■mm M^^i^. *'-~C..i' m^m^Q'^^h i rÌ>^^ i LMì^^^Ì Em llP^ ^ P^^^ ^^ffiè^A^ii ^mMM.J' ^mùM: àmm»^ srr.., ^Sàf" LI BRARY OF CONGRE SS. [SMITHSONIAN DEPOSII.] =^^-# .Si 4 !^ UNITED STATES OF AMERICA ^^KiW, ,/5/^^^^^^fV-V::, " I^^Aa'^/I^ A'Af^ii iiiPliÉ5^^ ^^ili ll^&L*^#^1s v^-A;^/««('^^; Mn^^nà!^ w'^mmi^m^ 'm-:-r^m^ ^mp^ f^AM ■2^Si'?Ì? ^mk,mi^fi^ A.'^A aaA ^ *, A®4 k'^^Aà&mmSi. £L EJERGITO GRANDE ALIJIDO TENIE]\TE CORONEL D. F. SARIIIENTO, SANTIAGO , IMPRENTA DE JULIO BELIN i Ca. \% *^%%N XX ^ 'S \ \ (DAmwAmA EN DE 3^2) ^^siaa^acaé^ DEL o -r-r-v.->-i^ c\ o TENIENTE CORONEL D. F. SARMIENTO. d^:^ PRTMERA EXTREGA. t:^ IMPRENTA IMP. Y CONST. DE J. VITXENEUVE Y C. 1862, / \ .\ w COPIA DE UNA PRESENTACION ELEVADA A LOS GOBIERNOS DE LAS PR0VINCL4S DE LA CONFEDERACION. i VIVA LA CONFEDERACION ARGENTINA ! Exmo, Senor Gohernador y Capitan General de la \Provincia de La situacion critica a que han Uegado los asuntos publicos de la Confederacion, nos impulsali, Exmo. Senor, a esponer ante S.E. respetuosamente nuestra manera de ver en tan graves nego- cios e indicarla lìnea de conducta que los intereses de la provin- cia que tan dignamente preside , aconsejan , so pena de sacrifi- carlos para siempre, por un culpable egoismo, o por un momen- to de inaccion. Autorizanos a dirigirnos a S. E., oì derecho de peticion, que tiene todo ciudadano, para esponer sus deseos, juicio s, o intereses ante su gobierno ; dereclio que no està abrogado en la Confedera- cion, pues el Encargado de las Relaciones Esteriores, en la nota de 23 de octubre de 1850, dirigida a Sir Henry Southern, encar- gado de Negocios de Su Magestad Britanica, asi lo declara, ne- gandolo a los estrangeros. "En aquella situacion, dice, y bajo estas ;? circunstancias, el ponersus firmas los estrangeros en el memo- ;? rial no implica, ni puede jamas implicar el derecho de peti- ;? cion .... ni la ciudadanìa que solo se adquiere por los medios ?7 legales." Nos dirigirnos en virtud pues, de ese dereclio de peticion j de esa ciudadanìa argentina, a S. E., Gobernador y Capitan General de una de las Provincias Confederadas, en cuyas atribuciones en- tra escuchar los reclamos, esposiciones, y pedimentos de los ciudadanos. Si S. E. cree haberse desprendido de estas facultades inherentes a todo gobierno, al entrar en el pacto federai, supli- camos a S. E. se sirva mostrarnos, cuando, por que, y corno, se desprendió de tales facultades. Sugeto S. E., ala legislatura de su provincia, no ha podido dar paso tan avanzado,sin unaleyque lo autorizea elio; y està ley debe estar registrada en el resjistro oficial de su provincia. Resulta de estas simples consideraciones que nosotros tenemos el derecho de pedir, y S. E. la obligacion de escucharnos; y si hemos preferido emitir porlaprensanuestros juicios, esparapre- cavernos de que el papel que los contuviese manuscritos fuese a estraviarse desatendido en algun rincon de las oficinas de gobier- no, corno suele suceder. Tambien hemos que rido hacer que cono- ciendo su contenido todos sus gobernados, juzguen ellos de los principios que gmian su administracion , y de los fines a donde S. E. la dirige. En las circunstancias graves en que nos hallamos, el interes personal de un gobernante, el egoismo o una culpable complicidad, pueden acarrear a una o a todas las provincias , males de tal trascendencia, que nadie podrà reparar jamàs, yes bueno quelahistoria, la posteridad, y los pueblos, victimascle ta- maiias desgracias, sepan a quien achacài*selas. Es preciso que cada uno responda de sus actos, y se eche franca y desembozada- mente sobre sì las consecuencias. Puede llegar un momento en que la conducta de cada ciudadano sea sometida a juicio, y S. E., si hu- biese obrado por otros motivos que los que las leyes y la justicia admiten para atenuar las faltas, tendria que responder a cargos mas serios que otro cualquiera. Habra precedido, o seguirà inmediatamente a la presentacion de està nuestra peticion, la declaracion solemne becha por el General Urquiza, General en gefe de uno de los egércitos de la Confedera- cion, y en virtud de su caracter de Gobernador y Capitan Gene- ral de la benemerita Provincia de Entre-Rios, pidiendo que se convoque el Soberano Congreso , cuya convocacion es la base del pacto federai ; para que constituya definitivamente el pais bajo el sistema federai, y resuelva la cuestion de la navegacion de los rios, incluida entre las atribuciones del Congreso, que el mis- mo pacto litoral reconoce. El acto del Exmo. Sr. Gobernador de Entre-Rios no es pues un acto de rebelion centra ninguna autoridad legitima, sino el uso de un derecho , y el cumplimiento de un pacto. Si S. E. cree que en la autorizacion especial dada en 1837 al Encargado de las Relaciones Exteriores, con motivo de la guerra contra el tyrano Santa Cruz, fué abrogado el pacto federai, y las provincias renunciaron al derecho que por él se reservaron de con- vocar el Congreso, S. E. no negarà que habiendose celebrado originariamente dicho pacto entre los gobiernos de Buenos- Ayres, — 3 — Santa-Fé y Entre-Rios , el general Urquiza, Gobernador actual de està provincia, tiene el derecho de pedir el cumplimiento de Io estipulado , o de revocar cualquiera disposicion temporaria qiie lo bava retardado. Pero, del texto de la ley que autorizó el Encargado de las Re- laciones Exteriores en 1837, para asumir en su persona *'las atri- y> buciones y facultades de la Comision Representativa de los go- ;? biernos litorales de la Repùblica Argentina conferidas por los ;? tratados de la liga litoral," resulta que esa autorizacion ha ca- ducado hace largo tiempo. Por el artìculo 5.° de la ley de 26 de junio de 1837 de la Honorable Junta de Representantes de la Provincia de San- Juan, se estatuye que — i^Las atribuciones y ;; facultades conferidas por los artìculos anteriores al Exmo. Go- ;• bierno de Buenos- Ayres duraràn y tendràn vigor y fuerza de ley ;7 en la Provincia , basta que termine el tiempo por el cual està ;? electo Gobernador de Buenos-Ayres el Exmo. Sr. Brigadier ;5 General Ilustre Restaurador de las Leyes D. Juan Manuel de ;? RosAS , o basta que en virtud del artìculo anteiior se liaya ;? reunido la Nacion en Congreso general." El tiempo por el cual estaba electo en 1837 , Gobernador de Buenos- Ayres el Exmo. Sr. Brigadier general Ilustre Restau- rador de las Leyes D. Juan Manuel de Rosas , que es el limite puesto a la autorizacion tomporaria , lo fijó la ley de la Hono- rable Legislatura de la Provincia de Buenos- Ayres, acincoanos contados desde el 7 de Marzo de 1835, p3r el artìculo l.*' asi concebido. ^'Queda nombrado Gobernador i Capitan general de :>•) la Provincia, por el termino de ciuco anos, el Brigadier general ;? D. Juan Manuel de Rosas." Este termino feneció el 7 de marzo de 1840 , poco despuss del asesinato del Presidente de la junta de Representantes , salvage Unitario Vicente Maza. I^a Honorable junta de Representantes reeligió por cinco aiios mas al Brigadier general D. Juan Manuel de Rosas; pero las provincias no le encargaron de nuevo el suplantar a la Comision Representativa de los gobiernos ; pues es condicion necesaria de la prolongacion de un poder limitado, declaracion espresa y ter- minante, sin que ni pràctica , ni uso ni abuso puedan prescribir estos términos. Si se repiti ó està autorizacion nueva lieclia en 1840, basta 1845, debe liaber etra para el tercer perìodo de 1845 a 1850, y ùlti- mamente la que la junta de Representantes de la Provincia que S. E. preside ha dado en el ano de 1851 para el cuarto perìo- (lo de cinco aiios a que ha sido nombrado Gobernador y Capitari general de la Provincia de Buenos- Ayres el Brigadier generai D, Juan Manuel de Rosas^ Si està ley no ha sido dictada arni en la provincia de su mandoy ìas prescripciones del pacto federai estàn en todosu vigor y fuer- za; y si por la principal de ellas, que era la ci'eadon de una Comi- sion Representati va de los Gobiern(^ , no* està reunidaen Santa- Fé , pam convocar el CongTeso v el derecho del general Urqui- za, representante de una de la^ altas partes contratantes en el pacto federai^ y el d.e todos los gobiernos confederados qaie adhi- rieron a diclio pacto, es perfecto e incuestionable para pedir la reunion del Congreso, segun los anteiiores tratàdos , y a falta de la susodiclm Comision, que no tuvo efecto» i\nte& paes que la H. Junta de Representantes de la provin- cia de su mando , conceda al Gobeimador de Buenos-Ayres paw ra el cuarto quinquenio del Exino. Sr, Brigadier General D. Juan Manuel de Rosas las facultades y atribueiones de la Co- mision establecida por el pacto federa], permitàsenos exponer los intereses vitales que harian fatai, indiscreta, y aun culpable dicha autorizacion (liablo debidanicnte)^ Desde 1837 basta 1851 , no se ha insiniiado' siquiera la idea de convocar el Congi*eso , ùnica autoridad que puede aiTeglar los- intereses tan descuidados liasta boy de la Confederacion. Los go- biernos de las provincias, absorvidos por otras atenciones, y con- na,ndo en que el de Bu«nos-Ayres lo harm, no han dado pasof ninguno a este respecto. El de Buenos-Ayres a su vez, agovia- do de ocupaciones de emiiiencia nacional, no ha podido fìjar su- atencion en la necesidad de que cesase este estado de desarden en que la Repiiblica yace sumida desde 1810, en que proclamò su gloriosa independencia , con escandalo de todas las otras re-^ pùblicas bermanas, que ven ala que estu.vieron habituadas a mi-- rar comò una de las primeras, sin conslituirse aim, y sin estar le- gitimamente representada en Congreso, por los diputados de cada proAància; y lo que pudiera tolerarse en uxta monarquia absoluta» y aun e a una Repùblica unitaria, si talcosa fuese eompatible con el nombre de Repùblica, es un absurdo monstruoso y nunca visto en una fedei*acion, cuyo gobierno se compane de estadosli- bres, unidos entre sì por una representacion de cada una de ellosj, en una Asamblea deliberante, El Exm®. Sr. Gobernador y Capitan Gen-eral del Entre-Rios se propone llenar este vacio vergonzoso , invitando a la reunionr eie una Convencion preli minar que arregle los graves asuntos pen- — 5 — diente^ , o un Congreso Constitiiyerite o legislativo, segiin sea la voluiitad de las provincias , y la emergencia del caso lo reqiiierao El gobernador de Buenos- A yres propenderà naturalmente a estorbar este designio, por las razones siguieutes : 1.*^ porque egerce una autoridad sin lìmite sobre su provincia ^ y una tutela absoluta sobre las demas» 2.^ Porque si el Congreso se reune, el Encargo de las Rela- ciones Exteriores caduca, y su poder y su importancia personal se disminuyen. 3". Porque debiendo el Congreso, segun el pacto federai y las atribuciones inalienables de todo Congreso Soberano, "arreglar ;7 la administracion general del pais bajo el sistema federai, su ;? comsrcio interior y exterior , su navegacion , el cobro y distri- ;? bucion de las rentas generales," y teniendo él en su poder es- tas atribuciones , no querrà desprenderse de ellas en benefìcio de la Confederacion en general. 4°. Porque siendo Gobernador del puerto ùnico de la Confe- deracion, no desearà que se habiliten otros- puertos , para que otras provincias tengan los mismos medios de enriquecerse. 5**. Porque posej^endo la unica Aduana que produce rentas , no consentirà gustoso , en que esas rentas se distribuyan ni co- bren por otro que él mismo. Estas son causas , que a iiadie se ocultan, ni el mismo Gober- nador de Buenos- Ayres, Exmo Brigadier D. Juan Manuel de Rosas, se atreveria a poner en duda; porque el modo de desva- necerlas , seria dejar que se reuna el Congreso, en lugar en que es- té libre de toda influencia contraria a estos propósitos. El Exmo Sr. Gobernador de Eatre-Rios, por el contrario, tiene interes en que se convoque el Congreso : 1°. Porque desearia depender de una autoridad constituida y reglada , bajo el imperio de una Constitucion, y no de la vo- luntad sin trabas ni responsabilidad de otro Gobernador igual a él , que pu.ede sin embargo declararlo salvage unitario , traidor , y tratarlo corno a tal. 2°. Porque si el Congreso se renne , se acabaràn por fin esos encargados, que hacen la paz o la guerra y mantienen durante^ veinte anos ya el desórden en el interior , la Republica inconsti- tuida , y las relaciones exteriores complicadas en desavenencias desastrosas. 3**. Porque siendo gefe de una provincia litoral, desea natu- ralmente que el Congreso ari'egle la navegacion de los rios, y que su provincia tenga las luismas ventajas comerciales que la — 6 — ciudad de Buenos-Ayres, para tener su parte '^en el cobro y la dis- tribucion de las rentas generales." El interés del General Urqiiiza es el mismo quetienen todos los Gobernadores de las provineias, y las provineias mismas; pues nadie mejor que ellas debe saber lo qiie les conviene a este respecto , y lo que manifesta ri an si es- tuviesen reunidas "en Congreso soberano, y no sugetas a la dis- crecion de quien tiene interés en privarles de estas vcntajas. Estas razones lian militado siempre en favor de la reunion de un Congreso 5 pero son de tal urgencia en este momento supremo, que de no hacerse enei acto, la Repùblica quedarà para siempre a merced del poderoso gobierno de Buenos-Ayres. Es preciso decir la verdad por entero , a fin de que nadie se en- gaiie. La època designada por el pacto federai para la convoca- cion del Congreso, fué "cuando las provineias estuviesenen piena libertad y tranquilidad." La tranquilidad de la Confederacion es de pùblico y notorio, y para negar S. E. que goza de libertad la de su mando, debe confesar que S. E. la tyraniza, porque lo uno implica lo otro. Las provineias estan uniformes en la adhesion al sistema fede- rai , segun consta de todas las declaraciones uniformes de los go- biernos; y si liubiesen aun, que no bay, salvages unitarios, su exis- tencia seria una acusacion y un reprocbe contra S. E., pues habria mentido toda vez que lia suscrito el lema de la Confederacion : "mueran los salvages unitarios." Sea de elio lo que fuere, intere- ses comunes ligan boy a toda la familia. argentina en un solo de- sco — salir del estado de postracion y de desórden en que se en- cuentra; pueblos y gobernantes corren los mismos peligros, y estàn amenazados de iguales calamidades. Es este el momento de convocar el Congreso, porque boy se presenta un gefe poderoso de la Confederacion , colocado en una situacion ventajosa, con un gran prestigio adquirido en combates gloriosos, y con un egército aguerrido con el cual puedaen caso necesario liacer respetar los derecbos de las provineias , si algun gobernante quisiere atropellarlos. Este es el momento de convocar el Congreso, porque bai en apoyo del Genei-al Urquiza el estado del Paraguay, virgen aun en recursos y en bombres, que tiene los mismos intereses de comercio y de navegacion que las provineias litorales, y està amenazado de ser agregado por la fuerza a la Confederacion , sin darle la ga- rantfa de un Congreso en que esté debidamente representado, y por la legislatura de la provincia, que niega a las otras su parte enla navegacion, y en la distribucion de las rentas, que solo co- bra la Aduana de Buenos- Avres. Este es el momento de convocar el Congreso, porque el go- bernador, qiie tiene interes de poder personal , de rentas , en es- torbarlo , està, enredado en giierras con el Brasil, que tiene un esercito de observacion de 20,000 hombres sobre la frontera, con Montevideo, que resiste hace ocho aiios a su poder , y le ocupa otro egército; con el Paraguay, que tiene 16,000 hombres sobre las armas hace cuatro aiios , y con la Francia, que aun no ha re- eonocido el tratado Lepredour. Este es el momento de convocar el Congreso, porque si el go- bernador de Buenos- Ayres logra desembarazarse de las dificulta- des que él mismo se ha creado sin participacion de las provin- cias, esas rentas de la aduana que ascienden a mas de cuatro mi- llones de duros al ano las emplearà en vencer toda resistencia de las provincias pobres y sin recursos, precisamente porque él tie- ne todos los de la Repùblica ; y que a medida que mas tiempo pase, mas se aumentaràn las rentas, y mayor sera la pobreza de las provincias. Es este el momento de convocar el Congreso , porque el Go- bernador de Buenos- Ayres ha hecho nueva renuncia del Gobier- no , lo que, conocida su manera constante de proceder, muestra que va a hacer un nuevo avance , a pedir mas poderes , mas atribuciones , o cambiar la forma de Gobierno. ^Quién nos res- ponde que despues de 20 aiios de poder absoluto , lleno de ri- quezas inmensas , y en la edad en que se desenvuelve mas y mas la ambicion de los hombres , no quiera declararse o hacerse de- clarar no ya gobernador de Buenos- Ayres de por vida , pues por dos veces ha manifestado que no quiere gobernar personalmente su provincia, sino soberano, presidente vitalicio de la repùblica? ^Qué le falta para ser rey? El titulo , pues tiene mas poderes que todos los reyes de la tierra , una Corte organizada en Palermo , millones para sostener el decoro de la corona , aunque no use esa vana insignia , ni tome el nombre de tal. ^Pero cuàl seria el oprobio de la Confederacion Argentina, si en lugar de un Con- greso deliberante, leyes y gobierno electivo, cada cuatro aiios, sin reeleccion, sino por una sola vez, corno la Federacìon Noi-- te Americana, presentase al fin la vergiienza de un Estado go- bernado por un régulo de por vida , que testase el gobierno en favor de su hija , y que no diese al paisotraley que su capricho? La Repùblica Argentina, que pasco su pabellon victorioso por los campos (ìe Chacabuco, Maypù, Ayacucho y Junin, y don- de sobre las huellas y la sangre de sus hìjos se levantaron re- pùblicas libres boy, florecientes a la sombra de sus Congresos, Constitucioncs y leyes fundamentales! — 8 — Pero si este riezgo, que creemos inminente, fuese quimérìco o remoto, noloeselque dejando solo al General Urquiza en su empresa , sea vencido no por el valor , sino por las mayores sumas de dinero de que a la larga podrà disponer el Gobierno de Buenos- Ayres , perdiendo asi las provincias por apatia, igno- rancia , o perversidad de sus gobernantes , la ocasion segura de revindicar sus dereclios usurpados, sacrificando al defensor he- róico que la Providencia les envia , y la causa misma que de- fiende; porque si el General Urquiza es vencido, el vencedor se queda con la autoridad que in viste y no abandonarà jamas las rentas de la Aduana que constituyen su riqueza, su fuerza y su poder , y las Provincias no veràn jamas ni Congreso , ni Cons- titucion , ni Puertos suyos accesibles al comercio. Tiemble S. E., tiemblen las Provincias todas si tal sucede. El tiempo que cura muclios males , agrava otros , y los hace para siempre o por siglos incurables! Pero temblando de las consecuencias , apliquemos con mano firme el antìdoto al mal, allora que aun es tiempo'. Mostrémonos hombres, cnidadanos y argentinos. Nuestras desavenencias pasa- das nos lian traido este cùmulo de males: ya estàn olvidadas. En 1851 todos los argentinos saben lo que necesitan, lo que de- sean , lo que quieren. ^Quién no qiiiere que se arregle la navegacion y el «'(Marcio interior y exterior? Que lo diga. Quién no quiere que haya Congreso Nacional en que se deli- bere libremente sobre los intereses de todos? Que lo diga. Quién no quiere que se provea al cobro y a la distribucion de las rentas generales? Que lo diga. Quién no quiere acostarse tranquilo en su cama sabiendo que bay una Constitucion que le define sus dereclios y sus deberes, sin estar espuesto a ser perseguido, desterrado, y aun asesinado, sin forma de proceso, sin defensaysin sentencia conforme a una ley conocida? Que lo diga. No : Todos estamos de acuerdo : los intereses son los Tmismos; en Salta, en el Entre-Rios o en Meiidoza ; lo que falta es union, inteligencia, y acuerdo de todos para marcliar a una. Nadie trai- cionarà a su provincia, porque nadie tiene interes en elio. No se trata de revoluciones, sino de medidas legales. No liay enemigo contra quien combatir. No se trata de dar ba- tallas, solo se necesita una ley, un decreto, un simple acto de voluntad. ^En virtudde qué titulo egerce el Gobernador de Buenos- A y- — 9 — res, la autorìdad suprema qiie inviste? En virtud de la autoriza- cion que le han dado las legislaturas de las provincias. Retiren esa autori zacion prò visoria, las legislaturas y todo estarà termi- nado, en un dia, j sin derramar una gota de sangre. Lo que cada legislatura provincial tiene que hacer es decre- tar que : "En uso de la soberania ordinaria y estraordinaria que invis- te ha acordado con valor y fuerza de ley lo siguiente : Art. 1.° Queda derogada la ley de 20 de Octubre de 1827 (o la que corresponde a esa feclia). Art. 2.° Ha cesado de regir en la provincia la ley de 23 de Octubre de 1837. Art. 3.0 Para los fines que no llenaron ambas disposiciones legislativas, procedàse a elegir diputados por la piovincia, para formar el Congreso nacional , en el nùmero y en la forma que se ha practicado en iguales casos. Art. 4.° No ofreciendo seguridad ni la necesaria indepen- dencia la provincia de Santa-Fé , locai designado para la reunion del Congreso, por estar ocupada por fuerzas de Buenos- Ayres, reunanse los diputados en la Bajada del Entre-Rios. Art. 5.° Las atribuciones del Congreso son las mismas que es- presa el pacto federai, art. 16, acordadas a la Comision represen- tativa de los gobiernos de las provincias litorales de la Repùblica Argentina.;? Art. 6.° Queda sin efecto el ti'atado definitivo de alianza ofen- siva y defensiva celebrado entre las provincias litorales de Santa- Fe , Buenos- Ayres y Entre-Rios, en virtud de la Convocacion del Congreso Soberano , cuya ausencia se proponia suplir. Art. 7.^ El Poder Egecutivo de la Provincia bara saber ofi- cialmente està resolucion a todas las otras provincias liermanas confederadas. Art. 8.^ El Poder Egecutivo procederà a convocar dentro del tercero dia al pueblo a nombrar los Diputados; y electos que sean lesdarà instrucciones , en consonancia con el espirituy obgeto de la presente ley. Art. 9.° Autorizase al Poder Egecutivo para disponer de los fondos necesarios, para anticipar seis meses de viàtico. Art. 10. Para dar a està ley toda la estension que su obgeto nacional demanda, habrà desde el momento de su publicacion amnistia general por causas politicas. Art. 11. Declarase la Junta de Representantes en permanen- cia , basta que las disposiciones de la presente ley sean egecutadas. — 1) — Art. 11. Queda derogada toda faciiltad estraordinaria que no resida en la sala de liepresentantes. Art. 12. Comuniqiiese al Poder Ejecutivo para los fines que convenga. Las conseciiencìas inmediatas de està ley son : 1.° Que retirado el encargo de las relacioncs esteriores liecho al Gobernador de Buenos- Ayres por las legislaturas provincia- les, los Agentes Europeos y Amerìcanos, dejan de entenderse con él , por no tener caràcter ninguno nacional. Las guerras exte- riores cesan. 2.** Pero comò con retirar el encargo, no se ha satisfecho a ninguna de las potencias contendientes, sobre los motivos de de- savenencia y las reclamacìones pendientes, cada una se conserva en statu quo, basta que baya autoridad competente que las di- rima. 3.^ Si retira sus egércitos para castigar a los que le retiran el encargo , en uso de la misma soberania con que se lo otorgaron, el Uruguay, el Brasil, y el Paraguay libres de sus amenazas, se convierten en aliados nuestros, y el General Urquiza avanza sobre Buenos- Ayres a acabar con la causa ùnica de tanta ini- quidad. 4.0 Como la autoridad de un Congreso soberano no puede ser puesta en duda por potencia ninguna , por preferir la de un en- eargado provisorio , los agentes diplomàticos se acercarian al Congreso o a los encargados que él nombrase para la terminacion de las diferencias , reservàndose ratificar la paz , los tratados o la guei ra si fuere necesario continuarla. 5.^ Como el objeto de la convocacion del Congreso , es entre otros, "el cobro j distribucion de las rentas, y la libre navegacion de los rios," siel Gobernador de Buenos-Ayres se alzase contra el soberano Congreso, o se negase a enviar diputados, el Congreso arreglaria la navegacion de los Rios, estableciendo aduanas en Santa-Fé, Entre-Uios, Corrientes, etc, y el egoismo del recalci- trante quedaria burlado, castigado y reducidoa la impotencia, a no ser que armase sus egércitos en vandalos, o en piratas de tie- rra , que las leyes ordinarias saben castigar debidamente. 