración, a la escuela, i Martig no podia dejar de poseerla también. Hasta los 16 años, pues, concurrió a la escuela mista, llamada así por funcionar solo en invierno i durante seis meses, a semejanza de las denominadas en Suecia am- bulantes. Los estudios que hizo en este establecimiento de- bieron habilitarlo para incorporarse a otro de escala superior. De aquí que, dejando su familia, hiciera viaje a Wür- temberg, donde pronto se contó como alumno de una escuela primaria, en el cual mostró aptitudes sobresa- lientes, dignas de seguir desarrollándolas i cultiván- dolas. II Hai espíritus en los cuales el deseo de saber i perfeccio- narse se convierte en necesidad, se transforma en avidez. Piden, ansian "luz, luz, siempre luzu, como Goethe, cuando sentía que se escapaba va el aliento de vida que lo animara. E. Martig sentía también las ajitaciones nervio- sas del gran poeta alemán: quería ciencia, mas ciencia. Abandonó, pues, el aula primaria. No habia ya en ella lo que deseaba. Estaba en su cerebro cuanto cons- tituía ahí el programa de enseñanza. XXII Su contracción al estudio a toda prueba, su perseve- rancia, no podían mantenerse en círculo tan estrecho. Verdadera águila de los Alpes, debia remontarse, es* tender sus alas i desafiar las tormentas que viven como adormecidas en el espacio. De Würtemberg, pasó Martig a Berna, la ciudad, pa- ra perfeccionar el caudal de conocimientos que poseía, en alguno de los establecimientos superiores, mas vas- tos i amplios en sus programas. El latin i el griego, que aquí de nombrarlos solo es- peluznan, fueron ahí objeto de su especial dedicación, obteniendo en tales ramos escelentes resultados, que, una vez mas, demostraban respecto del estudiante un notable poder de asimilación, una clara inteligencia. Terminado el aprendizaje de las asignaturas indica- das, se trasladó a Basilea, en cuyo Pedagojium rindió con brillo en 1861 el examen de madurez. Quien tenga idea de lo que es el examen menciona- do, de la seriedad con que se lleva a cabo, de la jeneral e intensa versación que se requiere para darlo i recibir- lo, puede perfectamente deducir que Martig obtuvo su certificado, revelando siempre estar en posesión de un rico i vario caudal de saber. No podian esperarse otras pruebas de quien, a los 22 años, habia ya hecho gran parte de un camino que en Suiza i Alemania es abrumador, pesado, por la solidez i estension de los conocimientos que las leyes sobre edu- cación exijen inexorablemente, sin consideraciones de ninguna naturaleza. Pero todo esto no constituia sino una pequeña por- cionde los requisitos que E. Martig habia de llenar para llegar al puesto que hoi ocupa con aplausos de XXIII cuantos lo conocen i saben apreciar en él al hombre docto i meritorio, digno de respeto. El examen de madurez le abrió las puertas de las Universidades de Basilea i Berna. En ellas se le vio frecuentar durante cuatro años los cursos de filosofía i teolojía, con su acostumbrada constancia, con el mag- nífico suceso de siempre, enriqueciendo su espíritu, probando continuamente que: "Labor improba omniae vincif 1 III Con tales estudios, la actividad de Martig debia uti- lizarse ya. El estacionarismo no se conoce en Suiza ni en Ale- mania: ahí a la intelijencia i el saber, reconocidos siempre, no se les mantiene en indolente statu quo, a merced de continjencias tristes a veces, desesperantes otras. Las sociedades, la comuna, el cantón, el estado, tie- nen particular cuidado de atraerlos para ponerlos al servicio del progreso jeneral, escitándolos de este mo- do al trabajo continuo, a una mayor perfección, que re- dundan en pro del bien común. En virtud, pues, de tan benéfica costumbre, que ojalá se arraigara en los países hispano-americanos, Martig fué luego nombrado párroco e inspector de escuelas en Berna. Las obligaciones de estos puestos no impidieron, por cierto, a E. Martig ejercer su actividad, ni lo- graron desviarlo de la senda de estudio constante en que hasta hoi ha permanecido, a pesar de sus 57 años de labor incansable i fructífera. Un sinnúmero de trabajos i los progresos que llevó a cabo desde los cargos que servia con laudable contrac- ción i empeño, fueron poderosa razón para que el go- bierno cantonal lo nombrase, en 1888, director del Se- minario de Maestros de Hofwijl, en el mismo cantón. A los 49 años de edad, el tierno alumno de la escue- la mista desde 1846 hasta 1855, es el maestro sabio i esperimentado de la juventud, que comprende lacarrera del majisterio. En el seminario de Hofwijl sirve las cátedras de fi- losofía, pedagojía i metodolojía, con el acierto i lucidez que le da la mayor parte de una vida consagrada al es- tudio de los mas graves problemas de la enseñanza. IV El que, para nosotros, es ya el anciano director del Seminario de Hofwijl, ha recibido ahí las visitas de célebres pedagogos de todos los países. Van a admi- rarlo, a tributarle el homenaje que merecen el saber, la vida laboriosa i benéfica. Ahí también su prodijiosa actividad no ha podido entregarse al reposo, que seria justo i fundado. Por el contrario, su pluma incansable ha escrito mu- chos de sus mas importantes i profundos trabajos sobre educación, que el mundo pedagójico de Europa ha re- cibido con especial aplauso, tributándole, a porfía con la prensa, merecidos elojios. La nieve de los años que corona su cabeza pensado- — XXV ra, no ha podido apagar la luz que vive eu su cerebro fecundo. Su nombradla como pedagogo i escritor didáctico ha llegado también hasta estas apartadas tierras de Amé- rica. La han traido su Psicología Intuitiva i la Pedagojía Psicológica, verdaderas joyas pedagójicas que por sí solas bastarían para formar una reputación envidiable. Traducidas al castellano, como lo han sido ya al idio- ma del Dante, ellas vendrán a dar a la enseñanza en nuestras escuelas normales la perfección necesaria pa- ra que los normalistas ejerzan después su ministerio, conforme a los principios que rijen el desarrollo i cul- tivo del alma. V Desconocidas hasta hoi en Chile, no lo son, sin em- bargo, en el Brasil. Hace años, el profesor Manuel José Pereira Frazao, de ese pais, visitó al señor Martig en su Seminario de Hofvvijl i, de regreso a la patria, dio a luz un libro que tituló Ensino Publico Primario na Italia, Suissa, Sue- cia, Bélgica, Inglaterra e Francia -R el atio opresentado a Inspectoría j'rál de Instruccáo Primaria da Capital Fe- deral, pe lo professor Mamuel J. Pereira Frazao. En esta obra, en que se estudíala organización de la enseñanza primaria en casi todos los países europeos, el profesor Frazao dedica algunas escelentes pajinas a la Psicología Intuitiva i Pedagojía Psicológica, que co- noció por la versión italiana. Elojia con entusiasmo su plan jeneral, orden de ma- terias i, sobre todo, la manera esencialmente intuitiva como se presenta al lector cada capítulo. La prensa, a su vez, de Alemania entera, de Suiza, Austria e Italia, ha dado cuenta de estos testos en tér- minos que demuestran la verdadera i absoluta impor- tancia que encierran. Por nuestra parte, debemos felicitarnos de que el contraido a la vez que modesto visitador de escuelas, señor Alvarez, haya traducido obras tan importantes que representan una adquisición i progreso notables. I, para terminar, séanos permitido enviar desde aquí al sabio director del Seminario de Hofwijl nuestros sinceros homenajes de respeto, que bien los merece quien trabaja por que el hombre ocupe en la creación el lugar a*que le dan derecho las facultades del espí- ritu inmortal que reside en él. Santiago, Mayo 20 de 1896 Ángel Ríes C. PROLOGO Bien habríamos podido componer un testo de Psico- lojía pedagójica para el uso de los maestros, según el plan indicado para este concurso. Para tal objeto nos habría bastado tener a la mano un cierto número de obras sobre la materia, haber copiado de unos i tal vez plajiado de otros, como sucede con algunos escritores pedagógicos de hoi dia, que se conceptúan psicólogos. Nos habría bastado reunir el material ajeno, ordenarlo de esta o aquella manera, sin pecar gravemente contra la forma i el orden consuetudinario de las obras de Psicolojia, i ya habríamos sido autores. Sin embargo de nuestra pobreza en materia de literatura psicolójica, no nos hacen falta libros de esta naturaleza en idioma castellano, i una obra así no habria llenado su objeto entre nosotros. En efecto, a muchos de los maestros i sobre todo los alumnos normalistas (i a los estudiantes de pe- dagojía), les es mui difícil, si no imposible, obtener un conocimiento exacto, claro, de la Psicolojia, porque les XXVIII falta la noción lójica i lingüística indispensable al pensar abstracto. A la verdad, si en circunstancias tales se les pre- senta la Psicolojía en una forma abstracta o científi- ca, podrian, quizas, aprender de memoria las senten- cias, proposiciones i formas, pero no penetrar ni menos vivir en la cosa misma. Con un procedimiento semejan- te ni se les impulsaría para un estudio psicológico, ni se les haria aptos para aplicar la Psicolojía a la educa- ción. En tal caso, este ramo se les presentaría como una ciencia aislada de las demás del saber i de la em- pírica, cuyo objeto no podrian reconocer bien. Un tratamiento fructífero de la ciencia del alma en el grado de desarrollo intelectual de los normalistas i estudiantes de pedagojía i de no pocos de nuestros maestros i profesores, se hace posible solo cuando se parte de las observaciones i esperiencias, de los hechos i ejemplos, Estos últimos son, en verdad, necesarios no solo para el primer tratamiento de la materia, sino también para el estudio posterior de toda obra psicoló- jica, i para la repetición. ¿Cuál es el maestro que en la repetición no ha tenido muchas veces que esperimentar que en la mayor parte de sus alumnos ha vuelto a de- saparecer la base concreta de los hechos o representacio- nes, no habiendo quedado otra cosa que los dogmas abstractos i su fundamento jeneral? ¿Acaso esto no se palpa también en aquellos casos en que los alumnos no pueden demostrar una sola de sus tesis o aseveraciones por medio de ejemplos? Por esta razón, algunos testos de Psicolojía en Eu- ropa, mas o menos consecuentes, han ensayado hacer de los ejemplos el punto de partida de sus esposicio- ríes, «Sin embargo de la buena intención, ellos, enje- neral, no han correspondido en sus disposiciones i eje- cuciones a las necesidades de la mayoría». Con este motivo el presente libro adopta un nuevo procedimiento en la solución del problema, procedi- miento que ha merecido jeneral aceptación i muchas alabanzas de parte de los mejores profesores de Psico- lojía de Suiza, Alemania i otros paises. La misma Sajo- rna, apesar de sus adelantos i de contar con escelentes libros de pedagojía i psicolojía, ha tenido que recono- cer la superioridad de la Psicolojía Intuitiva, adoptan - dola como testo de enseñanza en sus establecimientos normales. Estos fundamentos nos animan para rogar a los maes- tros i profesores de nuestro pais, se sirvan abrir sin te- mor esta Psicolojía, leerla con detenimiento, estudiar la ordenación i método de esposicion de las materias, la intuición con que se presenta cada una de éstas, etc. Estamos seguros de que ella los interesará, desper- tándoles el espíritu de observación i su actividad de educadores, evitando todo mecanismo que consume i mata al espíritu. Los habrá de convencer de que ella les ofrece algo nuevo en el estudio arduo i di- fícil de nuestra alma; si nó en la mate ría, por lo menos en el tratamiento metódico de cada capítulo psicoló- gico, presentando antes de todo la intuición de cada tema que facilita su inmediata comprensión. Esto hace del libro una Psicolojía distinta a las tantas que salen al mercado literario i que mendigan a las puertas de colejios i universidades, para tener con la aprobación siquiera la autorización de su título, algunas veces ina- decuado. XXX — El estudio de este testo, vendrá a aclarar fácilmente un gran número de cuestiones que, si bien han sido oidas i leídas, no han podido ser comprendidas, tan solo a causa de la manera impropia en que han sido i es- tán espuestas. En efecto, esta Psicolojía Intuitiva parte siempre de ejemplos i, en jeneral, no se contenta con uno solo, sino que procura derivar los fenómenos i conclusiones de un material real abundante, siguiendo en todo el procedimiento inductivo. Este empeño de efectuar la intuición de los pensamientos por medio de ejemplos, es el que justifica el título dado a la obra. Los ejemplos son tomados de la historia, de la sagra- da escritura, de la literatura, de la esperiencia i vida diaria, en especial de la vida infantil. La esclusion de la poética que exijen algunos pedagogos (como ser los ejemplos de dramas, etc.), a nuestro juicio, como al del autor, carece de fundamento; «en la Psicolojía, dice el autor, se trata no de una verdad histórica, sino psicoló- jica; i es ésta cabalmente la que muchas veces es es- puesta con mayor belleza i acierto en la literatura». Los ejemplos de algunos capítulos van a parecer tai- vez mui matizados; pero eso el autor lo ha hecho con intención. Ha querido tomar ejemplos de campos mui diversos con el objeto de guiar a los alumnos normalis- tas i estudiantes a estas distintas ramas del saber hu- mano, escitándolos a la variada observación psicolójica. Tanto los normalistas como los estudiantes de pedago- jía, no deben contentarse con los ejemplos del libro, sino buscar otros análogos por sí mismos. Con este fundamento también hemos mantenido en su mayor parte los ejemplos del autor sacados de una XXXI literatura ajena, no solo con el fin de conservar la ori- jinalidad de la obra, sino también para hacer su estudio mas interesante i con provecho, al tener que buscar nuestros profesores i estudiantes de Psicolojía ejemplos semejantes en nuestra literatura castellana. Los normalistas i estudiantes, al buscar i citar nue- vos ejemplos, demuestran claramente que han com- prendido mejor i con mas exactitud la cuestión i que han penetrado totalmente la materia. Esta Psicolojía misma contiene muchos ejemplos dados por los norma- listas, que han sido anotados i tomados por el autor, como director de una escuela normal i profesor del ramo. A nuestro juicio, los ejemplos mencionados con- ducirán sin dificultad a otros semejantes de los demás ramos del saber. En los puntos designados con la letra A, se deja en jeneral amplia libertad al maestro para poder elejir otros ejemplos i estenderlas esposiciones a su agrado o tra- tarlas solo de una manera breve, dejando el resto del tiempo para la lectura privada. En estos puntos A se ha evitado incluir todo aquello puramente teórico, como son las definiciones de las facultades del alma, dejándo- las siempre para el punto siguiente, es decir el B, a fin de no dificultar el tratamiento con su base de ejemplos concretos i de hacer algo mas completos los principios i reglas psicológicos contenidas aquí. Por esto los "resámenesii son un poco largos; porque, ajuicio del autor, no es conveniente compendiarlos en cortas frases, que bien pudieran ser aprendidas fácil- mente de memoria; pues el estudio de la Psicolojía, en cuanto sea posible, no debe basarse en un aprendizaje verbal o en un recargo de palabras. El objeto principal — XXKII de cada tiresúrnenn es facilitar a los normalistas, estu- diantes i maestros la revista de todo aquello mas esen- cial e importante de cada tema, la repetición i aun su preparación para el examen. Los puntos indicados con G comprenden la implica- ción a la educacionu, que tiene por objeto conducir a los normalistas i estudiantes al conocimiento de la rela- ción íntima que existe entre la ciencia del alma i la Pe- dagojía, i a profundizarlos mas en el conocimiento de la Psicolojía misma. Esta relación, mas o menos detallada, de la Psicolo- jía con la educación, despierta en los normalistas i maes- tros i en todos los estudiantes de Pedagojía, como futu- ros educacionistas, un mui vivo interés por la misma ciencia psicológica. Efectivamente, para todo joven tie- ne un doble ínteres todo aquello que se relaciona con su futura profesión. Es indudable que la elaboración i es- tudio de esta materia, en la forma que lo hace la Psi- colojía Intuitiva, exije mayor tiempo que el que se necesitaría al concretarse solo a lo puramente psicoló- jico. Pero, sin embargo, con un estudio tal como lo hace esta Psicolojía, se puede comprender con mayor pron- titud i facilidad la Pedagojía, que solo gana, cuando se la pone en relación estrecha con la ciencia del alma. Con todo, debemos advertir con el autor que quien deseara otro orden de las materias, bien lo puede hacer, pasan- do por alto los puntos C, o tratándolos cuando creyera que la ocasión es oportuna. En cuanto a la esposicion misma, en conformidad con el autor, nos hemos¡esforzado en escribir cada materia en l&forrna mas simple i sencilla posible, teniendo en XXXIII vista que de parte de la mayoría de los normalistas i estudiantes falta la preparación necesaria suficiente pa- ra la comprensión de una esposicion elevada. Apesar de esto, la Psicolojía Intuitiva uo ha nece- sitado, por esto, renunciar a la ciencia; pues que cien- cia i forma científica no son en manera alguna cosas idén- ticas. Ella ha procurado, en cuanto era posible, esponer i aplicar los resultados mas seguros de la ciencia del alma. En medio del gran combate de las opiniones so- bre Ja materia, el autor se ha esforzado en abordar a un juicio que corresponda a los hechos i fenómenos de la vida psicolójica, concuerde o nó con este o aquel sistema existente. La opinión del autor a este respecto se halla espuesta en los §§ 1, 4 i 37. «Llevar a los normalistas i principiantes, en el estudio de esta ciencia, a la lucha de los partidos, es impropio, porque ellos no cuentan todavía con un juicio propio e independiente sobre la cuestión». Para que puedan afiliarse e incorporarse en las filas, tomar parte en la contienda, es menester pri- mero que piensen i mediten, que consulten i estudien a fondo la literatura psicolójica (a lo menos alguna), hasta formarse conciencia clara en cada una de las materias de esta ciencia. Para la elaboración del presente testo, el autor ha con- sultado i estudiado muchas obras psicológicas, no solo científicas i de peso, sino también de aquellas que sir- ven para el estudio del ramo en varias escuelas norma- les de maestros de Suiza i Alemania, i para el uso de los principiantes, Su larga práctica, como director de escuela normal i profesor de Pedagojía. ha contribuido también en gran parte al éxito feliz en la composición de su Psicolojía Intuitiva. PSICOLOJÍA 3 — XXXIV Mas aun; el autor, al dar a luz la última edición, que es la que hemos vertido al castellano, ha procurado to- mar en consideración las advertencias i los deseos es- presados en centenares de críticas que ha tenido este libro, satisfaciendo aquello mas conveniente i justo, mas autorizado i que, en su mayor parte, con- cordaba entre sí i con la opinión del autor, i desechando todo lo que en sí se contradecía. En conformidad a la mayoría de las opiniones de los autores mas célebres de la enseñanza psicológica, la Psicolojia Intuitiva ha ligado los capítulos referentes a las sensaciones i percepciones a la parte que trata del conocimiento. La nota agregada al § 5 da a conocer los fundamentos que se han tenido para ello. A juicio de muchos autores, aquí no hai necesidad de hacer numerosas i grandes divisiones. Según el proce- dimiento de este libro, los diversos fenómenos se ligan entre sí de una manera mas estrecha en el conocimiento, relación que así se puede palpar mejor. Ademas, el pro- fesor de Psicolojia no está obligado con esta división a tratar de antemano la observación, la representación i el pensar mismo, antes que los alumnos hayan conocido por sí mismos estos fenómenos. La revista que se da de toda la actividad del conocimiento i de todos sus grados en el § 19 conviene i corresponde mas al final, en confor- midad al método inductivo, tal cual lo hace la presente Psicolojia. Por último, los capítulos sobre el interés, la percepción i la atención, han sido colocados al fin de la 1. a parte; en primer lugar, porque así las percepciones, intuicio- nes i representaciones se pueden enlazar inmediatamen- te unas con otras; i en segundo, porque el interés, la percepción i la atención se refieren, no solo a ¿¿;¿ grado del conocimiento, sino a cada uno, es decir, a todas las actividades de éste, lo cual justamente cabe mejor i se hace mas claramente comprensible al final que al prin- cipio. Réstanos aun agregar algunas palabras mas acerca del empleo del libro misino en la enseñanza. Sobre esto recordamos las advertencias insinuadas en otro luffar. El autor opina que no es necesario, en manera alguna, tratar todos los ejemplos en cada curso, sino que éstos deben solo ofrecer un material para la elección volunta- ria de cada cual. Fuera de esto, es natural i se com- prende, que los alumnos i estudiantes no deben te- ner a la vista el testo durante la clase; i que, por el contrario, en esta hora se les ha de obligar a hacer un resumen, por sí mismos, libremente. El libro les ha de servir solamente para comprender la cuestión mejor, mas clara i fundamentalmente i para la repetición, sobre todo cuando se trata de un examen. Que la Psicolojía Intuitiva no corra la suerte de los desgraciados en el presente Concurso i que aceptada va- ya a prestar sus servicios consiguientes a los maestros i hombres de educación, i principalmente a los norma- listas i estudiantes de pedagojía, son los deseos de El Traductor Santiago, Febrero 28 de 1895. INTRODUCCIÓN ^'Ji&}&tii&xQ'ji&x^'2*n^ji^ INTRODUCCIÓN § 1.— OBJETO DE LA PSICOLOJIA La Psicolojía (del griego psy]'e==alma o ciencia del alma) (1), en unión con la Antropolojia física o ciencia del cuerpo, forma la base de la Pedagojía, razón por la cual es indispensable al maestro. Este, en efecto, puede trabajar con resultados favora- bles i seguros en la cultura del espíritu, solo cuando conoce mui bien la naturaleza psicológica del niño, sus facultades i su desarrollo 1. El ser mismo del alma nos es desconocido. El alma, em- pero, se manifiesta por diversas actividades, de las cuales pode- mos derivar su existencia. Por esto es que, para conocer el alma, debemos conocer sus actividades, a lo cual nos conduce el estudio de la Psicolojía. Verdad es que sin esta ciencia, sa- bemos también que existen actividades del alma i que son esen- cialmente distintas de las del cuerpo; que podemos abarcar en nuestro espíritu, por ejemplo, animales, plantas i objetos de (1) En vez de la palabra alma, se emplea también espíritu, en contrapo- sición a ánimo, ya con la significación alma, ya para indicar preferente- mente la vida de la intelijencia; pero mas comunmente para designar el ser mas elevado i divino, propio del hombre. Por esto es que se habla también de un alma en los animales, pero no de un espíritu. toda especie, según su ser característico, su tamaño, forma, color, etc.; que en seguida nos podemos representar estas cosas, recordarlas; en una palabra, alcanzar de ellas un conocimiento; que sentimos placer o dolor, i que queremos algo, podemos re- solvernos por algo i ejecutarlo; que aprendemos espresiones ta- les como atención, i que designamos como actividades pura- mente intelectuales la memoria, fantasía i otras semejantes. Con todo, este conocimiento se asemeja, por ejemplo, al de las plantas, que adquirimos antes de haber estudiado botánica. En efecto, conocemos muchas plantas i sus propiedades en jeneral; pero solo por medio de la botánica alcanzamos un conocimiento claro de las particularidades o individualidades, a una reseña completa del mundo vejeta!. De este modo tam- bién la Psicolojía nos conduce al conocimiento claro de los diversos fenómenos de la vida del alma i a una ordenación compendiosa de ellos. En consecuencia, la Psicolojía nos ense- ña, ante todo, a investigar las actividades del alma en particular, a conocerlas según su propio ser i a ordenarlas en conformidad a su parentesco, de manera que obtengamos de ellas una reseña clara. 2. La Psicolojía nos lleva después al conocimiento de la relación que existe entre las actividades del alma. La esperien- cia nos enseña que estas actividades no se hallan ni actúan aisladamente unas de otras, sino en una íntima relación, obran- do de una manera recíproca; pues el conocimiento, v. gr., de acciones nobles, puede inspirar i despertar en nosotros senti- mientos i determinaciones, i el sentimiento del placer por un objeto nos facilita su conocimiento. Sin embargo, llegamos a conocer las relaciones complicadas i recíprocas de las activida- des del alma, solo cuando nos ocupamos especialmente de ellas, es decir, cuando estudiamos la Psicolojía. 3. Por último, la Psicolojía nos da a conocer el desarrollo de la vida del espíritu, las disposiciones i fuerzas naturales del niño i el desenvolvimiento de las actividades del alma. Tam- bién este desarrollo nos es ya conocido por la esperiencia diaria. Cuando observamos un niño en los primeros dias de su vida, nada notamos de la abundante vida espiritual que vemos en un hombre completamente desarrollado. Si a este niño le colocamos una rosa ante la vista, por ejemplo, vemos que nada observa en ella ni tiene ninguna idea de la hermosura de esta flor; no ve la rosa aun i mucho menos puede distinguir sus partes especiales. Su vista no se dirije todavía a objetos deter- minados, sino que, atónito, mira sin fin alguno. El no pres- ta tampoco atención alguna a una canción que se le can- ta, porque no puede distinguir todavía los tonos ni menos entender palabras, comprender o espresar sus pensamientos. Al principio, el niño tiene solo la disposición para las diver- sas actividades psicolójicas, disposición que puede compararse con un jérmen ó brote, por ejemplo. ¡Cuan distintos somos mas tarde! Entonces contemplamos asombrados una rosa, nos ale- gramos de su hermosura i fragancia i retenemos también su imájen en nuestra alma. ¡Entonces también comprendemos el sentido i los sonidos de una canción, i por ésta podemos ser escitados a numerosos sentimientos; entendemos asimismo los pensamientos de los demás, podemos pensar por nosotros mismos i dar espresion a nuestros pensamientos! De este modo la vida del alma adquiere un desenvolvimiento cada vez mayor. Si comparamos unos con otros los diversos cursos anuales de una escuela, podemos observar perfectamente la manera cómo se efectúa el desarrollo gradual del espíritu. Los progre- sos lentos, pero seguros, realizados por los alumnos en todos los ramos de la enseñanza, nos demuestran qiie la fuerza de comprensión, en jeneral, las facultades inactividades del alma, se desarrollan solo de una manera progresiva, gradual, desde los primeros momentos de la vida hasta la madurez completa. La Psicolojía, pues, es el medio por el cual llegamos a cono- cer las leyes del desarrollo del espíritu. Por consiguiente, la ciencia del alma tiene por objeto dar a conocer las actividades del alma según su ser, su relación i desa ■ rrollo, e investigar las leyes del desenvolvimiento espiritual, con- psicoi.ojía 4 — 6 — forme a las cuales se ha de guiar el educador, si quiere obrar con acierto i con éxito. Si partimos de los hechos i fenómenos particulares de la vida del alma, es decir, de las actividades psíquicas en especial i de sus manifestaciones, i derivamos de aquí la relación i el desa- rrollo de la vida espiritual, adoptamos el camino de la inducción o el procedimiento inductivo, mientras que por el camino con- trario o de la deducción partiríamos de una idea jeneral del al- ma i deduciríamos de aquí las actividades psicológicas parti- culares § 2.— FUENTES DEL CONOCIMIENTO DEL ALMA Las fuentes del conocimiento de la Psicolojía, son la obser- vación propia i la de la vida del alma de los demás. 1. La mas cercana de estas fuentes es naturalmente la obser- vación de la vida del alma de uno mismo; pues nosotros debemos conocer, mejor que ningún otro, nuestros pensamientos i sen- timientos. Empero, llegamos a conocer claramente nuestra vi- da psicológica, solo cuando observamos nuestra vida espiritual, es decir, cuando la seguimos o reflexionamos sobre ella. Cuan- do hemos hecho un paseo al campo, por ejemplo, podemos después recordar todavía mucho de aquello que hemos visto, i, al contrario, no tenemos ninguna idea mas de aquello que apenas observamos a la lijera. Si queremos hacer estudios psicolójicos, no debemos pasar por alto estos fenómenos, sino, por el contrario, averiguarlos por sus causas. Reflexionando sobre el caso presente, encontraremos que las cosas que dejaron un cuadro claro en nuestra mente, tenian para nosotros algo de raro o hermoso, de atrayente o importan- te; o que hemos observado menos a las otras quizá, porque en aquel instante nos sentíamos indispuestos, fatigados, hambrien- tos o sedientos. De esto podemos arribar ya a las condiciones bajo las cuales podemos comprender bien las cosas, i a lo que puede dificultar una comprensión clara o exacta. De igual manera podemos investigar también el curso (desarrollo) de nuestras activi dades psíquicas i sus condiciones, alcanzando así esperien- cias sobre la vida de nuestra alma i un conocimiento mas i mas claro de ésta. Sin embargo, sucede muchas veces que nosotros mismos so- lemos juzgarnos de una manera falsa. Así el célebre poeta alemán F. Schille rhos cuenta en su conocido drama Guillermo Tell, que Rudenz, uno de los personajes, creia que se habia aso- ciado a los austríacos por patriotismo, cuando otra de las per- sonas reconocía claramente que lo hacia por amor a una noble dama. La observación propia exacta es jeneralmente difícil i nos engaña sin dificultad, porque el observador i el observado son una misma persona. Cuando esperimentamos, v. gr., un gran placer o un profundo dolor, nos encontramos tan embebidos i sumidos en nuestros pensamientos, que no nos podemos dar cuenta cabal de ellos, mientras otros nos pueden observar me- jor. En medio de la alegría juzgamos todos de mui distinta manera que cuando estamos tristes. Muchas veces también nos hallamos impedidos para emitir un juicio exacto sobre nosotros mismos, a causa de la vanidad i el egoísmo. En la parábola del fariseo i el publicano, el primero se consideraba justo i santo, i con frecuencia sucede que sin tardanza vemos "la paja en ojo ajeno i no la viga en el nuestro." 2. Por esta razón, la observación de la vida del alma de los demás viene a completar, confirmar e impulsar. Esto podemos alcanzarlo, o por medio de la observación inmediata del sem- blante, palabras i acciones de aquéllos, o bien por escritos, como ser biografías, autobiografías, narraciones, poesías, discur- sos, etc. La observación en los niños es mui particularmente instructiva, porque en ellos se manifiesta mas abiertamente la vida del alma, pudiéndose así observar mejor su desenvolvi- miento. Fuera de esto, con frecuencia también solemos juzgar de una manera falsa la vida del alma de los demás; comprende- mos e interpretamos mal sus manifestaciones, v. gr., su risa o llanto, sus palabras o acciones. Por tal motivo es necesario que siempre volvamos a representarnos en nuestra alma los accidentes o fenómenos; i cuando se trata de los niños, trasla- darnos a nuestra propia juventud para comprenderlos con mas exactitud. "¿Queréis conocerte a tí mismo? Mira a los demás. "¿Queréis conocer a los demás? Mira a tu propio corazón", di- ce el citado Schiller. Verdad es que al ser íntimo del espíritu no podemos inves- tigarlo, sino solo presentirlo. § 3.— EL CEREBRO I LOS NERVIOS COMO ÓRGANOS DE LA VIDA ESPIRITUAL La ciencia del cuerpo humano o la antropología física (1), en- seña que los nervios sensitivos conducen al cerebro las impresiones recibidas por los sentidos, i que los nervios dinámicos que par- ten del cerebro i son impulsados por la voluntad, ponen en ac- tividad a los músculos i órganos motores restantes, facilitando así nuestras acciones (en el sentido mas amplio de esta pala- bra). Por tal motivo se designa al cerebro como el asiento i ór- gano central de la vida del alma, i los nervios como sus órga- nos restantes (del sistema de vida animal). Ya la esperiencia nos demuestra que toda actividad psíquica depende mucho de un cerebro sano, formado de una manera formal, i de nervios sanos. Cuando el cerebro ha sido conmovi- do fuertemente o herido por una caida repentina, por ejemplo, o por fuertes golpes, entonces pueden producirse alteraciones en el espíritu. En el cerebro del loco se pueden observar algu- nas de formidades i dejeneraciones. Sin embargo, sin necesidad de una enfermedad mental, sue- le ser obstaculizada i oprimida la actividad del alma por una debilidad del cerebro i de los nervios, v. gr., a causa de malos cuidados físicos, deficiente alimentación, mal aire, etc., o a cau- sa de ciertas enfermedades, como la pobreza de sangre. Así (1) Esta forma una parte de las ciencias naturales i se supone conocida por el lector. — 9 — mismo en los casos en que el cerebro no es suficientemente ali- mentado, como se observa en aquellos alumnos que tienen una mala alimentación; o cuando el sueño es insuficiente, como en alumnos que por la noche se han ocupado demasiado tiempo en sus tareas o que han debido levantarse demasiado tempra- no; o en jeneral, cuando tiene lugar un esceso de trabajo inte- lectual que trae consigo algunas veces una completa ineptitud para otros trabajos mentales, o bien cuando los nervios han sido irritados demasiado o debilitados por una actividad par- cial, v. gr., por la visita demasiado frecuente de teatros o con- ciertos, por lecturas mui impresionables o por escesos en las bebidas alcohólicas. Los frecuentes dolores de cabeza, la torpeza o nerviosidad, por ejemplo, son muestras evidentes de un esta- do enfermizo. Esta alteración mental puede ser o duradera o solo momen- tánea. Esta última puede verificarse después de un escesivo es- fuerzo, por un cansancio, por demasiado calor o frió, hambre o sed, por irritaciones tales como la ira, el temor o el susto. En todos estos casos, se hallan debilitados de algún modo el cere- bro i los nervios, i por esto se disminuye la fuerza de compren- sión de las impresiones i percepciones o de la observación i del pensar; se resienten asimismo la frescura del sentimiento i la enerjía de la voluntad. ¡Cuan distintamente se manifiestan, por ejemplo, los alumnos que se hallan fatigados por un viaje, cuan diferentes se les observa en la tarde con respecto a la maña- na en una partida. ¡En la tarde, cansados, todo cuanto se les pre- sente a la vista les es mui indiferente, mientras en la frescura de la mañana, se sentian vivamente interesados i eran suscep- tibles a todas las impresiones! Todo esfuerzo demasiado prematuro, ejerce igualmente una influencia perjudicial en el cerebro i los nervios. Cuaudo se esfuerza el espíritu de los niños, antes de la for- mación cuantitativa de su cerebro, que se verifica en el tiempo de la mudanza de los dientes, a la edad de siete años, se les dificulta su desarrollo físico e intelectual; se hacen nerviosos i la madurez prematura da lugar mas tarde a un entorpecimien- — IO — to o atraso. Semejantes son también las consecuencias que se observan en los alumnos, cuando se les ha esforzado demasia- do su intelijencia desde el principio en la escuela, a causa de muchas horas de clase, por ejemplo, pues todavía no están acostumbrados a un trabajo tal i su cerebro no ha alcanzado aun su formación cualitativa. Estas mismas funestas consecuencias, acarrean también mas tarde al cuerpo i al alma cualquier esfuerzo intelectual esce- sivo i toda ocupación parcial del espíritu. Al contrario, el ce- rebro i los nervios se desarrollan de una manera sana, por medio de una ocupación intelectual regular i proporcionada a las fuerzas físicas i espirituales de un niño; el [ejercicio fortale- ce a aquél i aquéllos de una manera tal, que el niño cuyo es- píritu ha sido así desarrollado, es mas apto para comprender i retener que aquel cuyo desenvolvimiento espiritual fué insu- ficientemente cuidado. De lo arriba espuesto resulta, pues, que en la educación, se ha de evitar todo lo que pudiera debilitar al cerebro i los ner- vios; — que para conservar un cerebro sano i nervios sanos, i con esto también una vida espiritual sana, es necesario un buen cuidado físico, como ser una buena alimentación, un aire sano i saludable, movimiento frecuente i conveniente hecho al aire libre i también un suficiente sueño durante el cual el ce- rebro pueda volver a reponerse completamente; — que se ha de evitar todo esfuerzo intelectual escesivo; — no se ha de prin- cipiar el aprendizaje o trabajo intelectual demasiado tempra- no, sino procederse gradual i paulatinamente, introduciéndose una alternación benéfica entre el trabajo corporal i espiritual (limitación del tiempo de la enseñanza i de las -tareas domésti- cas, de los recreos, juegos, ejercicios jimnásticos, etc.) i entre las diversas especies de actividad intelectual — (la enseñanza por ejemplo, de ramos que requieren un mayor pensar, como el cálculo aritmético mental, se alternará con la de aquellos que ocupan mas el corazón o el ánimo, como la lectura de hermosos trozos literarios, el canto, etc.); i por fin, que el cere- bro i los nervios se preserven en lo posible de conmociones — II — producidas por fuertes ímpetus del ánimo como son el espan- to, el temor, la ira, etc. (Véase sobre esto los párrafos 39 — 42 de este libro i también los capítulos respectivos en la Pedago- gía Psicológica.) § 4.— LAS FACULTADES PRINCIPALES DEL ALMA I DIVISIÓN DE LA PS1COLOJIA Aunque la vida del alma del niño, en los primeros días de su vida, no se halla todavía desarrollada en nada (véase § 1), desde el principio manifiesta su existencia; eso sí que en unión estrecha con la vida física. El niño cierra los ojos ante una luz traspasante i clara; grita al sumerjírsele en un baño demasiado caliente o frío, o siem- pre que tiene sed, calambres o heridas, mientras que se man- tiene tranquilo delante de una luz dulce o apacible, o después de haber satisfecho su sed o cuando se le pone en un baño agra- dable, entregándose con gusto a las impresiones que ¡recibe. En consecuencia, recibe ciertas impresiones o sensaciones de luz i también del sonido, del agua i aire, calor i frío, sed i presión; en una palabra, de todas las influencias del mundo esterior. Estas lo conducen a una escitacion agradable o desa- gradable, i por gritos o movimientos manifiesta la inclinación, el instinto de querer rechazar lejos de sí lo desagradable i atraerse lo agradable. En estas manifestaciones vitales, todavía inconsabidas por cierto, encontramos ya los primeros visos de las tres faculta- des fundamentales del alma: en las sensaciones los principios del conocer, es decir, de la comprensión intelectual de las co- sas (comprensión del mundo esterior i elaboración de las im- presiones recibidas por el alma); en la escitacion los del sentir, i en las inclinaciones la base del querer. Si junto a estas actividades del niño recien nacido examina- mos un ejemplo sacado de la vida del alma de los adultos, encon- traremos la misma cosa, aunque en una forma mucho mas mar- cada. Así, por ejemplo, si contemplamos el caso del piadoso sa- — 12 maritano que nos cuenta la historia sagrada, observaremos que éste, «ve» al «infeliz» i reconoce sus padecimientes, siente com- pasión por él i luego se resuelve a procurarle auxilio, con lo que da a conocer su voluntad. Pensar («conocer»), sentir i querer, son, pues, las facultades principales del alma. Según esto, el alma posee, por una parte, la facultad de comprender en sí i elaborar las impresiones de las cosas este- riores; es decir, la facultad de susceptibilidad (alma pensante); por otra, la facultad de manifestarse a las cosas esteriores i de influir en ellas, es decir, posee espontaneidad (alma volente)í i, por fin, la de tomar participación activa en todo aquello que ejerce una influencia o se sucede en ella (alma sensoria). Toda la vida del alma se desarrolla pues de la susceptibilidad, es- pontaneidad i sentimientos de la misma. Los ejemplos anteriores nos demuestran también que las distintas actividades del alma, no son cosas aisladas una de otra, sino que se hallan en correlación íntima i estrecha, como se ha demostrado antes (§ 1 — núm. 2). En efecto, ellas cons- tituyen solo diversas partes de una vida espiritual armónica, de las que tan pronto la una como la otra sobresale o se ma- nifiesta en mayor grado. Si deseamos conocer algo, una planta, una máquina, un capítulo de la jeografía o de la historia, por ejemplo, i nos profundizamos en el objeto, lo «estudiamos», nos hallamos en actividad no solo con la facultad de conocer (pensar), sino también con el sentimiento, el gusto i la voluntad, entregándonos al objeto e inspirándonos i esforzándonos viva- mente por comprenderlo. En cada actividad del alma vemos manifestarse su ser entero, con la sola diferencia que unas veces se efectúa mas en este, otras veces mas en aquel sentido. Naturalmente, el conoci- miento claro de la vida del alma, según sus diversos lados, re- quiere un estudio separado o particular de cada una de las fa- cultades físicas. Sin embargo, en esto debemos tener siempre presente que lo que separamos en el pensamiento se halla uni- do en la realidad. Junto a los caracteres de la vida del alma, jenerales i comu- nes a todos los hombres, encontramos también algunas dife- rencias, algunas particularidades o modificaciones de la vida psicológica. Estas, a su vez, pueden ser comunes a todo un grupo de hombres, como sucede con los referentes a la edad, al temperamento i sexo. La Psicolojía tiene que estudiar también los grupos mas importantes de estas particularidades. En conformidad con lo espuesto, la Psicolojía se divide en las cuatro partes principales siguientes: 1) el conocimiento; 2) el sentimiento; 3) la voluntad, i 4) las particularidades caracterís- ticas de la vida espiritual. PSICOLOJÍA PRIMERA PAETE EL CONOCIMIENTO PRIMERA PARTE EL. CONOCIMIENTO § 5. SENSACIÓN I PERCEPCIÓN (*) A. — Ejemplos i discusión Las sensaciones forman la base del conocimiento, como ya se dijo en el §3. El alma recibe impresiones tanto del mundo es- terior (por medio de la luz, el sonido, etc.), como asimismo del estado de nuestro cuerpo (hambre, sed, calambres, etc.) Las pri- meras se llaman sensaciones de los sentidos, por ser recibidas por estos órganos; las últimas, sensaciones del cuerpo. 1. Sensaciones de los sentidos. — a) Sentido de la vista (Órgano: el ojo). Los rayos de luz que llegan al ojo irritan el ner- (1) La antropolojía física, i con ésta la ciencia de los sentidos i de la actividad de los nervios, es tratada en las ciencias naturales; por esto es que en el estudio de la Psicolojía se supone su conocimiento, i menciona- mos solo lo mas importante de la vida espiritual. En consecuencia, desa- rrollándose este capítulo en un campo ya conocido, no necesitamos partir siempre de ejemplos ni concretarnos a seguir estrictamente el camino indicado para los demás. vio óptico, trasmitiéndose esta irritación hasta el cerebro, en donde, de una manera desconocida, es aceptada por el alma en la forma de sensación. El sentido de la vista nos proporciona el conocimiento de los colores, de las múltiples relaciones de la luz; del aspecto es- terior de los hombres, los animales, las plantas i los minerales; de la naturaleza i sus partes (montañas, valles, rios, bosques, campos i astros); del menaje o utensilios domésticos; de los objetos o utensilios industriales; de la arquitectura, escultura i pintura. Este sentido, en una palabra, nos familiariza con todo lo que se ofrece a nuestros ojos. La vista es el sentido que pue- de percibir a la mayor distancia (los astros). Por su medio po- demos comprender, no solo los estados o condiciones esteriores de las cosas, sino también sus fuerzas i relaciones. Nos sirve también en la observación de fenómenos físicos, como la acción del vapor o el calor (termómetro). Podernos ver igualmente a los hombres, i por sus j estos, movimientos i acciones, deducir sus pensamientos i determinaciones i hasta su intención i ca- rácter. Al facilitarnos la lectura, este sentido nos ayuda tam- bién a penetrar en el mundo intelectual de los demás hom- bres, en la literatura i la ciencia. Por este sentido obtenemos, según esto, una cantidad estra- or diñar iamente grande de impresiones; sin duda alguna, los nueve décimos de todas las sensaciones. Las sensaciones de la vista se distinguen también por su claridad, como lo hacen ver los ejemplos antes citados. Estas sensaciones son de gran importancia, no solo para el conocimiento, sino también para el sentimiento i la voluntad. Lo hermoso en la naturaleza i el arte; eleva nuestra alma i lo que vemos despierta en nosotros deseos i determinaciones. Por este motivo consideramos la ce- guedad como una desgracia mui grande. "Oh! la luz de la vista es una noble dádiva del cielo, etc.", nos dice Schiller en su Gui- llermo Tell. Este sentido alcanza a su mas alto grado de perfección en aquellos que están acostumbrados a mirar mucho a la distan- cia, como los habitantes de las cordilleras o alturas, los mari- — 19 — nos, cazadores; o en los que deben mirar con precisión, como los astrónomos, relojeros, las costureras; pero especialmente en los sordo-mudos, que por faltarles el oido, están obligados a hacer un uso estraordinario de la vista; por ejemplo, para comprender a los demás en el habla (articulación,) por cuyo medio perfeccionan mas el sentido de la vista. Con todo, las sensaciones de la vista de por sí no son siem- pre seguras, positivas, por ejemplo, con respecto a la distan- cia o estado de consistencia de las cosas; por lo que de- ben ser completadas por las de los otros sentidos, sobre todo por las del tacto. En otras casos sucede también que la vista ayuda a los demás sentidos; pues podemos oir i comprender mejor a un orador, por ejemplo, cuando lo vemos al mismo tiempo; conocemos los objetos por el gusto, olfato o tacto con mayor facilidad, cuando los percibimos con el ojo en el mis- mo instante. b). El sentido del oido (órgano: la oreja). Las ondas sonoras que llegan al oido ponen en movimiento al nervio auditivo, movimiento que se continúa hasta el cerebro 'en donde se trans- forma en sensación. Este sentido nos da a conocer el sonido, ruido i tono, según su fuerza, altura, metal, dirección, causa i distancia. Por estos medios llegamos a conocer muchos acontecimientos del inundo esterior, como el ruido del trueno, el chisporroteo i estallido del fuego, el murmurio del agua, el silbido del viento, las voces de los animales, el triqui-traque del molino, el tic-tac del reloj, el repique de las campanas, etc. De esta manera llegamos a cono- cer también por el oido el mundo interior de los hombres; pues por el lenguaje i la música (especialmente el canto), nos fami- liarizamos con el pensar, sentir i querer de nuestros semejantes, cosa en la cual descansa una buena parte de la cultura intelec- tual. Las sensaciones del oido ejercen una influencia poderosa, sobre todo en el ánimo; i con esto también en la voluntad, co- mo nos lo da a conocer el poder estraordinario del canto (en jeneral de la música) i de la elocuencia. Según esto, el sentido del oido se distingue por la profundidad de la sensación. 20 c i d) El sentido del gusto (órgano: la lengua) i el del olfato (ór gano: la nariz). Cuando la lengua raza los objetos que tienen gusto o las cosas olorosas en estado gaseosos llegan a la mem- brana pituitaria, escitan los nervios sensitivos de estos órga- nos, nervios por los cuales la escitacion es conducida hasta el cerebro i luego al alma, en donde se transforma en sen- sación. Las sensaciones del gusto tienen su oríjen, por lo jeneral, en las comidas i bebidas. Por ellas sabemos qué alimentos nos hacen bien i cuáles mal, enseñándonos así a elejir lo que nos es agradable. Igual cosa sucede con las sensaciones del olfato, en relación con la respiración. Unas i otras influyen en nuestro bien o malestar físico, i des- piertan asimismo sentimientos agradables o desagradables. Nos sirven también para examinar ciertas cosas, como sales i plan- tas, es decir, para facilitarnos conocimientos. e) El sentido del tacto (órgano: 1% cutis). Si un objeto toca la cutis, se ponen en movimiento los nervios sensitivos que ter- minan en ella, comunicándose este movimiento al cerebro i después al alma, en forma de sensación de calor o frió, presión, choque, etc. En este sentido se pueden distinguir dos partes diferentes: el palpar o tocar activo i el tocar pasivo (ser tocado), que, por lo común, se llama «sentimiento». Por medio del tacto sabemos si las cosas tocadas son ásperas o lisas, agudas, puntiagudas, o lo contrario, duras o blandas, sólidas, fluidas o gaseosas, pesadas o livianas, calientes o frias. También podemos percibir los muchos grados que me- dian entre estas cualidades, así como las delicadas diferencias que existen entre sí, v. gr.: tibio, fresco, etc. La atracción agra- dable que se esperimenta en una pieza caliente en medio del frió recio del invierno, por ejemplo, o bien el agrado que se siente a la fresca sombra, durante el insoportable calor del ve- rano, nos indican cuánto i en qué grado pueden influir las sen- saciones de este sentido en la vida del ánimo. El tacto ayuda 21 también al sentido de la vista, pues por su medio se completan o enriquecen las sensaciones de este último. En los ciegos podemos observar bien el grado de perfección a que puede llegar el sentido de la vista: los ciegos por un li- jero airecillo, por ejemplo, pueden conocer la conclusión de una calle, leer i conocer las monedas. 2. Las sensaciones del cuerpo. — Estas provienen de los estados del propio cuerpo i son llevadas directamente al cerebro, por me- dio de los nervios que terminan en la superficie interior, sin el auxilio de órgano sentitivo alguno. Por estas sensaciones sabe- mos si nos encontramos bien o mal, sanos o enfermos, fuertes o débiles, frescos o fatigados, satisfechos, hambrientos o sedientos, etc.; nos daña conocer el estado jener al de nuestro cuerpo i de aquí por qué se las llama también sensaciones jenerales. Sin em- bargo, entre éstas hai unas que tienen su asiento en determi- nadas partes ú órganos del cuerpo, como el dolor de cabeza, el dolor de muelas o el del estómago. A estas sensaciones pertene- cen también las de movimiento o de los músculos, por las que conocemos en qué grado actúa un músculo i en qué dirección se mueve un miembro. Ellas acompañan i auxilian a las sen- saciones del tacto i ayudan a las de la vista, cuando queremos, v.gr., cerciorarnos del tamaño o peso de un objeto, mediante los movimientos de la mano. 3 La percepción. — El niño, en las primeras semanas de su vida, solo tiene una sensación jeneral de la luz, sin distinguir particularmente los objetos, por lo que no cierra los ojos cuando se le pasa la mano por la vista. Después de tres o seis semanas comienza a seguir la luz con los ojos. Mui luego se fija también en otras cosas brillantes i claras, como juguetes, relojes, etc. En consecuencia, él puede aun percibir las cosas que producen o causan la sensación. La sensación vaga se transforma, pues, en una percepción clara i distin- tiva. Así mismo el niño se tranquiliza por el canto; puede, pues, distinguir los tonos; de una manera semejante las de- mas sensaciones lo conducen también poco a poco a las per- cepciones, de modo que entonces el alma abarca en sí las diver- sas cualidades i actividades de las cosas, los fenémenos i acon- tecimientos que producen sensaciones por la vista, los colores, forma i tamaño de los objetos; por el oido la elevación, fuer- za o entonación i dirección de los sonidos, por el contacto las diferentes temperaturas, etc. En seguida de cada sensación re- sulta una percepción respectiva, trasfiriendo el alma sus sen- saciones al interior, por los objetos i acontecimientos que oriji- naron la sensación. Las percepciones se hacen posibles solo en el estado consciente (estado de acuerdo), es decir, cuando «sabemos» lo "que pasa en nosotros i podemos distinguir las cosas i acontecimientos que impresionan al alma. Durante el sueño o un desmayo, esto es, en aquel estado en que nos falta el conocimiento, no sabemos absolutamente nada de lo que pasa al rededor de nosotros. Verdad es que el que duerme puede tener una sensación, cuan- do, por ejemplo, trata de espantar una mosca que corre por su cara o le incomoda en la vista, en una parte mai sensible; pero él no sabe ni se acuerda de esto después que despierta; no ha tenido una percepción. El acuerdo o conocimiento puede ser de claridad mui diversa i por esto también las percepciones pueden ser claras i distin- tivas, u oscuras i vagas. B. Resumen 1. Procedencia i definición de la sensación. — A los tres actos siguientes está sujeta Ja realización de las sensaciones de los sentidos: (1). Ha de tener lugar una acción (producida por la luz, el sonido etc.) en los órganos de los sentidos i escitar a los nervios sensitivos (escitacion); (2). Esta escitacion debe ser lleva- da por los nervios hasta el cerebro; (3). El alma debe transfor- marla en sensación. El cómo sucede esto, por qué la simple esci- tacion nerviosa da por resultado una sensación enteramente distinta i por qué de las sensaciones se orijinan otras activida- des del alma, nos es enteramente desconocido, es un secreto de la vida psicológica. Sin embargo, una cósase halla ya esta- blecida como cierta, a saber: que la vida espiritual es algo en- teramente distinto i propio de la simple escitacion de los nervios i celdillas cerebrales, i que no se la puede divisar ni esplicar en los fenómenos i acontecimientos físicos, aunque en parte se ajusten a éstos. La procedencia de las sensaciones del cuerpo se diferencia de la de las sensaciones de los sentidos en que aquéllas tienen lu- gar sin el auxilio de un órgano especial. Las modificaciones del cuerpo son las que escitan directa e indirectamente los nervios sensitivos que terminan en el mismo interior del cuerpo. Em- pero, en lo demás o en su curso posterior, corresponden a lo es- puesto acerca de las sensaciones de los sentidos. La sensación, según esto, es la aceptación por el alma de las im- presiones de las cosas o acontecimientos del mundo esterior o del propio cuerpo (1). 2. Clases de sensaciones. — Distinguimos dos clases de sensa- ciones: sensaciones de los sentidos i sensaciones del cuerpo. Las primeras nos proporcionan impresiones de los objetos iaconte- (1) Aquí tomamos la sensación en sentido estricto, esto es, como la forma mas elemental i la base del conocimiento. No raras veces se toma este mismo concepto en un sentido amplio, según el cual se encuentran o quieren encontrar en él los principios del pensar, sentir i querer. Pero ya, en el § 3, hemos visto, i lo veremos mas claramente aun al hablar del sentimiento i la voluntad, que el sentir i querer desde el principio se pue- den distinguir, si no separar también, de la sensación, como la compresión de las impresiones que vienen de afuera. Acerca de los conceptos, sensación i sentimiento, un famoso autor, W. Wundt, dice: "Desde mediados del siglo pasado, en la filosofía se ha de- signado—poco a poco — como sentimientos, esclusivamente a aquellos esta- dos subjetivos o acontecimientos que nosotros tomamos directamente co- mo escitaciones de alegría o de desagrado, a trueque de que la espresion sensaciones se concretaba mas a aquellas afecciones del conocimiento o acuerdo que son producidas de una manera inmediata por una escitacion de los sentidos, como son el sonido, la luz, el calor, el gusto i el olfato, la sensación de presión i temperatura, i en las cuales intencionalmente se abstraen los sentimientos que quizas se orijinan al mismo tiempo." — 24 — cimientos del mundo esterior; las últimas, de los estados de nuestro propio cuerpo. a) Recibimos las sensaciones de los sentidos por los actos ver, oir, gustar, oler i palpar, o por los cinco sentidos: vista, oido, gus- to, olfato i tacto, a los que sirven de órganos el ojo, la oreja, la lengua, la nariz i la cutis. Cada sentido posee una facidtad especial, propia para com- prender una clase o clases determinadas de impresiones, i ja- mas puede ser reemplazado enteramente por los otros; pero se completan muchas veces recíprocamente (v. gr., el oido i el tacto a la vista, mientras ésta auxilia a todos los demás). El mayor número i las mas claras sensaciones, nos las propor- ciona el sentido de la vista, pues por éste recibimos impresiones de las cosas i acontecimientos del mundo esterior hasta donde alcance la vista, i por los j estos, la mímica i las acciones de los hombres podemos contemplar también, poco mas o menos, su vida intelectual. Por tal razón, este sentido tiene una importan- cia suma para la vida entera del espíritu, no dejando de tener- la tampoco para la vida física, v. gr. para el trabajo i los que- haceres. El sentido del oido nos da a conocer muchos acontecimientos del mundo esterior. Por medio del lenguaje i la música, empe- ro, nos introduce también de una manera notable en el mundo interior de los hombres, en su pensar, sentir i querer. Nos faci- lita la comunicación intelectual i ejerce por esto una influencia poderosa en la cultura del espíritu. Las sensaciones mas pro- fundas i mas patéticas, se puede decir (enternecimiento, ternu- ra, etc.), son las sensaciones del oido; i de aquí por qué se lla- me a este sentido el sentido mas profundo. Sirve también ala vi- da física, como nos lo demuestran, por ejemplo, los peligros a que están espuestos los sordo-mudos. Al sentido de la vista i del oido se les llama sentidos superio- res, porque sirven sobre todo para la vida intelectual (elevada). Al contrario, se designa como sentidos inferiores al gusto i al ol- fato, porque sirven mas a la vida física. Estos sentidos tienen una gran importancia, principalmente para los fenómenos vita- les mas significativos de la alimentación i retiración. Son asi- mismo de importancia para la vida espiritual, porque por su medio aprendemos varias cosas i porque, mediante las sensa- ciones agradables del gusto i el olfato, se despiertan en nosotros sentimientos de complacencia, mientras que por lo contrario sentimientos de desgrado. Por lo cual nuestra voluntad es tam- bién escitada de diversa manera. El sentido del tacto sirve a la vida física, cuando nos enseña a protejernos del calor o frió demasiado grandes, de lasti- maduras, presiones, etc., i a la vida espiritual, porque por su medio aprendemos varias cualidades importantes de las cosas, a saber: la constitución de la superficie estertor, la consisten- cia, el peso i la temperatura, i porque auxilia ademas al sentido de la vista; i finalmente, porque por medio de todas estas im- presiones influye también en el ánimo i la voluntad. h) Las sensaciones del cuerpo, por medio de las cuales obtene- mos el conocimiento de los estados de nuestro propio cuerpo, despiertan el sentimiento de bienestar o malestar i nos impul- san de esta manera a cuidar de nuestra salud. El bienestar o malestar influyen también en la disposición de nuestro ánimo i en nuestravoluntad, ya sea promoviendo o reprimiendo. 3. La percepción es la apropiación de las cualidades (carac- teres) i actividades de las cosas que producen una sensación en el alma. Esta se realiza con toda sensación consabida, o en otros términos, toda sensación consciente es, al mismo tiempo, una percepción. 4. De lo dicho acerca de las diversas clases de sensaciones ya se puede reconocer la importancia que la sensación i percep- ción tienen para nuestra vida física i espiritual. Los sentidos son las puertas, por decirlo así, por las cuales el mundo este- rior penetra en nuestra alma. «Nada hai en la intelijencia que no haya entrado antes por los sentidos» (Comenio). Las sensaciones forman, ante todo, la base i el material de nuestro conocimiento, de nuestras intuiciones, representaciones, ideas, etc. Verdad es que ellas son primeramente impresiones de hechos o acontecimientos i de cosas esteriores: pero no es mé- — 26 — nos cierto también que por ellas nos introducen en la vida in- terior del espíritu. Por las sensaciones se despiertan también en el alma escitaciones agradables o desagradables, esto es, senti- mientos, por cuyo medio el alma se siente igualmente impulsa- da a la voluntad i acción, en tanto ella procura retener lo agra- dable i alejarlo desagradable. C. Aplicación a la educación 1. Cuidado de los órganos de los sentidos. — Teniendo en vista que a causa de un defecto de los órganos de los sentidos, como por ejemplo, de la miopía, sordera, irritación a los ojos o las ore- jas, etc., se halla obstaculizada también lafacultad de percepción, se ha de cuidar solícitamente aquellos órganos a fin de hacerlos, en lo posible, útiles para el desempeño de su importante misión. Con tai objeto se ha de atender ante todo a la limpieza i aseo severo de los órganos de los sentidos, i a su preservación de influencias malévolas, evitando al ojo toda luz penetrante, e humo, polvo i fuertes exhalaciones, etc.; a la oreja los golpes il sonidos chocantes (estallidos), particularmente en la primera edad i juventud, por razón de que los órganos a esta edad son todavía mui sensibles, pudiéndose dañar fácilmente. Asimismo son perjudiciales las impresiones sensitivas, tanto demasiado fuertes e irritantes para los sentidos, como también confusas, oscuras i vagas, como por ejemplo, la lectura a la luz penetrante o con mal alumbrado, en el crepúsculo o durante el movimiento del viaje; tampoco son tolerables los litros con letra ile- jible i pequeña, los mapas i cuadros descoloridos i sobrecarga- dos de nombres i figuras, i la escritura pequeña i poco clara. 2. Ejercicio de los sentidos. — Los sentidos, como los órganos, deben ser también ejercitados, es decir, puestos en actividad regular, ordenada, de una manera conveniente i conforme a un plan determinado con el objeto de alcanzar su justo desarrollo. Apesar de que los sentidos por naturaleza se hallan dispuestos para recibir impresiones, i el alma de por sí las busca i en- cuentra, éstas no son siempre suficientes i apropiadas para el — 27 — desarrollo. Por esta causa este desenvolvimiento debe ser pro- tejido por los educadores (los padres i después los maestros). Estos despiertan i desarrollan el sentido de la vista del niño, mostrándole objetos de color claro primeramente, i en seguida también de tintes suaves, llamándole la atención a los diferentes tamaños i formas de los objetos (cuadros, juguetes, etc.) i ha- ciéndole observar i distinguir con precisión objetos distantes- El del oido, por medio de palabras agradables, sonoras, por el canto o toque musical tierno i suave, también por la dis- tinción de los tonos o sonidos, según su elevación, fuerza o intensidad, etc. El del gusto i del olfato, haciendo probar al niño cosas de diferente gusto i olor (sales, plantas, comidas i bebidas); i el del tacto, haciéndole reconocer objetos por el sim- ple palpar o enseñándole a determinar el peso, etc. Todas las impresiones de los sentidos deben tener una fuerza i duración suficientes para poder ser comprendidas bien i com- pletamente. Con tal motivo en la escuela, por ejemplo, se debe hacer hablar i leer en alta voz i con claridad (sin gritar, ni cuchi- chear); escribir i dibujar en el pizarrón con tamaño i claridad convenientes; señalar por un tiempo apropiado un cuadro u objeto, de modo que se haga posible la comprensión correcta i exactade parte de todos los alumnos. § 6. ILUSIÓN I ALUCINACIÓN DE LOS SENTIDOS A. Ejemplos i discusión En lugar de una verdadera percepción puede verificarse una apreciación falsa de los sentidos. Tal es, por ejemplo, el caso en que tomamos la cepa de un árbol por un hombre, una lápida por un fantasma. En ambos casos tenemos una verdadera im- presión sensitiva; pero la interpretamos de una manera falsa. Este fenómeno tiene el nombre de engaño de los sentidos o ilu- sión (1) (1) La palabra "ilusión", en el uso vulgar, se aplica en un sentido mas amplio, a saber: a esperanzas i espectativas que o no se realizan o descan- san en hipótesis falsas. — 28 — Sin embargo, sucede también que algunas personas creen ver a los ausentes o difuntos. Los enfermos de fiebre ven toda clase de figuras, tomándolas por tan reales que quieren huir de ellas. Algunas veces acontece también que oimos golpear la puerta, repicar, etc., apesar de que todo se halla en completo silencio. En estos casos no tenemos percepción alguna en nuestros sentidos, sino que sólo se nos simula una semejante. Proviene este fenómeno, por lo común, de estados enfermizos, como una escitacion demasiado grande de nuestros nervios, flu- jos de sangre á la cabeza i algunas veces también de una fan- tasía exaj erada, de un gran temor, etc. Este fenómeno se llama apariencia de los sentidos o alucinación. B. Resumen Hai dos especies de apreciaciones falsas de \los sentidos: una en la cual se verifica realmente una impresión sensitiva, pero que es interpretada erróneamente, i otra en la cual esta inter- pretación se efectúa sin una impresión real de los sentidos; la primera especie se llama ilusión, la última alucinación. C. Aplicación a la educación Para precaverse de las ilusiones i alucinaciones, es necesario prestar un cuidado esmerado i verdadero al cuerpo i al cultivo de la intelijencia, tomando principalmente en cuenta todo lo que, según el § 3, sirve para evitar una escitacion escesiva del cerebro i de los nervios. Se ha de preservar a los niños, sobre todo, de historias de fantasmas, de lecturas impresionables i sustos repentinos. Acostúmbrese, ademas, a los educandos a que se conduzcan i mantengan tranquilos i firmes ante los acontecimientos o hechos estraordinarios. — 29 — S 7.— COSTUMBRE DE SENTIR.— EMBOTAMIENTO E INSENSIBILIDAD A. Ejemplos i dtscüsion Resulta la costumbre de la repetición frecuente de una activi- dad efectuada de igual o semejante manera. Esto sucede también con la sensación, cuando las mismas impresiones de los sentidos se repiten a menucio. Empero, por la costumbre, el alma se embota, si así podemos decir, hacia las impresiones semejan- tes; es decir, se hace insensible, indiferente de tal manera, que éstas ejercen en el alma poca o ninguna influencia mas; pues al fin apenas apreciamos lo que vemos, oimos, gustamos, olemos i palpamos con frecuencia. Un niño de la ciudad que siempre ha visto cosas bonitas en las vidrieras de las tiendas, apenas las mira, a no ser que se esponga algo nuevo, mientras otro del campo se ve comple- tamente cautivado por ellas. Vice- versa, un niño del campo, por lo común, pasa indiferente por los prados i bosques, mon- tes i valles, mientras el de la ciudad no se cansa de admirarlos. Con el tic-tac i campaneo de un reloj, el silbido de una loco- motora, el murmurio de un rio, el traqueo de un molino, nos podemos acostumbrar tanto, que con el tiempo no los sen- timos; mientras un estraño no puede dormir en circunstan- cias semejantes. Igualmente con el gusto de las comidas, bebi- das o medicinas, v. gr., aceite de bacalao, que al principio nos eran repugnantes, así como con los manjares esquisitos, nos podemos acostumbrar de tal manera, que después ya no nota- mos el sabor especial de cada una de estas cosas. También por la costumbre nos hacemos insensibles al olor (de una botica, por ejemplo), al calor i al frió, al dolor (v. gr., de golpes) o la fatiga (trabajo, marchas, etc). Este embotamiento o indiferencia tiene por una parte sus ventajas, sus buenas influencias, pues por su medio el alma se PSICOLOJÍA 6 — 3o — independiza del mundo esterior, pudiendo el hombre entre- garse a otras nuevas impresiones i teniendo que sufrir mucho -menos ante las influencias perjudiciales (del clima, por ejem- plo). Por otra parte, suele acontecer con frecuencia que en este entorpecimiento hai también el peligro de que el hombre se haga demasiado indiferente hacia muchas impresiones, de modo que no se esfuerce por estudiar a fondo las cosas habi- tuales, razón por la cual también su sentimiento se hace poco estimulante. B. Resumen 1. La costumbre proviene de la frecuente repetición de una actividad, realizada de un modo semejante o igual en la sen- sación. Conduce a la indiferencia por las impresiones de los sentidos que se repiten frecuentemente, haciéndose el alma de tal manera indiferente, que al fin ya no las aprecia. 