6-® Como las guerras exteriores son invasiones, provocaciones yagravios beclios porci encargado, bastarla el solo desco de ale- jarlas, para restablecer la buena liarmonìa ; ))ues nosotros no nos quejamos del Paraguay que nos quiera incorporar por fuerza a su territorio, ni los Egércitos del Uruguay sitian a Buenos-Ayres, ni el Brasil ha retirado sus enviados j, ni hemos enviado los nues- — 11 — tros a Francia veinte veces sin ob tener resultado. Es el Encar- gado qiùen ha sido el agresor, salvo quizà el caso de la Francia. Convocado el Congreso, la Confederacion Arjentina entra en las vias constitucionales de que la han estraviado las concesiones qiie paulatinamente le han ido arrancando a las lejislaturas,y se coloca naturalmente en el rango que le corresponde entre las de- mas Republicas he rmanas. He aquf, Exmo Seiior, la situacion de la Confederacion en la dura coyuntura en que se la ha colocado de obtar entre la continuacion indefinida y ruinosa del poder confiado provisoria- mente al Gobernador de Buenos- Ayres , o de recuperar por los medios constitucionales y legìtimos sus derechos y su soberania. No es nuestro ànimo dictar leyes , e imponer nuestra débil e ine- ficaz voluntad a los Gobiernos i a los Pueblos. Pueden adoptarse otros diversos temperamentos para llegar con mejor acuerdo al fin deseado. Puede convocar S. E. al pueblo a Cabildo abierto, comò fué la pràctica de nuestros mayores para estos casos ; pue- den enviarse al Entre Rios, Comisionados Gubernativos , Ofìcia- les u Oficiosos corno lo establecia el pacto litoral y està en las atribuciones ordinarias del Egecutivo hacerlo. Hemos querido mostrar la forma mas conveniente a las circunstancias, ménos es- puesta a errores y mas conforme con las instituciones vigente?. El Congreso, para que ejerza autoridad moral sobre los pueblos, debe estai' revestido de todos los prestijios de legalidad, dignidad, moralidad, y popularidad que constituyen su fuerza. Teniendo que tratar cuestiones tan elevadas, y en presencia de tantas Na- ciones Europeas y Americanas cuyos ojos estàn fìjos sobre la Con- federacion Argentina, ha de componerse de hombres de luces, de renombre, en su Provincia y en las otras, i capaces de con- servar ilesa la dignidad augusta de la Republica y la Soberanfa del Congreso. Sobrecoge y agovia el ànimo la gravedad de las materias en que tiene de entender el Congreso, despues de despejar el hori- zonte de todas esas interminables cuesttiones con las naciones extrangeras o los Estados vecinos. Arreglo de las relaciones con el Paraguay — Supresion de las Aduanas interiores que aniqui- lan el comercio, y creacion de un nuevo sistema general en las fronteras y puertos. — Destinacion de las rentas nacionales a ob- getos comunes. — Constitucion del poder general con arreglo a las necesidades del pays, y a sus usos y costumbres. — Organiza- cion del Poder Judicial. — Provision de medios de seguridad or- denados contra los Salvages — apertura y reparacion de caminos — — 12 — establecimientos de Correos, &c.. &c. Necesitase para esto cono- ciniiento profundo de la Geografìa de todas las ProTÌncias, sus intereses, siis industrias, y los obstàciilos con qiieluchan — estiidio de las leyes qiie nos rigen y de las demas Naciones para aprovecliar de los consejos de la esperiencia, y de los pro- gresos de las liices. Todo esto no se hallarà jamas reunido en un solo liombre , pero existe siempre mas o ménos desenvuelto en un Congreso , compuesto de todos los liombres notables de un pays, por sus luces , por sus estudios , y su buena voluntad. Resulta de la discusion, del exàmen de los heclios, de la opo- sicion mismade los intereses y de las opiniones, y el bien se pro- duce al fin, yelpays marcha de mejora en mejora. Todo esto lo obtcndremos, comò lo lian obtenido Estados ménos adelantados, porque los males se prolongani se liacen invetera dos, no por es- casez de liombres sino por falta de instituciones que con solo exis- tir liacen desaparecer los males, ^Cómo es posible ni prudente imaginar que el Gobernador de Buenos-Ayres estudie los medios de desenvolver la industria de la azucar en Salta, en Jujuy por egemplo? ^Qué le importa a él ese asunto? iQué le va en elio? No se alar me S. E., si liecliando la vista en torno no encuen- tm estos proceres de la Repùblica Argentina, que no tiene que. avergonzarse ante ninguna otra de Sud America, en materia de hombres competentes. Tiénenlos mas o ménos todas las provin- cias y basta dejar a los electores en piena libertad, sin prescri- birles tal o cual individuo, ni escluir a este o a el otro, para que se renna uno de los Congresos mas espectables que nuestra Ame- rica pueda ofrecer. Nile acongoje tampoco, Exmo. Seiior, que dado caso que se quiera llevar a efecto el pensamiento que boy preocupa todos los ànimos , la publicidad dada por este escrito sea un obstàculo para llevarlo a cabo. Sin duda que el misterio, la intriga, el disimulo, convienen sobremanera, para combatir a un enemi- go poderoso , para sorprender su vigilancia y tomarlo despreve- nido. En el caso presente no està ehi el verdadero peligro. Lo que constituye la debilidad de trece provincias en presencia de un solo hombre , es que esas trece provincias no se entienden entre si, no estan convenidas en los medios de realizar lo mismo que desean, y se recatan las unas de las otras por la desconfianza, que el miedo de no ser seguridado inspira. La inferioridad viene de que los gobernantes contribuyen por todos sus medios a ocul- tar a su pueblo el verdadero estado de las cosas, sus temores, y sus deseos, con lo que concluyen con mantenerse en la inaccion — 13 — en circunstancias que no clan espera, corno la presente. Afortil- nadamente en este momento liay una idea clara para todos— con- vocar el Congreso : un interes commi, — arreglar el comercio in- terior y esterior, por agua o por tierra : un apoyo armado, — el General Urquiza : un obstàculo temible, — el Gobernador de Buenos- Ayres : un medio legai de entrar en el goce de sus dere- clios, — retirarle el encargo : un remedio al mal, — una ley que provea a todo : un momento crìtico sin manana, — el presente. Esa ley es pues la que proponemos, la que se adoptarà en todas partes, la que satisface a todas las exigencias, la que concilia to- dos4ós intereses, y allana todas las dificultades. Sus disposicio- nes corno su obgeto estàn en todos los ànimbs, en el de S. E., corno en el de sus gobernados. Preciso es que la vean y comenten todos, corno los motivosen que se funda, porque a todos incum- be. El piiblico debe conocerla para ver que es lo que hace S. E. en tan critica posicion y para que no se la guarde si S. E. solo lo sabe , o haga otra cosa peor que es mandarsela al ùnico a quien convendria ocultàrsela para ponerse a cubierto de sus asechan- zas. Pero tambien conviene que él la vea y medite ; para que abandone sus proyectos de domitiacion y de despotismo absolutoa Sabemos que no quiere Congreso, ni dejar el Encargo, y sì, disDO- ner de las rcntas a su antojo, hacer paseos magnificos en su casa, y monopolizar los puertos para ser él solo rico y poderoso. Pero sabemos tambien, que el General Urquiza quiere precisamente lo contrario, y que està resuelto a salvar la Republica, simple- mente por la necesidad de salvaree él mismo; pues el odio del Gobernador de Buenos- Ayres no es ya un misterio, odio mui correspondido por su antagonista, comò S. E„ lo sabe. ^Qué liarà Rosas? ^mandar a sablear a los pueblos? ;,Con que Egérci- tos? Y si los tiene disponibles, qu« rompa el fuego , que princi- pie él ; que emprenda una quinta guerra, a mas de las cuatro que tiene sobre mano. Napoleon, que habia visto el liumo de la pól- vora mas de cerca que el Brigadier General D. Juan Manuel de Rosas, decìa que lo habia perdido el grave error de empren- der dos a un tiempo, una de ellas a su retaguardia. Està pues, descorrido el velo. Allora cada uno tome el partido que quiera. ^Defenderà S. E., que solo el Gobernador de Buenos- Àyres debe tener puertos a su disposicion, cuatro miltones de ren- tas, ejércitos, y poder, y que S. E. y su provincia deba ser pobre, pobrìsima ahora y peor en lo sucesivo ? ^Sostendrà que es mejor que lo mande ahorcar Rosas un dia, y que es malìsimo y perjudi- eial que haya un Congreso donde S, E., corno su provincia esté de- — 14 — bidamente representado, y piieda Imcer prevalecer sus ideas, sus intereses y su influencia? ^Entreel que pidelo que S. E. desea y necesita, y el que lo niega todo , y se lo guarda para si esclusi- vamente , escojerà el ultimo para aumentar el cùmulo de absur- dos inconcebibles de que hai sobrados ejemplos en nuestra ver- gonzosa liistoria? Sobre todo, Exmo. Senor, no se empene en hacer prevalecer su opinion o su modo de ver en cuestion tan grave, sufocandola opinion y el sentir de sus gobernados, a pretesto de autoridad, de órden, de prudencia, de diplomacia, de buen manejo, de politica y de otras palabras que en este caso no tienen sentido. Lo que puede parecerle una opinion , puede no ser mas que egoismo, su prudencia miedo liabitual; miéntras que dejando que el pueblo de su mando delibere libremente , si yerra, él lo pa- garà , y las consecuencias recaeràn sobre él. La libertad concedi- daenun momento decisivo, aborra responsabilidades, y un acto de franqueza y de confìanza hace olvidar los errores y aun las fai* tas y agravios pasados. Nos atrevemos con tanta mas justicia a hacer està prevencion a S.E. cuanto que el caso puede llegar en que todas las acciones sean pesadas y medidas; pues si el General Urquiza triunfa y con él la llepublica entra en el sendero de la ley, esa ley se ha de aplicar a los que dilataron , embarazaron o quisieron estorbar ese triunfo , traicionando los intereses de su provincia. Guanto mas severa no sera la justicia si han derraraado sangre , desvastado propiedades y causado males inùtilmente, y ensaiiadose precisamente, cen- tra los que querian que se arregle el comercio exterior e interior por un Congreso , segun el pacto federai y las demas grandes co- sas que se tienen en mira para la convocacion proyectada. Con lo dicho Exmo. Seiior, creemos haber Uenado un deber sagrado , mostrando que los dias , las horas , los minutos que se pierdan en vacilaciones i contemporizaciones inùtiles por ahora, e irreparables para lo sucesivo , seràn cargos de conciencia para el ànimo de S. E., y para la justicia nacional, seria materia de investìgacion y de exàmen. Dios guarde a S. E. muchos aiios. & (Siguen las firmas.) ^848. 5r. general D. José Santos Ramirez. Santiago, Mayo 26 de 1848. Serior general •. Hace hoi diezy nueve aìios a quo en una tarde de aciaga me- moria para Mendoza, un ofìcial que me traia prisionero me dijo: siga V. à esse jefe. Estejefe era V., Sr. general, y el pri- sionero era yo. Llevome V. a su casa, y alli me salvò de correr la suerte de Albarracin, Sabino, Moreno, Cariil y todos los jó- \enes sanjuaninos que fueron fusilados.... Vuelto à mi pais conserve siempre la memoria del servicio que V. me habia hecho, sin que jamas me hubiese sido dado manifestar à V. mi gratitud de una manera digna. Digo digna, por que cuando yo me hallaba en mi pais y en aptitud de valer, estaba V. profugo ; cuando yo sabia que estaba V. en Mendoza, yo me hallaba des- terrado, y V. mandando. Conoce V. el orgullo de partido. Ofrecerle a V. la espresion de mi gratitud cuando V. mandaba habria sido pedir gracia a mi enemigo politico; habriasido re- comendarme a su indulgencia, y no lo habria hecho jamas a riesgo de pasar plaza de ingrato. Hoi V. y yo somos profugos, desterrados y està V. en mi pa- tria ; y no creeria poder saberlo sin avergonzarme, sino recor- dase a V. una buena accion que V. habrà olvidado quisà, pero que yo recuerdo con gratitud... I Veinte afios de sacrificios de su parte han tenido por recompensa el destierrol Se haenve- jecido sìrvìendo una causa esteril, que no ha dado sino crime- nes, persecusiones y sangre, y despues de veinte anos estamos corno en el primer dia I Se han esterminado algunos millares de guerreros, algunos centenares de hombres de talento han desaparecido, y sin embargo las resistencias no han cesado; ese gobierno y ese sistema de cosas no ha triunfado; prueba evi- dente de que ese sistema escontrala naturaleza, lajusticiay el derecho. Yo me apresto general 'para entrar en campana. No crea V. que es mi objeto, no lo crea V,, ir a esas pobres provincias a lu- char personalmente con las pasiones y con el Doder estùpido de la fuerza material: seria vencido, me deshonraria. Mismiras son mas elevadas, mis medios mas nobles y pacificos. Si los ar- Jentinos no han caldo en el ultimo grado deabyeccion y de em- brutecimienio la razon tendrà influencia sobre ellos, la verdad se harà escuchar, y nn dia nos daremos un abrazo ! Para entonces general le ofrezco lodo cuanto yo valgo, y se lo ofrezco con tanto mas gusto cuanto que tengo la intima cónvic- cion de que es fatai, inevitable el caso que ha de llegar en que pueda serie util à V. y a todos sus amigos, Aprovecho, general, etc. D. F. Sarniìento, \S49, At EX5I. SR. GORERNADOR Y CAPITAN GENERAL DE LA PRO- VINCIA DE **** Si aquellas manifestaciones me constituyen un conspirado ante los ojos de V. Ex,, en tal caso puedo asegurar que la cons- piracion tal corno la establecen mis antecedentes pùblicos y privados; la conspiracion por la palabra, por la prensa, por el estudio de las necesidades de nuestros piieblos ; la conspira- cion por el ejemplo y la persuacìon ; la conspiracion por los principios y las idéas difundidas porla ensenanza ; està clase nueva de conspiracion sera, Exm. Sur., de mi parte, eterna, constante, infatigable, de todos losinstantes; mientrasuna gota de sangre bulla em mis venas; mientras un sentimiento mora! Tiva sin relajarse en mi conciencia; mientras la libertad de pensar y de emitir el pensamiento exista en algun punto de la tierra.... Conspiraré en fin por los esfaerzos perseverantes de una Vida entera sin tacha, consagrada a los intereses de la civi- lizacion, del engrandecimiento y prosperidad de la America, y mui particularmente, Exm. Sr., de la Republica Arjentina, mi patria; pues que no he renunciado al titulo de arjentino, y corno tal a mi derecho imprescriptible de tornar parte en to- dos sus actos, corno ciudadano que soi de ella ; pues su consti- tucion republìcana y democratica me hace parte del soberano. y por tanto del gobìerno, por la palabra y poi' la influencia de ia razon, de que no puede desposeerme, sin mi voluntad, el gobierno de Buenos-Ayres, de quien no soi subdito, por perte- necer a otra de las pròvincias confederadas. Necesitaria volumenes para esponer ante los ojos de V. E. lasrazones que me hacen creer que este sistema de cosas quo boi triunfa en la Republica Arjentina es caduco y deleznable por ser c< contra la naturaleza, la justicia y el derecho. » Me 11^ mitaré pues a un becho entre mil, c]ue està a la vista de todos, y del que V. E. es a la vez vidima y ejecutor. Hablo del sis- tema de espoliacion entre los gobiernos confederados, con el cual arruinan a los pueblos, destruyen el comercìo, y compro- metiendo y perjudìcando a cada habitante de ia Republica, haran que un dia se levanten en masa aquellos infelices, aja- dos, pisoteados y saqueados para formar gobiernos que favo- rezcan y desenvuelvan sus Intereses. En Chilo, en los Estados- Unidos, en Francia, en Inglaterra, y en todos los paises del mundo que tengan gobiernos racionales, no hai aduanas inte- riores. En las edades mas barbaras de la Europa, los seiìores leudales que tenian establecidos sus castillos en las crestas de las montaiìas, en las gargantas de los valles, en las encrucijadas de los caminos, ó en los vados de los rios, tenian sus tropas de siervos armados para arrancar contribuciones a los pasantes, y quitarles parte de lo que llevaban. Pero este sistema de tro- pelias y de rapina no tiene boy ejemplo en ci mundo, sino en la Republica Arjentina, corno me tornare la libertad de es- ponerlo brevemente. En San Juan pagan tres pesos de internacion por cabeza los ganados engordados por sus confederados los mendocinos ; ocho reales el quintal de harina y un peso de piso cada carreta. En la provincia de San Luis paga cada carga que va ó viene de las pròvincias de Cuyo a las litorales, cuatro reales.,.. En Cordova, en Tucuman, en Santiago del Estero les haceu pagar seis pesos de derecho por carga de aguardiente de San Juan yMendoza, que con uno y medio reales de esportacion en sus pròvincias respectivas, cuatro reales de transito en la Rioja, cuatro reales en Catamarca y seis pesos de transito para Jujui en Salta, bau arruinado al comerciante, quitandole sucesivamente capital y provecho. Las espoliaciones en Cor- dova, ejercidas sobre los mismos cordoveces son tales, cuales novi ejemplo de ellas entre los beduinos de Africa. Las ha- ciendasde ganados estan divididas por parroquias. Cada cua- tro meses se presentan los comisarios del gobierno y à espen- sas del hacendado, se reune el ganado, cayendo en descomiso el que no ha sido parado en rodeo. Reunido el ganado, se saca el dìezmo sobre el capital y no sobre la prodaccion. Este diez- mo es trasportado a los piintos que el gobierno designa, a es- pensas delhacendado. Hay unos contratantes hongos, corno los de Ganton en la China que reciben este ganadó ; pero ellos lianinventado una nfiedida de ganado de entrega, que hace que dos cebezas chicas de ganado al tirar, equivalgan a una de ga- nado de entrega, y una y media flaca à una de entrega.... Hanse establecido a la entr^da de la ciudad de Cordova casi- tas para arrancar contribuciones sobre todo lo que de la cani - pana introducen los pobres paisanos. El gobernador de Cor- dova tiene una renta asignada^ de diez y seis mil pesos anuales, es decir cuatro mil pesos mas que el Presidente de la Kepu- • blica de Chile, que solo tiene doce mil, y manda un Estado flo- recientey rico,en lugar de una provincia arruinada y pobre corno lo està boy la de Cordova. (1) (1) Cada cuero paga a su salida dos reales y tres cuartillos cualtfuiera que sea su calidad, de manera que un cuero de desecho que cuesta dos reales paga ciento ireinta y siete y medio por cieuto de su valor! Como el ganado que ha quedado es poco, no creo que excedan de trinla mil los cueros que se esportan. Cuando en Buenos-Ayres estàn los cueros a bajo precio, corno sucedió en 18i9, este ramo de esportacion se inutiliza ; porque aun cos- tando en Cordova los cueros dos reales y estando en Buenos-Ayres a cator- ce ó diez y seis reales la pesada comò estubieron en 1849, no cubrc aquel costo.,.. Es increible la cantidad de contribuciones que se pagan en Cor- dova, y aun mas increible no habiendo ejercito pago, Instruccion publica, orden judicial ù obra pùblica de calidad alguna : ademas de esto los pocos empleados que existen no son pagados casi nunca, y con todo eso nunca bay dinero en caja, y a la mas pequcùa precision se recurre a emprestilos f«rzados. Las rentas son derrochadas en provecho de la familia del gober- nador y sus adherentes, ya comprandoles por el triple de su valor todo lo que necesitan para la tropa, ya vendiendoles las rentas pùblicas por mu- cho racnos de Io que valen, no teniendo competidores, pues nadie se anima à arrostrar la voluntad del gobernador ó mandones. En 1842 se remato ci derecho esclusivo de introduccion en la provincia de yerba y azucar. En 1848, cuando la harina estuvo mui cara en Buenos-Ayres, donde el t rigo Ilegóà 300 pesos papel lafanega subió en Cordova comò era naturai. Entonces el gobernador prohibió la esportacion so pretesto que el ano fa- turo traia mal aspecto. "Esto hiio hainr la harina; entonces la compraron Ics raonopolizadores, permitiendose luego la salida, por que el ano proximo tenia buen aspecto ! Azucar de cualquier clase paga seis reales arroba y dos reales por bulto. Vino, aguardiente ó cualquir bebida sesenta por ciento sobre el valor de la plaza. Todos los demas articulos pagan del diez y seis al diez y ocho por ciento. El vino paga en Buenos-Ayres treinta y nueve por ciento, en Cordova sesenta, que siendo sobre las avaluaciones ya au- mentadascon los derechos y costos hace que una pipa de vino vendida en 180 pesos apenascubrae! costo, y de este modo no admira que el consumo de este articulo solo llegue à veinte pipas por ano. » { Estracto de una correspondencia Sud-americana, voi. Ut. pag, 133.) En Buenos-Ayres no son menos inicuas las consecuencias de la arbitrariedad de los impuestos. Durante nianhos anos ci Estado dispuso del ganado desconocido, llamandose asi el quc se encontraba en una hacienda con marca de la vecina, de la cual no la separa limite alguno; aunque estuviese, a causa de la falta general de peones, por haberlos tomado el gobierno, alsado todo el ganado, ylos duenos del desconocido estubiesen presentes para reclamarlo. Una mula que sale de Entre-Rios para el trafico de Bolivia, paga en su provincia ocho reales, y cuatro reales de piso en Santa Fé: cuatro reales en Cordova : cuatro reales en Santiago del Estero ; en Tucuman cuatro reales, en Salta cuatro reales y en Jujui cuatro reales, suma casi igual al capital, mientras que en Bolivia, pais estrangero, solo paga medio real de piso en el mercado de la Paz, siendo de notar que el traficante quc hace un arreo de quinientas mulas, necesita a mas de los gas- tos ordinarios, Uevar consigo la enorme suma de 1,572 pesos para ir pagando por el camino, a cada espoliador pùblico que le sale al atajo. En todas partes y por todas las vias de comunicacion las car retas son abrumadas de derechos exhorbitantes. De Tucuman àBuenos-z\yres carga una carreta 150 cueros, por los cuales paga cuarenta y ocho pesos de derechos de transito en el ca- mino. Laazucar de Tucuman paga en Santiago del Estero diez reales por arroba, seis en Cordova, con lo que aniquilan la prò- duccion. El aguardiente de cafia tiene once pesos por barrii de derechos en Cordova. Todo este cumulo de absurdos, injusticias, dilapidaciones, aquel salteo organizado (hablo con el mayor respeto) su- ponen que los caminos se mejoran, que la autoridad ar- mada responde de la seguridad del comercio. Pero nada deeso bay, Exm. Sr. No hay correos sino en épocas arbi- trarias, y sometido sudespacho al antojo, ó a las necesidades de la politica. Este sistema de reclusion y de aislamiento lo pagan los pobres pueblos, arruinandose lentamente, viendo emigrar los capitales, perdiendo el credito en las plazas de comercio. Los caminos no estan mas avanzados. Los salvages de las pampas han desolado una gran parte del territorio poblado en dos siglos de penosos afanes ; y en las cartas geograficas de la Republica Arjentina vienen marcadas todavia las poblaciones de San José del Rebedero, Santa Catalina, las Tunas, Loboi, el Sauce, Chaiìarilos, Pinero, Gomes, Federacion, Blancamanta, Guaguaca, Fuerte, San Bernardo, La Reduccion, Aguadita, Tambo, Saucesito^ San José, Rio Quinto, Punilla. Vila del Rio Cuarto, Estrangueia, Salado, Achiras, Portezuelo, El Ro- -^ 8 — sario, Cabrai, que corno a V. E. le consta, son desiertos yerraos boy. Al contemplar este ominoso cuadro del que quito sonìbras y objetos, por no recargarlo demasiado, necesitariase por ven- tura un gran fondo de penetracion para anunciar que tal sis- tema de cosas no puede durar? Necesitase mas conspiradores contra el orden establecido, que los mismos que lo minan por sus desacatos, sus violencias é injusticias? Y es de estraiìar, Exmo. Senor, qoe despues de haber recorrido el mmido clvi- lizado y atravesado veinte y un estados de los que forman la libre cuanto poderosa Federacion Norte-Americana del Norte, no sienta sinoelmas profundo desprecio por el gobierno de Buenos-Ayres, que apoderado de la direccion suprema de la Republica, no ha sabido producir en veinte afios sino guerras interminablesen el esterior, ruina, despoblacion y miseria en el interior ? [Kslractos de la Cronica n, 19. Santiago de Chilo, 3 de Junio de 1819.) 1850. AL Sii. H. SOUTHERN ENCARGADO DE NEGOClOS DE S. M. B. CERCA DEL GOBIERNO DE BUENOS-AYRES. Antes enipero de mostrarle mi juicio sobre estos actos en que liecho menos la dignidad, labuena fé, y el sentido comun, per- mitame S. S. que esponga ante su consideracion los titulos que me autorizan para ser franco y acaso severo. Pertenezco al cor- to numero de habitantes de la America del Sur, que no abri- gan prevencion alguna contra la influencia europea en està parte del mundo: comò publicista he sostenido de diezanos a està parte, que estaba en nuestro interes abrir a la Inglaterra y a todaslas naciones europeas la navegacion de nuestros rios, para que desenvolvicse el comercio, la rìqueza, creaseciuda^ des y estimulase la produccion. Y en cuanto al conato constan- te de exitar en America lassimpatias por loseuropeos^ abnrles todos los camiuos de accion y de bien estar, dan testimonio diez anos de escritos y la afeccion de los ingleces sus naciona- les en Ghile, a cuyo testimouio apelo. En nombre de estos — 9 — convencìmientos y de estos trabajos en favor de los intereses europeosen America, permitame S. S. qaele pregunte : ^ en que se funda para creer, y manifestarlo asi en una nota ofiicial, que la separacion de Rosas de la direccion de los negocios de la Kepublica Argentina, seria la calamidad mas grande que podia sobreveniralpais? i Seria acaso una calamidad para el pais que cesase la guerra de Montevideo, que el habeas corpus fuese restablecido, que la propriedad, la \ida, la libertad de los particulares fuesen res- petados? Yo sé, senor, lo que S. S. me contestaria al oido si estubie- ramos cerca, porque ese eselconeepto comunentrelos diplo- maticos europeos. «Estos paises, me dirla, son demasiado bàr- baros para ser gobernados de otro modo. Las constituciones, las leyes, el habeas corpus, eliarado, la libertad en fin, no les convienen; y la cesacìon del depotismo irresponsable, horri- ble aveces, ruinoso é inmoral siempre que pesa sobre cllos, se- ria en cualquiera circunstancia la calamidad mas grande quo pudiera sobrevenirles. » Lo que supongo que SÌ S. me di- ria al oido, puede decirlo a boca llena, sin temor de queyo se lo desapruebe. Yo he habituado los oidos de los americanos a oirse llamar barbaros y ya no lo estranan. Pero aun admitien- do la barbarie de los arjentinos, algunas esplìcaciones pueden atenuar en el ànimo de S. S. el rigor de las deducciones. Tenga presente que el gobierno de Rpsas, porque no se trata aqui sino de una persona, ha sido instìtuido exclusivamente para la ciu- dad de Buenos-Ayres, donde S. S. reside, aunque despues haya estendido sn influjo a las otras provincias. Ahora la ciudad do Buenos-Ayres no es menos eulta ni menos moral que la de Santiago de Ghile donde residoyo, y no es necessario para man- tenerla en paz, ni suma del poder publico, ni cinta colorada, ni los epitetos de salvajes, infames en los actos ofìciales. No preceden a los decretos del gobierno el mueran que S. S. ve todos los dias, no obstante que hai partidos eminentemente hostiles al gobierno, ni habrà observado S. S. que en los actos ofìciales del gobierno de Ghile se lìame a los poderes estrange- ros que S. S. representa, infames, perfidos, corno en la nota que S. S. ha leido en la Gaceta Mercantil. Hai mas todavia: es opi- nion comun en America, y en Ghile mismo, que en 1831, cuando principiò a gobernar Rosas, Buenos-Ayres eralacui- dad mas eulta de la America del Sur, y la mas avanzada en ins- tituciones europeas y civilizadas.... La Inglaterra tiene poblada la Nueva Ilolanda de deportados por crimenes capitales, y la poblacion que ha resultado de esa aglomeracion de criminales, no es gobernada por la Inglaterra corno està gobernado Buenos-Ayres. i Cree S. S. que Buenos- — iO — Ayrcs necesite gobierno mas rigido, mas terrible qiie los pre- sidarios de la Australia ? Pero si està es su conviccion S. S. no me negarà que las masas de Buenos-Ayres son menosestó- lidas, menosembrutecidas, menosinsensibles a todosentimcn- to moral que las masas irlandesas, a quienes la miseria impulsa fatalmente a los desordenes y a los crimenes; y llovandoauu mas addante la comparacion me atrevo a asegurar que la po- blacion de Buenos-Ayres y el mas negado gaucho, es mil veces mas racional, mas adelantado que las masas inglesas de las cam- panas y los trabajadores de las minas y los miUones de hombres y de mujeres que emplean las fàbricas de Birminghan y de Manchester, embrutecidos por el uso inmoderado delaguar- diente, animalizados por diez y ocho horas de trabajo, por la ignorancia, el abatimiento, la immoralidad y la miseria.... l Porque pues, seiìor, sobrevendrian las mas grandes calami- dades al pais porque cesase unorden de cosasen Buenos Ay- res que supone la depravacion de costumbres, los hàbitos de crimcn que realmente no existen? Yo he recorrido el mundo acaso mas que S. S. y puedo hacer estajusticiaà miscompa- triotas sin ser desmentido. Losexesos cometidos por nuestras masas han sido aconsejados, ordenados, autorizados por ese gobierno cuya contlnuacipn cree indispensable S. S. ^Creo S. S. que separado Rosas del mando la anarquia se apoderaria de la republica? Pero està es una conjetura tan hi- potética, cuestionable y aventurada, que um ministro de la Inglaterra, cualquìera que fuesen sus convicciones, no debiò estamparla en una nota ofìcial, dando a lo quepuede ser un error vulgar del hombre, el caracter de una manifestacion di- plomatica. No es peregrino en la historia el caso de una suber- sion tan completa comò la que ha obrado Rosas en los funda- mentos en que reposan las sociedades. Si S. S. se toma el tra- bajo de recorrer las pajinas de la historia de su patria, en el ca- pitulo Cromwell encontrarà la misma subversion, el mismo desorden de ideas; en el lenguaje sangriento de lospuritanos hallarà el modelo del lenguaje brutal del gobierno de Buenos- Ayres; y sin embargo aquella sociedad desquiciada por tantos anos, entrò sin violencia y en un solo dia en el camino de la moral y de la justicia; las leyesvolvieron a imperar y la In- glaterra fue mais feliz que no lo habia sido antes. Si vuelve S. S. los ojos a la Francia, encontrarà el mismo ejemplo ala calda de Robespierre, que habia subvertido mas que Rosas los sentimientos morales. Eran millon y medio los sanculotes que se habian manchado en lasangre de mas de medio millon de aristocratas, espantando al mundo con sus atentados. Eran hombres convcncidos que obraban por fanatismo, por error, y no por obedecer a un director de matanzas corno en Buenos- _ 11 _- Ayres; y sin embargo despues de la revolucìon detherniidor, no se necesitó nada para que la sociedad volviesc a Ics li&bitos de humanidad que habia perdido, que Ics espiritus se aquie- tasen y continuasem siendo ùtiles a su pais esos liombres mis- mos que se liabian amancillado con crimenes espantosos Las provincias arjentinas han sido en distintas épocas presa de caudillos que habian sublevado las masas, y corno ahora se creia y se propalaba lambien que si faltaba el Caudillo, las