2. Por indiferencia el alma, por una parte, se hace mas independiente del mundo esterior, pudiendo así entregarse mas libremente a otras impresiones, por lo cual también la salud física se preserva de muchas perturbaciones; pero por otra el hombre, por medio de la costumbre, puede hacerse tan indi- ferente que puede perjudicar su propia vida espiritual. C. Aplicación a la educación 1. El embotamiento se efectúa en su mayor parte fuera del influjo del educador. Sin embargo, en algunos casos, la ayuda de éste es necesaria, por ejemplo, en el hábito de ciertas comidas o bebidas que al principio no son del agrado de los niños; pero, sobre todo, en la costunbre gradual i pau- latina de las influencias del clima (calor i frió, viento i tiem- po) de las fatigas i dolores. El embotamiento intencionado en las influencias que resienten i perjudican el bienestar físico, se llama endurecimiento o insensibilidad, que en la pedagojía merece un tratamiento detallado. 2. A fin de que el embotamiento no conduzca a un indiferen- tismo perjudicial, los educacionistas deben impulsar a los niños en el sentido de que vuelvan a observar las cosas que ya han percibido, llamándoles su atención a esta o aquella parte no contemplada, para que ejerzan una nueva escitacion sobre ella i promuevan la vida de su conocimiento i ánimo. § 8.— LA INTUICIÓN A. EJEMPLOS I DISCUSIÓN 1. Procedencia i definición. — Cuando un niño encuentra por primera vez una violeta u otra flor, manifiesta un gran contento i contempla la florecita con tal atención, que al pre- guntársele puede decir con exactitud cómo es o se ve. La flor, en consecuencia, se refleja, por decirlo así, en el alma del niño. De igual manera los adultos al ver la primera rosa (clavel, etc.) en el jardin, no se contentan solo con observarla simplemente a la lijera o indeterminadamente, o solo según uno u otros de sus caracteres, corno tamaño, figura o color, sino que se aproxi- man a ella i la contemplan con tal gusto i atención que logran investigar i conocer con exactitud sus diversas partes, el color de su florescencia, la forma de su corola, el olor, etc., obteniendo de este modo un cuadro claro de la flor. Si oimos cantar una canción que nos agrada i nos atrae mucho, seguimos la melo- día i el testo con tanta atención, que se nos graba sólidamente la sucesión de los tonos i pensamientos. Llámase intuición esta contemplación atenta i detallada de un objeto. En el conocimiento, la intuición importa un paso signifi- cativo, superior al de la simple percepción. Mediante percepcio- nes aisladas, no alcanzamos todavía a conocimiento real alguno. Cuando se conduce a un niño por primera vez a un jardin zoolójico, se le lleva a la casa de los animales i ve el oso blan- co; pero en el mismo instante dirije su atención al elefante, al león i al tigre, con los cuales el domador se halla ocupado en aquel momento. No sabe después decir bien qué color, figura 6 tamaño tenía, mas o menos, el oso blanco; no puede dar ninguna noticia aproximativa de él, ni tampoco ningún pormenor; no posee un cuadro claro del oso blanco, porque no lo ha observado intuitivamente, sino solo percibido. Pero si después de esto el padre lleva de nuevo su niño al jardín i le dice: «Ahora debes observar también con cuidado al oso blanco», i le llama entonces la atención a los diversos caracteres especiales de este animal, de modo que el niño aprende con exactitud el color, figura, tamaño del oso, la forma i tamaño de su cabeza, los ojos, las orejas, el hocico, el cuello i tronco, el largo, grueso i forma de las patas, etc., puede decir con se- guridad lo que ve. Así ha alcanzado una intuición del oso blanco. Cosa semejante pasa al niño con cada uno de los animales, con cada planta, con la iglesia que visita por primera vez; en una palabra, con cada objeto. I no es raro observar que haya niños que no sepan nada exacto de objetos que han visto cien veces, por ejemplo: los árboles mas conocidos, las casas situa- das en el camino de la escuela, por delante de las cuales pasan todos los dias, o de los cuadros o mapas que cuelgan en la sala de la escuela. Por la costumbre se han hecho indiferentes hacia ellos; no tienen interés alguno por ellos i, por consiguiente, no les lla- man su atención. Pero cuando el interés i con éste también la atención, se despierta por algo, entonces el niño no permanece indiferente ante una percepción, sino que la actividad sensiti- va adopta una dirección mas elevada: la simple mirada se con- vierte en contemplación, el simple oir en escuchar, el simple gustar en catar ó probar, el simple oler en olfatear, el simple pal- par en tentar o tocar, i si los niños contemplan tan atentamente, es decir, si contemplan intuitivamente, perciben bien las par- tes particulares según su número, figura, tamaño, color, olor, gusto, etc., i obtienen así intuiciones. En consecuencia, la intuición presupone la percepción; pues de aquello que no percibimos no podemos tampoco tener intuí- cion. Esta es solo superior a la simple percepción, porque mientras ésta solo comprende impresiones sensitivas aisladas de un objeto, como ser tamaño, color, etc., motivo por el cual no proporciona al alma ningún cuadro claro i determinado, la intuición reúne la totalidad de las percepciones de un objeto en un cuadro solo total, en el cual pueden distinguirse claramente todas las partes i propiedades, distinguiéndose él mismo también de cada uno de los demás objetos. La palabra -< intuición» es empleada aquí para significar el resultado de lo observado o del cuadro intuitivo obtenido. La intuición, empero, no solo se limita a los cuadros obtenidos por medio del sentido de la vista, sino también se la aplica a aquéllos que formamos por medio de los demás sentidos. Alcanzamos una intuición del sonido o tónica, cuando al oir una canción o una pieza de música seguimos i comprendemos con exactitud las partes particulares de la melodía, pudiéndola cantar o tocar en seguida. Igualmente, el catador de líquidos que prueba un vino i puede decir al mismo tiempo, sin equivo- carse, la clase de vino que es i sus cualidades, tiene una intui- ción del gusto. De la misma manera poseemos intuiciones del olfato i del tacto. Muchas veces sucede también que para la produc- ción de deben obrar varios sentidos a la vez. Obtenérnosla completa de la manzana, por ejemplo, cuando vemos su forma i sus partes, la palpamos i también percibimos sngusto i su olor, es decir, cuando las percepciones han sido procura- das por cuatro sentidos. Empero, estos cuadros espirituales de los objetos los designaremos con el nombre de intuiciones, solo cuando son percibidos por los sentidos. Si persisten en el alma aun después que no se tiene la percepción sensitiva, se les llama representaciones. De aquí es también que la intui- ción sea comparada con la iniájen de un espejo, porque mien- tras el objeto permanece ante los sentidos, se refleja, por decirlo así, en el alma. 2. Condiciones de la vida- intuitiva. — Esta se acomoda: 1.°, — 34 — a la cantidad i variedad de las cosas observadas; 2.°, a la clarí dad i distinción de las intuiciones. o^ De todo lo qwe percibe i puede comprender, según su gra- do de desarrollo i de cultura, el hombre debe obtener primero un cuadro claro i distinto, es decir, una intuición i no solo per- cepciones aisladas, esto es, contemplar con atención muchos i diversos objetos. ¡Qué diferencia tan poderosa se nota en los niños a este respecto! Los unos contemplan todos los objetos en la casa, las flores en el jardín i en el campo, los árboles, pá- jaros e insectos, el sol i la luna, cuándo i dónde salen i se po- nen, hasta las constelaciones! Los otros, al contrario, no pres- tan la menor atención a todas estas cosas! En los adultos encontramos diferencias aun mayores. Un aldeano que solo conoce bien su casa, su sembrado i sus anima- les; un artesano, un obrero que elabora todos los dias los mis- mos objetos i no dirije su atención a otras cosas; un comerciante que se preocupa solo de las mercaderías- de su negocio; un maes- tro que no mira mas allá de la sala de su escuela; un sabio que se concreta esclusivamente a un ramo del saber: todos ellos tie- nen solo pocas o parciales representaciones, i su vida espiritual padece de parcialidad. Pero un aldeano que procura observar también en los esta- blos i sembrados ajenos, en el mercado i en todas las partes a donde va; que se interesa también -por lo que está fuera de la agricultura o del campo, de la economía rural; obreros i ar- tesanos que visitan esposiciones i comparan los trabajos i obras ajenas con las propias; artistas i sabios que tienen para todo un ojo abierto: todos ellos alcanzan muchos i variados cuadros espirituales, ensanchando su horizonte intelectual i enriquecien- do su vida psicológica. b) Las intuiciones deben ser también claras i distintas; es decir, primero se debe distinguir rigorosamente los objetos en particular, i en seguida las partes i propiedades de un mismo objeto. Si un alumno, al observar un manzano i un peral, puede decir con seguridad en qué se diferencian estos árboles uno de otro i describir con exactitud las distintas partes de cada uno — 3 5 — de ellos, raíz, tronco, hojas, flores, frutos, ese alumno tiene una intuición clara i distinta de estos objetos. Para alcanzar una intuición semejante se deben comprender con exactitud las se- ñales características de cada árbol, tronco i ramas, forma de la copa, corteza, hojas i flores, i saber agrupar i ordenar las par- tes i propiedades especiales. 3. Importancia de la intuición.- — Quien no ha visto nunca ele- fantes, ya sea en la realidad o en cuadros, no puede tampoco representárselos con exactitud. Cierto es que puede alcanzar una representación aproximativamente exacta, mediante la descrip- ción i comparación con otro animal; pero es porque ya posee la intuición de otros animales, formando con su ayuda la del elefante. Por consiguiente, también en este caso la represen- tación descansa en intuiciones. En la jeografía obtenemos una representación clara i exacta de un paisaje, solo cuando lo contemplamos en la realidad, o en mapas o cuadros, i nos lo hacemos claro por la comparación con otros paisajes. De la misma manera sucede con todas las cosas esteriores. Los elementos de todas nuestras representa- ciones son tomados de la intuición. Pero sin representaciones claras, nuestros conceptos o ideas carecen de contenido, de sustan- cia. «Los conceptos sin intuiciones son vacíos», diceM. Kant, el mas grande de los filósofos alemanes. Según esto, la intui- ción forma la base de nuestras representaciones e ideas, de to- do nuestro conocimiento. Por este motivo los mas notables pedagogos atribuyen tanta importancia ala intuición. Así, por ejemplo, Comenio, dice que «la enseñanza debe empezar con la intuición de los sentidos, de donde se desarrolla un saber o conocimiento seguro; pues lo comprendido por los sentidos se mantiene en la memoria mas sólidamente que una narración o descripción repetida cien veces». «Nada hai en la intelijencia que no haya entrado pri- mero por los sentidos». La importancia de la intuición ha sido acentuada especial- mente por Pestalozzi. En un pasaje de su Didáctica dice: «La - 36 - intuición es el fundamento absoluto de todo conocimiento, es de- cir, todo conocimiento debe partir de la intuición i volver a ésta. » B. Resumen Procedencia i definición.—- -La intuición se orijina de la con- templación, es decir, de la observación atenta de un objeto. Ella presupone la percepción, pero es superior a ésta en cuanto reú- ne las percepciones aisladas, i con frecuencia indeterminadas, en un cuadro total, claro i distinto. La intuición es el cuadro claro i distinto de un objeto percibido. Solo cuando el objeto es percibido por los sentidos, este cuadro espiritual se llama in- tuición, pudiéndose comparar por esto con la imájen de un es- pejo. Las intuiciones toman el nombre de representaciones, cuando persisten en el alma después que no son percibidas por los sentidos. La palabra «intuición» indica el resultado de lo contemplado o el cuadro intuitivo obtenido. Aunque al principio esta palabra se referia solo a los cuadros obtenidos con el auxilio de la vista i aunque hoi todavía se la use preferentemente con este mismo significado, sin embargo, su empleo se estiende también a aque- llos cuadros obtenidos por los demás sentidos, de donde provie- ne que se hable de intuiciones del sonido, etc. Con frecuencia sucede que para la producción de una intuición tienen que obrar conjuntamente varios sentidos. 2. Condiciones de la vida de intuición. — Se exije: a) que el hombre contemple muchos i variados objetos; \b) que sus in- tuiciones sean claras i distintas. Una intuición es clara i dis- tinta, cuando se puede distinguir rigurosamente, primero el respectivo objeto de todos los otros, i después también las par- tes i propiedades del mismo. Alcanzamos la claridad i distin- ción de la intuición, mediante la^buena comprensión de los ca- racteres especiales de un objeto en su mayor integridad, i me- diante la ordenación correcta i distinción de estos mismos carac- teres. — 37 — 3. La gran importancia de la intuición está en que ella cons- tituye la base de las representaciones e ideas i con esto de todo el conocimiento. C. Aplicación a la educación Las siguientes reglas son de importancia para la vida intui- tiva: 1.° Toda enseñanza debe partir de la intuición. Este principio es común parala enseñanza doméstica, para la enseñanza intui- tiva, propiamente tal, i la enseñanza de todos los ramos. a) La instrucción doméstica parte de la intuición, cuando los padres llaman la atención de los niños a los objetos de su horizonte, los guian en la contemplación de éstos i se ocupan con ellos sobre esto mismo, por ejemplo, los objetos de la casa, los utensilios, plantas (especialmente flores) i animales, descripciones naturales, como la salida i puesta de los astros, o sobre los objetos representados en cuadros, estampas, sila- barios ilustrados (inclinación de los niños a los cuadros, es- tampas, etc.). Esto no es naturalmente una enseñanza escolar, sino un en- tretenimiento que resulta de las preguntas infantiles i su ami- gable contestación, para gusto i alegría de los pequeñitos; pero también para el aguzamiento de su atención i enriquecimiento de su mundo intuitivo i representativo. b) La enseñanza intuitiva tiene por objeto habilitar a los niños para la observación correcta, i con esto para la buena compren- sión del mundo estertor i para ponerlos en situación de espre- sarse correctamente sobre lo comprendido. Por esta razón se han de observar objetos tales, que despierten el interés i la atención de los niños, que les sean o aparezcan en este u otro sentido importantes, usables i útiles, hermosos i agradables, o que promuevan su conocimiento. Según esto, se han de elejir objetos importantes i realmente educativos (instructivos), próximos a los niños. Al mismo tiempo también se ha de guia ríos, mediante tareas apropiadas, a la observación de los - 3 S — objetos fuera de la escuela, en la casa i en la naturaleza, en relación con lo observado en la escuela. De este modo, se rectificarán, completarán i ordenarán las representaciones adqui- ridas en la casa paterna. Pártase de objetos que se hallen próxi- mos al niño i ensánchese el círculo solo poco a poco, gradual- mente; pues la sucesión violenta de muchos objetos i cuadros confundiríanlo, en vez de conducirlo a representaciones claras i distintas. Ademas, no se han de tratar todas las partes i pro- piedades de las cosas, sino solo las mas características i mas interesantes. En la observación no se debe proceder parcial- mente, poniendo en acción solo el sentido de la vista, sino en lo posible todos los sentidos, especialmente el del tacto. Los niños tienen por naturaleza la propensión de tomarlo i de palparlo todo. Con solo la simple mirada de los objetos i su tratamien- to oral, los niños no adquieren intuiciones reales; para ello se necesita de la comprobación recíproca de todos los sentidos. Los objetos han de ser observados preferentemente en la realidad, de donde salen las intuiciones mas exactas i mas claras. Empero, los buenos cuadros (particularmente bien iluminados) prestan también escelentes servicios, porque por medio de ellos el niño llega a comprender aquellos objetos o cosas que no puede observar en la realidad (v. gr., ani- males, objetos estranjeros, etc.) Con el fin de que el niño se pueda formar una representación exacta según el cuadro, hágase ob- servar al principio cuadros de objetos que ha observado ya en la realidad. c) También en los demás ramos, la enseñanza debe partir en lo posible de la intuición: por la representación de las cosas mismas, (objetos, fenómenos, esperimentos), o de modelos i cua- dros, o por comparaciones con cosas conocidas, o por ejecuciones, trazados, etc. De este modo, todas las ciencias naturales deben fundarse en la intuición de objetos reales, modelos, cuadros, dibujos i esperimentos; la jeografía, en la contemplación de la naturaleza misma o de los mapas i del relieve; el cálculo debe principiar con cosas presentadas a la vista; también la historia, la relijion i el lenguaje deben contar con cuadros, objetos i — 39 — cartas para sus aclaraciones, siempre que se presente la ocasión. De esta manera la intuición de la enseñanza es de un valor je- neral para todos los ramos. De aquí que toda escuela debe contar con suficientes medios de intuición, (objetos, modelos, cua- dros, aparatos, mapas, etc.) Mui importante es que los alumnos aprendan también a hacer observaciones por sí mismos en la casa i en la naturaleza. Para este objeto el maestro les dará determinados temas de observación o les llamará su atención a lo que es digno de observación en las escursiones i paseos escolares. En este sentido, los jardines de las escuelas presentan servicios bastante importantes. Cuando se trate de aptitudes especiales o de ramos técnicos, los ejercicios se hacen intuitivos por ejecuciones o ejemplos lie- dlos ante los alumnos (v. gr., pronunciando, leyendo, cantan- do, escribiendo, dibujando, haciendo el ejercicio jimnástico, antes de mandarlo efectuar por los alumnos). Aquello que, propiamente hablando, no se puede contem- plar (como las verdades morales o las ideas de justicia, fidelidad, verdad), se hace intuitivo por comparaciones, 'parábolas i ejem- plos. Así, Jesucristo hizo intuitiva su enseñanza por parábolas, i así también nosotros hacemos intuitivos los pensamientos difíciles, valiéndonos de cuadros; i las sentencias o reglas, va- liéndonos de ejemplos. De aquí por qué hablemos de narra- ciones «intuitivas», cuando al oyente le es posible formarse en la mente un cuadro enteramente claro (una representación) de la acción, de las esposiciones «intuitivas» u otras se- mejantes. 2. En el tratamiento de los objetos de intuición, deben tener- se presentes las siguientes reglas de enseñanza, para la consecu- ción de intuiciones claras i distintas. a) Todos los alumnos deberán percibir distintamente los ob- jetos de intuición, con todos los caracteres que hai que apren- der en ellos, tratándolos durante tanto tiempo i con tanto detalle, que puedan dar por resultado la comprensión exacta del asunto. b) Por medio de indicaciones e interrogaciones el maestro — 40 — guiará a los alumnos a averiguar por sí mismos las partes del objeto en particular, su composición, tamaño, figura, color, etc. i a ordenar lo encontrado con su ayuda. c) El alumno deberá espresar lo encontrado en un lenguaje correcto, porque así se facilita la claridad completa de ello. d) A fin de alcanzar la comprensión perfecta del asunto, es necesario efectuar la observación varias o repetidas veces. En la primera vez se notan i graban las partes i propiedades particu- lares solo de una manera imperfecta; i cuanto menor es el niño, tanto mas imposible es obtener de una sola vez la entera com- prensión de la cosa. Por esta causa, en la enseñanza intuitiva de las ciencias naturales i la jeograña, se repite varias veces la observación de los mismos objetos; en la caligrafía, la escritura de la misma letra: en el canto, la misma melodía. Igualmente la intuición de una idea, regla o sentencia, se verifica por di- versos medios intuitivos, v. gr., por varios ejemplos o demos- traciones: las ideas de números por diversos objetos, como de- dos, bolitas, vidrios, etc. La intuición repetida no es tampoco en ningún caso una ca- lamidad para el alumno. ¡Con cuánto gusto se le ve contem- plar cien i mil veces los cuadros aprendidos de su libro o silabario ilustrado! Sin embargo, se ha de cuidar que los niños des- cubran siempre i en cada ocasión algo nuevo por sí mismos, i que se adelanten en la comprensión i apropiación de los cuadros respectivos. § 9.— LAS REPRESENTACIONES, SUS RELACIONES I SUS ESPECIES A. Ejemplos i tratamiento 1. Procedencia i definición de la representación. — Si un niño ha estado en una feria o un mercado, puede después contar muchas cosas de las que ha visto, i decir con exactitud cómo eran o se veian. Las frutas, los animales, juguetes i. pañuelos pintorescos i varias otras cosas atrayentes, se hallan todavía — 41 — vivas en su alma. Ha retenido pues una imájen de estas cosas en su espíritu, a pesar de que no las ve mas. Llamamos repre- sentación a este cuadro espiritual de las cosas que nosotros no percibimos por los ojos. También el alumno que por primera vez ha ido a la escuela, puede contar después cómo es el maestro; qué es lo que éste ha dicho i se hizo en la escuela; por lo que se ve que tiene una imájen o una representación de la escuela, de las personas i cosas que hai en ella. Después de un viaje poseemos una serie de imájenes intelec- tuales de las cosas que hemos visto. Un poeta nos cuenta que «un salvaje, después de su regreso de una guerra, se sienta en medio de sus desnudos hijos i les cuenta algo de las pintorescas ciudades i los guerreros que traia consigo, del true- no i la tempestad que lo sorprendieron i la crueldad de los blan- cos.» En consecuencia, éste tenia vivas representaciones de todas estas cosas i acontecimientos. I así como con éste, sucede con cada uno que cuenta o narra. Según estos ejemplos, el hombre, no solamente tiene repre- sentaciones de personas i cosas, sino también de acciones i acon- tecimientos. Después de pasado un gran incendio (u otro suceso importante cualquiera), la jente cuenta detalladamente lo que oyó, vio e hizo cuando se esparció la alarma. No solo las intuiciones dejan en nuestra alma imájenes o cuadros, sino también todas las clases de ellas. El autor de una poesía alemana titulada Canción ele un aldeano en la ausencia, nos pinta que éste, lejos de la patria, no solo recordaba con calor ardiente todo lo visto en la aldea de su tierra natal, sino que también decia: «Aun resuena en mis oídos el conocido repique de la capilla de mi aldea». Otro poeta, hablando del «Postillón», nos dice que éste esclamaba: «Aun por largo tiempo oia aquel ruido de la colina.» De este modo es también como retenemos una gran cantidad de melodías en nuestra alma, es decir, representaciones de so- nidos. Nos podemos igualmente representar el gusto de una co- mida o bebida de una manera tan viva, que se nos despiertan — 42 — los deseos de comerla o bebería. De esto se deduce que noso- tros podemos poseer también representaciones del gusto i otras semejantes. En este i otros casos análogos, las representaciones nacen de las intuiciones. Por lo común, las intuiciones mas simples se convierten di- rectamente en representaciones. I al contrario, en machos ca- sos, especialmente cuando se trata de cosas de muchas partes i cualidades, se hace necesario para ello de otro trabajo, de la impresión progresiva del cuadro. Cuando queremos formarnos una representación ciara i distinta del panorama de una cordi- llera que se nos ofrece a la vista desde una altura, obser- vamos no solo el todo, sino que procuramos también grabarnos cada una de las partes en particular, representándonoslas en la memoria. Lo mismo hace un alumno, cuando quiere dibujar de memoria el sistema hidrográfico de un rio, por ejemplo. Empero, no todas las representaciones provienen inmediata- mente de las intuiciones. Un niño refiere con entusiasmo una his- toria que le es interesante i que ha oido o leido, o bien da cuenta de cosas que le fueron pintadas verbalmente o por escrito. Este tiene entonces representaciones de las acciones contadas, de las personas i cosas que entran en una historia o descripción. Esto es lo que sucede en la conocida historia de Robinson, de su choza i sus acontecimientos. Natural es que esto se haga po- sible, porque se tiene ya representaciones de hombres, edificios, etc., sacados de la intuición. De este modo alcanzamos un gran número de representaciones, por medio de las comunica- ciones de otros, ya sea de palabra o por escrito. Cuando quere- mos, v. gr., pintar nuestro futuro porvenir, nos formamos re- presentaciones por nosotros mismos, es decir, poseemos tam- bién representaciones creadas o formadas por nosotros mismos. Como ya dijimos en otro lugar, los elementos fundamentales de todas nuestras representaciones tienen su oríjen en la intui- ción. Las representaciones que no son obtenidas por medio de la intuición serán tratadas mas tarde en la fantasía (§ 12). En este lugar solo las enunciaremos ligeramente, porque los fenómenos — 43 — que se tratan en seguida (las representaciones, etc.,) tienen re- lación también con estas representaciones. Sin embargo, nosotros no solo tenemos representaciones de las cosas esteriores i de los acontecimientos, sino también de fenómenos interiores espirituales, de nuestros pensamientos, sentimientos i determinaciones. Guillermo Tell, en su monólo- go, se representa sus sentimientos, pensamientos i determina- ciones anteriores, sobre todo, al disparar a la manzana, dicien- do: «Yo vivia tranquilo e inocente, dirijia mi flecha solo a los animales del monte; mis pensamientos eran puros, estaban lejos del asesinato; tú (dirijiéndose al tirano) me has arrebatado, sacándome espantado de mi paz; has transformado la leche de mi pensar piadoso en hirviente veneno de Dragón. . . . Allá, cuando preparaba la cuerda del arco, cuando me temblaba la mano; cuando con placer diabólico i cruel me obligaste a apun- tar ala cabeza de mi hijo; cuando sin conocimiento i suplicante batallaba ante tu presencia; entonces me propuse en mi interior un juramento terrible que solo Dios oyó: que el primer blanco de mi segundo tiro debia ser tu corazón. Lo que en aquel instante de infernal tormento me prometí es una deuda sagra- da: quiero pagarla.» La representación se diferencia de la intuición en que aqué- lla persiste en el alma, aun después que el objeto ya no es percibido; es decir, la representación es un cuadro espiritual duradero del objeto. La representación debe ser una imájen fiel del objeto o suceso (fotografía), i tan clara i distinta como la intuición; es decir, debe contener los caracteres de los objetos representados, en su mayor integridad posible i con buen orden. 2. Importancia délas representaciones.— Cada hombre tiene su nombre; i ciertamente que se hizo sentir la necesidad de designar a cada cual por medio de nombres, para distinguir por este medio a unos de otros, mucho antes que estos nom- bres se consultaran en una nómina o rejistro. También los animales tienen nombres, i si un aldeano o campesino posee — 44 — varios caballos, vacas o cabras, entonces denomina a cada ani- mal de un modo particular. De la misma manera sucede con las plantas i minerales, las montañas i valles, las ciudades i aldeas, etc. Igualmente, si queremos comunicar a otros nuestras representaciones i pensamientos, hacemos uso de nombres i otras designaciones. A mas de las palabras, se hace uso también de otros medios para designar las representaciones; los sonidos por medio de letras, los números por cifras, los tonos por notas. Sin embar- go, la denominación mas común de las representaciones es la efectuada mediante la lengua (1) verbal i escrita. Nosotros nos podemos representar la manera cómo han sido pronunciadas las palabras que liemos oído o cómo estaban escritas o im- presas las palabras que hemos visto escritas, es decir, poseemos cuadros típicos o de voces. En este sentido se puede hablar de re- presentaciones de voces. Empero, en tal caso uno debe estar claramente convencido de que éstas son esencialmente diver- sas de las representaciones reales, es decir, que son solo las denominaciones de las mismas. 3. Especies de representaciones. — a) Representaciones indivi- duales i comunes. — Cuando contemplamos un solo caballo, obte- nemos una representación individual; pero si vemos pasar, por ejemplo, una tropa de caballería, entonces alcanzamos una repre- sentación común del caballo. Si por primera vez vemos una especie de rosa silvestre, obtenemos una representación in- dividual; pero si subimos a una montaña donde florecen mu- chas clases de rosas silvestres, conseguimos una representa- ción común o jeneral de la rosa silvestre. Tenemos representa- ciones individuales de un manzano que se halla delante de la casa tal; de un nogal de esta o aquella habitación; de la aldea natal. Las representaciones «árbol», «casa», «aldea» «ciudad», «hombre», son representaciones comunes o «cuadros jenerales.» La representación individual se refiere, según esto, a un objeto individual determinado; pero la representación común, a toda (1) Sobre el desarrollo del lenguaje, véase el § 40. — 45 — una -especie; i se forma de las representaciones individuales, comprendiendo lo comim de todos los objetos que pertenecen a esta clase o especie, i dejando a un lado aquello que distingue los objetos individuales unos de otros. De aquí es qne ella no pueda ser tan orijinal i sutil (rigorosa), como la representación individual. La representación común se puede comparar con nna silue- ta; con todo, ella es de grande importancia para la vida del alma, porque reúne en un todo las muchas representaciones de una especie, trayendo por este medio orden i revista en el gran número de representaciones. Mas adelante demostraremos tam- bién la gran importancia que tiene esta especie de representa- ción para la formación i cultivo de las ideas. b) Cada representación, sea individual o común, es al mismo tiempo una representación total o parcial, según sea el cua- dro de todo un objeto o solo de una parte o de una propiedad de éste. La representación de un caballo es total; la de su cabeza o melena, de su color o tamaño, parcial. La parcial puede ser a su vez total, con relación a las representaciones de partes aun mas pequeñas. Así nos podemos representar en la cabeza del caballo los ojos, las orejas, la forma; i al frente de estas repre- sentaciones, la representación cabeza forma una total. Otros ejemplos análogos presentan: el rosal, la rosa, el color de la misma; árbol, gajo, rama, hoja, etc. Solo la representación de una propiedad especial, como de un color, no puede divi- dirse mas. La gran importancia de la buena comprensión i distinción también de las representaciones parciales, ya puede verse en la claridad que se exije en las representaciones, por cuanto de aquélla depende ésta. Se verá también en la elaboración poste- rior de las representaciones por medio de la fantasía i el pensar. 4. La importancia de la representación está, primero, en que por su medio las intuiciones se hacen propiedad permanente del alma. Con respecto al desarrollo progresivo de la vida del alma, en relación con la intuición sensitiva, un conocido escritor pe- psicolojía 7 _ 4 6 - dagogo (Dittes) dice: «La importancia indiscutible i determi- nante de la vida sensitiva, no está en los simples acaecimientos, sino en sus resultados duraderos o permanentes. Si los actos particulares de la vista, oido, etc. (percepciones o intuiciones, diríamos mejor), pasaran sin dejar rastro alguno, bien tendría- mos una vida sensitiva, pero ninguna vida espiritual. Tendría- mos solo impresiones de los sentidos, pero no aquellas activi dades e imájenes psicológicas que se observan sin la actividad recíproca de los sentidos. Nuestra vida psicológica seria enton- ces un presente eterno; cada dia, cada instante, comenzaría de nuevo; no tendríamos recuerdo alguno, es decir, ninguna re- presentación de lo pasado i tampoco podríamos imajinarnos algo futuro. Nuestra alma se asemejaría a un espejo que mues- tra una i majen solo mientras se halla el objeto ante él, aun piano que produce sonido solo cuando o mientras se le toca.» Pero con el objeto de que los cuadros psicológicos persistan o continúen en nuestro espíritu i las intuiciones se conviertan en represen- taciones, toda nueva intuición debe traernos también una ad- quisición duradera para nuestro conocimiento i la vida psicoló- jica entera. B. Resumen 1. Definición i procedencia. — La representación es la imájen espiritual de un objeto o suceso que ya no percibimos con los sentidos. De la misma manera que la intuición puede compa- rarse con la imájen de un espejo, así también la representación lo puede ser con una fotografía, porque constituye una imájen psíquica, permanente o persistente en el espíritu. Ella debe ser una copia fiel del objeto representado, debe ser clara i distinta. Hai representaciones de cosas i acontecimientos esteriores i de actos espirituales, de pensamientos, sentimientos i resolucio- nes. Las obtenemos, parte por la intuición, no solo de la vista, sino de todos los sentidos; parte por la comunicación verbal o escrita de otros, i parte nos las creamos nosotros mismos. 2. Denominación. — El hombre tiene necesidad de denominar sus representaciones, primero para comprenderlas mas deter- — 47 — aliñadamente i distinguirlas unas de otras, i en segundo lugar para comunicarlas a los demás. La denominación se efectúa, ante todo, por medio de nombres de las representaciones i por otras palabras, es decir, por el lenguaje i también por señales o designaciones. 3. Especies de representaciones. — Cada representación es: a) individual o común, según ella se refiera a un objeto individual determinado o a una especie o clase completa; b) total o parcial, según sea el cuadro de un objeto completo o de miañarte de éste. 4. La importancia de la representación consiste en que con ella lo ganado por la intuición se hace propiedad duradera del alma, con lo cual ésta se eleva a una vida libre de espíritu so- bre el mundo de los sentidos. C. — Aplicación a la educación 1. La educación debe proporcionar a los niños una rica abundancia de representaciones claras i distintas. En vista de que la representación proviene de la intuición, se ha de cuidar en primer lugar todo lo que se exije para la vida intui- tiva (véase el párrafo 8). Después de esto, se ha de procurar que cada intuición importante se transforme en representa- ción. Con este fin se han de sustraer de la percepción sensitiva los objetos, después de haber sido contemplados suficiente- mente, i en seguida dar a los alumnos la ocasión de espresarse sobre el objeto observado, también sin el auxilio de la intui- ción directa. De esta manera se ven obligados a representarse el objeto i a grabar su imájen. Mientras haya vacíos i oscuri- dades, se ha de traer como ayuda la intuición repetida, dirijida a los puntos aun inseguros, hasta que la imájen espiritual del objeto se haya no solo comprendido perfectamente, sino tam- bién grabado, es decir, transformado en representación. 2. Ante todo, se han de contemplar con detenimiento ob- jetos individuales, a fin de que los niños se puedan formar re- presentaciones claras i distintas; pero a la vez se han de tratar - 4 8 - también otros objetos semejantes, con el fin de conducir a los alumnos a representaciones comunes, i con ello a mayor orden i unidad en su vida representativa. Si se ha tratado detenida- mente, v. gr., una gramínea determinada, se han de tratar tam- bién otras de una manera comparativa, medio por el cual se alcanzará la imájen o representación común de todas. § 10.— RETROCESO I REPRODUCCIÓN DE LAS REPRE- SENTACIONES A. Ejemplos i tratamiento JEl retroceso de las representaciones del conocimiento. — Inme- diatamente después de recibida una intuición, v. gr., después de haber contemplado una cascada o un cuadro de pinturas, nos queda en la memoria su representación, i si la cosa nos impresiona vivamente, como sucede a la vista de un desgra- ciado, por ejemplo, entonces permanece ella por largo tiempo aun en nuestro acuerdo. Algunas veces decimos: «yo debo pensar siempre en esto». Asimismo volviendo a citar un pasaje poético en que el «Postilion» dice: «Aun por largo tiempo per- sistía en mis oidos aquel sonido de la colina.» Sin embargo, sucede por fin que la representación desaparece por intervalos de nuestro conocimiento, lo cual tiene lugar, por lo jeneral, de una manera mui rápida. Si por primera vez un niño de naturaleza vivaz va a un jardín zoolójico (véase § 9), dirijirá su atención de uno a otro grupo de animales con gran rapidez; de los osos pasará a los monos, de éstos a los elefantes, leones, tigres, etc. Mientras él observa los monos «ya. no piensa» en los osos blancos; i si en seguida dirije su atención al elefante, «se olvida» también de los monos, i tan luego como el domador penetra en la jaula de los leones i tigres, se fija solo en estos animales. Una cosa semejante nos pasa a nosotros en el mer- cado, en un viaje, un museo o una galería de cuadros: una — 49 — curiosidad desaloja de la memoria las representaciones ante- riores, es decir, las representaciones desisten i desaparecen del estado de acuerdo: no pensamos mas en ellas, no las tenemos mas presentes o ya no nos vienen a la memoria. Este acto de retroceso de las representaciones, desaparecien- do, puede decirse, del conocimiento i pasando al olvido, se efectúa, pues, cuando penetra en nuestro estado de acuerdo otra representación que desaloja a las anteriores; lo cual nos esplica el fenómeno de que no podamos abarcar muchas cosas a la vez en nuestro conocimiento. Por esto es que de una ma- nera figurada se habla de la «restricción del acuerdo». Si averi- guamos el motivo por qué unas representaciones desaparecen mas pronto que otras, encontraremos — como nos lo enseñan los ejemplos precedentes — que el alma retiene mas tiempo aquellas representaciones que han escitado mas vivamente nuestro sentimiento, que las que nos son indiferentes; que las nuevas representaciones pueden desalojar a las anteriores con tanta mas facilidad cuanto mas fuerte despiertan nuestro inte- rés i con esto también nuestra atención, como son, por ejemplo, las fuertes impresiones de los sentidos i las cosas nuevas i raras. Por fin, encontraremos que en los hombres vivaces, como en los niños, el cambio de las representaciones es también mas rá- pido. Este fenómeno del retroceso de las representaciones de la memoria es, al mismo tiempo, un hecho importante de la vida psicológica; pues por su medio las representaciones se preservan de confusiones i mantienen su espontaneidad i claridad. Si to- das ellas permanecieran juntas en el acuerdo, todo se mezclaría sin orden alguno en nuestra alma. Ií. — Reproducción de las representaciones 1. Procedencia i definición. — Las representaciones no desapa- recen del todo con su retroceso del conocimiento. El niño que al ocuparse de los leones en el jardin zoolójico, no pensó mas — 5o — en los osos blancos, monos i elefantes, reconoce, sin embargo, a todos estos animales, cuando vuelve por segunda vez al jardín. Es decir, la nueva intuición vuelve a llamar a la me- moria o acuerdo las representaciones anteriores. En efecto, hasta sin la ayuda de una nueva intuición, sabe contar en la casa muchas cosas de los animales vistos, cómo eran o se veian i se movían; no ha perdido, por consiguiente, las representaciones que tenia de ellos; ellas le vienen otra vez a la memoria. Esta vuelta de las representaciones antiguas a la memoria, se llama reproducción (1) de las representaciones, o también re- cuerdo. Todas las clases de reproducciones enunciadas en el § 9 pue- den ser reproducidas. Según los ejemplos mencionados, nos acordamos de personas i cosas, sucesos i acciones, pensamien tos, sentimientos i determinaciones, i con las reproducciones se reproducen también muchas veces sus nombres o de mas designaciones. Todo lo que alguna vez nos hemos represen- tado i hecho propiedad de nuestra alma, puede también volver otra vez a nuestro conocimiento, en una ocasión dada. Con fre- cuencia sucede que, después de muchos años, nos acordamos de algo en que desde largo tiempo no pensábamos como en la ancianidad o edad avanzada, de cosas de la niñez; ejemplo que nos da a conocer cuan largo tiempo pueden retenerse en el alma las representaciones pasadas, inconsabidas, si se quiere. Con respecto a la procedencia de la reproducción, se pueden distinguir dos casos, según los ejemplos citados del niño en el jardinzoolójico: la reproducción, mediante la repetición de una (1) Algunos psicólogos limitan este concepto a las reproducciones li- bres, i escluyen el reconocimiento de ellas. En el mismo concepto no hai en este sentido ninguna obligación. Con frecuencia se usa la palabra "re- cuerdo" solo para aquellas reproducciones en las cuales tenemos presen- te que ya antes teníamos las representaciones respectivas. Nosotros la aplicamos aquí en un sentido mas jeneral. — 5i — intuición o el reconocimiento i la libre reproducción sin causa esterior alguna (1). a) El reconocimiento. — Siempre que volvemos a verlas per- sonas de nuestro alrededor, las cosas de nuestra habitación, etc., se reproduce en nosotros la representación que ya tenemos de ellas. Por medio de esta reproducción frecuente llegamos a tener un conocimiento exacto de nuestra casa habitación i de to- do lo que a ella pertenece, de nuestro lugar natal i de nuestros conocidos. En muchos casos la reproducción no tendria lugar sin una intuición que viniera a renovar lo anterior; por medio de ésta, empero, se renuevan en nuestro conocimiento las representa- ciones de personas i cosas, en las cuales no hubiéramos pensado si no se hubiese presentado una nueva intuición, llegando a acordarnos de haber visto antes a la persona o cosa respectiva. Uno que vuelve del estranjero a su patria, al contemplarla, se acuerda nuevamente de miles de cosas en las cuales ya no ha- bría vuelto a pensar sin una intuición. «El nuevo Diójenes» de que nos habla el poeta, sin duda habría sido olvidado por Na- poleón, si éste no lo hubiese vuelto a ver. Empero, cuando tuvo la nueva intuición, el emperador pudo decir: «Yo te vi cerca de las pirámides. Tú te batiste bien, entonces eras sárjente» Una fotografía o un retrato de una persona conocida, nos hace acordar de ella, razón por la cual deseamos tener los retratos de los parientes i amigos. Si en cualquier momento oimos cantar una canción que ya nos es conocida i en la cual no pensábamos, volvemos a recor- darla. Por su gusto u olor volvemos a reconocer una fruta o una medicina. Por medio de una nueva intuición, se reprodu- (1) Evitamos aquí la distinción hecha frecuentemente entre reproduc- ción inmediata i mediata, porque es dudosa; pues mientras los unos cuentan, v.gr., el conocimiento en la reproducción mediata, porque ésta se verifica por medio de una intuición repetida, los otros aplican la espresion mediata solo a la reproducción por medio de otras representaciones, o a la asociación. — 52 — cen, pues, no solamente las representaciones obtenidas por la vista, sino también las recibidas por los demás sentidos, como las representaciones de los sonidos. El reconocimiento supone naturalmente que la nueva intui- ción corresponda a la anterior, por lo menos en sus rasgos prin- cipales. Los hermanos de José no lo reconocieron porque estaba enteramente cambiado. También en la enseñanza el recuerdo tiene lugar, con fre- cuencia, por medio de una intuición. Esto sucede, por ejemplo, cuando el maestro vuelve a presentar a la observación de los alumnos, objetos o cuadros de la enseñanza objetiva o de las ciencias naturales, sobre los que ellos ya no podían dar razón exacta, es decir, no podian traer a la memoria las representa- ciones de una manera clara; o cuando les hace contemplar nue- vamente una carta jeográfica, o demostrar una operación arit- mética por el tablero contador. Cuando la repetición de una intuición es necesaria para la reproducción, ésta se halla ligada todavía a la percepción sen- sitiva. En este sentido, la percepción sensitiva forma el grado mas inferior de la reproducción. b) En un grado mas elevado, la reproducción libre se verifica sin una causa esterior. Mientras el recuerdo depende de una in- tuición renovadora, el hombre no cuenta todavía con la repre- sentación libre. Esta no es aun su propiedad absoluta. Si el hombre puede recordar o traer ala memoria las repre- sentaciones cuando quiere, entonces también las domina per- fectamente. Tal es el caso en que un alumno pueda dar cuenta exacta de un objeto, aun después de mucho tiempo de haberlo tratado, es decir, cuando puede describir de memoria i sin una nueva intuición repetida, un animal, una planta, el termómetro, la bomba de incendio, una montaña, un valle, un rio, un paisaje; pues con ello demuestra que puede volverse a representar li- bremente o reproducir las representaciones de estos objetos. 2. La asociación. — En los casos mencionados se trata de la reproducción de una representación, sin relación a otra. Sin — 5T- embargo, con frecuencia sucede que la reproducción tiene lu- gar por medio de otras representaciones; entonces se verifica por medio de la asociación. Si un niño vuelve a ver uno de los animales del jardin zoolójico, se acuerda fácilmente también de los otros. Las representaciones de los diversos animales del jardin zoolójico se han ligado, pues, en el alma del niño tan íntimamente, que unas i otras forman un grupo correspon- diente, por lo cual una de ellas trae también a la memoria las otras. En resumen, las representaciones que tienen algo de común no permanecen aisladas en el alma, sino unidas o asociadas en grupos o en filas. Una unión semejante de representaciones se llama asociación. Por lo espuesto, la asociación puede verificarse solo con re- presentaciones tales, que tengan entre sí esto o aquello de co- mún, ya sea en sus cualidades u otras relaciones cualesquiera. La asociación tiene lugar según leyes determinadas, de las cuales se distinguen cuatro, a saber, la de la semejanza, la del contraste, la de la coexistencia i la de la sucesión. a) La lei de la semejanza. — Si una madre ve un niño es- traño que se parece al suyo, se acuerda también de éste. Si vemos un niño que se parece a su padre que conocemos, nos viene también a la memoria la imájen de éste; esto sucede principalmente con jente que se parece entre sí o que solo tiene de común un rasgo o carácter particular, como, v. g., voz parecida, mirada igual o la misma postura. Las representaciones de animales o plantas que pertenecen a la misma familia u orden se reproducen mutuamente: un. león nos hace acordar de otros leones que hemos visto, pero también de los tigres i panteras, igualmente el lobo del perro, la gamuza de la cabra, la arveja del haba, etc. Una casa que se parece a nuestra casa paterna, nos la trae a la memoria; ciudades, aldeas, paisajes, valles, montes, rios que se parecen entre sí, ños hacen recordar a unos i otros. La marchado Na- poleón por los Alpes, nos recuerda la de Aníbal, i de la misma manera pasa con muchos otros paralelos de la historia. Si psicolojía 8 — 54 *8 én tina sociedad se cuenta algo alegre o triste (como por ejem- plo una enfermedad), nos vienen también a la memoria otras narraciones semejantes. h) La lei del contraste. — Si vemos a un hombre formado que antes hemos visto pequeñuelo nos acordamos también de éste, i a la vista de un enfermo pensamos en sus dias sanos. Un hijo gastador nos hace recordar a su padre económico; un edificio viejo, en ruinas ; de su buen estado anterior; el campo después de una tempestad de granizo, de su gala o magnificencia anterior; el tiempo bueno del malo, o vice- versa. En la enfermedad recordamos los dias sanos, en la vejez el tiempo de nuestra juventud. En medio de la escasez en el desierto, los israelitas pensaban en las ollas de carne de Ejipto; el «hijo perdido» en medio de su miseria, pensaba en la, rica abundancia de la servidumbre de la casa de sus padres. Arnold von Melchthal, al recibir la noticia de la ceguedad de su padre, pensó en la dicha del que ve. Tell, al hacer sus planes para matar a Gessler, pensaba en su tranquilidad e inocente vida anterior: «Yo vivia tranquilo e inocente, dirijia mi fle- cha solo a los animales del bosque; en veneno hirviente de Dragón se ha convertido la leche de mi piadosa ma- nera de pensar, etc.» — En todos estos ejemplos se ve, sin embargo, que las representaciones de contraste tienen siempre algo de común, una semejanza en este o aquel sentido. c) La lei de coexistencia.- — En la Canción de un aldeano en la ausencia, que antes hemos citado, se nos dice que el recuer- do de la patria trae a la memoria también las representaciones de todo aquello que se hallaba en el lugar natal: las ven tanas que el padre cubria con sarmientos, el peral que se , inclinaba hacia el tejado; el tilo en la plazuela de la capi- lla, etc. Una ciudad nos recuerda también sus curiosidades '(museos, iglesias, puentes) sus industrias, artículos de esportacion, nú- mero de habitantes; un monte, su hermosa vista; un mar, los buques, la orilla i nuestro propio viajo en este mar, si hemos ejecutado alguno. — 55 — Asimismo, los hechos históricos que tienen una relación entre sí, vienen mutuamente a la memoria: Santa Helena recuerda a Napoleón; Wittemberg nos hace pensar en el reformador Lutero; el concilio de Constancia, en Hus; la rada de Iquique en Arturo Prat, i vice-versa. Muchas veces basta una relación lijera para tener la re- producción. En Briene se acordó Napoleón de la frutera i de lo que le adeudaba, porque estas representaciones se referían al mismo lugar. Asimismo se ligan a las de personas los acontecí mientos del mismo tiempo, i vienen mutuamente al recuerdo, sobre todo si se hallan en relación unas con otras, así al papa Gregorio VI i Enrique IV, Carlos V i Francisco I, la matanza de los protestantes, París o la noche de San Bartolomé i Co- ligny. Lo mismo sucede con las representaciones que obtenemos en un mismo tiempo. Si nos acordamos de un concierto, de una fiesta teatral, viene también a nuestra memoria lo que allá oimos i vimos. De este modo un historiador narra toda clase de circunstancias secundarias que acompañan a la acción o al he- cho capital. También las representaciones que se refieren a la misma persona se reproducen mutuamente. Si pensamos en Guillermo Tell, vienen también a nuestra mente las representaciones del disparo a la manzana, de su prisión i libertad, etc. Del mismo modo, Colon i el descubrimiento de América. Al recordar a nues- tra madre, pensamos también en el bien que nos ha hecho. I al contrario, un rasgo aislado de la vida de un hombre o la representación de cualquiera de sus caracteres o particularida- des, puede también volver a despertar en nosotros el cuadro total de él. No necesitamos mas que oír la voz o el paso de una persona conocida para que se represente su imájen en nuestra alma. De igual manera la de un objeto despierta también sus caracteres especiales (representación parcial) i la total. Así la de la violeta recuerda su perfume i el azul vio- leta; el rojo rosado, la representación, forma i perfume de la rosa. Otro enlace encontramos entre las palabras i la melodía de una - 5 6- cancion: al oir esta última recordamos el testo, i vice-versa-, por que ambos se hallan juntos. Por fin, debemos hacer notar en especial que la representa- ción i el nombre, la cosa i la designación, se enlazan tan estre- chamente, que lo uno reproduce lo otro. Si el maestro muestra a los alumnos, v. gr., diversas plantas, animales o minerales ya descritos, estas representaciones traen a la memoria los nom- bres de los objetos presentados; i, al contrario, los alumnos se acuerdan inmediatamente de animales, plantas, ciudades, rios conocidos, cuyos nombres pronuncia el maestro. Esta acción mutua se ve también siempre que hablamos o escribimos, oimos o leemos algo. Al hablar i escribir, tenemos ante todo la representación i buscamos la palabra correspon- diente. Al oi r i leer, al contrario, se nos ofrecen las letras i pala- bras primero (nombres), i éstas traen después a la memoria las re- presentaciones respectivas. Los nombres i demás designaciones son, pues, un medio mui sencillo i cómodo para traer al acuerdo las representaciones; pero solo cuando el alma puede pasar lijera i segura de la representación a su denominación, i vice- versa. En el aprendizaje de una lengua estranjera, se ligan las co- rrespondientes espresiones de ésta con la lengua materna. Las palabras, v. gr., «mesa» i «table» en su aprendizaje de memoria i en las traducciones, se enlazan tan frecuentemente, que siempre la una reproduce a la otra. En el canto o en el piano, ciertas notas i los tonos correspondientes se unen tan estre- chamente, que la intuición de las primeras trae en el acto a la memoria la representación de los tonos designados por ellos. d) La leí de la sucesión. — Al recordar un viaje, vuelven a la memoria las representaciones en la sucesión misma en que las hemos recibido; lo mismo sucede también al dar una ojeada retrospectiva a los acontecimientos de un dia, una semana, un año. El principio de una historia o de una poesía narrativa nos hace recordar sucesivamente las demás acciones o hechos contenidos en ellas. Por esto se forman en la historia, disposi- — 57 — ciones, tablas o cuadros sinópticos, a fin de facilitar la repro- ducción. El principio de una poesía trae a la memoria su con- tinuación. 3. Especies de reproducción. — Las reproducciones, con res- pecto a la participación de nuestra voluntad, se dividen en vo- luntarias e involuntarias. a) La involuntaria, es decir, la que se verifica sin intuición ni voluntad, se llama ocurrencia. Esta se opera mui amenudo. Con cuánta frecuencia se nos ocurre algo, sobre todo por medio de la asociación, sin que nos afanemos en nada por repro- ducirlo! Los ejemplos mencionados en la asociación ofrecen de ello suficientes pruebas. En el aprendizaje i en la vida práctica, casi sin interrup- ción, vienen a la memoria gran número de representaciones de una manera involuntaria. La de la túnica de José, trae al re- cuerdo muchas otras. De este modo se orijina i produce una escitacion continuada en el espíritu. Involuntariamente también se reproducen las denominaciones de las representa- ciones, como sucede, sobre todo, en el uso de la lengua materna. ¡Cuan grande es asimismo el rol de las ocurrencias en las con- versaciones injeniosas. Frecuentemente se nos ocurre esto o aquello en medio de un trabajo! Al oir un discurso, las ocur- rencias nos pueden llevar a representaciones mui diversas. Así también, en todo trabajo intelectual (aprendizaje, lec- tura, estudio), ellas nos conducen a pensamientos entera- mente nuevos. El maestro esperimenta esto frecuentemen- te con sus alumnos en la enseñanza: si han ejecutado un juego deleitoso i alegre, una broma o trampa, se acuerdan in- voluntariamente de ello, aunque hayan comenzado de nuevo o estén en medio de la enseñanza. Sin embargo, también debemos acordarnos a menudo de cosas tristes i desagradables, en contra de nuestra volun- tad. El desgraciado recuerda siempre su infortunio; el que padece de nostaljia, su lejana patria; el enfermo, la mortifi- cación que sufre, aunque todos se esfuercen en evitar o alejar estas representaciones. De cómo estos pensamientos persiguen - j8 - al hombre i le roban hasta el sueño, nos lo demuestran diversas poesías i ejemplos. Conocido de todos es que muchas veces se emprenden viajes i se buscan toda clase de distracciones para librarse de estas representaciones, es decir, para evitar su repro- ducción involuntaria. La reproducción involuntaria se hace sentir también en la vida moral. Nos acordamos involuntariamente de her- mosos ejemplos i nobles acciones; pero asimismo se acumulan en la memoria representaciones que nos escitan a lo malo sin voluntad i hasta en contra de ella, como por ejemplo los cua- dros de placeres voluptuosos. Después de ejecutado un acto malo, la conciencia lo trae frecuentemente a la memoria, aun > en contra de la voluntad. Esto es lo que sucede con un ase- sino. «A la luz del claro sol, involuntariamente, se acordó Ni- colás del asesinato cometido», nos dice una poesía. b) La reproducción es voluntaria cuando con intención la traemos a la memoria. Esto sucede, por ejemplo, cuando ha- blamos i escribimos sobre algo visto, leído u oido, o cuando un alumno debe repetir lo tratado. Esta especie de reproducción se verifica también muchas" veces con tanta facilidad, que no notamos en ella ningún es- fuerzo, propiamente dicho. Sin embargo, sucede frecuentemen- te que podemos reproducir la representación, solo mediante un esfuerzo, o bien debemos meditar sobre la materia. Cuando ya no la podemos reproducir es porque está olvidada. Empero, el olvido con frecuencia es solo temporal. 4. Condiciones de una fácil reproducción. — Un inválido, cuan- do era soldado, recibió de su capitán una cachimba como rega- lo. El capitán murió en la batalla en la cual aquél quedó in- válido. Mas tarde, al ver su cachimba, se acuerda con gran facilidad de todo lo que se relaciona con la muerte de su que- rido capitán, también de las circunstancias secundarias, como por ejemplo, de que el capitán cabalgaba entonces un caballo tordillo. Se acuerda de esto: 1.°, porque lo ha comprendido bien i claramente; 2.° porque con frecuencia lo ha reproducido, tatito a la vista de la pipa como en otras ocasiones; 3.° porque todo — 59 — se halla íntimamente ligado con la muerte de su capitán; . 4. a porque ello ha hecho una impresión poderosa en su ánimo, i 5.° porque se encuentra en aquel momento en un estado de áni- mo tranquilo i apacible. Asimismo una persona que, al aban- donar su patria, lleva consigo el vaso en que bebia cuando estaba en medio de su familia, al servirse en el mismo vaso en el estranjero, se acuerda con suma facilidad de todo lo referente a la vida familiar de la casa paterna. En conformi- dad con lo espuesto, las condiciones de una reproducción fácil son principalmente: a) La claridad i distinción de las representaciones recibidas. Después de un viaje nos acordamos con facilidad sólo de aquellos lugares i curiosidades de las cuales hemos recibido una imájen mas clara i distinta. Las cosas que los alumnos compren- dan bien pueden mas tarde también reproducirlas fácilmente. h) La reproducción frecuente de las representaciones. — Cuan- to menos tiempo ha pasado desde que hemos recibido o repro- ducido una representación i cuanto mas seguido se ha efectua- do esto último, tanto mas fácil es la reproducción. El alumno puede dar cuenta con facilidad de un objeto inmediatamen- te después de la clase; pero con menos facilidad después de una semana, después de un mes solo con trabajo, i después de un año talvez nada, dado el caso de que en este intervalo no se haya hecho ninguna repetición. Pero cuando la cosa de que se trata ha sido repetida o reproducida con frecuencia, en- tonces las representaciones pueden reproducirse con mayor facilidad. c) La exacta i múltiple asociación. — Los ejemplos espuestos en la asociación enseñan que la representación viene a la me- moria con tanta mas facilidad i frecuencia cuanto mayor o mas complejo es su enlace con las demás. d) La viva participación del ánimo o el vivo ínteres en las representaciones. — Lo que en un viaje, o en la enseñanza (v. gr. en la historia o en la lectura), ha despertado vivamen- te nuestro sentimiento i nuestra participación, nos viene fácilmente a la memoria. El autor de la poesía ya citada — éú — Canción de un aldeano en la ausencia, puede traer fácil i viva- mente a la memoria los cuadros de la patria, porque, deseoso i con lágrimas, anhelante piensa en ello i puede decir: «Lo que allá cuando niño me alegraba, se me vuelve vivamente a la me- moria». I, al contrario, las fuertes escitaciónes o conmociones del ánimo perturban la reproducción. (Véase e). e) Un estado tranquilo i sano del ánimo en la reproducción. —Si un alumno se halla temeroso, se detiene en la reproduc- ción: asimismo sucede cuando su cerebro i nervios se encuen- tran en un estado enfermizo, o cuando lo perturban fuertes impresiones sensitivas, mientras que, si el ánimo i los nervios se hallan sanos i en disposición serena i apacible, la reproducción se hace sin dificultad. 5. Importancia de la reproducción para la vida del espíri- tu. — La reproducción ejerce una gran influencia en el conoci- miento, el sentimiento i la voluntad. a) Importancia para el conocimiento. — Sin reproducción, las representaciones se oscurecen i se olvidan poco a poco. Por me- dio de ella, se preservan, primero, del olvido, i, en segundo lugar, se ligan a los otras de una manera mas clara i se graban mas profundamente en el alma; de tal modo que el hombre puede disponer siempre de ellas, haciéndolas su propie- dad intelectual. De aquí que la reproducción sea un medio mui esencial para la promoción del conocimiento. Por la reproduc- ción nos hacemos también mas seguros en el uso de las denomi- naciones, por lo cual se esplica, v. gr., la prontitud i seguridad en el manejo de nuestro idioma natal. En esto descansa la habilidad en el hablar, escribir, leer (en la lengua materna i en los idiomas estranjeros), cantar, tocar el piano, etc. Al prin- cipio, al hablar debemos meditar i acordarnos de las palabras en particular; al escribir, hasta de cada una de las letras. Si embargo, después que hemos reproducido muchas veces la denominación i la representación, en relación una con otra, de haber alcanzado en ella ejercicio, se presenta sin demora, junto con la representación, también la denominación respec- tiva. En la reproducción involuntaria, venios indudablemente que muchas ocurrencias obran de una manera perturbadora en nuestra actividad pensante i en el conocimiento, i que nos pue- den llevar basta la distracción i el desorden. Pero una vez que hemos alcanzado facilidad i seguridad en la reproducción de nuestras representaciones, entonces justamente se nos presenta mejor la ocasión de espulsar de la memoria las perjudiciales, por medio de la reproducción de las buenas, i dominar el curso de nuestra vida representativa. b) La reproducción tiene también una gran importancia para los sentimientos, pues sucede muchas veces que las represen- taciones reproducidas despiertan también aquéllos. Verdad es que solo las representaciones son reproducidas (véase cifra 1), no los placeres o dolores que al principio estaban unidos a ellas. La de un peligro del cual hemos salido felizmente ilesos ya no vuelve a despertar temor o susto; i la de un goce que, no nos trajo bendición o bien alguno, ninguna alegría, sino talvez lo contrario. Empero, ^cuando lo representado nos ha traído una ganancia o pérdida duradera (física o espiritual), que por lo mismo también tiene todavía una importancia para nosotros i que en cierto modo continúa obrando, su recuerdo despertará en nosotros sentimientos semejantes a los que ya teníamos; pero con el tiempo éstos se debilitan en su mayor parte. Todo lo bueno i hermoso que poseemos nos proporciona nue- va alegría, cada vez que lo recordamos. ¡Cuan ameno es el re- cuerdo de horas alegres i de una juventud feliz! Los recuer- dos de dias felices arrojan su brillo i solaz sobre los demás; pérdidas irreparables, muertes sensibles i penosas, producen nuevas heridas cada vez que se las recuerda. El pensamiento de la lejana patria despierta la nostaljia. Con frecuencia es una felicidad para nosotros evitar el recuerdo de esperiencias tristes. Por el recuerdo se mantienen vivos los sentimientos sublimes, estimulantes de lo bueno: por ejemplo, el del amor i dependen- cia hacia los padres, hermanos i amigos. «Un frió santo sobre- PSICOLOJÍA 9 — 62 — cojió al hijo, cuando se le presentó la imájen de su padre», nos dice un escritor. ¡Cuánto deben agradecer los niños por un recuerdo semejante de sus padres; los pueblos por la memoria de sus grandes ciudadanos; la humanidad por el ejemplo de grandes hombres que se renueva e imita siempre en las jenera- ciones posteriores! Por esta razón se ha de procurar no borrar- los jamas de la memoria. El recuerdo de la mala conciencia despierta un arrepentimiento saludable. Por el contrario, el renacimiento de representaciones impu- ras despierta inclinaciones i deseos funestos i escita al hombre a lo malo, por lo cual se ve también cuan necesario es que éste aprenda a dominar la reproducción de sus representacio- nes, trayendo a la memoria las buenas, pero detestando las malas. c) Finalmente, la reproducción tiene también gran impor- tancia para la voluntad i la conducta; pues por su medio nos sentimos guiados a tomar determinaciones o a fortalecernos en éstas. La memoria de los hombres buenos nos estimula a imitar sus ejemplos. El pensamiento de la casa paterna despertó en el «hijo pródigo» la determinación de volver a ella. Por la reproducción voluntaria también nos hacemos aptos para desterrar las representaciones funestas de nuestra memo- ria o acuerdo. Podemos combatir los recuerdos opresores, sa- cándolos de la mente, trayendo a la memoria lo bueno que po- seemos, o representándonos con la esperanza un porvenir mas hermoso. Podemos combatir las representaciones que escitan a lo malo, trayendo a la memoria las terribles consecuencias de ellas o el ejemplo de hombres justos, o al amoroso Padre Celestial. En tercer lugar, la reproducción influye también en la adqui- sición de las costumbres, i hábitos, por cuanto toda acción que se hace por costumbre proviene de una reproducción repetida. Es- to mismo se observa en las formas de cortesía, de compostura i decencia, v. gr., al saludar o sacar el sombrero. Al principio, es necesario recordar esto a los niños. Empero, por una re- petición frecuente, se han ligado las dos representaciones de la venia i del movimiento del sombrero de una manera tan estrecha, que cada vez que recuerda la primera le viene irre- mediablemente a la memoria la otra. En la vida moral estas re- presentaciones se unen asimismo de tal modo, que la una llama a la otra a la memoria, v. gr., la representación de la necesidad (pobreza, desgracia) i la de la ayuda o auxilio; la de favores recibidos i la del agradecimiento, etc. De esta manera la repro- ducción promueve al mismo tiempo la aptitud moral. B. RESUMEN I. Retroceso de las reproducciones de la memoria. — Las nue- vas representaciones rechazan casi siempre a las anteriores de la memoria, después de un corto tiempo; es decir, las existentes desaparecen del estado de acuerdo. La mayor o menor lijereza con que esto se efectúa depende, ante todo, de la viveza con que las representaciones asen o cojen el ánimo; eu segundo lugar, de si estas nuevas representaciones pueden des- pertar el inferes i con esto también la atención, i en fin, de la vi- raridad de los liomhres mismos. En un mismo instante puede hallar cabida en el acuerdo, solo un número mui reducido de representaciones; lo que figuradamente se designa con la fra- se «limitación del acuerdo». Por este medio las representacio- nes se preservan de errores i se conservan en su espontaneidad. Lo que sucede con ellas, después de su desalojamiento de la memoria, no está al alcance de nuestros conocimientos. II. — La reproducción 1. Definición i orijen de la reproducción. — Reproducir es tra- ■er de nuevo al acuerdo o conocimiento representaciones antiguas, es decir, recordarlas; ellas nos vienen nuevamente a la me- moria o volvemos a pensarlas. Todas las representaciones que han estado en el alma pueden reproducirse de nuevo en una ocasión dada. -6 A - Con respecto a la manera cómo se efectúa la reproducción, distinguirnos: a) El reconocimiento o la reproducción por medio de la intui- ción repetida, que forma el grado mas inferior del recuerdo; b) La reproducción libre, que se realiza sin una causa esterior. 