masas insolentadas lo llevarian todo a fuego y sangre. En Sal- ta , cuando murió Gùemez el jefe de los gauchos alzados, todo volvió a la tranquìlidad ordinaria , y desde entonces basta boi ni la intluencia de Kosas ha podido subvertir el buen orden. Sucedió otro tanto con Araos en Tucuman, y mas tarde en los Llanos con la muerte de Quiroga. Acusase en America Seiìor a la politca inglesa de un niaquia- velismo frio e insensible a los males que ella misma prepara. Yo la he defendido constantemente de cargo tan int'undado.... /Qué convenia en este pais a los intereses mercantiles de la Inglaterra? Desde luego que se abriesen a la navegacion los rios que desembocan en el Piata: entonces la mercantil Ingla- terra llevaria basta Matogroso , Salta y las misiones brasiieras sus artefactos. Conveniale que este pais fuese abierto a la emìgracion europea corno los Estados-Unidos, para aumentar rapidamente la poblacion consumidora y centuplicar la pro- duccion, de que reportaria aun mas la Inglaterra que en los Estados-Unidos, pues que siendo estos paises babitados por pueblos que no tienen capacidad fabril, la Inglaterra ha de proveerlos de artefactos, cualquiera que sea la poblacion que se reuna. Promete ese rapido desarrollo el gobierno actual? Diez y ocho ailos han mostrado lo que puede esperarse del sistema, cuya desaparicion mira S. S. corno una calamidad. Los rios no se navegan, y el pais se despuebla.... Terminare està larga carta, asegurando a S. S. que Icjos de creer una calamidad la separacion de Rosas del gobierno, la creo una de esas bendiciones del cielo que harian a los pue- blos arjentinos hincarse de rodillas a darle gracias. No tema a la anarquia: los pueblos no se mueven sin causa, ni son fìeras los Arjentinos que se escapen si Uega a faltarles el guardian. Todos tienen casas y permaneceran en ellas. Volveran a su patria a millares los que andan prófugos, respiraràn los opri- midos, y de los que estan alli y de los que de fuera traigan las luces que han adquirido, se formarà un gobierno que no sera el mejor imaginable, que en estos tiempos no es condicion que ha de exijirse la perfeccion ; pero sera menos absurdo, menos estupido, menos ignorante y menos inmoral que el que tiene actualmente. El recuerdo de la Urania pasada harà prudentcs — 12 — y medidos a los partidos, y la riqueza desenvuelta por la liber- tad de obrar de los actuales habltantes, los europeos que acu- diran a millares, y el conato de despackar todos los asuntos de interes pùblico, que van a ser abandonados por Ilosas, haran olvidar bien pronto los pasados sufriniientos. Creamelo sefior, la Kepublica Argentina necesita mas de liberdad, caminos, seguridad, correos, navegacion de los rios, inmigracion y todos los asuntos que boi no se despachan, que el que un haragan imbecil, miedoso y embrutecido por el ejercicio del despotis- mo esté nominalmente a la cabeza del pais. Yo pertenezco, senor, al numero de esos millares de Arjen- tinos, a quienes en una sesion de la sala de representantes, denunciaba D. Baldomero Garda en 1839 , comò « que quieren andar a la estranjera, hablar a la estranjera, vestir a la estranjera » y mis simpatias por los estranjeros no lo es- cluyen a S. S., repres,entante de una de esas naciones a quienes el gobierno de Rosas atribuye brutaks caprictios, e infames aspiraciones.... i>. F. Sarmìento. {Estrado del n. 52 de la Cronica. Santiago, Enero de 1850.) ARJIROPOLIS. JUlio de 1830. l'erminar la guerra, constituir el pais, acabar con las animo^ sìdades, conciliar intereses de suyo diverjentes, conservar las autoridades actuales, echar las bases del desarrollo de la ri- queza , y dar a cada provincia y a cada estado comprometido lo que le pertenece, no son por ventura demasiados bienes para tratar con lijereza el medio que se propone de obtenerlos ?.... El gobernador de Entre-Rios ha sido unitario y es boy sin- ceramente federai. Su nombre es la gloria mas alta de la Con- federacion ; y los arjentinos, separados de la familia comun, volveran en vano sus ojos a esse lado, esperando que de alli salga la palavra Congreso, quo puede allanar tantas dificuUa- des?.... El general Urquiza es el segundo jefe respectable de la Con-^ federacion : él la ha hecho triunfar de sus enemigos por las ar- mas. A él corno gobernador del Entre-Rios le Interesa viva- •- 13 — mente la cuestion de que vamos a ocuparnos. Sera él el unico hombre que habiendo sabido elevarse a cierta altura, no ha alcanzado a medir el nuevo horizonte sometido à sus miradas, ni comprender (jue cada situacion tiene sus deberes, que cada escalon de la \ida conduce a otro mas alto? La historia, por desgracia està llena de ejemplos, y de està pasta està amasada la generalidad de los hombres. SUD-AMERIGA. ( Voi. I pag, 4. ) Santiago, 1<» de Febrero de 18oi, El gobierno de Buenos-Ayres busca un pretesto para cerrar el comercio de las provincias trasandinas con Chile, y este reclamo, Magallanes cualquiera otro, puede servirle de cau- sai. Està medida entra en el sistema de cerrar la navegacion de los rios que desembocan en el Piata, de negar la estraccion de moneda a Entre-Rios y Corrientes. Otra vez nos hemos fijado en la mala configuracion comercial de la Confederacion con un solo puerto en contacto con el comercio estrangero. Si en despecho de los obstàculos naturales, las provincias del interior buscan los mercados del Pacifico, la politica del go- bernador que posee el puerto ùnico del Atlantico, le aconseja cerrar todas las vias de importacion y esportacion que no va- yan a parar a la aduana dtj Buenos Ayres.... El contacto de las provincias con otros mercados que el que él ti ne bajo su dominio tiene otros inconvenientes que se refieren ala poli- tica. Sabese que el encargo de las relaciones esteriores se hizo al gobernador de Buenos-Ayres provisoriamente y a condicion de la reunion inmediata dei Gongreso. Veinte y tres anos van transcurridos desde la celebracion de aquel pacto I Bay mil cuesliones que arreglar entro las provincias, navegacion de los rios, aduanas interìores y esteriores, constitucion del pais, etc, etc. Los ejercitos de Pacheco y Oribe que recorrieron las provincias en 1842, tuvieron orden de recojer todas lesarmas de las provincias, y la cumplieron con una prolijidad ejem- — Ifi — piar. Asi pues, el gobernador de Bunos-Ayres, posesor del ùnico puerto en contacio con el estrangero, dueno de la ùnica aduana, preparaba el terreno para la pacifica discusion de la constitucion , corno el leon de la fabula con las mansas obejas. En 1846, poco despues que Chile abriese el coniercio trasan- di no, cerrado antes para compeler al gobierno de Buenos-Ay« res a dar satisfaccion a los reclamos de este, apareció el fa. moso decreto, que exijia a los comerciantes fìanzas por dere- chos que habia de imponer en lo sucesivo. Las consecuencias de està medida sin ejemplo se han hecho sentir por todas par- tes. Provincias bay que no cobran desde entonces los derechos ordinarios, y comerciantes que deben tanto ó poco menos que el capital que jiran. Santiago, 3 de Abril de 1851. COPIA DE UNA REPRESENTACION ELEVADA A LOS GOBIERNOS DE LA CONFEDERACION (1). Viva la Confederacion Argentina! Exm. Sr. Gobernador y Capitan General de la Provin- cia de.... Habrà precedido , o seguirà inmediatamente a la presenta- cion de està peticion, la declaracion solemne hecha por el ge- neral Urquiza general en jefe de uno de los ejercitos de la Confederacion , y en virtud de su caracter de Gobernador y Capitan General de la benemerita provincia del Entre-Rios , pidiendo que se convoque el Soberano Congreso , cuya convocacion es la base del pacto federai; para que constituya el pais bajo el sistema federai, y resuelva la cuestion de la navegacion de los rios, incluida entre las atribuciones del Congreso, que el mismo pacto litoral reconoce. El acto del Exm. Sr. Gobernador de Entre-Rios no es pues (1) Folleto suelto, tirado a dos mil ejemplares y distribuido en todas las provincias del litoral de los Andes. Los primeros ejemplares Ilevalos a San Juan y a Tucuman e! joven Elgiiera liijo del diputado, el 7 de abril que parilo de Chile. — 15 — un acto de rebelion contra ninguna autoridad Icgitima sino el uso de un derecho y el cumplimiento de un pacto.... El Exm. Sr. Gobernador de Entre-Rios tiene interes en que se convoque el Congreso: 1.« Porque desearia depender de una autoridad constituida yreglada, bajo el imperio de una constitucion , y no de la voluntad sin trabas ni responsabilidad de otro Gobernador igual a él, que puede sin embargo declararlo salvage, unitario, traidor, y tratarlo corno a tal. 2.° Porque si el Congreso se reune se acabaran al fin esos encargados, que hacen la paz o la guerra, y mantienen durante \einte anos el desorden cii el interior, la Republica inconsti - tuida, y las relaciones esteriores complicadas en desa\enencias desastrosas. 3.^ Porque siendo jefe de una provincia litoral desea natu- ralmente que el Congreso arregle la navegacion de los rios, y que su provincia tenga las mismas ventajas comerciales, para tener su parte « en el cobro y distribucion de las rentas gene- rales. » El interes del General Urquiza es el mismo que tienen todos los Gobernadores de las Provincias y las provincias mis- mas ; pues nadie mejor que ellas debe saber lo que les con- tiene a este respecto, y lo que manifestarian si estubiesen reu- nidas en Congreso soberano, y no sujetas a la discresion de quien tiene interes en prìvarlas de estas ventajas. SUD-AMERICA. (Voi. I pag. 379.; Santiago, Abril il de 183i. La Republica Arjentina ha hallado al fin su hombre, su brazo armado , que en su desamparo le preste ayuda , que la levante de su calda. El grito del General Urquiza encontrarà un inmenso clamor en suapoyo, y la calda del poder mas monstruoso y que mas sangre haya costado cimentar, se efe- tuarà sin derramamiento de sangre, ante la asociacion de tres ideas que comprenden todas las necesidades del presente, y la seguridad del pervenir. (Congreso, constitucion , navegacion libre.) Esperen en bora buena los pueblos el hecho material del — 16 — acto del general Urquiza ; para nosostros està consumado ya , por su posicion , por sus recursos,por su seguridad,poi' los intereses de su provincia y de las otras riberanas que estan a su retaguardia. [Voi II pag. 29.) Santiago, Abiil 24 de 1851. Y sin embargo, del seno de aquella Urania espantosa, sin ejemplo en los anales de la historia moderna, sale una revolu-» cion pacifica, fundada en el derecho escrito de la Republica, en el pacto federai que los gobiernos habian fìrmado; en el estudio de los intereses del pais. Navegacion libre de los rios , convocacion del congreso , constitucion federai; he aqui no el grito revolucionario , sino la lejitima demanda de los pueblos, y del jeneral Urquiza, jefe de la provincia del Entre-Rios, y portanto poder legai, y competente para pedir el cumplimiento de pactos solemnes, de promesas retardadas con toda clase de pretestos. La Republica Argentina puede tener un Washington que la de lugar entro las naciones constituidas del mundo , apoyado en el derecho y en los grandes intereses nacionales. Si los hechos corresponden a los principios proclamados , aquel pais, teatro de tantos horrores, victima de usurpacion tan es- candalosa , terminarà su revolucion por los medios mas eleva- dos , por los principios de economia politica mas adelantados... La duda no es ya permitida. La Rejeneracion , diario nuevo fundado en el Entre Rios, esplica su titulo y su objeto en estos terminos : « Apenas hace cinco dias que nacio (el ano 1851) y ya todos lo conocen y le Uaman por su nombre .. Este aiio 1851 se llamarà en està parte de America el de organizacion. » (Re» jeneracmi n. 5.; SUD-AMERICA. ( fol. II img, 209. ) Santiago, Junìo 9de 1851, LIGA LITORAL. Adhesìon al pacto federai del 4 de enero de 1831. Contribuir con todas nuestras facultades al cumplimiento de la atribu- cion4^ Invitar a todas las demas provincias do la republica, cuando esten en piena libertad y tranquilidad, a reunirse en federacion con las tres litorales, y a que por medio de un con- greso general federativo se arregle la administracion general del paisbajo el sistema federai, su comercio interior y este- rior,su navegacion, el cobro y distribucion de las rentas ge- nerales y el pago de la deuda pùblica, consultando del mejor modo pòsible la seguridad y engrandecimiento de la republica, su credito interior y esteriòr, y la soberania, libertad é inde-» pendencia de cada provincia.,.. Viva la Confederacion Arjentina ! Mneran los enemigos de la orcjanisacion nacionaì t Concepcion del Uruguay, Junio 23 tle 18bl. Sr. Dr. D. J. Sarmiento: W\ estimado compatriota. Me he instruido de su aprecia- ble carta de 28 de lebrero ultimo, y me cabe la satisfaccion de contestarla en circunstancias para V. y para todo buen arjen- tino llena de las mejores esperanzas y seguridad. Por los papeles piiblicos que a la fecha habran circulado por todas partes estarà V. informado que por decreto de 1^ de mayo, està provincia admitió la renuncia que con tanta Insis- lencia ha hecho el general Rosas, y que en su consecuencia reasumió las facultades delegadas a aquel, quedando investida de todas las que le corresponden a su soberania territorial, y que esto mismo ha hecho Corrientes. Estoi pues colocado en la posicion que V. tan vivamente deseaba^ y comò Rosas devia enfurecerse con el pronuncia- miento enèrgico destas provincias que consideraba, y efectiva- menteeran la columna mas robusta para su permanencia en el mando, a que tan indigno se ha hecho por su politica enga- nosa y traidora, tales hansido las medidas tomadas para resis- tir sus embates y sus perfìdias que boy contamos ya con la sc« guridad del triunfo de nuestra causa. Cuento con todos los elementos para vencer a Rosas con poca sangre, y en poco tiempo ; pero desco obtener la sancion de los pueblos herma- nos, y espero a este respecto conseguir mucho por la justicia de la causa y simpatias que debo encontrar en toda la confede- racion, y por la interposicion y trabajos de V. por esa parte. Puede V. asegurar a los pueblos y a los hombres individuai- 2 =- 18 -»- mente que la base de la revolucion que he promovido, sus tendepcias, toda mi aspiracion, y por lo que estoy dispuesto à sacriflcarme, son hacer cumplif lo mismo que se sancionó el 1° de enero de 1831, esto es, que se reuna el Congreso General Federativo; que de la Carta Constitucional sobre la base que dicho tratado establece, y haga los demas arreglos de confor- midad a la atribucion quinta del art. 19. En este sentido y sin separarse de estos principios es necesario, es absolutamente indispensable que se hable a los hombres y a los pueblos se- parando toda otra opinion politica, toda otra forma de go- bierno, porque el sistema federai està sancionado por los pue- blos y sellado con su sangre. Creo con la mejor buena fé que proclamar otras ideas, tra- bajaren sentido contrario es anarquico y anticonstitucional, y la anarquia es preciso evitarla a costa de qualquier sacrifìcio. Guento con su cooperacion porque me lisongeo de que V. es- tarà conforme conmigo^ porque el pensamiento que me do mina, la politica que he adoptado me la ha ensenado la espe- riencia, donde la habremos aprendido todos. Kosas con solo decirqne era federai nos ha dominado veinte anos, y gober- nado con la mas atroz tirania y despotismo. Si los anuncios que V. me hace de la sublevacion conlra Rosas de todas las provincias tan luego corno yo me pronun- ciase son bien calculados o exactos ha Uegado el tiempo de realizarlos. La sancion de las provincias es lo que unicamente BeeesitOj porque los otros recursos los tenemos en las provin- cias que hemos iniciado la revolucion, à mas de que no me faltan aliados, porque el odio a Rosas es universal en America y en Europa. Vuelvo à repetir à V. que la conformidad de ideas y de prin- cipios es el elemento que solicito y en ci que fundo una de mis esperanzas de triunfo. El Sr. Albarracin me ha informado de cuanto V. le recomendó, y me Usonjeo de no haberme equivo- cado en la cooperacion de los gobiernos. Creo que el Sr. Beiìa- •vides y los demas seran nuestrosamigos, pero es preciso no pre- cipitarse. poco tiempo hai que esperar y elsufrimiento facilita- rà el tiiunfo. Sin embargo, si Uegase el caso del pronuncia- miento de dos ó mas provincias, yo inutilizaria las medidas que podria tomar Rosas para sufocarlo. Trabaje y escriba en el sen- tido que le inndico; procure el voto de los pueblos y la accion dejela à mi en està parte. He recibido las tres colecciones de Sud America que se sirve remitirme y se las agradezco , prometiendole difundir sus ideas. De V. atento servidor y compatriota Justo José de Urqtiiza, — 19 "-- Concepcìon del Uruguay, Junio 25 de 18,^1, ..... Com este motivo me dijo (el general Urquiza) lo autorizo a V. a mas de la carta que le escribo a Sarmiento, para que haga conocer a él y a los demasamigos el programa quo me he propuesto seguir, el qual està reducido a estas formaies palabras: « Un olvido de todo lo pasado— nada de colorados, negros, ni otro color politico— atacar con toda resoiucion el miserable es- piritu de provincialismo— respetar el principio bajo el cual de- bemos constituirnos, por haberlo proclamado los puebios de la republica— la integridad del territorio a todo trance— apurar toclos los medios posibles de reunir un congreso para que deci- da, arregle y ordene lo que sea mas conveniente al bien estar de la republica— respetar y ayudar a todos los gobiernos exisien- tentes en las provincias, salvo el solo caso de hacer una resis- tencia obstinada al pensamiento actual sobre constituir la re- publica—nada deinsultos ni personalidades. Essos gobernado- res, constituido el pais anadió, descenderan por la lei, Yo tambien amigo me he de retirar a mi casa; pero rni espada y mi brazo estaran siempre prontos para sofocar la anarquia. Eii- tonces habrà justicia para todos y cada cualscgun sus méritos, no lo dude V., ha de tener el premio que le corresponde; y apretandome el brazo me dijo: estoi resueUoà tocar todos los medios de evitar la efusion de sangre, pero si desgraciadamen» te no se consigue hacer entrar en su deber al enemigo que combatimos, la revolucion no ha de fracasar por falta de ener- jia. » Hasta aqui sus palabras Me dice tambien el jeneral que él cree que por ahora debe permanecer V. en ese punto, ó aproximarse mas al teatro de los sucesos si el caso lo requiere. Tiene mui buenos informes sobre Rawsson, creo que debe ser por su hijo elDr. D. Dio- Jenes. Santiago Alharracin, St, D, Domingo J. Sarmiento, Rio de Janeiro, Juuìo 23 de 18ol, Hace V. un inmensobien tocando cuestiones que han rehu- sado siempre tratar nuestros cscritores publicos, a pretesto de — so- no crear ó no fomentar animosidades provinciales, que si exis- tcn es solo porque ellos no han sabido ilustrar a los pueblos. Le rilego, pues, y lo conjaro a que continue escribiendo, que- dandome la seguridad de que lo haràcon el acierto ebuena fé que basta aqui. Su arjirópolis en mi modo de pensar espresa un pensamiento grande, patriótico, sublime tambien, pero de difìcilyactual- niente de imposible realizacion. Sin embargo el haservìdo para mostrar la identidad de intereses de estos estados, y la conve- niencia de mancomunarlos. Lo demas vendrà con el tiempo y la esperiencia. No es menos patriotica la idea de estender el frente comercial de la republica hasta el Paraguay hajo las mismas condiciones que en Buenos- Àyres^ pero aun siiponiendo que esto se consi- guiese practicaniente con la absoluta apertura de los rios, que- daria una queslion mas grave porque es de una importancia \ital. Hablo de la creacion de rentas nacionales. Estendido el frente comercial de la republica (en que no in- cluvo ahora el Paraguay) las provincias situadas sobre él entra- rian en los derechos respecto del comercio que se hiciese por sus puertos que tiene Buenos-Ayres sobre el que se hace por el suyo. De esto resultarla que cada una estableciese su aduana, y que hiciese suyas las rentas de su provincia, aunque los con- sumidores fuesen en gran parte de las situadas en el interior. Tiene esto el inconveniente (al menos por ahora) de esa mul- titud de aduanas y de un ejcrcito de empleados^, tropezando ademas con la difìcultad de que no habria rentas nacionales, y que de consiguiente no podria haber ni gobierno nacional ni tampoco naciou, Otros escritores arjentinos, dignos del mas alto aprecio por su instruccion han esquivado tocar este asunto. No me ocupa- ré ahora de indagar las causas de su resistencia ; pero estoi mui lejos de atribuir a V. los mismos motivos. Demasiadas pruebas nos ha dado de su acrisolado patriotismo para uo hacerle la mas completa justicia. Pudiera ser que V. se persuada que no es la oportunidad de abordar està cuestion, mientras que yo creo que esla mejory mas prospera ocasion. Hagase V. cargo de que eljeneraì Ur- quiza que està al frente de la obra de redencion, nos pjesenta corno una parte mui principal de su programa, la convocacion de un congreso. ^ Y puede darse mejor oportunidad? i Debe perderse tiempo en ilustrar a los pueblos y a los hombres que los han de representar sobre punto de tan vital intcres? Tampoco temo que la enunciacion por la prensa de esas ideas produzca zelos ni rivalìdades. Fuera de lo que lienen en si de rectas y de justas y de patrioticas,measiste la confìanza ^ 21 — de que V. sabria hacerlo con ese tacto delicado, con esa mode- racion, con ese tono conciliador que dislinguen sus trabajos. Està consideracìon aleja de mi todo temor, bien que debo con- Tesarle que aunque lotuviese me sobrepondria a él, porque sin aquellos àrreglos nunca terminaràn nuestrosmales, que tam- poco pueden ser mayores. Hablaré algo ahora del estado actual de los negocios. El general Garzon que despues de reconocer al goblerno de Montevideo fue nombrado general en jefe debe haber pasado el Uruguai el 18 de este mes, acompanado del general Urquiza que ha querido asociarse a lo que Uaman un paseo militar ; tal es la facìlidad con que piensan sera derrocado el poder de Oribe. Al mismo tiempo ha de haber penetrado por la fron- tera del norte el ejercito imperiai a las ordenes del conde Ca- xias, que es el general mas acreditado del Brasil. Estos cuer- pos suben a veinte mil hombres de buenas tropas que tiene V. en operaciones activas centra el presidente legai, y que son mas que sobrados para consumar su ruina. En cuanto a esto no hai la menoi dificultad, Es de creer que un general tan esperimentado , comò el ge- neral Urquiza haya provisto a la seguridad del Entre Rios durante està corta ausencia, de modo que tampoco debemos abrigar temores por ese lado. Luego que se desocupe en la Banda Orientai piensa contraer su atencion a la otra parte del Parana, entonces cree que sera el tiempo de que se pronun- cien las proYincias del interior. Parece que cuenta con algu- nas, o mejor dire con la mayor parte o las mas importantes, Quiera V. guardar mucha reserva con respecto al dato que acabo de subministrarle, porque lo sé de un modo mui privado. El Brasil ha entrado està vez en la cuestion de plano, y sin reservarse medio de salir de ella, seno es por el triunfo de la causa que proteje. Su ejercito, su escuadra, sus tesoros todo lo ha puesto en la balanza, y puedo decir basta el sacrificio de sus pretensiones jerarcicas. Nuestro comum amigo me escribe que ha sido mui bien recibido en Entre Rios. Las miras del general Urquiza son eminentemente nacionalcs, eminentemente arjentinas, segun me lo asegura diche amigo , y segun otros datos que he pò dido recojer. Pienso que es la oportunidad de decir a V. quo en mi modo de ver, al mismo tiempo que las proviocias retirasen a Rosas el poder de entender en las Relaciones Esteriores, si lo confleran al general Urqniza. Ya el Gobierno imperiai lo considera comò Jefe del Estado de Entre Rios , entonces lo mirarla corno representante de la Republica Ar» jcntina. — 22 — ^ Al coDcliiir estahecbo casuaìmento la vista sobre un parrafo de su lìUioìa carta que Ilama mi atencion. Com justisima razon ha deplorado V. la politica esteril queJian secjuido nuestros jefes de partido que han tratado de eludir las cue'stiones de iute* reses^ que se ajitan , y solo hablando a los pueblos en sus procla- maciones de Uberiad y de Urania, etc. Tiene V., lepito, Justisimos motivos de hablar asi, y deplorar esapolitica, ala que pnedo asegurar jamas me he asociado. Pero permitame observarle qae casi no es ni puede ser objeto de las proclama- cìones de un general ; es tarea de los escritores, a quienes in- cumbe ilustrar, dirijir, y basta crear la opinion publica. De V. etc. José Maria Pan. SUD-AMERICA. (Voi. Il pag. 307. j Santiago, Julio 1° de 1851. Candidatura Montt. « Richelieu, one of the greatest sta- temen that the worìd ever produced , said the Pen is more powerfull than the sword. » (Mercantile Reporter.) No somos ìiosotros , sino aX Mercantile Reporter de Valparaiso quien re- cuerda està sentencia apiicandola a las circunstancias actuales de Chiie.... Greemos conocer la situacion y los intereses del pais , comò los que mas se presian de elio, y nos autorizan a abrigar està creencia diez anos de estudio de los hechos, de contacio con los hoinbres, y de examen de la marcha de las kléas y de los intereses diversos. Muchos hombres sinceros creen quo el pais reclama imperiosa e instantaneamente la rcalizacioh de progresos politicos. Son estos los medios do mejorar la situacion del pais ? Greemos sinceramente que no, y de nuestra sinceridad es prueba el sistema politico que he- mos iniciado con respecto à nuestro pais, en Sud- America. Para combatir a un tirano, y que tirano ! , no hemos invocado los sentimientos de libertad adormecidos, ó anulados en el ànimode ìospueblos. No: hemos estudiado los intereses ge- neraìes, la \entaja de las comunicaciones, las franquicias co- lììerciales, la navegacion de los rios, comò bases permanentes de toda libertad politica entre nosotros. Abandonando las ideas que pudieran reputarse personales, hemos dilucidado el derecho que han dejado establecido los hechos consumados _ 23 — por otro partido qae el nuestro, aceptado essos hechos en cLianto se coiiforman con aquel derecho escrito, y que una fla- grante usorpacion tieno osciirecidos Simpatizamos coni muchos, con casi todos ìos principios que muestran profesar los jovenes que por amor sincero y razonado de las ideas re- pubiicanas se alistan eo todas las oposiciones ; pero de ahi a la organizaclon y gobierno de un pais bay un abismo. Consa- grados a la politica militante desde la primera juventud, he- rnos encanecido en su estudìo, vieodola desenvolverse en nues- tra America espcinoki, desde el terreno de la proscripcion y del sufrimiento. La paìavra f/ra/i/aapenas nos conmueve,tan em- botadastenemos las fibras, a l'aerza de sufrir susgolpes: ni nos electrizaya su adversaria ùalibertad, tantas ilusiones ge- nerosas hemos visto disiparse. Acercarnos en cuanto sea posi- ble a la reaìizacion de los principios generales, alejarles los obstàculos reales que pueden detener su marcba, he aqoi lo que debemos hacer en America, y esto es lo que para nosotros hace la elevacion alpoder de hombres corno D. Manuel Montt. ,.,.. La ignoranciay atraso de la muchedumbre es nuestro ver- dadero tirano: el tirano centra quien somos impotentes por que somos uno contra mil : el tirano centra quien la gloriosa espada de todos los antiguos generales de Chiìe se reconoce embotada.... Él gobierno es boy materia de trabajo, de com- petencia y de resultados practicos. Donde quiera que està en manos no preparadas para sus tareas, se desvirtua o descarrìa llenando aspiraciones estraiìas a su objcto. SUD-AMERICA. ( Voi, II pag. 375. } Santiago, Julio 