2. La asociación es el enlace de representaciones en grupos o filas, facilitando así en alto grado la reproducción. El enlace se efectúa según las siguentes cuatro leyes de asociación: la de semejanza, del contraste, de la coexistencia i de la sucesión. Estas leyes son como sigue: a) Las representaciones semejantes se ligan i reproducen en- tre sí; b) Las representaciones contrarias, pero que tienen puntos comunes de contacto, se ligan i reproducen entre sí; c) Las representaciones de cosas que se hallaban reuni- das, i que se refieren al mismo lugar o tiempo, a la misma persona o al mismo objeto, se ligan i reproducen entre sí; igual- mente las representaciones i sus denominaciones; d) Las representaciones que han sido obtenidas en una suce- sión inmediata se asocian en una fila de reproducciones i se re- producen entre sí. 3. Especies de reproducción. — Con respecto a la participación de la voluntad en la reproducción, se distinguen: a) Una reproducción involuntaria que se efectúa sin intuición ni voluntad, i que se designa como ocurrencia; b) Una reproducción voluntaria, en la cual las representacio- nes son traídas intencionalmente a la memoria. Si esta actividad va acompañada de un esfuerzo, se llama, meditación. Cuando una representación ya no puede ser reproducida, está olvidada. 4. Las condiciones de una fácil reproducción son: a) La claridad i distinción de las representaciones recibidas; b) La reproducción frecuente de éstas; c) La asociación exacta i múltiple de las representaciones; d) La viva participación del ánimo o el vivo interés en la re- presentación; pero, sin embargo, sin una fuerte escitacion del ánimo en la reproducción misma; - 6 5 - e) Un estado tranquilo i sano del ánimo i evitar las impresio- nes perturbadoras de los sentidos. 5. La importancia de la reproducción para la vida del espí- ritu es mui grande, por cuanto ella ejerce una influencia pode- rosa en el conocimiento, el sentimiento i la voluntad. a) Ejerce influencia en el conocimiento, porque la reproduc- ción libra del olvido a las representaciones, las graba mas pro- fundamente, las enlaza por todos lados i las lleva a una claridad completa, haciéndolas una propiedad duradera del alma; en las reproducciones se fundan también las habilidades. b) Por medio de la reproducción se despiertan igualmente diversos sentimientos. Verdad es que, ante todo, se reproduce so- lo la representación de los sentimientos existentes, pero tenien- do lo representado una ganancia o pérdida duradera (espiritual o física) para nosotros, i, en consecuencia, una significación pre- sente, i continuando en su obra de algún modo, su recuerdo despierta sentimientos de alegría o de dolor. La reproducción obra en la voluntad, escitando al hom- bre, primero, a tomar determinaciones o por lo menos forta- leciéndolo en éstas; segundo, desterrando de su memoria las representaciones funestas; tercero, dirijiéndolo en sus costum- bres i hábitos. C. Aplicación a la educación La educación debe facilitar la reproducción de las buenas representaciones, por cuyo medio se destierran las malas. Para esto se debe promover todo lo que, según el punto A 4, facilita la reproducción. 1. En conformidad con lo allí espuesto, la educación tiene principalmente que cuidar de la claridad i distinción de las representaciones; lo que depende, en primer lugar, del cui- dado exacto de la intuición (véase § 8), en seguida, de la impresión sólida de las representaciones, de modo que el alma alcance sobre ellas un completo dominio (véase § 9). — 66 — Por esto el maestro debe hacer que sus alumnos reproduz- can muchas veces, verbal i por escrito, lo que han tratado i aprendido por la enseñanza intuitiva, de ciencias natura- les, jeografía etc., es decir, hacerlo nuevamente repetir, des- cribir o también dibujar; en una palabra, ejercitar todo su- ficientemente (El ejercicio hace al maestro). Para obtener el do- minio libre de las representaciones, sirve también la repro- ducción en lo posible Ubre i conexionada de parte de los alumnos. 2. Una actualización fácil de las representaciones exije ademas una repetición frecuente. Esta no debe postergarse has- ta fines delaño escolar, sino que se la ha de practicar después de cada lección i de cada período mas o menos grande. Con frecuencia deberá hacerse elaborar, mediante la intuición re- petida de los objetos, cuadros, mapas, etc., a fin de que la representación no palidezca i resulte, al fin, que los alumnos solo retienen las palabras en vez de conservar siempre un cuadro fresco en su espíritu. La repetición se hace, primero, en la misma sucesión en la cual se obtuvieron las representaciones, a fin de que éstas se aseguren en aquéllas; después, en otra sucesión para que los alumnos las aprendan i dispongan de ellas, no solo me- cánica, sino también libremente. Así, por ejemplo, ^tratándose de los lugares jeográficos, se han de aprender primero hacia abajo i después hacia arriba; en seguida seguir con su tamaño, su importancia, etc. En la historia de las guerras de Chile, pri- mero, según su orden cronolójico, después según su clase, su importancia, etc. Las plantas i animales pueden ser enume- rados, primero, según su clase i familia; después, según sus utilidades, perjuicios, patria, etc. De la misma manera se pue- den también ordenar i repetir las historias bíblicas i poesías, según sus diversos puntos de vista. Por medio de un cambio semejante, los alumnos obtienen en la repetición mas interés i aprenden a observar a las cosas dediversas maneras. Con frecuencia la repetición puede verificarse ademas indirectamente, cuando el maestro, en el tratamiento de un - 6 7 - objeto, trae i hace reproducir materias enseñadas anteriormen- te, para la esplicacion o comparación. Esta repetición ocasional indirecta es de gran importancia para comprender i retener las representaciones. Una grande importancia para la reproducción tiene asimismo la aplicación correcta de los auxiliares de reproducción, por los cuales el maestro ayuda al alumno. El maestro debe prestar auxilio siempre que la reproducción se detenga o embarace. Mas, no debe dar sencillamente al alumno la representación olvidada, sino escitarle a meditar, a acordarse por sí mismo, guiándole por el camino recto. Solo una ayuda semejante cultiva i forma al espíritu. Esta puede tener lugar, mediante uua pregunta o una indica- ción; algunas veces, haciendo uso de una palabra. Esta se funda en las leyes de la asociación. Cuando el alumno debe dar razón, v. gr., de los animales feroces o de rapiña, pero no puede acordarse del lobo; el maestro le puede decir, por ejem- plo "que ese animal se parece al perro", por lo cual el alumno se acordará sin duda del lobo (lei de la semejanza). Si un alumno, describiendo la costa de Chile en el norte, no puede acordarse de la rada de iquique, puede decírsele: "ahí mu- rió Arturo Prat" (lei de coexistencia). En una historia o des- • cripcion se puede llamar la atención del alumno a la anterior o preguntarle qué es lo que debiera seguir o hacerle comenzar de nuevo el capítulo respectivo (lei de la sucesión). 3. En la enseñanza se ha de procurar un enlace i asociación correcta i múltiple de las representaciones, a fin de que se verifique no de una manera desordenada, según simples cir- cunstancias secundarias (como de ciento a mil, de Chile al polo norte), sino en un orden conveniente, determinado por el espíritu mismo. Por esta razón, se debe seguir en cada ramo un curso exacto i un plan determinado en el tratamiento de cada objeto; de tal suerte que los capítulos, v. gr. de historia i jeografía, se sucedan de una manera correcta; que en la enseñanza intuitiva se reúna un grupo de objetos de la mis- — 68 — ma especie; en las ciencias naturales de una familia de anima- les, plantas, etc. De la misma manera, en los diversos ramos se han de rela- cionar las materias semejantes o de algún parentezco: v. gr., historias de personajes bíblicos con aquellos de la historia patria o los trozos del libro de lectura; materia de historia i jeografía (teatro de la historia); jeografía i ciencias naturales (climas i productos). 4. El maestro procurará despertar también el ánimo i el inte- rés del niño por la cosa misma; a fin de que éste siga la enseñanza con verdadera atención; tenga gusto por las cosas i hechos de que se habla; se entusiasme por las personas que toman parte en la acción, conservándolas por esto como un recuerdo agradable. Con tal motivo, el maestro evitará en lo posible toda enumeración simplemente esterior de los hechos i se concretará a lo mas indispensable; tratándose de los hom- bres, fechas, etc., procurará presentar al alma del niño los objetos i acontecimientos de la manera mas viva i plástica po- sible. 5. El maestro se esforzará por mantener lejos del niño las impresiones sensitivas perturbadoras, como el miedo, el temor i otras. 11.— LA MEMORIA A. Ejemplos i tratamiento 1. Definición de la memoria. — Como lo demuestran los ejem- plos citados en los párrafos 9 i 10, el alma tiene la facultad de retener las representaciones i sus designaciones, de modo que pueden ser traidas de nuevo al acuerdo en un estado invariable. Esta facultad la llamamos memoria. La retecion solo de las representaciones, sin sus nombres se llama memoria real o memoria de los hechos (memoria - e 9 - de personas, lugares, sonidos, tonos,etc), denominada por otros memoria o imajinacion reproductiva, porque en ella descansa el recuerdo o la reproducción de las representaciones. Cuando la memoria retiene también las designaciones (palabras, nombres, señales), se llama memoria de palabras, de nombres o seña- les (1). 2. Condiciones de la memoria. — Con respecto a la estension i fuerza (intensidad), la memoria es raui desigual en los hombres i hasta en un mismo individuo, según las distintas cualidades climatéricas. El uno aprende pronto i sin gran tra- bajo, el otro solo despacio i con grandes esfuerzos; uno tiene buena memoria para los nombres, pero mala para los nú- meros; otro para lo contrario; i un tercero retiene todo bien. Este último posee una memoria jeneral, los otros dos solo una parcial. Mientras los unos pueden reproducir con seguridad i exactitud las representaciones i nombres aun después de largo tiempo, los otros las olvidan pronto, siendo en la repetición inse- guros e inexactos. De una buena memoria se exije: a) Jeneralidad, b) facilidad (prontitud) de la impresión-, c) duración de lo retenido, d) fidelidad de la reproducción. En ciertos hombres encontramos unidas estas buenas cualida- des; pero algunas veces observamos una escelente memoria en este sentido, i una mala en aquél. Así sucede, por ejemplo, que uno puede aprender lijero, pero no retenerlo bien en seguida, mientras con otro pasa lo contrario. 3. La impresión (inculcación) de la memoria se verifica de diversas maneras. En muchos casos queremos retener algo, no literalmente, sino según su sentido, como por ejemplo, los acón, tecimientos de la historia, mucho de la jeografía i de las ciencias naturales i físicas, el contenido de trozos de lectura i cosas semejantes. Estose verifica por el camino de la in- tuición, representación i reproducción de estaúltima (véase § 8-10). (1) Algunos psicólogos usan la palabra memoria solo en el segundo sentido, lo cual no corresponde al uso jeneral de una lengua. — 70 — Sin embargo, con frecuencia deseamos grabarnos algo en una forma completamente determinada, esto es, en ciertas pa- labras o números o en una sucesión precisa, de modo que lo aprendamos de memoria, como ser canciones profanas i reli- jiosas, poesías de toda clase, sentencias i narraciones, trozos o pasajes literarios, nombres, fechas i números déla historia, jeo- grafía, ciencias naturales, etc., formas gramaticales, o matemá- ticas, melodías i piezas de música, etc. En tal caso, procuramos retener esto sólidamente en la memoria. Esta impresión inten- cional en una forma determinada, se llama memorización o apren- dizaje de memoria. Hai tres clases de impresiones de la memoria: mecánica, jui- ciosa o intelijente i artificial. a) La mecánica es de importancia para el aprendizaje de memoria de poesías i otras piezas literarias, de canciones reli- giosas i sentencias o proverbios, de series de nombres jeográfi- cos, históricos i de las ciencias naturales i físicas (como de las- alturas de los Andes, las provincias de Chile, los hijos de Jacob, los profetas, las clases de plantas o animales); para el aprendi- zaje del alfabeto, de la tabla de multiplicar, de la conjugación de verbos i formas gramaticales o matemáticas, etc. Ella consis te en que nos grabamos series de palabras, nombres i números bajo una relación estertor determinada o en una precisa suce- sión que, mediante la repetición hecha en el mismo orden, nos las apropiamos de modo que, según las leyes de asociación, de coexistencia i sucesión, pueden ser reproducidas también en la misma o igual sucesión. La impresión es efectúa mas fá- cil i seguramente, cuando lo que se haya de aprender ya se está ligado entre sí en alguna forma, razón por ¡la cual un discurso en verso se aprende con mas facilidad que otro en prosa: el metro i la rima mantienen ligadas las series o filas de palabras. El aprendizaje puede también facilitarse por medio de impresiones reforzadas de los sentidos, como por el apren- dizaje de memoria en alta voz, por el coro o cuando anotamos la pajina del libro o el lugar en que está algo, o tomamos nota o subrayamos palabras o números. La inculcación mecánica, como lo demuestran los casos enu- merados, es indispensable i de gran importancia para todo aprendizaje de memoria. Pero no basta por sí sola, pues si un niño aprende solo mecánicamente, no sabria desde luego apli- car bien lo aprendido, como sucedería con reglas gramaticales i formas matemáticas. Su saber, en consecuencia, no tendría valor ninguno para él; se sentiría inseguro, tan pronto como no supie- ra bien una palabra o cuando tuviera que esponer lo aprendido en otra sucesión diversa o partir del centro a los estreñios. El sabe, por ejemplo, las alturas de la cordillera de los Andes de norte a sur, pero nó en el sentido contrario i tampoco comenzando por el centro o avanzando hacia el norte o el sur. Puede decir bien cuanto es 5X9, pero no 9X&; queda suspenso en la declamación de una poesía, cuando por alguna causa ha per- dido «el hilo», i no puede continuar hasta tanto no repite lo anterior, i pasa de una estrofa, de una canción o sentencia a otra enteramente diversa, porque allá se hallan por casualidad las mismas palabras. También los oradores que se atienen mas a la sucesión esterna de las palabras que al curso de los pensa- mientos, quedan suspensos con facilidad. b) Con tal motivo, la impresión memoriativa inteligente debe unirse a la mecánica. Tiene su apoyo en la inteUjencia de aque- llo que ha de aprenderse, comprendiendo el sentido, la signifi- cación de cada palabra o frase, la relación de las partes i pen- samientos en particular i el curso de estos últimos. Este es, pues, un aprendizaje pensante, si se quiere, desde que nos dirije a la memoria i a cosas pensadas, mientras el simple aprendizaje mecánico es un trabajo que carece de pensamientos. La impresión intelijente, según esto, se funda en la inteUjen- cia i en el interés que se tiene por la cosa misma; en la ordena- ción de lo nuevo en el círculo existente de pensamientos, i en la claridad de las intuiciones i representaciones. Esta memori- zación es promovida, principalmente, por la división compen- diosa, la agrupación i el pulimiento de la materia del aprendi- zaje. Con la ayuda de una disposición clara se puede retener i reproducir con facilidad un discurso: por ejemplo, las cifras i nombres que se agrupan de un modo semejante se retienen mas fácilmente; lo mismo sucede también cuando, al estudiar el Antiguo Testamento, anotamos que después de los libros de Moisés siguen tres aislados (Josué, Jueces, Rut), en seguida tres dobles (Samuel, Reyes, Crónica) i, al fin, otros tres particulares (Esdras, Nehemias, Ester); o cuando distribuimos en grupos se- parados las provincias de Chile o las de la República Arj entina, o los estados de Norte América, colocamos juntas las fechas del nacimiento de dos grandes hombres (1). Es indudable también que para la impregnación de la me- moria, no basta tampoco la sola intelijencia, sino que ésta debe ser protejida por la memorización mecánica. Ambas especies de impregnación, bien entendidas, no se escluyen, sino que se completan. Según algunos autores, la mecánica es llamada también «aprendizaje esterno» (en sentido estricto); i la intelijente, «aprendizaje interno». «El aprendizaje esterior de memoria, hijo mió, dice un poeta, es un deber; mas no te olvides de aprender interiormente; lo aprendido de memoria te brota de los labios; lo aprendido interiormente parte vivo de la inteli- jencia». c) La impregnación artificial de la memoria, procura prote- jer a ésta por medios auxiliares que no están en la materia misma que se aprende, sino que le son traidos i ligados de una manera «artificial», grabándonos en la mente palabras i cifras que nos deben recordar aquellas de que se trata, v. gr. «B=Balmaceda. G=Guerra civil. P=Prat=Combate naval de Iquique», etc. Esta especie de impregnación es, por lo jeneral, un rodeo i (1) En algunos testos se consideran estas cosas de aprendizaje como de impresión artificial. Se ha de tener presente, empero, que no se aplican medios «artificiales» que son estraños a la misma materia de aprendizaje, sino solo los que se hallan en esta misma; ella no es, pues, grabada artifi- cialmente. — 73 — hace mecánico lo espiritual. Por esto es que se recomienda la mnemotécnica, solo cuando los medios artificiales de la memo- ria se presentan por sí mismos, sin buscarlos, pudiendo ser com- prendidos fácilmente por el alumno. De este modo se puede tener presente, por ejemplo, la sucesión de los puntos de un capítulo de Psicolojía, v. gr., el de la reproducción, haciendo uso de una palabra compuesta de las iniciales: «Deid»: D=de- finicion; E=especies dereprod.; I— importancia; D=desarrollo. 4. Desarrollo de la memoria. — Un niño pequeño retiene, al principio, solo las representaciones, sin sus nombres: conoce, v. gr., a la madre, los hermanos, la sirviente; esto es, tiene re- presentaciones de estas personas, antes que las conozca por el nombre; es decir, antes de entender las palabras o de unir éstas a las representaciones, i de atenerse a estas uniones. En con- secuencia, aquí halla su esplicacion aquella sentencia pedagó- gica que dice: «Primero la cosa i después su denominación». Indudablemente, en los grados posteriores del desarrollo la re- lación se cambia, de modo que el tiempo entre la formación de la representación i de su nombre se hace siempre menor, lle- gando a efectuarse, al fin, en uno i el mismo intervalo de tiempo. • Sin embargo, antes que el niño pueda hablar, se le graban también los nombres de las representaciones; pues se ve que si oye el nombre de su hermano «Pancho», lo mira. Tan pronto como aprende a hablar puede pasar también de la repre- sentación a su nombre, i de esta manera, antes de la edad escolar, se graban en la memoria las representaciones i nom- bres de una infinidad de cosas que se hallan dentro de su horizonte. Al llegar a la edad escolar, la memoria es particularmente apta para el aprendizaje. Al principio, mas para la impregnación mecánica; mas tarde con preferencia para la intelijente, alcan- zando gradualmente a su mayor fuerza de desarrollo al fin de la edad de la escuela. Pero por medio del cuidado i del ejercicio, puede ser conservada franca i firme, aun hasta la edad mas avanzada, aunque entonces el espíritu se ocupe mas en el ~ 74 — aprendizaje intelijente que en el de memoria. De aquí viene el adajio que dice: «Loque no aprendió Juanito, jamas lo apren- de Juan». Para conservar la fuerza de la memoria (fuerza memorativa), es mui útil también usar de una gran templanza, especialmente en las bebidas alcohólicas, i evitar los recargos intelectuales i la sobreescitacion de los nervios. 5. Importancia de la memoria. — La importancia que tiene la retención de las representaciones para la totalidad de la vida del espíritu, la vimos ya al hablar de la reproducción; de allí justamente se desprende la importancia de la memoria. La re- conocemos también por la significación de lo que nos grabamos con intención, como es el aprendizaje de memoria. Este tiene un gran valor, sobre todo para el saber. Cuando un alumno no puede retener hechos, nombres i números determinados, no alcanza, no llega a un saber cierto ni en la historia, ni en la jeografia, ni en las ciencias naturales, etc. I hasta para com- prender el cálculo o la aritmética con exactitud, se necesita de la memoria. El que, por ejemplo, no aprende la tabla pitagó- rica no puede multiplicar con perfección. Cuanto mayores el número de representaciones i designaciones o*nombres que posee el alma, tanto mas fácil le es también comprender i orde- nar las nuevas. Ademas, la memoria tiene gran importancia, no solo para el conocimiento, sino también para el ánimo i la voluntad. [Cuán- tos i cuan hermosos sentimientos puede despertar en el alma una bella canción que ensalza el amor maternal o la patria! Una canción entusiasma mucho mas cuando el hombre, junto al hermoso lenguaje, puede representarse exactamente cada una de sus partes especiales, que cuando la sabe solo en je- neral. Por medio del esfuerzo que exije la impregnación, se forta- lece también la voluntad. Una memoria segura i ejercitada, ■es asimismo de gran mérito paralas ocupaciones prácticas, para la casa, la economía, el negocio i los oficios. Por fin, una buena memoria impulsa igualmente la habilidad en el lenguaje. — 75 — Sin embargo, se procedería al revés, si la cultura de un hombre se buscase solo en un simple saber de memoria. ¡Cuántas cosas nos apropiamos en la intelijencia por la in- tuición, el oido i la lectura, por el pensar i la comprensión, por la repetición involuntaria i el ejercicio; es decir, sin gra- bárnoslas de memoria i con intención! Piénsese solo en el cono- cimiento de nuestra propia patria i de todos los objetos que te- nemos en ella, en la casa i en la naturaleza, como también en el conocimiento de nuestra lengua materna; i veremos que lo aprendido de memoria forma solo una parte reducida, com- parada con el saber que hemos ganado desde la juventud, mediante la intuición, el oido, la lectura i el constante ejer- cicio. Lo que aprendemos i nos grabamos con reflexión no nos lo apropiamos por medio del aprendizaje de memoria, sino de una manera Ubre por la intuición, la representación i el pensar. Para mucho de lo que aprendemos, ya sea de la historia bíblica, nacio- nal o universal, ya de la jeografía o ciencias naturales, etc., para mucho de esto, la reproducción libre, conforme al sentido de la ma- teria, es de mucha mayor importancia que el aprendizaje i repeti- ción al pié de la letra; porque, en el primer caso, el hombre piensa mucho mas. En el conocimiento, lo que sabemos de memoria i podemos repetir con palabras i números determinados, jamas tiene el mayor valor. Si alguien, por ejemplo, ha estudiado a fondo la historia i ganado un juicio sólido sobre las relaciones i acontecimientos de la vida pública, i un conocimiento exac- to sobre el presente i sus deberes i entusiasmo por todo lo bueno; pero que después de algunos años se le olvidan muchos detalles o particularidades de la historia, ése, a pesar de todo, no cuenta con una cultura histórica mas elevada que la de aquel que sabe bien una gran cantidad de hechos, nombres i números, aunque por lo demás nada hubiere aprendido. Igual cosa sucede con los conocimientos de la literatura, jeografía, ciencias naturales etc. El saber de memoria las materias relijiosas tiene asimis- mo un verdadero valor para la cultura relijiosa, solo cuan- - 7 6 - do el hombre ha comprendido esas materias, pensando i sin- tiendo. Las materias memorativas son, sin duda, un material suma- mente importante e indispensable para el pensar; pero deben ser elaboradas por las tres facultades del alma, pensar, sentir i querer, i de aquí es que ellas pueden formar solo una parte de nuestra cultura. B. Resumen 1. Definición. — La memoria es la facultad de retener represen- taciones i sus relaciones de tal manera que pueden volver al estado de acuerdo, sin alteración o cambio. Cuando esta retención se refiere solo a representaciones, se llama memoria real o de los hechos (memoria del lugar, la perso- na, el sonido, etc.) o también memoria o imajinacion reproductiva; pero cuando el alma mantiene firmes i unidas la reproducción i denominación, de un modo tal que pueda pasar, siempre que quiera, de la una a la otra, entonces se tiene la memoria de pa-. labras, nombres o señales. 2. Condiciones de una buena memoria. — De una buena me- moria se exije: a) generalidad, b) facilidad de la impresión, c) duración de lo retenido, i d) fidelidad en la repetición. 3. Impregnación de la memoria. — La inculcación intencional de las representaciones i sus denominaciones (palabras, nom- bres, números) en una forma o sucesión determinada, se llama aprender de memoria o memorizar. Distinguimos tres especies de memorización: a) la mecánica, que consiste en la retención del enlace esterior, según las leyes de asociación, de coexistencia i de sucesión; b) la juiciosa e in- telijente, que consiste en la comprensión del sentido, i c) la artifi- cial, que se apoya en la ayuda de un medio estraño a la cosa misma. Esta última tiene solo una reducida importancia, mientras el aprendizaje correcto i justo exije un enlace exacto de las dos primeras especies. — 77 — 4. Et desarrollo de la memoria se realiza desde la apropiación de las representaciones al enlace de éstas con sus nombres, hasta la retención de esta unión. La memoria alcanza progre- sivamente a su mayor intensidad a la conclusión de la edad es- colar (los 14 años de edad); pero puede ser conservada fresca i fuerte hasta una edad avanzada, por medio de la templanza i evitando esfuerzos intelectuales escesivos. 5. Importancia. — La memoria es mui importante para nues- tra vida espiritual; pues nos conduce a un saber seguro, im- pulsando el sentimiento i la voluntad; fortifica también la vo- luntad por el esfuerzo exijido en el aprendizaje; nos auxilia en las ocupaciones prácticas i promueve la habilidad del len- guaje. Sin embargo, por sí sola no puede conducir al hombre a una verdadera cultura; pero el alma recibe de ella el material que elabora o trabaja, pensando, sintiendo i queriendo, con lo que presta su utilidad en la vida del espíritu. C. Aplicación a la educación Los antiguos decían: «Solo sabemos lo que retenemos en la memoria». En la «escuela antigua» se cuidó casi esclu- sivamente de la memoria mecánica. Rousseau i otros comba- tieron este defecto, lo que trajo un cierto descuido de la me- moria. La pedagojía actual da gran importancia al cuidado esmerado de la memoria, pero desecha su ejercicio parcial o defectuoso a espensas de las demás fuerzas i actividades del alma, exijiendo por esto que la clara intuición i representación, el justo pensar i comprender, el sentimiento i la fantasía, no se menoscaben, sino, al contrario, se les promueva. Por lo que toca al cuidado de la memoria, se han de tomar en considera- ción los siguientes principios: 1. Con relación al tiempo. — En la juventud se ha de ejercitar la memoria; pues en esta época se efectúa con mayor facilidad el aprendizaje. Sin embargo, no se la debe esforzar demasiado psicolojía 10 -^ - antes de la formación cuantitativa del cerebro (Véase párrafo 3). Desde esta fecha hasta su desarrollo mas elevado, se han de aumentar solo poco a poco las exijencias impuestas a ella. 2. Con relación a la medida ó cantidad.— De una vez conviene aprender solo poco de memoria, para que todo pueda ser grabado bien i retenido por largo tiempo. De las histo- rias sagrada, universal i nacional, de la jeografía i ciencia na- tural i física, se aprenderán solo aquellos hechos, nombres i fechas indispensables para servir de auxiliares al contenido; de la relijion solo un número reducido de principios o pre- ceptos relijiosos i de canciones sagradas; de la literatura solo una selección escojida de poesías i de trozos de lectura, etc. Lo que se aprende debe tener un valor permanente, dura- dero para el hombre. Lejos todo negocio, todo tráfico infructuo- so de la memoria, que no haria mas que robar el tiempo i la fuerza, sobrecargar i perjudicar a la memoria misma; la que no podría retenerlo todo, haciéndose así insegura. 3. Con respecto a la materia memorativa. — Lo que se ha de grabar verbalmente, debe ser algo ejemplar, modelo, no solo en cuanto al contenido, sino también a la forma. 4. Con relación a la especie de impresión. — Todo lo que se ha de aprender de memoria debe grabarse de una manera segu- ra i sólida. En primer lugar, porque entonces lo aprendido tiene un valor más grande; i en segundo, porque un aprendi- zaje defectuoso perjudica a la misma memoria. De aquí que se debe aprender no solo mecánica, sino al mismo tiempo in- telectualmente. El maestro no debe enseñar de memoria a los niños nada délo que no han entendido. Lo que debe ser aprendido de memoria se les debe antes esplicar, haciéndolo en lo posible intuitivo i despertando por ello el sentimiento i el vivo interés de los alumnos; pues lo que causa fastidio i hace indiferente entra difícilmente a la cabeza i se olvida con facilidad, mientras lo interesante arroba pronto i por largo tiempo. Importante es que el aprendizaje mismo de memoria sea practicado de una manera correcta, i de aquí que, por lo menos, una parte de este trabajo se efectuará en la misma escuela. — 79 — 5. Por medio de la repetición frecuente i conveniente, se ha de asegurar lo aprendido, previniéndolo del olvido («La repe- tición es la madre de los estudios»). — En ésta debe tenerse presente todo lo que se ha dicho sobre la repetición, al tratar de la reproducción (Véase § 10, C. 2). Lo que se ha aprendido de memoria verbalmente, debe repe- tirse según su sentido, con buena acentuación i disposición correcta. § 12.— LA FANTASÍA A. Ejemplos i discusión 1. Procedencia i definición de las imájenes de la fantasía. — Al hablar de «La muñeca de Rosita» (El Lector Americano, libro I) nos formamos en la mente un cuadro sobre Rosita i el taller de zapatería del maestro Morales, a pesar de que no hemos visto nada de ello, en la realidad «Moros traspasó con su puñal la vestidura del tirano Dionisio; a él lo maltrató una cuadrilla de alguaciles», nos cueuta un autor. Al leer esto nos representa- mos al tirano, á Moros con el puñal i a los alguaciles. De la mis- ma manera nos formamos representaciones de las personas i acciones que nos presentan los poemas épicos o dramáticos, la historia, los cuentos i fábulas. Con la ayuda de la misma fa- cultad, nos representamos la «ilusión poética» de un drama o de una pieza de teatros; es decir, podemos pensar como real la acción representada. Cuando el maestro cuenta a sus alumnos una historia sagra- da, la de David i Goliat, por ejemplo, ellos se representan las personas i cosas, i los hechos que allí se verifican: al rei Saúl i al pastor David, al jigante Goliat i su pica, la pedra- da, etc. Una cosa igual sucede en las narraciones de la his- toria nacional, v. gr., del combate de Iquique, la batalla de Maipo, etc., en las cuales los niños se hacen un cuadro vivo de la tripulación, del ejército, etc. — 8o — De la misma manera, el alumno se forma un cuadro en su espíritu cuando el maestro describe en la jeografía algo que los niños no han visto, v. gr., un paisaje lejano, un desierto, el océano, una gran ciudad. El gran poeta alemán Schiller pudo formarse, según las fuentes históricas i las pinturas de Goethe, un cuadro tan claro de la antigua Helvecia, como si la hubiera visto él mismo. Por estos ejemplos vemos que el alma puede crearse repre- sentaciones de las cuales no ha tenido una intuición. Esta fa- cultad se llama fantasía. En los casos precitados la fantasía ha formado sus repre- sentaciones, según lo que hemos oido o leido de otros, es decir, según comunicación ajena, (narraciones, pinturas, descripciones), i por esto se la puede llamar fantasía imitativa. Empero, el alma crea también cuadros que forma no por comunicaciones de otros, sino enteramente libre. En el niño, esta actividad se observa sobre todo en el juego. Las niñas se imajinan, por ejemplo, que sus juguetes son mercaderías, que una de ellas es la vendedora i las demás compradoras, i con estos papeles concuerdan también sus conversaciones i accio- nes. O bien se representan, que sus muñecas son verdaderos niños que comen i beben, rien i lloran, duermen i dispiertan, enferman i mueren. Los niños se representan que sus sol- dados de cartón hablan i ha?en ejercicios con ellos, los dejan caer como heridos i levantar de nuevo. Los niños hacen de un zapato una cama o un carro; con palitos fabrican casas, aldeas, ciudades i jardines. En consecuencia, trasforman, dan vida i personifican las cosas en su fantasía, i crean nuevas re- presentaciones. También nosotros, desde la juventud, nos representamos cuadros de nuestro futuro porvenir; de lo que seremos i ten- dremos; nos representamos los hechos i placeres futuros. Estos cuadros son, con frecuencia, sueños o castillos en el aire; mu- chas veces también de goces i deleites sensitivos; pero, por lo común, ideales; es decir, cuadros de cosas que nos re- presentamos en su mayor perfección posible: nos figuramos — Si — hombres adornados con todas las virtudes o distinguidos en este o aquel sentido, v. gr., eminentes patriotas, profesores, músicos etc. A las representaciones creadas por la fantasía, pertenecen también todas las poesías, desde que el poeta se traza antes, en su espíritu, un cuadro de las personas i acciones que espone. De la misma manera pasa con el pintor i el escultor; en jene- ral, con cada artista. Cuando la fantasía no saca sus cuadros de las comunicacio- nes de otros, sino que los crea libremente, se llama fantasía reproductiva, o fantasía, en sentido estricto. 2. Materia i forma de las imájems de la fantasía. — La fan- tasía no crea la materia de sus cuadros, sino que la toma de las representaciones que hemos formado por medio de la intuición. Al tirano de que hablamos al principio, nos lo representamos según el cuadro de hombres oscuros; los Himalayas según los Andes; Londres según ciudades conoci- das, aunque mucho mas poblada. La fantasía tampoco es creadora en el sentido de que puede sacar sus cuadros de la nada. Los niños hacen el papel de comerciantes i compradores porque han visto u oido algo de. ellos; de madres e hijos, porque lo ven diariamente. Los niños que con frecuencia ven militares i batallones, juegan con gusto con soldados de plomo i cartón, i, al contrario, los que cuidan ganados, con manadas imaginarias de animales. Según esto, todos toman de su horizonte de intuición la materia de las imájenes de su fantasía. Nos pintamos goces futuros en conformidad a aquello que ya conocemos por esperiencia ó por comunicaciones de los demás; solo le damos otra forma i el color mas hermoso posi- ble. Nos formamos los ideales según los cuadros acabados que conocemos por la esperiencia o por la comunicación ajena. Así, por ejemplo, el ideal de un hombre, talvez según el cua- dro de nuestro padre o maestro o amigo mui estimado; el de una mujer según la imájen de nuestra propia madre, de- — 82 — jando a un lado las imperfecciones i atribuyéndole rasgos per- fectos i virtudes de otras personas. Los artistas sacan también la materia de su fantasía de las intuiciones i representaciones propias. Muchas poesías épicas i dramáticas tienen por base acontecimientos verdaderos o na- rraciones existentes que el poeta solo trasforma, esplana ¿ adorna. Ahí tenemos, v. gr., la conocida poesía de Maria Stuar- do. Hasta en lo mismo que el poeta ha inventado libremente en las personas de la representación, en sus acciones i discur- sos, encontramos rasgos característicos de aquellos hombres que el poeta ha conocido personalmente o por el estudio; él solo enlaza estos rasgos de una manera enteramente libre, crean- do así nuevos cuadros. En consecuencia, con relación a la materia de sus imájenes, la fantasía se halla ligada al círculo de representación existen- te, es decir, a las representaciones que poseemos, tomando de ellas los elementos o componentes (representaciones parciales) de sus cuadros. Por esta razón es que la fantasía toma el color particular del círculo de intuición de los hombres, como ya lo hicimos notar en el juego de los niños. Los pueblos pastores o nómades en sus canciones, cuentos i mitos se ocupan prefe- rentemente de la vida de pastores i de los rasgos i escenas par- ticulares de ella i, al contrario, las razas de cazadores i guerreros con los cuadros o pasajes de la montería i de la guerra. Sin embargo, la fantasía es libre con respecto a la forma, es decir, al enlace i configuración de las representaciones. En efecto, la fantasía descompone las representaciones en sus ele- mentos, que vuelve a enlazar de otra manera, con lo cual cambia o trasforma las primitivas. Empero, cuando la fanta- sía quiere producir representaciones importantes i obras de arte, se debe guiar por la naturaleza de las cosas; de lo contra- rio, se efectúa sin regla, convirtiéndose en caprichos estra vagan- tes, caricaturas, etc. Al poeta no le es permitido hacer hablar i obrar a un niño como a un hombre formado, a un campesino como a un sabio; al pintor i escultor representar hombres con órganos que no correspondan en nada a los humanos. - 83 - a) Diversidad de la fantasía según la estension i la fuerza de la fantasía. — En los juegos, algunos niños se distinguen por su viva fantasía. Asimismo, en la enseñanza, se notan en este sentido grandes diferencias. Mientras los unos, con solo oir o leer una narración pueden formarse un cuadro claro de las accio- nes i personas que allí se representan, los otros no pueden seguir en nada. En las composiciones los unos citan i aplican muchos cuadros, los otros ninguno. Algunas personas se ocupan viva- mente de planes i cuadros futuros, otras viven casi esclusivamen- te en el presente. Un poeta tiene la cabeza llena de fantasías; un «práctico» moderado, se mantiene en lo «real». Hai tiempos prosaicos, en los cuales hasta la poesía se de- bilita, que carecen de una viva fantasía, i hai otros que son entusiastas i fantásticos. Del mismo modo los pueblos manifiestan una distinta fantasía. La fantasía es rica o pobre, según crea muchas i diversas representaciones o solo pocas, es decir, según su estension sea mayor o menor; pero es viva o fría según sus imájenes sean mas o menos agudas, mas o menos claras i distintas, esto es, según como sea su grado de fuerza. La causa de esta diversidad está, parte en las dotes o disposi- ciones naturales, parte en la mejor o peor perfección de éstas por la educación i por las influencias de la vida. b) Diversidad según la especie particular de las imájenes de la fantasía. — Cada hombre se ocupa con preferencia de una especie (o especies) particular de cuadros de fantasía. Esto se observa principalmente en los artistas; pues el poeta, el compo- sitor, el escultor, el pintor, cada cual se ocupa de una especie particular de representaciones, i dentro del mismo arte cada uno, a su vez, se manifiesta inclinado en una dirección especial; este pintor, por ejemplo, a los paisajes, aquél a los retratos, el tercero a los animales, etc. Averiguando los medios por los cuales la fantasía se ve im- pulsada para crear justamente estos o aquellos cuadros, en- contraremos que es el esterior, lo que vemos, oimos o leemos; lo que nos conduce a toda clase de asociaciones, uniones o combinaciones. Pero Ja causa mas esencial porque la fantasía se halla escita- da por lo esterior de una manera determinada o también sin una causa esterior, i se ocupa cabalmente con ésta o aquellas representaciones, está en el interés del alma por las represen- taciones, como ya se ha demostrado, al hablar de la repro- ducción de las representaciones (Véase el § 9). Lo que nos escita vivamente, lo que corresponde a nuestros pensamientos, senti- mientos i esfuerzos, es decir, a la disposición de nuestra alma, sirve a la fantasía para formar sus representaciones. Cuan- do estamos tristes, no oimos con gusto historias alegres o diver- tidas; i cuando tenemos un ánimo alegre, no nos hacemos vi- siones sombrías. El poeta lleno de entusiasmo compone can- ciones patrióticas; en estado de aflicción, canciones consolado- ras. Cuando se encuentra lejos de la patria, la nosfcaljia se apodera de él i canta a la patria lejana, i cuando la maravilla de la primavera despierta en su alma sentimientos de nuevo placer i alegría, canta a la primavera. Los sentimientos que mueven su alma, impulsan también su fantasía hacia una actividad correspondiente. Esta diversidad se funda también en las diversas disposicio- nes o dotes naturales, en la distinta perfección de éstas i en las diferentes influencias espirituales i esteriores a que están some- tidos los hombres. c) Diversidad según los grados del desarrollo. — Al principio de la vida infantil, la fantasía se manifiesta estraordinariamen- te viva i sobrepasa con frecuencia, no solo los límites de lo real, sino también de lo posible, dando oríjen a toda clase de cuadros fabulosos i fantásticos (Véase § 1). Sin embargo, mas tarde el niño ya no quiere aceptar como verdadero los cuentos o narraciones inverosímiles, aunque bajo la forma de poesía siempre los estime i aunque su fan- tasía se dirija mas a lo real i posible, tal como se lo presen- tan los cuentos i las narraciones de la niñez i de la familia, como también la historia sagrada i profana, la poesía i demás obras de arte, llegando así mas i mas a formar ideales propios o inde- pendientes. - 8 3 ~ Cierto es que en cada grado de la edad predomina una di- rección de la fantasía, sin embargo no se pueden distinguir gra- dos limitados en su desarrollo. 4. Influencias de la fantasía en la vida del espíritu,, a) La fantasía es importante para el conocimiento. — Obtene- mos una gran parte de nuestras representaciones por medio de la fantasía. Sin ésta, nuestra vida representativa alcanzaría solo al punto a que llegan nuestras percepciones sensitivas, es decir, quedaría limitada a nuestro círculo intuitivo. Pero por la fan- tasía podemos comprender también las cosas mas distantes (v gr., en la jeografía) i los acontecimientos mas lejanos (his- toria) i todo lo grande que los hombres han creado (poesías i otras obras artísticas). En consecuencia, solo per medio de la fantasía se hace posible una enseñanza fructífera de la jeografía, historia, relijion i poesía. Sin fantasía no podemos compren- der bien poesía alguno. Aparte de esto, la fuerza de la fantasía enriquece nuestras representaciones, conduce a la conprension o intelijencia de muchas verdades que solo nos podemos espli- car por representaciones concretas, es decir, por ejemplos, comparaciones, parábolas, cuadros, como se puede notar clara- mente en las predicaciones de Jesucristo. ¡Cuan rica es la abundancia de hermosos pensamientos, de verdades i ense- ñanzas profundas que nos ofrecen las obras poéticas! b) La fantasía ejerce también una poderosa influencia en la vida del sentimiento. — Desde la niñez la fantasía forma una fuente de felicidad. ¡Cuan dichosos se sienten los niños con sus juegos! ¡Cómo brillan sus ojos durante las narraciones i cuentos! «Los niños no se cansan de volver a oir los mismos cuentos i narraciones, pues no solo son oyentes, sino que siempre viven de nuevo, con toda el alma, los momentos del pla- cer i de la desgracia, del ánimo i del inesperado auxilio. De aquí que no quieran ser interrumpidos en esta vida fantástica por impresiones mutables, aunque ellas tuvieran el mismo sen- tido para nosotros.» (Ciencia de la Educación, por Leutz). En la enseñanza escolar el niño manifiesta mucho gusto cuando la puede seguir con la fantasía. Ama los cuadros i PSICOLOJÍ a 1 1 — 86 — paisajes que se le presentan con vivos colores, medio por el cual se fortifican muchas buenas cualidades, como el amor a la patria; simpatiza con las- figuras de la historia nacional, de la poesía épica i dramática, sigue sus hechos i destinos con la mas viva participación. I así como lo justo desarrolla entu- siasmo, lo malo despierta indignación i odio. El cuadro de los tormentos de Jesucristo despierta nuestro amor i gratitud; pero, horror por el pecado. Cosa semejante pasa en la lectura; pues el lector se conmueve muchas veces hasta el encanto o enajenamiento; pero también hasta el llanto. La fantasía es igualmente una fuente de placer o dolor para los adultos. En Guillermo Tell se nos dice que Amoldo de Melchthal llegó casi hasta la desesperación por la ceguera de su padre, desgracia que la fantasía le pinta con los colores mas vivos; pero la idea de obtener la libertad, de la cual oiría por lo menos su ciego padre, le hace recobrar el ánimo. Los cuadros de futuras felicidades i de goces esperados (fiestas, recreaciones, viajes), de mejores tiempos i condiciones (las pro- fecías del profeta Israel), llenan el alma de alegre esperanza; pero también los placeres i gustos del pasado, se clasifican por la fantasía i se convierten en fuente constante de feli- cidad. La vida interior o del sentimiento se ennoblece también por medio de creaciones, de cuadros puros de la fantasía, desper- tando en nosotros filantropía, confianza, gratitud, etc. La fanta- sía nos ayuda, por fin, a reemplazar por otros los sentimientos abrumadores i perniciosos i a darles otra dirección. Pero si la fantasía se ocupa preferentemente de las esperiencias tris- tes, llena el alma de amargo dolor. Los cuadros sombríos, abrumadores de lo futuro, despiertan temor i los de goce sen- sitivo envenenan los sentimientos. Según esto, la fantasía puede ejercer también una influencia perjudicial en la vida del sen- timiento. c) La fantasía es también de gran importancia para la volun- tad.- — La historíanos cuéntala manera cómo algunos hombres célebres han sido impulsados a hechos memorables por medio de - 8 7 - los retratóse figuras de grandes héroes. Alejandro el Grande, en su juventud, leyó la guerra de Troya con predilección i su héroe favorito era Aquiles. La estatua de Alejandro el Grande despertó en César el ardiente deseo de distinguirse también por medio de memorables acciones. De la misma manera la historia universal, i particularmente la nacional, despierta también en la enseñanza el entusiasmo i el vivo deseo de imitar a sus antepasados por el amor a la patria. Se convierten en magnífico modelo para la juventud, i de igual modo la fantasía nos presenta también como ideales los retratos de la historia santa i de las obras poéticas. Guillermo Tell, Arturo Prat, etc. son modelos e ideales de heroico amor a la libertad i la patria; Pestalozzi el ideal de un educador de filantropía abnegada; Jo- natas el ideal de un amigo; Jesucristo, el ideal del mas elevado amor a Dios i a los hombres, de la mas pura relijiosidad i mo- ralidad. Sin embargo, no solo los ideales que la fantasía imitativa saca de la historia, del arte i de la relijion, sino también aquellos que nos creamos por nosotros mismos, son un impulso vigoroso de la voluntad. Al representarnos vivamente por la fantasía lo que, en el carácter de hombres, cristianos i ciudadanos, quere- mos ser i desempeñar en la familia, en una sociedad, en la co- muna o en la patria, somos impelidos con toda la fuerza a este hermoso fin. Con todo, la fantasía puede obrar también de una manera perniciosa en la voluntad, en cuanto ella, con sus cuadros im- puros i obscenos, escita al deleite sensual. Las visiones o fan- tasmas lóbregas perjudican la voluntad i arrojan al hombre al precipicio de la desesperación. Los sueños sobrescitantes i los castillos en el aire, lo hacen inútil para la vida; pues no encuen- tra la existencia tal como la habia soñado, no pudiendo por esto acomodarse a sus exij encías. B. Resumen 1. Oríjen i definición de las imájenes de la fatasía. — La/aw — 88 — tasía es la facultad Je formar representaciones que no provie- nen de la intuición. El hombre forma sus imájenes fantásticas según las comuni- caciones de otros (narraciones, pinturas, descripciones, represen- taciones poéticas), o libremente. En el primer caso se manifiesta la fantasía imitadora; en el último la creadora o la fantasía en sentido estricto. 2. Materia i forma de la fantasía. — Con respecto a la mate- ria de sus imájenes, la fantasía se halla ligada al círculo repre- sentativo del hombre, pues ésta forma aquéllas de los elemen- tos de las representaciones que ya poseemos; empero, es libre en la forma, es decir, en el cambio i trasformacion de las repre- sentaciones i de la variada unión que da a sus elementos. 3. Diversidad de la fantasía. — a) Según su estension, es decir, según la cantidad i diversidad de sus imájenes, la fantasía es rica o pobre] según su intensidad o fuerza, o sea la determinación i fuerza de los cuadros, viva o fria. b) Según la especie de sus creaciones, la fantasía es asimismo distinta; lo que se observa sobre todo en las diversas artes (ar- te poética, musical i arquitectónica, pintura i escultura) i sus diferentes ramos. Muchas veces sucede que la fantasía es impulsada del esterior (por intuiciones del oido, la lectura) a manifestarse de una manera determinada; sin embargo, la cau- sa mas fundamental por la cual ella se ocupa con preferencia de estos o aquellos cuadros, está en el interés del alma por las representaciones respectivas, por lo cual se puede dirijir al sentimiento. Las diferencias indicadas en los puntos a i ¿>, provienen de las dotes o disposiciones naturales, de la distinta cultura o perfección de éstas i de las diferentes influencias, impulsos o impedimentos de la vida física i espiritual. c) En los diferentes grados de, desarrollo, predominan cier- tos aspectos de la actividad en la fantasía: en la niñez, la fan tasía tiene mas apego a lo maravilloso; después quiere una separación entre la verdad i la poesía, i, al fin, la configuración consabida de ideales. Estos grados no son, con todo, limitados, ni tampoco se escluyen entre sí. 4. La fantasía ejerce una gran influencia en la vida total del espíritu. a) En el conocimiento, facilitándonos la comprensión de la his- toria, de la jeografia i de las obras poéticas, proporcionándonos así una gran parte de nuestras representaciones i aclarándonos también las verdades difíciles de entender, por medio de ejem- plos, comparaciones i cuadros. b) En el sentimiento, en cuanto las imájenesde la fantasía lle- nan el ánimo de alegría i esperanza, pero también de dolor, te- mor i goces sensitivos. c) En la voluntad, impulsando al hombre a esforzarse cons- tantemente por alcanzar los mas elevados ideales. Sin embar- go, cuando la fantasía toma una dirección falsa, estropea la fuerza de voluntad i conduce al individuo por caminos perni- ciosos. C. Aplicación a la educación Según lo espuesto, las creaciones de la fantasía son de una influencia bastante poderosa; razón por la cual importa vijilar cuidadosamente su cultura, impulsándola en todo lo que fuere necesario; pero se la ha de precaver de sobre escitaciones i re- cargos i conservar en el justo medio, haciendo uso de una con veniente alimentación i manifestación. Los medios apropiados para la consecución de este fin son: 1. La fuerza (esterior i moral) en todo aquello que pudiera herir al ojo i oido del niño. — El niño no debe ver, oir ni leer nada de lo que no es puro i limpio. Un famoso escritor nos hace ver cuan pernicioso puede ser lo inmoral, lo impuro, para la fantasía de los niños, al comparar el corazón infantil con una tela fina i delicada, de la cual las manchas se pueden sacar con mucha mayor dificultad que de un paño ordinario; o con una yesca o un incentivo por medio del cual lo malo i pernicioso cunde con desembarazo sobre las masas. Considerando que las imáje- - 90 — nes de la fantasía provienen de las intuiciones i representacio- nes, han de proporcionarse al niño solo aquellas de las cuales se orijinen creaciones morales, puras i nobles. 2. El juego con objetos con otros niños — Un niño sano por naturaleza juega con gusto; el educador no necesita, pues, hacer mucho para escitarlo a ello; pero tiene que cuidar de pro- porcionarle principalmente juguetes apropiados. Estos no de- ben ser valiosos, sino sencillos i prestarse a una diversidad de alteraciones i cambios, porque las trasformaciones son justa- mente las que dan mayor placer a la fantasía. Juguetes seme- jantes son, por ejemplo, las cajas con palitos u objetos de construcciones, con los cuales el niño pueda ejecutar las mas variadas; las muñecas que pueda vestir i desnudar; las manadas que agrupa de mui distintas maneras, etc. Muchos de estos juguetes son hechos por los padres mismos. Conviene, i es necesario, no recargar a los niños con objetos, ni renovarles inmediatamente los quebrados, a fin de que tomen cariño a sus juguetes i se entretengan gustosos con ellos. Sin embargo, el niño quiere bien pronto jugar con otros ni- ños. Por esto el educador debe ofrecerle esta ocasión, aunque poniendo ojo atento en los compañeros de juego i en el juego mismo. En éste no debe dirijir mucho a los niños, pero sí ju- gar con ellos de vez en cuando, para animarlos o para im- pulsar a los tímidos, o para enseñarles nuevos juegos. 3. Las materias apropiadas a la enseñanza. — Estas deben co- rresponder a cada uno de los grados de desarrollo de los niños, para despertar un vivo -interés i encontrar los puntos verdade- ros de enlace, necesario para la buena comprensión. A esta clase de materias pertenecen: a) Las historias: fábulas, tradiciones i narraciones en senti- do estricto, pero no deten ser frias i comunes, como ciertas narraciones llamadas «morales», tampoco escitar i enardecer fuertemente la fantasía, como las historias de salteadores, salvajes i fantasmas o cuentos terribles. Al contrario, deben distinguirse por su contenido moral concerniente a la vida del — 9i — niño, i por una forma atrayente, de modo que manifiesten ac- ción i vida. b) Las historias sagradas, que ofrecen a la fantasía una rica abundancia de los cuadros o retratos mas hermosos, i esponen los pensamientos elevados en forma intuitiva, de manera que sirven de verdaderos modelos e ideales ilustrativos. c) Las pinturas o descripciones de la historia, de la jeografía i la vida de la naturaleza; pero en la forma de cuadros intuitivos individuales sin recargo de nombres i fechas, con el objeto de que la fantasía encuentre alimento conveniente i no sea sofo- cada por la abundancia de datos, propia solo para la me- moria mecánica. En todas las narraciones i descripciones es necesario que el maestro mismo viva, por decirlo así, en la cosa, i se despliegue en ella i la describa con calor i de una manera intuitiva, ofreciendo a la fantasía de los niños puntos de esta- bilidad i comparando lo desconocido (lejano) con lo conocido. En este mismo sentido, también los buenos cuadros prestan servicios escelentes. d) Las poesías que, en una hermosa forma, espresan pensa- mientos nobles, por la intuición de personas i hechos, influyen- do poderosamente no solo en la fantasía, sino también en el ánimo i la voluntad. Igual cosa se puede decir respecto del canto. También otras artes, como la pintura i la escultura, pueden influir en el alma de una manera semejante. Pero con fre- cuencia es necesario, para esto, contar con un entendimiento formado; se ha de cuidar asimismo, con todo esmero, de que la fantasía de los niños no sea envenenada por cuadros sensua- les. (Véase núm. 1). e) La lectura. — Por lo que hace a su contenido, se puede decir lo mismo que se ha espuesto acerca de las historias en el punto a. La lectura debe ser elejida con cuidado, según la edad, i no solamente entretener, sino también instruir. La lectura superficial de libros, en especial de novelas curio- sas, ha de combatirse, presentando a los niños principalmente — 92 — lecturas sanas, permitiéndoles leer solo a determinado tiempo i ocupándolos en las demás horas en un trabajo corporal o espi- ritual. El educador hará repetir al niño lo leido, a fin de guiarlo en la asimilación de la lectura, preservándole de aquella me- ramente' pasiva i deleitosa que solo sobreescita la fantasía i los nervios, estropea la voluntad i mata el gusto por el trabajo. 13.— EL CONCEPTO A. Ejemplos i discusión 1. Oríjen i definición del concepto. — Si dibujamos un cua- drado, un rectángulo, un rombo i un romboide, i los compa- ramos entre sí, encontramos, primero: que en todos ellos hai algunos caracteres comunes, a saber: son cuadriláteros en los cuales se hallan paralelos los dos lados opuestos; segundo, que tienen también caracteres distintos correspondientes solo a una parte de ellos, esto es, que son rectangulares u oblicuangula- res, de lados iguales o desiguales. Abstrayéndose entonces los caracteres desiguales i resumiendo los comunes, tenemos la idea o concepto del paralelógramo. Se llaman esenciales los caracteres comunes, porque perte- necen necesariamente al ser de esta especie, mientras que a los desiguales se les denomina accesorios o casuales, porque per- tenecen solo a una parte, pudiéndose sin ellos representar o pensar también en los objetos de la especie o categoría. Desde temprano el niño principia a formar conceptos, pasando poco a poco de intuiciones a representaciones indivi- duales i jenerales (véase § 9), i de éstas a conceptos. Nos es- plicaremos con algunos ejemplos del círculo común de intuición de un niño. El niño de una familia pobre que posee solo una mesa, se forma primero la representación de lá que posee. Si ella es cuadrangular, con cuatro patas i de color negruzco, siem- pre que se trata de una mesa, el niño se representa una igual a la que ya conoce. Mas tarde, ve otras que son mas — 95 — grandes o pequeñas que la de su casa, otras con una sola pata, de cubierta redonda, de otro color, etc. A cada una de estas nuevas mesas que observa el niño, se liga la nueva representa- ción con la que ya tenia de la conocida. Lo común de las distintas mesas se enlaza en la representación del niño, mientras lo desigual nó; con lo cual llega a reconocer que el tamaño, la forma, el color, etc. de una mesa, pueden ser distintos, es decir, que no son cosas necesarias o esenciales. Por esta misma razón también es que no se consideran estas diferencias cuando se trata de una mesa representándosela solo de una manera jeneral. Por consiguiente, con cada nueva intuición se ha cam- biado i ensanchado la representación del niño. Sin embargo, mientras éste mantenga en su representación un carácter acce- sorio cualquiera, tiene solo una representación jeneral; pero cuando él abstrae por completo toda cualidad secundaria, ob- tiene el concepto mesa. De igual manera también se ensanchan i rectifican las demás representaciones, para llegar por fin a conceptos. Así sucede que las de casas aisladas se forman las representaciones casa, aldea, ciudad, palacio, choza, casa escolar, casa municipal, i de ésta la representación jeneral i el concepto casa; de las repre- sentociones aisladas de manzano, peral, nogal, guindo, ciruelo, etc. el concepto árbol frutal. Asimismo se forman también los conceptos de cosas abs- tractas. El niño oye aplicar por primera vez la palabra "malo", por ejemplo, a uno de sus hermanos, porque ha pegado a otro. De aquí que él aplique el concepto "malo," ante todo, a los que golpean a otro. Pero mas tarde oye llamar "malos" también a aquellos que toman algo ajeno o que les dirijen malas pa- labras; oye denominar malo al perro que muerde, al gato que rasguña, etc. De todos estos hechos se forma poco a poco el concepto "malo", i cuando no se le emplea con un fin o designación inmediata, piensa en jeneral, por la espresion "malo" en aquellos que causan algo desagradable a los demás. El hombre parte siempre de objetos i acciones individuales (in- tuiciones i representaciones) i llega a los conceptos, después psicolojía 12 — 94 — de enlazar lo común de un grupo de representaciones,, elimi- nando lo diferente i lo simplemente casual o accesorio. Con todo, muchos de los llamados "conceptos" no son puros i perfectos sino simples representaciones jenerales, primero, por- que en ellos no eliminamos rigurosamente lo accesorio, i segun- do, porque no tenemos conocimiento claro de los caracteres esen- ciales necesarios, en una planta, por ejemplo, solo la forma, color etc. en jeneral, i no las propiedades i partes características i ne- cesarias, como los estambres i la formación del polen i fruto. Igual observación puede hacerse con respecto al uso que se hace frecuentemente de la palabra "concepto" en la vida vul- gar, diciendo, por ejemplo, que no se tiene una idea (en el sentido de concepto), o que se tiene por lo menos una idea de una cosa, con lo que se quiere significar que uno tiene solo un conocimiento indeterminado de ella. Los niños, sobre todo, piensan mucho mas por representaciones que por conceptos rigurosos. Como lo demuestran los ejemplos citados, los conceptos son designados por medio de palabras, es decir, de palabras concep- tuales. Estas son los sustantivos, adjetivos i verbos; las palabras restantes son llamadas voces accesorias. Por el gran número de las palabras que pertenecen a la primera de las especies men- cionadas, se puede ver el mundo de los conceptos del hombre i cuánto trabajo se necesita para alcanzar ideas claras en todos sentidos. 2. Contenido i estension del concepto. — El contenido de un con- cepto es la suma de sus caracteres; su estension la totalidad de los objetos que le pertenecen. Así en el concepto paralelógramo, el contenido es: cuadrangular con dos pares de lados paralelos; la estension: cuadrado, rectángulo, rombo, romboide. El contenido i la estension del concepto se hallan en propor- ción inversa: cuanto mayor es su contenido, tanto menor es su estension i vice-versa. Si a los caracteres del paralelógramo se agregan las cualidades cuadrangular i de lados iguales, el conte- nido se hace mayor, pero la estension menor; puesto que en- — 95 — tónces se designa simplemente el cuadrado, escluyéndose así al rectángulo, rombo i romboide. Pero si se desea tener una estension mayor que paralelógramo, de modo que se comprendan también el trapecio i trapezoide, se debe hacer menor el contenido, es decir, abstraer la cualidad "lados paralelos de dos en dos". La idea mesa tiene una esten- sion mucho mayor cuando se la usa así sola que cuando se le agrega los calificativos de comedor, escritorio, o los de redonda o cuadrangular; luego, el aumento del contenido hace menor la ostensión. Si al concepto cuchillo se agrega el calificativo de mesa o los caracteres barato, caro, sencillo, se estrecha la es- tension. Por cada carácter mas que se agregue, se determina con mayor aproximación o se limita mas el concepto; i, al con- trario, cuanto mas cualidades se suprimen, mas indeterminado se hace él, abarcando por esto un número mayor de objetos. Por lo espuesto, un concepto es demasiado estrecho si se toman caracteres accesorios; demasiado estenso, si se eliminan caracte- res esenciales. Así, la idea "trabajo" por muchos es tomada con demasiada estreches: porque la comprenden solo en el sentido del esfuerzo corporal, es decir, toman en ella la cualidad acceso- ria corporal, i, al contrario, por algunos con demasiada esten- sion; porque consideran también como trabajo o comprenden en él todo j enero de ocupaciones inútiles, esto es, escluyen un carácter esencial, pues para que se llame trabajo es necesario que el esfuerzo sirva para la consecución de un fin útil. 3. Especies de concentos (según su estension). — Las figuras que encierra en sí la idea cuadrilátero se pueden distribuir en distintos grupos de cuadriláteros, a saber: paralelógramos, trapecios i trapezoides. Ideas tales, que encierran en sí dife- rentes grupos de objetos, son llamadas genéricas; aquellas que designan los grupos en especial, específicas. En el ejemplo pre- sente, cuadrilátero es la idea jenérica; paralelógramo, trapecio i trapezoide, son las ideas específicas. La específica abarca en sí las subdivisiones de una especie, v. gr., paralelógramo, las ideas cuadrado, rectángulo, rombo i romboide. La idea jenérica cuadrilátero tiene una estension mucho ma- - 9 6 - yor que la idea específica paralelógramo; pues ella no solo abar- ca en sí todas las especies de paralelógramos, como la última, sino también todos los trapecios i trapezoides. La idea jenérica es, pues, la mas amplia; la específica la mas estrecha, i de aquí que se llame a la primera dominante (idea superior) i a la última subordinada (idea inferior). Las ideas que se hallan subordinadas de una manera seme- jante a otro dominante o principal, son accesorias entre sí (ideas accesorias); así, lo son el paralelógramo, trapecio i trape- zoide; cuadrado, rectángulo, rombo i romboide. En las ideas animal, vertebrado, mamífero, carnívoro o animal de rapiña, gato, tigre, cada idea anterior es la dominante de la siguiente; pero la subordinada de la antecedente; la inmediatamente an- terior se llama su idea dominante próxima. Así mamífero, por ejemplo, es la idea dominante próxima de animal rapaz; pero pez es una idea accesoria de mamífero. Mientras la idea jenérica (idea superior) tiene una estension mayor, la específica (idea inferior) tiene un contenido mayor; es decir, mas caracteres, conforme a lo espuesto en el punto 2; pues que tiene todos los de la idea dominante i ademas aque- llos que la distinguen de sus ideas accesorias. La idea cua- drado, por ejemplo, posee todos los caracteres del paraleló- gramo i ademas los de cuadrangular i de lados iguales que lo distinguen de sus ideas accesorias: rectángulo, rombo i rom- boide (1). 4. División o determinación de la estension. — Teniéndose en vista que seria demasiado vasto e imposible enumerar todos los objetos pertenecientes a una clase o j enero (piénsese solo en el gran número de plantas de una clase), la estension es deter- minada de tal modo que se comprendan en ella las distintas especies (o clases) que pertenecen al j enero. De esta suerte se (1.) Las demás diferencias de las ideas que hace la lójica no las conside- ramos aquí, por no ser absolutamente necesarias para la pedagojía. Lo anterior, es necesario principalmente parala comprensión de los juicios i conclusiones. — 97 — orijina la división o descomposición del concepto en sus especies. Ademas, pueden indicarse también las subdivisiones, i si la di- visión, según las especies i subdivisiones, lia sido efectuada por completo, se tiene una clasificación. Por ejemplo: Cuadrilátero Paralelógramo, Trapecio, Trapezoide Rectangular Obtusangular, Cuadrado, Rectángulo Rombo, Romboide. En la división se ha de cuidar, primero, de que se verifi- que según un mismo principio de clasificación o los mismos ca- racteres, i de que todas las ideas indicadas, espuestas junta- mente, se esemyan mutuamente; i segundo, de que en ellas sean comprendidas todas las especies correspondientes. En con- secuencia, no se puede decir, por ejemplo: "Hai sombreros de fieltro, paja, hombre i señora \ porque las últimas dos especies pueden ser a su vez sombreros de paja o de fieltro, sino que se deben clasificar los sombreros según su materia, sus poseedo- res, su color o forma. Asimismo en la enumeración de las razas humanas, no seria bastante nombrar solo los cáucasos, mongoles i africanos. 5. Esplicacion del concepto o definición. Esta es la indicación del contenido de un concepto, es decir, la limitación de una idea con respecto a todas las demás. Por lo espuesto en el punto 3, los caracteres de un concepto son, parte aquellos que éste tiene comunes con su idea dominante próxima, parte aquellos que la distinguen de sus ideas accesorias. Con este motivo, en la esplicacion o definición de un concepto, debe- rá indicarse a qué idea dominante inmediata pertenece este con- cepto i lo que la distingue de sus ideas accesorias, v. gr.. el paralelógramo es un cuadrilátero (idea superior próxima), en el cual los dos lados colocados al frente corren paralelos (di- ferencia de sus ideas accesorias, trapecio i trapezoide. 