17 de 1851. Gabenos la felicidad poco comuo de terminar el segando \'olumen de Sud-America con la publicacion de la circular del general Urquiza gobernador de la provincia de Entre Rios, anunciando a los pueblos arjentinos, su determinacion de c< ponerse a la cabeza del movimiento de lìbertad, con que los « arjentinos deben poner coto a las absurdas y temerarias as- piraciones del gobernador de Suenos.Ayres. » Està pieza ofi- cial dà cima à nuestros débiles esfuerzos para restablecer el derecho pùblico, oscurecido por Ycinte aoos de Yiolencias y - 24 - de trapacerias indignas, y dieramos con ella terminada la ardua tarea que emprendinios desde la aparicion de la Crònica, si el periodo que abre a los destinos de nuestra patria la generosa empresa del general Urquiza, no trajese consigo nuevas difì- cuUades, y la necesidad y el deber de hacer nuevos ésfuerzos para vencerlas y dominarlas. Ha sido casi siempre el fatai error de los pueblos adorme- cerse a la vìspera dei triunfo final, confiar en lajusticia de su causa, y abandonar del todo su suerte a los liombres magna- uimos que se ofrecen parr salvarlos... . Por poco que se tienda la vista al porvenir, el hombre menos perpicaz observarà que tenemos por delante dos ó tres afios de oscilaciones, de lucha entre elementos dìversos, de trabajos preparatorios para obte- ner la suspirada organizacion definitiva del pais, y cualesquiera que las dificuUades sean, nadie debe arredrarse de mirarlas cara a cara. Es este un acontecimiento fatai y necesario. Si no son tales ni tan graves las circunstancias, habituemosnos a creerlo asi, afin de que no nos fatiguen ni sorprendan , y los sucesos nos hallen siempre preparados. Rosas ha hecho de la Kepublica un caos: es preciso poner orden entotlo;y el medio de hacerlo no es outro que ir de paso , mientras so logra la organizacion general, organizandose segun los ele- mentos de cada pueblo.... Montevideo puede desde luego establecer el transito y trasbordo de los efectos, y fomentar un gran comercio interior. Entre Rios ha conquistado de un solo golpe las ventajas co- merciales de que por tantos aiìos ha estado privado. Santa Fé, Cordova y Santiago del Estero pueden , desde el momento que comprendan sus intereses, ligarse a este sistema comercial , y desligarse de toda sujecion politica a la influencia de Rosas. Sucede otro tanto con Salta, Tucuman y Jujui , y aun Catamarca, que son los pueblos mas distantes de la influencia de Rosas. Por los puertos del Pacifico, por Gobija y Copiapó pueden continuar proveyendo à sus necesidades comerciales, en despecho de las complicaciones politicas.... Las provincias de Guyo pueden volver su frente comercial al Pacifico y suplir con California su ruinoso mercado de Buenos- Ayres ... Esas provincias que hemos agrupado en torno del Entre Rios tienen por baseel comercio libre del Atlantico ; las del Norte por Cobija, las de Guyo por Uspallata, apoyadas en el Pacifico cncontraràn medios de existencia y de prosperidad, corno asi mismo de defensa por la facilidad de procurarse ar- mas y demas elementos de guerra.... Nuestro objeto final es organizar la republica en un todo homojeneo : empecemos pues de una \gz a hacerlo parcialmente. ^Porquepara las necesida- des de la comun defensa no se hacen tres gobernaciones, tres -- 25 — grupos de provincias aliadas entre si, y trabajando de consuno en obtener ìos mismos fìnes? No es la guerra lo qae hai que temer inmediatamente en el interior, no es la iniciativa de la lucha lo que nos incumbe. Resistir, he aqui en una palabra lo que haremos por largo tiempo. Debe tenerse cuidado de no caer de nuevo en la red que despues de veinte afiosdesufri- mientos tratamos de romper ahora. La pereza,la ignorancia, y el egoismo de las provi ncias han tejido la cuerda que las ha te- nido atadas à Rosas. Obremosen lodo, sin olvidar un momen- to que \amos a constituirnos de una manera difinitiva y que està tarea no ha de hacerse a bayonetazos, ni por la voluntad de un solo hombre. Dada aquella organizacion parolai de las provincias, mìen- tras dure el estado que presentimos, pudiera ademasponerse mano a la demolicion del sistema de espoliacion ejcrcido por las provincias entre si, aboliendo de un golpe las aduanas inte- riores, y reconcentrando las esteriores en los puntos que la na- turaieza indica. Que la primer provincia que retire el encargo fatai à Rosas declare al mismo tiempo abolido todo peaje, todo derecho cobrado en su territorio sobre productosarjentinos; que sea abolido el pasaporte; y se invite a todas las provincias aliadas a suscribir al mismo pacto. El pueblo, eltraficante, el productor, el arriero, comprenderan desde luegopor hechos pràcticos y palpables, elinteres que los liga ala causa que de- fienden sus gobiernos ; entonces trabajaran y se apasionaran por élla; entonces se obrarà uno deesos movimientosuniversales corno el de la Independencia Americana, al que contribuyeran todas las clases de la sociedad en masa El Entre Rios y Corrientes organizaran sua aduana maritima, Salta yJujui la terrestre para elcomercio de Bolivia. Mendoza y San Juan deben establecer una aduana general, no provincial sino arjentina en Huspallata, desde donde puedan las merca- dorias libremente seguir su destinacion, sin necessidad de mas tramitacion ni resguardo, dando por libre ó mui poco recarga- da de derechos la esportacion de productos nacionales para Chile, pues no debe hacerse distincion ninguna de provincia ni de procedencia.... Todas estas cosas es bueno decirlas a tiempo y Ramar la atcn- cion sobre ellas. Inutil cosa nos parece ocultar una situacion que de suyo se manifiesta àlos ojos de todos. Nosabemos aun cuales son las provincias quo han respondido al llamamiento del general Urquiza; lo que sabemos es que ninguna podrà evitar ser arrastrada por el movimento jeneral. Hemos podido calcular el dia y la hora era que el gobernador de Entre Rios mandarla su declaracion a los pueblos del interior, y preparado la opinion de esos pueblos para recebirlay comprender su im- — 26 — portancia. Han de cometerse muclios errores; la vacilacion y el temor oscureceran los primeros pasos de muchos gobiernbs ; no sé si decir que habrà alguno que emprenda sostener por las armas que Rosas debe ser Rei ó Gasique, ó el disparale que aquel atolondrado està revolviendo en su mente. Estas y mas aberraciones que ocurran no estorbaran que Montevideo sea intomable : que Entre i>ios y Corrientes esten separados de liecho yde derecho de la Confederacìon, ni que el Rrazil tenga un ejercito poderoso en sus fronteras y una escuadra imponen- te en las aguas del Piata paraasegurarla independencia efec- tiva de Montevideo; y que Montevideo, el general Urquiza y el Brasil esté unido en un mismo propòsito, sin contar con el Pa- raguai, aliado del Brasil, y la Francia de Montevideo. Dados estos antecedentes la suerte de Rosas està decretada, y con él la de todos los miserables que coadyuven à la prolongacion de los males de nuestra patria. Estamos colocados en punto cul- minante para observar la conducta que guarda cada protago- nista en aquel drama. Sabemos cuantos crimenes han cometido la ambicion desenfrenada de los unos, las venganzas y las pasio- nes brutales de los otros. Sabemos cuanto debeperdonarse ala trajilidad humana y a las exitaciones de partido; pero sabemos tambien lo que se debe a la justicia y a la salvacion de la patria, que puede sucumbir bajo el peso de la traicion de un misera- ble, ó del egoismo de un cuitado, comò una poderosa niaqui- na estalla por la interposicion de un grano de arena entre el juego de sus resortes. Sr. D. D, F. Sarmiento, Copiapó, Junio it de 18^1. Sin escrupulo lei a nuestros amigosaqui la carta colectiva que V. nos dirijió, y algunos parrafos de la que me escribe particu- larmente a mi. La impresion producida fué diversa. Alguno observó que la carta de V. siendo contestacion à otra, estahabria sido inexacta, fijandose en lo que V. decia respecto de la adlie- sion al pacto federai de 1831. A esto conteste que en efecto ha- bia contestado à V. carta en que me proponia recabase de los hombres de valer de aqui esa adhesion pùblica, y nada menos que en un convite, el 9 dejuliOjque yo debia ser franco con V. y hacerle conocer las opiniones de todos, particularmente sobre un punto que V. habia elejido corno palanca de sus tra- bajos actuales centra Rosas» . ♦ — 27 — Escusado me parece decir, porque V. lo comprenderà bien, que estas discasiones con el calor que no puedo dejar de poner en ellas, hacen nacer ciertas prevenciones contra mi ; pero aun- que esto pueda desabilitarme para influir respecto de muchos, de en medio de estas discusiones teinpestuosas, surje la idea de V, mas alta, reconociendo en V. el unico campeon de nuestra causa por este lado, y el unico que se atreve a entrar en la Re- publlca Arjentina y liablar alli a todos desde Rosas abajo. . . . Antonio Àberasiain, Copiapó, setiembre 2 de 1882. V. logró en su ultima carta, quebrantarme de manera que pasé medio dia mui mal. Despues lei las noticìas de los diarios y Sud America y me recobré. ^Porqué dà V. tanta importancia a lainaccion de S. Juan? ^No ha dudado V. siempre de Bena- Yides? Sì ahora es comò ha sido siempre nada hai que deba sorprendernos. Sì el no quiere iniciar la obra, es porque no merece ese honor. Siempre pensé, y creo haberlo dicho à V. antes, que Bena\ides podia ponerse contja Rosas estando este caldo. Por fortuna parece que los sucesos se precipitan en el Rio de la Piata y no hai mucho que aguardar N. . . me dice que hai aqui comò doscientos hombres de los que han servido à Benavides, que de uno por uno han ido a ofrecersele para el caso de una espedicion. N. . . ha venido a comunicarmelo y preguntar que responde a esos hombres. Yo le he dicho que por ahora no sepiensa en espedicion, que se quiere ver primiero el aspecto que toman los primeiros su- cesos de la guerra en el Rio de la Piata, y tambien se aguarda que se abra la cordillera para saber el espiri tu de aquellos pueblos Aberastain» Sr.D.D.F.Sarmienio, Lima, Agosto 10 de 1831. He recebido con gusto su mui apreciable del 9 de julio, é im- puestode sucontenido, diféàV. quemehadado un gran gusto — 28 — el anuncìarme que se trata de hacerle la guerra por esa via al tirano de nuestra patria. Mis deseos han sido y seran siempre estar em accion contra el monstruo que nos oprime, asi esque siempre debió V. contar con mi vida y mi brazo paraese fin. Trataré de bacer el mayor esfuerzo para ayudar a salvar la patria Crisostomo Alvarez, Sr. D. D. F. Sarmìenio. Valparaiso, Diciembre 6 de 1831. La campana que ha hecho el general Urquiza en la Banda Orientai es una de las mas brillantes y hermosas paraunjefe que se ha puesto al frente de la obra de constituir su patria, y los principios humanos y jenerosos que ha proclamado en su cuartel jeneral del Pantanoso, Uenan a todoslos Arjentinos de or- gullo y de esperanza. La inmediata calda del tirano es para nosotros un hecho consumado. Yo y todos los compatriotas nos proponemos regresar a la patria Tengo asunto para escribirle pliegos pero el tiempo me falta. Todo deve decidirse en los campos de Buenos Ayres; las pro- vincias no pueden ni querran resistir. Gonocen que el general Urquiza defiende sus intereses proclamando la realizacion del pacto federai, que basta ahora ha sido una burla y una farsa en la boca del gran Rosas. Cuando comimos juntos la ultima vez, nos demos cita para la plaza de la Victoria cn Buenos -Ayres , y pronto se realizarà esa nuestra reunion. Olvidaba decide que el coronel D. J. Crisostomo Alvarez està en Copiapó de donde piensa pasar a las provincias. Delantede la Serena hai doscientos arjentinos de caballeria al mando de 1). Pablo Videla, y no dudo que concluido el sitio de esa ciudad abran su campana para las provincias. Pensamos en elio. . . . Mariano de Sarratea. — 29 --. Sr. D. D, F, Sarmiento, San Juan, Abril 30 de 1851. Ayer he recibido su enconiienda sin carta ni senal alguna (*). Earé de ella el mejor uso compatible con las circunstancìas. La grande obra se trabaja con empeiìo y a juicio mio, que estoi mejor instruido que otro alguno en lo que concierne al elemento que mas de cerca nos rodea (el general Benevides) el éxito es seguro infalible. La paciencia perseverante era la vir- tud de Washington , y la ùnica de que el se preciaba. Imite- mosle con intelijencia.... Hai amigos entusiastas de V. y de sus principios. G. Eawsaon, San Juan, Junio 4 de 1831. No es prudencia fiar al papel sin garantia muchos detalles preciosisìmosque quisìeratransmitirle respecto de la situacion. V. comprenderà sin embargo cuando yo le asegure quo las cosas marchan aqui à medida de nuestro desco. Que luego luego podré comunicarle resultados positivos los mas favora- bles. Por ahora importa muchisimo continuar rinfforxando la predicacion inspirando confianza enelexito, por medio del estudio prolijo y veridico de los elementos de eccion , y no cesar en la demostracion del derecho. Las provincias del Norte han estado mal provistas delsilabario, de donde han resultado errores crasos y mui graves en los ultimos tiempos. Por ejem- plo , una diputacion de Jujui , Xucuman y Salta a Buenos Ayres, pidiendo lo que nuestro diputado Villanueva solicita desde tiempo inmemorial. Como hicieramos para obtener aqui el Sud-America (a cor- dillera cerrada) en lo sucesivo. V. , que es el hombrvi de los recursos injeniosos, discuna un medio, seguro de que en elio harà un inmenso servicio a la patria. - ( * ) Coyia de ima representacion dirijida d los Gohernadores de las pro- vincias , escrita el 3 de Abrii y enviada de Chile a las provincias el 7 de Abril, por conducto del Joven Elguera de Tucuman. El 3 de Abril datò primerarnente el generai Urquiza la circular del 1» de Mayo, que la copia comentaba. ^ 30 — Sa condiicta personal tan importante en la actualidad debe medirla mucho. Tenga entendido que cuanto mas y mejor conozco elestado de las cosas aqui, tanto mas me felicito de que la sublime locura no tubiese lugar. Paciencia , amigo , y actividad. Un dia mas de espera puede asscgurarnos al bien, y economisar desgracias..., Adios pues, muclios son sus amigos aqui, G. Rawson, San Juan , Setìembro 21 de 18ol. No tengo piena fé en el conductor de està. Escuse por tanto mis reticencias. V. sabrà ya lo que ha passado entre nosotros, y còrno las mas fandadas esperanzas quedaron iludidas. Ahora no nos queda otra cosa que la luz del Oriente. Ab Oriente lux! V. debe saber tambien la liistoria de su enviado de julio. Las cartas fueron entregadas cobardementea Benavides, exepto una de 8 de julio que yo he visto. Los periódicos, porque supongo que el cajon los contendria, estan en poder de Benavides, toda- viu, sin abrirlo por temor de que, corno de la caja de Pandora, salgan todos los diablos malos a visitar nuestra provincia. Por lo demas el compromiso, corno suole Uamarse, no mehace temblar, ni sera este un inconveniente para que yo preste a la patria cualquier jenero de servicio aun con positivo riesgo de la Vida. Salud, esperanza y valor. Uaws$Qn, Sr. gobernador y capitan general de la provincia de Salta J). Manoel Sarabia. Cobija, Agosto 1*» de 18ol. Opino tambien que si el general Rosas cediese està \ez a la peticion que se le hace a nombre de la republica para que le devuelva sus derechos yllene sus necesidades consignadas en la atribuicion 4^ del pacto federai, no quedarà un arjentìno que no se preste a ayudarlo sacrificando lasopinionesdiversas, re- sentimientos personales, agravios, etc, deponiendo todo esto ^ 31 — para sentar sobre elio la primera piedra del edificio dandose todos un fraternal abrazo; abrazo sin el cual no tendremos jamas patria. Pero si por desgraciael general Rosas corno otras Yeces, so cualquier pretesto, rechaza tan justa demanda, no hai que vacilar un momento en segundar el grito que en nombre de los intereses mas caros ha dado ya uno de sus hijos, uno de nuestros hermanos, un arjentino eh fin que la providencia ha destinado para abrirnos ei camino por donde debemos mar- char basta fìjar nuestros destinos. Este es eì general Urquizg. S)\ J). D. F. Sarmiento, Copiapó, Setiembre 2 de ISgl. Empecemos por lo fìjo y seguro, corno V. dice, y no en el de los sueiios, que lo han de dejar despachurrado cuando reciba noUcias corno las de Mendoza y San Juan. Viendo descuidado su proyecto por N. . . lo tome de mi cuenta. Pregunté cuanto costarla un emisariode confianza en- viado a la Rioja, a cordillera cerrada. Se me dijoque diez y ocho onzas: las apronté. Aberastain hizo el lio de papeles, eì emisario dijo bueno y se marchó, promeiiendomeaviso para este vapor; pero basta este momento que son las dos de la tarde no sé nada, sin embargo de que creo que la mision ha sido de- sempenada. Ahora a que se reduce esto, preguntaV.? A que vengaci Chacho a la Cordillera. Sabremos por éi lo que puede hacerse, y lo que necesitan en armas, municionesy hombres, en la inteli- jencia de que de acuerdo con Rodriguez me apronto a reunir diez mil pesos de està emigracion para el objeto. Respecto à la importancia que damos al hecho del Chacho, de- pende de la resolucion de este. Basta dudamos de que venga a la Cordillera despues de lo acontecido en San Juan y Mendoza. Por lo mismo comprenderà V. que para nosotros no tiene obje- to todavia la mision del santiagiieìio Labaysse. Sentiriamos que Y. se fuese a Montevideo corno me lo anun- cia, y se lieve a Pannerò y à Aquino. Pero tampoco me atrevo a decirles que se queden porque no reo ?jaf/ac/f/ro Carlos Tejedor, 32 Viva la Confederacion Arjentina! Mueran los asquerosos salvajes unitariosl Muera elìoco traidor salvaje imitario Urguiza! Salta, Setiembre20del8oJ. El gohernador y capitan general de la provincia de Salta, al Exm. Sr. gobernadoi' y capitan general de la provin- cia de Buenos Ayres, encargado de la direccion supre- ma de los asuntos nacionales de la Confederacion ArjeH- tina, y general en gefe de sus ejercitosbrigadierD. Juan Manuel de Rosas. El salvaje unitario Mariano Santibaiìez esel mismoqueen 1834 con mano traidora hirió mortalmente al ilustre general D. Pablo Latorre : es el mismo que en 22 de febrero de 1849 encabezó el movimiento anarquico : ha sido el ajente para in- troducir en estos pueblos los libeios incendiarios del empeci- nado salvaie unitario Sarmiento: sucarrera, Exm. Sr., marca- da de delitos de primer orden contra la Confederacion y la America, contra la paz y quietud de las provincias del norte lo han conducido al suplicio. , Dios guarde a S. Ex., etc. José M. Sara via. Viva la Confederacion Arjentina! Mneran los salvajes iinitariosl Mendoza, Agosto 2 de 18oi. Ano 42 de la libertad, 36 de la Independencia, y 32 de la Confederacion Arjentina. El gobierno de la provincia en u?o delasfacultades que le confiere la Honorable Sancion de 29 de julio de 1851, y consi- derando Que cibando de traidores salvajes unitarios halevantado olra vez el estandartc do anarquia, encabezado por el loco tra.idor Justo Jose Urquiza ; — 33 ~ iltUEUDA Y DECKETA. Art. 1.* Todo acto de exitacion en favor del bandaio sai vaje unitario .Insto José de Urquiza, bien sea tratando de justifirar sus inicuos procedimientos, dando nolicias falsas y alarmantes, introdìicieniio proclama s ó papeles de las virulenia» produccioms del bando de salvages unitarios, asi corno toda prodnceion di- ramante de la sagrada causa Federai é Independencia, ó delos gobiernos confederados, nriui principalmente del gefe supremo de la republica, sera considerado corno acto de coadyuvacion y cooperacion del traidor Justo José Urquiza, y sus pèrpetrado- res incurriràn en la pena que designa la lei a los que tomen parte en los hechos de traicion a la patria Mallea. ^ Anselmo Spgnra. Sm\ l). D. F. Sarmiento {*). San Juan, Octubre lo de 1831. Mui Sr. mio: Prometi a V. participar las buenas noticias que tuviéramos del loco salvaje Urquiza , y comò buen federai cumplo y dire todo lo que sé de pocos meses a està parte. Sera por partes, Mui de cierto se asegura que nuestro general ha tomado unos paquetes que los salvajes de Chile mandaban para està banda ; y que aun mas , personas hai que los han visto en casa del gobierno, los paquetes, pero no su contenido que nadic ha leido las picardias que contienen. Se sabe que nuestro ge- neral ha dicho que tiene en su poder las cartas que dentro de ellos venian , que con ellas habia de colgar media docena de salvajes. Cosa que me parece mui acertada. Se asegura que se toman precaucioncs à fin de tomar cuan- tas cartas y papeles puedan venir de esa , à fin de apestìllar por medio de ellas a los salvajes que esten de aqui en comu- (*) £sta carta, cuyo orijinal ensefié al general Virasoro y a su ministro el Sr. Pujol , fue publicada en Chile en la imprcnta de Belin y O, y re- prodijcjda por el Mercurio ìIq Folparaiso y el Com^rcio dd Piata, 3 ^ Si »- nìcacion con los de Chile. Estos paquetes son tomados en julio y datan las cartas que yo he visto de ese correo de fecha 8. Estos salvajes son sumamente crédulos: aqui la prueba. Como nuestro general es tan bondadoso y condescendiente , se alucinaron con que podrian reducirlo a entrar cn su pian de admitir a nuestro ilustre restaurador su renuncia y pedir la reunion de un congreso para constituir la nacion , etc. A estos pobres no les falta pico y coraje; y sin mas que osto principian a trabajar con los hombres mas influyentes basta abocàrsele al mismo general, Repito , pues , que su bondad Uegó a tal que les dio esperan-^ za de adherirse à un pensamiento tan patriota ; y llegamos a creer que positivamente lo reducirian segun se le veia vaci- lar , y aun espresarse confldencialmente aprobando el pensa- miento de pedir la reunion de un congreso constituyente, comò tambien se le oyó quejarse del manejo de nuestro ilustre, y del estado de pobreza é inseguridad de que se qaejaban las provincias. Todo esto seria sin duda un sebo para pillarlos mejor. En estas circunstancias solo se sabia del pronuncia- miento del traidor Urquiza, pero nada de su vcrdadero estado de poder. Llegaron olicios del gobierno de Cordoba , cópias del nombramiento que se bacia de jefe supremo de la republica a nuestro ilustre, autorizàndolo para que cuando fuera de su voluntad y considerase tiempo oportuno llamàra la reunion del Congreso , declarando al mismo tiempo que era de tal modo privativa la determìnacion de este asunto a la per- sona de nuestro ilustre , que el que contrariase està disposicion seria considerado y tratado corno salvaje unitario. Por circu- lar convidaba a las demas provincias a marchar de confor- midad. Nuestro general parecia no bacer mucho caso de todo esto, y la tal circuiar quedó por algunos dias bajo la carpeta sin darle gran importancia. El hombre vacilaba, se bacia el tonto, necesitaba ver mejor el horizonte, y a todos les deciaque si, con todos condescendia, y todos estaban mui contentos. He aqui el modo meior de ensartar crédulos ino- centes. Las cosas marchaban de està manera, cuando nuestro companero de armas el coronel Diaz Uegó de Jachal. Sabe que es el favorito , el brazo derecho , federai en esencia y existencia. Comprendió la cosa: trató de darle camino mas seguro al gobernador: es decir, no se le despegaba àninguna bora de su lado , dando princìpio por llevarle noticia de cuanto hablaba cada salvaje en particular, y cuanto fragua- ban en jeneral: lo tocó vivamente con calor y con perseve* rancia. Obligado a tornar alguna determìnacion se resolvió llamar doee a catorce ciudadanos para que le dieran consejo. Don T. ^ 35 <- Maradonà, Juan A. Gano, Pedro Qairoga, Elias Losada, Miguel Ghagaray, Doncel, S. Lloveras, G. Rawson, T. Rojo, Laspiur, Eleuterio Gano, Tristan Ghagaray, D. S. Sarmiento, etc. Hubo dos reuniones de estos caballeros, donde se monstró el estado de las cosas segun noticias vagas y ninguna oficial. Hablarori con mucha libertad y alguno mui lindamente. Hubo all'i Iiombres que con su elocuencia, la fuerza de sus razones y su estilo du'.ce, suave y culto dejaban encantados y callados a todos los demas; pe'rsuadidos quedaban pero no sin miedo, Es visto que hai salvajes mui inteli jentes y capaces, que Bios les ha dado pico de oro, y que a fuer de habiles convencen, pero no pueden arrancar el miedo que los viejos tienen a que se mueva el órden hoi establecido por el ilustre, y sobre todo temcn que los miindeu desollar vivos a todos, que os lójica tnmbion habilmente empleada con mui busn éxito. Llegaron noticias que laRioja, Gatamarca, Tucuman y Salta habìan autorizado con el mando supremo a nuestro ilustre con lo que nada mas era necessario para seguir su ejemplo, por la mayoria de la reunion. Los salvajes comprendieron que los viejos federales estaban resueltos a salvar su cuero y no dar mo- tivo para que les viniera alguna tempestad y a fin de que no se manifestasen con decision en el asunto, les aconsejasen contes- tar al gobierno remitiesen el negocio à la sala , para que ella determinase corno era de su competencia. El caminito pareció mui còmodo y està fué la decision. Diaz trabajaba coni los miiitares con dona Anjela y con la goberna- dora. Se escusaba del ministro y aun trataba de minarlo y hacer se desconfiase de su marcha. Por ùltimo , lue necesario deci- dirse , pues ya todos lospueblos habian tomado su partido es< cepto este , cuya demora era ya un compromiso , comò tambien era un pecado el consultar y pedir consejo en asunto quo tendia nada menosque à robustecèr el poder del héroe, del gran hom- bre , por quien vivian y respiraban aun. De golpe vino el miedo , el temor al castigo, pues ya divisa- ban el làtigo, ya se consideraban con el delito de vacilacion. Sin oir mas el gobierno paso a la sala su proyecto vaciando casi la lei de Górdoba. La sala se compone en su mayor parte de salvajes, y estos no tenian miedo a pesar que la barra era numerosa y se com- ponia de miiitares adictos y encabezados por el coronel Diaz, Se pide se resuelva sobre tabla por ser su despacho urjente ; pero la sala en mayoria, la pasa a la comision competente. Apercibido el gobierno que pueden contrariar su resolucion ya tomada , irata de Donerse serio y mueve a la comision à un pronto despacho, sin pérdida de tiempo, porque sì no etc... Llega la noche de sala ordinaria y supone, ó no que la comi- — 36 — Sion pnede haberse espedido y qiie trataràn elasunto- Dispone quo Diaz y Coquino, May or de Piaza, reunan a todo federai pa- ra las oraciones ; y antes de que estuviese rcunida la sala , re- corren la poblacion con la banda de mùsica dando vivas al ilus- tre y mueras al traidor , a los salvajes , y a todo el que se opon ga ài nornbramiento de jefe supremo. Tiros, gritos furibundos y toque a degiiello con las cajas y cornetas fueron raui sufìcien- te aviso a los salvajes de su posicion critica y al pueblo todo para ponerlo en consternacion. No hubo sala porque nadie se atrevió a salir de su casa te- miendo la San Bartolomé. Para la slguiente noche se citò la sala. —Se llenó la barra de militares con mal aspecto, mal ceno, y a pesar de todo, un salvaje tomo la palabra y de su boca brotó un raudal de perlas; para este salvaje no hai mìedo ni posicion dificil. Sabe meter los dedos en la llaga , locar la parte mas delicada; pero su tino es sorprendente , esquisito , y osto mismo lo eleva a una altura adonde nadie hubiera osado asestarle un tiro sin temor de errarselo. Habló media bora , corno 27 anos bacia no se habia oido en està tierra de cristianos. Se guardaba un profundo silencio, nadie se airevia a respirar, sus palabras Uegaban a cada oido sin ser interrumpidas y eran escuchadas con profunda atencion. Salvajes habia quelloiaban, sin poder dominar su sentido entusiasmo y su felicidad ante aqucl destello de libre pensamiento. Knfìn, amigo, este divino salvaje tiene a Dios ó el diablo adentro..,. Concluyó dejando a todo el mundo en profundo si- lencio, de tal modo, que a nadie por aquella noche levino gana de hablar Unicamente al presidente, que al fin de gran rato se resolvió a recordar a los muertos; y no pudo conseguir que ni siquiera un ahullido se oyera. Les dijo que ponia en discusion el proyecto de S. E.... Silencio. — Que lo darla por suficientementediscutido.... Silencio. — Pidió votacion, y està se verificò en completo silencio. Asi se terminò el negocio le- Viìntàndose en silencio cada representante sin hablar palabra lìasta que llegaron a sus casas. Parecla que a estos demonios les liubiesen aparado los labios : estaban emperrados. Parecia nquello una ceremonia hecha al cuerpo presente de algun per- sonaje que con su muerte dejaba la consternacion y el luto a una poblacion. Este fué el modo solemne comò se sancionò el proyecto del gobierno. Dado este paso es consiguiente que V. comprenda que nuestros compaiieros federales largamos la len- gua contra todo salvaje para humillarlos y aterrarlos, teniendo estes que meterse en un cuerno. No obstantc que sabemos, segun nos dicen, que nuestro ilus- tre cuenta con mucha jente para combatir al traidor, a pesar de todo, aqui se estan organizando con empefio el batallon de ve-. teranos y las miiicias. Sabe V. a lo que creo quemasse teme, son a los salvajes de Ghile, que en esle verano hagan alguna dia- biura,... En el pueblo de Cordoba hiibo avisode que al norte por el Tio se veian grandes humos infìriéndose pudieran sor Mascaritas, Salas y algunos otros salvajes. Se tirò bando pena de la \ida el que tuviera connunicacion com estos ó prestara recursos etc, siendo castigados con la pena sin escepcion de persona y sin que para elio hubiere proceso, bastando solo [Dresuncion. Parece que lodo ha quedado en nada, pues solo han sido temores. Lo que se teme positivamente es que los salvajes de Chìle se pongati de acuerdo con el traidor y en et verano (precisa- mente en enero) se dejen caer à un tìenpò ; los unos por el norte de f órdoba, y los otros por Salta, Tucuman ò Rioja. El pueblo que seria perdido indudablemente seria Cordoba, porque se balla mui descontento, mui oprimido^ mui pobre. Mendoza es otro pueblo que temo , pues su gobierno no es fuerte y oprime mucho; teniendo solo por garantia a San Juan que estaria pronto a su socorro. Aqui se bacen ejercicios mi- litares tres veces por semana y cada dia se toman mayores pre- cauciones para estar preparados a todo caso.... Se dice quo Diaz aconsejaba a nuestro general hiciera venir al Chacho para tenerlo aqui seguro; pero no ha faltado algun diablo que mande prevenir a este que no venga. Todo està aqui pendiente de los sucessos del Estado Orientai corno acio decisivo. Diaz ha sido mandado a la Rioja, Catamarca, Tucu- man y Salta a arreglar y allanar las ditìcultades que obstan para el trànsito por los derechos que habia impuesto en esas provincias. Aqui se ha dado el trànsito libre ; pero el tropiezo de la fianza en Aduana no se ha allanado y aun subsiste. Debe V. estar en la intelijencia que no tenemos correo corriente; de noticias frescas estamos escasos. Quedo comò siempre, su afectisimo. Mendoza, Octubre 29 de I80I. Rosas no tiene ya apoyo ninguno en los pueblos; lo prueba el alarmante estado de ajitacion que domina à todas las pro- vincias, segun vemos por algunas hojas impresas en ellas. La Camara de representantes de San Juan se compone en su tota- lidad de unitarios, figurando en su seno los Yanzi, los Rojo, Laprida , los Rawson, Beruti, Sarmiento, Lloveras.