9 8 B. Resumen 1. Orí jen i definición del concepto.— Obtenemos un con- cepto, primero, representándonos todas las especies de un j enero; seguudo, comparando éstas entre sí i distinguiendo sus caracteres en los que son del todo comunes i en las que se tiene solo una, parte de ellos; tercero, escluyendo los lílti- mos caracteres como secundarios o simplemente casuales, i cuar- to, resumiendo los comunes como esenciales o necesarios. El concepto es el resumen de los caracteres esenciales de un ob- jeto. La formación de un concepto comienza desde tem- prano, al reunir el niño lo común de las representaciones de un j enero en una jeneral i alcanzar después, poco a poco, a distinguir claramente lo esencial de lo accesorio. Los conceptos se designan por medio de palabras. 2. Contenido i estension del concepto. — -El contenido de un concepto es la suma de sus caracteres; la estension la de los objetos que le corresponden. El contenido i la estension del concepto se hallan en re- lación inversa, esto es, cuanto mayor es el contenido tanto menor es la estension i viceversa. De aquí que un con- cepto sea tomado estrechamente por la admisión de caracteres accesorios, pero ampliamente por la eliminación de los esen- ciales. 3. Especies. — Según la amplitud o estrechez de su estension, los conceptos son jenéricos (principales) o específicos (subor- dinados). Los primeros son dominantes respecto de los segundos; los específicos son, pues, subordinados a los jenéricos. Los que encierran una idea principal común, son accesorios entre sí i se llaman por esto accesorios. Mientras el jenerico tiene una estension ma(/or(N. 2), el espe- cífico, al contrario, posee un mayor contenido; pues este último tiene todos los caracteres del concepto jenerico i además aque- llos por medio de los cuales se distingue de sus conceptos ac- cesorios — 99 — 4. La estension de un concepto es determinada por la divi- sión. — Esta es la descomposición de un jénero en sus especies. A esto puede agregarse después la descomposición de las espe- cies en sus subdivisiones, i de este modo la división conver- tirse en una clasificación perfectamente acabada. La división debe efectuarse, primero, según el mismo fun- damento de clasificación, de modo que se escluyan 'entre sí 'las especies enumeradas juntamente, i, en segundo lugar, ser una esposicion o indicación completa de las especies que a ella per- tenecen. 5. La esplicacion de un concepto o la definición determina su contenido, con lo que se distingue de todos los demás. La defini- ción de un concepto consiste en la indicación de su superior próxima i de aquellos caracteres que lo distinguen de los acce- sorios. C. Aplicación a la educación 1. La enseñanza debe proporcionar al niño abundancia de conceptos claros i distintos, a fin de que siempre pueda encontrar i retener el ser de las cosas. Por esta razón se le han de aclarar todos los conceptos que le sean oscuros. 2. El concepto se ha de desarrollar intuitivamente; es decir, sobre la base de las intuiciones; puesto que, según A. 1), los con- ceptos se fundan en representaciones. De aquí que se han de presentar al niño los objetos, fenómenos i hechos respectivos; incitarlos por preguntas e indicaciones a buscar i comparar por sí solo los caracteres, a distinguir los comunes de los diferen- tes (esenciales de los accesorios), i a resumir los primeros. Esto se verifica en la enseñanza intuitiva i en las ciencias naturales, cuando, v. gr., describimos objetos individuales co- mo representantes de un jénero o clase, los comparamos con otros semejantes i buscamos lo común; o en la enseñanza de la relijion, cuando tratamos hechos aislados, comparamos los se- mejantes i derivamos de aquí propiedades, virtudes o faltas — 100 — es decir, conceptos semejantes, como por ejemplo, confianza en Dios, amor al prójimo, rectitud, humildad. Jamas se debe, pues, dar a los alumnos conceptos acabados o definiciones, sino que se les ha de impulsar siempre a buscar la idea, mediante su propia reflexión. También la división debe efectuarse por el camino intuitivo i con la cooperación de los alumnos, haciendo el maestro averiguar, combinar i ordenar las especies correspondientes por medio de indicaciones apro- piadas. 3. Lo desarrollado debe ser espuesto i resumido con len- guaje claro. Con todo, no es necesario, en manera alguna, es- tablecer siempre una definición metódica i mucho menos hacer aprenderla de memoria. Lo capital es que el alumno consiga comprensión exacta de la cosa i pueda dar razón clara de ella. Una definición tiene importancia solo cuando el alumno puede volver a formarla nuevamente. En el grado inferior de la escuela son demasiado difíciles las definiciones estrictamente metódicas, i de aquí que se han de reemplazar por una perífrasis o una comparación o des- cripción. ha. perífrasis consiste en la descomposición de la idea en sus especies; así, cuando se trata, por ejemplo, de Abraham i se dice: «era rico en ganados» no se pregunte «qué es ganado», sino há- ganse enumerar especies de ganados (vacunos, cabras, ovejas, etc). La comparación conduce a la aclaración de un concepto, to- mando las semejanzas o diferencias. Por ejemplo, los cedros son árboles que se parecen a los alerces. Pacífico es un hombre que obra como Abraham para con Lot. El penitente o arrepentido se asemeja al publicano de la parábola. La descripción consiste en poner en relieve tanto los caracte- res esenciales como los secundarios, para dar un cuadro claro de lo que se trata, como se hace con los objetos de la historia natural. En vez de preguntar: «¿Qué es una papilonácea?»El maestro preferirá decir: «Indicadme las cualidades mas impor- tantes de la papilonácea» O en lugar de preguntar: «¿Qué es un camello?» dice: «Describidme el camello» O al tratarse del 101 — «arado» ¿Para qué se le emplea? ¿Qué partes tiene? ¿Cómo son estas partes? § 14.— EL JUICIO A. Ejemplos i discusión 1. Orí jen i definición del juicio. — En cada una de las frases que siguen se espresa un juicio: Las cabras son rumiantes; las lie- bres, roedoras; los osos, rapaces; el manzano es un árbol frutal; el topo es útil; el pavo real es hermoso; el caballo es noble; la paz ali- menta; ¡a discordia consume; el ruiseñor canta melodiosamente; el hombre piensa; Dios rije. En cada uno de estos juicios están contenidas dos ideas (liebres i roedores, pavo real i hermoso, paz i alimento) que se refieren una a otra. El niño principia a formar juicios tan pronto como puede comprender algo claramente. Cuando en sus ensayos o con versaciones, todavía poco diestras, dice: «mamá querida», «le- che buena», espresa con ellos un juicio. Los juicios se efectúan primeramente tomando por base las intuiciones i representa- ciones. Los juicios que se fundan solo en la representación son, con frecuencia, falsos. Si el niño ha visto solo ovejas blan- cas, cree que todas las ovejas son blancas. Solo cuando el hom- bre forma ideas verdaderas i funda sus juicios, puede juzgar de una manera segura i cierta. 2. Los miembros i la espresion idiomatica del juicio. — El jui- cio comprende una idea estrecha i otra amplia. En los ejemplos anteriores la idea cabra es mas estrecha que la de rumiante, manzano mas estrecha que árbol frutal, topo mas estrecha que útil, etc.; pues, fuera de las cabras hai muchos otros rumiantes mas, fuera del manzano otros árboles frutales i ademas del topo otros animales mucho mas útiles. Cada uno de los juicios mencionados forma una sentencia o frase, tan luego como los espresamos por palabras. El sujeto es la idea mas estrecha, el predicado la mas estensa; la relación entre ambos es espresada por la inflexión del verbo. PSICOLOJÍA 13 102 — 'ó. Especies de juicios. — a) Según que el predicado se refiera solo a una parte o a toda la estension de la idea designada por el sujeto, los juicios son particulares o jenerales. Juicios particula- res son, v. gr.: Algunos hombres son crueles; muchos son capaces de sacrificarse; unos son estraordinariamente sabios. Jenerales son: Todos los gatos son carnívoros; los mamíferos tienen sangre roja i caliente; todo lo orgánico es pasajero. 4. — Según la referencia del predicado al sujeto sea absoluta, condicional o indeterminada, los juicios son asolutos, condicio- nales o indeterminados. Juicios absolutos: Dios es el amor . El es justo. El orgidlo no hace bien a nadie. Demasiado es perjudicial. Los malos ejemplos corrompen las buenas costumbres. El ejercicio hace al maestro. La ociosidad es el fundamento de todos los vicios. Juicios condicionales: Bienhechor es el poder del fuego, cuando el hombre lo domina i v'jila. Si la medida está repleta, se desbor- da. Si eres piadoso, agradas a Dios. Indeterminados: Los parale- lógramos son o cuadrados, o rectángulos, o rombos, o romboides. Los ángulos son o rectos, u obtusos o agudos. Los cuerpos son só- lidos, fluidos o aeriformes. Los griegos, o los romanos o los judíos, eran el pueblo mas importante de la antigüedad. La esclusion (indeterminación) puede estar en el predicado o en el sujeto. Para que el juicio sea exacto es menester que los miembros estén completamente enunciados i se escluyan entre sí, como se exije también para la exactitud de la clasifi- cación de las ideas (véase § 13) (1). B. Resumen 1. Oríjen i definición del juicio. — Se tiene un juicio siem- pre que al enunciar dos ideas o representaciones las relacio- namos entre sí. Según esto, juicio es la relación mutua de dos ideas o representaciones. Tan luego como el niño recibe intuiciones i representacio- (1) La advertencia hecha con respecto a la división de las ideas (§ 13) vale también para los juicios i su división. nes, principia también a juzgar. Pero si el hombre funda sus juicios solo en representaciones, éstos son inseguros. Son com- pletamente ciertos solo aquellos juicios que se fundan en ideas verdaderas o exactas. 2. LOS MIEMBROS I LA ESPRESION IDIOMATICA >; la reflexión procura rechazar en lo posible los sen- timientos, i cuando mas conseguimos esto, tanto mas tran. quilos i claros podemos pensar. Pero la razón que se dirije a lo mas elevado entusiasma, impulsa al hombre a todo lo justo i lo llena de horror por todo lo malo. Ella da valor para repe- ler toda reflexión dudosa i para apropiarse lo que se reconoce como bueno. Así Stauffaeher, en la conversación con Jertrúdis (Guillermo Tell I.), se esplica i esplica a su esposa con reflexión intelijente todas las consecuencias funestas de un levanta- miento del pueblo i los horrores de la guerra. Mas las causas razonables, la atención, el respeto al derecho i a la libertad, a to- dos los bienes elevados del pueblo, vencen al fin sus reflexio- nes intelijentes i lo conducen al hecho. Si la intelijencia previsora fuera de por sí eficaz, nos baria "hombres positivos," tranquilos i egoístas. Con un sentimiento vivo i sin intelijencia clara, al contrario, nos faltaría la re- flexión tranquila; "el corazón se confundiría con la cabeza." Pero la razón reúne ambos: el sentimiento entusiasmado i la — n6 — reflexión tranquila, "un corazón ardiente i una cabeza fría." Así la intelij encía, tratándose de la protección a los pobres, por ejemplo, hace valer toda clase de fundamentos en contra de las limosnas, i nos dice que éstas siembran el horror al trabajo, por lo cual promueven también los vicios i au- mentan la pobreza. Oyendo solo esta voz de la intelijen- cia, seríamos duros i desapiadados. Mas se nos presenta el sentimiento que simplemente nos dice: "Al necesitado se le debe auxiliar. "Esto, sin el pensar inteligente, nos podia con ducir fácilmente a una caridad que tendría las temibles Con- secuencias indicadas por !a intelij encia. Pero viene la razón i une a ambos. Entonces se conserva despierta la caridad, pero mediante un pensar intelijente, i busca los medios mas convenientes para venir en ayuda de los pobres, de modo que se eleve su gusto por el trabajo i se cierren así las fuentes de la pobreza. c) Importancia para la voluntad. La inteligencia ejerce, desde luego, una gran influencia en la voluntad, al enseñar al hombre a proponerse fines, usando el pensar intelijente, a encontrar los medios apropiados; esto es, incitándolo a un que- rer i obrar convenientes. La influencia del pensar intelijente en la voluntad se manifiesta en muchos hombres en la forma de "intelijencia práctica/' que sabe orientarse con facilidad i prontitud en las diversas relaciones i condiciones de la vida, que sabe ayudarse i utilizar con exactitud las cosas en sus objetos o fines. Sin embargo, la intelijencia no averigua si el fin i los me- dios sonmoralmente buenos Por esta causa, ella conduce al hom- bre al egoísmo, cuando no es dominada por la razón. La razón, al contrario, investiga si los fines son moralmente buenos i los medios que se aplican puros; si ellos concuerdan con el fin mas elevado de la vida del hombre, con su oríjen divino. La razón se guia en sus procedimientos i conducta por las ideas, i procura que éstas se realicen. Pero las al- canzamos solo parcialmente, nunca perfectas, por lo cual nos impulsan constantemente a luchar por la perfección; nos- - 117 - preservan del orgullo i estagnación, inculcándonos el fuego de inspiración santa i de verdadera idealidad; es decir, una dis- posición o ánimo por el cual en todas las relaciones de la vida nos esforzamos siempre con gusto i celo por realizar lo mas elevado. Por consiguiente, la razón es lo verdaderamente humano i lo realmente divino en el hombre. B. Rrsúmen 1. Definición de la inteligencia i razón (concepto e idea). La inteligencia es la facultad de formar conceptos, juicios i conclusiones; la razón, la de crear ideas. En el concepto se con- sideran las cosas según la realidad; pero en la idea, su perfec- ción. En el concepto, cómo ellas son; en la idea, cómo deben ser. El concepto está contenido en la idea; ésta es el concepto, to- mado en su mas elevada perfección. 2. Importancia de la intelijencia i de la razón para Ja vida espiritual. a) El .conocimiento alcanza claridad i determinación por me- dio de la intelijencia; pero la razón nos enseña a conocer la causa i el fin de todas las cosas, a Dios i a nuestra determinación divina. b) Importancia para el ánimo. En la meditación la intelijen- cia nos libra de los sentimientos, haciéndonos así aptos para una reflexión tranquila; una manifestación defectuosa nos es- pondria a una reflexión incircunspecta. La razón nos preserva de esta parcialidad. c) Importancia para la voluntad. La intelijencia nos enseña a obrar convenientemente, es decir, a proponernos fines i a elejir los medios correctos para su consecución. Tiene también una gran importancia en las diferentes condiciones de la vida con el carácter de «intelijencia positiva». La intelijencia, con todo, no examina si los fines i medios son moralmente buenos. La ra- zón es la que procura alcanzar fines moralmente buenos con rae- psicolojía 14 — n8 — dios puros i limpios, i de aquí que nos conduzca también a la idealidad, es decir, a un celoso i grato esfuerzo por la per- fección. C. Aplicación a la educación 1. La inteligencia debe ser cultivada i ejercitada; pues según lo dicho, ella no es nativa, sino adquirida por medio de la cul- tura correcta i el ejercicio del espíritu. Para el cultivo de la in- telijencia se necesita de la cultura recta del pensar; es decir, del ejercicio en comprender, juzgar i concluirjjtambien en el de per- cibir (intuición) i representar, dado que los conceptos se for- man de las intuiciones i representaciones. En consecuencia, formemos la intelijencia délos niños, guian - dolos a intuiciones, representaciones i conceptos exactos i cla- ros, i haciéndolos aptos para juzgar i deducir con exactitud i es- pontaneidad; para lo cual se ha de tomar en cuenta lo que sobre esto se ha espuesto en otros capítulos. 2. Pero porque el hombre se hace apto solo para aquello para lo cual fué educada su intelijencia, es decir, para lo que cuenta con representaciones i conceptos exactos, la intelijencia no ha de perfeccionarse solo en un sentido parcial (v. gr. solo en matemáticas, lenguaje, sino en todas las distintas fases del conocimiento. De lo contrario, un alumno puede escribir, por ejemplo, composiciones mui buenas; pero tener poca inte- lijencia para la aritmética i viceversa. Asimismo un hombre puede manifestar mucha intelijencia para un negocio, pero tener poco entendimiento para los asuntos de la comuna, de la escuela i la beneficencia. O bien, un alumno intelijenté i hasta un sabio, puede ser poco capaz en las cosas o asuntos prácticos. Con tal motivo, la escuela debe esforzarse por obtener una cultura jeneral de la intelijencia, i en su enseñanza tomar tam- bién en consideración, en cuanto sea posible, las relaciones de la vida práctica: por ejemplo; en sus problemas aritméticos, sus tareas escritas i en sus ejemplos de aplico cion de las enseñan- — ii9 — zas morales i relijiosas. u Los ejercicios del pensamiento que no tienen un contenido importante, no pueden cultivar la inteli- jencia." La familia puede trabajar también por la educación de la intelijencia de los niños, guiándolos por procedimiento inteli- jente i haciéndoles que juzguen i obren siempre mas i mas li- bres; pues cuando los niños se acostumbran a ser dirijidos o conducidos se hacen fácilmente mui poco prácticos i aptos. Los alumnos deben, por sí mismos, ensayar i poder emprender al- guna cosa, a fin de hacerse cuerdos i entendidos. 3. Teniendo en vista que la cultura correcta de la intelijencia no es, en manera alguna, un obstáculo para el cultivo de la ra- zón, sino, al contrario, la hipótesis necesaria de ésta, se ha de evitar cuidadosamente la cultura parcial de la intelijencia, que solo formaría hombres positivos, indiferentes i egoístas. Por esta causa, no siempre se debe llamar la atención de los niños solo a lo útil (o perjudicial) sino a lo verdaderamente bueno, con el objeto de que aprendan a dirijir sus actos, i su saber no perjudique el sentimiento moral. 4. De aquí que se debe educar al niño a la razón. A esto pertenece el conocimiento i la voluntad razonables. a) El educador conduce al niño a un conocimiento razonable, si hace que éste busque i reconozca en todo, la causa mas pro- funda de las cosas i acontecimientos, su íntima relación i el or- den providencial, para lo cual ofrece abundante material i oca- sión principalmente, la enseñanza de la relijion, historia i cien- cias naturales. b) El niño alcanza a una voluntad razonable cuando reconoce la verdad, la ama i practica. El medio mejor para la consecu- ción de este fin es el modelo, tanto del maestro como de los hermosos ejemplos que nos presenta la historia. De este modo el niño tiene siempre ante la vista un ideal por el cual es im- pulsado a imitar lo mismo. «En cada cual se halla la iraájen de lo que debe ser; mientras esto no sea así, el individuo no se encuentra satisfecho con sn paz.» (liückert.) 120 § 17.— EL INTERÉS I LA APERCEPCIÓN A. Ejemplos i discusión l. Definición i procedencia del interés. — Cuando un niño se entrega sin cansancio a un juego, o cuando solicita le repitan la narración de una historia, decimos que tiene interés por ello. Un alumno demuestra interés en la enseñanza, cuando la sigue con atención cuidadosa. Decimos que un hombre se interesa por la cosmografía, cuan- do observa con frecuencia las estrellas, las constelaciones, su movimiento i su posición relativa; i al contrario, de uno que no se preocupa de nada de esto, pensamos que no tiene por ello interés alguno. Asimismo, el alumno no se interesa por la enseñanza si en ella está siempre desatento o se preocupa de bostezar, tra- vesuras i frioleras. Según esto, interés es lo opuesto de indi- ferencia; literalmente quiere decir "estar en el medio de algo o embebido en algo," esto es, que el alma esté en algo, que el hombre tenga sentido, sentimiento por algo. Con todo esto ya podemos definir el interés, diciendo que es la participación del alma en una cosa, o bien, cuando el interés es vivo, que es la resignación completa del alma a un objeto. En la vida común, vemos que los hombres dirijen su inte- rés a cosas mui diversas. Los niños tienen un interés particular por los juguetes i por todo aquello que ejerce una fuerte impre- sión en sus sentidos, por lo abundante en brillo, esplendor i color, en vida i movimiento. Un agrónomo tiene mucho interés por los sembrados, granos, pastos, animales i aparatos agrí- colas; un sastre por las diversas telas, corte de los trajes i por las modas; un músico por las canciones e instrumentos; un sabio por las obras referentes a su ramo; un maestro por los asuntos escolares; un filántropo por el bien de sus semejantes, etc. La gran diversidad del interés se infiere de las variadas diversiones, entretenimientos i conversaciones; pues cada cual — 121 — habla con mayor gusto i preferencia de aquello que mas le interesa. También en unas mismas personas, se cambia con frecuen- cia el interés. Hoi nos interesamos vivamente por las flores i el canto alegre, i mañana podemos mostrarnos indiferentes para con esto mismo, si ínterin nuestra alma ha sido impresionada tristemente, quizá por una noticia mala i terrible. Por los ejemplos espuestos vemos que el interés varia, se- gún la edad, condiciones de vida, ocupación, cultura, costum- bres, esperiencias i disposiciones de los hombres. Estas di- ferencias del interés provienen de que todas las cosas, sea en verdad real o según nuestra opinión, no tienen el mismo valor. El interés se dirije siempre a lo que, según nuestro pensar i sentir, tiene un valor para la vida física o espiritual; esto es, a aquello que se nos presenta en algún sentido como importante, útil o agradable para nuestro bienestar o el de los demás, o necesario para la vida del espíritu 2. La importancia del interés puede reconocerse también en los capítulos anteriores que tratan del conocimiento. La con- templación, la observación atenta i profunda de una cosa, su- ponen como condición indispensable el interés por la mis- ma. Del interés depende, pues, que obtengamos intuiciones claras i distintas; de él que consigamos una abundancia de representaciones claras i distintas (véase los §§ 8 i 9); de él que estas representaciones se graben profundamente en el alma i se reproduzcan fácilmente (véase los § 10 i 11), i por fin, también que la fantasía (véase el § 12] i el pensar (véase el § 16), se ocupen con gusto de una cosa. De aquí que el interés tenga una importancia tan grande para el conocimiento. El ejerce, ademas, una influencia pode- rosa en la voluntad; pues lo que en los alumnos despierta un vivo interés, eso es también lo que quieren aprender i com- prender perfectamente. Aspiramos a los ejemplos o modelos por los cuales se ha despertado nuestro interés. Quien se inte- resa por el bienestar i la desgracia de sus semejantes, se forti- fica también en el ejercicio del amor al prójimo. 3. La apercepción. — En los siguientes ejemplos se puede re- conocer el ser de la apercepción. Si el maestro muestra a sus alumnos el cuadro de un animal conocido, por ejemplo, el caballo, éstos saben inmediatamente que aquel cuadro representa ese animal, aunque jamas ha- yan visto el cuadro. La representación del animal les facilita la comprensión exacta de la nueva intuición. Igual cosa sucede cuando las nuevas representaciones tienen solo algo de paren- tesco o una semejanza cualquiera con las ya aprendidas, o bien si se hallan en alguna relación. Cuando los niños ven por primera vez una gamuza, se les despierta la representación de la cabra que ya conocen, i desde luego descubren fácilmente las semejanzas i diferencias. La autigua percepción de la cabra es, en consecuencia, un medio de ayuda para la comprensión de la nueva representación de la gamuza. Las montañas, valles i rios que conocemos por la intuición, nos facilitan asimismo el conocimiento verdadero de las mon- tañas, valles i rios que no podemos observar en su realidad. Al emprender un viaje, procuramos formarnos anticipada- mente un cuadro de las novedades que esperamos ver, ha- ciendo uso de mapas i descripciones con el objeto de com- prenderlas mejor o con mayor facilidad. La comprensión de la realidad misma se nos hace entonces mucho mas fácil, propor- cionándonos así mayor gusto e interés por ella. Esta apropia- ción de nuevas representaciones por medio de anteriores, o la ordenación de nuevas representaciones en el conocimiento hasta aquí adquirido, se llama apercepción. Esta supone que la nueva representación tenga, por una parte, un punto de unión o enlace con las representaciones anteriores; i, por otra, que ofrezca algo nuevo al espíritu, presentando también una comprobación suficiente. 4. Importancia de la apercepción. — Cuando obtenemos la simple representación de un objeto v. gr. de una planta, no te- nemos todavía con ella inteligencia alguna. Pero cuando pode- mos agregar sin demora, v. gr. una haba, que hasta entonces — 123 — nos era desconocida, a la familia respectiva, hemos reconocido también sus caracteres especiales i sabemos que pertenece a las papilionáceas alimenticias, que puede ser empleada de este o aquel modo, etc. Tenemos, por consiguiente, entendimiento so- bre ello. Este entendimiento o intelijencia, promueve también el in- terés. De aquí que la apercepción sea de gran importancia para éste; pues para lo que el hombre, en sus representaciones, no tiene punto de unión alguno i, en consecuencia, un entendi- miento, para eso no tiene tampoco interés; i lo que no ofrece nada nuevo al espíritu ocasiona solo fastidio. Empero, lo que por una parte se liga a las representaciones que ya existen en el espíritu i por otra ofrece algo nuevo a la mente, escita tam- bién al interés. Por esta razón los niños demuestran un vivo interés pol- las cosas que se enlazan a su círculo de representaciones. Con tal motivo, aman mucho los cuentos o narraciones que han sido tomados de la vida infantil i familiar, como son las histo- rias de los patriarcas i la multitud de historietas juveniles. Y, al contrario, la historia del desenvolvimiento de las relaciones constitucionales de un estado no pueden cautivar el interés de los niños, porque se hallan distantes de su horizonte espiritual i, en consecuencia, está sobre el grado de su fuerza compren- siva. Sin embargo, se fastidian también cuando se les hace oir o leer siempre de nuevo historias que ya les son conocidas des- de mucho tiempo; cuando se les hace contemplar los objetos que ya «saben completamente de memoria»; resolver otra vez los problemas conocidos de aritmética, etc., Todos los ob- jetos como historias, trozos de lectura, etc., son para ellos tanto mas interesantes e intelijibles, cuanto mejor correspon- den a su pensar i sentir; en una palabra, a su necesidad espiri- tual, i cuanto mas representaciones e ideas semejantes ya po- seen, con cuya ayuda pueden apropiarse i apercibirlas nuevas. La apercepción promueve también la atención. Si en un viaje pasamos por una ciudad célebre e importante, como Ran- — 124 — cagua, ella atrae nuestra atención, porque ya hemos oído mu- cho de ella, es decir, porque tenemos muchas representaciones de la misma. Sin la apercepción, sin la exacta intelijencia de las intuiciones, representaciones e ideas recien alcanzadas, i sin su enlace o unión con el saber adquirido, ya no hai apren- dizaje ni saber alguno; esto es, ningún conocimiento realmen- te intelectual de las cosas; i de aquí, tampoco ninguna enseñan- za fructífera. B. Resumen 1. Definición i procedencia del interés. — El interés es el enten- dimiento o afición por algo, la participación del alma en una cosa o, cuando la escitacion del interés es viva, la entrega com- pleta del alma a un objeto. El interés es mui diverso, según la edad, condiciones de vida, ocupación, cultura, costumbres, esperiencias i determi- naciones físicas de los hombres, pero en todo caso se dirije siempre a lo que conforme a nuestro pensar i sentir tiene una importancia para la vida física e intelectual; es decir, nos parece, en algún sentido significativo para nuestro bienes- tar o el ajeno, o necesario para la vida del espíritu. El interés descansa, según esto, sobre el valor de las cosas. 2. La importancia del interés para el conocimiento, está en que el hombre no percibe simple o indiferentemente las cosas por las cuales tiene interés, sino que las contempla, las profun- diza con atención, se apropia vivamente de su representación, se las graba, solidifica i continuamente reproduce, i se ocupa de ellas con la fantasía i el pensar. El interés es, pues, la con- dición indispensable para todo verdadero conocimiento. Allí donde hace falta el interés, dominan la indiferencia i el fastidio. El interés obra asimismo de una manera poderosa sobre la voluntad, en tanto el hombre se esfuerza también por promo- ver, aplicar i realizar lo que le interesa. 3. La apercepción es la asimilación de nuevas representacio- nes por medio de las ya existentes, o su ordenación en el saber ya - 125 — alcanzado. Ella supone que la nueva representación tenga, por una parte, un punto de enlace en las representaciones anterio- res; por otra, que'ofrezca algo nuevo al espíritu; i con ella una comprobación suficiente. 4. La importancia de la apercepción para el conocimiento es mui grande; pues nosotros comprendemos su ser i su impor- tancia solo por medio de la ordenación de las nuevas represen- taciones en el saber obtenido. Por la apercepción, se promueven el inferes i la atencion.&in ella, no es posible el aprendizaje verdadero. C. Aplicación a la educación 1. En la enseñanza, el maestro debe procurar, ante todo, despertar i mantener un interés vivo por los objetos o cosas del tratamiento; elejir i ordenar los objetos, de modo que para los niños tengan valor e importancia en algún sentido, i que corres- pondan a su necesidad espiritual, a su fuerza de comprensión i entendimiento. 2. De cada objeto de enseñanza se ha de tratar solo aquello pa- ra lo cual los niños de este grado tienen intelijencia o interés. Por esto, evítese todo tratamiento aniquilante, principalmente al principio; la esposicion de lo innecesario, secundario, difícil de entender, como asimismo todo recargo i esplicacion superflua. El maestro debe descender a los niños para levantarlos a la altura en que él se encuentra. 3. Se ha de unir lo desconocido, lo distante a los niños, con lo conocido i próximo a ellos. La descripción del tigre, por ejem- plo, a la del gato; la del lobo a la del perro; las reglas de la multiplicación a las de la adición. Por esto es que el maestro se ha de detener en cada objeto hasta que haya sido compren- dido por los niños i hasta que éstos sean capaces de entender lo que sigue; es decir, debe enseñarse sin vacíos o defectos. 4. El maestro lia de manifestar ínteres en la enseñanza, comu- nicarla con vida i calor, i tratar a los niños i sus contestaciones i trabajos con benevolencia i afabilidad. PSICOLOJÍA 15 — I2é — De esta manera, no solo se despierta el interés, sino que éste se hace cada vez mas grande. El no solo debe ser el punto de partida i un medio de enseñanza, sino también el resultado, el fruto de ésta, de modo que los niños se entreguen con gusto a los objetos del tratamiento, para conocerlos con mas profun- dizacion, se entusiasmen por ello i, en consecuencia, no so- mente continúen aprendiendo, sino aplicando también lo apren- dido. § 18.— LA ATENCIÓN A. Ejemplos i tratamiento 1. Procedimiento i definición de la atención. — Un hombre hace un paseo en la primavera, ve una violeta en el camino, se detiene, la coje, la observa i también la huele. O bien el canto de una alondra suena a sus oidos, mira hacia arriba, ob- serva i sigue a la alondra i escucha su canto. En ambos casos, dirije su espíritu o sus pensamientos hacia estas cosas o les fija su atención. La atención es producida principalmente por las impresiones de los sentidos, por el interés i la apercepción i por la intensidad o tensión de la voluntad. a) La atención (1) ocasionada por impresiones de los senti- dos depende principalmente del grado de fuerza de estas im- (1) Evitamos las espresiones atención "voluntaria e involuntaria", por- que ellas dan ocasión a confusiones de los conceptos i a equivocaciones. Así sucede que mientras unos consideran como involuntaria la atención que descansa en el interés de un objeto, atribuyéndole por esto la mas grande importancia para la enseñanza, miran a la voluntaria como ficticia otros consideran la atención voluntaria como mas elevada, por- que incluyen también en ella la atención que descansa en el interés. Por otra parte, apenas existe una atención involuntaria, a escepcion de la observación que se orijina a causa de fuertes escitaciones; pues tan pronto como el alma se entrega a las impresiones, representaciones i pensamientos que le llegan, -es libre, espontánea, i de aquí que no está atenta involuntariamente o en contra de su voluntad. — 127 — presiones. El estallido de un cañón en la cercanía, el rayo, la fugacidad de las estrellas, el fuerte rodar de un carruaje, las flores de raro tamaño i colores resaltantes, los vestidos matiza- dos, el olor penetrante de una medicina, el gusto pronunciado de una comida o bebida, etc., -atraen nuestra atención, porque ejercen una fuerte escitacion en nuestros sentidos. Los siguientes ejemplos nos harán ver la manera cómo lo nuevo e inesperado atrae la atención: Si un desconocido se in- troduce en una sociedad, un huésped inesperado en la pieza, un nuevo maestro o alumno en la escuela, todas las miradas se dirijen a él. Se necesita solo abrir las puertas de la sala escolar en un tiempo no acostumbrado, u oir un grito estraño, para que todas las cabezas se vuelvan hacia allá. Un nuevo cua- dro, un nuevo mapa, un nuevo traje son observados con aten- ción. Con este fundamento los mercaderes de las calles 'procu- ran atraer la atención de los transeúntes, haciendo uso de algo novedoso i raro. Cuando se cuenta una historia enteramente nueva a los niños, éstos la escuchan con atención, pero su re- petición los cansa. Si se trata de un ejercicio nuevo, los alum- nos vuelven a atender, mientras que si se les hace ejecutar uno mismo por largo tiempo, se distraen, sobre todo los mas chicos. De la misma manera sucede con la atención, tratándose de li- bros viejos i nuevos. La atención producida por impresiones sensitivas i por lo nuevo, es la que domina al principio en los niños: primero, porque éstos hallan todavía mucho nuevo que desean conocer; segundo, porque su vida de representación i de volición no se halla aun tan desarrollada i fuerte para resistir a las vivas i frecuentes impresiones de los sentidos. Esto ya se puede reco- nocer en los ejemplos anteriores. Cuando damos a niños peque- ños un libro ilustrado, por ejemplo, vemos que ellos, al registra- rlo, apenas se detienen un corto tiempo en la contemplación de un cuadro, dando vuelta inmediatamente la hoja para observar siempre uno nuevo. Por esto, esta atención es solo fujitiva, ligeramente pasajera i variable, si no se halla protejida por otros medios; primero, — 128 — porque los sentidos se hacen indiferentes también hacia las mas fuertes impresiones, i segundo, porque otras impresiones atraen la atención, sustrayéndola de los objetos anteriores. Apenas se ha dirijido la atención del niño a las flores de una yerba o de una vellorita de jardin, cuando descubre una violeta en las inmediaciones i olvida desde luego a las primeras. Cuan- do durante un examen escolar penetran a la sala personas es- trañas a distintas horas, cada cual atrae hacia sí la atención de los niños, desviándola por esto de las ya presentes. Sin embar- go, esta especie de atención se dirijo solo a los caracteres o se- ñales sobresalientes que afectan mas a los sentidos, i por esta causa, en un caso tal, se verifica solo una compren sion su- perficial del objeto de que se trata. Según lo espuesto, esta atención es todavía imperfecta; si, ella nos conduce muchas veces a lo contrario, nos lleva de la atención a la distracción, en tanto el espíritu pasa de un objeto a otro sin profundizarse en ninguno i sin comprenderlo bien. b) Con tal motivo es necesario que venga en auxilio, en se- gundo lugar, la atención que se apoya en el interés i la apercepción. Si un objeto del cual hemos obtenido una impresión sensitiva despierta de algún modo nuestro particular interés (véase sobre esto el § 17), nos atrae i en consecuencia de esto nos diriji- mos a él no solo de una manera f ujitiva, sino duradera, pro- fundizándonos en él, i consiguiendo así su comprensión radical. La atención es protejida en alto grado por la apercepción (véase el § 17); pues si la nueva intuición o representación tiene puntos de unión i de relación con las representaciones existentes, a consecuencia de la cual se promueve el interés, la atención también se aumenta, se hace mas constante i profunda, i el v alma se esfuerza mas por apropiarse lo nuevo de una ma- nera perfecta. Entra, por ejemplo, una persona de figura poco aparente en una cantina o restaurant donde se encuentran varias otras re- unidas. La simple impresión sensitiva no escitaria nuestra aten- ción de un modo particular. Pero si llegamos a saber que esta es una persona de la cual ya hemos oido mucho o que es un — 129" — hombre notable del cual nuestros pensamientos ya se han ocu- pado mucho, la nueva representación nos trae a la memoria las antiguas (apercepción), i, en consecuencia, observamos esta persona con mucha mas atención. Si pretendemos contar a los niños las historias de Elie- cer o Isaac, sin haber tratado áutes la de Abraham, no se les atraería o cautivaría su atención tanto como si ya cono- cieran esta última, porque en este caso las representaciones alcanzadas de la vida de Abraham, vienen a pro tejer podero- samente a las nuevas i a promover su comprensión e interés. De igual manera la atención que descansa en el interés i aper- cepción se manifiesta también en los niños ya desde temprano. «¡Con cuánta frecuencia vemos a un niño entregarse incons- ciente al placer del juego (dice un poeta), profundizándose por completo en éste, que lo cautiva enteramente! » La atención se demuestra asimismo con la mayor eficacia en la enseñanza. Si el maestro logra mantener vivo el interés i cautivar a los alumnos por medio de la enseñanza, tendrá sin duda una clase atenta, alumnos dispuestos i un trabajo alegre que le dará buenos resultados. Pero allí donde haga falta el interés, tendrá que «predicar a oidos sordos» i mantener mui en alto la paciencia, la tranquilidad i el orden. De aquí se des- prende que esta atención no basta por si misma. En efecto, ella duraría i satisfaría solo mientras fuera vi- vamente escitado el interés, i sin trabajo nos obligaría a ocupar- nos solo en lo que creemos interesante i agradable. Sin embar- go, debemos muchas veces dirijir también nuestra atención a cosas que al principio no considerábamos interesantes i que, al contrario, ahora nos dan a conocer una gran conquista o victoria. c) Por esto es que, en tercer lugar, es necesario contar con la atención que proviene de la intensidad o tensión de la voluntad. Según una poesía alemana, un muchacho estudiaba con ardor cuando se le presentan en el esplendor risueño del sol los ale- gres pajarillos i un manzano cargado con magníficas frutas que lo invitan, lo tientan i quieren distraerlo de su traba- — .130 — jo. Entonces, resuelto les dice: ¡«Dejadme concluir primera- mente»! Según esto, las impresiones seductoras lo habían, en verdad, penetrado i le ofrecían mucho de agradable e intere- sante; pero les prestó atención solo por un instante i manifestó su voluntad de modo que le fué posible volver a dirijir su aten- ción a su trabajo, hasta concluirlo. También en las horas de la escuela el alumno se ve con fre- cuencia espuesto a desviar su atención de ]a enseñanza; porque ésta se le presenta o mui difícil, o mui conocida, o muí poco in- teresante; o porque está cansado i, en consecuencia, desea en- tregarse pronto al juego o a la comida; o porque sus compa- ñeros ejecutan esta o aquella chanza o broma. Pero él se concentra, es decir, dirije su atención a la enseñanza por la tensión de su voluntad, a fin de comprender hasta el fin todo lo que se trata, quizá con la intención de poder contestar bien, ejecutar un trabajo escrito referente al tema tratado; en una palabra, realizar algo bueno i satisfacer así a su maestro. Si estudiamos algo que nos ofrece dificultades o exije gran esfuerzo de nuestra parte, nos guiamos por la sentencia que nos hace decir «no cedo hasta no haberlo comprendido todo». En consecuencia, podemos también disponernos a la atención i dirijir ésta con clara reflexión e intención a un objeto, i, por el ejercicio, aplicarla a cada una de las cosas que nos placen, manteniéndola allí hasta haber comprendido por completo el respectivo objeto. Sin una atención semejante, no podemos alcanzar un saber fundamental-universal. En esto los niños son justamente mui poco aptos: primero, porque el cerebro i los nervios no tienen todavía la suficiente fuerza, cansándose bien pronto (véase § 3); segundo, porque las impresiones de los sentidos obran poderosamente en los niños (véase el núm. 1 en este capítulo), i tercero, porque su fantasía es mui viva i los conduce fácilmente a otras representaciones. De aquí que solo por el ejercicio gradual i la costumbre, puede llevárseles a la atención que descansa en la voluntad, necesitan- do ésta, para ello, del apoyo de la voluntad del maestro en cuan- to éste hace mantener la atención de los alumnos. — I$I — Los discípulos bien acostumbrados pueden también seguir sin vivo interés la enseñanza; porque así lo quiere el maestro, porque los vijila i reprende por toda desatención. Ellos pueden estar atentos por amor o temor al maestro: en ambos casos la atención no es enteramente libre, sino que se halla, por ló me- nos en parte, bajo el peso de una influencia estraña. Sin em- bargo, con la sola obligación o la violencia, no se consigue una atención verdadera; pues según su ser mas íntimo esta atención debe ser libre, i para ello ha de cooperar siempre el interés al mismo tiempo. Solo en tal caso también la acción (influencia) de la voluntad puede alcanzar su objeto, i cuanto mas fuerte es el interés tanto menos necesaria se hace la cooperación de la voluntad. De lo espuesto se desprende que las dos atenciones, la que descansa en el interés i la que proviene de la tensión de la vo- luntad, no se escluyen en manera alguna, sino que, por el con- trario, deben relacionarse estrechamente i completarse de un modo recíproco. Lo mismo sucede también con las impresiones sensitivas, cuando se hallan dominadas por la voluntad. Las impresiones sensitivas, el interés i la voluntad actúan, pues, conjuntamente. Lo único que puede suceder es que una u otra de estas causas sobresalga a las demás. Si la atención ha de ser subsistente debe someterse o al dominio del interés o al de la voluntad. Una de las especies de atención puede también conducir a otra. Así, por ejemplo, cuando una planta desconocida ha des- pertado nuestra atención por su tamaño, forma o color (por sus impresiones sensitivas, su novedad), entonces se nos desarrolla un inferes mas ardiente por ella i la estudiamos con mas deteni- miento (atención por medio del inferes). Pero cuando deseamos conocerla con mayor exactitud, procuramos definirla, i no nos quedamos satisfechos hasta después que nos hemos aclarado todo (atención apoyada en la voluntad). 2. Importancia de la atención. — La atención es indispensable para el conocimiento, como lo demuestran las esposiciones pre- cedentes i la esperiencia diaria. — 1$2 — Los alumnos constantemente desatentos aprenden poco, i un maestro que en su escuela no pueda conseguir atención al- guna obtendrá muí escasos resultados. Por el contrario, los alumnos, hasta aquellos poco inteligentes, que siempre mani- fiestan atención i aplicación, pueden llegar a alcanzar resulta- dos satisfactorios. La atención es asimismo déla mayor impor- tancia para nuestra voluntad, nuestra conducta o manera de pro- ceder, especialmente para nuestra vida moral; pues quien no es atento para con las instrucciones i mandatos recibidos, tampoco las cumple i observa bien. Quien no presta la debida i justa atención a sus obligaciones i es distraído en sus ocupaciones falta a mucho i nada hace bueno. Lo contrario de la atención es la distracción, por la cual el al- ma no se dirije por entero a mi objeto, sea porque no quiera ocuparse, sea porque se distribuye o dirije al mismo tiempo a varias cosas. Este último caso tiene lugar cuando, por ejem- plo, el alumno en la descripción de una planta contempla o mi- ra el tronco de que justamente se trata, pero al mismo tiempo las flores que están ante su vista. La distracción proviene de la falta de impresiones sensitivas, fuertes, o de interés o de fuerza de voluntad, o de todas estas causas a la vez. Ya se ha demos- trado cuan poderoso obstáculo puede ser ella para el buen aprendizaje i retenimiento; ella nos puede conducir también a un estado permanente de desatención, incostancia i desorden, es decir a faltas morales. B. Resumen 1. Procedencia i definición. — La atención es la dirección del espíritu a un objeto determinado. Es producida, primero, por las impresiones sensitivas i lo nuevo; segundo, por el interés i la apercepción, i tercero, por la tensión de la voluntad. a) La atención producida por las impresiones de los sentidos depende, particularmente, del grado de fuerza de las impresio- nes i de lo novedoso e inesperado de las mismas. Sin tomar en •cuenta las impresiones sensitivas, todo lo nuevo i raro atrae también fácilmente la atención. Esta atención es, al principio, la que predomina en los niños, porque éstos todavía encuentran mucho nuevo que quieren comprender, i porque su vida representativa i la de su volun- tad no pueden resistir aun a las impresiones frecuentes i vivas de los sentidos. La atención producida por las simples impresiones sensi- tivas es de por sí pasajera i superficial, porque las impresiones anteriores son siempre desalojadas por nuevas, pudiendo de este modo orijinarse lo opuesto a la atención, es decir, la desa- tención. b) La atención que se apoya en el interés i la apercepción, conduce a la profundizad on del objeto i a un estudio deta- llado de éste. Ya en los niños se manifiesta con gran poder; ella constituye también la condición indispensable de una enseñanza fructífera. Sin embargo, para comprender aquello que no nos parece interesante bajo todo punto de vista, no basta esta atención sola, sino también sus complementarios. c) La atención proveniente de la tensión de la voluntad permite al hombre dirijir su espíritu a cualquier objeto que le plazca, persistiendo en él hasta comprenderlo perfectamente. Por esto es que, sin esta atención, no le es posible alcanzar un conocimiento detallado i profundo. Por desgracia, los niños son poco aptos para esta clase de atención, primeramente, porque sus órganos, todavía no de- sarrollados, se fatigan con facilidad en la observación larga i duradera del mismo objeto; en segundo lugar, porque las im- presiones sensitivas actúan poderosamente sobre ellos, i, por fin, porque su fantasía es mui viva. Sin embargo, pueden alcanzarla poco a poco haciéndoles el maestro, por una parte, mantener su atención i despertándoles, por otra, el interés por la cosa observada. Las impresiones sensitivas, el interés i la voluntad no obran separadamente, sino que se ligan entre sí. Sucede a veces que una u otra de estas causas sobresale en PSICOLOJÍA 16 — 134 — ciertos casos. El interés i la tensión de la voluntad, son de la ma - yor importancia para la atención. 2. Importancia. — La atención, no solamente es una condición imprescindible de todo saber i poder, sino que tiene también una gran importancia para la vida moral. La falta de atención es distracción que conduce a las faltas estables de desaliño i de inconstancia, si no se combate a tiempo. C. Aplicación a la educación Por su alta significación, la atención exije un cuidado solí- cito, particularmente en la enseñanza. Para esto se emplea: I, una buena instrucción; II, un buen orden i disciplina. I. Los medios mas importantes que provocan la atención en la enseñanza son: 1. La fuerza conveniente i variable de las impresiones de los sentidos i la acción e influencia de la escitacion producida por lo nuevo e inesperado. En esto no se ha de perder de vista lo que ya ha sido espuesto al hablar de la percepción, (§ 5. C.) con respecto a los medios de enseñanza: objetos i cuadros suficiente- mente grandes i claros i en bastante número para la enseñanza intuitiva i de las ciencias naturales, buenos mapas i buen material empleado en los testos, como ser papel, impresión i letra. Con relación a la enseñanza misma, es menester que el maestro preste atención al lenguaje i lectura en voz alta i clara; pero sin gritar porque esto aturde i embota; que preserve el habla de una fastidiosa monotonía; que, al contrario, cambie según cada pensamiento la altura de la voz, la lijereza o pron- titud i la espresion del lenguaje. De vez en cuando, que hable repentinamente mas alto o mas bajo, o que se detenga en un instante dado, llame o refresque la atención por medio de un golpe dado en la mesa o por otra señal cualquiera, i procure sacar algo nuevo de cada objeto. 2. La promoción del interés i de la apercepción. — Junto a es- to conviene tomar en consideración lo espuesto en el § 17 C, es — 135 — decir, la adaptación de la enseñanza a la fuerza de comprensión de los alumnos; porque éstos se hacen tanto mas desatentos, cuanto menos pueden seguir la enseñanza, o cuando ya saben completamente la cosa de que se trata. Enlace de lo descono- cido con lo conocido i prosecución sin saltos ni vacíos; calor i embebimiento de la enseñanza de parte del maestro i seriedad amigable al frente de los niños: hé ahí otras de las exij encías mas importantes. El interés es un medio capital para la consecución de una atención duradera. Cuando un niño, al observar un libro o sila- bario ilustrado, por ejemplo, quiere siempre pasar lijeramente de un cuadro a otro, puede la madre conducirlo a una atención constante, llamándole la atención a ciertas partes interesantes del cuadro o contándole algo de las personas o animales que allí se representan, es decir, despertando su interés. 3. Se incita a los alumnos a la espontaneidad dándoles ocasión o impulsándolos mediante interrogaciones e indicaciones a inves- tigar por sí mismos v. gr. las partes i propiedades de un objeto, las cualidades de una persona en un trozo de lectura, una lei natural por ensayos i esperimentos, una regla, i proporcio- nándoles así la alegría de su propio trahajo, de su propio descubrimiento; haciéndoles que den razón después de cada acá- pite sobre lo leido, hablado o tratado; i el maestro mismo ha- blando en lo posible poco i haciendo hablar mucho, en su lugar, a los discípulos. "Que el maestro aprenda a callar, a fin de que los alumnos aprendan a hablar", dice una sentencia pedagójica (véase también el § 8. C.) 4. El aislamiento del objeto. — Este conduce la concentración de la atención a un solo punto. Por esta causa los cuadros de intuición i los mapas, no deben contener un matiz mui variado i numeroso. Ademas, es necesaria una división o distribución clara i distinta de la materia del tratamiento. La atención de los alumnos debe ser dirijida siempre a un punto determinado por medio de interrogaciones e indicaciones; i, finalmente, se ha de evitar todo aquello que pudiera sustraer la atención del objeto, como son las digresiones, chanzas, etc., también todo lo - i 3 6 - raro o que llame la atención a la persona misma del maestro, su vestido, compostura i lenguaje. 5. La ocupación conveniente. — Esta impide la distracción i fastidio i promueve la atención. Con tal motivo, los alumnos deben estar siempre ocupados, ya sea por medio de la enseñanza oral, ya en una ocupación mental o escrita. La enseñanza debe ser viva (pero no precipitada), de manera que los alumnos no tengan tiempo para ocuparse de otros pensamientos; debe diri- jirse, ademas, a todos igualmente (las preguntas i aclaraciones) i fiscalizar a todos con regularidad en las contestaciones, lectura, solución de problemas, etc. 6. Considerando que una atención mui duradera, dirijida a un mismo objeto, fatiga a los niños tanto mas cuanto me- nores son en edad, debe haber una alternativa conveniente en- tre el trabajo i el descanso, entre los diversos ramos de enseñanza i las distintas especies de enseñanza (narración e interrogación, lectura i reproducción oral, ejercicio oral i escrito) (véase tam- bién el § 3), a fin de que siempre se tenga la frescura necesaria para el aprendizaje. Todo esceso de trabajo acarrea necesaria- mente cansancio i desatención. Los niños no pueden estar cons- tantemente atentos; obligarlos a ello, o castigarlos por la desa- tención seria duro, inesplicable e inconveniente. II. A la vez que una buena enseñanza es también necesaria una buena disciplina para el cultivo de la atención. Para esto se ha de tener presente particularmente lo que sigue: 1. Los niños se han de acostumbrar en todo i por todo a un orden determinado (así, por ejemplo, con respecto al principio de las clases, la colocación de los útiles, etc.), en adoptar en la enseñanza una compostura conveniente (la cabeza levantada, los ojos dirijidos al maestro, la boca cerrada, etc) i a conservar tranquilas las manos i los pies. 2. Aquello que el maestro exije de los alumnos debe obser- varlo élmismo, esto es, un buen orden al principio de la enseñanza i en todas sus cosas; exactitud i precisión en sus determinacio- nes i en su enseñanza. Para poder mantener una buena disci- plina, debe tomar una colocación conveniente, desde la cual — H7 — pueda contemplar a todos los alumnos; no volverles, en cuanto fuere posible, las espaldas; mantenerlos siempre ante la vista i reprimir desde su jérmen todo desorden o interrupción, ha- ciendo uso de una constante vijilancia, Cuando no baste su mirada, haga uso de una reprensión por medio de una señal, de un llamado, pero en todo debe ser mui breve. Los llamados frecuentes como «atención», «prestad atención», «estad tran- quilos», «silencio», etc, no bacen mas que entorpecer i hacer indiferentes. Pero lo que mas influye en este sentido es la per- sonalidad del maestro mismo, el respeto i amor que le tienen los alumnos. 3. Las amenazas i promesas son para la atención mas bien un obstáculo que un aliciente de promoción; pues ellas hacen que los pensamientos de los niños se atengan a lo indicado como amenaza o a lo ofrecido. La atención no se puede obli- gar tampoco por medio de castigos. «Una atención propia- mente tal se ha de predicar i estropear tan poco como una in- clinación», dice Juan Pablo Richter, el autor de la célebre «Levana». § 19.— OJEADA RETROSPECTIVA DEL DESARROLLO DE LA VIDA DEL CONOCIMIENTO A. Ejemplos i discusión Después de haber tratado el conocimiento en sus diversas fa- ses, vamos ahora a ocuparnos brevemente de su desarrollo. Al observar una manzana recibimos primero sensaciones aisladas que nos conducen a percepciones, como por ejemplo, que la manzana es redonda, colorada, lisa i de buen gusto. Estas percepciones forman los elementos constitutivos del conoci- miento. Si después observamos atentos la manzana o la contemplamos, obtenemos de ella un cuadro perfecto o una intuición. Si el cuadro se nos graba en nuestra alma, de modo que podemos retenerlo i volvérnoslo a representar, cuando ya no podemos percibir la manzana, poseemos una — n8 — representación de ella. I siempre que volvemos a ver una manzana, entra en relación esta nueva intuición i la represen- tación que resulta de ella con las representaciones anteriores, al venirnos inmediatamente el pensamiento: esta es una man- zana, o bien la nueva representación es apercibida por las ya existentes i con esto afiliada u ordenada en el conocimiento anterior. Con ayuda de nuestras representaciones, nos pode- mos representar en la fantasía manzanas que jamas hemos visto, así como los antiguos helvecios cuando oyeron algo de las «manzanas doradas-» de la Galia del Sur. Al contrario, si dirijimos nuestro pensamiento a las diferentes especies de man- zanas i distinguimos sus caracteres comunes o especiales, co- nocemos el ser propiamente tal de esta fruta, o tenemos una idea; damos también opiniones, por ejemplo, sobre las utilidades de las manzanas i sacamos conclusiones, como verbi gracia, sobre la manera cómo se han de conservar i utilizar Así es como sucede que nosotros ya adultos, nos ocupemos de con concep- tos e ideas, mientras en la niñez nos inclinamos mas a intui- ciones i representaciones. Pero también un adulto, un hombre ejercitado en la facultad del pensar i que no ha oido nunca algo de las manzanas, debería principiar con la percepción i la intuición de la manzana, para alcanzar de ésta una represen- tación i al fin un cencepto. Por fin, es de notar que nuestra alma se ocupa en la manzana, porque tenemos un interés cual- quiera, porque la encontramos hermosa, buena i útil. En con- secuencia, también el sentimiento i la voluntad obran en la activi- dad de la facultad del pensar o del conocimiento. B. Resumen El conocimiento se desarrolla por grados determinados, pa- sando de la sensación i percepción a la intuición, de ésta a la re- presentación i, por fin, al concepto o al pensar ideal. Estos grados del conocimiento, con todo no corresponden a las distintas eda- des del individuo. Es verdad que en los niños domina la vida intuitiva i representativa i que, al contrario, en la edad ma- — 139 — dura sobresale el pensar conceptivo; pero si los niños deben pensar al adquirir un nuevo conocimiento, en la edad madu- ra deben volver siempre a las percepciones e intuiciones, a fin de obtener de cada objeto representaciones i, por fin, concep- tos. En el conocer obra también el inferes; la comprensión intele- ctual de las cosas requiere asimismo la participación del senti- miento i voluntad. C. Aplicación a la educación Toda enseñanza debe procurar, ante todo, una base segura para el conocimiento por medio de suficientes percepciones sen- sitivas (véase el § 5) e intuiciones claras i distintas. Debe des- pués cuidar de que el niño alcance una abundancia de represen- taciones claras, distintas i bien ordenadas, por medio de una firme impregnación, reproducción i asociación (léase los §§ 9-12), i de que llegue por fin a formar conceptos, juicios i conclusiones claros, mediante un pensar bien consabido (véanse los §§ 12-16;. Sin embargo, todo esto no se consigue, si no se despierta el interés del niño hacia la enseñanza i no se hace comprobar su sentimiento i voluntad en el aprendizaje. SEGUNDA PARTE EL SENTIMIENTO M^S^SIF SEGUNDA PARTE JEL, üiJENTIMIKNTO (el sentir) § 19.— SENTIMIENTO, DISPOSICIÓN I ANIMO A. Ejemplos i discusión 1. Procedencia i definición del sentimiento. — En la primera parte hemos indicado muchas veces la manera cómo el alma del hombre es escitada agradable o desagrablemente; agradable, por ejemplo, en el recuerdo de una juventud feliz, de parientes i amigos queridos, de hermosas historias i juegos divertidos; de- sagradable, por la pérdida de miembros caros de la familia, o si vemos padecer a hombres justos, o si la nostaljia reboza en el alma. (§§ 10 i 12) El alma puede ser escitada al placer o dolor deunamanera mui diversa. Todas las escitaciones del alma ha- cia el placer o el desagrado las designamos con el nombre de sentimientos. La producción de los sentimientos depende (1): (1) Véase sobre esto la cita en la nota del § 5. B. 1. a) De las impresiones que recibe el hombre. — Se despierta un sentimiento agradable por un rayo alegre de sol, después de un tiempo oscuro i frió; por la vista de lo verde del prado, o del lago de color azul oscuro; por el tono de una voz sonora; por lo delicioso i aromático del jardin; por el aire grato de la selva; por el sentimiento de fuerza física, mientras que los dias nebulosos i largos, el silbido penetrante de una locomotora, el crujido de una puerta, el chillido de una voz, la exhalación i aire corrompido de una pieza, el hambre i la sed, el dolor de muelas o de cabeza, despiertan sentimientos desagradables. En estos casos los sentimientos han provenido de sensaciones. Todas las clases de sensaciones (§ 5) pueden despertar sen- timientos. Con tal motivo las relaciones o condiciones de la vida del hombre, como la riqueza i pobreza, la clase de ocupación i manera de vivir, el clima i lugar de residencia, la salud i en- fermedad, en una palabra, todo lo que influye en el bienestar físico i los sentidos, ejercen también una gran influencia en los sentimientos, porque dan orí jen a las mas diversas sensaciones, i con esto a los sentimientos. En la primera época de la vida, los sentimientos provienen esclusivamente de la sensación. Mas tarde las intuiciones, repre- sentaciones i pensamientos influyen también poderosamente en los sentimientos. La intuición de un hermoso paisaje, de boni- tas flores o cuadros, despierta sentimientos agradables; el cua- dro de un paisaje desolado o de una casa incendiada produce, al contrario, sentimientos desagradables. La vista de hombres felices, de un grupo alegre de niños, amigos o parientes queridos, despierta alegría, mientras da compasión la presencia de jente desgraciada. Asimismo se orijina alegría o dolor en nosotros, si oimos o contemplamos la felicidad o desgracia de otros i si nos las representamos. ¡Cómo brillan los ojos de los alumnos, si la narración, llena de entusiasmo, de una historia, les presenta ante la vista intelectual, personas i hechos nobles! Un sentimiento deprimidor, empero, se apodera de los suyos, si en una historia el héroe debe padecer o morir. — 145 — Otros ejemplos sobre la materia se rejistran en los § § 10, 12 i 16. El alma, en consecuencia, no permanece indiferente ante las impresiones que recibe. Las percepciones, intuiciones, re- presentaciones i pensamientos no son algo como simples im- presiones fotográficas, al frente de las cuales el alma misma permanece fría, sino que influyen en su estado, pueden disponerla de una manera mas o menos elevada o mas o menos profunda; es decir, despertar en ella sentimientos. Has- ta en los mismos casos en que nosotros no percibimos esta influencia, las impresiones recibidas la ejercen grandemente en el alma. Por ejemplo, personas i cosas que vemos todos los dias, nos pueden ser poco a poco tan indiferentes que, al ver- las, no nos despierten un sentimiento determinado. No obs- tante, si debemos separarnos de ellas, somos movidos a un fuerte dolor de despedida, per lo cual vemos que ellas no nos eran indiferentes. Muchas de las influencias ejercidas en el alma no son apre- ciadas mas allá, porque no arrancan cambio notable alguno en el estado del alma, como por ejemplo, lo diario, lo conocido de mucho tiempo i lo acostumbrado. En este caso no hablamos de sentimientos, sino que cuidamos de designar con esta pala- bra solo las estilaciones perceptibles del alma, de agrado o desa- grado. De lo dicho se desprende que nuestro alrededor entero, todo lo que vemos i oímos, mui particularmente los hombres que nos rodean, ejercen una influencia considerable en nues- tros sentimientos. Si vivimos entre jentes alegres i bien in- tencionadas, somos por su medio predispuestos de una manera alegre i afable; pero, si entre hombres desgraciados, tristes, melancólicos e intratables, predominan los sentimientos tris- tes entonces. También la voluntad, las reflexiones i conclusiones, así como las acciones que provienen de aquí, influyen en la pro- ducción de los sentimientos. La intención de hacer algo malo, es decir, la voluntad para ello, despierta un sentimiento de — 146 — temor, de modo que un niño que maquina algo malo no pue- de dirijir la vista a sus padres; al contrario, la determina- ción para una buena acción desarrolla un sentimiento de placer. ¡Cuánto se alegran los niños cuando piensan proporcio- nar, v. gr., un placer a uno de sus hermanos, al papá o a la mamá en el dia^de su santo, o hacer una dádiva a un pobre! ¡Cuan alegre se puso Leonardo de Pestalozzi ("Leonardo i Jer- trúdis") cuando tomó la determinación de correjirse! ¡Cuan felices nos sentimos acompañados por la buena voz de la con- ciencia! ¡Pero cuan desgraciados nos hacen las aflicciones de la mala conciencia! La historia del pecado de nuestros primeros padres nos demuestra la manera cómo la acción mala des- pierta sentimientos de vergüenza, arrepentimiento i temor. b) La procedencia de los sentimientos, con todo, depende también del estado existente del alma; pues de éste dependen la disposición i acción del alma con respecto a las impresiones recibidas. Las sensaciones, intuiciones i representaciones mencionadas influyen, como se sabe, mui directamente en los hombres. La noticia de un diario sobre una batalla despierta júbilo en unos, en otros desesperación. Un discurso puede producir entusiasmo en unos oyentes i en otros la aversión mas pro- funda, como lo vemos, en la impresión opuesta que los sermones de Jesuscrito hacían -en el pueblo i en los fariseos. Pestalozzi no pudo alegrarse de la hermosa vista que se le presentó desde la altura del Gurnigel, porque pensó en que muchos de los hombres que se hallaban en el valle vivían sin educación i en la miseria. Aun en una misma persona las mismas cosas pueden pro- ducir sentimientos opuestos o hacerla ponerse indecisa, según que su disposición, opiniones i convencimientos se cambien. Mucho de lo que en disposición triste nos entibia i hasta nos ofende, despierta en nosotros sentimientos de placer cuan- do estamos en disposición alegre, por ejemplo, la música di- vertida, bromas, chistes i diversiones. ¡Cuan diversos eran los sentimientos del apóstol San Pablo para con Jesuscrito, antes i — 147 — después de su conversión! Antes de ésta, un odio ardiente; después amor i veneración! Aquella sentencia moral que dice: «Todas las cosas deben ser mas útiles a aquellos que aman a Dios», hace desde luego mui poca impresión a un hombre; pero cuando él mismo ha esper ¿mentado su verdad, se siente animado i confortado por ella. Importa saber ahora en qué relación se hallan las sensacio- nes, intuiciones, representaciones i pensamientos que obran erl nuestra alma con respecto a nosotros mismos, a nuestras repre- sentaciones, conceptos i juicios, a nuestro temperamento i a nuestra disposición e inclinación de voluntad; en una palabra, con respecto a nuestro estado físico e intelectual; es decir, en qué medida lo percibido, representado o pensado, promueve o dificulta el estado actual del alma, como ya se hizo ver al tra- tar del interés (§ 17). Los sentimientos, como se demuestra, no son algo aislado de las demás actividades psicológicas, sino que siempre se hallan en relación con sensaciones, percepciones, intuicio- nes, representaciones, pensamientos, conclusiones i acciones. No obstante, ellos no son uno con éstas, sino que consti- tuyen algo propio, particular. Algo mui diferente es, por ejemplo, si solo nos representamos el Dios del amor o si senti- mos su amor. En el último caso, nuestra alma ha sido embe- bida i enardecida por la representación del mismo amor divino. Conocido es sobre todo que es algo enteramente distinto saber simplemente las verdades morales relijiosas o estar vivamente convencido de ellas. Esto último es posible, solo cuando las sentimos al mismo tiempo. Un hombre, por ejemplo, que sabe desde largo tiempo lo que es la Providencia i puede hablar con entera claridad de ella; pero que jamas se ha encontrado en aflicciones o en peligros, que su vida ha pasado tranquila i feliz i que no ha conocido la necesidad o miseria de otros hombres, ese no tendrá un sen- timiento mui vivo del significado de esta verdad. Pero si llega para él un tiempo difícil, desgraciado, i en su bochorno acude a Dios i esperimenta i comprende la ayuda divina, entonces esta verdad lo traspasa i arroba con poder, al ponerle a la vista sus propias esperiencias. En tal caso no solo conoce la verdad, sino que también la siente. Las percepciones, intuiciones, represen- taciones i conceptos nos pueden también disponer fria e indi- ferentemente; el sentimiento, empero, da calor \ vida al alma, i la escita al placer i dolor, al gusto i disgusto. Los sentimientos son muchas veces oscuros para el mismo que siente. El párvulo cuyo placer o dolor se refleja en las faccio- nes de su cara, el que sonríe i se pone triste ante su madre que se ausenta de él, no posee todavía ningún conocimiento claro de estas cosas que podemos llamar escitaciones. El hombre, sin embargo, llega poco a poco a conocer mas claramente sus sentimientos, i puede hablar de ellos, diciendo, por ejemplo, «Me alegro de que vuelva mi mamá, de que haga buen tiempo.» «Estoi triste porque mi amigo se ausenta». «¡Cuan satisfecho me siento después de un trabajo bien ejecutado!» «¡Cuan feliz me siento porque ha pasado mi examen!» Empe- ro, los sentimientos son de un carácter tan interno i profundo, que podemos comprenderlos i describirlos con la palabra, pero rnui imperfectamente. Con frecuencia sucede que cuando nos encontramos en medio del placer mas elevado o del mas pro- fundo dolor, no podemos decir claramente lo que pasa en noso- tros. Por esta causa también nos representamos los sentimien- tos solo de una manera mui imperfecta. 2. La disposición. Siempre que los sentimientos agradables ajitan nuestra alma, nos encontramos en una disposición apa- cible, alegre', mientras que con sentimientos desagradables en una triste; lo que puede sucedercon todos los grados i diferen- cias posibles de la alegría i de la tristeza. En un viaje, en una sociedad i hasta en una fiesta (por ejemplo, si los cantores reci- ben o no un aplauso), podemos estar en una disposición mui diversa, según nuestros sentimientos sean de carácter [alegre o triste. De ahí que la palabra disposición sea tomada con frecuen- cia en un sentido semejante a sentimiento. Con todo, la dis- posición, en su mayor parte, no depende de sentimientos par- — 149 — lindares o aislados, ni tampoco se cambia siempre con ciertas escitaciones del sentimiento. Cuando en medio de una disposi- ción alegre nos sucede una pequeña desgracia, se desarrolla, en verdad, un sentimiento desagradable i, a consecuencia de esto, la disposición es un tanto «apagada» — si se quiere — por un momento, pero no esencialmente cambiada. Asimismo suce- de que el rostro de un desgraciado o de otro lleno de cuidados puede ponerse alegre por un instante, mediante un sentimiento apacible; pero esta sonrisa pasajera se asemeja al rayo solar que inmediatamente vuelve a ser cubierto por las nubes. Según esto, la disposición se acomoda a todos los sentimien- tos que ajitan nuestra alma i es, por consiguiente, el estado ac- tual del sentimiento de un hombre; en tanto que las escitaciones particulares de gusto i desagrado constituyen los sentimientos. Teniendo que acomodarse la disposición a los sentimientos alternativos o variables, se halla también sometida a cambio. Si después de haber gozado de tiempos felices sobrevienen golpes difíciles en la suerte del hombre i se le despiertan sen- timientos dolorosos, también su disposición alegre se pone triste; i si después de dias tristes el resplandor solar de la feli- cidad vuelve a sonreir i despierta sentimientos agradables, la disposición también se alegra. El mayor cambio de disposiciones se observa en los niños chicos; pues éstos pueden llorar i reir en el mismo minuto. Sus sentimientos dependen de las impresiones momentáneas que reciben. Sin embargo, las impresiones no son todavía du- raderas i profundas, siendo por esto fácilmente reemplazadas por otras. Si las impresiones recibidas dejan representaciones en el alma i son reproducidas, también los sentimientos i disposi- ciones ligadas a estas representaciones se hacen mas dura- deras, pudiendo entonces dominar por largo tiempo una buena disposición o indisposición. 3. El ánimo — Como lo demuestran los ejemplos citados en el número 1 &, el ánimo del hombre puede ser escitado a senti- mientos de mui diversas maneras. De aquí que se hable tam- bién de diversos ánimos o temperamentos. PSICOLOJÍA 17 — i5o — Los ejemplos que siguen nos dan a conocer cuan grande puede ser esta diversidad: «Dos viajeros ven durante el cami- no las mismas cosas, los mismos árboles, prados, arroyos i bos- ques, el mismo cielo azul i los mismos rayos de sol; pero mientras el uno se llena de júbilo por todo esto, el otro per. manece indiferente i frió. Esta diversidad provenia de que ellos habian emprendido el viaje con una intención enteramen- te diversa. El uno iba porque era justamente moda ir al punto a que se dirijian; el otro, por amor a la naturaleza i porque sentia la necesidad de viajar. Diversidad de ánimo indican tam- bién las diversas personas de la parábola del piadoso samaritano i varios otros ejemplos de poesía, de historia, etc. La diversidad del ánimo se funda en que los hombres apre- cian las personas i cosas de diversa manera. Una historieta nos cuenta que «un alegre jabonero consideraba el trabajo mucho mas que la riqueza; mientras su rico vecino estimaba mas la tranquilidad i los placeres sensitivos.» Un cantor en- cuentra su recompensa mas elevada en la canción misma i re- nuncia a todo regalo material, mientras otro elije este último. Diójenes no aceptó el ofrecimiento de Alejandro, mientras otros lo deseaban ansiosamente. Los mismos niños son mui diversos en el ánimo: los unos son tan blandos, que una palabra destemplada los entristece profundamente; los otros tan duros, que la mas seria repren- sión i hasta el castigo queda muchas veces sin ningún resul- tado; unos manifiestan placer por los juegos, otros por la lectura, etc. También las numerosas i diversas espresiones por las cuales se designa el ánimo, manifiestan la gran diversi- dad de éste. Hai joviales, arrogantes i melancólicos; benignos, humildes i activos; magnánimos, indiferentes i humanos, etc. De una manera semejante se usan también las frases o los ad- jetivos derivados de corazón o del significado de esta palabra, pues antes se consideraba el corazón como el asiento de los sen- timientos, así, corazón blando (compasivo), corazón duro (incle- mente), caritativo o desapiadado; sin corazón significa lo mismo que sin espíritu o sin sentimiento. — i5i — Si averiguarnos por qué es tan diverso el ánimo, encontra- mos la causa parte en las diversas dotes, parte en el diverso desarrollo del espíritu. Así como hai diversas dotes o disposicio- nes con respecto a la fuerza física i habilidad, con respecto al conocimiento i carácter, así también las hai con relación al áni- mo. Esta diversidad se ve con frecuencia, i de una manera marcada, entre los hermanos i naturalmente mas todavía entre los niños de diversas familias. Una gran diferencia encontra- mos también en este sentido entre los niños varones i las mu- jeres. Una influencia determinante ejerce, ante todo, la educación en el desarrollo; pero mas tarde también el futuro al rededor del individuo, sus condiciones de vida, su ocupación i esperien- cias son de importancia para el desenvolvimiento del ánimo. De este modo, con apoyo de las disposiciones naturales, se for- ma el ánimo particular de un hombre. Según lo espuesto, entendemos por tal la manera propia de este hombre, con la cual es escitado su sentimiento, o en que siente. Resulta de aquí que también el ánimo es capaz de un perfeccionamiento gradual. 4. Importancia de los sentimientos, de las d'sposisiones i del áni- mo. — En diversos puntos de la primera parte, al tratar de la intuición, se ha dado a conocer cuan grande es la influencia que el sentimiento ejerce en el conocimiento; pues la contem- plación supone interés, es decir, sentimiento; ademas la ejerce en la representación i sus reproducciones, puesto que el alma re- tiene i reproduce las representaciones, con tanta mayor facili- dad, cuanto mas vivamente impulsen ellas al sentimiento (§ 9-10). Por esta misma causa, también en la fantasía (§ 12), particularmente en el interés (§ 17) i en la atención (§ 18). Los sentimientos influyen ademas con gran poder en la vo- luntad, i con esto en la conducta del hombre, en su comporta- miento todo para con Dios i los semejantes i hasta para con los animales. El sentimiento del amor impulsa al hombre a llenar fielmente la voluntad; a demostrar a sus semejantes fidelidad i ayuda; a servir a su patria, etc., i también a tener piedad para con los animales; mientras que la dureza de corazón i el odio producen siempre ío contrario. Nuestras representaciones se hacen eficaces pava la acción i la vida por medio del sentimiento. El entusiasmo por las imájenes ideales de la escritura santa, de la historia i de la literatura, nos impulsan a la imitación. El sen- timiento por lo bueno, verdadero i hermoso, nos mueve a esfor- zarnos hacia estos ideales. Los malos sentimientos, empero, escitan lo malo. El sentimiento no solo determina el objeto de la voluntad sino que le presta también fuerza. Mediante el senti- miento del placer i entusiasmo se aumenta nuestra enerjía. «El gusto i amor por una cosa disminuye toda fatiga i trabajo.» Sin embargo, el temor i abatimiento marcan la enerjía; i el espanto nos puede penetrar de tal modo, que nos hace impotentes para todo movimiento. Por este motivo, nuestra actividad en pro de la felicidad de otros hombres depende de nuestros sentimientos, particular- mente de nuestro amor hacia ellos; ellos determinan también nuestra propia felicidad. Para nuestro bienestar físico, los sentimientos i disposiciones tienen una gran importancia. Un ánimo alegre conserva la sa- lud i contribuye a soportar con mas facilidad los dolores i des- agrados; mientras que el abatimiento, la tristeza i aflicción, pueden arruinar también la salud (v. gr., disminuir el apetito i el sueño) i hacer mucho mas difíciles todos los destinos. La influencia del ánimo se demuestra mucho mas poderosa aun en Infelicidad del alma. En el sentimiento descansa toda fe- licidad i toda aplicación del alma. ¡Cuánto mas pura i dura- dera es la felicidad del alma, tanto mas llena se halla de nobles sentimientos, de inspiración por todo lo verdadero i bueno, que cuando la escitan sentimientos impuros! El hombre no puede exijir algo mas delicioso que la verdadera paz del alma ¡Cuán- to contribuye también para la felicidad interior del hombre una disposición alegre! Esta le hermosea i facilita todo, mientras una disposición triste abate al alma. Según su ánimo, así también será el dominio que el hombre ejerce en sus sentimientos i disposiciones i les dará otra di- — 153 — reccion, o bien se dejará dominar por ellas. Si es de espíritu alegre, resiste a las esperiencias tristes i no se deja aprisionar interiormente por éstas sino que sabe encontrar en aquellos mismos momentos mas difíciles, un consuelo en que puede sos- tenerse firmemente i volver a levantarse. I al contrario, con un ánimo abatido i triste, el hombre todo lo ve negro i oscuro i la mas mínima cosa, v. gr., un plato de comida que ha salido malo, o una palabra enteramente inofensiva, puede también despertar en él sentimientos desagradables. Cuando el hombre, mediante la convicción de que la felici- dad i la desgracia deben servirle para la consecución de la ele- vada determinación de su vida, llega a la verdadera tranquili- dad de ánimo, no se deja perturbar por ningún cambio de la suerte, ni por el placer, ni por el dolor, i por esto tampoco difi- cultar en la consecución de los fines de su vida. Entonces posee la verdadera felicidad del alma. B. Resumen 1. Procedencia i definición del sentimiento. El sentimiento es el impulso del alma hacia el gusto o el disgusto. El oríjen de los sentimientos depende: a) De las impresiones que el alma recibe por las sensaciones, percepciones, intuiciones, representaciones i pensamientos, co- mo también por la voluntad. b) Del estado existente del alma, es decir, de las sensaciones, representaciones, pensamientos, sentimientos i voluntades an- teriores. Según lo nuevo que el alma percibe, contempla, o quiere, se presente como una promoción o una opresión del es- tado de ella, así también se despiertan en el alma sentimientos agradables o desagradables. Los sentimientos se unen con otras actividades del alma, con sensaciones, percepciones, intuiciones, representaciones, pensa- mientos i determinaciones. No obstante, ellos no son unos con éstas, sino algo particular, separado, que consiste justamente en la escitacion del alma al placer o al desagrado. Los sentimien- — 154 — tos son profundos, muchas veces oscuros para el mismo que siente, i, según su naturaleza entera, solo se puede espresar mui imperfectamente con palabras. 2. La disposición indica el estado momentáneo del sentimiento de un hombre. Está rejida por los sentimientos, i por esto puede ser alegre o triste i estar subordinada al cambio. Sin embargo, por lo jeneral no solo sucede que cambia con cada una de las escitaciones del sentimiento, sino que también se ha- lla influenciada por los sentimientos anteriores que aun conti- núan en el alma. 3. El ánimo es la facultad del alma de escitarse por sentimien- tos. Con motivo de ser diverso el ánimo de los hombres, se ha- bla también de diversos ánimos. Estos se fundan por una parte en las dotes primitivas, por otra en el desarrollo del ánimo. El desarrollo del ánimo depende, ante todo, de la educación, pero también de las condiciones de vida, de la ocupación i las espe- riencias. 4. La importancia de los sentimientos es mui grande. Se la conoce primero con relación al conocimiento, en tanto que el al- ma comprende i retiene vivamente solo aquello que escita e in- teresa al sentimiento. Los sentimientos ejercen en seguida una poderosa influencia en la voluntad, i por esto también en la conducta del hombre, Por fin, de los sentimientos depende también la felicidad del alma, pues en ellos descansan toda felicidad i todo dolor. C. Aplicación a la educación Porque los sentimientos son de la mas grande importancia para la felicidad i la conducta del hombre, la educación tiene que dar un lugar preferente al cultivo del corazón. La ac- ción total del educador en la vida del sentimiento, se designa con el nombre de cultura del corazón o del ánimo; porque en esto no solo se trata del cultivo de sentimientos aislados, sino de la cul- tura de un corazón (ánimo) noble; a lo cual pertenece también la educación correcta de cada "uno de los sentimientos. Indu- — i55 — dablemente, en la cultura del ánimo hai que considerar las dotes existentes, encontrando aquí aplicación la cita de un gran poeta: «Pues el uno tiene éstas i el otro aquéllas dotes. Cada cual las necesita i cada cual es bueno i feliz solo a su manera propia.» Empero, aunque la facultad del ánimo no puede ni debe ser restrinjida o borrada, del poder i objeto de la educación de- pende el que la facultad se desarrolle convenientemente. Vamos a tratar en cortos rasgos los fines i medios de la cul- tura del ánimo (1). I. Los fines de la cultura del ánimo se pueden resumir se- gún las exijencias que se imponen al corazón (ánimo) en la pará- bola del sembrador: en las tres primeras especies del suelo se hallan espuestos los defectos del ánimo; al camino duro o piso- teado se asemejan los corazones insensibles] al suelo con base pedregosa los inconstantes, al terreno espinoso los impuros. En el suelo bueno se encuentra justamente lo contrario de aquellas faltas, esto es, sensibilidad, solidez o seguridad i pureza del áni- mo, a lo cual debe alcanzar la cultura de éste. 1. La sensibilidad del ánimo consiste en la facultad de sentir múltiple i adversamente, de modo que con cada uno de los obje- tos se verifique una oscitación, objetos que, según su naturale- za, puedan ejercer en nosotros una influencia promovedora o de- presiva. Lo contrario de sensibilidad se llama indiferencia, embotamien- to \ parcialidad, esto con respecto a los sentimientos. De aquí que la educación debe procurar despertar un múltiple o jeneral interés en el niño, para que pueda tomar una parte activa en to- do lo que toque a su verdadero bien o al de los demás, pueda inspirarse en lo hermoso, verdadero i bueno; para que en la escuela, por ejemplo, tome gusto por todos los objetos de la enseñanza (ramos i asignaturas especiales) i ame de corazón no (1) Los fines i medios de la cultura del ánimo pueden ser tratados aquí solo en lo jeneral; la esplicacion mas detallada i la aplicación ee verán después al tratar de las especies de sentimientos en particular. - I 5 Ó- solo a sí mismo i a lo que le es agradable o útil, sino también a sus semejantes. En la producción de los diversos sentimientos, sirven todas las muchas escitaciones que pueden ofrecerse al niño en la casa i en la escuela: intuiciones en el jardin, en el campo i en el bos- que; cuadros, historias i cantos; ocupaciones, entretenciones, en- señanzas i la instrucción en los diversos ramos. Los educacio- nistas deben procurar despertar en los niños interés por todo lo verdadero, hermoso i bueno; para lo cual es menester que ellos mismos tengan i demuestren interés por esto i amor por todo lo que desean entusiasmo de parte de sus alumnos. A la sensibilidad del ánimo se hallan unidas también la bon- dad natural, la blandura. Benigno i blando es aquel cuyos sen- timientos son escitados fácilmente, por lo cual pueden también embeberse i colocarse en la misma disposición de otros; al con- trario, uno es poco agradable o simpático cuando es torpe, in- diferente, o cuando se deja dominar parcialmente por algunos sentimientos i disposiciones, sin tomar en cuenta los demás. 2. La constancia del ánimo consiste en la entrega duradera del alma a aquello que la ha escitado, en la solides i persistencia de los sentimientos, en el apego i fidelidad hacia las personas (v. gr., amigos) i cosas (v. gr., los objetos de la enseñanza i las cosas esteriores, como juguetes). Lo contrario es la inconstancia, la lijereza i el capricho. Solo por medio de la constancia del ánimo, los sentimientos pueden ser una fuente de felicidad du- radera para nosotros i los demás, i ejercer una influencia per- manente en nuestro conocimiento i en nuestra conducta. Por esto es que la educación debe cuidar de que se despierten en el niño sentimientos no solo pasajeros, superficiales, sino profundos] de que éste se entregue con constancia a algo, se ocupe con per- severancia en una cosa i aprenda & profundizarla con amor. Para esto, es necesario que los educacionistas, por una parte, guien al niño a manifestar sus sentimientas, por ejemplo, la compasión, ayudando a los desgraciados; la reconciliación, perdonando a sus ofensores; i por otra, que le enseñen también a dominar sus pensamientos, evitando la espresion violenta de los senti- — 157 — mientos i procurando pacificar i sosegar al niño, cuando por ejemplo se encoleriza con otros, se desespera por la pérdida de un objeto o tiene temor al dar una contestación. 3. La pureza del ánimo exije que éste no sea escitado por sentimientos inmorales i que de entre lo permitido aprecie mas lo elevado antes que lo inferior, i ame con mas intensidad lo mas perfecto, en concordancia con aquel mandato de Jesucristo que dice: «Tú debes amar a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza i todo tu espíritu, i a tu prójimo, co- mo a tí mismo». Ademas de lo ya nombrado en los números 1 i 2, en la pureza del espíritu influye con mayor persistencia el ejemplo de los educacionistas (de los padres i maestros) i de todos aquellos con los cuales se relaciona el niño (parientes, sirvientes, condiscípulos etc.); influyen sus acciones i palabras, sus ademanes i el tono de su voz; en resumen, todo aquello por medio de lo cual se manifiestan sus sentimientos hacia el niño i los demás hombres. Cuando las palabras i hechos de los educacionistas manifiestan al niño verdadera relijiosidad i moralidad, verdadero amor para todos, participación ín- tima particularmente en los placeres i sufrimientos del niño mismo, cariño i seriedad, entonces sucede que todo esto que el niño ve i oye continuamente se graba de una manera tan profunda en su espíritu, que aprende a sentir de un modo semejante. Con todo, sucede también que las manifestaciones opuestas del sentimiento, se las comunica i determina su ánimo mismo. II. Los factores de la cultura del ánimo. — ¿Quién tiene que cuidar por la cultura del ánimo? En la cultura del ánimo, la parte mas importante corresponde a la familia. Lo que el niño ve, oye i esperimenta allí desde su mas temprana edad se le graba indeleblemente. ¡Qué poder ejerce en el ánimo (co- razón) delicado del niño el abnegado amor de la madre, el cui- dado solícito de los padres, la seriedad i suavidad en su educa- ción! De este modo se arraigan en su corazón los sentimientos de amor, gratitud i fidelidad: el buen espíritu de la fami- lia influye en la vida entera del niño. Sin embargo, la escuela PSICOLOJÍA 18 - i 5 8 - puede también contribuir mucho en la cultura del ánimo, por medio de su orden estable i por la enseñanza; la educación do- méstica puede asimismo completar lo que se haga en este sentido. Si el maestro trata a los alumnos con seriedad amigable i los instruye con resignación i entusiasmo, ejerce una buena in- fluencia en su ánimo. Pero el ánimo se entorpece por un tra- tamiento impaciente, poco afable i una enseñanza impasible, insensible si se quiere. Por lo espuesto se puede conocer ya la manera cómo la enseñanza influye en el ánimo. En todos los ramos puede ejercerse tal influencia; pero mui especialmen- te en la relijion, lenguaje, historia, canto, ciencias naturales i jeografía. Según esto, la familia i la escuela, los padres i maes- tros, deben trabajar unidos en la hermosa tarea de la cultura del ánimo. § 21.-DIVISION DE LOS SENTIMIENTOS A. Ejemplos i discusión Siendo los sentimientos de especie tan diversa i congruentes entre, sí, es mui difícil someterlos a una división exacta. Sin em- bargo, se les puede dividir según su tono, su duración i fuerza, i su contenido. 1. En cuanto al tono es decir, en cuanto a la especie i modo cómo disponen el alma, los sentimientos, conforme al § 20 (véase los ejemplos mencionados allá), son de gusto (agradables, alegres) Como alegría, esperanza, descanso, o de disgusto (desa- gradables, dolorosos), como dolor, temor, miedo, cuidado, tedio, fastidio, cansancio i laxitud. Los sentimientos inmorales o inferiores del gusto, como go- ces sensuales desordenados, diversiones constantes i escesos, conducen al tedio; es decir, a sentimientos desagradables. Con tal motivo, ha de tenerse presente la prevención que el poeta nos hace, cuando nos dice: «¡No aprisiones tu corazón — 159 — en los bienes que adornan la vida pasajera! ¡Quien posee aprenda a perder, quien es feliz aprenda a padecer!» Pero también los sentimientos nobles conducen al disgusto, tan pron- to como pasan a hacerse escesos, v. gr. la visita demasiado fre- cuente al teatro. Cuanto mas elevados i puros son los senti- mientos, tanto menos conducen al fastidio. Los sentimientos de puro amor a Dios i a los hombres jamas ocasionan disgus- tos, sino siempre una elevada felicidad. I al contrario, el disgusto se convierte con frecuencia en un sentimiento agradable; así sucede en la fatiga i el trabajo, en la renuncia i privación, en lo cual el alma llega a alcanzar un sen- timiento de fuerza, o en el arrepentimiento doloroso que condu- ce a la paz del alma (véanse las bienaventuranzas del sermón de la montaña). De aquí aquel pensamiento del poeta Goethe: «Mas bien quiero dejarme aplastar por los sufrimientos, que soportar tantos placeres de la vida.» I aquella prevención de otro autor: «¡Oh! no te alejes de las fatigas i sufrimientos! Sin un dia de trabajo no hai domingo; sin corteza no hai grano; sin espinas, rosas; sin oscuridad, estre- llas.» Hai también sentimientos mistos, es decir, en los cuales se ha- llan unidos el gusto i el desagrado. Los pasajes siguientes de algunos autores nos lo demuestran claramente. En una Canción de un aldeano en la ausencia se dice: «Ca- ra patria de mis amores; silencioso pienso en tí; me siento bien, i, sin embargo, lágrimas de un deseo vehemente oscurecen mi vista.» Otro autor, al tratar de la Nostaljia de un paisano, hace decir a éste: «En mi pecho vive un anhelo indescriptible: no es dolor, no es alegría. Las lágrimas me saltan de los ojos.» «La reina se deshacía de tristeza i alegría», espresa un tercero; i el poeta Schiller dice en un pasaje: «Ambos se abrazan i lloran de dolor i de alegría.» Los emigrantes con frecuencia cantan i lloran casi al mismo tiempo, de dolor por la despedida i de placer por el mejor porvenir que esperan. La melancolía i el anhelo pertenecen a esta clase de sentimientos. — 1 6o — 2. Duración i fuerza de los sentimientos. — Estas son mui diver- sas i dependen: a) Del ánimo i la disposición del momento. Los ejemplos cita- dos, al tratar del ánimo (§ 20), demuestran cuan distinta es la escitacion del alma. Esta se halla sujeta a diversas influencias, entre las cuales se han de mencionar, principalmente, la edad i el sexo. Por lo jen eral, en la juventud i en el sexo femenino, se en- cuentra una escitacion mayor que en la edad madura i en los hombres. o) De la importancia déla cosa que escita al sentimiento. — La ga- nancia o pérdida de una gruesa suma, escita al sentimiento mas que cuando solo se trata de unas cuantas monedas. La muerte de un hombre nos duele tanto cuanto mas querido nos era el difunto. c) De la resignación o entrega del alma a las impresiones reci- bidas. — Si la muerte ha arrebatado un hijo, el dolor de los pa- dres es mayor i mas duradero, cuando no tienen otros niños a los cuales pueden cuidar i demostrar su amor. Por causas se- mejantes procuramos llevar a los tristes a «otros pensamien- tos», a fin de despertar en ellos distintos sentimientos. Cuanto menos dividida i perturbada puede entregarse el alma a los sen- timientos, tanto mayor es la fuerza i duración de éstos. La fuerza depende también de la instantaneidad de las im- presiones. Por esto preparamos a aquellos a los cuales tenemos que dar una noticia dolorosa. Para aumentar la alegría a otros les preparamos «sorpresas». Se dice que algunos se han vuelto locos al recibir la noticia de haber ganado el primer premio de una gran rifa. Heli, de la historia, cayó i murió por un susto repentino. Fuera de esto, la fuerza i la duración de los sentimientos no se hallan siempre en la misma proporción. Sobre todo, si los sentimientos penetran al alma con gran violencia i se manifies- tan impetuosamente, duran con frecuencia mucho menos tiempo que cuando penetran tranquilamente hasta la profundidad del alma. — i6i — Tanto en los sentimientos agradables como en los desagrada- bles, hai una escala completa de la intensidad de los sentimien- tos; desde lo agradable, pasando por todos los grados del placer, hasta el encanto o alborozo i desde el mas lijero desagrado, por todos los grados del dolor, hasta la desesperación. El afecto o la conmoción del ánimo es el que penetra al alma con mayor ímpetu. El afecto es un sentimiento violento que di- ficulta la circunspecta reflexión i que comunica la conmoción violenta del ánimo hasta el organismo corporal, de un modo tal que las personas afectadas se ponen pálidas de susto o tiem- blan de cólera. El amor materno, convertido en afecto, puede impulsar a la madre a arrebatar a su niño hasta de las garras de un león. El dolor por la muerte de un jefe querido puede incitar al afecto de un ardor bélico salvaje. Se nos cuenta en Guillermo Tell que Baumgarten mató al «hidalgo» en medio de la indignación. En estado de cólera, Alejandro el Grande mató a su amigo; i Schiller nos cuenta en Guillermo Tell que Arnold mató por cólera al escudero del gobernador, como él mismo lo espresa al esclamar: «Entonces me sobrevino la justa cólera, i, no siendo señor de mí mismo, maté al mensajero.» El mismo también demuestra después cómo puede dominar sus afectos, i fué su afecto el que lo impulsó a la ejecución de la noble obra de la libertad. Hai personas, al contrario, que no pueden do- minar la rabia que traspasa todo su cuerpo, haciéndolo obrar en tal estado de escitacion. Pertenecen a los afectos el espanto, asombro, horror, pa- vor, ira, cólera, desesperación, arrobamiento i otros. Como nos lo demuestran los ejemplos mencionados, los afec- tos pueden aprisionar al hombre; truncar, si así se puede decir, sus fuerzas del pensar i de la voluntad; elevar al esceso su fuer- za de voluntad i su enerjía; lo pueden impulsar a grandes he- chos nobles, pero conducirlo también al crimen] vencer la timi- dez i escrupulosidad, pero dejenerar en temeridad. El afecto es bueno, si el hombre es movido por él, prime- ro, a sentimientos moralmente puros (amor materno, fideli- dad, amor a la patria) i en segundo lugar, si se puede medir — 1 62 — i dominar. Empero, cuando esto no sucede, se perjudica él mismo (física i espiritualmente) i perjudica a los demás. No se ha de confundir la afectación con el afecto. Esta con- siste en la manifestación falsa, del sentimiento, por ejemplo, en la falsa esposicion i aseveración de la amistad o de la reli- giosidad (hipocresía); en la espresion no natural del sentimiento al leer o hablar («emociones falsas»). Afectado es, pues, aquel que manifiesta sentimientos que en nada posee o, por lo menos, en la medida que le da en apa- riencia. 3. Los sentimientos, considerados bajo el punto de vista de su contenido o de su causa, se refieren o al bienestar físico o a lo hermoso, verdadero i bueno; a Dios, a los semejantes o a la propia persona. Según esto, se distingue: 1.° sentimientos sensi- tivos, 2.° sentimientos estéticos, 3.° sentimientos intelectuales (o de la verdad), 4.° sentimientos morales, 5.° sentimientos religiosos, 6.° sentimientos simpáticos o la simpatía i 7.° el sentimiento del honor i de la dignidad, de todos los cuales vamos a tratar en los ca- pítulos que siguen. Los primeros (sensitivos) se llaman senti- mientos inferiores) todos los demás superiores. B. Resumen A causa de la afluencia i multiplicidad, es mui difícil hacer una división exacta de los sentimientos. Se les puede dividir según su tono, su duración i fuerza, i conforme a su contenido. 1. Según su tono; esto es, según la especie i modo como ellos disponen el alma, los sentimientos son agradables o desa- gradables. El agrado i desagrado pueden conducir también a los senti- mientos opuestos; a saber, los sentimientos impuros, o désor denados i mui persistentes, a sentimientos desagradables; i, al contrario, sentimientos desagradables que templan i purifican el alma, a agradables. Hai también sentimientos mistos, en los cuales se hallan uni- - i6 3 - dos el agrado i desagrado, como el deseo vehemente i la tristeza. 2. La duración i la fuerza de los sentimientos dependen: a) del ánimo i la disposición momentánea, b) de la importancia de la cosa que escita el sentimiento, c) de la entrega tranquila i no dividida del alma a las impresiones recibidas. La fuerza está rejida también por la instantaneidad de los sentimientos. La impetuosidad del sentimiento no es siempre una muestra de profundidad i larga duración de éste. En los sentimientos agradables i desagradables, tenemos una escala completa de la fuerza de ellos, desde el mas lijero impul- so hasta la conmoción mas violenta del ánimo. La conmoción del espíritu o el afecto es un sentimiento impetuoso que difi- culta la prudente reflexión i conclusión; conmoción que se co- munica también al organismo físico. Los afectos pueden apri- sionar o aumentar la fuerza de volición i la enerjía, impulsar al hombre a las acciones mas nobles, pero arrebatarlo también hasta el crimen. Si se quiere que el afecto tenga buenas consecuencias, el hombre debe: a) estar impulsado por sentimientos moralmente puros, i b) saber también medirse i dominarse. Cuando esto no es así, se perjudica él mismo (física i espiritualmente), i a los demás. 3. Según el contenido i la causa, los sentimientos se dividen: 1.° en sensitivos, 2.° estéticos, 3.° intelectuales, 4.° morales, 5.° relijiosos, 6.° simpáticos o de simpatía i 7.° de pundonor i dignidad. C. Aplicación a la educación' 1. Con respecto al tono del sentimiento, la educación cuidará de la serenidad del sentimiento; es decir, de despertar en los niños, preferentemente, sentimientos agradables, como nos lo dice el autor de Levana, Jean Paul: «Serenidad es el cielo bajo el cual todo prospera, conescepcion del veneno» Pero con esto, de ninguna manera se quiere decir que los educacionistas — It-4 — deben proporcionar constantemente a los niños el mayor placer posible i alejar de ellos todo dolor; pues asi el gusto se cam- biaría en disgusto i la sensibilidad del alma se embotaría de tal modo, que se tendrían como consecuencias el tedio i el fas- tidio. Por consiguiente, se deberá cuidar- de una serenidad i . de una felicidad duradera del alma. Para esto es necesa- rio a) que los placeres que se ofrecen a los niños sean purós^ jrcionados a su edad i económicos, i b) que se les enseñe a soportar con resolución i firmeza las fatigas i privaciones, atener i mi para con los demás i a arrepentirse verdaderamente de sus faltas. 2. Con respecto a la duración de los sentimientos, vale lo mismo que se ha dicho sobre la constancia o estabilidad del ánimo (§ 20). Por lo que hace al afecto, el educacionista procu- rará que el niño aprenda a dominar las ajitaciones de su espí- ritu, a reprimir las malas i a someter las buenas i nobles a una reflexión razonable. Con tal motivo, debe precaverse de escitar a los niños a la irrisión o la injusticia. ¡No excitéis a vues- tros niños a la soberbiad i i debe aplicar cuidadosamente to- dos los medios que sirven a la cultura del espíritu, en jeneral. i al le loe - :itimientos, en particular (ved § 20). § 22.— LOS SENTIMIENTOS SENSITIVOS A. Ejemplos i msersiox Lo que es agradable al cuerpo despierta un sentimiento sen- j de gusto: lo que es desagradable, un sentimiento sensitivo de disgusto: sobre lo cual va se han espuesto ejemplos en el Consideramos como sentimiento sensitivo de gusto todo lo que es agradable o hace bien ala vista (color, luz), al oído (sonidos), al gusto, olfato o tacto, el sentimiento de la salud, fuerza. frescura, alegría, satisfacción, recreación, etc. Al contrario, como oiientos sensitivos de disgusto todo lo que es desagradable - 16) - a la vista, oido, gusto, olfato i tacto, el sentimiento de la en- fermedad, debilidad, cansancio, pereza, hambre i sed Al considerar como «inferiores» a los sentimientos sensiti no se quiere decir que sean sin importancia, sino que se refie- ren solo a la vida física, la cual se presenta como inferior al frente de la espiritual. Ellos tienen una gran significación, en primer lugar, para la vida corporal, en tanto que por su medio el hombre sabe hasta qué punto se halla bien o mal el estado actual de su cuerpo i lo que debe hacer o rechazar para pro- mover su salud. Los sentimientos sensitivos, en segundo lugar r ejercen una gran influencia en la vida intelectual; pues el hom- bre, al sentirse bien en su cuerpo, se siente también mas sere- no i alegremente dispuesto, mas gustoso para llenar sus debe- res i recibir impresiones espirituales; mientras que la enferme- dad, hambre, sed i cansancio, lo hacen mas impaciente, irritable i mal dispuesto, como se observa, v. gr., en alumnos débiles, mal alimentados i vestidos. Cuanto mas pequeño es el íúño, tanto mas poderosamente influyen en él los sentimien- tos sensitivos. B. Resumen Los sentimientos sensitivos o inferiores se relacionan con el bien o malestar físico. Ellos tienen una gran importancia para la vida física, por- que impulsan al hombre a cuidar por su bienestar corporal: pero también ejercen su influencia en la vida espiritual, ha- ciéndonos serenos, agradables, dispuestos i sensibles o indis- puestos e insensibles. C. Aplicación a la educación 1. Satisfacción. — De la importancia de los sentimientos sen- sitivos se desprende que ellos no pueden ni deben ser recha- zados o estirpados, sino satisfechos en su justa medida. Por esta razón, los educacionistas deben procurar en los niños un buen psicolojia 19 — i6ó — cuidado del cuerpo; es decir, satisfacer, en suficiente medida i a su justo tiempo, las necesidades físicas, como las de alimen- tación, movimiento, juego i distracción. 2. Dominio. — A fin de que un ser sensitivo, inmoderado, no llegue a dominar al niño, la satisfacción de los sentimientos sensitivos debe limitarse a aquello que es conveniente para la vida física i espiritual. Se debe acostumbrar a los niños a lo sencillo i nohle; se les debe dirijir su sentido a lo mas elevado,' enseñándoles así a dominar sus sentimientos sensitivos. Los medios mas importantes para la consecución de este fin son: a) el ejemplo de los educacionistas en la templanza, senci- llez, moderación, entereza para soportar las privaciones, fatigas í dolores; b) la enseñanza, especialmente de los ejemplos de grandes hombres; c) el buen tratamiento i la dirección correcta de los niños, prohibiéndoles lo malo i enseñándoles a ocuparse de cosas que les proporcionen goces nobles i despierten senti- mientos elevados. §-23. LOS SENTIMIENTOS ESTÉTICOS A. Ejemplos i discusión 1. Procedencia i definición. — Por los objetos diversos de la naturaleza i del arte, se despiertan sentimientos estéticos. El cómo la naturaleza despierta estos sentimientos nos lo enseña un autor, cuando dice: «En una hermosa tarde viajaba un pa- dre con su hijo en el mar » «¡Oh! cuan hermosa está ahora la comarca! » esclama entusiasmado el niño a quien el padre habia enseñado a observar aquella hermosura de la naturaleza. «Mira al cisne zabullir al primer resplandor del cielo, rodeado de su alegre nidada», dijo él... «¡Cuan suave susurra allá, en la floresta, el follaje tímido de los delgados álamos de la ri- bera, i cuan encantadoras se mueven sin cesar las verdes ondas de la sementera... ¡Oh qué amenidad presentan ahora la ribera, el mar i cielo! Cuan bello está todo, i cuan alegres i fe- - i6 7 - lices nos hace la naturaleza!» En este caso, según lo que se nos presenta, la naturaleza es hermosa, suave, encantadora, amena; ella entusiasma al hombre, lo hace alegre i feliz. Por esta mis- ma razón, un sinnúmero de poetas cantan la hermosura de la naturaleza, ya en la tierra como en el océano, en el paseo como en el jardin, en la montaña corno en el valle, en el bosque como en la pradera, en el arroyo como en la fuente, en la no- che como en el dia, en la mañana como en la tarde, en el ve- rano como en la primavera, etc. Lo hermoso del arte es también una fuente rica de senti- mientos, así, por ejemplo, el arte de la música i de la poesía cuyo poder ensalzan tantas canciones. El canto, las poesías, los cuadros de toda especie, las estatuas, monumentos, obras arquitectónicas, etc., ofrecen numerosos ejemplos. Lo hermoso despierta complacencia (sentimiento agradable); lo feo lo contrario (sentimiento desagradable); este último, v. gr., por un dibujo o una escritura manchada o sucia, una mala música, un edificio irregular, un adorno o una pieza de ropa. Entonces decimos: «Estome es desagradable a la vista u oido.» Las corridas de toros, riñas de gallos i algunas otras diver- siones populares, se nos presentan como ordinarias e in- cultas. En el sentimiento estético suelen algunas veces influir consi- deraciones estrañas secundarias. Fácilmente tenemos mas o me- nos complacencia o desagrado sobre un objeto porque nos es agradable o desagradable, útil o perjudicial. Así, por ejemplo, las frutas se consideran mas hermosas, porque al mismo tiempo tienen buen gusto, o las flores porque son mui raras i caras, o menos bonitas, porque en el carácter de yerba perjudican. En estos casos, el sentimiento estético está influenciado por otras cosas i por esto ya no es puro. 2. El gusto. — Vemos que unos encuentran hermoso aquello que para otros es feo, como por ejemplo, los colores demasia- do vivos, la música bulliciosa, las diversiones públicas incultas, el sentimiento estético se halla, en consecuencia, mejor o peor cultivado, lo cual se designa con la palabra gusto. Hai un — II buen i un mal gusto. Cuan diverso es el desarrollo de los sen- timientos, se ve al comparar a los niños con los adultos. Los primeros tienen poco placer por cosas grandes i distantes, como por ejemplo, por la cordillera; mientras que por cosas pequeñas, como flores, sucede lo contrario. 3. Importancia. — Como lo demuestran los ejemplos anterio- res, el sentimiento estético es una fuente rica de pura felicidad i ennoblece al hombre, de modo que «él apartándose de toda car- ga vanagloriosa, se eleva a la dignidad espiritual», se preserva de lo inculto i ordinario i se hace sensible a lo bueno. B. Resumen 1. Procedencia i definición. — El sentimiento estético se refiere a lo hermoso o feo. Llamamos hermoso lo que es armónico en sus partes i espresa un pensamiento (una idea) noble. Lo contrario de hermoso se llama feo. Lo hermoso se nos presen- ta en la naturaleza i en el arte. El sentimiento estético es la complacencia o desagrado que no se halla influenciado por ninguna consideración secundaria estraña. ' 2. El gusto. — El desarrollo del sentimiento estético es mui diverso. Por esta razón, los hombres demuestran también un gusto diverso, palabra con que se designa la mejor o peor per- fección del sentimiento estético. 3. Importancia.— ~EX sentimiento estético es una fuente rehún- dante de pura felicidad i ennoblece al hombre, por cuanto lo pre- serva de lo vulgar i le enseña a apreciar lo bueno. C. Aplicación a la educación El sentimiento estético se ha de cuidar atentamente en Ios- niños deide temprano, por medio de la familia i de la escuela. Para esto se ha de atender particularmente a: 1.° Que en todo el alrededor del niño, en la casa paterna i 169 — en la escuela, dominen la limpieza i el orden unidos a un ador- no también mui sencillo, como de flores i cuadros, de tal ma- nera que todo haga una impresión alegre i agradable. 2.° Que en este sentido los educacionistas den un buen ejem- plo a los niños, evitando cuidadosamente, primero, todo lo in- culto e innoble i demostrando, al contrario, su desapego de ellas; i, en segundo lugar, procurando en la palabra i en la acción, noble decencia o gracia i buenas costumbres (modales), i de- mostrando su gusto por todo lo hermoso (naturaleza, canto, etc.) 3.° Que en la enseñanza el sentimiento estético se cultive por un lenguaje correcto i sonoro (conversación, lectura, recita- ción); por la poesía, el canto, la escritura, el dibujo i los traba- jos manuales) por una esposicion amena, v. gr., en la composición i el cálculo, por cuadros, hermosos mapas i una dotación hermo- sa de los medios de enseñanza. 4.° Que se guie a los mismos niños a gozar i cuidar también de lo hermoso, enseñándoles la limpieza (en el vestido, habita- ciones, cuadernos, libros), el orden i la decencia, llamándoles su atención a lo hermoso, haciéndoles cuidar las cosas, como las flores, e inculcándoles el gusto por lo sencillo i naturalmente bello. En esto, sin embargo, se ha de tomar en consideración el grado de desarrollo de los niños. [§ 24.— LOS SENTIMIENTOS INTELECTUALES A. Ejemplos i discusión 1. Procedencia i definición. — Cuando Arquímedes encontróla determinación del peso específico, gozoso esclamó: «Lo he en- contrado» (¡Eureka!); i se dice que Pitágoras, después de haber descubierto el principio que lleva su nombre, sacrificó cien bueyes. I un pasaje del conocido poeta alemán nos dice: «Aquí estoi yo, pues, pobre loco, tan sabio como antes, viendo que nosotros nada podemos saber. Esto quiere quemarme hasta el corazón.» En uno de lossalmos, el poeta reconoce — 170 — que él ha estado rnui intranquilo, porque no podia comprender por qué les va bien a los perversos. Sin embargo, cuando alcan- zó la certidumbre de la verdad, se sintió lleno de afectuosa alegría. ¡Cómo brillan los ojos de los discípulo cuando les sale bien la contestación de una pregunta, la solución de un problema o tarea! ¡Cuan tristes se sienten cuando no alcanzan a la verdad! ¡Qué placer sentirnos cuando, después de una larga investigación, nos «viene un rayo de luz»! Según estos ejemplos, el conocimiento de la verdad despierta alegría, mientras la ignorancia sobre una verdad buscada, de- sagrada; un convencimiento firme alegra, mientras las dudas intranquilizan al alma. w La alegría es tanto mayor cuanto mas importante es para nosotros la verdad encontrada i cuanto ma- yor ha sido el esfuerzo que hemos hecho para conocerla. Con frecuencia el sentimiento intelectual de la verdad pre- cede a la verdad claramente reconocida. Así un pasaje de Gui llermo Tell, hablando de los helvecios nos dice: c:El pueblo en- tiende o se siente mejor en su felicidad; ninguna apariencia desvia a su seguro sentimiento», i en otra parte: «Ahora te ha- llas enteramente como te habia soñado mi corazón; mi creencia no me ha engañado.» En consecuencia un «presajio», una «creencia» han precedido aquí al claro saber. Este sentimiento descansa en una impresión jener al inmediata, i no en fundamen- tos intelectuales aislados. 2. Importancia del sentimiento de la verdad. — El placer de la verdad hace feliz al hombre i lo anima a aprender e inves- tigar; esto sucede también antes de obtener el conocimiento claro, tan luego sentimos que nos acercamos al conocimiento de la verdad i podemos esperar el buen resultado de nuestro trabajo. Un famoso poeta canta este placer, diciendo: «Espejo ustorio, salido de la verdad, que sonríe al investigador.» B. Resumen 1. Procedencia i definición. — Los sentimientos intelectuales o de la verdad se refieren al conocimiento de la verdad. Por medio -- iyi — del conocimiento de una verdad para nosotros importante, pol- lina firme convicción i seguridad, se nos despierta un senti- miento agradable, a saber, el placer de la verdad, mientras por el fracaso o mal resultado del conocimiento, por ignorancia, os- curidad i duda, un sentimiento desagradable. Muchas veces el sentimiento intelectual precede al conoci- miento claramente establecido, apesar de ser enteramente segu- ro i exacto. En el sentimiento de la verdad, descansan también nuestros presajios i creencias. 2. Importancia. — El sentimiento intelectual hace feliz al hombre, lo incita a buscar la verdad i lo conduce así a un cd- nocimiento siempre mas perfecto. C. Aplicación a la educación 1. El educacionista despertará el sentimiento intelectual de los niños, contestando cariñosamente a sus preguntas curiosas, aunque algunas veces cansadas; interesándose vivamente por lo que aprenden; impulsándoles en ésto, demostrando alegría afectuosa por sus progresos i reconociendo con satisfacción sus buenas contestaciones i producciones. 2. El maestro impondrá preguntas i tareas que los alumnos puedan contestar i resolver, i hará también resumir i ejercitar lo aprendido, a fin de que tengan el agradable sentimiento de decir: «Hoi hemos aprendido bien esta lección.» 3. El maestro, sin embargo, no presentará el conocimiento como un resultado acabado, sino que lo hará buscar por los alumnos con su ayuda (procedimiento heurístico) i les prepa- rará así el placer de la propia investigación i hallazgo! § 25.— LOS SENTIMIENTOS MORALES A. Ejemplos i discusión 1. Procedencia! definición del sentimiento moral. — Tomaremos ejemplos del conocido Guillermo Tell. En la primera escena de este drama se encuentran varios sobre sentimientos morales: Werni i Kuoni (dos personajes) aprueban el hecho de Baum- garten, al decir: «Habéis hecho bien; nadie puede criticaros por esto. ¡El tirano! ¡El ha recibido, pues, su recompensa! ¡Lo merecia desde largo tiempo por el pueblo de Unterwald!» (Sen- timiento de indignación). Los mismos manifiestan también en alta voz su aprobación por el hecho de que Tell salva con pe- ligro de su propia vida al perseguido Baumgarten, cuando es- claman: «¡Ah, valiente Tell! Esto se iguala al provenzano!» (Ad- miración de lo bueno). I, al contrario, desaprueban la conducta del pescador con las siguientes palabras: «Vos sois un maes- tro, piloto. A lo que se atreve Tell ¿no os podéis arriesgar?» Cuando la caballería con sus armas se dejó caer sobre el re- baño, Werdi esclama: «¡Los bárbaros!» (sentimiento de in- dignación) i Ruodi: «¡Justicia del cielo! ¿Cuándo llegará un salvador a este país?» (sentimiento de lo justo). Attinghau- sen procura en vano despertar en Rudenz el sentimiento del deber i Berta también critica el olvido de sus deberes, con las palabras: «¿Puede hablar de amor i de fidelidad quien se hace infiel a sus mas próximos deberes?» Nosotros aprobamos i admiramos los nobles pensamientos i hechos que nos dan a conocer numerosas poesías; desaprobamos i detestamos lo malo; acompañamos asimismo con nuestra apro- bación o reprobación los sentimientos i acciones que nos cuen- tan la Escritura Santa i la historia. Lo moralmente bueno, según esto, despierta un sentimiento de aprobación (reconocimiento, aprecio, admiración, entusiasmo); mientras lo malo uno de reprobación (indignación). Estos son los sentimientos morales: Los sentimientos morales no solo se refieren a las acciones, sino también a las intenciones o pensamientos, en las cuales comprendemos todo el querer moral de un hombre. Pues al juzgar no solo preguntamos por el hecho, sino también por las causas que movieron al hecho, i de aquí que reprobamos, v. gr., las buenas obras de los fariseos (limosnas, etc.), pues prove- nían de una intención impura i de una hipocresía. — 173 — El sentimiento del deber i de la justicia son especies particulares del sentimiento moral. Aquel trozo: «¡Ai, si no tuviéramos jue- ces!» de un cierto libro de lectura, nos da a conocer el senti- miento de la justicia; mientras la historia de la viña de Nabot nos indica lo contrario. El sentimiento del deber podemos verlo en las palabras de Guillermo Tell, cuando dice: «He hecho lo que no podia dejar de hacer», o también en otro pasaje, ¡cuan- do Moeros esclama: «¡El que el amigo haya quebrantado el de- ber al amigo, de esto no puede gloriarse el tirano sanguinario!» i en otra historia que nos cuenta que «el sacerdote don Alonso, persistiendo fiel a sus deberes, permanece i se sumerje en el buque náufrago.» 2. El acuerdo o conocimiento moral. — La medida según la cual juzgamos los pensamientos i acciones está en nuestro acuerdo o conciencia moral; es decir, en nuestras opiniones sobre lo bueno i lo malo. Esta conciencia es mui diversa, según sea el grado de desarrollo moral del hombre; de donde se esplica tam- bién la gran diversidad de los sentimientos morales. Los ejemplos que siguen nos demuestran cuan diversos pue- den ser los sentimientos morales, según la conciencia moral del que siente. Los fariseos consideraban como pecado el trato con los publicarlos, mientras Jesucristo como un deber de amor. En Esparta el robo era permitido a los muchachos siempre que no fueran sorprendidos, mientras que para nosotros es ente- ramente prohibido. Gessler considera como deber tratar al pueblo con tiranía, mientras a otros parece un delito. Ahora mismo, algunos no consideran como pecado el robo de peque- ños pedazos de madera de un bosque, de frutas, etc, i muchos también las mentiras, renegaciones i juramentos. 3. La conciencia. — Siempre que nuestro sentimiento moral se refiera a nuestra propia conducta constituye la conciencia. Esta, antes del hecho, escita, requiriendo i amonestando, i después de él aprobando o reprobando, sea en el carácter de conciencia tranquila (buena) o intranquila (mala), acusante, amenazante. En este último caso el hombre siente remordimientos . Si siente lo malo, tiene el sentimiento de arrepentimiento; i si — 174 — en su corazón pesa la desaprobación de otros, el sentimiento de la vergüenza. La conciencia puede ser delicada o dura. Delicada (escrupulo- sa), fué la conciencia de José cuando al presentársele la tentación esclamó: «¿Cómo puedo hacer semejante injusticia i pecar contra mi Dios?»; la de David, cuando después de haber cortado la punta de la túnica de Saúl «le golpeaba el corazón» i dijo: «El Señor aleje de mí el que ya haya tocado al consagrado del Señor», i la del pobre muchacho que pasaba la noche en una casa estraña, pero que a media noche se apresuró a desaparecer por temor de caer en la tentación de robar el reloj de la pieza. Dura (embotada) es, al contrario, la conciencia de los herma- nos de José, cuando le vendieron. Una conciencia tranquila (buena) se observa en muchos mártires de la historia; en patriotas que por deber a la patria dan muerte al enemigo; i al contrario, una conciencia intranqui- la (mala) se ve en Adán i Eva, después del pecado orijinal; en Cain. después de su hecho malvado; en los hermanos de José cuando dijeron: «Esto lo debemos a nuestro hermano» (remor- dimientos ; Hai también muchas poesías que pintan la mala conciencia. Judas Iscariote sintió remordimiento cuando dijo: «He procedi- do injustamente al traicionar sangre inocente». Asimismo San Pedro, después de haber negado a su Maestro i «llorar amarga- mente»; el hijo perdido a su regreso a la casa de su padre. El sentimiento de la vergüenza se ve en un niño que, reprendido por una falta, mira al suelo avergonzado. 4. Importancia del sentimiento moral. — El sentimiento moral ejerce su mayor influencia en la voluntad del hombre, siendo por esto el guardián de la vida moral. El asentimiento i la ad- miración de lo bueno en otros conducen a la emulación, al rechazo i combate de lo malo en nosotros i en los demás; mien- tras que la falta i embotamiento de este sentimiento hace indi- ferente para con todo lo malo. Sin un vivo sentimiento del deber i de la justicia, el hombre no puede cumplir fielmente sus deberes para con los demás. Una conciencia escrupulosa - 175 — impulsa a lo bueno i aleja de lo malo; mientras la dura o em- botada, entrega al hombre a sus malas inclinaciones. El arre- pentimiento es la condición indispensable para la corrección o el perfeccionamiento. B. Resumen 1. Procedencia i definición. — El sentimiento moral se relacio- na con lo moralmente bueno, i consiste en la aprobación (aprecio, admiración) de lo bueno i en la desaprobación (indignación, de- testación) de lo malo de nuestras propias intenciones o pensa- mientos, i de las de los demás. El sentimiento del deber i de la justicia son especies parti- culares del sentimiento moral; el primero nos impulsa hacia aquello que debemos hacer; el segundo exije para cada cual lo que le pertenece. 2. El conocimiento moral. — El sentimiento moral se acomoda al acuerdo o la conciencia moral del que siente; es decir, a las opiniones sobre lo bueno i lo malo. Siendo éstas mui diversas, hai también una gran diversidad de sentimientos morales. 3. La conciencia es el sentimiento moral que juzga a nues- tra propia conducta. Se manifiesta de una manera escrupulosa o abotada, requiere o amonesta antes del hecho; después de éste, el hombre tiene una conciencia tranquila (buena) o intranquila (mala). Esta última da lugar a remordimientos i puede despertar el sentimiento de arrepentimiento i el de pudor. 4. Importancia,. — El sentimiento moral ejerce una gran in- fluencia en la voluntad, siendo el guardián propiamente dicho de la vida moral, por cuanto impulsa a lo bueno i aparta de lo malo. C. Aplicación a la educación En la educación del sentimiento moral, es necesario tomar mui especialmente en cuenta: 1. El ejemplo moral de los educacionistas i su cuidado por que los niños vean también buenos ejemplos de los demás (sirvien — 176 — tes, compañeros de juego, etc.), i se alejen de las malas compa- ñías i sociedades. 2. La enseñanza de lo que es bueno i malo, justo e injusto, para la cultura de la conciencia en particular, por ejemplos tales como los que ofrecen en tanta abundancia la historia i los libros de lectura. La aplicación debe ser natural en lo posible i resultar como de por sí de la esposicion intuitiva de la narra- ción i de la esplicacion de ésta, por medio de ejemplos de la vida práctica, principalmente de la infantil; jamas debe consis- tir^ en una larga prédica de moral. En todo esto, el niño siempre debe sentir, palpar si se quiere, el vivo sentimiento moral del maestro. 3. El tratamiento correcto de los niños, guiándolos i escitándolos a lo bueno, reconociendo su buen proceder de una manera favo- rable; pero criticando seria i bondadosamente lo malo i casti- gando cuando fuese necesario; despertando verdadero e íntimo arrepentimiento, pero de una manera tal, que el niño no se agrie i desaliente, sino que sea impulsado a lo bueno. § 26.— EL SENTIMIENTO RELIJIOSO A. Ejemplos i discusión 1. Procedencia i definición del sentimiento relijioso.—Hai di- versas canciones relijiosas en las cuales se manifiestan los senti- mientos de respeto, veneración, admiración i adoración de la Omnipotencia, Sabiduría, Bondad i Santidad de Dios. Hai muchas que sirven para dar a conocer el sentimiento de la gra- titud hacia Dios; otras que espresan los sentimientos de confianza, resignación, amor, humildad, deber i unión con Dios i anhelo hacia El, o el sentimiento de reconciliación i comunidad con Dios i de la obediencia filial que se le debe. Todos estos sentimientos son religiosos, porque se refieren a Dios i a la relación del hom- bre con Dios. Se orijinan siempre que conocemos a Dios i es- perimentamos un bien por El. 177 — 2. La importancia del sentimiento relijioso. — Este sentimien- to tiene una importancia mui grande para la vida moral i Infe- licidad del alma del hombre. El respeto a Dios nos preserva de todo lo irreligioso; la confianza en El nos da valor i fuerza en cada situación de la vida; el amor a El nos infunde senti- mientos de filantropía; la humildad ante Dios nos precave de la culpa, conduce a la enmienda; el de la comunidad con Dios a la paz interior. B. Resumen 1. Procedencia i definición. — Los sentimientos relijiosos se re- fieren a Dios i a la relación del hombre con El. Estos senti- mientos son los de respeto hacia Dios (veneración, admiración, adoración de Dios, de su Grandeza, Omnipotencia, Sabiduría, Bondad i Santidad) i de gratitud; de confianza en El i de resig- nación a su voluntad; de amor; de humildad; de deseo vehemente; de reconciliación; de comunidad i obediencia filial. Ellos provienen del verdadero reconocimiento de Dios i se manifiestan por la ora- ción, el canto i una vida relijiosa. 2. Importancia. — El sentimiento relijioso constituye la base mas profunda i firme de la vida moral i la fuente de la verda- dera felicidad i paz del alma. C. Aplicación a la educación 1 . El ejemplo de los educacionistas en la relijiosidad pura es también el primer medio para la educación del sentimiento re- lijioso. Por esto, el sentimiento relijioso de los educacionistas no solo debe darse a conocer en los ejercicios de piedad como en la oración, lectura de libros relijiosos i participación en los oficios divinos, sino también en su conducta no en algo como en una esposicion de su relijiosidad i en maneras relijiosas de hablar, sino de un modo libre, puro i no forzado. 2. La enseñanza de la relijion es igualmente un medio esce- lente para despertar sentimientos relijiosos, pues por medio de - i 7 8 - la esposicion viva de ejemplos, como se les halla principalmente en la Escritura Santa, se forman representaciones relijiosas (\. gr. del ser de Dios, de su Omnipotencia, Sabiduría, Santidad, Amor, etc.), por medio délas cuales se despiertan i fortifican los sentimientos. Sobre la especie de la enseñanza vale lo dicho en el§ 25, C. 2. El resultado de la enseñanza de la relijion depende, en su mayor parte, del ardor relijioso del maestro i del método del tratamiento dirijido al ánimo. Otros ramos, como la lectura, la historia i ciencias naturales, tratados correctamente, contribuyen también al desarrollo i animación del sentimiento relijioso; natural es que en esto hai necesidad también de una medida i tacto prudentes. 3. La participación de los niños en ejercicios relijiosos, como rezos i servicios divinos. Sin embargo, estos ejercicios, según su medida i su especie, deben corresponder en todo a la necesi- dad infantil, a fin de que el sentimiento relijioso no se estravie o entorpezca, o que a los niños sean casi impulsados a manifes- tar sentimientos relijiosos que no poseen. § 27.— LA SIMPATÍA O LOS SENTIMIENTOS SIMPÁTICOS A. Ejemplos i discusión 1. Procedencia i definición de la simpatía. En las parábolas de la oveja descarriada i de la moneda estraviada, son invita- dos los amigos i conocidos a la congratulación, i en la parábola del hijo perdido el padre invita a la casa entera i después, par- ticularmente, al hijo mayor para tomar parte en el placer; pe- ro este último siente, al contrario, envidia. Después que Tell hubo disparado a la manzana, el pueblo fué testigo de su con- gratulación. Compasión demuestran el caritativo samaritano, el padre del hijo perdido i Jesucristo para con el pueblo. Hai asimismo numerosas poesías que esponen los sentimientos de compasión . — 179 — En la congratulación i compasión, la simpatía se manifiesta, pasando a nosotros el estado alegre o doloroso de otros, con lo que se despierta nuestra participación. La simpatía depende de la circunstancia de que el hombre se puede trasladar gustosa- mente a la situación de los demás. Mientras al principio se con- creta solo a los parientes mas inmediatos, después esta partici- pación se estiende también a otros círculos, a la familia, a la comunidad, la patria, la humanidad entera, demostrándose como espíritu común, amor a la patria, filantropía, de manera que, al fin, cualquiera felicidad o dolor del hombre no nos es indiferente, «lloramos con los que lloran i nos alegramos con los que se alegran», siguiendo el lema: «Todos para uno i uno para todos». La simpatía forma, por esto, la base de las amis- tades i de las mui diversas asociaciones, puesto que se unen aquellos que simpatizan entre sí; es decir, que están equidis- puestos, según el proverbio: «cada oveja con su pareja». La compasión se demuestra también para con los animales. Lo contrario de los sentimientos simpáticos son los antipáticos, la malignidad (gusto por el mal ajeno) i la envidia. La maligni- dad se ve en los soldados romanos que pusieron la corona de espinas a Jesús i en los capitanes de los judíos que se burlaron de El en la cruz. La envidia se despertó en los hermanos de José por su túnica de colores; en Saúl por David; en los enemi- gos de Colon a causa de su éxito. La envidia proviene de la comparación de la felicidad ajena con el propio estado de la persona envidiosa, en la cual se despierta entonces desagrado. Los sentimientos antipáticos tienen su orí jen en el egoísmo. 2. La importancia de la simpatía consiste en la disposición de nuestra conducta hacia el prójimo, demostrándose por el aprecio, el fiel amor i la amistad, por el celo en el servicio ajeno, el socorro i la beneficencia, aumentando la felicidad de los demás por medio de la congratulación, i aliviando o mitigando su desgracia i dolor por la compasión, en tanto que la malig- nidad i envidia conducen a los recelos, reniegos i acciones hos- tiles e interrumpen, con esto, la felicidad de la vida ajena i muchas veces también de la propia. B. Resumen í. Procedencia i definición. — La simpatía es el sentimiento del bien i malestar de otros, i consiste en la congratulación o com- pasión. Depende de la circunstancia de si nosotros nos podemos trasladar a la situación ajena, abarcando poco a poco otros círculos, de modo que al fin se demuestra como espíritu público, amor a la patria i filantropía jeneral. La compasión se demues- tra también para con los animales. Lo contrario son los sentimientos antipáticos, la malignidad i envidia, que tienen su oríjen en el egoismo. 2. Importancia. — La simpatía determina nuestra conducta para con los demás i nos impulsa a la filantropía, consuelo i congratulación; mientras los sentimientos antipáticos interrum- pen la felicidad de la vida propia i la de los demás. C. Aplicación a la educación En la educación de la simpatía es necesario: 1. El ejemplo de los educacionistas, quienes, por la palabra i el hecho, han de demostrar cordial participación en el bien i malestar de los demás. En especial también, no deberán mani- festarse indiferentes al bienestar o malestar de los mismos. ni- ños, sino alegrarse de corazón con ellos i tomar viva parte en su dolor, tratando ademas a todos los niños con imparcialidad e igual amor. 2. La enseñanza, por medio de la cual los niños aprenderán a conocer los destinos felices i dolorosos de nuestros semejantes i a trasladarse a la situación ajena. Esto muchas veces puede verificarse ya por la intuición inmediata, en tanto los padres llaman la atención del niño, v. gr. cómo la hermana enferma u otro miembro de la familia siente o tiene dolor; cómo un niño estraño siente frió i hambre, o en tanto lo toman consigo i lo conducen a la casa de los pobres, también por otros medios, las comunicaciones de los diarios, por ejemplo. — 181 — La instrucción es asimismo un medio escelente, pues ella pre- senta al maestro, de una manera mili intuitiva i viva, los acae- cimientos i circunstancia de los demás en la historia bíblica i nacional i. en los trozos de lectura, por cuyo medio los niños, haciendo uso de su fantasía, pueden trasladarse a la situación de los personajes de la historia. Por interrogaciones el educa- dor los moverá a reflexionar sobre lo que estos hombres han sentido en aquel caso i sobre lo que sentirían ellos mismos en semejante situación, enseñándoles también cómo podemos cooperar al bienestar de muchos en particular, al de la comu- nidad, de \& patria, etc. 3. El impulso de los ñiños para manifestar los sentimientos de simpatías, dándoles la ocasión de prepararse un placer de por sí i entre sí, v. gr. en los cumpleaños, i tomar parte en la alegría de otros, de consolar a los desgraciados i mitigar sus dolores, presentándoles ante los ojos el egoísmo, la envidia i malignidad como algo feo i detestable. § 28.