— Mendoza, — 38 — San Luis y Cordoba se hallan bajo facultades estraordinarias, disueltas sus representaciones. El norie todo solo esperaba para dicidirse el resuUado de unaprimeirabatalla. La comuni- cacion entro Buenos- Ayres y las provincia s proseguia cortada por una fuerte division a las órdenes de Baigorry. La repre- sentacion de B. A. habia decretado grandes aprestos de guer- ra , pero la nueva de està Victoria sera la contraseùa para que todo el interior se ponga instantàneamente en armas centra el tirano. Cuartel Jeneral en GualeguaicliUj Noviembro 16 de IScìl, Sr. Temente Coronel D, V. Sarmiento, Con satisfacion he recibido el ejemplar òlq Sud-America ^ q\ tetrato de San Martin, y la hermosa piedra que se ha dignado remitirme, y que yo admitto con nuicho gusto, còrno un tes- timonio de la adquisicion que he hecho de la amistad de V. que tan sinceramente se ha adherido al Facto Federai de la Kepublica en la atribucion 4=» , que estabelece toda nuestra actualidad. Yo estoi contento con que lo este V, por su parte con la idea que le manifeste de acompanarme en la proxima campana, en la que sus servicios y intclijencia seran de mucha utilidad. Se V. quiere realmente pasar a Montevideo, yo tendré mucho gusto en recomendarlo para que se transporte en uno de los \apores que de manana a passado deben venir con tropas , sin que por esto deje V. de estar en campam, cuando mucho tiempo hace que lo està, combatiendo con sus escritos al tirano de nuestra patria. Soi de V. affectìsimo amigo y S. S. jusìo José de Vrquiza. Sr, Dr, D. Vìcente Lopez- ^ Montevidéò, Novembre 30. Nuestro amigo el Coronel Paunero me indicò que el Sr. Sarmiento se halìaba sin espada. Yo habia reservado para mi — 39 — una que tengo el gusto de ofrecerie , pidiendole a V. se la presente en mi nombre, Es do las de mejor calidad que he visto por aqui, y tiene la cspeciaìidad de deber su onjen a la confìanza que tenia Kosas de entrar triuniante en Monte- ''^^'"•' J. Baule, Ministro do la Guerra de la Kepublica del Uruguay. Sr, D. D. F. Sarmieniói Montevideo , Noviembro 20. Mi querido compatdota y amigo: Tengo el gusto de dedicar a V. esas espuelas. Tienen para mi la recomendacion de haber sido del uso de mi hermano el general Lavalle, y mandadas hacer por él en su campana de Quitu. Su amigo, Uafael lavalk. 1852. R'jsdiio, 1," de Enero de ÌBo"l. Habituado a lucbar con el tirano de nucstra patria, sin otro galardon que el testimonio de mi propia conciencia, me sentia demaciado commovidoante anochè para dirijir la palabra a los habitantes delRosario, que se han dignado darme tan evidente prueba de estimacion, visitandome reunidos. Si algo he hecho en bien de nuestro pais, este acto me lo paga con usura, y creò que he logrado espresar en misescritos los sentimientos com- primidos por tantos aiios en el corazon de cada uno de mis conciudadanos, por las simpatias que he encontrado en cada una de las provi ncias que he vi*itado. No pudiendo ahora ni mas tarde espresar de otro modo mi gratitud a los habitantes del RosariOj lo hago por este mtìdiO ~ kO - para que mi nombre se asocìe al recuerdo del dia mas feliz para un pueblo civilizado, y es aquel en que se erijió la pri- MEUA IMPRENTA, y sus millares de lenguas llevaron a todas partes la fama def acto de heroismo con que los habitantes se alzaion contra sus tiranos. Una coleccìon de mis libro' quedarà depositada en el archi- lo publico. El estatuto provincial niega el derecho deciudada- nia al Santafecino que no supiere leer en 1850, y yo he hecho profesion de todos los ramos quo tienen relacion con la educa- cion del pueblo. En EDUCACION POPULAK hallaràn los que quieran promoverla cultura de su paìs consejos y ejemplos. Es mi ànimo, terminada la campaiia del general Urquiza, y que el heroismo de los vecinos del Rosario ha cambiadoen marcha triunfal, retirarme a concluir mis dias en algunode los risuenos parajesque baiìa el Paranà, para consagrarme, li- bre de toda preocupacion de espiri tu, a fomentar la navegacion de estos poderosos rios, vehiculos de riqueza,y asombradossin duda, de verse hasta hoy desiertosde vapores y navespor milla- res en sus aguas, comò de ciudades florecientes en sus orillas. El Rosario està destinado por su posicion topognifìca àser uno de los mas poderosos centros comerciales de la Republica Ar- jentina,y seria una de las mas puras glorias que codiciaria, acelerar eì dia de su engrandecimiento y prosperidad. El ultimo dia del aiìo de 1851 iia sido el mas grato de mi Vida. Hoy principia una nneva era para nuestra Patria , y apro- vecho està ocasion de felicitar à los habitantes del Rosario por tan venturoso ANO NUEVO. Domingo F. Sarmiento. Sr. D. D. F. Sarmiento. Santa Fé, Enero 14 de 1832. Mi estimado compatriota: Me ha sido muì satisfactorio el recibo de su apreciable carta tedia 5 del presente, y agradezco a V. los sentimientos con que se espresa en ella tan favorables a està provincia, aceptan- do gustoso las felicitaciones que V. me dirije, por la confianza con que me han honrado mis compatriotas, aunque inmereci- da mente. ~ 41 - Celebro que V. lialla conocido practicamenle (*) lasituacion topografica de esla provincia, mui ventajosa relativa a las de- inasde la Republica Argentina para las relaciones inercantiles y vias de conduccion de toda clase de articulos ya del pais conio estranjeros; pero celebro mucho mas su resolucìon de vivir entro nosolros. La provincia de Santa Fé lo recibirà siempre, y darà V. el liigar que se merece, no rnezqulnandole cuanto jjueda Iiacer para propoicionarle su felicidad; pues me per- suado que antes que V. se resuelva a venir sea V. Uamado, pues hombres corno V. son ùtiles cn todas partes y aqui necesarios. Kntretanto, eie. Domingo Crespo. (Gobernador de Santa Fé.) Cuartel general en los Espinillos, Enero 2 de l8o2. Sr. D. D. F. Sarmiento. Eslimadoamigo: S. Ex. el Sr. general ha leido la carta que ayer le ha esento V. , y me encarga le diga respecto de los prodijios que dice V. quo (*) En los Dcsmochados se aparta al Sud Oeste ci camino de Buenos Ai- res, costcando paralelamente el Paranà. El primcr pucrto de Santa Fé cs el del Rosario, distante de los Desrnochados veintc leguas y por donde han de surtirse en adelante de efectos de Cordova, y las provincias de Cuyo, aliorrandóse casi todo el fletè que se paga desde alli por tierra à Buenos Ayres que son trcs pesos^ canlidad que no deja de utilidad una carga de aguardiente. El camino de IMendoza al Rosario mide ciento sctenta y dos leguas por la posta, mientras que a Buenos Ayres se cuentan trccientas; y conio el fletè a Buenos Ayres es de doce pesos carga, descargando en el Ro- sario valdria en proporcion. {Sud-America volumen J paj. 140 — 18ol. Ya hemos hecho sentir en otra parte la ruinosa organizacion actnal de la Confederacion, con un solo puerto habilitado para el comercio estranjero; pero a la sabia y meditada deliberacion del Congreso toca remediar por le- > cs previsoras este error de la naturaleza. El Congreso decidirà si cuando el njar no bafìa nucstro territorio sino por un estremo, la voinntad huinana podra prolongar bacia ci interior por medio de rios eslensos conio mares, la comunicacion y contacto directo eoa el comercio estranjero: el Congreso decidirà si conviene aplicar a Santa Fé destruida, ù Corricutes y Entre Rios anodados el mismo ensalmo que ha hecho en pocos aùos la prosperidad y ci engrandecimiento de Buenos Aires y Montcvideo. {ArgiropoUs paJ, Tó.) - 42 - hace la imprenta asustando al enemìgo, « que hace muclios afios que ias prensas chillan en Ghile y en otras partes, y que basta ahoia l). Juan Manuel de Rosas no se ha asustado; que àntes al contrario cada dia estaba mas fuerte. » Curoplida la orden de S. Ex., solo me resta, etc. Àngel Elias , (secretano del general Urquiza. ) Sr. D. Àngel Blìas, Rosario, Enero 3 de 1832. Mi distinguido amigo : En medio de Ias atenciones que con tanto piacer me absor- \en, he recebido la cartita de ayer, en que me trasmite por or- den de S. Ex., su juicio con respccto a la poca influencia de la prensa de Chile para asustar a Rosas. Si este cenceptohubiese sido emitido en una conversacion lo mirarla corno una de tan- tas opiniones sobre Ias cosas y los hechos ; pero en la forma que viene no se si deba recebirlo corno un reprochc. Es probable que en la carta a que se refiere el Sr. general baya oscuridad ó jeneralidad en el concepto; pero al hablar en ella da la prensa, hablaba de està prensa del Ejercito Grande, y corno està no publica sino documentos y hechos ^ue emanan del Sr. general ó relativos al ejercito, no acertàraà compren- der porqué la publicidad dada a esos documentos y a esos he* chos no ejercerìa influencia ninguna. Si se refìriese a Ias pocas palabras de comentario con que yo he acompanado la publicacion de esos documentos, a mas de haberlas consultado con el Sr. general, yen su ausencia con el Sr. general Virasoro, ó loscoronelesGalan y Basabilbazo, basta que se me ha autorizado para proceder por mimismo,esas palabras no son sino la reproduccion del espiritu de los docu- mentos misrnos, ó la simple narracion de los hechos. Mas en el concepto de que yo haya dado lugar a creerque me referia a la prensa de Chile, es este asunto mui grave, para que presentandose ocasion de explicarme noia aproveche. Es mui naturai creer queyo me exagere a mis propios ojos la in- fluencia de la prensa, es decir de la palabra, del estudio, del consejo; pues debiendo a ella una mediocre posicion en varios ^ tiS -^ estados americanos, y meatreveria a anadir, entre algunos hom- bres distinguidos de Europa, no es estraiìo que la ame y la es- time en mucho. Pero la prensa de Chile he sido yo durante muchos aiios, y en eslos ultimos no se ha ocupado de otra cosa que de predisponer la opinion pùblica en favor del Sr. gene- ral y de la digna empresa queiba a acometer. No ha consegui- do nada en este sentido la prensa de Ghile? Seria por lo menos prematuro asegurarlo, y en caso de ser asi seria un deslucido cumplido el que me haria el Sr. general, anunciandomelo de una manera punto menos que oficial, si no hubiese en esto un error de concepto. La prensa del Entre Rios ha trabajado en el mismo sentido, y no veo por que la una haya sido mas efectiva que la otra. Las armas quecombaten a Rosas son invencibles ; pero tam- bien es cierto que la opinion lo ha abandonado, y alguna parte por pequena que sea debe concederseles à los que han tenido el coraje de combatir su poder diez afios y demostrar su Inmo- ralidad y su impotencia, y yo no acepto la negacion de la parte que me toca en ella, por que aceptarla seria desesperar del porvenir de mi patria y anularme. Conociendo comò conozco la bondaddelSr. general apunto estas esplicaciones sin adoptarlas Espero de la generosidad de V. que haga conocer al Sr. gene- ral del contenido de està carta aquello que pueda interesarle y predisponga mejor su animo^ etc. I>. F. Sarmiento, Cuartei General en los Espinillos , Enero o de 1851. Sr. D. D. F. Sarmiento, Estimado amigo : Dos cartas he recibido de V., y absolutamente no he tenido tiemJ)o para contestar aeilas; pero boi lo hago con mucho gusto. La primera es aquella en que me habla del negocio de la prensa, asunto que, segun el espiritu de su carta, le ha rnortificado; por lo quo debo decir a V. que este es un ne- gocio completamente arreglado, pues el Sr. Gobernador se ha mostrado mai afable , hablando sobre V..... Àngel Elias. - kk - GENERAL PACUEGO. Chatras de Moron, Febrero i" de i8o2. (12 del dia.) Exm. Sr. (D. Juan 3ianuelRosas). Tengo el honor de remitir a S. E. una maleta conteniendo los objetos detallados en la adjunta relacion, que indican per- tenecer al salvaje unitario Domingo F. Sarmiento, la cual maleta fué aprendida por un peon de D. Jeronimo Peralta. Este fué enviado bomberò por el sarjento mayorde mi escoUa 1). Juan Pablo Albano/, de quien es sobrino, y habiendo lléga- do a la Guardia de Lujan con los caballos mui acnsados, man- dò ese peon al campo encmigo con el encargo de que tratase de sorprenderles alguna cosa, y de traerle algo comò prueba de que liabia llegado a dicho canjpo. El peon fué en efecto, y tomo del medio del campo (falso) de los salvajes unitarios (el campo del general Urquiza) la maleta con los demas objetos que remito a V. E. Envio a V. E. al mencionado N. por si V. E. quiere imponerse de todo lo relativo , sintiendo no poder hacer lo mismo con el peon por no haher venido a este campo. RELAC10> DE LOS OBJETOS CONTENIDOS EN LAS MALETÀS QUE SE HAN TOMADO AL SALVAJE UNITARIO TITULADO TENI- E.NTE COUONEL D. F. SARMIENTO EN SU PROPIO CAMPA- MENTO. Una cartera de bolsillo con varios apuntes. Una carta topografica de la provincia de Buenos Aires por Woodbinc Parish. Un 3IEM0RANDA que tiene por titulo « Diario de la Campaiia (( del teniente coronel D. F. Sarmiento en el Ejercito Grande. « 1852. » Una carta del titulado teniente coronel Olegario Orquera.^ Un paquete rotulado Illmo. y Exmo. Senor Consejero Er- moto lionorioGarneiro Leào. Montevideo. Otro rotulado Illmo. y Exmo. Seiìor Almirante D. Juan Pascual Grenfell à bordò del Alfonso. Varios papeles impresos. ^ 45 - Buenos Aires, Febrero 23 de 18o2. Seììor Generai en Je(e del Ejérnto aìiado. Exmo. Senor! Habiendo obtenido de V. E el permiso de regresar a Chilo, despues de haber terminado la comision quo se dignó conOar- me en el Ejercito, he resuclto aprovechar la proxiina partida de un buque para Rio Janeiro, para tornar desde alli alguao de los rnuchos que salen para el Pacifico. Aceleran està resolucion el lengnaje y los propositos de la proclama que ha circulado ayer, siendo mi inlenéion decidida no suscribir a la insinuacion amenazante de llevar un cintillo Colorado, por repugnar a misconvicciones, ydesdecirde mìs honorables antecedentes. Este acto por el cual me sustraigo a toda jurisdiccion guber- nativa es un hecho personal que en nada se liga con laconducta que guarden ó hubieren de guardar otros, justificandolo mira- dicacion en Chile, y el ver, a juicio mio, malograda la esporan- za de un regreso definitivo a mi patria. Que Dios ilumineà V. E. en laescabrosa senda en quo se ha lanzado, pues es mi conviccion prol'unda que se esiravia en ella, dejando disiparse en un periodo mas o menos largo, pero no menos fatai por eso, la gloria que por un momento se habia reunido en torno de su nombre. Aprovecho està ocaclon de ofrecer a V. E. los respetosyla consideracion con que mesuscribode V. E. seguro sorvidor. D. F. Sarmiento. Impronta Imp. y Const. de J. Yjllenenve y Comp. — 1832. PEOLOGO, Si alguno de los mìllares de Arjentinos que lian recibido lieri- das graves en niiestras eternas laclias civiles, leyere estas pàji- nas, recordarà aquella estrana sensacion que se esperimenta al recobrar el uso de la razon, i abriendo los ojos no poderse dar cuenta de si mismo i preguntarse interiormente ^quién soi i qué lugares son estos? ^por qué no puedo moverme, i qué fìsonomias esti'anas son las que me rodean? Hasta que a fuerza de prolija investigacion balla en un estremo apartado de la memoria, entra no bien defìnidas reminiscencias, el recuerdo de un combate en que estaba dando una órden, i despues. ...... .despues, no se acuerda mas de nada. Este heclio, frecuente tambien en pos de sueiios letàijicos i enfermizos, esplica el puf norte-americano, que refìere, comò alo- jàndose un ingles en una posada, contiguo a la babitacion de un pasajero negro, i liabiéndole tiznado por travesura a él mismo la cara un su amigo miéntras dormia, vióse negro el rostro al ser despertado de madrugada, segun lo tenia prevenido, para conti- nuar su camino ; i lleno de indignacion i compadeciéndose del chasco esclamò, volviendo a dormirse : este bruto de sirviente ha venido a despertaral negro; i el pobre ingles (era él) va a rabiar manana, cuando lo recuerden tarde para seguir su viaje. Sucédenle cosas a uno en la politica americana, que no seria estrano tomarse despierto, bien despierto, por el negro del cuento, esperimentando realmente aquella desorientacion de que hablaba a — TI al principio ; i vale la pena de contarlo, la fascinacìon, que des- pues de disipada, me ha inducido a poner órden por escrito a mis ùltiraas reminiscencias. Exije la voluntad, despues de haber estado excitada i tirante, por decirlo asì, por anos en la prosecucion de algun fin, sus dias de inaccion, corno el ciierpo pide algiinas horas de reposo, en pos de las grandes fatigas. Entónces las impresiones pasan por los sentidos sin dejar rastros en las percepciones del espìritii : se ve- jeta, se cambia de lugar, sin darse de elio cuenta clara. Un sueiio pesado me h^bia retenido uno de estos dias en el lecbo, basta mui avanzada la maiiana. Hube de abrir al fin los ojos con difì- cultad, i a mi frente i sirviéndole de marco el claro de una ven- tana, presentóseme un cuadro naturai i pai-a mi desconocido. El sol, bien avanzado yaen su carrera, derramaba torrentes de luz bianca sobre montaiias agadas i ciibiertas de vejetacion tupida, azulada, i vaporosa a lo léjos, verde esmeralda, brillante i abrii- mada de paràsitas en los declives mas cercanos. Desde sus bases se e&tendia una inmensa tasa de agua, tersa , dividida solo por el regnerò de fuego que describia el sol en la linea de la visual, i ajitada en partes por barquillas de dos velas latinas. Hàcia el lado de la ventana, i basta tocar la orlila del lago, estendiase un jardin artisticamente decorado de hileras de plàtanos i de bam- bues en sus costados i al centro terraplenes de flores esti'anas a los climas templados, i de plantas tenidas de amariìlo o de encarna- do, cual si ellas mismas intentasen en las raras formas i col ore s de sus hojas remedar a las flores. Alcanzaba la vista a dominar en los segundos planos, alquerias i casillas de campo de un gusto esmerado, con tecbumbres pintadas, tejas brillantes i facbadas en que el granito i estucos blancos sobre fondo azul celeste, pres- taban armonioso contraste a los grupos de arboles florescentes, estranos, jigantezcos que las sombreaban, derramando sobre ellas enredaderas i lianas, o sombras espesas que formando masas de claro-oscuro , daban realce deslumbrador a la luz fùljida que ba- naba los edificios. ^Dónde estoi, me decia, sin poder disipar el letargo? Este sol, està vejetacion, este lujo de babitaciones solo puede verse en la India, en Ivi adras o en Calcuta, donde la cul- tura inglesa ha sometido a regia la naturaleza tropical, desenfre- nada, bella i ébria comò una bacante antigua. Recordaba haber oido al hijo del jeneral Mandila detalles sobre la India; pero yo estaba despierto, i no era recuerdo, ni ilusior^ ni pintura, lo que mis ojos veian : las barquillas aquellas se movian, mecianse las fiores, sacudidas por insectos dorados i el ruido de carruajes i el — Ili — bullicio de poblacion, alejaba toda idea de un cuadro de gaHne- te óptico. No piidiendo tornar por el próximo estremo el hilo interrum- pido de mi existencia , empecé a buscarlo un poco mas alla en*- tre mis recuerdos, i pude al fin cerciorarme de que no bacia aun seis meses, eramos siete que partimos de Cliile, rondando el Cabo de Hornos a bordo de la Médicis, a prestar nuestros servicios al Jeneral Urquiza centra el tirano arjentino. Siete! Aquino, el bri- llante i caballeresco coronel de queridisimo recuerdo, muerto sin gloria en los campos del Espinillo : el coronel Pannerò, espeii- mentado soldado de la guerra del Brasil : el teniente coronel M itre, maestro profundo en su arma, la artilleria ; i el capitan re- tirado de Coraceros de la Guardia, Domingo F. Sarmiento, acompaiiados de los sarjentos licenciados de Granaderos a caba- llo de Cliile, Elgueta, Novoa i Garrido. De estos siete soldados han muerto dos en la campana del Ejército grande aliado, i so- brevivido atres lanzadas otro; i con tres liombres fuera de comba- te de siete que componiamos el cuerpo espedicionario de la Médi- cis,fué este elmasmaltratado de la suerte, entre brasileros, orien- tales i arjentinos que entraron en campaiia. Los que han sobre- vivido haìlàronse, ala sombra del pabellon imperiai enei com- bate naval del Tonelero, i arrostrado las balas rojas, la fusileria i metralla de Mandila, durante cincuenta i ciuco minutos, i en la batalìa campai de Monte-Caceros, a las órdenes del victorioso jeneral Urquiza, liecho cuanto puede esperarse de liombres de prò i de soldados de lionor ; viéndoseles entre los jefes, i hacien- do la campaiia a sus propias espensas con sus armas i caballos, corno los antiguos capitanes castellanos. Por lo que a mi respecta, pues ya sabia quien yo era, traje a la memoria al volver de mi trascuerdo, que dejando atras fami- lia i cuidados de fortuna, en busca de una patria libre i eulta, por quince aiios de destierro suspirada, habia costeado el Atlàn- tico i el Pacìfico, remontado el majestuoso Uruguai i el fecun- dizante Paranà : atravesado las provincias Arjentinas, Entre- Rios i Santa-Fé ; visitado las capitales Montevideo i Buenos- Aires; batidome en mar i en tierra ; i viajando i combatiendo, soportado rudas fatigas, i gozado de emociones profundas ; ob- servando lo que mis ojos veian, i oian mis oidos ; pensando, es^ cribiendo, i viviendo de la vida febril del entusiasmo i de la lu- cila ; i corno si algo faltara en este vivisimo panorama, pasado a mi vista en cinco meses de actividad i raovimiento, a los yelos del Cabo de Hornos, venian por aiiadidura a oponerse los es* piendores siifocautes del tropico, i a iaa desnudas e ilimi'tadas^ planicìas de las Pampas Aijentinas, las sanudas crestas i picos, que entre bosques enmaraiiados rodean la lajosa bahia de Rio- Janeiro , donde escribo estas pàjinas, en el Catete , barrio pinto-» rezco i fasliionable, Hotel des Etrangers en una habitacion ale gre cuyas ventanas dan bacia el pedazo de mar, contenido entre los faldeos de la montana Das Orgas, el Pan de Aziicar iel Cor- covado , i era la tasa de agua que en parte caia bajo mis miradas al despertar, i no acertaba a comprender en el primer momento. jAndo peregrinando por la tierra de nuevo en busca de instruc- eion para el pueblo ! Demonio escapado del intìerno del destierro sempiterno , vuelvo despues de liaber bajado al mundo de la vi- da, a recojer de nuevo la cadena que me tiene atado, léjos del pedazo de tierra, que me fué por la naturaleza asignado por pa- tria! Emigrado otra vez! Profugo! .... Proscripto! Qué sabe el que nació Arjentino, a dónde amanecera manana, ni ante qué nueva tarea ha de ver encanecer su eabeza, malgas- tados ya, derrocbados los mas claros i bellos dias de la vida, tras de alcuna manzana dorada , comò aquellas que diz que crecen al rededor del mar miierto, i Renan la boea del viajero que buscaba refrijerio, de cenizas al morderla?. ' Parece un suenol. . . . esclamaban las damas do Buenos-Aires, quince dias despues de caldo el tirano, en los intérvalos de la eonversacion en que contaban su diclia actual i sus pasadas an- gustias. I cierto ! que todo es sueno entre nosotros basta la vida que se salva de la epidemia que asola a aquel pais hace veinte ano?. Reina en estos dias la liebre amarilla en Rie- Janeiro, i los sobrinos i hermanos de Rosas, con quienes venia yo comiendo en un piato a bordo del Prince, temian al desembarcarservictimas de sus estragos, echando de ménos aquellas playas arjentinas, don- de ninguna dolencia peculiar al clima, le sale al hombre en al- guna encrucijada del camino de la vida i lo asesina, corno el vo- mito negro de la Habana o las tercianas de Lima. Ai! que se ol- vidaban que en la Confederacion reinaba basta abora poco, en- fermedad endemica, mas rapida en sus efectos, mas devoradora en sus estragos , que el colera-morbus asiàtico. Llamóse aquella enfermedad degùello, i salvar de su diente, era apénas el destie- rro, réjimen que dura por anos sin termino. Bastaba que el entre- cejo de algun bàrbaro se frunciese para liacer rodar la eabeza del qua piensa , comò no piensan los que no se tomaron nunca éitrabajo de coordinar dos ideas. Ah! a veces lian caldo quinìen- tas cabezas en un dia i a veces una sola que valia por ciento de uqiiellas! No tiene el mal estacìon fì^a, i si amaina su fuerza, que- da latente en la atmosfera, aconsejando la prudencia precaverse i no liacer desmanes. Cuando los sintomas de la enfermedad apa- recian en el sembiante o en los actos de algun veci no, dàbasele al apestado ei nombre de salvaje unitario ; i entónces se lo seiia- laban los unos a los otros, evitando su encuentro, pues que las leyes de la justicia i de la humanidad i basta las del decoro, cesa» ban de protejerlo. En lasveladas de abordo, a la luz vacilante (jue llcga del sol a las zonas polares del Cabo de Hornos, conversàbamos de lo que pasaba entre nosotros, los argonàutas de la Médicis, circum- navegàndolo en pos tambien de un bellocino de oro, guardado por un Dragon espantable; i el gran m.ajico Alexander que no3 escucbaba, d^cia lleno de estupefaccion, ^-^Pero que paises son esos, donde Guantoni se nombran ban muerto o en los combateso degollados? I en efecto, el sacrifìcado Coronel Aquino, que nos referia liistorias de vibaque, no acertaba a «ombrar compaiiero, amigo, enemigo, que noestuviese ya sepultado. Aver ericontteHie de m.anos a boca con Alexander en la Rua de Ouvidor, i despues de la bienvenidade amigos que se encuen- tran inopinadamente, preguntóme por los otros de la Médicis, jNo sabia aun que Aquino liabja sido degollado! La memoi'ia de Aquino volvió a despertarse dolorosa, corno era festivo i agra- dable su recuordo. Si alguna vez remontais, oh lector, ci Parane, mas alla del Eosario divisareis las torres solitarias i solemnes de San-Lorenzo. Desead el reqidrscat a la vidima propieiatoria sacrificada en los altares de la libertad arjentinao jAhi rcposa Aquino! Su sombra tefiida de sangre debió seguir las marchas del Ejército Grande, por lo que todos jefes i soldados la tuvimos siempre presente corno un peligio, una amenaza, o un ahrta si- lencioso-, i soidado medroso hubo que a la luz vacilante e inter- rumpida de las hiciernagas que alumbran por momentos la Pam- pa, creyó discernirìa serena, con el aspecto imponente que conservo su fison ornila en el cada ver. Cosa estrana! Al visitar la 3IédÌ€Ìs,cn que debiamos embarcar- nos, de improviso desapareció Aquino de nuestras miradas, i al sa- lir contuso de la bodega donde cayó por no haber visto abiertauna escotilla,^^nial a giiero" esclamo pensati vo; pero desoyó el aviso del cielo i se cmbarcó. Al despedirse de nuestros compatriotas en Yalparaiso, una voz amiga dijo con pena: *'este banquete puede — vi- ger para algimo de nosotrosla Cena de los Jirondiiios,'^ i los ojos del que hablaba se encontraron involimtari amente con los de Aquino. Uno que lo traicionaba tambien le dijo : '^no vaya Aqui- no. Yo sé lo que son esas cosas;." pero Aquino no comprendiò la inspiracion del corazon del amigo, i no hizo caso del consejo de su enemigo, Todavia en el Diamante miéntras contaba a sus companeros las funestas interioridades de la division de su manda i que le acarrearon la muerte, disparóse su caballo ensillado, la que motivò osta observacion indiscreta i lugubre : ^'no aqui, sina en el campo de batalla saldrà solo ese caballo." Aquino, Mitre, Terrada, Paunero, Sarmiento presentes quedaron al oirla estu- pefactos. Pero Aquino murió degollado! Los naturales de la ti erra creen haber liallado antidoto seguro contra està epidemia que creen adherente al suelo. Llevan un frapito Colorado en el peclio corno los fetiches que usan los afri- canos contra mordeduras de vivoras i culebras; i cuando entre nosotros el mal arreciaba usarónse tres a un tiempo, que contra mal tan grave la abundancia de precauciones no dana. A los ju- dios i a los If pi'osos en la edad media, se les forzaba a llevar un gorro amarilla en seiial de reprobacion. Entre nosotros son los bue- nos los que llevan el sambenito, para distinguirse de los estranjeros a quienes nuestras distinciones en .buenos i malos no alcanzan .' ellos son malos, ya se sabe ; pero al revez de las epidemias natu- rales, ni la enfermedad del pais les daiia, ni el preservativo ejerce influencianinguna sobre la conservacion de sus cabezas, que per- manecen donde l>ios las colocò con ciencia infinita, i ninguna criatura terrena es osada de tocarlas; porlo que cuando haya un Congreso (soberano) en la Repiiblica Arjentina, tengo de hacer mocion, para que asi comò el odiado a la par que respetado es- tranjero puede pedir carta de ciudadania aijentina, asi el arjen- tino pueda obtener carta de eRtravjeria en su propio pais, cuando quiera sustraerse al trapo ia la enfermedad que cura; si bien es verdad que la felicidad de haber nacido arjentino es comò el pe- cado orijinal i peor ; pues basta para lavarse de este un poco de agua. En busca andò liace veinte anos del medio de correjir la atmos- fera arjentina de està disposicion morbida. Rosas m.e llamó diez anos salvaje unitario; basta que al fin hallo en menguadesute- jiacidad tan decantada que era mas prudente lìamarse simple- mente emigrado. Rosas ha caldo, i el epiteto subsiste con la cla- sìficacion de odiado. /,Cómo es posible que el buen sentido de un pueblo entero llegue a estragarse a punto de hacer materia de' — VII — jagar su caràcter en laliistoria los grandes, su vida ì su porveriir los pequenos, por imponer los unos iresistir los otros estos signos absurdos, o aquellas pretendi das injurias? ;Quién a quién dice salvaje unitario, epiteto inventado para encubrir su rusticidad un barbaro atrabiliario? El salvaje unitario Mariano Santibanez, decia Saravia de Salta al cortar la cabeza de aquel patriota, por servir la causa que sostenia el jeneral Urquiza. El loco, traidor^ salvaje, unitario Urquiza apellidaba a éste Rosas en sus decretos, i Baldomero , Irigoyen i demas energumenos en sus vocifera- cìones. El salvaje unitario Juan Manuel Rosas, replicaba el Bo- letin del Ejército Grande ; ialgobierno de Buenos-Aires i al re- dactor del Boletin mismo insinuóles el jeneral Urquiza el nom- bre de salvajes unitarios! Es este un pueblo de locos, de necios, o de borraclios? Pero borraclios, necios o locos, lo que hai de deplorable es que se juega con sangre i anos i anos perdidos en divisiones estériles, purque la impulsion es estraviada. Tengo contra todos estos males de mi pobre i decaida patria una receta efica z, cuyo uso me atrevo a aconsejar a los que se sientan con voluntad de aplicarla. No bebais de la liiel i del vina- gre que os pa&en en la es]}onja, cuando solo pediais agua por ca- ridad a vuestros vei'dugos. Yolvcd la cabeza a un lado i sereis salvos! Soldado, con la piuma o la espada, combato para poder escri- bir^ que escribir es pensar: escribo corno medio i arma de comba- te, que combatir es realizar el pensamiento i este mi titulado Dia-- rio de la Campana en el Ejército Grande tiene por objeto dar cuenta a misamigos de los heclios a que se refiere comò de las causasque los produjeron, i los resultados que debiera dar i darà el triunfo de Monte-Caseros, a que coiicurri en mi doble caràc- ter, arrastrando desde el Pacìfico basta el campo de batalla aque- lla prensa de Chile que continuo fulminando i persiguiendo al ti- rano basta las calles de Buenos- Aires. Tienen estos apuntes la gloria i la recomendacion de liaber pa- sado en resumen por la vista de D. Juan Manuel Rosas, la vis- pera de la batalla, comò si hubiese sido la mala suerte de aquel pobre hombre, que yo habia de estarle zumbando al oido, cae- ràs ya caes ya has caldo! pues lo que lei'a en manuscrito estaba destinado para Ter la luz despues de su caida. Debió ballarlo, sin embargo^ bueno i verìdico, pues no lorom- pió^ i pude rescatarlo entre los despojos del combate, i ballar to- dos mis papeles segun la minuta del jeneral Pacheco, en órden ; — vili — i cosa estrana i fatidica, amarrados todos con mia ancha citi fa colorada! Mandabame Rosas en ella, el cordon moradoque debia amargar nuestro triunfo? Elio es qua a causa de su fatai don tuve que seguirle a poco : corno él asilarme en un buque de guerm : comò él contemplar tristemente a Buenos- Aires tres dias desde 3as balizas; corno él decir adios a la patria i tornar el camino del estranjero, acompaiiado para major derision de la fortuna, de su sobrino i de su hermano el 'jeneral Mancilla , con quienes em- botadas las asperezas del espiritu de partido por el roce diario, asisti a la opera en palco comun en Rio- Janeiro, no sin grande estupefaccion del Emperador, de la Corte i del pùblico, que no acertaban a descifrar aquel enigma viviente, espuesto ante sus ojos, comò una leccion de las raras vicisitudes de la politica ar- jentina. Rio- Janeiro, Marzo 20 de 1852. Sp. D. Bartolomé Mitre. Rio Janeiro, ahril 13 de 1852. Mi querido Mitre : Un mes de reposo en Petrópolis, la linda colonia alemana sobre la montana Das Or gas, me ha sacado del marasmo en que V. sabe caigo siempre, despues de los grandes esfuerzos de vo- luntad o de espiritu. Estoi, pues, fresco i contento, i mi primera eeiial de vida es acordarme de mis amigos. El Golfiìiho probablemente les Ilevarà a V. i a Pannerò los diplomas i la condecoracion de Oficiales de la Orden militar de la Rosa, que da en el Brasil honores i tratamiento de coionel^ comò una honra con que el Emperador ha querido que conserve- raos el recuerdo del combate naral del Tonelero, a que asisti- mos los tres a la sombra del pabellon brasilero, V. i yo literal- ììiente, pues recordarà que estàbamos sobre la borda, apoyàndonos en el asta-bandera, salvo Pannerò, que de miedo, no de las balas, sino de caerse al agua, se fué a dar de palos a aquellos infelices artilleros de la pieza de a setenta i ocho, los cuales con IX — ■ los loraos calientes, recobraron toda la actividad de imos ener- giimenos. Paunero merecia por este acto de soldado TÌejo que ee va al grano siempre, una distincion especial. El Sr. Vice- Almirante Grenfell, al dar cuenta del combate, tuvo la aten- cion de poner nuestros nombres, entre los jefes i oficiales a quienes eoncedió los honores de permanecer sobre el puente , lo que indico a V. para que lo liaga anotar en su foja de ser- vicios. Fué el jeneral Mancilla quien me trajo La Crònica Marìtima, en que se hallaba el parte oficial del Sr. Grenfell nuestro noble liuésped , riéndose mucho de que liubiéramos tenido el gusto de saludarnos en el Tonelero a balazos, i co- nocernos despues en el Prince en nuestro caràctor comun de prófugos. El jeneral Mancilla me ha dicho que él de su pai'te solamente nos habia m.andado mas de cuatrocientas cincuenta balas, lo que hace que pasa^en de ochocientas las que se cru- zaron i qiie nosotros computamos en ménos. Para mi, lamencion lionorable del Sr. Vice-Almirante Gren- fell, i la condecoracion del Emperador, comò mi espada, las espuelas de Lavalìe i el estandarte tomado al enemigo , son los tinicos recuerdos i los ùnicos trofeos adquiridos. Sin ellcs , mi nombre habia sido borrado de las listas del ejército, no obstante que fui el ùnico que por su doble empieo, no tuvo bora de repo- so en la campana, i se balio en los dos grandes combates que la ihistraron. Mi residencia en Petrópolis ha sido un preservativo contra la fiebre amarilla , un estudio pràctico sobre los efectos bené- iìcos de la emigracion, i un bàlsamo para mi espiritu. He sido recibido por el Emperador, con una induijencia i atencion que a veces le bacia derogar de las formalidades de la etiqueta. La cuestion del Rio de la Piata ha llamado la atencion de este go- bierno sobre la historia , las costumbres, los hombres i las cosas de nuestro pais; i al temor que àntes inspirabaal Brasil nuestro espiritu guerrero, ila desconfianza suscitada por eljenio de la in- triga, de la descortesiai las trnpacerias i qucrellas de que Rosa? le^ habia dado tantos ejemplos, se ha sucedido el respeto por ri caràcter moral de que han dado muestras tantos de los que han combatido la tirania, i en homenaje a las luces e intelijencia de nuestros escritores i hombres de estado. De estos me decia el se- nor Paulino, ^'los tienen UU. notabilisimos. Mucho tenemos, se- nor, que aprender en los libros i escritos de UU., i la cuestion del Rio de la Piata en que hemos sido obligados a tornar parte, ha- brd dejado por resultado duradero, el que disipadas las preoca- h X — paciones de raza, empecemos a apreciarnos i nos ayudemos ar- jentinos i brasileros con nuestros consejos, en la direccion de los negocios publicos, siendo comimes a àmbos paises los obstaculc« conquetienen quelueliar." Por rancho que demos a la cortesa- niade un hombre tan culto corno eì seiior Paulino, queda de es- tos conceptop mucho de que debemos envanecernos. El Emperador , jóven de veinte i seis anos , estudioso, i do- tado de cualidades de espìritu i de corazon que lo harian un hombre distinguido en cualquiera posicion de la vida , se ha en- tregado con pasion al estudio de nuestros poetas , publicistas i escritores sobre costurabres i caractéres nacionales. Echevarria, Marmolj, Alberdi, Gutierrez, Alsina, etc, etc, son nombres fa- miliares a su oido, i por lo que a mi repecta, habiame introducido favorablemente Civilizacion i barbarie, hace tiempo, con la pri- mera edicion, habiéndose procurado despues Sud-américa, Av' jirópolis , Edncacion popular, etc. Mi recepcion era, pues, favo- recida por estos antecedentes, i en varias admisiones, muchas de ellassolicitadas, pues por temor de ser indiscreto yo economizaba mis visitas, he pasado horas enteras res pondiendo a sus pregun- trs, esplicandole las cosas que los escritos no alcanzan , dandole noticias sobre el paradero de los hombres cuyc nombre lehan in- teresado. Su naturaleza blanda, formada en el hàbito de la mode- racion i del órden moral i legai que lo rodea, se impresiona viva- mente por aquellos caractéres duros, enérjicos que he trazado en algunos de mis escritos. Facundo, Navarro, Oro, Funez, Calibar, Barcata, leUamaban mucho la atenciou i me decia : "Por que no hacs U. una coleccion aparte de estos'caractéres, i retoca aque- llos que no estàn diseiiados sino lijeramente ? Seria un curio- so libro." Esplicandole la causa de estas orijinalidadesquele sor- j^rendian tuve ocasion de detenerme sobre muchos otros que aun no estàn trazados, i que todos pariicipan del caracter anormal que hace nacer nuestra vida incierta i precaria, comò aquellos pinos de laNoruega, cuyos troncos asumen forma particular que ha ser- vido de modelo para la construcccion de los faros, i cùyas raices se prolongan desmesuradamente bacia el norte, a fin de resistir a las tempestades de los eli mas glaciales que a cada momento ame- nazan echarlos por tierra. ^Cómo le ti'ansmitiria en una carta los asuntos varia disimos de aquellas conferencias en que mas que Emperador i un simplc par- ticular estranjero, parecfamos dos estudiantes, el uno entendido i àvido de conocimientos, el otro endurecido en las luchas del pen- samiento, profesor en materias de emìgracion, cultivo de la seda — XI — e historia intima de su pais? Dile mi ejemplar de la Crònica, pa- ra qiie tuviese a la vista cuanto sobre emigracion he publicado, habiéndome pedido qiie le esplicase mi modo de ver sobre el he- cho pràctico, i la aplicacion de mis ideas a la Kepublica Arjenti- na. Sobre seda hablamos largamente, pues él posee im estableci- miento, i para que la discusion se hiciese sobre el cuerpo del de- bito (pues no creia exacto lo que en mi memoria a la Sociedad de Agricultura de Chile habia emerito con respecto al Brasilj, me habia lieclio traer una eoleccion de madejas de seda i de mues- tras hiladas, ilustradas por una memoria que para mi informa- cion habia pedido al director del establecimiento. En està confe- rencia que duro doshoras i media detertulia de siila a siila, i con un abandono afectuoso i cordial de parte del Emperador, ocu- rrióun incidente que le darà la medida de la jenerosidad de su caràctcr. En la enumeracion de mis escritos , que deseaba cono- cer, yo habia olvidado nombrar unos ciertos Viajes por Europa, Afì'ìca i America, en cuyo primertomo se rejistra una mallia- dada carta sobre el Brasi! ; i en las anteriores visitas, S. M. pa- recia ignorarlo tambien. Habiéndosele presentado el jeneral Ri- véra en esos dias , me dijo aludiendo a él, i comò quien no po- ne en elio intencion : "No es bavarcV^ He diablo! me dije yo para mi colete , ha leido mis Viajes! Pero comò digno soldado del Ejército Grande, no pestaiié, ni movi un musculo al oir sil- var està baia perdida. Mas gruesas i mas cercanas nos habian pasado a Y. i a mi aquellas rojas que V. me mostraba en el To- nelero, diciéndome esa viene aqui , i pasaba zumbando por nuestros oidos, V. e] gi^ognard ióven del caiion, i yo el viejocont- criptorecibiendolecciones de la experiencia del veterano. La con- versacion seguia basta que, no sé porque incidente, me dijo: "Mu- cha impresion le hicieron a V. los negros en su pi'imer viaje; pero se ha exajerado la influencia de la raza negra sobre nuestro per- venir, i sobre nuestras instituciones." Ahora yano habia subter- fujio, i el combate estaba iniciado. Un oficial de guerrilla habria ripostado a està esposicion. Yo me fui, para hablarleel lenguaje de su arma de Y., sobre la bateria que quedaba oculta i que era el punto difìcil. Sin duda, seiior, le conteste, en estos juicios he- chos a la lijera, i por la primera impresion de los sentidos , hai mucho queatribuir a la precipitacion del viajero (que por ver una sirvienta tuerta, cree que todos los habitantes del pais que atraviesa, son tuertos); pero en el caso presente hai algo mas gra- ve. Los Arjentinos salimos de nuestro pais con las preocupacio- nes que nos Iian transmitido los espanoles sobre los portugueses^ — XII — ì àntes de Uegar al Brosil, venimos ya dispuestos a juzgarlo por ci lado desfavorable. Es fortiir.a que hoi se nos liaya hecho cono- pei' de lina manera tan simpàì'Ca, que a Ics que saben apreciarlo,' >es impone el debcr de desvanecer en el vulgo las preocupaciones que lo desfavorecen i yo me eucargo de està tarea." El Empera- dor seguia con interes el liilo de mis ideas, apojando cada frase con un movimìento de cabeza en serial de afable asenti miento, i dirijiendo de vez en cuando sus miradas hàcia los individuos de suséquito que escuchabannuestra conversacion, parècia decirles: *^lNo oyen ustedes corno eslo que yo les decia?" Telizinente este lenguaje de mi parte, ni aires de lisonja tenia, ni era nuevo para el Emperador. En el momento del asalto de Monte- Caseros, el Mariscal Marques, por un lado, i yo por otro, nos eiicontramos sobre el terreno circunscripto del combate, i corno ya bubiésemos ^ntes hablado largamente sobre la poca estima en que teniamos al soldado brasilero, me dijo al estrecbarnos con entusiasmo las manos en felicitacion de nuestro triunfo. ^'VS. es testigo de la conducta de nuestras tropas en el campo de batalla." "Si, senor Brigadier; las be visto pelear, i les ha cabido la fortuna de ga- nar hoi dos batallas, una contra Rosas, i otra contra las preocu- paciones vulgares que las desfavorecian." Estos conceptos, que despuesseme pidieron por escrito, para remediar a laparcimonia del lenguaje del Boletin nùm. 26, le habian sido transmitidos al Emperador, i él raismo me lo habia recordado. Sobre el Brasi], hablaré otra vez, i acaso aborre desaciertos a nuestra politica el apreciarlo en su verdadero valor. Para terminar, con lo que al Emperador respecta , corno nues- tras conversa<3Ìones no tenian mas caràcter que el literario, leile un manuscrito que hallo mui de su gusto , excepto en un con- cepto , cuya cxactitud puso en duda ; la sostuve ; replicóme : disputamos i quedamos perfectamente de acuerdo , no sin que algunas sales hubiesen dado un caràcter ameno a la contienda. He aqui el hombre privado, el Don Fedro II ; pues el Epera- dor , el hombre de Estado es rcservadisimo , mui circunspecto i aun desconfìado de que se le sorprenda en palabras inoportunas, su pensamiento intimo. La etiqueta de Don Juan VI regìa to- das sus acciones, la estratejia constitucional , sus palabras i pen- samientos ; dejando para la vida domestica sus afecciones, i para las jentes de letras , brasileros o estraiios, estas manifesta - ciones de su intelijencia cultivada con esmero. Aquella diferen- cia que hago me esphca porque los que le conocen se sorpren- d-en del abandono con que me ha tratado, i de lo comunicativo i XI] I franco que se ha dignado mostrarse coiimigo, Nada me liabia de- jado traslucir sobre las condecoraciones, con que el Sr. Paulino,, gè ha propuesto darme una agradable sorpresa. Dentro de poco ire a darle a nombi-e de los tres qiie hemos sobrevivido de la ea= pedicion de la Médicis, las debidas gracias. Mandole a V. un panfieto que tiene portìtulo , el que lieva- ba el Memorandum que cayó en poder de Rosas i reconquisté en el campo de batalla. El cansancio iei tedio por un lado, i la mala correccion de la tipografia brasilera por otro , han estorba do que escriba i publique nada por ahora , contentandome con citar ad- mtmorandum , todos los documentos que trazan el camino de mi narracion, corno antecedente necesario de los conceptos que emi- tiré. Es ]o que va un laberinto de fi'agmentos , en que puede estraviarse el juicio ; pero yo tengo el hiio de Ariadne^ i lo pcn- dré a disposicion de todos. No sé comò miren miis prudentes amigos la publicacion de varios documentos i sobre todo del ùltimo que pucde ])restar asi- dero a malas interpretaciones. Desco que V. conozca mi opinion a este respscto, mis antecedentes i mis motivos. Antes de todo^ en todas las transacciones de la vida publica i privada quiero ser yo , sìerapre yo , tal corno la naturaleza me ha hecho , i no de- formado por las presiones esteriores. Por està razon no consulto a rais amigos en los actos supremos de mi vida , en lo que no tie- ne relacion sino con mi persona. Està razon debe satisfacerle. Como tuve el honor de decirselo al Jenei-al en mi ùltima , era mi intencion decidida no ponerme corno ciudadano la cinta co- lorada que comò militar llevaba; pues entre la obediencia del soldado i el sometimiento del ciudadano a actos puramente vo- luntarios, de los que ejercen poder , hago distinciones profun- das. La cuestion de la cinta coloradaera para mi , ademas, una cuestion personal. En Gualeguaichu el Dr. Ortiz,mi compatrio- ta i amigo, i don Rafael Furque me previnieron lo que los Sres. Elias, Pongati, i Basabilbaso les habian indicado sucesivamente comò un desco del Sr. Jeneral; pero yo deb! esperar a que él mis mo me hablase de asuntos a que él por su insistencia, i yo por mi resistencia dàbamos una grande importancia. Cuando el Sr. Elias medio el parabieij por ellema impreso que llevaba mi papel de cartas, i en el cual habiauna pùblica declaracion de principios,que ha sido adoptada despues en el Entre-Rios, por consejo del seiior Jeneral , hice sentir a su Secretarlo la diferencia que yo halla- ba entre està declaracion espontànea de ideas , i aquel simbolo impuesto i que traia antecedentes manchados por la tirania de — XIV Rosas , i corno el senor Elias abundase en el espiri tu i modo de ver del seiior jeneral , esforzé mi idea aseguràndole qiie jamas me pondria aquella insignia, para mi signo de terror i de saii- gre , con letras o sin ellas ; que era una cuestion de honor , pues no habria mas que leerme lo que contra ella liabia escrito, lle- vàndola ahora, para quedar espuesto ala vergiienza pùblica. Dos o tres dias àntes de la pubìicacion de la malhadada procla- ma, habiéndome suscitado don Diójenes Urquiza la conversa- cion de la cinta, le espuse mi sentir con todo el calor, con todala verdad que està en mi caràcter, sobre las consecuencias funestas que traeriaal Jeneral su insistencia en cosa desuyotan insignifi- cante; pero de inmensa trascendencia para el publico de Buenos- Aires i el de las provincias del interior, cuyo espiritu conocia yo. Conjuréle a que le hablase al seiior Jeneral en este sentido, in- erepàndole aél i a los que lo rodeaban, el que por temor de de- sagradarlo lo dejasen estraviarse, concluyendo por asegurai-le lo que al seiior Elias, que yo no me pondria jamas comò ciudadano ese trapo. Tres o cuatro dias despues salió la proclama. Habia de ponerme la cìnta, despues de tan formales protestas? Habia de crearse una escepcion en favor de mis convicciones? Podia per- manecer alli de piedra de escàndalo, o sofistiqueando el espirim de la cosa, por usar traje militar? U. ve que mi camino venia tra- zado; i corno habia tenido el gusto de decirselo al seiaor Elias en Gualeguaicliu: Yo no practico ni acepto el axioma de Rosas, de sicrificar a la Patria, fortuna, vida i fama. Las dos primeras las he prodigado, a condicion de guardar la ùltima intacta, tal comò yo la entiendo, pues solo a las mujeres les hace o quita la honra la opinion ajena. Me embarqué, pues, i para quietud de mi con- ciencia, consigné en la carta al seiior jeneral, el motivo i el esti- mulo. Aiiadianse a esto ciertas tracaserias de oficina, que me te- nian afectado,i contra las cuales no sé oponer sino punzadas, i queria evitarlo. Creo haber satisfeclio a sus deseos, corno he satis- fecho a mis convicciones. Las noticias de los diarios de Buenos- Aires traidos por el va- por, el movimiento administrativo i el espiritu de la prensa, me han interesado profundamente. Lo felicito, comò V. sabe que sé hacerlo cuando apruebo, por las nobilisimas pàjinas que ha es- crito en el primero i segundo nùmero de los Dehates, nombre sencillo i que lo dice todo. Honor a todos los muertos i a los in- vàlidos de la intelijencia i del corazon! Despues de haber honra- do sus cenizas, o sus cicatrices, puede un nuevo atleta, con el corazon descargado, sentarse en el banco aun caliente que ellos XV — dejaron! Ah ! esto me trae a la memoria mis amigos sacriiicados Aquino, Santibanes, C. Alvarez! Déjemelos a mi, yo cuidaré de su memoria, Pobrecitos! He tenido el gusto de tratar de cerca al senor Lamas, a quien no VI sino una sola vez en Montevideo en 1846; corno ha crecido desde entónces aca! ^Cuànta prudencia, cuànta habilidad pràctica le ha dado està embajada al Brasil que lìena el episodio mas glo- rioso de la defensa de Montevido, base de nuestra resurreccion politica. La historia de està mision es un monumento, i el hom- bre que su intrincada complicacion ha creado, un tesoro para nuestros paises ; i digo para nuestros paises, porque sus simpa- tias, sus estudios, sus afecciones de familia lo hacen Aijentino en està o en la otra orlila del Rio. Tiene a punto de concluir la vida deljeneral Belgrano de que Vd. mehabiahablado; pero desim- ple biograffa que Yd. conoció, es ahora historia profunda, que comò un rio de largo curso atraviesa maj estuosamente todas las grandes faces de nuestra revolucion en que el jeneral Belgrano tomo parte desde la invasion inglesa basta su muerte. La ha en- riquecido con estudios completos hechos por varios de nuestros antiguos jenerales, sobre las primeras batallas, i con documentos diplomàticos que arrojan una grande luz sobre aquellos oscu- ros sucesos. Su aparicion sera un verdadero acontecimiento, i su autor orientai escribiendo uno de los episodios mas notables de nuestra historia, tomarà carta de ciudadania en nuestra litera- tura, haciéndola el mismo servicio que Guizot a la Inglaterra, escribiendo la de los Estuardos o la de Monk. Es el primer libro clasico que tendremos sobre la revolucion; i una vez trazado el ancho camino que le abre el senor Lamas, todo lo que él no to- ca, por no lìgarse directamente a su asunto, podrà colocarse con facilidad en sus lugares respectivos, por los que quieran aprove- char de su trabajo. Todo lo que yo sé hacer a este respecto. Vd. lo sabe, es admirar la perseverancia i la intelijencia : estimular a que publiquen pronto i despues de publicado ayudar a jenerali- zarlo. Para mi no hai mas que una epoca histórica que me con- mueva, afecte e interese, i es la de Rosas. Este sera mi estudio unico, en addante, corno fué combatirlo, mi solo estimulante al trabajo, mi solo sosten en los diasmalos. Si