— EL SENTIMIENTO DE LA DIGNIDAD I DEL HONOR A. Ejemplos i discusión 1. El sentimiento de la dignidad. Este sentimiento se ve mui bien en las palabras de Tell, cuando dice: "En el naufra- gio el individuo por sí solo se ayuda con la mayor facilidad. Cada cual solo se cuenta mas seguro. El fuerte es mas po- deroso solo. Yo no puedo reflexionar ni escojer por largo tiempo. Si necesitáis de mí para un hecho determinado, llamad a Tell. Por mí no ha de quedar" Igualmente en las siguientes pa- labras del mismo Tell: "Quien espia fresco, con sentido sano; quien confia en Dios i en la ájil fuerza, lucha i se salva fácil- mente de todo peligro i necesidad." En consecuencia, Tell reconoce su fuerza para un hecho de- terminado; pero también su debilidad para una larga reflexión; PSICOLOJÍA 20 — 1 82 — su fuerza la utiliza no para perjudicar a otros, sino para su pro- vecho. El se manifiesta también discreto i humilde, cuando, al salvar a Baumgarten, esclama: "¡En nombre de Dios! ¡Acer- cadme la barquilla! Quiero hacer la prueba con mi débil fuer- za... ¡Yo os salvaré sin duda del poder del Gobernador! En los peligros de las tempestades un. estraño ha de venir en ayuda." Sentimiento de dignidad se espresa también en las siguientes palabras de otro de los personajes del mismo drama: "Decis que soi solo un hombre; pues como un hombre quiero mostrar- me." Un sentimiento fuerte de dignidad se reconoce en las pa- labras pronunciadas por un niño, cuando su padre lo designó i bendijo como defensor de Dios i de la patria: "Yo sostenia mi espada dirijida al cielo i la contemplaba seguro, i me parecia en esa hora nada menos que un hombre." En la parábola del fariseo i publicano, aquél, apreciando sus méritos falsa i exaje- radamente, da demasiado valor a sus pretendidas virtudes i no piensa en sus faltas; mientras éste, estimándose con exacti- .tud, comprende i reconoce sus pecados. David, antes del com- bate con Goliat, demuestra sentimiento de dignidad; pero al mismo tiempo humildad ante Dios; Goliat, al contrario, se esti- ma demasiado; es vano. El sentimiento de la dignidad se relaciona con nuestra propia persona; es el sentimiento de nuestro propio valor. Puede fun- darse con preferencia en la fuerza física o en superioridades intelectuales, como la discreción o el saber. La verdadera digni- dad está en la justa apreciación de si mismo, i se manifiesta en el valor i confianza de sí mismo, unidos a la modestia i hu- mildad. Sin embargo, el sentimiento de la dignidad puede ser tam- bién demasiado fuerte i débil . El primero proviene de una es- timación exajerada del propio valor; se funda muchas veces en méritos meramente casuales i pretendidos que no son un mere- cimiento propio, como por ejemplo la riqueza, i se manifiesta en la forma &q presunción, vanidad i capricho, falso orgullo, soberbia i altanería, ambición por dominar i falta de miramiento. El senti- miento demasiado débil de la dignidad, que proviene del me- nosprecio, del propio valor, se manifiesta en la forma de cobar- día i temor. De estas manifestaciones de la dignidad, resultan también la importancia i la influencia que ésta tiene en buen o mal sen- tido. 2. El sentimiento de honor es el reconocimiento de la pro- pia obra de parte de otros, i, según esto, se halla ligado íntima- mente con el de la dignidad. En efecto, así como éste, puede ser verdadero o falso; i en tal caso demasiado fuerte o demasiado débil. El verdadero sentimiento del honor exije solo el recono- cimiento de nuestro valor efectivo, especialmente moral, i de aquí que se defienda contra el ataque del honor o de la buena fama; pero impulsa al hombre a cuidar también de que no se le pueda decir algo malo sin razón. El sentimiento del honor, demasiado exaj erado, dej enera en ambición] es decir, en el deseo o esfuerzo ansioso de elevarse sobre los demás. Dema- siado débil es el sentimiento de honor de un discípulo, cuan- do a causa de su ignorancia no le hace efecto alguno la re- prensión i aun el castigo, i quizá hasta se rie de esto. En jeneral, el sentimiento demasiado débil del honor se demuestra por la indiferencia hacia la reprensión o alabanza. Esto pro- viene muchas veces del entorpecimiento del sentimiento de honor, por censuras i reprobaciones demasiado frecuentes o severas. La importancia del verdadero sentimiento del honor, está en que él sirve para precaver al hombre de lo moralmente indig- no i detestable. B. Resumen 1. La dignidad es el sentimiento del propio mérito. Es verda- dera o demasiado fuerte o débil, según que la apreciación de sí propio sea exacta o dejenere en una estimación txajerada, o su menosprecio de las propias fuerzas. La verdadera dignidad se manifiesta en la forma de valor i confianza en sí mismo, unidos a la humildad i discreción; la dema- siado fuerte, en la forma de presunción, vanidad i capricho, or- gullo, soberbia i altanería, ambición por dominar i desmiramiento; la demasiado débil como cobardía i miedo. De aquí resulta también la gran importancia del sentimiento de la dignidad. 2. El honor es el sentimiento del reconocimiento de la pro- pia importancia de parte de los demás. Se halla estrechamente ligado al sentimiento de la dignidad i puede ser como éste de- masiado déb il o demasiado fuerte; en el primer caso dejenera en entorpecimiento e indiferencia; en el intimo, en ambición. El sentimiento verdadero del honor exije solo el reconoci- miento de nuestro valor moral e impulsa al hombre a preser- varse de lo moralmente indigno. C. Aplicación a la educación 1. Los sentimientos de la dignidad i del honor se cultivan también, ante todo, por medio del ejemplo de los educacionistas. Cuando los padres se jactan de riqueza i cosas semejantes, tam- bién los hijos hacen otro tanto. Pero si los padres colocan lamayor importancia en las acciones o actividades morales i estiman igualmente a la jente reducida que cumple fielmente sus debe- res como ala j ente prevaleciente, los niños obtienen también la medida de exacta apreciación. De importancia es igualmente que el maestro considere a sus alumnos solo conforme al fiel cumplimiento de sus deberes i a su buena conciencia. 2. Asimismo debe instruirse a los niños, haciendo uso de la enseñanza en la casa i de la instrucción sobre aquello en lo cual consiste la verdadera importancia del hombre, para cuyo objeto ofrecen abundante material, en especial la relijion i la historia. A fin de que el sentimiento de su dignidad no se desarrolle en esceso, siempre se les debe volver a presentar ante sí el fin de la perfección, en conformidad a las diversas partes, hacién- doles ver cuan distantes de ella se hallan todavía, pero que pueden acercarse a la misma por medio de un esfuerzo fiel i honesto. - iSs - 3. Finalmente, el ejercicio i dirección correcta de los niños, son cosas necesarias. Debe ejercitárseles las fuerzas en el jue- go i trabajo i enseñárseles a darse cuenta de ellos; se les debe imponer tareas correspondientes a sus fuerzas; pero que exijan algún trabajo propio. Se les debe reconocer con cariño sus pro- ducciones, ejecuciones i buena voluntad; animarles i, cuan- do fuere necesario, también avergonzarles, criticarles i casti- garles; pero no de manera que pierdan la confianza en su fuerza intelectual i el reconocimiento afable i gustoso de sus esfuerzos. TERCERA PARTE LA VOLUNTAD ^PSp^¿P^P^Sg«p»^8j|^ TERCERA PARTE JLA VOLUHITAI) (el querer . § 29.— DEFINICIÓN, ORIJEN E IMPORTANCIA DE LA VOLUNTAD A. Ejemplos i discusión 1. Procedencia i definición de la voluntad.— Como ya hemos dicho en el § 4., el alma, desde el principio, recibe no solo im- presiones, sino que se manifiesta también en el esterior. Indudablemente, esto se verifica primero en una forma in- consabida, inconciente, sobre todo en lo referente al instinto de alimentación, demostrado por el llanto i por movimientos invo- luntarios, razón por la cual no pueden ser todavía un querer propiamente tal. Sin embargo, así como las sensaciones, aun inconcientes, forman los primeros elementos de la vida del co- nocimiento, aunque no constituyan conocimiento alguno, así también encontramos la base de la voluntad en las propensio- nes, todavía ciegas, i en los consiguientes movimientos del niño. PSICOLOJÍA 21 — loo — «La escitacion variable de los órganos centrales motrices, i con ésta, una serie de movimientos orijinales (impulsivos) que pue - den considerarse como deseos i que manifiestan la existencia de la facultad motriz, todo esto es nativo en cada cual como la primera disposición del querer.» Pasados los cuatro primeros meses, observamos también en el niño movimientos voluntarios, pues entonces toma los obje- tos i los lleva a la boca. Desde esta fecha para adelante, vemos cómo se desarrolla i manifiesta su voluntad por el deseo de alimentación, movimiento, juego, etc. En los grados posteriores del desarrollo del hombre, la voluntad se demuestra de una manera mas diversa; así, por ejemplo, cuando quiere proporcio- narse un goce o se determina a una ocupación o trabajo cual- quiera, a un mejoramiento del propio ser o a la protección de un necesitado, o, en jeneral, a un hecho cualquiera. La volun- tad, según esto, puede ser dirijida a cosas mui diversas, a cosas esteriores o a intelectuales. Lo grande de la diversidad del que- rer, se puede observar, cuando en una ciudad, por ejemplo, se pregunta a todos los niños que han terminado la escuela qué es lo que cada uno quiere ser. Se habla también de una voluntad buena i una mala, de una fuerte i una débil, i la esperiencia nos enseña que estas diversidades provienen parte de la disposición natural, parte del distinto desenvolvimiento. ¿Qué es pues lo común en la acti- vidad de la voluntad? Es la propensión del alma a manifestarse, usando, por lo jeneral, la palabra voluntad (i) como designa- ción común de todas estas especies de actividades del alma. Cómo i por qué medio es escitada la voluntad, lo vemos, v. g., en la resolución del hijo perdido, cuando dice: «La servidumbre de mi padre cuenta con pan suficiente, i yo (í) Aquí tomamos las espresiones voluntad i querer en el sentido mas amplio, de inodo que abarcamos en ellas todos los esfuerzos: primero, porque esto corresponde mejor al uso jeneral de la lengua, i después, porque en este sentido se puede seguir con mas facilidad también el de- sarrollo de la voluntad, desde sus primeros visos hasta su perfección. — igi — me limero aquí de hambre. Quiero ponerme eu camino e ir a él.» El hijo perdido tenia, según esto, un conocimiento claro de su situación i, al mismo tiempo, la representación de su casa paterna, de los ricos bienes, de la bondad de su padre i del re- greso a él. Este conocimiento influyó en la determinación de volver a su casa. Pero, las representaciones por sí solas no escitaron su vo- luntad, sino también los sentimientos del desagrado por la mi- seria en que se hallaba i del agrado por el placer que le esperaba en la casa de su padre; sentimientos que acompañaban a sus representaciones. La simple representación de la casa paterna la tenia tan clara como ahora; pero solo ahora se le despertó el sentimiento agradable; i con esto, también la voluntad de volver; pues éste demuestra el camino para salvarse de la mi- seria. De aquí resulta que la voluntad es escitada, de una parte, por el conocimiento en sus diversas formas, es decir por las sensaciones, percepciones, intuiciones, representaciones i pensa- mientos: de otra, por el sentimiento. a) Ya, en los párrafos anteriores, se ha dicho que la volun- tad es escitada por las sensaciones (véase el § 5), las represen- taciones i sus reproducciones (véase el § 10), por la fantasía (véase el § 12), i el pensar (véase § 16), i aquí llamamos la aten- ción a los ejemplos allá mencionados. Por medio de representaciones i pensamientos, los padres i maestros influyen, pues, en la voluntad de los niños (por man- datos, prevenciones, reprensiones, instrucciones); los tribunos, en la conducta de las masas; los hombres de Estado i miem- bros de asambleas, en los acuerdos o resoluciones de los últi- mos, i asimismo los seductores, en los débiles e inespertos. Igualmente, los libros, diarios i escritos de toda especie ejercen una poderosa influencia en la voluntad de los lectores por me- dio de representaciones i pensamientos. Las representaciones i pensamientos nos indican los fines a. los cuales debemos llegar i los medios que debemos aplicar pa- ra su consecución, conduciéndonos así a una voluntad deter- — 192 — minada i a resoluciones claras. La representación de la casa paterna indicó al hijo perdido el fin de su acción i encontró los medios i caminos para la consecución de este fin en los pen- samientos de ponerse en camino, ir a su padre, hacerle una confesión arrepentida i su humilde súplica. Cuando el huma- nitario samaritano sintió compasión por el desgraciado, se imajinó también la manera cómo podia ayudarle (tomarlo, conducirlo a su morada i cuidarlo), i solo hasta después, por la compasión, se sintió inducido a querer i obrar por medio de estas representaciones i pensamientos. La madre de Moisés pudo tomar una determinación clara sobre la salvación de su niño, solo hasta después que hubo pensado en la cestilla i las cañas de la orilla de la corriente, etc. Poder del sentimiento en la voluntad. — Por importantes que sean las intuiciones, representaciones i pensamientos para la vida de la voluntad, no depende de ellos la fuerza que mueve a la voluntad, sino de los sentimientos. Así, las intuicio- nes o representaciones de la miseria ajena, de por sí, no inci- tan todavía a la volnntad para practicar el bien. ¡Cuántos, apesar de sus abundantes bienes, no son capaces de ayudar la miseria, aunque tienen ante su vista la necesidad que habría de ello! Les falta, pues, la compasión, el amor. El sacerdote i el levita, en la parábola del caritativo samari- tano, vieron también al desgraciado en el camino, i pudieron formarse una representación clara de su estado menesteroso, de la manera cómo lo hizo el samaritano; pero aquello no esci- tó su voluntad, porque no se despertó el sentimiento de la compasión. Justamente, este sentimiento fué el que impulsó la voluntad del samaritano a la acción. Una conocida poesía, titulada «El León de Florencia», nos cuenta que habia que arrancar a un niño de las garras de un león. Los espectadores tenían una mui clara representación del peligro en que se ha - Haba el niño, por cuanto el poeta nos dice que «ellos alzaban las manos al cielo, lloraban a torrentes i temerosos miraban por todas partes en busca de ayuda». Sin embargo, ninguno se atrevía a esponer la vida por amor al niño estraño; solo el — 193 — amor materno, la madre misma fué capaz de ello. Varias ma- dres después esclamaban: «Yo hubiera hecho lo mismo por salvar la vida de mi propio hijo.» Por esta razón, todos ensalzan la casi omnipotencia del corazón de la madre. En aquella jente estraña, el sentimiento del amor no era cabalmente tan podero- so como en la madre; por esto las representaciones no escitaron la voluntad. De la misma manera, las representaciones i pen- samientos morales i relijiosos mas perfectos en la enseñanza, en prédicas i discursos i en libros i periódicos, no pueden de- terminar la voluntad cuando no despiertan sentimientos, tales como gusto por lo bueno, aversión por lo malo, arrepentimien- to, etc. Hasta las representaciones de la Divinidad i amor de Dios influyen en la voluntad, solo cuando despiertan los sen- timientos de respeto i amor a Dios. Por esta causa, hai tantos que poseen un conocimiento moral i relijioso escelente, que saben hablar mui bien de los deberes del hombre; pero cuya voluntad no se dirije a lo bueno, porque su ánimo o disposición por lo bueno, no ha sido incitada al bien. Pero, cuando el sentimiento ha sido fuertemente escitado, entonces influye también sobre la voluntad, como ya se ha dicado en los §§ 20-21-28. Todas las clases de sentimientos son capaces de escitar ala voluntad, a saber: (haciendo mención in- solo de algunas buenas influencias) los sentimientos sensitivos o la propensión de mantener o de proporcionarnos goces bené- ficos, como la permanencia en el aire fresco, i, al contrario, de alejar lo desagradable, como el cansancio o hambre; — los sen- timientos estéticos, o la propensión de dirij irnos a lo hermoso i desechar lo feo; — los intelectuales, de aprender e investigar con celo; — los morales, de practicar lo bueno i evitar lo malo; — los relijiosos, de cumplir fielmente los preceptos divinos; — la simpatía, de promover el bienestar de los otros; — el sentimien- to de la dignidad, de proseguir con ánimo en la obra comen- zada. En el ser del sentimiento mismo hai, sobre todo, la propen- sión de conducir a la acción el querer; pues en cada sentimien- to agradable se observa la inclinación por mantenerlo, mientras — 194 ~ en el desagradable por evitarlo. Deseamos continuar los juegos agradables, entretenciones, trabajos, etc.; pero procuramos po- ner fin a las conversaciones i ocupaciones desagradables. El sentimiento toma también una parte activa en la inves- tigación de los medios i caminos para alcanzar el objeto de- seado. «El amor, también el odio, es incitativo», e impulsa a los hombres a buscar i aplicar los medios correctos i exactos. Por consiguiente, en el sentimiento se tiene el poder, la fuer- za que escita a la voluntad. Es el resorte, propiamente tal, del querer. Las intuiciones, representaciones i pensamientos, según esto, escitan la voluntad solo en el grado en que ellas se hallan en relación con los sentimientos actuales i presentes. Pe- ro el que las representaciones i pensamientos despierten sen- timientos, i con esto, también la voluntad, como ya sé dijo al hablar de los sentimientos , depende del estado del alma; es decir, de las disposiciones psíquicas, del círculo de represen- taciones i pensamientos, del desarrollo del espíritu i de la vo- luntad del hombre; pues si los pensamientos, sentimientos i es- fuerzos de un niño, son contrarios a lo que exijimos de él, no podemos tampoco mover su voluntad de una manera determi- nada. Esto es posible solo cuando conseguimos subsanar aquellos inconvenientes; esto es, cuando conseguimos hacer impresiona- ble, a nuestras influencias, el alma del niño. Muchas veces sucede que la voluntad es determinada de un modo directo por una voluntad estraña; a saber, por man- datos, vijilancia, prevención, amenazas i castigos. De aquí que la voluntad de los niños se acomode i dirija por la de los padres i maestros; la voluntad de los sirvientes, según la de sus patrones, al obedecer sencillamente la orden recibida. El niño quiere hacer un trabajo, porque el padre se lo ha ordena- do; no quiere ir a juntarse con los niños vecinos, porque éste se lo ha prohibido; i hasta quiere tomar una medicina amarga o repugnante, porque así lo desea la madre. También, sin una orden fija, la voluntad i conducta de los niños son directamen- — 195 — te determinadas por la simple presencia i vijilancia de los pa- dres. Sin embargo, en esto influyen también las representaciones i pensamientos, aunque con frecuencia solo de una manera oscura e inconciente, por ejemplo, el pensamiento de la buena opinión de los padres, de la obligación de los niños de obede- cer a los padres, algunas veces las representaciones de las bue- nas consecuencias de la obediencia i de las malas de la deso- bediencia. Un estudio detenido da a conocer que una influencia real en la voluntad (no solo en la conducta esterior) es posible en estas circunstancias, solo cuando se ha logrado despertar ver- daderos sentimientos, como los de respeto, amor, gratitud i con- fianza hacia los educacionistas. Si en una escuela, por ejem- plo, falta el sentimiento de respeto i de amor por el maes- tro, los niños no obedecen o solo lo hacen en contra de su voluntad, aun cuando el maestro les sepa demostrar mui bien sus deberes. Al contrario, la sola presencia de un preceptor respetado i querido, refrena los espíritus i conduce a la obe- diencia voluntaria. Asimismo, las reconvenciones i castigos no mejoran al niño, si no despiertan el sentimiento w de ver- dadero arrepentimiento, lo cual se verifica solo cuando el edu- cador cuenta con la confianza i el amor de los alumnos, de tal modo que le conserven su confianza i su amor, al corre- jirlos o castigarlos. Si esto no es así, los niños oponen resisten- cia a todas las advertencias, amenazas i castigos. El camino que conduce a la voluntad del niño atraviesa por su corazón. 2. Importancia de la voluntad. — Como ya hemos observado en otro lugar, la actividad de la voluntad puede ser dirijida a asuntos mui diferentes a los hombres, las cosas i la propia per- sona. La voluntad puede obrar hacia adentro i hacia afuera, en las actividades i estados del alma, es decir, en la configuración de nuestra vida espiritual o en el mundo esterior. Vamos a tratar ahora de la influencia de la voluntad en el conocimiento, sentimiento i acciones. a) Influencia de la voluntad en el conocimiento. — Esta se ob- — 196 — serva en todos los grados del conocer. La voluntad se manifies- ta de una manera mui clara en el interés que tenemos por los objetos (véase el § 17), así como en la atención con que diri- jímos nuestra alma hacia ellos (véase el § 18); con lo cual hace que nos formemos intuiciones i representaciones. La gran parte que toma la voluntad también en la reproduc- ción de las representaciones, puede verse por la reproducción voluntaria (véase § 10), mediante la cual podemos con inten- ción llevar o desalojar las representaciones del conocimiento. La impregnación de la memoyia (véase § 11) i el pensar nece- sitan también del esfuerzo de la voluntad; lo cual se ve particu- larmente en la reflexión. Finalmente, la fantasía se dirije tam- bién a aquellas representaciones por las cuales tenemos ínteres. Aun cuando en la actividad conocedora no predomine la acción de la voluntad, en ello procedemos espontánea i voluntaria- mente. Por esto, por ejemplo, decimos a un alumno que tiene que reflexionar, acordarse, etc., dirijiéndonos así a su voluntad. b) Influencia de la voluntad en el sentimiento. — De la actividad de la voluntad se desarrollan también sentimientos (§ 20), pues muchas determinaciones (conclusiones) entran al alma de esta o aquella manera. Por este medio la voluntad ejerce una gran influencia en los sentimientos, de modo que podemos dominar, limitar i cambiar nuestros sentimientos i disposiciones. Así, por ejemplo, se puede limitar, dominar o desterrar por comple- to el sentimiento del temor i embarazo que se apodera de noso- tros, en una sociedad estraña, en un examen, en una presen- tación pública, de tal manera que en su lugar entra el senti- miento de la seguridad o confianza. En el abatimiento i aflicción, podemos levantarnos i contener nuestra alegría, cuando ésta quiere realizarse de una manera escesiva o en un sitio que no conviene. Indudablemente el hombre, para dominar los senti- mientos, hace uso también de las representaciones como auxi- liares, al hacerse presente en el temor i embarazo los funda- mentos por los cuales no debe tener miedo o las causas consola- doras por las cuales debe animarse en la tristeza, etc. Pero, para que estas representaciones influyan en el sentimiento, es — 197 — necesario que al mismo tiempo las atendamos i que procuremos dominar los sentimientos; que nos recojamos, por decirlo así, esto es, que tengamos la voluntad seria de influir en nuestros sentimientos. (c) Influencia de la voluntad en las acciones (la conducta, la vi- da). — La voluntad se manifiesta por acciones. Se designan como tales todas las manifestaciones de la voluntad; también cuando ellas tienen lugar no por medio de la mano, sino por medio de otros órganos o de ademanes o palabras. La mano es solo el miembro mas apropiado para la realización de los movimientos ele la volición. En un sentido semejante se usan también las espresiones obras i hechos. La acción se produce de modo que la escitacion de la volun- tad se comunica a los nervios motores, poniendo así también en actividad correspondiente a los miembros, i haciendo efectuar el movimiento voluntario. En consecuencia, la voluntad ebra de adentro hacia afuera; i así como en la sensación el mundo esterior influye en el alma, también el alma influye en el mundo estertor por medio de la voluntad. Las creaciones materiales i espirituales de los hombres i la historia entera, considerada en el sentido mas amplio de la pa- labra, dan suficiente testimonio del poder que ejercen las obras de la voluntad humana, mediante la palabra i los hechos. En consecuencia, la dirección interior de la voluntad precede i es la causa de las acciones. El hijo perdido tomó, antes de todo, la resolución de volver a su casa; después se puso en ca- mino i regresó. Con respecto al procedimiento moral de un hombre, la vo- luntad adopta una dirección determinada mas invariable, ma- nifestándose no solo por las palabras i acciones aisladas, sino dando a toda la conducta un cierto colorido. Esta dirección de la voluntad de un hombre con relación a su comportamiento moral, es lo que constituye su intención o disposición. Según el tenor de ésta, las acciones i obras son también buenas o malas. La intención es la fuente de nuestra conducta moral, el ár- PSICOLOJÍA 22 — 198 — bol que produce los buenos o malos frutos. Por su repetición frecuente, los movimientos i acciones mencionados se nos hacen costumbre (véase costumbre de la sensación, § 7), de tal mane- ra que con la representación de lo que se quiere se reproduce inmediatamente también la respectiva representación del mo- vimiento (causa); a lo cual se sigue el movimiento mismo, de una manera mecánica si se quiere. De ahí que por medio del ejercicio, es decir, por la repeti- ción intencional de las actividades, conseguiremos la aptitud i habilidad, por ejemplo, de hablar, escribir, tocar el piano, del trabajo manual, de la jimnástica, como ya se ha dicho al tra- tar de la reproducción (§ 10). Si queremos espresar un pensa- miento, por ejemplo, sin mas ni menos se nos presentan por el ejercicio correspondiente las respectivas palabras i movimien- tos de los órganos vocales. Igual cosa pasa también en las demás actividades. De esta manera, el cuerpo con sus miem- bros se hace un órgano dispuesto, alcanzando el alma el domi- nio sobre él. De lo dicho se deduce la grande importancia de la voluntad, al determinar la conducta del hombre, su valor moral, con sus semejantes i su acción en el mundo. B. Resumen 1. Procedencia i definición. — En el sentido mas amplio de la palabra, la voluntad es el impulso del alma hacia la manifesta- ción. La voluntad es mui diversa, según su inclinación, pu- reza i fuerza; lo cual depende, parte de las distintas disposicio- nes (facultades), parte del diverso desarrollo de éstas. La voluntad proviene: a) del conocimiento en sus diversas for- mas, a saber, de las sensaciones, percepciones, intuiciones, repre- sentaciones i pensamientos, al enseñar al hombre los fines de sus esfuerzos así como los medios i caminos para conseguir estos fines; b) del sentimiento, puesto que la fuerza con la cual obran las intuiciones, representaciones i pensamientos en la voluntad, depende del poder del sentimiento. El resorte, propiamente — 199 — dicho, del querer es, según esto, el sentimiento. Cuanto mas puro i vigoroso sea éste, tanto mas noble i enérjica se mani- fiesta la voluntad. La influencia inmediata de una voluntad ajena (mandatos, amenazas, castigos, etc.), es trasmitida también por representa- ciones i pensamientos; pero el resultado se acomoda al desper- tamiento i vivificación de los verdaderos sentimientos. 2. Importancia de la voluntad. — La voluntad puede actuar hacia adentro i hacia afuera, en la configuración de la. vida del espíritu i en el mundo esterior a). La voluntad ejerce influencia en la actividad del conoci- miento, pues el alma para conocer una cosa se dirije libremente a las cosas para comprenderlas. Esto puede verse con sufi- ciente claridad en el interés, la atención, la reproducción volun- taria, el aprendizaje de memoria, la actividad de la fantasía, i en la reflexión. b) La voluntad influye en el sentimiento, una parte por me- dio de la escitacion, i de otra por medio del dominio, modera- ción o también suplantación de los sentimientos. c) La voluntad determina las acciones, la conducta i la vida de los hombres. Se designan como acciones todas las manifes- taciones de la voluntad por ademanes i palabras, por las ma- nos i otros órganos. En un sentido semejante se emplean tam- bién las espresiones obras i hechos. LTna acción se orijina cuan- do la voluntad pone en actividad a los nervios motores i por éstos también a los órganos esteriores, produciendo así movi- mientos voluntarios. De este modo el alma puede obrar tam- bién sobre el mundo esterior i ejercer en él una influencia po- derosa por la palabra i el hecho. La manera de obrar de un hombre depende, según esto, de su voluntad; i su vida moral, de su intención; por lo cual se comprende la dirección de la voluntad de un hombre con rela- ción a su conducta moral. Los movimientos i acciones mencionados se nos hacen cos- tumbre por su frecuente repetición; el ejercicio o repetición intencional nos proporciona aptitud i habilidad. 200 — , La importancia de la voluntad está, en consecuencia, en que por su medio es determinada la conducta del hombre, su acti- vidad i su valor moral. C. Aplicación a la educación (1) 1. De su gran significación misma se deduce también la im- portancia del cultivo de la voluntad. Esta cultura es el coronamiento de la educación. Verdad es que hasta el educador superficial sabe tam- bién que no tiene en sus manos la voluntad de los niños, sino que ésta depende de las disposiciones naturales i demás influen- cias poderosas; pero como el desarrollo de la voluntad depende esencialmente de la educación, el educador concienzudo debe prestar cuidado a la cultura de la del niño; lo cual puede efec- tuar no solo tratándose de acciones aisladas, sino de todas las in- clinaciones de la voluntad. 2. Con este motivo, el educador no debe contentarse con la simple costumbre e insinuación esterior del niño a una conduc- ta determinada; pues eso solo seria un simple adiestramiento i no conducida a una libre voluntad moral. Por esta razón, es de todo punto rechazable el educar a los niños, haciendo uso principalmente de amenazas i castigos. 3. Por el contrario, la voluntad se ha de cultivar de adentro a afuera inculcando intenciones moralmente buenas. Para esto, el educador tiene: 1.° que proporcianar al niño, haciendo uso de instrucciones i de la enseñanza, las representaciones i pensamien- tos que conducen al conocimiento exacto de lo bueno i malo o a una penetración moral, i preservarlo de representaciones peli- grosas o malas; 2.° cuidar atentamente de los sentimientos del niño i promover con vigor todo lo que sirve para el cultivo (1) El tratamiento detallado del cultivo de la voluntad puede tener lu- gar solo después de la esposicion de cada uno de los grados del querer. Por esto, aquí solo se va a hacer mención de las condiciones o exijen- cias jenerales de esta cultura. 201 del ánimo (corazón) (véase los §. 20 i 28), en relación con la cultura de la voluntad; 3.° procurar también ejercer una in- fluencia mas inmediata en la voluntad del niño por mandatos, prohibiciones, amenazas, etc. i esforzarse en despertar i conser- var en él los sentimientos del aprecio o respeto, de amor i de confianza, por el amor, la paciencia i afabilidad, unidos a una justa seriedad i a un verdadero tacto pedagójico. 4. Teniendo en vista que la voluntad se fortifica solo por medio del ejercicio constante al educarla, la costumbre es de la mayor importancia; por lo cual el educador tiene que mante- ner al niño en lo bueno i alejado de lo malo con un tesón in- cansable,de modo que la práctica del bien se le haga al fin una segunda naturaleza. § 30.— RESEÑA DE LOS GRADOS DE DESARROLLO DE LA VOLUNTAD A. Ejemplos i discusión El ejemplo que sigue nos da a conocer los tres grados de desarrollo de la voluntad: Un campesino trajo unos hermosos duraznos de la ciudad i dio uno a cada cual de sus tres niños. En la tarde les preguntó: «¿Qué habéis hecho con los duraznos?» «Yo he comido inmediatamente el mió, contestó el mas joven, i el cuesco lo he botado, i ademas mi mamá me ha dado la mitad del suyo. ¡Oh' tienen un gusto escelente i se deshacen en la boca!» «En verdad tú no has procedido mui cuerdamente, dijo el padre; pero, sin embargo, de una manera natural e infantil. Para la cordura te queda tiempo suficiente en la vida». Entonces habló el segundo i dijo: «Yo he recojido el cuesco que arrojó mi pequeño hermano. Adentro había una pepa de un gusto dulce como la nuez. Pero mi durazno lo he vendido i obtenido por él tanto dinero, que cuando vaya a la ciudad 202 — bien puedo comprarme doce con él». — El padre movió la ca- beza i dijo: «Esto es sin duda ingenioso, pero no infantil i na- tural. El cielo te preserve para que no te hagas un comercian- te!» — r«¿Itú Edmundo?» preguntó el padre. Natural i franca- mente contestó Edmundo: «Yo he llevado mi durazno al niño de nuestro vecino, al pobre Jorje, que está con fiebre. El no quiso aceptarlo, pero se lo coloqué sobre la cama i me he ve- nido». «Ahora, dijo el padre, ¿quién de Vds. ha .hecho, pues, mejor uso de su durazno?» — «Nuestro hermano Edmundo», gritaron los demás. Edmundo, entre tanto, se mantuvo callado; la ma- dre lo abrazó con lágrimas en los ojos i se alegró de su buen corazón (1). En esta historia vemos cómo el mas pequeño de los niños, sin reflexionar sigue solo su ímpetu o movimiento natural; el segundo, empero, calculó de una manera injeniosa o intelijen- te sobre lo que le podia acarrear mas ventajas, i buscó los me- dios para conseguir su objeto. Edmundo, al contrario, no mira ni a su agrado ni a su conveniencia, sino ejercita un acto de cariño es decir, procede razonablemente (véase intelijencia, ra- zón, § 16). Según esto, distinguimos tres grados de la voluntad; la na- tural, la intelijente i la racional, cuyas particularidades vamos a tratar detalladamente en los párrafos siguientes. Estos tres grados de la voluntad no están temporalmente separados uno de otro i repartidos en diferentes períodos de la vida. Cierto es que la voluntad natural se presenta mas tem- prano i que se manifiesta en la niñez con mayor poder que la intelijente i razonable, mientras que la intelijencia i la razón llegan solo poco a poco a dominar el ser natural. Sin embargo, la voluntad natural conserva un poder bastante grande durante toda la vida, i el hombre tiene siempre que batallar para que la voluntad intelijente i la racional tengan la superioridad. <1) Un ejemplo igual en El Lector Americano II, pajina 75. — 20} B. Resumen Se distinguen tres grados en la voluntad, a saber: 1. La voluntad natural, que sigue sencillamente los ímpetus i propensiones de la naturaleza; 2. La voluntad inteligente o juiciosa, que se guia por la con- sideración de las ventajas i elije los medios apropiados para conseguir sus fines. 3. La voluntad razonable, que sobrepone las exijencias de la razón o del precepto moral al propio agrado i conveniencia (1). L— LA VOLUNTAD NATURAL § 31.— EL INSTINTO A. Ejemplos i discusión Se pueden distinguir cuatro formas de la voluntad natural: el instinto, la apetencia, la inclinación i la pasión. 1 . Definición i procedencia del instinto.- — El niño grita cuando cree estar en peligro; cuando teme, por ejemplo, caerse o ser ataca- do por un animal bravo. Exije alimento cuando siente hambre; sale con gusto a la calle para jugar i le es fastidioso tener que estar sentado tranquilamente (como, por ejemplo, al principio de su escuela), porque quiere movimiento. Todo lo que le es nuevo desea ver, oir, palpar; siente alegría por las historias, por el juego i la actividad; lo que ve i oye procura imitarlo; se siente bien en sociedad, mientras la soledad le es molesta i desagradable. La causa de todas estas propensiones e impulsos está en las incitaciones de la naturaleza, es decir, en el organismo físico i (1) Acerca de la tarea de la educación vale la advertencia hecha en el § 29. — 204 — espiritual. Este tiene la necesidad de alimentación i movi- miento, diversión, actividad física i espiritual; todo lo cual se manifiesta por sensaciones i, junto con éstas, por sentimientos des- agradables (hambre, sed, cansancio, fastidio, etc.), e impulsan a buscar la satisfacción. De aquí que la voluntad sea llamada instinto, en su grado mas inferior. Al principio, el hombre no conoce todavía el objeto que ha de satisfacer su necesidad. Esta, sin duda, exije alimentación, por ejemplo, pero no un medio determinado de alimentación. Por esto es que al instinto se le llama oscuro o ciego i se de- signa como oscuro al impulso por la satisfacción de una necesi- dad corporal o espiritual. Al principio este instinto tiene algo de parecido con el de los animales. Este es el impulso fundado en el organis- mo, de procurar lo necesario para la conservación de la vi- da i de la especie. Ya los animales recien nacidos, sin direc- ción i esperiencía, buscan i encuentran instintivamente su ali- mento; los pájaros hacen sus nidos, las abejas sus panales, las hormigas sus cúmulos. Después que se desarrolla el acuerdo, la conciencia, el hombre llega a conocer sus instintos i enton- ces tampoco necesita seguirlos i sí puede limitarlos i satisfacer- los en un grado distinto i de diversa manera. Asimismo apren- de a conocer los medios i caminos que sirven para satisfacer los instintos, con lo cual éstos se convierten en apetitos. 2. Satisfacción i reaparición del instinto. Si hemos comido lo bastante, no exijimos ningún otro alimento; si en un paseo nos hemos cansado, no deseamos seguir adelante. En el pri- mer caso el instinto de alimentación está satisfecho; i en el últi- mo, el de movimiento. A pesar de esto, al dia siguiente ambos se hacen sentir nuevamente. Así sucede con todos los instintos, por estar fundados en la naturaleza del hombre. 3. Clases de instintos. — Descansando, pues, los instintos en las necesidades del organismo físico i espiritual, hai tantos como esas necesidades. Todas las fuerzas i disposiciones corporales i espirituales del hombre, propenden a su desenvolvimiento i manifestación; de aquí que haya un gran número de instintos. — 205 — Como lo demuestran los ejemplos mencionados al principio, los instintos tienden a conservar la vida, rechazan aquello que nos puede acarrear perjuicios, propenden a la alimentación i movimiento, a las representaciones, al orden i configuración de las mismas en el juego i a la sociedad. Por tal motivo, distingui- mos principalmente los instintos siguientes: a) El instinto de alimentación. — Lo grande de la influencia que este instinto ejerce nos lo da a conocer la circunstancia de que la mayor parte del trabajo ha de servir para satisfacerle, sobre todo en lo que hace a la composición de los medios de alimento. Como se sabe, su fuerza es mui diversa i en los ni- ños se acomoda, sobre todo, a seguir el pronto o lijero creci- miento. b) El instinto de movimiento, actiridad i juego.— aa) El niño tiene desde el principio la necesidad de hacer movimiento con los brazos i las piernas, porque así lo exijen la circulación de la sangre, la dijestion i el desarrollo de los órganos. Los mo- vimientos del niño se hacen siempre mas variados con el de- sarrollo Dosterior i el aumento de su fuerza. El movimiento se continúa por toda la vida, bajo ésta o aquella forma (por toda clase de trabajos i ocupaciones, paseos, viajes, juegos, etc). El instinto de movimiento se liga también al del juego i actividad, encontrando su satisfacción en e\ juego i trabajo. bb) Durante el período llamado «de juego» (2 a 7 años), él juego es la actividad propiamente tal del niño; pues por él se manifiestan i desarrollan sus fuerzas físicas i espirituales. El juego tiene una gran importancia, en primer lugar, para el desarrollo físico i la salud, motivo suficiente pira satisfacer tal instinto. Pero el juego es también una necesidad espiritual para el niño. Por él se manifiesta su fantasía (véase el § 12) i aprende así a dominar i esponer las representaciones adqui- ridas. El niño entra en acción al representarse esteriormente las imájenes de su fantasía. El juego, con todo, es una escuela escelente no solo par desarrollo de las fuerzas corporales e intelectuales, sino tam- bién para la vida moral. Por su medio se puede preservar al psicolojía 23 20Ó niño de los malos caprichos i del fastidio, i ademas, en el juego con otros, aprende por una parte a amoldarse a un todo, a su- bordinarse a otros i ser paciente i justo; por otra, a mandar, a hacer sentir su fuerza i habilidad, de modo que por el juego templa i afirma su espíritu emprendedor, su enerjía i su ánimo. ce) El paso del juego al trabajo, llamado también ocupación, en sentido estricto, constituye el trabajo juego. El niño por ins- tinto quiere hacerse útil, ayudar a la madre o a los demás i se alegra cuando se presta atención a su ayuda. Esto es todavía para el niño un juego, porque lo hace por su placer, i los padres también tienen el objeto de que ól se procure algún quehacer en que se entretenga i ejercite sus fuerzas; con esto igualmente se alcánzalos mismos fines que con el juego. La ocupación, con todo, se convierte en trabajo, tan pronto como ella tiene un objeto o una utilidad, fuera de la manifesta- ción misma. Tanto el trabajo espiritual como el corporal tienen una gran importancia educativa, pues uno i otro sirven para desviar los pensamientos i esfuerzos del niño de lo malo i dirijirlos a lo bueno, fortificándose su enerjía por el esfuerzo que hace para la consecución del fin propuesto. c) El instinto social i de imitación. — Estos se hallan en rela- ción estrecha con el del juego. Desde luego, la fuerte exijencia de los niños para juntarse con otros requiere satisfacción. I una satisfacción correcta del instinto social promueve el espíritu público, la simpatía, la sociabilidad i la rectitud. El instinto de imitación del niño nos demuestra, en especial, la importancia que tiene para él la sociedad, al imitar todo lo que ve u oye, particularmente aquello que se le impone como algo característico de parte de los de mas edad. Teniendo el ins- tinto de querer hacerse mas de lo que es, en su acción se adhie- re a aquellos que le parecen que son mas, sin que pueda toda- vía distinguir claramente lo bueno de lo malo. Por esto es que imita, por ejemplo, las conversaciones malas, quiere fumar, etc., porque lo ve hacer a los mayores. — 207 — el) Instinto dé propiedad, adquisición i posesión. — El niño sabe distinguir su propiedad de la de los demás i no quiere que otros se la toquen. Tan pronto como el hombre llega a conocer el valor de los bienes, procura también adquirir i conservar su parte. Esto llega a efectuarlo muchas veces, cometiendo injus- ticias o durezas para con los demás, por lo que es mui impor- tante la manera como se desarrolla este instinto en relación con la conducta de los hombres entre sí. e) Instinto de saber. — La curiosidad proverbial del niño nos da ya a conocer cuan poderoso es este instinto en él: quiere ver, oir i tocar todo. El instinto de saber se manifiesta en el con- tinuo preguntar, en el gusto por la lectura i en la. alegría que esperimenta cuando llega a hacer progresos como se ha dicho al tratar del interés i del sentimiento intelectual. En el caso de un buen desarrollo, la curiosidad, proveniente solo del deseo de adquirir nuevas representaciones sin atender al valor, conduce al anhelo de saber, medio por el cual procura ganar representaciones importantes. Al contrario, cuando el desarrollo es falso, las ansias por saber dejeneran i pueden conducir, por ejemplo, al deseo escesivo de leer i al olvido del deber. f) Instinto de la propagación o multiplicación. — En conformi- dad con la naturaleza, éste no debe anticiparse a la madurez del individuo. Cuando se desarrolla antes de tiempo, se hace pernicioso a la vida física i espiritual. Según su ser, unos instintos se refieren mas a la vida física i otros a la espiritual, según correspondan a la constitución na- tural del cuerpo o a la vida del alma. A los primeros pertenece el instinto de alimentación; a los últimos el de sabor; otros, tales como el instinto del juego, pertenecen a ambas clases. Sin embargo, en sentido estricto, instintos verdaderos son aquellos en los cuales el hombre no conoce todavía claramente el medio como satisfacerse. Como tales se manifiestan aquellos que se hallan basados en el organismo físico, v. gr.: los instin- tos de alimento i de movimiento. Los demás instintos, al mani- festarse, se enlazan directamente con las representaciones de — 208 — los objetos deseados, razón por la cual son superiores al instinto, propiamente dicho. Cuando el instinto de saber, por ejemplo, se despierta en el niño, se representa también la especie i modo como pudiera satisfacérsele, puesto que desea ver u oir algo. En este caso se puede hablar de instintos solo en el sentido de que en la naturaleza humana haya un impulso hacia una exijencia semejante. En tal sentido de la palabra instinto, se habla tam- bién de muchos otros, como el de honor i el de moral. 4. Importancia de los instintos. — Los instintos, fundados en la naturaleza del hombre, tienen una importancia mui grande para el desarrollo físico i espiritual. a) Principalmente los instintos de alimentación i movimien- to ejeven una grande influencia en el desarrollo físico, en el crecimiento i en la fortificación de los órganos corporales, pues solo mediante la buena satisfacción de ellos el cuerpo puede desarrollarse de una manera favorable. b) El desarrollo espiritual depende, asimismo, del vigor i la salud del cuerpo, como podemos observarlo particularmente en la escuela pública. Este desarrollo, en especial, es promovido por un buen cuidado de los instintos espirituales, del saber i del juego. c) Los instintos son también de importancia para la vida moral i la felicidad del hombre, porque su satisfacción correcta despierta amor i gratitud, mientras la defectuosa descontento, envidia i desaliento. d) Con todo, estos instintos pueden ejercer una acción perju- dicial, por cuanto una satisfacción desordenada de ellos con- duce a la perturbación de la salud, al señorío de la sensualidad i al detrimento de la vida espiritual i, sobre todo, de la moral. B. Resumen 1. Defnicioni procedencia. — El instinto es el impulso ciego que procura la satisfacción de una necesidad corporal o espiri- tual. — 209 — Proviene, según esto, de las necesidades del hombre que re- quieren una satisfacción, según la naturaleza de aquéllas. El instinto es llamado oscuro o ciego, porque el hombre, al principio, no conoce todavía /el medio de satisfacerlo. Por esta causa, en sus primeras manifestaciones se asemeja al instinto animal. 2. Tranquilidad i reaparición del instinto. — Satisfechos los instintos, se tranquilizan temporalmente. Empero, teniendo su orí jen en la naturaleza misma, reaparecen con regularidad; i por esto es que en el adulto forman una causa o impulso cons- tante de la voluntad. 3. Especies de instintos. — Hai tantos instintos como necesida- des. Se distinguen jeneralmente las siguientes clases: a) El ins- tinto de alimento; — b) el de movimiento, actividad i juego; — c) el social i de imitación; — d) el de propiedad; — e) el de saber, — i f) el de reproducción. 4. La gran importancia de los instintos consiste en que me- diante su satisfacción exacta, se promueve el desarrollo físico i espiritual, la vida moral i la. felicidad del hombre; pero su sa- tisfacción incorrecta ocasiona perjuicios. C. Aplicación a la educación Los instintos, por su importancia misma, deben ser satisfe- chos en lo que sea dable i justo, pero también dominados i en- noblecidos. Esto mismo determina la tarea de la educación, con respecto a cada uno de los instintos. 1. El instinto de alimento, ante todo, ha de ser satisfecho a su debido tiempo, i en suficiente medida. En esto, sin embar- go, se ha de acostumbrar al niño a un orden determinado (tem- planza), tanto en la comida como en la bebida, a la moderación, sencillez i abstinencia. Hasta el niño de leche se acostum- bra mal, cuando se le da alimento cada vez que llora. Sin embargo, si se le determina el tiempo conforme a la necesidad justa de alimento, bien pronto se acostumbra a este orden i se siente bien. Mediante la conservación permanente de un orden determinado durante todo el tiempo de la educación, la regu- laridad se hace para el niño una necesidad tal, que mas tarde procura mantenerla con placer. Como en el orden (regularidad), así también los niños se han de acostumbrar a la templanza i sencillez en la alimentación, de modo que ellos no coman ni beban demasiado i se contenten con un alimento sencillo. Inminente es el peligro en las comidas i bebidas raras i fa- voritas. A este respecto los padres deben determinar la cantidad que pueden tomar los niños. Estos se acostumbran a la simpli- cidad, siempre que ésta reine en la familia, de manera que cada uno, sobre todo los padres, den un buen ejemplo en este sentido, i que se haga a los niños tomar algo de cada plato. Solo hasta cuando hayan comido de lo que les era desagrada- ble se les puede dar mejores comidas. Muchas veces sucede naturalmente que la costumbre se pue- de alcanzar solo de un modo gradual, paulatino. En la mayor parte de los casos, esto no se puede efectuar de una sola vez, porque de lo contrario, obligándose, se reforzarla, v. gr., la opo- sición o mala voluntad de los niños hacia una comida, cuando se les hiciere tomar desde luego una gran cantidad de ella por la fuerza. Sin embargo, toda alusión llena de amor ha de tener sus límites indispensables. [Cuántos desagrados se evitan así a los niños en su vida fu- tura! ¡Cuánto mas independiente de los demás hombres i de los cambios de la suerte se halla aquel que se satisface con todo! i cuánto mas libre es el hombre en su vida espiritual i moral, si acaso no es esclavo de sus apetitos i de su paladar! La golosina, que se desarrolla en algunos niños,, se ha de com- batir seriamente. A fin de no acostumbrar a los niños a ella i a los placeres sensitivos, conviene no darles bocados delicados, ni mucho menos recompensarles su aplicación i buena conduc- ta, haciendo uso de semejantes cosas. Una escepcion se puede hacer en los clias de fiesta, en ocasiones especiales; pero siem- pre con rareza i economía. Por fin, se ha de acostumbrar a los 21 I — niños también a la abstinencia, de manera que puedan estar en condición de privarse libremente hasta de aquellos gustos per- mitidos; pues el hombre debe aprender, ante todo, a renunciar a los placeres, inclusos aquellos que en algunos casos son líci- tos, empleando ciertos trabajos, haciendo viajes, soportando enfermedades, etc. En seguida, se ha de ejercitar, por medio de la abstinencia, a dominarse por sí mismo i a resignarse vo- luntariamente en bien de los demás. Los niños pueden acostumbrarse a las privaciones, mediante ciertos trabajos i escursiones a pié. En ocasiones oportunas conviene incitarlos a compartir con los demás (hermanos, po- bres, enfermos) sus cosas, i a sentir verdadera satisfacción por la felicidad ajena. Esto puede enseñárseles también por algu- nos trozos o capítulos de lectura. Asimismo los niños pueden alcanzar esta virtud, siendo guiados por el ejemplo de los pa- dres i demás miembros de la familia, i por una costumbre cons- tante, intelijente i agradable. En esto descansa también el ennoblecimiento de este instinto; pues el hombre no vive para comer, sino que come para vivir, dirijiendo sus esfuerzos a fines mas elevados i siendo por esto capaz de sacrificar sus goces sensititivos. 2. El instinto del juego i la actividad puede ser satisfecho: a) por un movimiento suficiente; razón por la cual el niño de leche no debe ser obstaculizado en su movimiento por en- volturas i fajas. Tan pronto como el niño posee la fuerza necesaria para moverse, se le debe hacer gatear, resbalar, andar, correr i saltar. El paseo, el juego, en una palabra, el ejercicio físico, deben proporcionar una satisfacción sana a este instinto. b) Para satisfacer el instinto del juego, los educadores deben tomar en consideración todo lo que ya se ha dicho sobre el cultivo de la fantasía, haciendo uso del juego (§ 12). Con todo, este instinto debe tener también sus límites. El niño se ha de acostumbrar a un orden i moderación determi- nados, yendo a juntarse con sus camaradae de juego, no según su gusto, sino solo con el permiso de sus padres; i mas tarde también, cuando tenga que ocupar su tiempo en otras cosas — 212 — (tareas escolares, etc.), que destine al juego solo el tiempo que le ha sido fijado. Desde temprano debe rejirse según los prin- cipios que nos dicen: «Primero el deber, después el placer»; «primero el trabajo, después el juego». Si el niño descuida su deber por el juego o se entrega a éste apasionada i desordena- damente, se le escluirá de él o se le disminuirá el tiempo que se le daba para este objeto. c) Para satisfacer este instinto, se ha de emplear también el trabajo i principalmente el trabajo entretenido o la ocupación en sentido estricto, en la cual el niño encuentra gran placer, cuando se le dirije directamente. En la época del juego, la madre es la que tiene jeneralmen- te al niño a su lado. Por esto ella es la que debe utilizar tam- bién con esmero la ocupación como medio de educación, dando al niño toda clase de encargos, enseñándole a ordenar sus ju- guetes i otras cosas, a guardar i sacar los utensilios de la mesa, traer leña, etc. Por fin, para satisfacer i cultivar el instinto de actividad se ha de hacer también uso, aunque regular, del trabajo propia- mente dicho, tanto corporal como intelectual. Naturalmente, este trabajo debe corresponder siempre a las fuerzas del niño, como se ha indicado muchas veces en los ca- pítulos que tratan de la sensación i del conocimiento, al hablar del trabajo espiritual o del aprendizaje. 3. El instinto social i de imitación. — Se ha de dejar al niño también en la sociedad de otros niños i permitirle jugar con ellos. Sin embargo, no se ha de olvidar los límites ya indica- dos, al tratar del instinto anterior, hablando de la especie de sociedad, del tiempo destinado a ésta, etc. Esto es, si se quiere que el instinto social no deba conducir a la inconstancia i Codicia; a les placeres i charlas. A fin de que el instin- to de imitación se desarrolle de una manera correcta, los padres deben hacer, ante todo, que el niño permanezca mucho tiempo en su compañía i darle un buen ejemplo en las conversaciones i acciones. En seguida deben cuidar de que la sociedad que tenga ejerza solamente una buena influencia sobre él. En esto se ha — 213 — de tener presente también el ejemplo de los sirvientes, pues los niños con frecuencia se juntan i permanecen con gusto con éstos; pero sobre todo el ejemplo de sus compañeros i compa- ñeras de juego. «Las malas compañías corrompen las buenas costumbres»; pues lo que hacen muchos encuentra imitación con mas facilidad, que lo que ejecuta uno solo, porque lo pri- mero se presenta como algo jeneralmente válido, i por esto, como algo justo hasta en el caso de que sea malo. De esta ma- nera «los malos hábitos» se convierten en «buenas costumbres.» 4. Para cultivar con exactitud el instinto de la propiedad, ad- quisición i posesión, los maestros deben preservar al niño de todo desperdicio, como también de la codicia i avaricia, haciéndole apto para una administración correcta de su propiedad. Por esta razón conviene que se le entregue ya, desde temprano, algu- nas cosas, haciéndoselas de su propiedad, por ejemplo, juguetes. Si ya conoce i sabe manejar el dinero, se le puede permitir un poco, como para el bolsillo. La posesión ofrece la ocasión de guiar al niño en su uso correcto. El niño se preserva del desperdicio, cuando los padres lo acostumbran a apreciar hasta lo mas insignificante i a tratar todo con cuidado i esmero, como los vestidos, libros, etc., dán- dole instrucciones oportunas, exijiéndole cuenta sobre el em- pleo del dinero, no reemplazándole inmediatamente lo destru- ido i ganado, i castigando al niño por el desperdicio que hubiere hecho, empleando como medio la privación de las mismas cosas. Cuando los niños están grandes, déjeseles también infor- marse de las condiciones económicas de la familia, de sus cui- dadosi esfuerzos, a fin de que así aprenda a apreciar correcta- mente estas cosas i se precava mejor de todo mal gasto. Del mismo modo i con igual atención, el maestro procurará preservar a los niños de la codicia i avaricia. Enséñeseles que el dinero i los bienes no son las cosas mas elevadas, sino que ellos obtienen un verdadero valor solo por su uso correcto i noble. El educador mismo evite considerar el dinero con demasiada importancia, así como toda posesión esterior; no hable mucho de ello ni haga a los niños volver a ver i contar su dinero, a psicolojía 24 — 214 — fin de que sü corazón no se apegue a ello. No aprecie ni dis- tinga a los ricos mas que a los pobres. Si los niños demuestran inclinación a la falta de probidad o al hurto, al daño ajeno o a la envidia, se les debe reconvenir seriamente, presentándoles a la vista lo detestable que es una intención semejante i al mismo tiempo lo virtuoso de la honra- dez i desinterés, i castigándolos por la repetición de una falta cometida contra la propiedad ajena. Los padres deben ' también enseñar a sus hijos a hacer un noble uso de su dinero, como, por ejemplo, a regalar alguna cosa a sus hermanos i a otros en los dias de cumpleaños o de año nuevo; a protejer a los necesitados, etc. De este modo sen- tirán también lo feliz i agradable que es hacer una dádiva. 5. El instinto de saber es despertado i satisfecho, al principio, mostrando i esplicando al niño los objetos (las diversas cosas de la casa i de la naturaleza) i cuadros que estén al alcance de su inteligencia e interés, ocupándose con él, contestándole a sus preguntas, contándole i ofreciéndole materias convenientes de lectura. En la edad escolar, este instinto se forma principalmente por medio de una buena enseñanza. También se debe propor- cionar al niño tiempo i ocasión para ocuparse en sus ramos favoritos; porque así cultiva i perfecciona sus disposiciones es- peciales, ennoblece su espíritu, encontrando en ello una fuente rica de pura felicidad. Este instinto ha de someterse también a una disciplina de- terminada, porque los impulsos nobles e intelectuales pueden asimismo dej enerar o influir de una manera perniciosa, cuan- do se les cultiva demasiado i defectuosamente. Así el instinto de saber conduce a la curiosidad, cuando el hombre busca siempre algo nuevo para entretenerse; mientras que su cultivo correcto permite que se forme el anhelo del saber, dirijiéndose a un saber digno e importante. La inclinación a la lectura, libre de toda disciplina, sin freno alguno, dejenera en un deseo escesi- vo por ella. La ocupación constante i sin límites en ramos fa- voritos hace, con frecuencia, descuidar el deber e incapaz para 215 — otros trabajos i para la vi da. Por esta razón el niño debe acos- tumbrarse, ante todo, a llenar siempre sus deberes concien- zudamente i a someter sus instintos intelectuales al servicio de la moralidad. 6. Instinto de propagación. — La educación debe evitar cui- dadosamente todo lo que pudiere acarrear una escitacion de este instinto en el niño, i librar a la juventud de los estravíos a que puede conducir semejante propensión. Todo lo obsceno i deshonesto en el lenguaje, en los ademanes, cua- dros i figuras; todo lo que pudiere escitar el apetito sensual (también las lecturas) o herir el pudor o la vergüenza, se ha de alejar del niño con gran cuidado. También aquí los mejores medios son el método correcto de vida, la ocupación conve- niente, la buena sociedad i el ennoblecimiento del alma por medio de representaciones i sentimientos puros. En cuanto a lo que pudiera decirse de otros instintos que algunas veces suelen mencionarse, ya lo hemos hecho notar oportunamente en otras ocasiones. Así, por ejemplo, por lo que hace al instinto del honor i de independencia, puede de- cirse lo mismo que hemos espuesto sobre los cuidados del sen- timiento de dignidad i de honor (§ 28). § 32.— LA APETENCIA A. Ejemplos i discusión 1. Procedencia i definición. — Cuando la necesidad de alimen- to se ha calmado con la leche, al reaparecer llega poco a poco a predominar la exijencia determinada de tomar leche, en lugar del oscuro instinto de alimento. Si mas tarde, entre las horas principales de comida, se da pan al niño, se le des- pierta la exijencia de pan tan pronto como tiene hambre, etc. La exijencia se dirije, por consiguiente, a un objeto determi- nado que el niño se representa. Cuando el instinto de movi- miento es satisfecho por medio de un juego o un paseo, el ni- 2l6 — ño solicita en lo sucesivo esta clase de satisfacciones para su instinto motorio. De la misma manera, vuelve también a exi- jir las sociedades o compañías (v. gr., los niños del vecino) que le ofrecieron mejor entretención a su instinto social; igual cosa sucede con las historias, libros o figuras en los cuales ha en- contrado alimento su instinto intelectual. En tal caso el deseo se dirijo, pues, a cosas determinadas que el hombre conoce i puede representarse. Mediante la sa- tisfacción de sus instintos aprende a conocer los objetos que calman el instinto i que despiertan en él un sentimiento agra- dable. Si la necesidad vuelve a aparecer, se representa este objeto (el medio de satisfacción) i el sentimiento agradable producido por éste, i exije en consecuencia este objeto deter- minado. Con esto el instinto, el simple impulso, se ha convertido en apetencia] es decir, en la propensión hacia un objeto determi- nado que el hombre conoce. La primera causa de la apetencia está, pues, en el instinto o en la necesidad de la cual é\ proviene. Pero cuando el hombre ha alcanzado la representación de un goce, éste le queda, aunque el deseo ya haya sido satisfecho. Por esta misma razón, el recuerdo del goce vuelve también a despertar de nuevo la apetencia, muchas veces sin que se haya hecho sentir antes una necesidad. Un niño que ha encontrado buenas frutas en un árbol, vuelve a desearlas tan pronto como observa el árbol, sin que tenga necesidad. Las apetencias pueden despertarse también por intuiciones i representaciones provenientes de la satisfacción de un ins- tinto, sin que el hombre haya conocido antes por la esperiencia el respectivo objeto. Una comida que aun no hemos pro- bado i que, en consecuencia, no conocemos su gusto, puede despertar en nosotros un vivo deseo tan solo con verla u oir hablar de ella. Esto sucede al pobre cuando oye hablar de los goces del rico, o al niño cuando ve frutas hermosas i bonitas. Bien se sabe que los niños, sobre todo los mas pequeños, de- sean tener todo lo que ven. Igual cosa pasa con los adultos, al oir la descripción, v. gr., de una montaña de hermosa vista, de — 217 — una ciudad o del mar, despertando en ellos el vivo deseo de ver estas cosas. Por el uso de malos libros o de cuadros, pueden despertarse deseos malignos en el individuo. Todo esto proviene de la ac- tividad de la fantasía (véase § 12), con cuya ayuda nos pode- mos pintar también goces desconocidos de una manera tal, que se puede desarrollar en nosotros el deseo de disfrutarlos. La fantasía se ocupa con el objeto que nos representamos como apetecible, tanto mas, cuanto mas grande se hace la apeten- cia como lo vemos, por ejemplo, en Eva, quien, mirando la fruta prohibida, dio oido a las seducciones i representó el placer aparente, hasta que el apetito se hizo tan grande que la condujo al hecho. Según esto, pueden producirse también de- seos artificiales, es decir, deseos tales, que descansan no en una verdadera necesidad, sino solo en una supuesta, simplemente fantástica, como la apetencia de comer azúcar, de fumar, i cosas semejantes. Mientras exijimos lo que nos parece agradable o apetecible, rechazamos lo que nos es desagradable. Aquéllo lo considera- mos como bueno, ésto como malo. El niño rechaza la luz en la cual se ha quemado, la medi- cina con gusto agrio, el gato que lo rasguñó. De esta manera, el adulto procura también evitar lo malo, como por ejemplo, la picadura de un insecto ponzoñoso. También el rechazo es un deseo; pero negativo, desde que apetecemos el estado que sigue después del alejamiento de lo malo. La apetencia, por consiguiente, se diferencia del instinto en que el hombre conoce el objeto apetecido, el medio de sa- tisfacción. Pero, el poder impulsante del instinto se hace sentir también en la apetencia; el instinto viene a terminsr en ella. La apetencia, como el instinto, se calma solo periódicamen- te, satisfaciéndola; pero reaparece con mas facilidad que el ins- tinto; pues a ella cooperan también la intuición, la representa- ción i mui especialmente la fantasía. 2. Clases de apetencias. — Las apetencias se distinguen: — 2l8 — a) Según el objeto al cual se dirijen. — El campo de las apeten- cias, según lo esp uesto hasta aquí, es estraordinariamente gran- de. Apetecemos no solo las cosas tan numerosas i variadas que satisfacen el instinto de alimentación i de movimiento, las diversiones, los juegos, las sociedades i entretenciones, sino to- das las ocupaciones i trabajos físicos i espirituales, todo cuanto da ocupación a nuestro espíritu, enriquece i eleva nuestro sa- ber, todos los goces científicos i estéticos, i ademas la adquisi- ción, posesión, independencia, libertad, honra, fama, etc. En conformidad con esto, las apetencias pueden dividirse de una manera semejante a los instintos. o) Según las fuerzas de las apetencias.— -También en este sen- tido las apetencias son muí diversas. La apetencia puede desa- rrollarse gradualmente, siempre con mayor fuerza. El grado inferior de la apetencia consiste en que algunas personas o co sas no nos son indiferentes, sino que ocupan nuestros sentidos i nuestro pensar; en que sentimos alegría i gusto por ellas. Un grado mas superior es el deseo propiamente tal (esperan- za o temor). La apetencia, por fin, se eleva a la exijencia pro- piamente dicha o resistencia, hasta el vivo apetito o hasta la aversión. Mientras en el grado inferior las apetencias pueden ser sofo- cadas con facilidad i con frecuencia vuelven a desaparecer sin haber sido satisfechas, en el grado superior pueden hacerse siempre mas i mas fuertes i llegan a exijir imperiosamente su satisfacción. 3. Importancia de la apetencia. — Reconocemos la impor- tancia de las apetencias por su gran número i variedad, así como por el poder que ejercen en el hombre, en su conducta, en su felicidad i desgracia. La apetencia en sí es buena; incita al hombre a la actividad corporal i espiritual, desarrolla todas sus fuerzas i facultades, lo conduce a la perfección i lo preserva del embotamiento i la indiferencia. Allí donde la ape- tencia es débil, demuestra el hombre poca aplicación i esfuer- zo. Cuando no se proporciona a los niños ni aquello mas indis- pensable a causa de la pobreza, o cuando les son prohibidas — 219 — hasta las apetencias mas inocentes i justas, talvez a causa de una mala intelijencia; o cuando los adultos, en medio de sus esfuerzos por mejorar su condición, se ven siempre equivocados, se apaga en ellos el gusto justificado por la vida; sus buenos esfuerzos decaen i al fin se trasforman en seres abatidos e in- diferentes. Sin embargo, la apetencia obra de una manera perjudicial: a) cuando se dirije preferentemente a cosas sensitivas, como comi- das i bebidas; es decir, cuando el hombre encuentra en esto su mas elevado placer; se entrega a la sensualidad o materialidad i se hace esclavo del vicio (anhelo inmoderado de goces, holga- zanería, escesos, etc.). Cuanto mas sencillo i frugal es el hombre al satisfacer sus necesidades sensitivas o materiales, tanto mas puras i nobles son sus apetencias, tanto mas independiente i feliz se siente, b) En segundo lugar, es perjudicial cuando el hombre se deja dominar por ella i no puede someterse a la me- dida justa i proporcional de su bienestar físico i espiritual. Siendo la satisfacción desordenada, hasta las mismas apeten- cias, que primitivamente son buenas, como el deseo de pose- sión i la buena posición en la sociedad o goces artísticos i científicos, dejeneran en defectos (codicia, inclinación esce- siva a los placeres, etc,) i hacen al hombre infeliz, c) Con una satisfacción inmoderada, constante, la apetencia se abota poco a poco i entorpece de tal modo que, sin demora, hostiga al hombre todo goce, buscando por esto otros mas fuertes, Esto sucede con los que andan de un placer a otro, o con los que, cuando niños, han sido colmados de toda clase de manja- res, juguetes, vestidos i placeres. Sin embargo, quien satisface sus deseos de una manera económica i moderada, encuentra siempre un nuevo goce i conserva su frescura i elasticidad. B. Resumen 1. Precedencia i definición. — El instinto se trasforma en ape- tencia, cuando a él se agrega la representación del objeto ape- tecido. La apetencia es la exijencia de un objeto proveniente de su representación, que para el apeteciente parece un bien, o la oposición hacia lo que éste se representa como un mal. La apetencia, al principio, nace del instinto; es decir, de una necesidad; mas tarde se desarrolla por la simple memoria del objeto apetecido, i, por fin, por las intuiciones, representaciones i figuras de la fantasía de cosas que el apeteciente no conoce todavía por la esperiencia. De aquí que se produzcan también apetencias artificiales; es .decir, deseos tales, que descansan no en una necesidad real, sino solo en una pretendida o simplemente fantástica. La apetencia, como el instinto, se calma también de una ma- nera temporal, pudiendo volver a ser escitada con mas facilidad que el instinto, por razón de que en ella concurre, al mismo tiempo, la representación. 2. Clases de apetencias. — Se distinguen dos clases. a) Según el objeto al cual se dirijen, el campo déla apeten- cia es estraordinariamente grande, porque puede abarcar todo lo que se relaciona con la vida humana. Pueden ser divididas de una manera semejante a los instintos. b) Según su fuerza, las apetencias suben de la simple preo- cupación, de un objeto al deseo (espectativa, esperanza o temor); i de éste a la exijencia propiamente tal o a la oposición, i hasta el violento apetito i la aversión. 