alguna vez hubiera querido suicidarme, està sola consideracion me hubiera detenido, corno a las madres, que se conservan para sus hijos. ^Si yo le fal- to, quién harà lo que yo hago por él? — Suyo, — Sarmiento. DEDICATORIA. Yungai, noviembre 12 de 185*2. Mi quericlo Alberdi : Coiisàgrole a V. estas pàjinas, en qiie Iiallara detallado lo qiie en abstracto le dije a mi llegada de Rio -Janeiro, en tres dias de conferencias, cuyo resiiltado fué quedar Y. de aciierdo conmigo, en la conveniencia de no raezclarnos en este periodo de transicion pasajera, en que el caudillaje iba a agotarse en esfuerzos iniitiles porproloDgar un órden de cosas de boi mas imposible en la Re- piiblica Arjentina. Està conviccion se la he repetido en veinte cartas por lo ménos, rogandole por el interes de la patria i el suyo prò pio que no se precipitase, aconsejàndole atenerse al bello rol que "sus Bases" le daban en la Rejeneracion Arjentina. Si antes de conocer al jeneral Urquiza, dije desde Chile ''su nom- bre es la gloria mas alta de la confederacion (en cuanto instru- mento de guerra para voltear a Rosas)/' lo hize sin embargo con estas prudentes reservas "^Serà él el ùnico hombre que habiendo ,, sabido elevarse por su enerjia i talento, llegado a cierta altura 7 ^ 4S ^ „ (el Caudillo) no liaalcanzado a medir el nuevo hoi'izonte some* „ lido a sus miradas, ni comprender que cada situacion tiene sus „ deberes, que cada escalon de la vida conduce a otro mas alto? „ La historia por desgracia està llena de ejemplos, i de està pas- „ ta està amasada la jeneralidad de los hombres." . . . .1 des^ „ pues? .... Despues la historia olvidarà que era Gobernador del ,, Entre-Rios, un "cierto jeneral que dio batallas, i murió de nuli- ,, dad, oscuro i oscurecido por la posicion de su pobre provin- „ eia." Ya està en su provincia. La agonìa ha comenzado, i poco han de hacer los cordi ales que desde aqui le envian i le Uegan fiambres, para mejorarlo. Oigame, pues, ahora que habiendo ido a tocar de cerca a aquel hombre i amasado en parte el barro de los acontecimientos his- tóricos, vuelvo a este mismo Yungai, donde escribi ArjirvpoliSf a esplicar las causas del descalabro que ese hombre ha esperimen- tado. Como se lo dlje a U. en una carta, asi comprendo la democra- cia; ilustrar la opinion i no dejarla estraviarse por ignorar la ver- dad i no saber medir las consecuencias de sus desaciertos. U., que tanto habla de politica pràctica para justifìcar enormidades que repugnan al buen sentido, escuche primero la narracion de los hechos pràcticos, i despues de leidas estas pàjinas, llameme de- tractor i lo que guste. Su contenido, el tiempo i los sucesos pro- baràn la justicia del cargo, o la sinceridad de mis aserciones moti- vadas. Ojalàque U. pueda darles este epiteto a las suyas! Con estos antecedentes, mi querido Alberdi, U. me dispensara de que no descienda a la polémica que bajo el transparente anò- nimo del Diario me suscita. No puedo seguirlo en los estravios deunalójica de posicion semi^oficial, i que no se apoya en los hechos porno conocerlos. No esU. el priraer escritor invencible en esas alturas, i sin querer establecer comparaciones de talento i de moralidad politica que no existen, Emilio Girardin, en la pren- Ba de Paris, logró probar victoriosam ente que el pronuneiamien- to de Urquiza contra "Rosas era un cuento inventado por los es- ■^ 49 — peculadores ile la bolsa, i la Europa entera estuvo por un mes en està persuasion, que la embajada de Montevideo apenas pudo des- nieutir ante Ics tribunales. Mi ànimo, pues no es persuadirlo , ni combatirlo; U. desempena una mision, ì no han de ser argumen- tos los que le hagan desistir de ella. El pùblico arjentino alla i no aqui, los que sufren i no U., de* cidiràn de la justicia. ^o sera el timbro menor de su talento i sa- gacidad el haber provocado i hecho necesaria està publicacion, pues constale a U,, a todos mis amigos aqui, i al senor Lamas en Rio-Janeiro, que era mi ànimo no publicar mi campaiia basta pa^ sados algunosanos. Los diarios de Buenos- Aires han reproduci- do el ad Memorandum que la precede, el prologo i una carta con que se lo acompané al Diario de los Dehates. Véelas U. en el Naciona.lf i observe si hai consistencia con mis antecedentes po- liticos, nuestras conferencìas en Yalparaiso i los hechos que voi a referir. He visto con mis propios ojos degollar el ultimo hombre que hasufrido està pena, inventada i aplicada con profusion horrible por los caudìllos, i me han banado la cara los sesos de los solda* dos que Crei las ultimas victimas de la guerra civil. Buenos- Ai- res està libre de los caudillos, i las provincias, si no las estravian, pueden librarse del ùltimo que solo ellas con su cooperacion le- vantarian. En la prensa i en la guerra, U. sabe en que filas se me ha de encontrar siempre, i hace bien en llamarme el amigo de Buenos- Aires, a mi que apènas conoci sus calles, U. que se crió allf, fué educado en sus aulas, i vivió relacionado con toda la ju- ventud. Hàblole de prensa i de guerra porque las palabras que se lan- zan en la primera, se hacen redondas al cruzar la atmosfera i las reciben en los campos de batalla otros que los que las dijeron. I us- ted sabe, segun consta de los rejistros del sitio de Montevideo, quien fué el primer desertor arjentino de las murallas de defen- sa al acercarse Oribe. El otro es el que decia en la Càmara. "Es preciso tener el corazon en la cabeza!" Los ideaìistas le contesta- — 50 — ron, lo que todo hombre inocente i candoroso piensa. '^Dejemoff el corazon donde Dios lo ha piiesto." Es està la tercera vez que estamos en desaciierdo en opinio- nes, Alberdi. Una vez disentimos sobre el Congreso- americano^ que en despecho de sus lucidas frases, le salió una solemne pata- rata. Otra sobre lo que era honesto i permitido en un estranjero en America, i sus Bases le han servido de respuesta. Hoi sobre el Pacto i Urquiza, i corno el tìempo no se para donde lo deseanios, TJrquiza i su pacto seràn refiitados lo espero por su propia nuli- dadj i al dia siguiente quedaremos U. i yo, tan amigos , coma cuando el Congreso americano^ i lo que era honesto para un estran- jero. Para entónces i desde allora, me suscribo su amigo Sarmieiito^ Ai>^^s:mTs:^^€SA. Estos apiinieSj corno todos losescritos que emanan de retninis- cenctas individuales, se resentiràn de su orrjen. Yo vi, yo oi, yo hice. Léalos el que quiera. Critiqueios el que guste. A la dis- tancia , puede decirse de los hechos que rejiero, lo que sin refe- rirlos me decia un amigo : V. ha renido con Urquiza ; i su juicio por tanfo està preocupado. Yo no le conteste por cierto : V. ha recibido un nombramiento de Urquiza, i ha adquirido por tan- to el don de lenguas. 31e contente con objetarle : cambia V.solo las premisas, tornando por causa el efecto. Porque la politica de aquel Caudillo no era conforme a los principios que yo sosten- go, me separé de él. Si ha habido rina (que no hubo) la causa es anterior a la rina ; la rina es la consecuencia. Yome divierto mucho con las teorias que inventan los hombres que se llaman pyàcticos a cuatrocientas leguas del teatro de los sucesos, en un bufete, o en un mostrador de Valparaiso, para es- plicar los hechos , cantra la deposicion de los testigos oculares, que tomaron parte en ellos, que fueron envueltos en el polvo de su marcha, i que a causa de està manìa de decir las cosas en iiempo hàbil, i cuando ììo hai iitilidad ^rkctìo-di en decirlas i de hacerlas, cuando elcaso llegade ejecutarlas a costa de su pellejo, son reputados idealistas vaporosos, i hombres puramente teóri- cos. Pero lo que rcJiero lo vimos treinta mil hombres, de los cua- les aun no liaii muerto cuatrocientos qìte yo sepa ; de mauera que en cuanto a la vcrdad de los hechos^ no admito testimonio cn — 52 — canfray sino de los que tuvieron ojos, i piernas i brazos en la realizacion de los actos, dejando a los pràctìcos del Pacìjìco que inventen sus hechos a su modo i para su propio i esclusivo uso. Me he estado mordiendo la lengua acìio nieses, por no ir a in- terrumpir la marcha del carro triunfante con revelacioncs indis-' cretas. Yo sabia que al carro le faltaban las tuercas de todos los tornillos, i cuanto mas de prisa venia, yo me decia para mi cole- to. Qué bàrbaro! jQué costalada va a darsef La catàstrofe del nuevo Hipólito ha sobrevenidoyì, a los curio- sos rennidos en torno de los caballos derrengados, el triunfador enclenque i el carro roto, me presento yo a esplicarles, la causa del desastre^ i el espantajo que hizo desbocarse los caballos^ ~- 53 MONTE VIDEO. Eli la noche del 1'. de noviembre pudimos ver el faro de la tsla de Flores i en la niaiiana del 2, voltejeando a merced de un vientecillo de tierua, acerearnos a Montevideo. La ciudad es- taba ahi comò una piràmide artìstica; el Cerro alzaba corno siem- pre su majestuosa cabeza; labahia ostentaba su bosque habifeual de màstiles; el rio deseendia lentamente a confundir sus amari- llas ondas con las azuladas del mar : todo era lo mismo que cuan-- do habiamos dejado en diversas épocas la ciudad fuerteconsu cintura de canones. Feix) ahora, i qué habria sucedido en los dos meses que habian trascurrido desde las ultimas noticias recibidas en Chiie? Urquiza habia debido invadir en julio el Estado Orientai. Habia triunfado? Habia sido vencido? Quién mandaba en Montevideo? Oribeo Urquiza? Esto era lo que la brisa de tierra no nos podia decu', no obstante que habia sido respirada àntes de llegarnos por nuestros enemigos o nuestros amigos. Al pasar por delante del Cerro vimos bacia la base el Oeste grandes campamentos de tropas, tiendas de campana, iaun cuer- pos formados. Qué hacian alli! Quiénes eran? De la plaza no, por- que este costado del Cerro estaba f nera del circulo de sus operacio- nes. Era Oribe que sitiaba a la plaza? Seria Urquiza que sitia- ba a Oribe? El piloto del puerto llegó a indicarnos el lugar donde debiéra- mos anelar; la quilla de la Médicis tocó en el fondo del rio, tan cerca de tierra estàbamos, i ningun indicio se revelaba que pu- dieseilu&trarnos. Era domingo i los cónsules estranjeros habian hizado sus pabellones. El pabellon arjentino flotaba entre ellos. Pero, i ^Ante quién estaria acreditado el ajente que. lo tremolaba a su puerta? ^ Dónde està Oribe? pregunté yo al piloto, queriendo ir de un golpe al fondo de la cuestion. — En su quinta, contestò sin atencion, i dio órden de virar u otra maniobra del ancladero, — En su quinta! Todos nos miramos, sin mover un miisculo de la cara! En su quinta quiere decir en el Cerrito; luego està sitiando siempre: no ~ 54 — Kai cuida,do! Pero la verdad era que tenìamos im cuidado del dia- blo! Ya estàbamos anclados, i la verdad la ibamosa saber pro- blablemente en el miielle o en la càrcel. Entónces fuimos a inte- rrogar a los boteros. — Ola! eh! quién manda en la Plaza? — El gobierno — Oribe? — Està en su casa — 1 Urqiiiza? — Se embarcó anteayer para el Entre-Rios — lelsitio sigiie? — Se acabó va; to- dos se entregaron, hai paz " Nos abrazamos todos corno chiquiìlos, dimos saltos sobre cubierta, respiramos fuerte, piies ha- bìamos todos ciiatro reprimido durante una bora nuestro sobre- salto, i tratado cada uno de mostrarse a los ojos de sus compa- iieros sereno, tranquilo, indiferente a aquellas siniestras indica- ciones. Saltar a tierra, lanzarse a las calles cada uno por su cuenta fué la suprema felicidad a que consagramos toda.nuestra enerjia. Yomediriji ala Calle-Ancha, fuera del mercado. Habiaparada. Los viejos tercios italianos, franceses, vascos estaban ahi, diez- mados por nueve aiios de combates, satisfechos de triunfo tan costoso. Los cuatro batallones de negi'os orientales formaban a la cabeza, uniformados con lujo, con el uniforme frances, que ha- bian recibido poco àntes, i que sentaba admirablemente a los sol- dados mas aguerridos, mas disciplinados que la America podia ostentar. M. du Chateau, jefe de laespedicion francesa,habia da- do repetidas veces testimonio de està suprema perfeccion de los cuerpos de linea de la plaza, i si a la llegada de los cuerpos fran- ceses les faltara algo, adquiriéronlo en breve estudiando en la es- cuela francesa. Escusado es decir que los amigos llovian de todas partes en busca de los recien llegados, antiguos veteranos todos de la lu- cha contra Kosas; cual del sitio, cual de Paz, cual de Lavalle, i cual otro de todos a un tiempo, con tal que se peJease contra los caudillos. Lomasnotable es que las mujeres liabian presentido que llegariamos, i a cada buque que se anunciaba del Pacifico, mandaban saber si fulano habia llegado; por esa lójica invenci- ble del corazon, mas fuerte en el bello sexo que la del càlculo, que no duda cuando la pasion està de por medio. Montevideo estaba aun en la em.briaguez de su dicha. Era el preso de nueve aiios que se sentia libre, que traspasaba el recinto de la maralla para ir a ver la vejetacion, las quintas de los alrededores, las flo- res delosjardines, los cactus, los aloes de las cercas, porque todo esto habian conquistado en aquellos dias. £1 asunto mas grave de las conversaciones, el topico inagotablc, era montar a caballo, contar corno liabian galopado una legna, i las nuevas phrtida>; que se preparaban. Comprar caballos, sillas, vestidos de ama zona. — 55 — ei negocìo del dia ; talabarteros, sastres i caballerizos los persona- jes de la epoca. Para nosotros, para mi , otro era el objeto de mis solicitudes. Desde luego recibia las oficiosas atenciones de los amigos. Visi- tàronme los viejos jeiierales , los ministros. Hizo el Sr. Carneiro Leao, enviado plenipoten ciarlo del Brasil, manifestacion de su de- sco de verme, en los términos que mi personaje sabe liacerlo, sin descender i sin hacer sentir su superioridad. Fui en el acto a visi- tarlo; me recibió con distincion esquisita; i al dia siguiente aeom- paiiado de su Secretarlo, me devolvió la visita trayéndome los tra- tados celebrados con Urquiza i el Gobierno de Montevideo, que estaban todavia secretos, para miostrarme comò estaban en harmonia con los intereses, integridad, lionor i gloria de la Repù- blica Arjentina, i las ideas económicas sobre navegacion de los rios de que me liabia constituido organo. Una persona, empero, no venia a verme. Por fin encuentro en casa una tarjeta enviada por D. Diojenes Urquiza. Està enfer- mo este sujeto? — No: sera acaso porque es encargado de negocios del Entrerios, i creerà derogar a su dignidad visitar en persona a un individuo. D. Diojenes es un bijo naturai del jeneral Urqui- za, de edad de veinticuatro aiios, grande propagador antes de mis escritosen Buenos- Aires, ilioi el hombre que se daba estos aires para conmigo, habituado, debo decirlo , al trato de per- sonas por su edad, dignidad i rango en la sociedad, mui supe- riores sin duda a aquel imberbe, que empezaba tan pronto a olvi- dar aquella jerarcjuia naturai en que estàn colocados los hombres en la sociedad, i contra la cual nada pueden, sin faltar a los res- petos debidos, esas elevaciones oiiciales que producen las circuns- tancias del momento. Este encargado de negocios, hijo de su pa- dre el Gobei'nador a quien representaba, empezaba por otra par- te a sublevarme el espiritu, viendo va una especie de gobierno domèstico, de familia, del cual no liabia ejemplo anterior en nues- tras pràcticas, sino es el redente del Paraguai. La cosa no valla la pena de recordarla, pero me dejaba la des- azon en el espiritu que he pintado antes. Otros liechos vinieron a alarmarme. El jeneral Urquiza liabia permanecido cerca de un mes a las puertas de Montevideo, sin entrar una sola vez en la ciudad, sin aceptar ninguna de las reiteradas invitaciones con que la gratitLid publica habia querido mostrarse. Durante aquel tiem- po habia permanecido en su tienda, recibiendo en ella embajado- res, ministros, jenerales i los numerosos residentes arjentinos con quienes necesitaba confej'enciar sobre los asuntos- relativos a la — 56 — patria comun. Este sistema no era iiiievo por cicrto, i es uno de esos recursos a qiie la irisnfìcìencia apela pai'a conservar la supe- rioridad asumida. Facundo Quiroga liabia liecho otro tanto en San-Jiian, acampando en medio de un prado de alfalfa, i forzando por la desnudez de todoamueblado, a sentarse en el siielo a los envìados del Gobierno que venian a tratar con él. Un progreso liabia heclio Urquiza, en la invencion de medios de duplicar su importancia, que no ocurrióa Quiroga. Eljeneral Urquiza tiene a su lado un enorme perro, a quien ha dado el nombre del Almi- rante ingles que simpatizó con la defensa de Montevideo en los principios del sitio, i contribuyd a su sostea contra Oribe. En honor del anciano i simpàtico almirante, la bateria que defìende la puerta principiai de la lìnea de defensa se llamaba Purvis., El perro Purvis, pues, muerde liorriblemente a todo sì que se acer- ca a la tienda de su amo. Està es la consigna. Si no recibe ór- den en contrario, el perro moerde. Un grunido de tigre anuncia su presencia al que se aproxima; i un "Purvis" del jeneral,en que le intima estarse quieto, la primera senal de bienvenida. Han si- do mordidos Elias su secretarlo, el Baron de Grati, cuatro veces, el Comandante de uno de sus cuerpos, i Teofilo su hijo, i ciento mas. El jeneral Paz al verme de regreso de Buenos Aires, su pri- mera pregunta confidencial fué ^No lo ha mordido el perro Pur- vis? — Porque no ha podido morderme, jeneral, le conteste, es que me ve U. aqui. Siempre tenia la punta de la espada enti'e él i yo. ^Qué se imajine cualquiera las emociones que debia esperi- mentar cada ciudadano arjentino al penetrar en aquel antro, con el sombrero en la mano, los ojos fijos en el monstruoso perro, su salvacion pendiente de un grito dado un segundo mas tarde del momento oportuno, mostrando ante un estrano sìntomas de terror que nos presentali en una luz desfavorable, i a veces ri- di cula! Pero lo que mas me llamó la atencion en estas confidencias, fué que el Jeneral se habia ocupado durante su acampamento en los alrededores de Montevideo en hacer sentir a los emigrados arjentinos la necesidad de ponerse la cinta colorada. En Monte- video cuarenta o cincuenta arjentinos con aquel embeleco, habrian producido el mismo efecto, que si el Club de Valparaiso hnbiera resuelto usarla en Chile. La resistencia venia mas bien de la de- cencia pùblica comprometida en la cosa, que del absurdo de ha- cer Uevar a los vencedores en la lucha de diez ailos, el signo de dependencia de Rosas, contra el cual habian combatido. Lo mas singular era que ante Alsina, Lopez, i otros hombres altamente — 57 — ■ eolocados, el Jeneral no manifestaba empeiio alguno, no ohstante ser los que con mas frecuencia e intimidad trataba; pero apénas salidos de su presencia, en la de otros de menor cuantia i los de su séquito, proFi'umpia en denuestos contra el empecinam tento de los iinitarios* Quien liaya leido en Civilizacion i Barbarie lo que sobre la cinta colorada he escrito, podrà formarse idea de la estraneza, de la preociipacion en que me echaba està persistencia en seguir las pràcticas de Rosas. ElJeneral decia que era una cosa que no significaba nada, que cuando llegasemos a Buenos- Aii*es la piso- teariamos; pero que era necesario conciliarse las masas, i que él queria probar a Rosas que era federai. Mas tarde tuve ocasion de notar este sobresalto i empeno de jiistificarse ante la opinion de Rosas , de que parecia haccr muclio caso. Sea de elio lo que fuere, de estos datos i de muchos otros que iba recolectando i que referiré en su lugar, yo empecé a ver con- flrmados recelos que traia desde Cliile, i resaelto a seguir el pian de vida politica que he seguido siempre, que consiste en con- servar ilesa la dignidad de hombre, comò la ùnica arma que piie- da oponerse al despotismo personal, resolvi no ir basta el Entre- Rios, ni acercarme al perro Purvis, no obstante que desde nino he tenido por rasgo caracterìstico la irapavidez para hacei? frente a los perros, que nunca han podido morderme. No habia en esto, creàseme, sentimientos ni exajeraciones die amor propio. Todos habian resistido a la desdorosa pretension de hacerles cargar un signo reprobado; i hiibieran desechado corno una pesadilla horrible su propia imàjen, tal comò habian de pre- sentarse sus personas ensanbenitadas un mes despues. Pero lo que me alarmaba no era tanto la exijencia, comò la manera de imponerla. Con Alsina, Lopez i otros hombres de consejo disimu- laba, con los que nada habrian osado decirle, se exhalabajfen im- properios contra los que resistian. Habia pues en eso aquella per- severancia brutal, que huye de ser ilustrada, que insiste en des- pecho de todo, i que reduce a la condicion de siervos, a los que por sus luces o su posicion querrian porlo ménos ser consejeros. El Dr. Alsina me mando llamar una manana i encerrados en su escritorio, i con todas las precauciores oratorias imajinables me dijo que habia sfibido mi resolucion i que la deploraba corno una calamidad. ^'^La Gaceta sacarà partido de està circunstancia. Ya se dice que el Jeneralesta en desacuerdo conmigo; i si a esto se aiiade que V. desiste de acercarsele, nuestros amigos de las provincias i de Buenos-Aires van a desalentarse. Es preciso sa- -- 58 — crificarlo todo a la neccsidad de dar coiijunto a los elernentos aimados contra Ro,?as. Los brasìleros hacen sacrifìcios, los orieii- tales losliacen, los liacemos todos a aquella suprema necesidad. Vaya al Eiitre-Rios , i que se sepa eii Buenos-Aires que està reunido al Jeneral, para inspirar confianza a nuestros araigos en los principios i en las esperanzas que sostienen la lucila." Don Yicente Lopez^, mi antiguo amigo^ me aguardaba en casa con el mismo objeto, i con ménos rodeos entro de lleno en la cues- tion, diciéndorae que todos los compatriotas temblaban, no ya de que no fuese al Entre-Rios, sino de que yendo, la rijidez de mi caràcter fuese a estrellarse en los principios con usos^ con exi- jencias i babitos que me chocarian pi'ofundamente. "Es un liom- b]'e manejable, me decia, con tal que se balague su amor propio, i al insinuarle las ideas, se le liaga comprender que es él mismo quieu las lia formulado o lieclio nacer. Se necesita solo un poco de sagacidad, de maiia, de souplesse para manejarse. Yo le Ire lia- blado con la mayor libertad, diclióle las cosas mas delicadas, mez- clàndolas con elojios de su valor, de su penetracion, i sobre todo desenvolviéndole sus vastos planes, ocuìtos basta boi, por no ser llegado el momento de raanifestarlos." Lopez despues de mil detalles de sus entrevista.s, i lo que él babia logrado bacerle adop- tar para el porvenir, me aconsejó ir, trazàndome un pian de con- ducta para evitar desagradarlo, i ganar su confianza. Yo accedi al desco de todos mis amigos, presentado comò una necesidad. pu- blica; i resolvi mi viaje al Entre-Rios. CAMPALA DEL URUGUAI. Los dias que permaneci aun en Montevideo los empiee en ad- quirir datos sobre los estraordinarios acontecimientos que babian t€nido lugar en el Uruguai. De lo que entónces supe de fiientes oficiales i de las confirmaciones posteriores, he aquì lo que de mas notable puede referirse. MontevideOj corno se sabe, fué el ùltimo atrincberamiento'en que liicieron pie las resistencias arjentinas i orientales contra la triunfante tirania de Rosas. Arrollados nuestros ejércitos en Mendoza i Tucuman, los orientales en eìArroyo Grande; este- rilizada la Victoria de Caaguazu, i mas tarde vencida Corrientes en Vences, Montevideo quedó sola en la lucba, sosteniendo, en medio de peri[)ecias sin ejemplo en la historia, el sitio célèbre de — 59 — niieve aiios i de cuya defensa salió otra vez corno de la chispa que no alcanzó a estiiiguirse en el incendio^ la niieva conflagracion que liabia de acabar con Rosas i su sistema. Montevideo, pues, por la necesidad de salvarse era el centro de esas resistencias en que vino a embotarse el poder salvaje de Rosas. Lo era por la triiinfante resistencia de las armas; por la snperioridad moral que la tàctica desplegaba todos los dias con- tra el sistema de gauclios armados; por el espiritu militar desen- vuelto en las clases superiores de la sociedad; por los soldados aguerridos que de entre los asjentinos se formaban alli i que mas tarde podrian Uevar la guerra al otro lado del Piata; lo era en fin por los esfuerzos del gobierno para sostener el sitio, i la nece- sidad de tocarlo todo, aun lo imposible, lo inverosimili lo absur- do para proveer a la salvacion comun. Entre estos medios, hubo uno aconsejado por las circunstan- cias, indicado por las violencias de Rosas mismo, i que al fin fué el grano de arena que fué creciendo, credendo basta asumir las formas colosales de una montana. Rosas traiaamedrentado al Brasil con la insolencia de sus reclamaciones, con las violencias cometidas en la frontera. El gobierno imperiai^ por su parte, buia de ser arrastrado a una guerra^ ya portemor del mal éxito de las anteriores, ya por las "complicaciones interiores i disturbios del imperio, ya en fin por no comprender nada de la lucila del Rio de la Piata. En este estado de cosas el gobierno de Montevi- deo mando un ajente diplomàtico a la corte del Brasil, a con- trariar , cuando mas no fuere , la politica i planes del jeneral Guido, ajente de Rosas. D. Andres Lamases uno de los hom- bres notables que se han formado en el sitio de Monte video. Mezclado alos asuntos publicos de su patria desde la edad de quince anos, lia servido en el estado mayor de Rivera, en la po- licia de Montevideo, en los ministerios, en la Càmara, en los con- sejos del gobierno, en los clubs, en la diplomacia, en todo. Es es- critor notable, poeta correcto , nini dado a los estudios estadisti- cos i jeogràfìcos, una mezcla de timidez personal i de audacia civil i polìtica, infatigable en la lucila, con claridad en los propó- sitos, ductil de caracter, prudente en los medios, de locucion atrac- tiva. D. Andres Lamas necesitaba un teatro en que despiegar sus talentos naturales i adquiridos, i este teatro lo hallo en Rio- Janeiro. Su recepcion ya fué materia de lucha. Guido i un en- viado de Oribe por recibirse ajente orientai le disputaron el ter- reno palmo a palmo. Un ministerio vino abajo en los vaivenes de esias fuerzas en pugna, i Lamas quedó reconocido Enviado — 60 — Plenipotenciario de la Repùblica del Urugiiai cerca de S. M; el Emperador del Brasil. Una circuustaucia favorecia la aparicion del sefioi* Lamas en la corte del Brasil. El Emperador, de edad de veinte i uno a veinte i dos anos, empezaba a tornar posesion del gobierno del imperio i de si mismo, dejando traslucir esa vi- rilidad de concepcion i ese sentimiento del interes nacional qua justificado por el éxito de su politica, han levantado mas tarde su persona a la altura del puesto que ocupa, i dado a la dignidad imperiai raayor lustre que el que le viniera del solo tìtulo liere- ditario. El Empei'ador es un jóven estudioso, que en el discurso de la lucha arjentina, tanto se ha ocupado de examinar la carta jeografica para la demarcacion de limites i la marcha de los ejér- citos, i los antecedentes militares i diplomàticosde la lucha, comò de conocer los horabres que en ella tìguraban, los intereses que se debatian, i los elementos diverjentes que pugnaban por triunfar entre sus vecinos. Poetas, historiadores, publicistas, biógrafos ar- jentinos han sido en estos ùltimos anos la materia predilecta del solaz i del estudio del Emperador, que empezó a ver bajo un nue- vo punto de vista a este pueblo jóven comò él, i corno él luchan- do con las contrariedades de una naturaleza virjen donde las ma- lezas amenazan sufocar a cada momento el arbol implantado de la civili zacioni Lamas, literato, poeta, publi cista, historiógrafo de las cosas de su patria , llegaba en buena bora , para