3. Importancia. — La apetencia ejerce una fuerte influencia en la conducta, felicidad i desgracia del hombre; por una parte benéficamente, al escitarle sus fuerzas físicas i espirituales a la actividad i promoverle su desarrollo, contribuyendo así pode- rosamente a la perfección i a la felicidad de su vida; pero, por otra, de una manera perjudicial, cuando se dirije: a) con prefe- rencia a lo sensitivo, /^cuando domina al hombre i lo impulsa a la satisfacción desordenada, c) cuando lo entorpece para las apetencias nobles i le roba el gusto por la vida i por toda la animación dilijente. 221 C. Aplicación a la educación 1. Proviniendo las apetencias de los instintos, se puede de- cir también lo que sobre el cultivo de -éstos. Las apetencias han de ser satisfechas en una justa medida, pero también do- minadas, acostumbrando al niño en todo (alimento, vestido), a ser sencillo, a satisfacerse con poco i a moderarse. Esto mismo se puede decir con respecto a todos los placeres. 2. Se ha de proporcionar a los niños placeres inocentes, parti- cularmente aquellos que recrean el cuerpo i el espíritu, como los paseos a pié, etc. Igualmente puede procurárseles algunos pla- ceres especiales, como escursiones, viajes, fiestas infantiles o juveniles; pero solo con rareza i a la edad infantil: todo practi- cado de un modo tal, que también los niños pobres puedan tomar igual parte que los ricos. Muchos placeres especiales, que el niño no puede proporcio- narse por sí mismo, conducen a la escesiva apetencia por los placeres, i entorpecen al espíritu. Goces i placeres que pertene- cen a mayor edad, como son los teatros, bailes, visitas, i cosas semejantes, envejecen demasiado temprano. Téngase presente que los niños se alegran de los juegos i placeres inocentes de la niñez, i que no quieren hacerse mayores o sobrepasar su edad demasiado temprano. 3. Para ennoblecer las apetencias, el educador procurará des- pertar en el niño gusto i alegría por las cosas elevadas, i por las ocupaciones nobles, medio por el cual se limitan mejor los deseos que se dirijen simplemente a lo sensitivo. § 33.— LA INCLINACIÓN A. Ejemplos i discusión 1. Definición de la inclinación. — Hablamos de inclinación con relación a cosas mui diversas: tenemos inclinación por nuestra patria, de tal modo que ésta nos atrae cuando estamos en el psicolojía 25 222 estranjero; por la pieza en que nos hemos acostumbrado a vivir i por los utensilios que usamos con frecuencia; por ciertas comidas, bebidas, vestidos, flores, juegos, ocupaciones i activi- dades, como ser, lectura, aritmética, dibujo; trabajos manuales i campestres; miembros de la familia; camaradas i vecinos. Esto es lo que se llama afición. Pero podemos tener también desapego (antipatía) por todas estas cosas o personas. Todo lo que es apetecido puede también orijinar afición o desapego. Como lo demuestran estos ejemplos, la inclinación continúa existiendo después de haber sido satisfecha, con lo cual se hace mas fuerte; estoes lo que la distingue del instinto i de la ape- tencia. La inclinación es, pues, el deseo convertido en costumbre; es decir, una dirección duradera de la voluntad, en oposición a la apetencia. A la inclinación se la suele designar también con el nombre de predilección o muchas veces con la palabra afición o amor, sobre todo cuando se refiere a personas; el desapego o antipatía con la palabra aborrecimiento. Una inclinación demasiado fuer- te es conocida con el nombre de propensión o afecto (como la propensión a la ociosidad o al desperdicio). 2. Causas de la inclinación. — Las inclinaciones i desapegos provienen parte de las disposiciones naturales, parte de la cos- tumbre. a) Quien es músico por naturaleza siente fácilmente la inclinación por el canto o el piano; quien no tiene un oido musical siente, al contrario, aversión. Un hombre robusto tiene inclinación a los trabajos que requieren gran fuerza; uno débil a ocupaciones livianas. Lo que corresponde a nuestro ser en- tero, a nuestra naturaleza, a nuestros gustos, nos atrae con pron- titud i fuerza; lo contrario nos repele. Empero, allí donde se note una disposición debe ofrecerse la ocasión de cultivarla; lo que por lo común se efectúa solo por la adquisición de una larga costumbre. b) Por la costumbre nacen mas inclinaciones que por dispo- siciones naturales; lo cual proviene a consecuencia de influjos esteriores que obran en nosotros de una manera constante i re- 223 — guiar; por ejemplo, por la educación, la manera de vivir, la ocupación i el alrededor. De esta manera nacen inclinaciones de apetencias, siempre que éstas son satisfechas con frecuencia i de isual modo. Así nos acostumbramos a diversas comidas i bebidas, ocupaciones, goces i placeres; así también sentimos no tener un alimento acostumbrado o alguna otra cosa de uso en nuestro método de vida, separarnos de un hombre con cuyo trato estábamos acostumbrados, etc. Lo que desde la juventud hemos visto, oido e impulsado, se hace en nosotros costum- bre, una segunda naturaleza, por decirlo así. «Lo que se aprende cuando joven, se conserva siempre» «Vencer la incli- nación es, en verdad, difícil; pero cuando a ella se agrega la costumbre, arraigada poco a, poco, se hace invencible.» Así es como de la inclinación se forman la virtud, la aplica- ción, conciencia o rectitud, templanza i orden. Con frecuencia sucede que después de haber vencido un des- apego, se orijinan aun inclinaciones. Así, por ejemplo, gana- mos cariño a un ramo escolar, talvez a consecuencia de una buena enseñanza, no obstante que, al principio, no le teníamos ni disposición particular. La costumbre a lo moralmente bue- no se verifica también, por lo común, solo venciendo al ser natural. Apesar de que la inclinación es una dirección cons- tante de la voluntad, con el tiempo se la puede también cambiar i hasta hacerla desaparecer o transformarla en lo con- trario; esto es, el apego en desapego i viceversa. En lugar de una afición precedente, puede resultar una desafición, siempre que las opiniones del hombre se hayan cambiado, o cuando a causa de una enfermedad o de los años su naturaleza no es ya la misma, o cuando una inclinación ha sido satisfecha con demasiada frecuencia, acarreando por fin el tedio, como sucede, por ejemplo, con ciertas comidas o con ciertos ramos escolares i hasta con los ejercicios relijiosos. 3. Importancia. — La inclinación tiene gran importancia, ante todo, para aquello que el hombre debe aprender. Solo en el caso en que el educador consiga inculcar en los niños el gusto por las actividades corporales i espirituales, en- — 224 — tónces su trabajo será Miz. También la enseñanza obtiene un resultado duradero cuando se despierta un interés constante (inclinación) por sus objetos. En segundo lugar, por la costumbre se ha de realizar todo lo que deba convertirse en una habilidad o aptidud. Cuando mas frecuentemente repetimos una actividad, tanto mejor la ejecutamos i tanto mas amor la tomamos, acostumbrándonos tanto a ella que la llegamos a efectuar con facilidad i seguri- dad, convirtiéndose así, en consecuencia, en habilidad. De esta manera, por medio de un ejercicio repetido, se obtiene la apti- tud de hablar, escribir, leer, tocar el piano, del trabajo manual, etc. como ya se ha dicho al tratar de la influencia de la volun- tad (véase el § 29). La costumbre tiene poder también sobre la vida moral. «No se educa ni se da buen ejemplo por medio de simples enseñan- zas, prevenciones, mandatos, prohibiciones, castigos i amena- zas. El tú debes que viene del esterior no es inclinación, no es ningún yo quiero voluntario. Solo la familiarizacion con el orden i hábito, conduce al objeto; solo el ejercicio constante hace de la práctica del bien una habilidad, i con esto, otra na- turaleza. » Finalmente, las inclinaciones ejercen también una gran in- fluencia en la felicidad de nuestra vida. Quien llega a tener inclinación por la clase de vida que se le ha determinado, por su vocación, por las personas con las cua- les vive i por su alrededor completo, ese es feliz; en tanto que la desafición por todo eso, lo haría desgraciado. El poeta Goethe pinta el gran mérito de las buenas inclina- ciones con las siguientes palabras: «Jamas puedo criticar gustoso aquello para lo cual la buena madre ha dado a los hombres naturaleza para los instintos ino- centes; pues lo que no pueden la inteligencia i la razón, lo puede con frecuencia la propensión feliz que nos dirije irresistible- mente.» — 225 — B. Resumen 1. Definición. — La inclinación es el deseo convertido en costum- bre; es decir, nna dirección constante de la voluntad. Se divide en afición i desafición. Muchas veces se la designa con el nombre de predilección. Cuando la afición o desafición se refieren a personas, toman el carácter de amor o aborrecimiento. Llamamos propensión a nna inclinación demasiado fuerte. 2. Causas. — Las inclinaciones provienen parte de las disposi- ciones naturales, parte de la costumbre. Cuando un deseo ha sido satisfecho muchas veces de la misma manera, se trasforma en inclinación. También las inclinaciones que descansan en las disposiciones naturales, necesitan de la costumbre para su perfeccionamien- to. Por medio de la costumbre so forman muchas inclinaciones para las cuales no habia una disposición especial, inclinación que se hace costumbre por influencias esteriores (educación, hábito, ocupación o repetición frecuente). Con el cambio del ser físico o espiritual i de la costumbre, las inclinaciones pueden también trasformarse con el tiempo, de manera tal que hasta la afición se puede hacer desafición i vice- versa. 3. Importancia. — La inclinación tiene una gran importancia: a) Para el aprendizaje, pues éste produce los frutos desea- dos sólo cuando se despierta un interés duradero, inclinación por los objetos; b) Para la adquisición de habilidades que deben convertirse en costumbre, mediante el ejercicio; c) Para la vida moral, porque el hombre hace lo bueno solo cuando se ha acostumbrado a ello; el) Para la felicidad de la vida, puesto que las aficiones i des- aficiones dominan muchas veces nuestra disposición i ánimo. — 226 — C. Aplicación a la educación 1. En vista del poder estraordinario de las inclinaciones, el educador procurará evitar i rechazar en el niño las malas, pero inculcar i fortificar las buenas. 2. Se evitan las malas inclinaciones, haciendo que los instin- tos o apetencias no se satisfagan mas allá de la justa medida, manteniéndose dentro de los límites correctos, para lo cual es necesario tener presente lo dicho acerca de la limitación i do- minio de los instintos i apetencias. 3. Los educadores inculcan inclinaciones nobles en el niño: a) Por medio del buen ejemplo, no dejándose ellos mismos do- minar por las malas inclinaciones i prefiriendo siempre mas lo que es moral raen te superior a lo que es inferior. b) Por medio de la enseñanza; pues los niños, a causa de su ignorancia, tienen con frecuencia desafición por alguna cosa v. gr., una comida, un trabajo o una profesión, al dejar- se influir por la apariencia esterna o por haber oido a otros juzgarla desfavorablemente; la enseñanza puede conducirlo en- tonces a otras ideas o pensamientos e inculcarles la afición. c) Por medio de la costumbre, guiando i manteniendo a los niños en lo bueno. Para esto se han de tomar también en cuen- ta las inclinaciones del niño que provienen de su disposición natural i cuidarlas mientras sean buenas. Con este motivo se ha de dar al niño tiempo i ocasión de de- dicarse a sus ocupaciones favoritas, i, sobre todo, se ha de to- mar en consideración también su inclinación al hacer la elección de su vocación. Es verdad que el educador, sin mas ni menos, no debe creer que el niño no tiene inclinación alguna por un trabajo o un ra- mo cualquiera, cuando al principio no demuestra habilidad o gusto por él; pues, con frecuencia sucede que solo hasta mas tarde la inclinación llega a manifestarse. El maestro debe ejer- citar al niño en todas direcciones, como, por ejemplo, en todas las asignaturas de la escuela. De la misma manera el gusto por algo que se observa al principio, no demuestra todavía que existe para ello una disposición efectiva. Sin embargo, cuando el educador, por un cuidadoso examen, haya llegado a conocer las inclinaciones del niño que descansan en su disposición na- tural, entonces debe tomarlas en cuenta en lo que lo permitan las circunstancias. § 34— LA PASIÓN A. Ejemplos i discusión 1. Definición. — El popular poeta alemán Schiller, en su obra titulada El cazador de Jos Alpes, nos dice: «I el muchacho, sin tener tranquilidad, se dirijió a la caza, que lo impulsaba i arrebataba siempre, al lugar oscuro de la montaña». Aquí ese cazador se demuestra como apasionado; pues, se- gún nos dice la misma poesía, él en su inclinación, permanece sordo a las súplicas i prevenciones de la madre, rehusa todas las ocupaciones i gustos pacííicos, se manifiesta insensible i duro al frente del terror de la tímida gacela, dejándose «arrebatar» e «impulsar» ciegamente, hasta en los peligros mas eminentes. Así como con la caza, sucede con muchas otras cosas que pueden convertirse en pasión. Los apasionados sacrifican al vicio no solo su dinero, sino también su salud, honor, deber, bienestar de su familia, felicidad física i espiritual, lo que con frecuencia tiene lugar en contra de sus mejores principios i con un amargo arrepentimiento posterior. Un pasionista por la lectura no tiene gusto para ninguna otra cosa que para la lectura, dejándose dominar por ella de tal manera, que olvida todos sus deberes. Quien es dominado por la pasión de la ava- ricia, se puede estraviar fácilmente, cometiendo injusticias tai- vez no proporcionándose él mismo hasta lo mas necesario. De este modo la propiedad, la honra i fama, como también las ciencias i artes i los ramos favoritos, etc. pueden despertar pasión en nosotros. Por esta causa tenemos un gran número — 228 — de pasiones, como egoísmo, codicia, anhelo inmoderado por los goces (embriaguez, etc.), deseo inmoderado por las diversiones, deseos vehementes de leer, afectación o coquetería, ambición, ava- ricia, resentimiento i venganza. • t El pasionista posee entendimiento solo para aquello hacia lo cual se dirije su pasión, en lo que justamente se manifiesta di- ligente i vigoroso, con frecuencia también injenioso i sagaz, mientras para lo demás es inútil i ciego. La pasión es, por esto, el dominio constante de una inclinación sobre el ánimo, o sea, una apetencia trasformada en dominio incesante. El nombre «pasión» nos indica que el hombre no ejerce ya influencia sobre sí, sino que es dominado. La pasión se aseme- ja al afecto (§ 21), pues impide como éste la reflexión correcta i la libre espontaneidad; pero se diferencia en que la pasión no es pasajera como el afecto, sino constante; es un estado enfer- mizo de la vida del alma. 2. Causas de la pasión. — Las pasiones, como las inclinacio- nes, provienen parte de las particularidades características del hombre, cuya diversidad depende del temperamento, la edad, i el método de vida; parte de la costumbre. Las personas vigo- rosas i de sangre ardiente, están menos espuestas a las pasio- nes de la venganza i la ambición, que las naturalezas frías. La juventud es mas inclinada a los placeres, la vejez a la avaricia. Empero, las disposiciones naturales conducen a las pasiones, solo cuando los instintos, apetencias e inclinaciones son satisfe- chos en esceso i no de una manera regular. Cuanto mayor es el desenfreno con que el hombre sigue sus deseos o apetitos, tanto mas inclinado se hace en sus apeten- cias, ocupaciones i placeres, i tanto mas fácil se orijina la pa- sión. La pasión es, pues, fomentada por la rusticidad i falta de cultura, mientras la verdadera educación refrena los instintos i evita la pasión, por el acopio de representaciones e intereses. 3. Influencias de la pasión. — De la definición de pasión se deduce que ella tiene siempre malas influencias: a) porque por su dominio el hombre no es libre, sino un esclavo espiritual impulsado por algo contrario a su mejor conocimiento i a sus — 229 — principios; b) porque pierde la intelijencia i la voluntad por lo bueno, conquista la ruina de su vida espiritual i muchas veces también de su físico i cae en el vicio; c) porque por este medio se hace desgraciado, así como por su avidez, que nunca se sa- tisface, i por los remordimientos. La pasión es una enfermedad del espíritu, semejante a una epidemia, como sucede con la tisis i la hidropesía en la vida física. Verdad es que aparentemente existen también pasiones nobles, como el impulso apasionado que se da a una ciencia o arte; o el amor apasionado de la amistad. Con todo, tan pronto como una ocupación buena en sí se tras- forma en pasión, no es buena ya; primero, porque se la practica mas por amor a la buena cosa; i segundo porque por ella se desa- tienden otros deberes. I cuando amamos a un amigo con pasión, perjudicamos el amor para con los otros. Hasta la amistad mis- ma no puede considerarse como verdadera tan luego como se la practica por pasión, por cuanto ella ciega al individuo ante los defectos del amigo, i no promueve el ennoblecimiento espiritual i moral, sino que, por el contrario, estorba i conduce a la maldad. En consecuencia, la pasión es un algo siempre enfermizo. Arraigada una pasión profundamente, no se la puede estirpar, sino mediante la cooperación de todas las fuerzas i de una ma- nera gradual. Sin embargo, esto no debe hacer desesperar a nadie. B. Resumen 1. Definición. — La pasión es el dominio permanente que ejerce una inclinación sobre el espíritu o bien mía apetencia trasj or- inada en dominio duradero, haciendo del hombre su esclavo completo. Todos los instintos, apetencias e inclinaciones pue- den convertirse en pasiones, i de aquí su gran número, como egoísmo, codicia, deseo inmoderado de los goces, de los place- res, coquetería, ambición, avaricia, venganza, etc. psioolojía 26 — 230 — La pasión se diferencia del afecto en qne ella es un estado duradero i de aquí enfermizo de la vida del alma. 2. Causas. — Las pasiones, como las inclinaciones, nacen par- te de las particularidades naturales de cada hombre, parte de las malas costumbres. Esta última resulta como consecuencia de una falsa satisfac- ción, desordenada, escesiva, algunas veces también insuficiente de los instintos, apetencias e inclinaciones, siendo fomentada por la rusticidad i la falta de verdadera cultura. 3. La influencia de las pasiones es mala: a) porque hace al hombre su esclavo; h) porque produce el decaimiento físico i espiritual, i c) porque así acarrea también una desgracia este- rior e interior. También las pasiones llamadas nobles son en todo caso un algo enfermizo; pues el pasionista no practica lo aparentemente bueno por sus propias buenas disposiciones i descuida sus de- beres por la satisfacción de las pasiones. C. Aplicación a la educación 1. Proviniendo las pasiones de instintos i apetencias, para evitar a aquéllas es necesario limitar i dominar éstos. Por esta misma razón, la satisfacción de las necesidades se ha de verificar con orden, moderación, templanza i sencillez. Los educadores, al notar una pasión cualquiera, han de com- batirla con seriedad, antes que se forme i eche profundas raíces. 2. La costumbre del trabajo constante i del cumplimiento fiel del deber, es otro de los medios que sirven para prevenir las pasiones. 3. Los mismos educadores, por fin, deben proceder, espe- cialmente en lo que se refiere al tratamiento de los niños, sin pasión, cólera e ira i no incitar a los niños a la envidia i abo- rrecimiento. Asimismo se ha de sofocar en los alumnos la pa- sión, empleando siempre en todo un carácter afable, suave i razonable. 2^1 § 35.— LA VOLUNTAD INTELIJENTE A. Ejemplos i discusión 1 . Procedencia i definición. — Un niño que todavía obedece a la voluntad natural quiere todo lo que es agradable a su ser na- tural, ya sea comidas, bebidas, juegos, ocupaciones, etc. En tal caso, los padres deben prohibirle tomar un fruto que todavía no está maduro, negarle el vino que pida, llamar- lo del juego en el cual quiere continuar, reprenderlo i castigar- lo a causa de alguna maldad o desobediencia, etc. De la misma manera, la escuela debe limitar el instinto o móvil instintivo de los alumnos i dificultarles las ocupaciones que les son agra- dables. Por consiguiente, a la voluntad natural del niño se de- be sobreponer otra voluntad. Así el niño, antes de obedecer a sus impulsos naturales, se acostumbra a preguntar ¿Puedo ha- cer esto? — Principia, pues, a reflexionar, alcanzando de este modo una voluntad juiciosa, una voluntad intelijente. A ello lo conduce también, en segundo lugar, su propia es- periencia. Cuando se lia quemado en el fuego, se cuida en lo sucesivo de acercarse a él. Si al disfrutar de ciertas comidas i bebidas se ha acarreado malas consecuencias, al despertárse- le de nuevo el apetito se representará estas consecuencias i, por consiguiente, no seguirá simplemente la escitacion natural, sino que reflexionará sobre la calidad i cantidad que puede tomar sin perjudicarse; «mediante el escarmiento se ha hecho precavido»; esto es, juicioso, intelijente. Cuando un niño, al saltar un arroyo, por ejemplo, ha tocado con una rama i caido al agua, mas tarde, al tener que hacer la misma cosa, será mas prudente i advertido. Sin embargo, no solo los perjuicios hacen al niño intelijente sino también las utilidades. Al esperimentar que la templanza en el comer i beber, el dominio de la pereza, etc. van acompañados de buenos resultados, o por la reflexión encuentra una ventaja — 232 — quizá en el juego o en un trabajo, llega a reconocer de este modo cuan útil es obrar así. A la voluntad inteligente conduce, en tercer lugar, la ense- ñanza. Al niño de dos años que se quiere acercar al fuego, a la luz o a un líquido caliente, se le grita: «¡Cuidado, eso quemal» De igual modo se le previene cuando, obedeciendo a su curiosidad, a su instinto de movimiento o a su arrogancia, se espone qui- zas a un peligro o toma instrumentos peligrosos. Esto ya constituye una enseñanza. Con la inteligencia mas madura del niño, la advertencia o prevención se le graba mas profundamente i se le enseña que debe reflexionar antes de obrar. Conviene con frecuencia ligar la enseñanza a la espe- riencia que el mismo niño ha hecho, indicándole la manera cómo pudo haberse precavido de tal principio, mediante una- reflexion o cómo esta reflexión pudo haberle acarreado un pro- vecho. La instrucción demuestra también cómo se suelen acarrear- perjuicios, a causa de una acción no premeditada. Así, por ejemplo, Esaú al vender su primojenitura. En la historia i hasta en el libro de lectura, se pueden ver otros ejemplos se- mejantes. Por la influencia de una voluntad estraña, por la propia es- periencia i la enseñanza, el niño llega poco a poco a esperi- mentar que no siempre debe obedecer a los impulsos de la naturaleza, sino que también puede adoptar otro camino. En tal caso, averigua no solo lo agradable, sino que co- mienza a hacerse cargo de las cosas (a examinar, pensar), a in- vestigar lo que es útil i perjudicial; se sienta como fin lo útil, lo ventajoso i busca los medios apropiados para alcanzarlo. De este modo el niño llega a escojer o elejir, i arriba al grado de la voluntad inteligente, por cuanto en ella se manifiesta re- flexión. Indudablemente, el niño aprende solo de una manera lenta a obedecer a la reflexión intelijente en vez de las escita - ciones naturales i a preferir lo útil a lo agradable. Sin embargo, el espíritu que tiene conciencia de sí mismo se — 233 — eleva siempre mas i mas al grado de una voluntad i acción in- telijente, según fines claramente consabidos i medios conve- nientes, también aunque los impulsos naturales continúen siempre ejerciendo sobre él mía poderosa influencia. La Escritura Santa, la historia, la literatura i la vida diaria, nos ofrecen un gran número de ejemplos de voluntades i accio- nes intelijentes, v. gr.: Jacob se propuso alcanzar el derecho de primojenitura, i para eso se aprovechó del hambre de Esaú i de su predilección por las lentejas. A fin de reconciliarse con'su hermano a su regreso de la Mesopotamia le envió rega- los i se le mostró subordinado. En ambos casos, Jacob elijió los medios conducentes i, en consecuencia, procedió conveniente- mente. La madre de Moisés quiso salvar su niño i buscó para esto los medios apropiados. El rei Salomón, en su conocida senten- cia, quiso saber cuál de las dos mujeres era la madre del niño viviente; reflexionó sobre el medio por el cual podia alcanzarlo con mas seguridad, i de aquí ordenó la división del niño. Al contrario, Roboam no obró de una manera inteligente al se- guir el consejo de los mancebos; el hijo perdido, al abando- nar la casa paterna. Una voluntad i acción intelijentes de- muestra el zorro, al arrebatar al cuervo el queso por medio de adulaciones; el cuervo, al contrario, muestra indiscreción. Un querer no intelijente, es representado en muchas fábulas, par- ticularmente de animales jóvenes, porque la juventud sigue mas a los instintos naturales que a la reflexión intelijente. Por ejemplo, el corderillo de la fábula que apesar de la advertencia de la madre salta alegremente sobre palos i piedras i se quie- bra una pierna; el cordero que contra el mandato de la madre se dirije a la pendiente de las rocas, porque cree encontrar allí las mas hermosas flores, cayendo al precipicio; el polluelo que apesar de los llamados de la madre se fija mas en el graznido de los patos, hasta que es llevado por e 1 halcón; el potri lio de la fábula que en el verano se entregaba a la liber- tad, i al juego, sin pensar en el futuro, teniendo, en cambio, que morir de hambre en el invierno; el ratón agu- do que quiso solo oler un poco el tocino, siendo por esto — 234 — preso. Una voluntad inteligente demuestra, al contrario, un hacendado o un administrador, cuando reflexiona sobre qué medios puede alcanzar el mayor producto de sus campos; un artesano cuando procura contentar a sus clientes; un alumno cuando domina la inclinación al juego, a fin de hacer antes de todo sus tareas. 2. Los actos de voluntad inteligente se nos presentan mui in- tuitivamente en la parábola del mayordomo infiel. Este emplea- do, al ser llamado por su amo para rendir cuenta, reconoce al momento que su señor lo despedirá i piensa entonces de qué modo puede cuidar por su mantenimiento futuro. Tres medios se le presentan: trabajar, mendigar o un convenio con los deu- dores de su patrón. Pero examinando mas de cerca rechaza los dos primeros, co- mo que no le sirven, pues trabajar no quiere, i se avergüenza de pedir limosna; por esto escoje el tercer medio como el mas ventajoso a su vez; esto es, perdonar a los deudores de su pa- trón una parte de su deuda, a fin de que ellos lo acojan si fue- ra espulsado. De aquí se deducen los dos momentos mas im- portantes del querer intelijente. Primero, el mayordomo piensa todos los medios posibles que pudieran asegurarle su futuro sustento; en esta reflexión en- cuentra que dos de ellos le son inapropiados i de aquí es que se resuelve por el último como el mas favorable a su parecer. En Guillermo Tell, vemos que los confederados suizos re- flexionan primero si deben acceder o no a los deseos de Aus- tria, i después de haber propuesto como fin libertarse del yugo insoportable del tirano, examinan los medios por los cuales pue- den alcanzar mejor este fin; solo entonces adoptan la firme re- solución que refuerzan con un juramento solemne. Según estos ejemplos, los momentos o fenómenos de voluntad intelijente son la reflexión (deliberación, examen, meditación) i la determinación. La reflexión es una balanza o medición de las ventajas i des- ventajas, del pro i contra de una cosa, acto en el cual obran la fantasía i la intelijencia. Lo que el hombre deliberante ha en- — 235 — contracto como mas ventajoso, eso se sienta como/???; pero en seguida trata de buscar i pesar los medios apropiados para la realización de este fin; es decir los medios conducentes. Para la averiguación de estos medios necesitamos también de la fanta- sía que nos trae a la memoria i nos representa todos los me- dios i caminos posibles en el caso de que se trata; de los me- dios i caminos que se presentan en la cuestión, i de la inteli- jencia, que mide el peso de las buenas o malas consecuencias de los medios entre sí, i que examina todos los diversos medios. Solo después que todos los medios que pueden presentarse en la cuestión i todas sus consecuencias posibles, han sido exami- nadas i pesadas, se ha efectuado la reflexión de una manera fundamental, tal como se la necesita para que pueda servir de base segura de una determinación i acción. La determinación sigue a la reflexión; consiste en la resolu- ción que se toma por lo reconocido como conveniente; es decir, en la elección de aquello que aparece como lo mas ventajoso i en el rechazo de todo lo demás. Si la determinación se reñere a acciones que se han de realizar en lo futuro, toma el nombre de principio. Sin embargo, no toda reflexión conduce a una determina- ción. Desde luego, sucede en muchos casos que no es o no se hace posible todavía tomar una determinación bien meditada; por- que las circunstancias que concurren no son suficientemente claras; razón por la cual hai que postergarla con frecuencia, a fin de volver a pensar nuevamente sobre ello. En segundo lugar, ocurre también muchas veces que se ca- rece de la verdadera disciplina i claridad en el pensar, de modo que por este motivo el hombre no arriba a determinación al- guna. Sin embargo, sucede que aunque se haya tomado una de- terminación, no se ejecuta muchas veces por falta de re- solución, empeño i enerjía. Una cobardía semejante suele tener consecuencias funestas; un hombre sin determinación puede realizar poco, pierde o sobrepasa el término justo para la acción — 236 — en cosas importantes i entonces se siente infeliz. La reflexión i la acción deben por esto ligarse entre sí de una manera correc- ta. «A la inteligencia sin ánimo le falta el calor para forjar; al ánimo sin inteligencia la mano para lo mismo», dice un autor. El empeño crece con el buen resultado; pues cuanto mayor es la frecuencia con que nuestras determinaciones nos conducen al fin deseado, es decir, cuanto mayores son los casos en que nuestras empresas salen bien, tanto mas seguros, firmes, con- fiados, enér jicos i resueltos nos hacemos, en tanto que una re- petida frustración de nuestros fines, desarrolla desaliento e in- decisión. Un alumno que por primera vez debe hacer una composición libre, se siente desde luego acobardado, no espera un resultado bueno i no se atreve ni sabe cómo comenzar. Sin embargo, acercándose la época en que debe entregar el traba- jo, le da principio, saliéndole mejor que lo que esperaba. Entonces en la composición siguiente se siente con mucho ánimo; i de este modo, con el número de los resultados, crecen también su resolución i fuerza de voluntad, hasta que, por fin, no se atemoriza ni ante los trabajos mas difíciles. Igual cosa pasa en la aritmética i en todos los ramos de la enseñanza, como asimismo en los trabajos manuales, domésticos i campes- tres. La fuerza de voluntad, al contrario, se debilita con el mayor número de las faltas de éxito. Cuando el alumno recibe un tema de composicicn i no sabe en absoluto cómo principiar, o cuando no puede resolver bien ningún problema, o cuando en el di- bujo solo puede dibujar defectuosamente, entonces pierde el áni- mo i en vez de la determinación, se despierta en él la timidez. Las tareas i los fines demasiado difíciles o numerosos e im- puestos al mismo tiempo, influyen asimismo de una manera perjudicial en la voluntad i en la resolución; pues a causa de los muchos fines que se imponen a la vez resulta un desparra- mo de la fuerza. Tal cosa sucede, por ejemplo, cuando se impo- ne al alumno demasiado número de tareas de todos los ramos o cuando se acostumbra a saltar de una tarea a otra, antes de haber concluido una, comenzando diversas cosas, pero sin ter- — 2^7 — minar nada; o cuando un comerciante participa en toda clase de empresas, emprendiendo cada vez algo Duevo, sin haber pues- to lo anterior sobre una base segura. Por tal motivo, es necesario que a un mismo tiempo dirija- mos nuestra atención i fuerza, preferentemente a un solo punto, i nos digamos: «Ahora tengo que hacer esto, porque es lo mas urjente.» Sin embargo, esto no se ha de entender de manera tal, que por un objeto perdamos de vista todos los demás, i que a causa de una tarea descuidemos las otras, sino en el sentido de que en aquel instante apliquemos toda nuestra fuerza a la con- secución de lo que justamente nos obliga a ello. En muchos casos se observa también que los diversos mo- mentos de la voluntad, reflexión i determinación, así como la acción que sigue a éstas, no se presentan separados, sino juntos i a un tiempo. Esto sucede, sobre todo, cuando ya hemos repetido con fre- cuencia una acción i nos hemos acostumbrado a ella de tal manera que la reflexión, determinación i acción adoptan el curso acostumbrado como de por sí, sin necesidad de una deli- beración i nueva resolución. Empero, también en aquello que no es enteramente nuevo pueden presentarse al mismo tiempo la reflexión, la determinación i el hecho, como sucede al tra- tarse de salvar a un ahogado, al declararse un incendio, en la caida de un niño o en los casos de un peligro cualquiera. La facultad de concentrar en un instante dado la reflexión, la de- terminación i la acción (o también la palabra), encontrando al mismo tiempo lo correcto con la prontitud del rayo si se quiere, se designa con el nombre de presencia de espirita. 3. Las ventajas de la voluntad intelijente sobre la natural son la cordura i la libertad. a) La cordura consiste en que el hombre se propone como fin lo ventajoso, aplicando los medios convenientes para su conse- cución. De aquí que el cuerdo e intelijente se preserva por sí mismo i preserva a otros de perjuicios, i promueve la utilidad, como lo demuestran los ejemplos mencionados en el número 1. psicolojía 27 — 2^8 — Al contrario, quien procede sin reflexión intelijente, es decir, sin cordura, ese se perjudica a sí mismo i perjudica a los demás. «El hecho ejecutado antes déla reflexión ha sido para muchos causa de un gran dolor.» Quien desea alcanzar algo grande debe proponerse fines de- terminados i aplicar los medios apropiados para conseguirlo. Por la cordura se ejercitan también muchas virtudes útiles, como la laboriosidad, la economía i la templanza. b) La libertad de la voluntad no es, naturalmente, sin límites, puesto que la voluntad, sin considerar los límites esteriores, es determinada, por una parte, por las disposiciones o dotes, natura- les, i por otra por las representaciones i sentimientos, como ya se ha indicado antes (§ 29). No obstante, el hombre se siente animado por la conciencia i conocimiento indeleble de la libertad, que conserva como su posesión terrenal mas elevada. Esta conciencia de la libertad no desconoce, en manera alguna, la influencia que las disposicio- nes o dotes, la educación i otros medios ejercen en nuestra vo- luntad, sino que solo da a conocer que nosotros, apesar de eso, podemos resolvernos de este o aquel modo i que nada nos pue- de obligar a adoptar otra voluntad. «El hombre es creado libre, libre es i lo será aunque hubiese nacido en cadenas», dice Fe- derico Schiller. En el conocimiento de la libertad se fundan la reflexión, la determinación, los principios, el sentimiento de la responsabilidad de nuestra voluntad i acción, la conciencia de una culpa, el arrepentimiento i el remordimiento, como también la determinación por la perfección. Muchas cosas pueden haber influido en nuestra voluntad, i sin embargo, nuestra conciencia nos dice: «Tú pudiste i debiste haberte resuelto de otra manera, i de- bes hacerlo así en lo sucesivo » . El hombre, por la conciencia de su libertad, de su libre elec- ción, se eleva a la dignidad humana. 4. Defectos de la voluntad intelijente.— La voluntad sim- plemente intelijente, no es todavía en verdad buena, sabia i li- bre. — a) No es todavía moralmente buena, porque no averigua — 239 — si el objeto perseguido i los medios para su consecución son moral/mente buenos (véase el § 1(3); de donde resulta con frecuen- cia que de una manera egoísta aspira solo al propio provecho, que procura conseguir por medios reprochables. En tal caso, la cordura de j enera en ardid i astucia i conduce al egoísmo i ruindad, como vemos, por ejemplo, en el mayordomo poco hon rado i en Jacob, al tratar de conseguir el derecho de primoje- nitura. A fin de ganar para sí riqueza, honor i otras preponderancias, el hombre puede hacer uso de medios ilegales, hacerse duro o agasajar a otros. Sí; entonces hasta sus virtudes i relijiosidad no tienen mérito alguno, porque las ejercita por impulsos ego- ístas, como el hijo mayor en la parábola del «hijo perdido», los fariseos con su relijiosidad, el niño que obedece solo por temor al castigo, el alumno que estudia con aplicación solo por amor al buen certificado, el hombre que es trabajador i aplicado para hacerse rico. b) Con todo, al simplemente intelijente le falta, en su cordu- ra, la verdadera sabiduría; pues sucede con frecuencia que las ventajas hacia las cuales aspira no concuerdan con la felicidad mas elevada de su vida. Trabaja sin duda por ciertos fines, pero no por su fin mas elevado, por verdadera determinación; i por esto, apesar de toda cordura, es insensato. Esto es lo que pasa con el rico de la parábola, que creía haber cuidado de una manera mui cuerda por su porvenir, pero que debió escu- char las palabras: «A tí, fatuo, esta noche se te va a exijir tu al- ma i ¿qué es lo que habéis preparado?» — Mientras Lot pensaba haber obrado cuerdamente, cuando elijió para sí los hermosos alrededores de Sodoma, su vida entre las j entes perversas solo le acarreó perjuicios. c) Al simplemente intelijente le falta también la verdadera libertad, porque se halla en contrariedad con la lei moral, i de aquí también con su ser interior; lo cual pinta el apóstol San Pablo con las palabras: «Yo no hago lo bueno que quiero, sino lo malo que no quiero». En consecuencia, el hombre se halla todavía bajo el poder — 240 — de su voluntad intelijente, i de aquí que no es verdaderamente libre. B. Resumen 1. Procedencia i definición.- — Por la influencia de una voluntad ajena, la propia esperiencia i la enseñanza el niño consigue poco a poco no solo buscar lo agradable, según sus impulsos naturales, sino también reflexionar antes de la acción (meditar, examinar) sobre lo que es útil o perjudicial, proponerse lo útil como fin i trabajar con los medios conducentes. Esto es el grado de la elección, de la libertad de escojer o de la voluntad intelijente. 2. Los momentos o actos de la voluntad intelijeute son la re- flexión (meditación i examen) i la determinación. a) La reflexión es el balance de las ventajas i desventajas i la investigación de los medios conducentes; debe ser fundamental, de manera que la fantasía pueda traer a la representación todos los fines posibles en el caso de que se trata i todos los medios que sirven para la consecución de ellos, i la intelijencia pueda apreciarla conforme a su utilidad. b) La determinación es la diferencia de lo reconocido como útil. Si se refiere a acciones futuras se llama principio. Cuando la determinación es ejecutada con valor i enerjía, da oríjen ala resolución, que aumenta tanto mas, cuanto mayor es la frecuen- cia con que sale bien la ejecución de las determinaciones; las tareas demasiado difíciles i los muchos fines que se persiguen al mismo tiempo, influyen de una manera perjudicial en la re- solución. Los diversos momentos del querer, la reflexión i la determi- nación, así como la acción consiguiente, actúan todas juntas solo por un tiempo dado; pues o la costumbre hace supérflua la deliberación o bien de por sí se presenta una acción rápida- mente. Cuando el hombre sabe encontrar lo exacto con prontitud, posee presencia de espíritu. 3. Las ventajas de la voluntad intelijente sobre la natural, son la cordura i la libertad. — 241 — a) Por la cordura, o sea la aplicación de los medios exactos para la consecución de fines útiles, el hombre se preserva i preserva a otros de los perjuicios i promueve lo útil. Solo aquel que se propone fines determinados i busca los medios condu- centes para conseguirlos, puede efectuar algo provechoso. Por la cordura se ejercitan también algunas virtudes. b) La libertad del hombre no es limitada, pero sí estrechada, por decirlo así, por las dotes, las representaciones i los senti- mientos. No obstante, la conciencia de la libertad indica al indi- viduo que puede resolverse de este o aquel modo, i por esta ra- zón es que el hombre se considera responsable de sus actos. 4. Los defectos de la voluntad intelijente consisten en que ella no es todavía verdaderamente buena, sabia i libre. a) No es todavía moralmente buena, porque la intelijencia, que por naturaleza calcula fria i pacíficamente, solo considera la propia ventaja escojiendo aquellos medios por medio de los cuales espera conseguir mas seguramente el fin; por lo cual puede dejenerar en egoísmo i bajeza. b) La voluntad, al obrar con cordura, no es todavía sabia, sino que, al contrario, conduce con frecuencia a la mas grande insensatez, mientras el hombre con toda su aspiración por su provecho, desatiende el fin mas elevado de su vida, su determina- ción, descuidando también su felicidad mas elevada. c) Esta voluntad no es verdaderamente libre, porque el hom- bre es determinado todavía por sus impulsos naturales i no por su íntimo ser. C. Aplicación a la educación Siendo la voluntad intelijente superior a la simplemente na- tural, se debe educar al niño a una voluntad i acción intelijen- tes, acostumbrándolo 1.° a una reflexión profunda, 2.° a una acción resuelta, i 3.° a una voluntad i acción libres, o bien, for- mar en él las cualidades de la reflexión, de la resolución i de la espontaneidad. 1. Para acostumbrarlo a una reflexión profunda, sirven los — 242 — mismos medios que, según A. 1., conducen a la producción de la voluntad intelijente, a saber: a) la influencia de una volun- tad estraña, b) la propia esperiencia, i c) la enseñanza. a) Mientras el niño no obedece todavía a la enseñanza inte- lijente, los educadores deben oponerse a su voluntad sin re- flexión, impidiéndole, v. gr., que beba agua helada inmediata- mente después de un gran bochorno, o se arroje en el agua en igual circunstancia, o que tome de una fruta dañosa, o coma demasiado de las comidas favoritas, o beba bebidas alcohóli- cas. La voluntad de los educadores puede oponerse a ]a voluntad infantil, por medio de prohibiciones o por la inmediata reten- ción de los niños o el alejamiento de la respectiva cosa; por la corrección i el castigo. En la escuela no debe permitirse que el niño no reflexione, etc. Influencias tales hacen que el niño se acostumbre a guar- darse a sí mismo i acordarse. b) Los educadores utilizarán la esperiencia propia del niño, mostrándole cómo él se acarrea desagrados i daños por pala- bras i actos no meditados, i lo mucho que adelantaría, hacien- do uso de una reflexión profunda; por ejemplo, antes de con- testar, o de elaborar una composición, en la solución de un problema, etc. El maestro dirije a los niños en la preparación de una composición, cuando los interroga acerca de los puntos que tienen que escribir; o en la aritmética sobre la manera como quieren proceder, o en el grado inferior, antes de escribir, cómo se deletrean i silabean las palabras. De este modo, el niño llega a saber cómo puede preservarse él mismo de los daños i promover sus utilidades, i cómo se le guia a la reflexión. c) Por la instrucción enseñamos al niño cómo debe proceder al hablar i obrar para llegar al fin correcto: en la escuela pro- porcionando al niño la enseñanza sobre la manera de hablar, leer, escribir, dibujar, cantar. Igual cosa debemos también hacer en la casa. En la instrucción, tanto los libros de lectura como la his- toria bíblica i la nacional, ofrecen un abundante número de — 243 — ejemplos en los cuales podemos presentar a los niños las ven- tajas de un ser deliberador i cuerdo, i las desventajas de un lenguaje i acción impremeditadas i no reflexionadas (véanse los ejemplos mencionados en el punto A.) Sin embargo, no se debe dar a conocer a los niños que la cordura, de por sí, es la cosa mas elevada; se les debe, al con- trario, demostrar que la investigación egoista de la propia uti- lidad es detestable, por mas cuerdo que proceda el hombre. De aquí que el educador no debe recalcar con preferencia la utilidad, el trabajo i la economía, el bienestar, la probidad, el honor i la reputación, ni prevenir del pecado solo porque tiene malas consecuencias i conduce a la pobreza, enfermedad, ver güenza u otra desgracia cualquiera. Los ejemplos de la historia no deben conducir a los niños a una simple moral de cordura, sino demostrarles cómo cada virtud, en sí, es algo bueno i hermoso; cada pecado, al contrario, algo detestable, i cómo el hombre encuentra su verdadera deter- minación i al mismo tiempo su felicidad, solo cuando practica lo que ha reconocido como moralmente bueno, en los casos en que no le acarree provecho alguno. 2. Los niños son conducidos a la acción resuelta i a una re- flexión profunda, haciendo que en la ejecución de sus deter- minaciones solo se les opongan aquellas dificultados para las cuales son capaces sus fuerzas. Una reflexión defectuosa con- duce fácilmente a la frustración, i con esto a la inseguridad i timidez, como también a grandes dificultades que impiden el buen resultado. De aquí que los trabajos i tareas deben ser es- trictamente proporcionados a las fuerzas de los niños; en la es- cuela las dificultades de las preguntas, de las composiciones de lenguaje, de los problemas i dibujos, etc., deben aumentar solo poco a poco. De este modo el niño irá al trabajo con ánimo ale- gre, i al fin no se atemorizará tampoco ante obstáculos superio- res, sino que los vencerá con aplicación i constancia. Tampoco se debe dar a los niños muchas tareas a la vez. 3. El niño es educado en la espontaneidad del querer i obrar cuando los maestros le conceden un espacio de tiempo libre — 244 — para el juego, en que ejercitará su voluntad i acción, espacio que aumentará con la mayor madurez del niño. Cuando se le observan algunos abusos o trasgresiones, se le debe sin duda reprender, pero también animar a comportarse mejor en lo su- cesivo. Si los niños deben hacerse independientes, se les debe incitar a ayudarse por sí mismos, de la manera como Tell habla a su hijo: « Yo nó; un buen tirador se auxilia por sí mismo.» Varios ejemplos históricos que pueden rejistrarse en mu- chos libros nos enseñan cómo pueden ser educados los niños desde temprano en la espontaneidad. Por todo esto, conviene enseñar a los niños a servirse por sí mismos i darles trabajos que puedan desarrollar libremente, aunque en ello se pierda o destruya alguna cosa. §36 LA VOLUNTAD RACIONAL A. Ejemplos i discusión 1. Se reconoce ol ser de la voluntad racional por la compa- ración de ésta con la intelijente (véase sobre esto el § 16, «In- telijenciai razón») Ambas especies de voluntad se nos presentan en el diálogo de Tell con el pescador, al tratarse de la salvación de Baungarten. Tell se guia por la voluntad racional, mientras el pescador por la intelijente. El pescador espone cuáles son los fundamen- tos intelij entes que hablan en contra de la travesía: la pesada tormenta que se ve venir, el viento sur, el tempestuoso lago, la imposibilidad para remar contra las olas, el cuidado por su propia vida, por su esposa i su niño, el dii de San Simón i San Judas en el cual el lago pretende hacer su vícti- ma, i con tales- reflexiones concluye diciendo: «¿Debo arro- jarme a esta boca infernal?» «¡Esto no lo haria nadie con sentido común! » Tell, al contrario, obra conforme a las palabras: — 245 — «El hombre valiente piensa en sí mismo solo hasta lo último. Confia en Dios i salva al aflijido!» En consecuencia, Tell se guia no por lo que le es agradable o útil, sino por la lei moral que exije amor al prójimo, por la voluntad de Dios o por la razón. Razonablemente obró también el padre Alonso que, según el «Naufrajio» de Herde, no quiso embarcarse en el bote salvavida con sus amigos i parientes, sino permanecer fiel a los deberes de su oficio, consolando a los moribundos i sumer- jiéndose con ellos. Igualmente, un hombre que con peligro de su propia vida salva de las llamas a una persona; un servidor que quiere morir antes que ser infiel; el «valiente» que salvó a la familia publicana sin aceptar por ello recompensa alguna; Juana Sebus que en la obra del amor salvador permanece ac- tiva hasta en la muerte; el piloto James Maxnvell, que estropea- do i defectuoso permanece en su puesto hasta incendiarse por salvar a la tripulación. Asimismo todos los bienhechores son guiados por una voluntad racional, por ejemplo, Pestalozzi que sacrifica su bienestar, comodidad, salud, en una palabra, todo, por ayudar a los pobres niños. Todos los bienhechores no pre- guntan primero por su propia ventaja, sino por su deber mas sagrado, por lo que es justo i bueno. El ejemplo por escelencia lo tenemos en Jesucristo, que vivió i murió solo por la salvación de los hombres. Cuan- do San Pedro le insinuó cuidarse i despedir a los enfermos que lo estrechaban, le replicó con las siguientes resueltas palabras: «Tú eres un tentador de lo malo; pues que no piensas en lo que es divino, sino en lo que es humano». También encontramos en la Escritura Santa un gran nú- mero de bermosos ejemplos de una voluntad i acción razo- nables, v. gi\: Abrahara, cuaudo por motivos de paz i desin- terés, permitió a Lot, que era mas joven, que elijiera las tie- rras mas hermosas; José, que mas bien quiso soportar la injus- ticia mas atroz que pecar contra Dios; David, al rechazar en la gruta los consejos de sus conpañeros para vengarse de su ene- migo Saúl; Rnt, cuando sacrificó patria, parientes i bienestar i psicolojía 28 elrjió la miseria por llenar los deberes de hija; San Esteban (corno todo mártir) que sacrificó la vida por sus creencias; los apóstoles, que abandonaron todo i tomaron para sí lo mas di- fícil, a fin de obedecer al llamado de Dios en compañía de Je- sucristo; el caritativo sarnaritano, que no se atemorizó ante el peligro i la fatiga i se sacrificó por ayudar al desgraciado. Mientras la voluntad intelijente averigua por la ventaja, la razonable elije lo moralmente bueno, lo que está conforme con la razón; a estaño le basta seguir fines en jeneral, sino que quiere buenos fines. El intelijente obedece al principio que dice: «Quien quiere el fin debe querer también los medios»; el razonable hace uso solo de medios moralmente puros i cuando con éstos no puede alcanzar un fin, entonces prefiere abandonarlo an- tes que elejir medios inmorales. La voluntad razonable tiene mucho de común con la inteli- jente; concuerda con ésta en que el hombre en la voluntad ra- zonable se propone también fines, en que reflexiona sobre los medios por los cuales puede alcanzar estos fines i tomar sus determinaciones con reflexión clara. Como la razón encierra en sí la intelijencia, la idea, el concepto, así también la voluntad razonable la intelijente. Pero así como la razón sobrepasa a la intelijencia, la idea al concep- to, así también la voluntad razonable se propone un fin mucho mas elevado que la intelijente, esto es, lo moralmente bueno, motivo por el cual se guia solamente por ideas morales; es de- cir, por la verdad, justicia, amor, abnegación, bien querer, compasión, etc. . Las exij encías de la leí de la moral concuerdan ademas con la voluntad divina; pues «el amor es la satisfacción de esta lei; Dios es amor, i quien permanece en el amor, permanece en Dios i Dios en él.» De esta manera la voluntad humana se hace una con la lei de la moral o la voluntad divina, razón por la cual cumple los mandamientos, no de un modo obligado, sino de una manera libre i voluntaria. Indudablemente, una voluntad i acción tales son para el hom- bre un ideal irrealizable; sin embargo, puede procurar conse- — 247 — guirlo, puede principiar el camino i con la fuerza del espíritu divino acercarse siempre mas a él. 2. Las ventajas de la voluntad razonable consisten en que es verdaderamente buena, sabia i libre. a) Es moralmente buena, porque se guia por fines razonables, por las exijencias de la moral o por la voluntad divina. Se ma- nifiesta por su afianzamiento i obra inspirada por todo lo bue- no i verdadero, por una conciencia estrecha i un fiel cumpli- miento del deber, por una justicia igual para con todos i un amor resignado por el bien ajeno, una utilidad o interés público i patriotismo en jeneral, i por todas las demás virtudes. b) Ella conduce a la verdadera cordura; es decir, a la sabidu- ría; pues procura alcanzar no solo ventajas aisladas, sino que se dirije al fin último de la vida, a la determinación del hombre. El hombre razonable procede también cuerdamente, como lo demuestra la madre de Moisés, por ejemplo; pero aquí se halla la conducta libre de egoísmo i en servicio de un fin mas ele- vado; ella se ha convertido en sabiduría. c) La voluntad razonable es el fundamento de la libertad mo- ral del hombre, pues ella está libre de la fuerza u opresión de la natural, i de las consideraciones de una ventaja, resolvién- dose según su convicción; es decir, la voluntad i acción del in- dividuo, concuerdan con su ser mas interno. Esta libertad moral no es un beneplácito voluntario, de modo que el hombre pudiera seguirla a sus antojos, sino que obede- ce a una lei interior. Guillermo Tell dice: «He hecho lo que no podia dejar de hacer. » I de la misma manera como aquel pueblo que obedece espontáneamente a las leyes que él mismo se ha impuesto al- canza la verdadera libertad, así también es verdaderamente libre solo el hombre que quiere i hace aquello que, según su mas íntima convicción, reconoce como justo i bueno. El hombre puede lo que quiere, cuando quiere lo que pue- de. Esta es, sin duda, una sentencia escelente, pero ella no bas- ta. El hombre puede lo que quiere, cuando quiere lo que debe; en esto está la medida de la virtud. «Este es el anatema en- — 248 — cantador con el cual puede calmar todo: aspira solo a lo que debes i así podrás lo que quieres» (Rüchent). B. Resumen 1. Definición de la voluntad razonable. — La voluntad es razo- nable, si obedece a las exijencias de la razón, de Inmoral o de la voluntad divina. 2. Las ventajas de la voluntad razonable consisten en que es verdaderamente buena, sabia i libre: a). Moralmente buena, porque sigue la lei de la moral como norma mas elevada, manifestándose en todo lo bueno; b). Sabia, porque tiene en vista no solo ventajas pasajeras, sino el fin último de la vida, su determinación; c). Moralmente libre, porque ya no se halla bajo el dominio de la voluntad o ser natural, sino que se determina según su con- vicción, según su ser mas íntimo, i porque solo quiere lo que debe. C. Aplicación a la educación I. La educación i la voluntad razonable en jeneral. — La edu- cación debe conducir al niño al grado mas elevado de la volun- tad, es decir, debe hacerlo apto para querer i obrar razonable- mente. En esto se ha de tener presente, ante todo, lo que se ha dicho sobre la educación de la voluntad natural i de la inteli- jencia (véase los §§ 31-35); pues con esto se trabaja, al mismo tiempo, por el cultivo de la voluntad razonable. Es verdad que no puede existir una educación esjDecial de la voluntad natural o de la intelijente; porque cada influjo efectuado en la voluntad se hace sentir en la vida entera de ésta. Si no se disciplinan los instintos naturales, aprisionan poco a poco al alma entera; i entonces ésta ya no puede obe- decer a la intelijencia i la razón. La codicia i la avaricia, por ejemplo, dificultan las virtudes de la beneficencia i del — 249 — cuidado por la vida espiritual; el deseo inmoderado por los goces i la ociosidad dificultan la acción fiel por el bienestar pro- pio o el de los otros. El dominio de estos instintos, al contrario, conduce a un querer intelijente o razonable. Por consiguiente, en cada grado de la voluntad se han de tomar en cuenta los demás al mismo tiempo; no se puede educar la voluntad razo- nable, sin una cultura correcta de la natural i de la intelijente. Con todo, la cultura de la voluntad razonable exije, en par- ticular, que el niño aprenda a conocer, amar i ejercitar lo mo- ralmente bueno. Para esto sirven el ejemplo, la enseñanza (ins- trucción) i el ejercicio. 1. El ejemplo del educador influye poderosamente cuando el niño puede observar siempre lo bueno en él, desde su mas temprana edad por medio de lo cual se le graba indeleblemen- te en el ¡alma. Ganará amor a lo bueno, porque sus queridos padres i maestros proceden moralmente; el ejemplo de éstos lo impulsa a la imitación. 2. La enseñanza de lo que es justo e injusto ha de ser co- municada por los padres en todas las ocasiones oportunas; en la escuela se ha de hacer, pero de una manera relativa. En la enseñanza pueden servir particularmente los ejem- plos de la Escritura Santa i de la historia (véanse los citados en el punto A), por los cuales se demuestra a los niños cómo el cumplimiento desinteresado de la lei moral sin aten- ción de recompensa o castigo, o amenidad i ventaja, forma el grado mas elevado de la perfección humana, "el fin o la verdadera determinación del hombre, trayendo en sí la re- compensa mas hermosa; esto es, la felicidad interior, la verda- dera relijiosidad, la paz del corazón. Cuando los educadores inculquen en los niños amor por lo bueno, han de comu- nicarles las enseñanzas i exhortaciones de una manera afable, que arrobe el espíritu (véase lo dicho acerca de la cultura del sentimiento moral i relijioso, §§ 25. i 26.). 3. El niño ejercita lo bueno por la costumbre en lo bueno. Verdad es que el ejercicio de lo bueno que se hace por costum- bre no es todavía una moralidad pura; pero nos conduce a ella, — 250 — desde que de la costumbre se desarrolla la inclinación a lo bueno, como ya se hecho ver al tratar de la inclinación (§ 33). La costumbre se hace una segunda naturaleza i lo que el niño hace primero por costumbre, con el tiempo llega a prac- ticarlo por convicción, a medida que se forma su conciencia. Así, si él se ha acostumbrado a la templanza, ésta se convierte en él poco a poco en principio; i del mismo modo pasa con la laboriosidad i otras virtudes. Cuando el niño se ha acostum- brado desde sus primeros años a una afabilidad i a un proce- dimiento benévolo i servicial para con otros, en una palabra, a un proceder ideal, entonces esto se le graba i se le hace un principio. El hace las cosas con la convicción de que son buenas. II. — Las partes particulares déla educación déla voluntad razona- ble. — No podemos enumerar aquí todas las virtudes en las cuales puede i debe ser educado el niño. Las podemos resumir en dos: en la veracidad i la estrecha conciencia, que son en la pa- labra i el hecho las manifestaciones de la voluntad razonable. Con este motivo, vamos a hablar todavía de la educación en la veracidad i en la estrecha conciencia; i como lo moral proviene de la voluntad libre, también trataremos de la educación i la libertad moral. 1. La veracidad consiste en la concordancia de nuestras pa- labras i acciones con nuestros pensamientos. Constituye una parte esencial de la moralidad, por lo cual ella forma también una de las tareas mas importantes de la educación. Sin ella no es posible comunidad moral alguna entre los hombres, ni fidelidad, ni fé, i por esto mismo la educa- ción, sin ella, no puede ser feliz: 1." porque el educador se es- travia por las mentiras, de donde resulta con frecuencia que no puede practicar aquello que seria mejor para el niño, i 2.° porque el niño, por las mentiras, se envuelve en lo malo de tal manera que su sentido se entorpece para todo lo justo i bueno. La educación en la veracidad impone a los educadores las exijencias siguientes: — 251 — a) Que ellos mismos sean un modelo de veracidad. Los ma- estros educan a los niños en la mentira cuando engañan a otros i cuando se jactan de ello aute los niños; cuando se hacen amigables con personas a quienes por detras difaman o calum- nian; cuando por unas cosas se ayuda a embaucar a los padres i por otras a los niños (como Rebeca); cuando en la escuela se trabaja solo por el examen, o por la inspección; cuando se pro- mete o amenaza sin cumplirlo, etc. b) La enseñanza debe demostrar a los niños que la mentira es un pecado contra Dios i los hombres, i que la mala con- ciencia castiga a los mentirosos (los hermanos de José), mien- tras que, por la veracidad, el hombre adquiere mérito, con- fianza i paz interior. c) El educador debe ademas cuidar mucho de que se evite, en cuanto sea posible, la mentira. Esto se consigue: 1.° demos- trando a los niños confianza por su veracidad i procurando ganarles su confianza, a fin de que sean francos con él; 2.° ejerciendo una vigilancia cuidadosa, de modo que los niños no puedan hacer lo que quieran sin su conocimiento; en la escue- la no puedan, por ejemplo, copiar cuando se les antoje; 3.° ani- mándolos a la confesión por un afectuoso amor, procediendo con suavidad contra los confesos i arrepentidos, i no obligando a los niños a mentir a causa de un carácter áspero o severo, o por amenazas i durezas. d) Finalmente, es necesario también combatir de una mane- ra seria la mentira, criticando severamente i castigando toda mentira allí donde fuere necesario; también aquella que al pa- recer fuese inocente. 2. La estrecha conciencia (véase conciencia § 25) es el esfuer- zo verdadero i serio del hombre para armonizar toda su con- ducta con las exij encías de su conciencia; es decir, de lo que él ha reconocido como bueno. La educación de la estrecha conciencia tiene, primeramente, que tomar en cuenta todo lo que se ha dicho sobre la cultura del sentimiento moral i de la veracidad. Se educa también a los niños en la estrecha conciencia: 2"2 a) Por la enseñanza, presentando a los niños ante la vista ejemplos de buena conciencia, sacados de la historia enseñán- doles como Dios nos ablacon la voz de la la conciencia. b) Por la costumbre: 1.° guiando i manteniendo a los niños en el cumplimiento fiel de sus deberes, de modo que ellos se ejerciten constantemente en la práctica del bien, 2.° comba- tiendo toda falta de conciencia, todo olvido del cumplimiento del deber; en jeneral, lo malo en cualquiera forma, i critican- do i castigando siempre, según el delito moral por ejemplo, según el tamaño del perjuicio ocasionado; condenando, según esto, faltas morales también en el caso de que ellas no ha- yan causado ningún perjuicio material o solo uno mui reduci- do, i, al contrario, no castigando al niño, también en el caso de grandes perjuicios cuando no haya cometido omisión mo- ral alguna. 3. Se educa al niño en la libertad moral: 1.° por la obediencia, i 2.° por la libre subordinación a las leyes de la moral o a la voluntad divina: a) La obediencia, es decir, la disposición o prontitud para someter su voluntad a la ajena, es el grado preliminar de la li- bertad. Así como aquel pueblo que se subordina a las leyes que él mismo se ha dado es verdaderamente libre, así también no es libre el niño que no aprende a someter sus instintos natu- rales a la voluntad razonable de los educadores. Faltando al niño la opinión i la fuerza para lo bueno sin la obediencia, se haría un esclavo de sus instintos i apetitos, los que adquirirían un poder tal que él no seria capaz de oponérseles, aun mas tarde i con mejor conocimiento. Sin embargo, subordinándo- se a la voluntad razonable de los educadores, se rompe el po- der del ser natural, i con la firme voluntad de ellos se eleva poco a poco la libre voluntad del niño. Se inculca en el niño la obediencia hacíala voluntad del edu- cador: a) Por la atención, el respeto, el amor i la confianza que el educador infunde en el niño por medio de su conducta, su palabra i acción; pues una obediencia voluntaria i gustosa pro- — 253 — viene solo del amor, mientras que un temor servil orijina, cuando mucho, una obediencia forzada, acompañada de obstina- ción interior, una hipocresía i adulación; b) Por la luz natural de las exijencias (mandamientos i prohibiciones) que el educador presenta a los niños, guiándose en ellas según los preceptos morales i la fuerza moral del niño; c) Por la firmeza i consecuen- cia del educador. b) La obediencia hacia los hombres no es el fin mas elevado de la educación, sino la libre subordinación a las leyes de la moral o a la voluntad divina. Por esto el educador debe cuidar de que el niño, mediante el conocimiento de lo bueno i el amor por éste, consiga mas i mas hacer lo mismo por propias con- vicciones i por impulsos interiores. Por tal motivo se le debe ofrecer la ocasión de obrar libre i espontáneamente, según una libre resolución. El mandato debe tomar poco a poco la forma de consejo i la vijilancia debe configurarse mas i mas bajo una forma libre. De este modo la voluntad del niño poco a poco se va haciendo una con la voluntad divina, i cuanto mejor el niño puede cum- plir las leyes de la moral tanta mayor es la perfección que alcanza en la libertad moral. El educador no ha de suponer naturalmente que puede con- ducir al niño a la libertad moral perfecta; él siente i sabe bien cuan distante se halla él mismo de este fin. Sin embargo, debe trabajar con todo celo, a fin de que el niño principie, por lo menos, la vida moral libre, luchando por aproximarse mas i mas al objeto deseado de la perfección. Por esta razón, el educador presentará al niño no solo la lei de la moral, sino que lo remitirá también al ideal de la moral, a Jesucristo. De la comunidad con Dios sacará la fuente de la fuerza para el cum- plimiento de la voluntad divina. psioolojía 29 — ¿54 — Eli CARACTJBR CONCLUSIONES SOBRE LA RELACIÓN DE LAS ACTI- VIDADES I EL SER DEL ALMA A. Ejemplos i discusión 1. Definición del carácter. — En la Escritura Santa, la historia i la literatura, así como actualmente, encontramos hombres pertenecientes a los diversos estados i condiciones de vida que han demostrado un carácter en sus palabras i acciones i en su conducta. Así Jesucristo en sus sermones, en su vida i padecimientos, en todo lo cual solo pensaba cumplir la voluntad de su Padre celestial i consumar la obra de redención i salvación de los hombres. San Pablo, al dirijir todos sus pensamientos a la propagación del cristianismo, enseñando, escribiendo i obrando en todo tiempo conforme a su convicción, San Juan Bautista, haciendo a un lado las consideraciones de lo superior o inferior, declara francamente la verdad aunque por ello debiera sufrir también persecuciones i la muerte. I de esta manera, todos los mártires de la verdad. Moisés, al dejarse guiar por su severo sentido justiciero del bien de su pueblo; el profeta Natán i otros profetas que se declararon valientemente defensores de la causa de Dios i del derecho de los subditos, aun en presencia del mismo rei. Sócrates demostró también carácter, permaneciendo siempre fiel a su voluntad i arriesgando su vida antes que ejecutar algo que estuviera en oposición con su conciencia. Desde niño Washington manifestó carácter, cuando al preguntarle su padre quién le había cortado el árbol mas querido le contestó con franqueza: «Yo lo he hecho, no puedo mentir.» La poesía dramática es, sobre todo, rica en representaciones de carácter; pues cada persona del drama tiene uno determi- nado; así Tell, María Stuardo i tantos otros. No solamen- — 255 te los hombres manifiestan carácter, sino también las mujeres: Cornelia, la madre de los gracos, por ejemplo, que se propuso el fin de educar a sus hijos parala patria; Jertrúdis (Guillermo Tell) que estuvo dispuesta a sacrificar todo por la libertad, e igual- mente Jertrúdis de Pestalozzi en su libro Leonardo i Jertrúdis, a la cual nada detiene por cuidar del bienestar de los suyos i de los demás hombres. Sin embargo, la historia i la literatura no solo nos presentan ejemplos de caracteres nobles i elevados, sino también de malos i perversos, como, por ejemplo, Felipe II de España i el alcalde Hummel de Leonardo i Jertrúdis. Con frecuencia sucede que en un solo carácter se halla mez- clado lo bueno con lo malo, razón por la cual se observa una gran diversidad de grados en la fuerza del carácter. ¿Qué es, pues, lo común en todos los que manifiestan carácter? Ellos se guian en sus palabras i acciones por determinados pensamientos, fines, reglas de vida i principios; se mantienen firmes en éstos i los siguen, a pesar de todas las dificultades. En conscuencia, los principios i el mantenimiento consecuente de éstos, constituyen el carácter. Es verdad que se puede designar como carácter, en el senti- do mas amplio de la palabra, toda voluntad i acción conforme a la costunbre; i en este sentido dar un carácter a cada hombre. Sin embargo, muchas veces llamamos sin carácter a los hombres que en su voluntad se dirijen por los impulsos naturales, por las disposiciones i antojos del momento; es decir, les negamos el carácter; porque no siguen con regularidad determinados principios. Ellos son insconstantes en su ser; su querer i obrar no siguen una dirección claramente determinada. Por esta causa los niños demuestran, por lo jeneral, poco carácter todavía, por> que se guian mas por los impulsos del momento, sin reflexionar en lo que hacen. Solo «aquel que sabe lo que quiere» tiene carácter. El capri- choso posee solo un carácter aparente, aunque en sus opiniones i aspiraciones se demuestre obstinado, pues no lo hace por estar convencido de la ventaja de sus opiniones sino solo por ergoteo, solo con el objeto de que otro no tenga razón. De esta manera, — 256 — un réjidor de comuna puede combatir un acuerdo o una vo- tación, solo porque su contrario o rival está a favor de aquél. En consecuencia, aquí no son los pensamientos, o convicciones, o principios los que deciden, razón por lo que también falta el querer i obrar, la unidad i seguridad interiores; esto es, les falta la señal espresa del carácter. La misma palabra «carácter», que literalmente significa «cuño» o señal, indica que corresponde solo a aquel cuya vo- luntad posee un «cuño» firme i duradero. Un «cuño» semejante tiene solo la voluntad determinada por principios. Esta voluntad es el carácter. 2. Oríjen de los principios. — ¿Cómo llega el hombre a for- marse principios? Tomemos, por ejemplo, el principio de obrar con justicia en todo tiempo; es decir, de no causar nada injus- to a ningún hombre. Desde luego, vemos que este principio no está formado en absoluto en el niño pequeño; pues éste se deja guiar por sus instintos, sin preguntar por el derecho ajeno. Empero, por medio de la vida común con otros, llega a esperimentar que esto no es justo; reconoce que lo injusto que no tolera de otros tampoco puede causarlo a los demás. Por medio de la enseñan- za se le inculca de una manera espresa que «aquello que no quieras tolerar de otros, no debes tampoco ocasionarlo, i aque- llo que quieres que los demás te hagan, esto debes hacer tam- bién con ellos!» «No hagas a otro lo que no quieras para tí», dice un proverbio. El niño llega a reconocer la exactitud de esta prescripción i se hace el propósito de obrar en conformidad a ella. Sin embargo, si se despierta poderosamente en él el instinto de alimento o de posesión, por ejemplo, i se presenta la ocasión de satisfacer este instinto a espensas ajenas, difícilmente, o solo por un serio combate, puede permanecer fiel a su de- signio. Con todo, cuando consigue vencer la tentación, refuerza con ello el propósito, i cuando mas frecuentemente el niño lo obe- dece i lo sigue, con tanta mayor profundidad se le graba en — 257 — el alma; de tal manera que se hace en él una norma o regla de vida permanente o un principio. De igual modo se orijinan también otros principios, como el de ser moderado, aplicado, verdadero, etc. Se pueden, sin em- bargo, formar también malos principios. Siguiendo su instinto de posesión, un hombre se permite, v. gr., en el comercio, pri- mero, solo una pequeña improbidad, i calma su conciencia diciendo que la injusticia no es grande. La segunda vez no se atemoriza ante una injusticia mayor, i por fin llega a concluir en la máxima: «Yo miro para mí, cada uno para sil» i con esto cree poder disculpar toda injusti- cia, Según lo espuesto, los principios se forman de la siguiente manera: el hombre consiente en un pensamiento o proposición, en relación con el comportamiento de los hombres en sus pa- labras i acciones, en su conducta, i se determina entonces a seguirlo; por la práctica frecuente de este principio se lo apro- pia mas i mas i llega a acostumbrarse así a esta especie de voluntad i acción, de tal manera que cada vez que se presenta la situación semejante, lo ejecuta con mas facilidad, haciéndo- sele por fin una completa regla de vida i hasta una segunda naturaleza. Los simples propósitos están, pues, mui lejos de ser princi- pios o máximas. Se convierten en éstos después de su ejecu- ción o por práctica frecuente i repetida. La exijencia de que la voluntad se determine por principios, haciéndose carácter, no se ha de comprender de modo que el hombre tenga siempre que espresar sus principios por palabras i frases determinadas. Algunos hombres de bien siguen principios escelentes, sin que puedan darles una fórmula precisa. Ellos han impregnado lo bueno en su conciencia (acuerdo) jeneral i moral i en su senti- miento, i acomodado a él sus acciones. «En su oscuro impulso, un buen hombre tiene conciencia del camino recto», dice Goethe. 3. La perfección del carácter está en su pureza i solidez. — 258 — a) La pureza del carácter depende de la pureza de los prin- cipios. Si estos son buenos, el hombre posee un carácter moral puro; malos principios, al contrario, conducen a un carácter malo. Como lo hacen ver los ejemplos anteriores, muchas veces es difícil seguir ciertos principios, no solo porque se oponen con frecuencia al ser natural i nos exijen un sacrificio, sino tam- bién porque algunas veces sucede que los mismos principios se hallan en contradicción entre sí, como suele suceder con los que se refieren a la propia salud o bienestar del hombre, i los que exijen de él un sacrificio; hasta los mismos principios morales se hallan de vez en cuando en contrariedad unos con otros. Al tratarse de la salvación de Baumgarten (Drama Guillermo Tell), se contrarían diversos principios entre sí, a saber:el deber de cuidar por su propia vida i por la de la esposa i niños con el amor al prójimo. Igualmente Moeros, una persona de este mismo drama, se le pone en el combate de diversos principios, cuando Philostratus le grita: «¡Alto! Vuélvete! Si tú no salvas al amigo, salva tu propia vida!» De la misma manera la madre de que se trata en el León de Florencia, cuando la multitud grita: «[Madre desgraciada! retrocede el paso. Tú no puedes salvar a tu hijo, tú morirás allí también!» Jonatas también se halló en contrariedad entre los deberes para con su padre i las exij encías de la amistad i de la justi- cia. A las exijencias del oficio i vocación suele suceder que se opone el deber por los cuidados de la propia salud. A fin de buscar lo correcto en semejantes contrariedades de principios, el hombre debe disponer los suyos en un cierto orden de procedencia, según su valor moral, i subordinarlos todos al mandamiento moral mas elevado o al puro amor a Dios i a los hombres. Solo en este caso el carácter es moralmente bueno o puro. Solo el carácter moral es carácter, en el sentido mas elevado de la palabra. La misma poderosa tenacidad de voluntad acción que se reputa a algunos conquistadores ava- rientos de honor i de poder, no es un carácter perfecto, desde que la voluntad no es determinada por principios morales; — 259 — pues a toda tenacidad de la aspiración de estos hombres, le falta la unidad interior. Los malos principios tienen por consecuencia la intranquili- dad de la conciencia, la discordia interior i la inconsistencia. I, al contrario, quien ha subordinado su voluntad i acción al man- damiento moral mas elevado, permanece también tranquilo i firme en los combates mas difíciles de la vida, en concordancia completa con su ser mas íntimo. b) El carácter debe, empero, poseer también solidez; esto es, tenacidad i constancia, fuerza de voluntad i de hecho (enerjía). El Leonardo de Pestalozzi era un hombre de buen corazón que amaba íntimamente a su mujer i a sus hijos i que, sin embar- go, los hizo infelices por su vida disoluta. No obstante que sentía por esto un amargo arrepentimiento i hacia buenos propósitos, no podia con todo resistir a la tenta- ción. Tenia, pues, un carácter débil, mientras que Jertrúdis, con su paciencia i acción demuestra uno firme. No la disposición a hermosos principios, sino el mantenimiento constante i la eje- cución tenaz de éstos forman el carácter. El hombre consigue la enerjía de carácter solo por medio de un ejercicio frecuente, obrando conforme a sus principios, de manera que al fin se le haga imposible determinarse de otro modo. La fuerza de voluntad i de hecho, esto es, la enerjía, puede depender o ser pro tejida mucho por la salud corporal, la fuerza i valor físicos, mientras que por la debilidad i enfermedad físi- cas puede ello fácilmente inutilizarse. Pero como la fuerza física no es todavía carácter, también los hombres corporalmen- te débiles pueden poseer fuerza de carácter, si los principios mo- ralrelijiosos dominan en su ser, como lo demuestran, por ejem- plo, tantas mujeres que en el trabajo i la paciencia hacen ver una solidez de carácter digna de admiración. El carácter se manifiesta no solo en el hecho, sino también en la resignación para sufrir las fatigas, persecuciones i amar- guras que se imponen al hombre. — 26o La voluntad se perfecciona solo por el carácter moral, puro i firme; pues por la pureza i la fuerza, la voluntad adopta la di- rección tenaz i enérjica hacia lo bueno. B. Resumen 1. Definición. — Carácter posee el hombre que adquiere i obra por principios fijos, manteniéndose en ellos consecuentemente. El capricho i el ergoteo no son carácter. 2. Principios son reglas de la vida del hombre, que, me- diante la adhesión i constante observancia, se las ha apropiado de manera tal, que se le han hecho norma permanente de su voluntad i acción. 3. La perfección del carácter descansa en su pureza i solidez. a) La pureza del carácter depende de la pureza de los prin- cipios. Si estos son buenos, el hombre posee un carácter moral; al contrario, si los principios son malos, el carácter es también malo. La pureza de carácter exije que el hombre someta todos sus principios al mandamiento de la moral mas elevada, del amor a Dios i a los hombres. Solo el carácter moral es carácter en el sentido mas elevado de la palabra, porque solo entonces el hombre se siente en su interior en armonía completa con su voluntad i acción. h) La solidez del carácter consiste en la tenacidad i fuerza de la voluntad, que conserva tanto en la obra como también en la paciencia; la consigue solo por el frecuente ejercicio en la ob- servancia de los principios. Con la pureza i fuerza del carácter se perfecciona la vo- luntad. C. Aplicación a la educación De la importancia del carácter se desprende que la educa- ción puede concluir solo con la cultura de un carácter moral- mente puro i sólido. Siendo el carácter la espresion de la vo- luntad, se le cultiva también por todo lo que exije la educación — 2ÓI — < de la voluntad. La cultura justa de la voluntad es, al mismo tiem- po, cultura del carácter. De aquí que en esta última el educa-, dor tiene que aplicar los medios que han sido espuesto.s para la. cultura de la voluntad, (§§ 31-36) es decir, 1 el ejemplo, 2 la enseñanza, i 3 la costumbre i ejercicio. 1 . El ejemplo se ha de mencionar también en primera línea,, tratándose de la cultura del carácter. Un carácter se forma por caracteres. Si en todo lo que los educadores hablan i hacen, pre- sentan al niño una voluntad moral mente buena i al mismo tiempo firme i tenaz, es decir, pureza i firmeza del carácter, se coloca con ellos la base de la cultura de su propio carácter. El niño se apropia los principios de sus educadores i los observa, primero mas por costumbre; pero después, i poco a poco, con conocimiento claro i con convicción. La falta de carácter de los educadores es, al contrario, el mayor obstáculo de la cultura del carácter de los niños. 2. La enseñanza, tanto la ocasional como la que se da por la. instrucción, sirve para la formación de principios. En la ins- trucción, sobre todo, los hermosos caracteres que nos ofrece la historia, influyen poderosamente en el carácter, presentando al. niño las máximas según las cuales debe obrar él mismo i ani- marse en la imitación. 3. También la costumbre es indispensable para la formación del carácter. Todas las virtudes (como por ejemplo la templan- za, veracidad), a las cuales el hombre se acostumbra desde joven, las ejercita con mucha mas facilidad que lo no acostumbrado. No solo la determinación, sino también la ejecución de las determi- naciones, se facilitan mucho por medio de la costumbre anterior. Por esta razón los educadores, en atención a la cultura del carác- ter, deben también guiar i mantener a los niños en lo bueno desde su juventud. Sin embargo, la costumbre no debe ser simplemente esterior i forzada, sino que. el educador debe pro- , curar que el niño de por sí se acostumbre mas i. mas, i realice lo bueno por una determinación tomada libremente. De este modo la costumbre pasa poco, a poco al ejercicio . del, , querer i obrar libres con lo cual se fortifica el carácter... . ¿ ,i PSICOLOJÍA 30 — 262 — Por esta causa, los educadores deben también tener mui pre- sentes las diversas disposiciones del carácter de los niños i cui- dar de protejerlas, siempre que sean buenas. En todos los niños no se puede formar el mismo carácter; a quien es, por ejemplo, tranquilo, o tímido por naturaleza, no puede hacérsele de ca- rácter ardiente o vivo. Con respecto a la cultura del carácter, valen también las pa- labras de Goethe citadas ya en otro lugar: «Pues no podemos formar a los niños según nuestro sentido. Así como Dios nos los dio, así se les debe tener i amar, educándolos i otorgándole a cada uno lo que le corresponde; pues que el uno tiene éstas, el otro aquellas dotes». De esta manera, la educación puede colocar, por lo menos, la base de la cultura del carácter. Sin embargo, esta última concluye solo con la vida, en la cual tienen los principios que defenderse de los ataques i combates que resultan de las diver- sas opiniones i aspiraciones (Véanse los ejemplos citados en A, 3 a). «Un talento se forma en el silencio, un carácter en la co- rriente del mundo» (Goethe). CONCLUSIONES SOBRE LA RELACIÓN DE LAS FACULTADES I EL SER DEL ALMA Las observaciones hechas en los § § 1 i 4, según la cual las actividades del alma, conocer, sentir i querer, no se hallan se- paradas una de otra, sino en íntima i recíproca acción, han sido confirmadas durante el tratamiento particular de cada una de las facultades psicológicas. Si bien es verdad que el alma se manifiesta tan pronto por ésta como por aquella facultad; sin embargo, no lo hace jamas solo conociendo, o sintiendo, o que- riendo; sino que todas las tres fuerzas se unen en una actividad armónica, i cada parte de la vida del alma influye en las otras. a) El conocimiento, las intuiciones, representaciones i pensa- mientos escitan los diversos i variados sentimientos e influyen también en la voluntad i acción de los hombres. — 263 — b) El sentimiento, como interés, acompaña a las actividades del conocimiento en todos sus grados i es el resorte propia- mente tal de la voluntad, incita al hombre a los hechos nobles i lo impulsa también a las malas acciones. c) La voluntad ejerce su influencia en el conocimiento, en la atención, i se manifiesta en la comprensión de intuiciones i re- presentaciones; también en la reproducción voluntaria, la im- presión intencionada de la memoria i la reflexión o meditación; en el sentimiento influye por medio de la escitacion i dominio de los sentimientos (1). Por lo que hace al ser del alma, ya se ha hecho mención en diversos puntos (por ejemplo, en la memoria, fantasía, ánimo i voluntad), de la manera cómo la vida del alma es determi- nada tanto por las disposiciones o facultades primitivas, como también por el desarrollo de éstas. Según esto, el alma no se asemeja a una tabla rasa, por ejemplo, en la cual uno pudiera escribir lo que quisiera. Con otras palabras, la vida del alma no es determinada solo por las influencias de afuera (educa- ción, medio i maestros), sino primeramente por las dispo- siciones o facultades dadas al hombre por la naturaleza. El alma, por otra parte, no posee por naturaleza una vida verda- dera de espíritu, v. gr., de representaciones, pensamientos, sen- timientos i determinaciones, que, por decirlo así, solo necesitan salir a luz de su estado oculto, sino que en todo se observa que la vida del alma debe desarrollarse poco a poco, desde sus pri- meros principios hasta su florescencia. En este desarrollo ejer- cen una influencia poderosa los factores que vienen de afuera, sobre todo la educación. Los educadores no pueden dar dispo- siciones naturales al niño; pero pueden cuidar por el justo desa- rrollo de ellas. De aquí se sigue que en la educación todas las facultades del (1) Con tal motivo cesa el combate sobre el rango que corresponde a cada facultad del alma o a cada fuerza espiritual, razón por la cual tam- bién no hemos tocado en ninguna parte, v. gr., la cuestión de si el senti- miento o el conocimiento sea mas primitivo. — 2 64 — alma deben ser formadas en íntima relación, escitadas i promovi- das las unas actividades de ella por las otras, con el objeto de que la vida total del espíritu se desarrolle sana i armónicamente, como se ha indicado en diversos pasajes. Empero, a la cultura perfecta del alma pertenece no solamente el desarrollo posi- • ble de las fuerzas humanas, sino también el ennoblecimiento de la vida entera del alma, de modo que el hombre sea condu- cido, siempre mas i mas, de las ataduras del ser natural a una ■vida libre del espíritu o a la obediencia filial debida a Dios. Los educadores siempre deden dirijirse en esto conforme a las disposiciones naturales de los niños, i pensar que no son creadores, sino solo cultivadores de la vida del alma infantil. CUAETA PAETE LAS PROPIEDADES CARACTERÍSTICAS DE LA VIDA ESPIRITUAL IWffW^IIII^^ CUARTA PARTE LAS PROPIEDADES CARACTERÍSTICAS DE LA VIDA ESPIRITUAL. (1) § 38. I.— LA INDIVIDUALIDAD A. Ejemplos i discusión Ya en otro lugar se ha hecho mención de la gran diversidad de la vida del espíritu; por ejemplo, con respecto a la memo- ria (§ 11), la fantasía (§ 12), el ánimo (§ 20) i la voluntad (§ 29). jCuán diversas son las facultades naturales de los alumnos de una misma clase! Unos comprenden con facilidad i prontitud, retienen con seguridad i demuestran una aguda intelijencia en todos los ramos; a otros les cuesta grandes trabajos compren- der i retener hasta lo mas sencillo. En los sentimientos, unos (1)' No tratándose en esta parte de ninguna otra actividad del alma que las ya mencionadas, nos referiremos aquí principalmente a lo anterior, 26» — se demuestran vivos, muchas veces intranquilos e impetuosos/ otros silenciosos i apacibles i algunos mui pobres. En el que- rer, unos enérjicos, valerosos, constantes; otros altivos i obsti- nados. Esta diversidad espiritual va tan allá, que ningún hombre es enteramente igual a otro, como sucede también en lo físico. A la propiedad característica de un hombre, por medio de la cual se distingue de los demás, se le da el nombre de individua- lidad. Esta, como ya hemos hecho notar, al hablar de algunas actividades del alma, es parte nativa natural, parte inculca- da por la educación. Muchas propiedades características espirituales correspon- den no solo a uno o varios individuos, sino también a grupos enteros, de los cuales vamos a tratar en lijeros rasgos. Estando la vida del alma sometida a un desarrollo continuo, ella se configura de diversa manera en cada edad; lo cual se puede observar bien en los miembros de una misma familia i de distintas edades (v. gr, bisabuela, abuela, madre e hija) El niño piensa, siente i aspira de una manera; el adulto de otra. La gran diversidad, respecto al temperamento, ya la hemos visto al hablar del ánimo i de sus especies (§ 20). Allí mismo hemos llamado también la atención a que ambos sexos se dife- rencian en cuanto a la vida del espíritu. La historia i la jeografía nos enseñan igualmente que las razas ..naciones i tribus, también se distinguen mucho unas de otras en su vida intelectual. ¡Q¿ié gran diferencia hai, por ejem- plo, entre los habitantes del Cáucaso i los negros, entre los fantás- , ticos orientales i los occidentales; entre los italianos i los in- gleses! Si esta diversidad se hace sentir hasta en los círculos mas reducidos, las familias, como lo vemos claramente en los . diversos hogares, finalmente el estado i la profesión, la riqueza i la pobreza, la ocupación i manera de vivir (alimentación, ves- > tido, habitación, descanso etc.), ejercen asimismo una poderosa influencia en la cultura, costumbres i hábitos; en una palabra, en toda la vida espiritual, ... — 2( Muchas de estas particularidades se observan ya en los ni- ños, i facilitan o dificultan la actividad de los educacionistas. Nosotros nos alegramos, no sin razón, de la gran variedad de la vida espiritual, de las dotes i fuerzas que en activa com- petencia se completan i protejen recíprocamente. B. Resumen 1. En cada hombre se forma una individualidad determina- da. La individualidad es la propiedad característica de cada uno, por medio de la cual se distingue de los demás. Ella descansa, parte en las disposiciones naturales, parte en la educa- ción i otras influencias; i es estraordinariamente diversa con respecto a la vida espiritual; esto es, con relación a la facultad natural, el sentimiento i la voluntad. 2. Muchas de las particularidades características del espíri- tu corresponden a grupos enteros, formados sobre todo por la edad, temperamento, sexo, orijen, estado, vocación, ocupación i manera de vivir. C. Aplicación a la educación 1. El educacionista no debe aprisionar la individualidad, sino, al contrario, preservarla ante una peligrosa parcialidad, desarrollando las buenas disposiciones naturales de la manera mas perfecta posible. Mediante una observación cuidadosa i un resignado amor, ha de procurar conocer también i tratar a cada niño, según su individualidad. Así, el maestro debe en verdad instruir a todos los alumnos de una clase, según el mismo plan de estudios; pero no debe exijir demasiado de los débiles, ni tampoco dejar sin ocupación a los mas fuertes e intelijentes. Asimismo, en la educación, deben tomarse en cuenta con toda imparcialidad la diversidad de ánimo i la par- ticularidad de la voluntad de los alumnos. La justicia para con todos exije cabalmente la atención de su individualidad. PSICOLOJÍA 31 — 270 — 2. El debe combatir el orgullo i odio de los diversos estados que ya se observan en los niños, i darles a conocer perfecta- mente que su valor no depende de la descendencia, estado i profesión, sino de la idoneidad moral, i que, apesar de la gran diferencia, todos están llamados a un fin igual, a la perfección moral. II.— EL, D£SJKBOLLO ESPIRITUAL. KM" LAS 1>IVJEKSASEI>AI>ES (1) § 39.— RESEÑA: LA EDAD LLAMADA DE LECHE A. Ejemplos i discusión La vida humana se reparte en tres edades: la edad juvenil, desde 1 a 21 años en el sexo femenino i hasta 24 en el mascu- lino; la edad viril hasta los 55 años en el sexo femenino i hasta los 60 en el masculino; i la vejes. El tiempo del desarrollo físico i espiritual es la juventud, por lo cual vamos a tratarla con alguna detención. Se subdivide en cuatro períodos: 1) la edad de leche (l. er año); 2) la edad de la dentadura (2-7 años), 3) la edad pueril (7 a 14 o 16 años), i 4) la adolescencia (14-21 años), en el sexo fe- menino, i 16-24 en el masculino). 1. Con relación a la vida física, el niño recien nacido es su- mamente desvalido. No puede ejecutar ningún movimiento voluntario, sentarse, pararse o andar, proporcionarse de ningún (1) Conforme al objeto del presente testo, solo tratarnos del tiempo del desarrollo propiamente tal, o sea de la juventud, tomando en cuenta la vida física solo en aquello que tiene una mui marcada importancia para la vida espiritual i la educación. Todo lo demás corresponde a la antro- polojía i la hijiene. — 271 — modo alimento, nacía puede hacer en su ayuda; de tal manera que, sin el auxilio de otros, perecería. Por esta razón se halla bajo la dependencia completa de la madre. Al principio, duer- me la mayor parte del tiempo i, siempre que está sano, despier- ta solo cuando lo escita la necesidad de alimento. Esto lo da a conocer por medio de gritos; i si aquella necesidad ha sido satisfecha, el niño vuelve luego a dormir. De aquí que se diga que la vida del niño, al principio;, es una simple «vejetacion» de sueño i comida. Pero con esto progresa de una manera escelente i se desarro- lla mui lijero; se hace no solo mas grande i pesado, sino tam- bién mas fuerte, i pronto adquiere la fuerza para mover mucho las piernas, brazos i manos, después la cabeza, mas tarde tam- bién a levantar la parte superior del cuerpo; a sentarse, dar vuelta, gatear i pararse, desde mediados de esta edad, i, por fin, a andar, al concluir el primer año o principiar el segundo. En este tiempo el niño duerme aun cerca de 16 horas del dia; es decir, está despierto ^ de su vida total. 2. La vida espiritual del niño reeien nacido tampoco se halla desarrollada, lo cual antes se ha espuesto (§ 1). a) Un niño tal como el precedente no tiene todavía conoci- miento alguno, no puede comprender aun ninguna represen- tación ni pensamiento. Empero, con el principio de" la vida comienza también el desarrollo del espíritu. El niño recien na- cido tiene ya la facultad de sensación, pues llora o grita por hambre, calor, frió o presión. Las sensaciones, al principio indeterminadas, se convierten en percepciones (véase § 5). Mas tarde, el niño distingue también las formas de los objetos: redondo, esquinado, largo, ancho, i sus colores. Quiere tocar todo lo que ve para estar mas seguro de la sensación. Llega a dis- tinguir los tonos o sonidos, i se tranquiliza por medio del canto. De igual manera se desarrollan también los demás sentidos i así el niño percibe poco a poco hasta las diferencias mas finas (v. gr., tibio i fresco). Después el niño contempla con agrado los objetos de su al- rededor, especialmente los de colores brillantes, como jugue- — 272 — tes, flores; mas tarde cuadros i figuras. De este modo arri- ba a las intuiciones. Estas, ya en la misma edad de leche, con- ducen a representaciones i a su reproducción respectiva, sobre todo en la forma de reconocimiento. Cuando el niño divisa a la madre, al padre, a uno de los hermanos, se rie i ejecuta alegres movimientos, en lo que podemos ver que él se acuerda de ellos. Se alegra igualmente, cuando ve venir a alguien, trayendo la mamadera con leche, indicando así que se reproduce su repre- sentación del goce por la leche. o) En la vida del sentimiento se nos presentan, ante todo, los sentimientos sensitiv os, como por ejemplo los deseos de satisfacer- e, el disgusto por la sed. Pero tan pronto como el niño alcanza a las intuiciones i representaciones, se le despiertan también sentimientos mas elevados, como el amor hacia la madre i demás miembros de la familia. Cuando la madre le habla, le canta o solo se le acerca, se tranquiliza. Demuestra placer por la entre- tención, los objetos pintorescos, colores claros i tonos suaves; manifiesta también dependencia hacia los padres, principal- mente hacia la madre; buen querer, cuando da, v. gr., algo a los hermanos, o alegrarse cuando éstos se alegran; compasión, al ponerse triste cuando los ve tristes; pero desaficcion i miedo, v. gr., al frente de personas estrañas; envidia i celo, cuando, por ejemplo, la madre toma en su regazo a otro niño; cólera, cuan- do uno no quiere hacerle lo que desea. Los sentimientos, i con éstos también las disposiciones, se cambian mui rápidamente (véase sobre esto el § 20). c) La voluntad del niño de leche se manifiesta primero en el instinto, al principio enel de alimentación, después en el de mo- vimiento, mas tarde en el de imitación, etc. Tan pronto como el niño posee representaciones, los instintos se convierten en deseos. Estos se presentan de una manera resuelta, dominante. El niño se hace intranquilo, impaciente i grita, cuando desea un objeto (v. gr. una fruta, un juguete) o quiere que lo lleven en los brazos i no obtiene lo que pide. Este capricho del niño es todavía natural a esta edad, porque no tiene dominio alguno sobre sus representaciones o instintos. De aquí que los de- — 273 — seos pueden ser cambiados, con solo ofrecer al niño otras ira- presiones, intuiciones i representaciones (llamarle a otros pen- samientos), por ejemplo, mostrándole o cantándole algo. B. Resumen La edad de leche dura desde el nacimiento hasta la dentición, i comprende, en consecuencia, el primer año de vida. Es el tiem- po del mayor desvalimiento, pues el niño no puede tomar ali- mento voluntariamente, ni andar o hablar; pero es también la época del desarrollo mas rápido, tanto del cuerpo como del espíritu. En la vida del conocimiento el niño arriba de las sensaciones, al principio indeterminadas, a percepciones, intuiciones i re- presentaciones; en la del sentimiento, a los sentimientos sensiti- vos, los únicos dominantes al principio, a los sentimientos mas elevados que provienen de la ocupación espiritual con las cosas, también a los de amor i dependencia, de complacencia i com- pasión; pero asimismo del temor, de la envidia i de la cólera. En la vida de la voluntad, de los instintos inconcientes a los deseos claramente determinados. C. Aplicación a la educación 1. Siendo todavía mui delicada la vida física i teniendo el primer desarrollo la mayor importancia para el posterior, aque- lla vida necesita del cuidado i atención mas solícitos; pero tam- bién de la fortificación gradual i sensata. Con tal objeto, se cuidará por una alimentación conveniente (leche), un aseo cons- tante del cuerpo, de la cama i del vestido (mediante el lavado i baños frecuentes), un aire puro i un movimiento natural (¡ningu- na ligadura ni sacudimiento desatinado!) 2. La vida espiritual se ha de despertar i desarrollar, hacien- do que el niño contemple objetos convenientes i oiga palabras afables i dulces melodías. Para cultivar sus sentimientos, se debe — 274' — tratar al niño con cariño i dulzura i no escitarlo, v. gr., a la có- lera i envidia. Ya desde esta época es mui importante i necesario influir en la voluntad del niño, privándole resueltamente de lo que no debe tener, haciendo que no se cambie de disposición o jenio por llanto alguno, i reprimiendo, mediaute otras impresiones, los instintos i deseos perniciosos. Desde el principio, el educador atenderá particularmente a una buena costumbre del niño, al orden, a la seguridad (por ejemplo en la alimentación), limpieza, etc., i preservará a éste de los malos hábitos, que podría contraer, alimentándolo en ho- ras importunas, meciéndolo o condescendiendo demasiado con él. En la educación del pequeño infante, la madre eucuentra su tarea mas hermosa i su recompensa mas feliz. § 40.— LA EDAD DE LOS DIENTES LLAMADOS DE LECHE A. Ejemplos i discusión 1. En esta edad, el desarrollo físico conduce al niño auna espontaneidad e independencia mucho mayor, pues ya en su principio aprende a andar, haciéndose, con ésto, apto para los movimientos, juegos i ocupaciones mas variadas. La respira- ción, circulación de la sangre i dijestion, se hacen mas vigoro- sas i los huesos i músculos mas fuertes; por su gran flexibili- dad el niño no puede todavía sentarse o pararse por largo tiempo, ni tampoco trabajar, en el sentido propio de la palabra. La duración del sueño diario se disminuye poco a poco de 16 a 10 horas. 2. En la vida espiritual el niño llega asimismo a una mayor espontaneidad. a) La vida del pensar en esta edad consiste en que el niño vive por completo de las intuiciones i representaciones fres- cas i en que procura con empeño aumentar el número de — 275 — sus representaciones, lo cual se observa en la proverbial curio- sidad (que nías tarde se convierte en las ansias de saber mu- cho), en el gran gusto por los cuadros i en ese incesante pregun- tar, i en que las conversaciones i juegos reproducen las represen- taciones adquiridas, convirtiéndolas en cuadros de fantasía. En esta edad es cuando la fantasía ya se demuestra con vivacidad estraordinaria, fantasía que se nota particularmente en los juegos, cuentos i narraciones (gusto por los cuentos i fá- bulas) (véase § 12). Los niños pueden hacerse también tími- dos con facilidad, a causa de su viva fantasía i mucha credu- lidad. o) El niño progresa mucho en su desarrollo espiritual por medio del lenguaje, cuyo aprendizaje comienza al principio de esta edad. Primero habla solo nombres aislados; papá, mamá i los nom- bres de los hermanos; también algunos comunes, como pan, leche, mesa, con lo cual espresa un pensamiento entero: «Esto es pan, es leche, etc.» Después liga el adjetivo predicativo con el sustantivo, por ejemplo, «querida mama» «buena leche»; mas tarde sigue el verbo, primero solo en infinitivo; después pone el pronombre, etc. Ya en el tercer año, el niño puede espresar a su manera sus representaciones i pensamientos con facilidad. c) La vida del sentimiento del niño depende en esta edad del alrededor (hombres i cosas). Allí donde éste es puro i sano, los sentimientos elevados del niño se desarrollan siempre mas i mas hermosos. Los sentimientos estéticos, por ejemplo, se demues- tran en el gusto del niño por las flores i cuadros; los morales en la conciencia que poco a poco se le despierta, los relijiosos en la devoción con que reza i oye hablar de Dios. Con respecto a la voluntad, se presentan en esta época junto al instinto de imitación mencionado en la edad anterior, ins- tintos, deseos e inclinaciones mas variados i elevados, particu- larmente el instinto social o de sociabilidad. El niño ama, sobre todo, la sociedad de otros niños, para jugar con ellos. Sus de- seos se hacen mas juiciosos, por decirlo así, i por las órdenes — 276 — e instrucciones de sus padres, corno por su propia esperiencia, llega también a una voluntad mas intelijente, aunque la vo- luntad natural todavía domina. Asimismo los principios de la voluntad razonable se demuestran al abandonar el niño algu- nas cosas, porque ha llegado a conocer que son malas (v. gr. apropiarse de algo ajeno), al hacer con gusto el bien a los demás i al manifestarle afabilidad. La ocupación, en esta edad, consiste principalmente en el juego. Todo cuanto toma i ve es para el niño un juguete. El niño, empero, quiere también hacerse útil i procura con- ducir esto o aquello, ayudar a poner la mesa o a vestirse i des- vestirse, o a ejecutar pequeños mandados. B. Resumen La edad de los dientes de leche dura desde la dentición hasta la mudanza de los dientes (2-7 años), i conduce al niño a una mayor espontaneidad e independencia, que se hace posible por la aptitud de mascar, andar i hablar, i que en el juego se mani- fiesta por el múltiple ejercicio de las fuerzas físicas i espiritua- les; es la época del juego. C. Aplicación a la educación 1. En esta edad el cuidado del cuerpo exi je también gran aten- ción. El desarrollo corporal en la presente edad ha de ser pro- movida por los medios mencionados ya en la edad de leche, por juegos, paseos i toda clase de ocupaciones i mandados fá- ciles, pero en todo esto no se ha de olvidar el débil organismo. El trabajo, propiamente tal, es todavía perjudicial en esta edad. 2. A fin de desarrollar el conocimiento del niño, los padres deben proporcionarle intuiciones variadas (de la naturaleza i del arte), ocuparse con él en las cosas de la naturaleza i de la casa, {contestar afablemente a sus preguntas, ofrecerle juguetes conve- nientes (§ 12) i narraciones apropiadas a la cultura de la fanta- sía. Todo aprendizaje, propiamente dicho, sea en la casa o en la — 277 — escuela, es inconveniente en esta época; porque el cerebro no está todavía bastante desarrollado para un esfuerzo semejante (véase § 3). Cuando el niño aprenda a hablar, se le debe dejar espresarse solo, a su manera, pero cuídese entonces también, de que no lo haga demasiado infantil; el niño, al contrario, debe oir hablar siempre correctamente; entonces imitará bien pronto lo correcto. En el desarrollo de los sentimientos, como en la cultura de la voluntad, es de suma importancia el ejemplo de los padres i del alrededor completo; del lenguaje i la acción de los adultos i de sus compañeros de juego. Ya en esta edad el niño debe acostumbrarse al orden (v. gr, con sus juguetes i vestidos), a la limpieza, vergüenza, probidad, veracidad, aptitud servicial i obediencia; la envidia, venganza, desobediencia se han de combatir con seriedad i con amor. A esto conduce sobre todo la adquisición de la costumbre moral por ejemplo, el manda- miento, la prohibición i el mantenimiento consecuente en esto, así como la entretención i ocupación convenientes por cuyo me- dio el niño se preserva mejor de los malos antojos i faltas. § 41.— LA EDAD PUERIL A. Ejemplos i discusión 1. El desarrollo físico se efectúa en esta edad con mas regu- laridad que en el período anterior i siguiente, por lo que la mortalidad es también menor. El cuerpo se hace mas delgado, fuerte i ájil, apto para el trabajo. Con la mudanza de los dientes, el cerebro alcanza su forma- ción cuantitativa. 2. El desarrollo espiritual se halla determinado, principal- mente, por medio del trabajo, el aprendizaje. De aquí es que con esta edad comience la escuela. El conocimiento es enriquecido por medio de una amplifica- ción constante del círculo de intuición i representación. Mas o menos a mediados de esta edad, la memoria alcanza a su ma- psicolojía 32 — 278 — yor grado de desarrollo (véase § 11). La influencia de la inteli- jencia en la fantasía se hace sentir mas (véase § 12). La voluntad natural va desapareciendo i la inteligente se hace notar mas i mas. En esta época es cuando se marca la diferencia intelectual de los sexos, sobre lo cual hablaremos mas tarde. B. Resumen La edad pueril, que dura desde el cambio de los dientes hasta el principio de la madurez, es la época propiamente dicha del aprendizaje, tanto con respecto a la consecución de conocimien- tos como de habilidades i aptitudes corporales; pues los órganos, por una parte, se hallan desarrollados de manera tal, que pue- den resistir al trabajo corporal i espiritual; por otra, sin embar- go, tan blandos i flexibles que el aprendizaje i el ejercicio se hacen mas fáciles. Este período es la edad de escuela obliga- toria. C. Aplicación a la educación La tarea de la educación, en la que toman parte en este tiem- po la familia, la escuela i también la iglesia, consiste: 1. En ejercitar las fuerzas físicas por medio de una actividad proporcionada, preservándolas de todo esfuerzo perjudicial (fí- sico i espiritual). 2. En cultivar de una manera jeneral i armónica las fuerzas espirituales, de modo que la intuición i la representación ganen un material copioso (véanse los §§ 8-10); la memoria sea sufi- cientemente ejercitada en materias importantes i comprendidas; pero no a espensas del ánimo, de la fantasía i de la intelijencia (véase el § 11); la fantasía obtenga el alimento correspondiente a cada uno de los grados de desarrollo (véase el § 12); la inteli- jencia, razón (véase el § 16) i sentimiento (véase § 20 ff), no se perjudiquen unas a otras, i la voluntad, débil aun, se fortifi- que en el ejercicio de la libre obediencia por medio de la ense- — 279 — fianza i una disciplina seria i afable, aprendiendo el educando a practicar, de este modo, lo bueno por impulso propio. 3. En conservar el mayor tiempo posible el ser infantil, ino- cente i libre de preocupaciones. § 42.— LA ADOLESCENCIA A. Ejemplos i discusión 1. El desenvolvimiento físico llega a su fin. Los huesos to- man su forma estable i todos los órganos su proporción perma- nente. Las facciones de la cara, la espresion entera, adquieren igualmente una fisonomía duradera i firme. 2. El desarrollo espiritual demarca la espresion distintiva de la individualidad. Esta edad se distingue por la vivacidad i revuelo de la fan- tasía, del pensar ideal i calor de los sentimientos (estéticos, mo- rales, simpáticos i relijiosos); por esto también es la época de los ideales, la época en la cual se traban amistades duraderas, se cuida el arte, la ciencia i sociabilidad en sociedades (el canto, la jimnástica, etc.), i se hacen con frecuencia algunos ensayos po- éticos propios; pero muchas veces sucede también que es el tiempo de proyectos i sueños fantásticos i de libertades, desen- frenos o estravagancias incultas. La idealidad fomenta, fortifica i eleva también la voluntad. Verdad es que la sensibilidad, que se presenta con fuerza, escita con frecuencia a un combate tenaz contra el espíritu, pero los ideales i la verdadera relijiosidad protejen contra lo inculto, or- dinario e inmoral, conduciendo mediante ellos, a la cultura del carácter. Lleno del impulso de libertad, el adolescente quiere también realizar sus ideales, por lo cual entra muchas veces en combate con la realidad, cae en desaliento a causa de amargas desilusio- nes; pero mediante esperiencias, aun mas maduras, mediante nuevo ánimo, lleva lo proyectado a la victoria. 280 — B. Resumen La adolescencia es la época de la madurez corporal i espiri- tual; de la frescura i fuerza; del entusiasmo i de la idealidad; pero también del sesgo, si así podemos decir, i del desencanto. C. Aplicación a la educación En este tiempo, la educación no está en manera alguna ter- minada; al contrario, ella es aun de una importancia capital i determinante, por encontrarse el hombre entonces en el punto mas culminante de su vida. Verdad es que en esta época se con- cluye la educación escolar; pero tanto los padres como sus re- presentantes deben dirijir a sus hijos e hijas convijilancia sabia, siempre mas i mas libre, aconsejándolos cariñosamente, de modo que se preserven de las tentaciones i peligros de esta edad. No disipen su fuerza juvenil i su tiempo en cosas sensi- tivas, en burlas tontas o en sueños i fruslerías inútiles; no pier- dan el ánimo al salirles fallidas ciertas esperanzas i no dejeu apagar el noble fuego déla inspiración i del ardor por la gloria, sino que se esfuercen, empleando todas las fuerzas, en fines i alcancen así, siempre mas i mas, la verdadera libertad i la propia educación, haciéndose, por medio de una elección exacta de su vocación, miembros útiles de la sociedad humana. Apéndice sobke la edad viril i la vejez La edad viril es el tiempo de la madurez, de la perseveran- cia, de la enerjía o vigor corporal i espiritual. Por esto es ella la época de la acccion constante en los círculos profesionales respectivos, como en la comuna, el estado i las empresas de interés público. La vejes) es la época en que decaen las fuerzas físicas, dismi- nuyéndose entonces la intelijencia solo en algunas de sus partes (v. gr., la memoria), mientras en otras permanece sin debilitarse, elevándose a la sabiduría por medio de la reflexión, tranquilidad i claridad objetiva. En la edad viril i la vejez, se manifiestan los frutos de la educación. Es el tiempo de la cosecha, la juventud el de la siembra. § 43. III.— LOS TEMPERAMENTOS (1) A. Ejemplos i discusión 1. Definición i especies de temperamentos. — Según los anti- guos, se distinguen jeneralmente los cuatro temperamentos si- guientes: a) El temperamento colérico. — Moisés se manifiesta colérico, por cuanto sus sentimientos, su compasión para con sus escla- vizados compatriotas, i su indignación hacia sus opresores eran fácilmente escitados, se llevaban con rapidez a efectos, v. gr., cuando mató al ejipcio, ayudó a las bijas de Jetró, des- pedazó las tablas de lalei, etc. Otros ejemplos de este tempera- mento presentan Alejandro el Grande, Napoleón í, César, i, en jeneral, muchos de los antiguos romanos. El colérico tiene un ánimo fácilmente escitable; es ardiente en el amor i odio; animado de un fuerte instinto de indepen- dencia, de voluntad resuelta, fuerte i constante, inclinado al deseo del honor, fama i señorío, a la falta de miramiento, a la presunción; de constitución física fuerte, pero lijera, i de vista aguda; es pronto pero seguro en el andar i hablar. '1) Tratamos brevemente aquí de los temperamentos, porque ya, en otros capítulos, se ha hablado con frecuencia de los caracteres psíquicos, v. gr., al tratar las diversas especies del ánimo. También porque, hacién- dolo mas detalladamente, se incurre con facilidad en vaguedades i se lle- ga a afirmaciones i conclusiones inexactas, como sucede especialmente con las cualidades físicas, cuando, por ejemplo, se da gran importancia al valor del pelo, de los ojos, de la piel, a la forma de la nariz, etc. — 282 — ; Este temperamento podemos observarlo en los niños que demuestran gran vivacidad i fuerte instinto de actividad, en la escitacion i tuerza de sus nervios i músculos; se contrarían fácilmente en esto, i pronto se alteran consigo mismos, pero sonfrancosi discretos. Sin embargo, este temperamento se ma- nifiesta, principalmente, en la edad viril. En consecuencia, el temperamento colérico se distingue por una fuerte escitacion i espontaneidad. o) El temperamento sanguíneo. — Sanguíneos eran los anti- guos atenienses, que siempre aspiraban a lo nuevo i cambia- ban lijeramente su estimación hacia sus capitanes i hombres de estado, así como su dependencia para con un gobierno. Una cosa semejante se puede decir de los franceses. Un represen- tante de este temperamento es también el apóstol San Pedro, que era mui sensible a todas las impresiones i se escitaba fácilmente al amor i a la ira (v. gr., su declaración, su jura- mento de fidelidad, su conducta en Jethsemaní); pero que no era constante i firme (su negación). Con frecuencia encontramos este temperamento en naturalezas artistas. El sanguíneo se distingue por una gran sensibilidad para todas las impresiones; por una fácil comprensión i viva fanta- sía, con lo cual, empero, se halla unida también una falta en el pensar agudo i juicio tranquilo i fundamental. Su ánimo es fácilmente escitado al placer como al dolor; a la risa como al llanto. Se irrita, pero pronto también vuelve a apaciguarse; mu- chas veces alegre hasta la' inconsideración, pero variable en sus disposiciones; amable en el trato, tiene un buen corazón i es capaz de grandes hechos; pero le falta constancia i persistencia. La espontaneidad es^ pues, mas débil que la escitacion, A esto corresponde también su compostura esterior; la constitución física es lijera, el paso liviano, con frecuencia rápido, el lenguaje vivo. El sanguíneo tiene talento para las bellas artes i gran habilidad para los trabajos de mucho gusto. En los niños se manifiesta con mas frecuencia este tempera- mento, siéndoles natural, por decirlo así; pero en unos predo- mina mas que en otros. Muchos se distinguen por la vivacidad — 28} — i fácil comprensión, pero también por una inconstancia, desa- tención i por cierta lijereza. c) El temperamento melancólico. — Los ingleses son designados como melancólicos. El melancólico no toma con prontitud las nuevas impresiones; se entrega mas a sus pensamientos i es inclinado a un profundo pensar i especulación. Su ánimo pa- rece indiferente, hacia el mundo esterior; pero encierra en sí una vida profunda de sentimiento. Ama lo patético, sombrío, triste. Los melancólicos son con frecuencia naturalezas profun- damente relijiosas. En los niños mas jóvenes se ve con rareza este temperamento; pero con frecuencia en los mayores i tam- bién en los adolescentes que se entregan solos a sus propios pensamientos. En jeneral, este temperamento se manifiesta mas en la edad madura. El melancólico en su interior es lento i medido, pero no perezoso. d) El temperamento flemático. — En todas partes hai flemáti- cos, particularmente en los paises septentrionales, como Holan- da. El flemático es lento en andar i hablar; en comprender i aprender; pero piensa con claridad i medita de una manera tranquila, no se escita' con facilidad; no toma determinaciones con lijereza; es reflexivo en sus acciones; en sus sentimien- tos, inclinaciones i aspiraciones se muestra tenaz, paciente, fiel i concienzudo, i en su compostura esterior es aseado i amigo del orden. Su tranquilidad puede dejenerar fácilmente en pe- reza, indiferencia i falta de sentimiento o dureza. Es apropia- do para toda clase de trabajos que exijen reflexión i constancia. Entre los niños se pueden encontrar ya muchas veces naturalezas flemáticas que muestran una reducida sensibilidad i volubili- dad; son tardíos en pensar, hablar i obrar, i necesitan siem- pre de una escitacion o impulso. Estos cuatro temperamentos no se les observa solos, aislados uno de otro, sino mezclados de la manera mas diversa. Verdad es que puede dominar un temperamento en algunas naciones i edades; pero, sin embargo, en todas partes los encontramos en sus gradaciones mas variadas. Según el § 38, cada hombre tiene un temperamento particular. El temperamento descansa en disposiciones físicas i espiri- tuales determinadas, i es capaz de un desarrollo gradual, como puede verse en la comparación de los niños i los adultos. 2. Importancia de los temperamentos. — En cualquier sentido, ninguno de los temperamentos merece preferencia ante los demás; cada uno de ellos tiene sus ventajas i sus desventajas i necesita de educación i de ennoblecimiento. El colérico es enérjico; el sanguíneo alegre i amable; el melancólico medita- bundo; el flemático tranquilo i fiel; pero el colérico puede ha- cerse pasionista i desconsiderado; el sanguíneo lijero i superfi- cial; el melancólico triste; el flemático indiferente i perezoso. En cada temperamento puede hacerse posible una verdadera moralidad. B. Resumen 1. Definición i especies de temperamentos. El tempera- mento consiste en la especie i fuerza de la escitacion i de la es- pontaneidad de un hombre. Se halla determinado por la índole característica del organismo humano i de las es posiciones espi- rituales, i en la relación mas íntima, principalmente con la vida del sentimiento. Según la fuerza o debilidad de la escitacion i de la espontanei- dad, se distinguen cuatro temperamentos principales: a) El colérico con una fuerte escitacion i fuerte espontanei- dad; b) el sanguíneo, con una fuerte escitacion i débil esponta- neidad; c) El melancólico, con una escitacion débil i fuerte esponta- neidad; d) El flemático, con una débil escitacion i débil espontanei- dad. Sin embargo, estos temperamentos se presentan mezclados de la manera mas variada, aunque en una nación o en una edad puede, "en verdad, dominar uno de ellos. Cada hombre tiene un temperamento particular. — 285 — e) Importancia del temperamento. En ningún sentido se ha de preferir un temperamento a los otros, pues cada uno de ellos tiene sus ventajas, i sus aspectos peligrosos. En cada tem- peramento el hombre es apto para la mayor perfección Para el espíritu libre, el temperamento es solo la materia que tiene que configurar. C. Aplicación a la educación La educación debe cuidar de desarrollar los lados buenos de los temperamentos; pero combatir las deformidades o interrup- ciones; en esto debe atender también a la individualidad de los niños. El temperamento no puede ni debe ser oprimido, sino solo cultivado de una manera correcta. El maestro no debe preferir, por ejemplo aquellos niños cuyo temperamento lees personal- mente agradable, como las naturalezas vivas o las silenciosas, si- no cuidarlos a todos allí donde es necesario, refrenando a los vi- vos, animando i escitando a los silenciosos, a fin de conducirlos a la perfección. § 44. IV.— LAS DIFERENCIAS ESPIRITUALES DE LOS SEXOS A. Ejemplos i discusión La diferencia intelectual de los sexos podemos reconocerla en diversos ejemplos. En el sexo femenino predomina mas la escitacion i sensibili- dad; en el masculino mas la espontaneidad; en el primero el sentimiento i la fantasía; en el último el pensar i la voluntad. La mujer es grande en la paciencia; el hombre en el hecho; en los juicios i acción la mujer se apoya en el sentimiento inme- diato i fino íacto; el hombre en fundamentos de la intelijencia; psicolojía 33 — 286 — el hombre se dedica a la obra del mundo i a la actividad en la vida pública; la mujer a la obra dichosa del estrecho círculo de la familia. «El hombre aspira a la libertad, la mujer a la cos- tumbre. » La diferencia psíquica de los sexos, que en la niñez es mas reducida, se configura poco a poco en la edad pueril, pero al- canza su mayor desarrollo en la edad viril. La diferencia espiritual de los niños i niñas, se manifiesta en la actividad de su intelij encía, sentimiento i voluntad; en su diverso proceder con respecto a cada uno de los objetos de aprendizaje; en sus inclinaciones i su conducta. El niño tiene mas placer por el pensar intelijente, mientras que la niña se entrega con mayor fuerza a la vida intuitiva i representativa, razón por la cual los niños muchas veces se sobreponen a las niñas, por ejemplo, en las demostraciones matemáticas; és- tas a aquéllos en la comprensión de poesías i en la compo sicion libre. En el niño se forma mas el sentido por lo subli- me, lo patético; en la niña por lo agradable, dulce; en el niño el sentimiento de rectitud i dignidad;en la niña la simpa- tía, el sentido por la equidad, tino o buen tono i decoro; en el niño la avidez de gloria i la inclinación a movimientos airosos o agrestes, en la niña el gusto en la acción silenciosa dentro de un estrecho círculo. Al frente del maestro, los niños i niñas se presentan tam- bién en relación diversa. El niño contempla en el maestro la autoridad; la niña, al contrario, al amigo apreciado i preferen- te; aquél obedece mas por inspección, ésta por inclinación. Ningún sexo se halla mas arriba que el otro; ambos tienen sus superioridades i sus debilidades. La superioridad del sexo masculino está en la fuerza o enerjía de la voluntad, su peli- gro en el capricho u obstinación; la superioridad del feme- nino en la injeniosidad armónica del ánimo, su peligro en la escitacion i sensibilidad demasiado grandes. Ambas cosas se observan ya en la época de la escuela. Cada uno de los sexos es apto i está llamado a patentizar el ideal mas elevado de la humanidad. — 287 — B. Resumen La diferencia espiritual de ambos sexos se forma poco a poco en la edad pueril; pero alcanza a su mayor manifestación en la viril. En el sexo masculino predominan mas el pensar intelijente, la voluntad i la espontaneidad, en el femenino la comprensión de lo individual e inmediato por la directa intui- ción i representación, la injeniosidad armónica del espíritu i el sentido por el obrar tranquilo dentro de un estrecho círculo. Ambos tienen sus preeminencias i sus debilidades, i son igualmente aptos i llamados a la perfección moral. C. Aplicación a la educación Hasta en la edad pueril, la educación de ambos sexos se ha- lla principalmente en las manos de la madre; mas tarde entra también la cooperación del padre, sobre todo en la educación de los hombres. Empero, la influencia estraordinaria i benéfi- ca de la madre en el niño i el joven debe hacerse sentir tam- bién hasta el fin de la educación. En la escuela pública, niños i niñas pueden muí bien ser instruidos juntamente: 1.° porque la diferencia psicológica de ellos no es todavía tan grande, i 2.° porque la escuela pública tiene que proporcionar solo la cultura necesaria a todos los hombres. Una separación absoluta de los sexos puede tener hasta consecuencias perniciosas. Para los primeros años escolares son mui apropiadas las maestras; para los grados superiores son necesarios los ma- estros. En los grados escolares mas superiores debe tomarse mas en cuenta la diferencia de los sexos. Si bien es verdad que en la escuela pública, por lo jeneral, los niños i niñas han de ser instruidos igualmente, sin embar- go no se les ha de tratar de igual manera; al maestro se reco- mienda mui en especial el cuidado mas grande en la educación de las niñas. Presérvese a la niña cuidadosamente, ante todo, — 288 — de lo inculto, ordinario e impropio, a fin de que su fantasía i ánimo se conserven puros i no sea herida su delicadeza; en la compostura, conducta i lenguaje, demuéstrese decen- cia i tacto i lejos de toda crítica i juego femenino, poco va- ronil; trate a la niña siempre con cariño i dulzura; evite ante ella toda espresion áspera i el castigo corporal; procure man- tener el verdadero respeto i una firme confianza, por medio de lo cual se la podrá guiar con mayor facilidad. FIN HfMf TABLA DE MATERIAS Pájs. Bases del certamen pedagójico de 1893 V Obras premiadas i adoptadas , IX Informes sobre la obra XI E. Martig XX Prólogo ..., XXVII INTRODUCCIÓN § 1. Objeto de la Psicolojía 3 § 2. Fuentes del conocimiento del alma 6 § 3. El cerebro i los nervios, como órganos de la vida espiritual 8 § 4. Las facultades principales del alma i divi- sión de la Psicolojía 11 — 290 — Pájs. PRIMERA PARTE El conocimiento § 5. Sensación i percepción. A Ejemplos i discusión 17 B. Resumen , 22 C. Aplicación a la educación 26 § 6. Ilusión i alucinación. A. Ejemplos i discusión 27 B. Resumen 28 C. Aplicación a la educación 28 § 7. Costumbre de sentir. Embotamiento i sen- sibilidad. A. Ejemplos i discusión 29 B. Resumen 30 C. Aplicación a la educación 30 § 8. La intuición. A. Ejemplos i discusión 31 B. Resumen 36 C. Aplicación a la educación 37 § 9. Las representaciones; sus relaciones i sus especies. A. Ejemplos i tratamiento 40 B. Resumen 46 C. Aplicación a la educación , 47 §10. Retroceso i reproducción de las represen- taciones. A. Ejemplos i tratamiento. I. El retroceso de las representaciones del conocimiento 48 — 291 — Pájs. II. Reproducción de las representaciones. 1. Procedencia i definición 49 2. La asociación 52 3. Especies de reproducción 57 4. Condiciones de una fácil reproducción... 58 5. Importancia de la reproducción para la vidadel espíritu.... 60 B. Resumen. I. Retroceso de las reproducciones de la me- moria •• 63 II. La reproducción. 1. Definición i orijen de la reproducción... 63 2. La asociación 64 3. Especies de reproducción 64 4. Condiciones de una fácil reproducción... 64 5. Importancia de la reproducción 65 C. Aplicación a la educación . 65 §11. La memoria. A. Ejemplos i tratamiento. 1. Definición de la memoria 68 2. Condiciones de la memoria 69 3. Impresión de la memoria 69 4. Desarrollo de la memoria 73 5. Importancia de la memoria 74 B. Resumen. 1. Definición 76 2. Condiciones de una buena memoria 76 3. Impregnación de la memoria 76 4. Desarrollo de la memoria 77 5. Importancia 77 C. Aplicación a la educación. 292 — Pájs. 1. Con relación al tiempo...... ........ .... 77 2. Con relación a la medida o cantidad. ... 78 3. Con respecto a la materia memorativa.. 78 4. Con relación a la especie de impresión.. 78 5. La repetición................ 79 § 12. La fantasía. A. Ejemplos i discusión. 1. Procedencia i definición de las imájenes de la fantasía.. , .. 79 2. Materia i forma de las imájenes de la fantasía ,..«., . .. 81 3. Diversidad de la fantasía ., 83 4. Influencias de la fantasía en la vida del espíritu 85 B. Resumen. 1. Oríjen i definición de las imájenes de la fansía, ............ , .,.. 87 2. Materia i forma de la fantasía 88 3. Diversidad de la fantasía.... ,88 4. Influencia en la vida total del espíritu. 89 0. Aplicación a la educación. 1. La fuerza (esterior i moral) en todo aquello que pudiera herir alojo i al oido t del niño ■. 89 2. El juego con objetos con otros niños 90 3. Las materias apropiadas a la enseñanza 90 § 13. El Concepto. A. Ejemplosi discusión. 1. Oríjen i definición del concepto ... 92 2. Contenido i estension del. concepto.......»" 94 — 293 — Paja. 3. Especies de conceptos (según su esten- sion) 95 4. División o determinación de la estension 96 5. Esplicacion del concepto o definición.... 97 B. Resumen. 1. O ríjen i definición del concepto 98 2. Contenido i estension del concepto 98 3. Especies 98 4. La estension de u.u concepto es determi- nada por la división 99 5. La esplicacion de un concepto o la defi- nición determina su contenido 99 O. Aplicación a ía educación 99 §14. El juicio. A. Ejemplos i discusión. 1. Oríjen i definición del juicio 101 2. Los miembros i la espresion idiomática del juicio 101 3. Especies de juicios 102 B. Resumen. 1. Oríjen i definición del juicio 102 2. Los miembros i la espresion idiomática del juicio. .o 103 3. Las especies del juicio , 103 O. Aplicación a la educación. 1. El niño ha de ser impulsado i dirijido a juzgar, a formar juicios 103 2. Se ha de guiar al niño a la espontaneidad o independencia en los juicios 103 3. Procedimiento 104 4. Modo de espresar los juicios , 104 PSICOLOJÍA 34 — 294 — Pájs. § 15. La conclusión. A. Ejemplos i discusión. 1. Oríjen i definición de la conclusión 105 2. Especies de conclusiones ,.-..» 106 3. Importancia de la conclusión 111 B. Resumen. 1. Procedencia i definición de la conclusión 111 2. Especies de conclusiones , 112 3. Importancia de la conclusión.., 113 O. Aplicación a la educación 113 § 16. Inteligencia i razón. 1. Definición de intelijencia i razón 114 2. Importancia de la intelijencia i de la razón 114 B. Resumen. 1. Definición de la intelijencia i razón (con- cepto e idea) 117 2. Importancia de la intelijencia i de la razón para la vida . espiritual 117 G. Aplicación a la educación .... 118 § 17. El interés i la apercepción. A. Ejemplos i discusión. 1. Definición i procedencia del interés.... 120 2. Importancia del interés 121 3. La apercepción 122 4. Importancia de la apercepción 122 B. Resumen 124 G. Aplicación a Ja educación 125 § 18. La atención. A. Ejemplos i tratamiento. 1. Procedimiento i definición de la atención 126 2. Importancia de la atención 131 — 295 — Pájs. B. Resumen. 1. Procedencia i defiuicion 132 2. Importancia 134 (J. Aplicación a la educación. I. Buena instrucción 134 II. Buen orden i disciplina 136 § 19. Ojeada retrospectiva del desarrollo de la vida del conocimiento. A. Ejemplos i discusión 137 B. Resumen 138 C. Aplicación a la educación 139 SEGUNDA PARTE El sentimiento (el sentir) § 19. Sentimiento, disposición i ánimo. A. Ejemplos i discusión. 1. Procedencia í definición del sentimiento 143 2. La disposición 148 3. El ánimo 149 4. Importancia de los sentimientos, de las disposiciones i del ánimo 151 B. Resumen 153 C. Aplicación a la educación. I. Fines de la cultura del ánimo 154 II. Factores de la cultura del ánimo 157 § 21. División de los sentimientos. A. Ejemplos i discusión. 1. El tono 158 2. Duración i fuerza de los sentimientos... 160 — 296 — Pájs 3. Los sentimientos, respecto al contenido o causa 162 B. Resumen. 1. Sentimientos agradables o desagrada- bles 162 2. Su división, en cuanto a su duración i fuerza . . 163 3. Su división en cuanto a su causa 163 C. Aplicación a la educación 163 § 22. Los sentimientos sensitivos. A. Ejemplos i discusión.... 164 B. Resumen , 165 C. Aplicación a la educación. 1. Satisfacción , 165 2. Dominio.... 166 § 23. Los sentimientos estéticos. A. Ejemplos i discusión. 1. Procedencia i definición 168 2. El gusto 167 3. Importancia 168 B. Resumen « 168 C. Aplicación a la educación 168 § 24. Los sentimientos intelectuales. A. Ejemplos i discusión. 1. Procedencia i definición 169 2. Importancia del sentimiento de la verdad 170 B. Resumen. 1. Procedencia i definición 170 2. Importancia 171 C. Aplicación a la educación 171 §25. Los sentimientos morales. — 297 — Pájs. A. Ejemplos i discusión. 1. Procedencia i definición del sentimiento moral 171 2. El acuerdo o conocimiento moral 173 3. La conciencia 173 4. Importancia del sentimiento moral. ... 174 B. Resumen 175 C. Aplicaciou a la educación. 1. El ejemplo < 175 2. La enseñanza 176 3. El tratamiento 176 § 26. El sentimiento relijioso. A. Ejemplos i discusión. 1. Procedencia i definición del sentimiento relijioso 177 2. La importancia del sentimiento relijioso. 177 B. Resumen 177 C. Aplicación a la educación 177 § 27. La simpatía o los sentimientos simpáticos. A. Ejemplos i discusión. 1. Procedencia i definición de la simpatía.. 178 2. Importancia de la simpatía 179 B. Resumen 180 (J. Aplicación a la educación 180 § 28. El sentimiento de la dignidad i del honor. A. Ejemplos i discusión. 1. El sentimiento de la dignidad 181 2. El sentimiento de honor 183 B. Resumen 183 C. Aplicación a la educación 184 — 298 — Pájs. TERCERA PARTE La voluntad (el querer) § 29. Definición, oríjen e importancia de la vo- luntad. A. Ejemplos i discusión. 1. Procedencia i definición de la voluntad.. 189 2. Importancia de la voluntad 195 a) influencia de la voluntad en el conoci- miento ,...,. .... 195 b) Influencia de la voluntad en el senti- miento 196 c) Influencia de la voluntad en las accio- nes 197 B. Resumen i 198 C. Aplicación a la educación... 200 § 30. Reseña de los grados de desarrollo de la voluntad. A. Ejemplos i discusión , 201 B. Resumen 203 I. — La voluntad natukal § 31. El instinto. A. Ejemplos i discusión. 1. Definición i procedencia del instinto. .... 203 2. Satisfacción i reaparición del instinto 204 3. Clases de instintos 204 B. Resumen 208 — 299 — Pájs. C. Aplicación a la educación. 1. El instinto de alimento 209 2. El instinto del juego i la actividad 211 3. El instinto social i de imitación... 212 4. El instinto de la propiedad 213 5. El instinto del saber 214 6. El instinto de propagación 215 § 32. La apetencia. A. Ejemplos i discusión. 1. Procedencia i definición 215 2. Clases de apetencia 217 3. Importancia de la apetencia 218 B. Resumen 219 C. Aplicación a la educación 221 § 33. La inclinación. A. Ejemplos i discusión. 1. Definición de la inclinación 221 2. Cansas de la inclinación 222 3. Importancia.. 223 B. Resumen 225 C. Aplicación a la educación 226 § 34. La pasión. A. Ejemplos i discusión. 1. Definición 227 2. Causas de la pasión 228 3. Influencias de la pasión 228 B. Resumen 229 C. Aplicación a la educación 230 § 35. La voluntad inteligente. A. Ejemplos i discusión. 1. Procedencia i definición 231 — 3 00 — Pájs. 2. Actos de voluntad intelijente 234 3. Ventajas de la voluntad intelijente. .... 237 4. Defectos de la voluntad intelijente 238 B. Resumen , 240 C. Aplicación a la educación 241 § 36. La voluntad racional. A. Ejemplos i discusión. 1. Reconcimiento del ser de la voluntad.... 244 2. Ventajas de la voluntad 247 B. Resumen 218 C. Aplicación a la educación 248 EL CARÁCTER. — Conclusiones sobre la relación DE LAS ACTIVIDADES I EL SER DEL ALMA A. Ejemplos i discusión. 1. Definición.. 254 2. Oríjen de los principios 256 3. La perfección 257 B. Resumen 260 C. Aplicación a la educación ., 260 Conclusiones sobre la relación de las facultades i el ser del alma 262 CUARTA PARTE Las propiedades características de la vida espiritual § 38. — I. La individualidad. A. Ejemplos i discusión 267 }0I — Pajs. B. Resumen , 269 C. Aplicación a la educación 269 II. — El desarrollo espiritual en las diver- sas EDADES § 39. Reseña: la edad llamada «de leche)). A. Ejemplos i discusión. 1. Vida física 270 2. Vida espiritual 271 B. Resumen , 273 C. Aplicación a la educación 273 § 40. La edad de los dientes llamados «de leche». A. Ejemplos i discusión. 1. Desarrollo físico 274 2. Vida espiritual , 274 B. Resumen 276 0. Aplicación a la educación... ... 276 § 41. La edad pueril. A. Ejemplos i discusión. 1. El desarrollo físico 277 2. El desarrollo espiritual 277 B. Resumen... 278 C. Aplicación a la educación 278 § 42. La adolescencia. A. Ejemplos i discusión. 1. El desarrollo físico 279 2. El desarrollo espiritual 279 B. Resumen.. 280 C. Aplicación a la educación 280 Apéndice sobre la edad viril i la vejez 280 PSICOLOJÍA 35 / V- — 302 — . Pájs. éúv y .C-- § 43. Los temperamentos. A. Ejemplos i discusión. 1. Definición i especies 281 2. Importancia de los temperamentos 284 B. Resumen 284 C. Aplicación a la educación 285 § 44. Las diferencias espirituales de los sexos. A. Ejemplos i discusión 285 B. Resumen 287 C. Aplicación a la educación 287