esplicar los pasajes oscuro s de aquel drama singular del sitio de Montevideo , sosti- tuyendo a las vulgares i recibidas definiciones de salvajes unita- rios i mazorqueros , de gobiernos legales i de cabecillas, de porte- jios i orientales , la signifìcacion profunda , eminentemente social de aquellas luchas sangrientas. No era el menor de los obstàculos con que el nuevo enviado tenia que luchar , las preocupaciones invencibles de los brasile- ros contra los espanoles americanos , desconfiàndose de ellos i de la duplicidad de caràcter e inmoralidad de miras i de medios que les atribuian en jeneral. La obra mas gloriosa de D. An- dres Lamas, aquella por lo cual debemos estarle todos los arjen- tinos profundamente agradecidos, es esa rehabilitacion del caràc' ter moral arjentino , sostenida en todos sus actos publicos i pri- vados durante cuatro anos basta hacer de su palabra de diplomà- tico una garantia, de su consejo a los capitalistas unafianza para aventurar fondos. No hai en esto exajeracion. El gobierno del Brasil ha invertido doscientos mil pesos en proveer de medios de defensa a la plaza de Montevideo . sobre la promesa de La- mas de fii'mar un tratado posterior , i quo cuaiido llegó el caso previsto, él mismo reclamo del o;obìerrio imperiai se le relevase de aquella responsabilidad contraida. Los especuladores brasile- ros, àntes de oir propiiestas de su gobierno o del de Montevideo, se dirijian a Lamas para saber de él, si podrian aventurar capita- les con probabilidades de buen éxito; i la raenor palabra evasiva de su parte, un no tengo datos, no he reribido instruccione^, bas- taba para desvanecer contratos casi realizadosj no siendo raro que hayan los perjudicados alguna vez manifestàdole que habian sufrido por no haber a])rcKJÌado debidamente su reserva. Dos anos, pues, paso D. Andres Lamas casi inapercibido en la corte del Brasil, desvaneciendo preocupaciones fatales, justi- ficando hechos calumniados, propiciando a su patria la simpatia de los hombres de Estado del Brasil. Pero desde este terreno conquistado bastala aceion decidida habia un abismo. El Brasil vacilaba ante sus propios recuerdos, ante la insolencia inaudita de la politica de Rosas, ante aquel vandalaje confesado i erijido en sistema con que se amenazaba demoler el mal asentado impe • rio, ante la falta de la conciencia de su propio valer que retenia al gobierno imperiai sin posicion histórica en America, corno sin representacion diplomàtica en Europa. Lamas en tanto, bacia sentir su propio peso al imperio, i por una lójica cerrada lo Uevaba a la guerra para salvarlo de la gue- rra. "Si el Gobernador de Buenos-Aires respondiese con la gue- rra a las pacificas i regulares exijéncias del Brasil para conservar la integridad del pacto de 1828, eso solo probaria que esa gue- rra es inevitable, i que babria sido locura sacrificar queriendo evitarla, elementos poderosisimos, i que por el contrario se haria para el Brasil una guerra nacional, altamente nacional que re- concentraria la opinion de los brasileros, elevarla su espiritu i brio sobre las diveijencias internas, i la exajeracion de las ideas (1)." Montevideo asegurado de subsidios, era inespugnable para Rosas; esto era evidente. Montevideo libre de su poder, to- da la bóveda elevada en diez anos venia abajo, por falta de coronacioUi Rosas no podia retroceder ni avanzar, i aquel sitio era un jaquemate sin salida. Los elementos arjentinos debian completar la obra. ^Quién los encabezarà? le preguntaban. — Ur- quiza — Pero Urquiza es su masfuerte apojo. — Esa esla razon. Rosas ha venido absorviendolas provincias i desarmàndolas. Las necesidades de la lucha de Montevideo lo han forzado a pcner (1) 25 de abrìì de 1848, Relatovlo de la Reparti^a de Negoclos ex- tran creros, 18.'5-2. • — 62 — ìas armas i el poder en nianos de Urquiza, que ha dado batallas i creddose un ejército suyo, de este lado de los rios. Urquiza es lo ùnico que no ha avasallado: hiego el dia que Rosas quiera terminar la obra de la centralizacion, habrà pugna entre los dos eaudillos. En nota de la legacion orientai al gobierno del Empera.dor de 18 de Abril de 1848, ya se le decia. "Los elementos que hoi tie- nen ambas Repùblicas, i que si Rosas los absorviese, se torna- rian irresistibles, estan para sostener la politica que aconsejo a disposicion del Brasil. Estan para robustecerla, los cansados habitantes del Estado orientai , las cenizas aun humeantes de la revolucion arjentina, que Rosas, en lugar de extinguir, alimen- ta con la sangre de los ven eidos, que alevosa i cruelmente derra- ma sobre ellas. I por qué no decirlo? El Jeneral Urquiza visi- blemente desavenido con la supremacia del Gobernador de Buenos- Aires, està sin duda a punto de separarsele, i lo tuvieran ya separado si la intervencion europea se hubiese mostrado efìcaz (1)." Asi pues Urquiza estaba prometido al Brasil por la diplomacia de Montevideo, desde 1848, en notas oficiales, comò un aliado seguro, inevitable ; por la misma razon que su nombre figuraba en la prensa de Chile casi desde entónces, corno el revindica- dor de los derechos oprimidos de los pueblos, rnucho àntes de que él tuviese conciencia clara de su situacion, aunque no le faltasen instintos yagos i previsiones de conservacion i de engrandeci- miento. Un hecho que ha pasado inapercibido darà idea de la claridad de estas anticipaciones de la politica. Cuando el al mirante Le- predour estipuló el armisticio entre la plaza de Montevideo i las fuerzas sitiadoras, miéntras venia la aprobacion del tratado, Ro- sas pidió al aceptarlo que el termino fiiese forzoso sin que nin- gunade las partesbelijerantes pudiese denunciarlo. El gobierno de Montevideo casi acepta està modificacion, que participó a su enviado a Rio-Janeiro. El senor Lamas comprendió todo lo que elio importaba , i tomando prestado un vapor al gobierno brasilero, respondió en el acto a su gobierno, indicandole que pusiese por condicion de su aceptacion, el que ningun cuerpo sitiador pudieraabandonarsus campanientos, ni emprender cam- pana ninguna. Rosas no quiso admitir la condicion, pues el ob- jeto de la modificacion era en efecto, poder disponer en el Entre (•2) Rclatorio da Rcparticao dos Negocios Extrageiros, etc. de 1852. — 63 — taiìto del ejército, i caer sobre Urqiiiza desapercibido, para aca- bar la obra de la completa anulacion de las pi'ovìncias, El Brasil trepidaba sobre todo de entregar fondos a la rapaci- dad i dilapidacion del Gobierno de Monte video ; rapacidad qu.e desde los tiempos de Rivera habia pasado a ser un proverbio , dilapidaciones que Rosas habia establecido en la opinion de to- dos los estados americanos i europeos, corno un heclio fuera de diida, i corno el móvil i el objeto de la resistencia de la plaza, D. Andres Lamas , para tranquilizar los escrupulos del Gobier- no imperiai ^ atacó efeta cuestion en nota de 15 de setiembre de 1 85 1 , con una virilidad^ con un heroismo desesperado i conven- cido, que liacen de aquel frammento liistórico una pajiiia de Tàcito. ''Hallàndose, decia, ya el ejército invaserà las óidenes y-) de D. Manuel Oribe a las puertasde Montevideo, organi sose y^ la administracion de 3 de febrero de 1543 , que debia em- yi prender la defensa del pais, sin dinero, sin crédito, sin mate- r rial de guerra, sin soldados, en medio del terrò r que espar- y-) cian las armas invasoras, a quienes precedia la fama de haber V destruido varios ejércitos , de liaber baiiado de sangre con la ?7 espada del soldado i el puiial del asesino, el inmenso territorio ?? que se estiende desde los Andes, basta las marjenes del Uru- 7? guai. "Esa adraimstracion tuvo que ìmprovisar (Lamas era el jef.? ?? de policia) con materiales tomados donde los encontraba, por ?? la lei del peligro supremo, las débiles murallas destinadas a '-) guardar en pocas cuadras de terreno , todas las esperanzas de 71 la Republica, todas las de la civilizacion i de la ìiumanidad 7J en el Rio de la Piata. "En estas pocas cuadras se vió asediada el 16 de febrero tre- ?7 ce dias despues de su nominacion por el ejército de tierra , i por 71 las fuerzas de mar del Dictador Rosas. "Las rentas pùblicas quedaron reducidas a la nulidad. "Los almacenes se cerraron. *'E1 comercio de esportacion desapareció. "El de importacion se limito al consumo de la ciudad. "LadesGimfianza i la incertidumbre se apoderaron de todas las 11 clases. Los capitales seocultaron. El dinero , aun con las me- 71 jores garantias pai'ticuìares, llegó a un interes que en los tiem- 71 pos venideros parecerà fabuloso. Nuestros hijos apénas podran 71 creer que durante el sitio de Montevideo se dio dinero i se to- 71 mó sobre bienes raices i en transacciones entre parti culares, a 71 40, 50, 80 i 100 por ciento de interes al aiio! Solo podrà es= 9 ^ 64 ^ 33 plicarse este hecho, observando que a la escasez de la epoca se >7 afiadia que iiadie se creda dueno de lo siiyo , con el invasor ^j a la vista ; que cualquier contrato podia ser roto por este, cu- ;? yo triunfo parecia siempre probable i cuasi seguro, i muclias ;? veces cierto. "Los que empleaban su dinero en algun contrato , empleàban- ;5 lo en esa loteria anti-social creada por el sistema del Dictador ;? Rosas. *'En tale&tado de cosas el Gobierno tenia que vestir, alimentar ;? i armar el ejército que defendia la plaza, "Tenia que atender , corno atendió en efecto , al ejército en ;? campana. "Tenia que armar centenares de camas, para los centenares de j-) heridos que regaban con su sangre todos los dias, los muros i ;? las calles de la invicta ciudad. "Tenia que alimentar i vestir la poblacion que liuyendo del ;? enemigo se habia asilado en la ciudad , las familias de los sol- ?? dados, i la mayor parte de los empleados civiles i sus fa- ;? milias. "Tenia que lucliar en el interior del pars i en el esteiior con las ;? intrigas, la buena fortuna i el oro del enemigo. "Pasàronse dias, semanas, meses, muchos meses, sin que el go- :>") bierno pndiese conseguir las raciones con que debia sustentar ^? al dia siguiente , al sol dado, al lierido '^No hai en esto lamenor exajeracion: todo es la pm'a verdad; ;? iesa verdad que esplica las requisiciones i la venta a vii precio ;? de las rentas futuras , de las propiedades piiblicas , de la casa ;? misma de gobierno i basta las plazas de la ciudad , atestigua ;? uno de los mayores prodijios i glorias de la defensa de Mon- ^7 tevideo. "El abajo firmado confiesa està verdad con orguUo. "Habia patriotismo en esas ventas , i muchas veces lo habia ;? en esas compras. "Patriotismo, mucho patriotismo, mucha abnegacion habia en ;? los miembros del gobierno, que suscribian con mano firme ;? sus nombres en esas órdenes de requisicion, en esos contratos ;? que pasaban a los particulares las rentas i las propiedades pù- ^? blicas, estando cercados por tierra i por mar por un enemigo ;? implacable, rodeados de conspiraciones enemigas, del desalien- ;3 to, tedio i desesperacion de los propios amigos; i sabiendo que ;? esos actos serian algun dia juzgados en circunstancias normales ;? por las reglas de los tiempos ordinarios i por el buen sentido. — 65 — "£1 abajo firmado sabe qiie asi fueron juz^ados por Ajentes .'j del Gobierno imperiai, cuando le informaroii de la sitiiacion ;? financiera del pais, i no lo estrana. ^'Seria necesario que los que asi juzgaron, pudiesen, i no pue- ?7 den, transportarse a aquellos momentos de sublime peligro, 7-) de sublime angustia en que de un puiiado de pesos i de algunas 77 libras de pan dependia la salvacion de Montevideo i de la Re- 7? pùblica, la cabeza i la honra de las familias de aquellos que 77 tuvieron entónces la gloria de vivir i de luchar dentro de aque- 77 llos sagrados muros. "Seria necesario que pudiesen, i no pueden, colocarse en el mo- 7? mento en que no teniendo el gobierno mas que v^einte o treinta 7? mil cartuclios a baia, noencontrando una sola libra de pólvora en ^7 Montevideo, no teniendo un solo peso con que liacerla venir de 77 afuera, i sabiendo que el secreto de està situacion habia sido 77 Uevado al enemigo por un desertor, tuvo, i ejecutó el Jeneral 77 del ejército, la feliz i audaz inspiracion de mandarlos quemar 77 haciendo fuego al enemigo, en un ataque sin importancia, para 77 que el enemigo desconfiase de la veracidad del desertor, i no se 7? aprovecliase, comò no se aprovechó, de su aviso." "^Guanto valla el peso para hacerse de una libra de pólvora? "^Guanto valla la libra de pan que debia darse al soldado que estaba combatiendo? "^Guanto el pedazo de tela que estancaba la sangre del lierido, la cama en que estendia sus miembros mutilados (1)?" No es mi ànimo hacer la historia de la diplomacia de Monte- video. Baste decir que el seiior Lamas desbarató una maniobra por la cual el rei de Gerdefia debia poner a disposicion de Rosas siete mil sicilianos de linea de que queria deshacerse ; que el con- de de Montemolin, jefe de los carlistas, mandaba uno de sus jene- rales a defender a iNÌontevideo, i órden a los espaiioles carlistas de abandonar las filas de Oribe, corno enemigo de sus principios; i que el Austria i la Béljicareconocieron la independencia del Uru- guai miéntras la Inglaterra i la Francia se aunaban inùtilmente para hacerlo caer en manos de Rosas. Desde 1849 pues se habian entablado intelijencias con Urqui- za, reiiido con Rosas despues de Vences, deseoso de zafarse por interes personal de las restricciones comerciales que imponia a las provincias litorales. Pero sucedia con él lo que con el Bra- si!, enemigo de Rosas por situacion i necesidad de salvarse de la (1) Relatorio de 1852. — 66 — amenaza permanente de una guerra inevitable , no se atreyia a dar el primer paso decisivo, con el cual bastaba para derrocarlo. Urquizababiahecho de su territorio un lugar de asilo para los £erseguidos de Rosas, corno para los arjentinos de Montevideo. la brillante ofìcialidad formaci a por Lavalle o endurecida al fuego diario de las baterias de Montevideo habia poco a poco reu- nidosele en el Entrerios, buscando un rincon de la patria i una esperanza remotìsima de volver otra vez a la lucha. »Las inteli- jencias con el Brasil no tardaron en anudarse por el intermedio de Montevideo, principiando entónces una sèrie de negociaciones que terminaron en una liga que debia principiar por una invasion de diez i seis mil hombres del Brasil i la declaracion de (Jrquiza contra Rosas, contando con que las provincias lo seguirian. No obstante, llegado va el momento de obrar, lanzado casi el Brasil en la lucila, Urquiza vacilabaaun, encerrandose en un circulo de subterfujios, aplazamientos i capciosidades. Entónces el Brasil le paso una nota terminante, anunciàndole que con ti, sin él, contra ^/entraba próximamente en campana; ipara no sermas eljugue- te de sus incertidumbres, le hizo firmar un tratado por el cual se obligaba en el articulo primero, a liacer la declaracion que tuvo lugar el primero de mayo de 1851 , la Jevée de boveliers contra Bosas, i en los demas las estipulaciones reciprocas. Ratificado por Urquiza este convenio, al someterlo a la ratificacion del Empe- rador, i ya realizada la condicion del art. 1/* un oficioso amiga de la Republica arjentina, pidió a S. M. encarecidamente que puesto que la clàusula estaba lienada, se borrase del tratado aquel articulo humillante por el cual con staba que el Brasil habia im- puesto corno un soborno la condicion de rebela rse a unjefe de provincia^ lo que seria una mancha para la liistoria arjentina, El Emperador convino gustoso en està modificacion postuma, i serehizoel documento, sin borrar por eso la mancha, ni el re- cuerdo. El resujtado de estas transaccioncs casi forzadas fué que la declaracion de mayo 1." fué lanzada a la luz del dia, sin pre- paracion,sin relaciones en las provincias donde Urquiza no tenia un solo corresponsalyui otra seguridad de cooperacion i simpatia fine las que yo pude darle, segun las seguridades que de elio me trasmitian de San-Juan. Dirijióse a Saravia por el Chaco, sin otro antecedente que huberse empeiiado Saravia con él en favor de que sé yoquién, i haberlo complacido. Sàbeselo que hizo Sa- ravia con las circulares todas de 1.° de mayo, anunciadas a Mon- tevideo comò espedidas en 3 de abril en la primera comunicacion escrita que enviaba a sus aliados de la plaza, lo del podey i svji- — 67 — ciencia de las lauzas entrerianas, eri liioar de los vapores, ìos mi- ìlones i los diez i seis niil hombres del Brasil, i el efecto que pro- dujeron estos desaciertos que fué asiistar a los gobernadores ìndecisos, i bacer nombrara Rosas Jefe Supremo de la Repùbli- ca, en lugar del retiro del encargo de ìas R. Esteriores pedido. Asi pnes, todo lo que para preparar la revolucion de las provin- cias contra Rosas dependió de los caudillos Urquiza i Benavides, fué solo un descalabro por posponer cada uno el interes de la Pa- tria a su egoismo personal, a sus preocupaciones isu impotencìa. Los caudillos de Rosas no se co.municaban entre si jamas, de Hianera que la revolucion sorprendió a Urquiza sin relaciones en el interior, sin corresponsales, sin influencia personal; i recatàn- dose de sus linicos colaboradores francos i animosos, los enemigos de Rosas, dejaba sin direccion los sucesos, ì sin unidad la accion. El Jeneral Ui'quiza en tanto abrió su campana bajo los Bias felìces auspicios. Tenia a sulado de anos atras alJeneral Garzon, rivai de Oribe, mui querido de muchos jefes de ìa campana Orien- tai, i mui aceptableparalaplaza de Montevideo. Oribe, su ejérci- to i la banda Orientai en masa estaban desmoralizados por aquella lucila eterna, sin desenlace posible, pues Montevideo era ahora mé- nos que nunca tomable : la campana desolada, el ganado estinguì- do, i cuando las fuerzas faltaban para continuar la lucba comenza- da, una nueva guerra sobre venia con el Brasi], poderoso en recursos, invistiendo por tierra i por agua a punto de amenazar bien luego bloquear a los sitiadores de la plaza, tomàndoles lasavenidas con los jinetes de Urquiza, i amenazàndolos por detras con las tropas de Montevideo, que bacia nueve anos que nada mas pedia que un rejimiento de caballerìa para dar una batalla campai i levan- tar el sitio. Si babia pues fuerzas materiales con que resistir, no habia espiritu moral, anadiéndose a este desaliento por falta de termino probable, el que habia infundido por todas partes el res- frio de los odios de partido, con que la prensa habia desmontado la politica maquiavélica de Rosas, i que la diplomacia monte- videana habia forraulado en tratados, en està noble frase, ni ven- cedores ni vencidos. Si Oribe hubiese abandonado el sitio i lanzà- dose sobre Urquiza, que venia del Norte para caer despues sobre los brasileros que venian del Este, habria cumplido al ménos con las indicaciones del sentido comun, tratando de desbaratar a Ur- quiza, que solo traia caballos, hecho entrar en sus fronteras a los brasileros, i descoiicertando al ménos el pian de campana, para tornar en seguida la plaza, sin esperanza próxima de socorro, i sin motivo va para prolongar la resistencia. -^ 68 — Pero todos conspiraban por cansancio a traei' un desenlace cualquiera. Urquiza paso al Uriiguai i el Negro sin obstàculo; los Jefes de campana se le adhirieron sin aumentar su ejército, i por una rapida marcha sin combates llegó a la vista de los cam- pamentos de Oribe, encerràndolo en un circulo de jinetes, los cuales por el Pantanoso se pusieron en contacto con las tropas de la plaza que salieron de sus atrincheramientos i formaron en batalla esperando la órden del ataque. Aqui principian las maniobras politicas de Urquiza^ que tra- jeron por resultado el triunfo de los vencidos i el sometimiento i anulacion de la defensa de Montevideo que lo liabia armado en su auxilio. Tenian estipulado con el ejército brasilero,como era naturai, el órden de las marclias recìprocas, basta obrar la reunion de la& fuerzas coligadas. Los brasileros con un ejército de diez i seis mil hombres, con trenes pesados i los bagajes de un ejército de linea i que emprendia una campana seria, estaban mas espuestos a retar- dar sus marclias convenidas que avanzar sobre el tiempo indicado. Urquiza aprovechó de està circunstancia i forzo sus raarchas para presentarse cuatro dias antes de la Uegada de los brasileros, de- lante de Oribe. Nada arriesgaba en elio» Sus jinetes podian reple- garse sobre los brasileros en caso de ser atacados, i Oribe mismo renunciaria a toda tentati va inutil de este jénero, pues que las tropas de la plaza estaban a retaguardia, i las brasileras llegarian dentro de tres o cuatro dias. Urquiza deciapues a Oribe; capìtu- le conmigo, antes que Ueguen los brasileros. Nosotros nos enten- deremos. A los de la plaza se los entregó maniatados por la capi- tulacion, i los oribistas quedan mandando en la campana i la ciudad. Oribe convenia en todo esto, pero queria devolver a Kosas su ejército, estipulando que la escuadra brasilera lo llevase a Buenos- Aires. Dicese que Urquiza con vino en elio, dando orden al Almirante Grenffel de tomarlos prisioneros cuando estuvieran a bordo. Dicese tambien que Grenffel contestò a està estrana proposicion. ^'Digale al Jeneral que corno gentleman ingles i comò almirante brasilero, si las tropas entran en los buques de la escua- dra, creyendo qae van a ser conducidas a Buenos- Aires, uno solo no quedarà que no llegue a su destino. Las armas brasileras no se deslionraràn por una traicion." Digo, dicese^ porque no se lo he oido yo al Almirante Grenifel i solo a L^rquiza le oi decir con jactancia refiriéndose a Oribe, '^los engané completament? ;'^ i sobre los brasileros ^'^por dónde iba a consentir que ellos tuvic sen parte en la rendicion de orientales i arjentinos? =— 69 — Be todos estos heclios oscuros i dado caso qiie sean impiitacio- nes, una cosa resulta en claro, i es lapreocupacion jeneral centrala sinceridad i rectitud de este hombre. El Brasil vacììó largo tiem- po en vencerse a este respecto. El Jeneral Paz fué llamado al ministerio de la Guerra para que diese su dictàmen sobre la ea- pacidad i sinceridad de Urquiza, i el Jeneral Paz con la autoridad que sus antecedentes le daban, aseguróqueen suconciencia creia ■competente al Jenoral Urquiza para encabezar la cruzada, i que ■entraria por interes propio, por necesidad de posicion en ella. Los brasileros disimularon la afrenta de liacerlos Uegar al cam- po que ya dominaba Urquiza i cuandonada quedaba que hacer sino acantonarse tranquilamente para abrir nueva campana con =el temor de no obtener sino laureles marcliitos. Urquiza se pre- sento en la plaza con unos tra tados heclios con Oribe, sin consul- tar a los aìiados, sin autorizacion -de ninguno de ellos, por los cuales se declaraba que los sitiadores habian peleado en sosten de lasleyes i de la independencia Orientai. El Gobierno de Monte- video le preguntó; ^i nosotros que liemos estado liaciendo?. . ..En iin fué preciso rehacer el tratado que era una intrusion inmoti- vada, unacapitulacion deMontevideo en favor de los veneidos, i un insulto liech<) a los vencedores de nueve anos de resistencia. Todo era necesario sin embargo acallarlo, a fin dte no poner obstaculos a la próxima campaiia con-tra Rosas, complemento indispensable de todo lo alcanzado basta entónces. El encargado de negocios del Brasi], el seiior Silva Pontes, levantó la voz sin embargo i avisó al Emperador de los peligros de la situacion i de la necesi- -clad de precaverss contra nuevos desmanes. Entónces fué nom- brado Plenipotenciario con poderes estraordinarios el seiior Ho- norio Hermeto Carneiro Leao, jefe del partido Saciiarema, que es el que tiene las riendas del Gobierno, i por tanto el hombre mas earacterizado del Bi-asil. La idoneidad misma del sujeto fué mas tarde causa de f stravios de la politica, pues pesando mas la in- fluencia del enviado que la voluntad-de los ministros sacuaremas, no podia contrariàrsele en la direccion que daba a los aconteci- •niientos, que estaba en su mano modificar o acelerar sobre el ter- reno mismo de la accion. Entónces se celebraron nuevos tratados para emprender la gue- rra contra Rosas, estipulandose en el 2.*' articulo del de alianza, que las partes aliadas dejarian a Buenos- Aires en el pieno goce (le sus derechos para darse el gobierno i las instituciones que mas le conviniesen. Tengo para mi que Urquiza al firmar este pacto entendÌQ, parti s aliadas, el Brasil i el L'i'nguai, sin creerse com- ^ w ^ prendido en la obìigacion de dejar a Buenos- Aires gobernafse Sf su modo. Todos los hechos posteriores lo comprueban. En este pacto se estipiilaban el subsidio de cien mil patacoiies mensuaìes mientras dui'ase la campana, el titulo de Jeneral en Jefe del ejér- clta aliado, i la escuadra puesta a su disposicion para el paso de los rios, i el ataque de las posiciones enemigas. Este tratado, corno los de comercio i navegacion, fueron los que el senor Carneiro Leao tuvo la indiiljencia de comunicarme a mi llegada a Mori- tevideo. LAS TROPAS DE ROSAS. Pasados los primeros dias de arribada a Montevideo^ empeeé a poiierme en contaeto con el ejército que aun acampaba en k base del Cerro. Fué el primer individuo de los que Io componiaii que se me presento, Fedro Ortiz, ayudante de caballei'ia, doctor en medicina que liabia heclio la campana del Uruguai escapa- dose de Buenos-Aires ireunicbse a Urquiza a los primeros sinto- mas delasliostilidades. El Doctor Ortiz, orijinario de San-Luis, iiabia regresado de Cliile a Mendoza en 1845 a reunirse a su fa- milia, Lleno de fé en los principios, neglijente en sus maneras, liàbil i entendido en su profesion, tiene un earàcter festivo, indi- nado a la burla, i una propension a reir c[ue lo liace un compa- nero envidiable i un enemigo temible. En Mendoza tomo entre- ojos a Irigoyen en el auje de su infiuencia corno ajente de Rosas; ci'eo que se mezclaban en elio rivalidades de elegancia; elio es que el Doctor Ortiz sufrió dos prisiones con sus correspondientes bar- ras de grillos, i la ùltima con causa por ima carta que yo le lia- bria escrito, que no era de mi letra, que jamàs le escribi, esa ni ninguna otra, i el Doctor negando la acusacion, recusando comò forjado el cuerpo de] delito, fué condenado, "minque no està- ha probado el hecho,^^ decia la sentencia, a odio aiios de destier- ro a Buenos- Aires, con lo cual Irigoyen quedó pacifico poseedor del prestijio de elegante enlas tertalias, i se ha dicho despues que su mujer dijo que ella liabia escrito la carta, bajo el dictado de su marido. El hecho cierto es que yo no escribi nunca carta algu- naa Ortiz i que Irigoyen fué el promoter de la causa i el denun- eiador del crimen. El Doctor Ortiz fué pues a'cumplir su condena a Buenos- Aires, donde se encontraba mas tarde en los salones de Manuelita, con _ 71 — Irigoyen a quien continuaba haciéndole miiecas, i liaciéndolo tirar piedras, por su elegancia, qiie Fedro hallaba de mal jénero, i eritre una visita i otra a Palermo se embarcó para el Entre- Rios i tomo las armas. Hizo despues la campana de Caceros, i en el paso del Paranà tuvo una escena que lo caracteriza admi- rablemente. Las islas del lado opuesto al Diamante se divideu entre si, por arroyos que son rìos navegabies. Las divisiones de cabailerìa encontrando estos obstàculos, tenian que desrumbarse de losaltos barrancos de arcilla i arena de las islas que forma el limo de nuestro Nilo, basta liacer un descenso practicable, atra- Tesar a nado i buscar salida al lado opuesto. El ayudante Ortiz selanza al agua, escapasele el caballo, i no sabiendo nadar, puede desde luego m.edir toda la estension del peligro. Manotea sin in- mutarse, llama sin susto; un entreriano se acerca nadan do, jira en torno suyo, liuyendo delaterrible garra de los que se ahogan que sufocan a quien quiere saìvarlos. Ortiz le dice que se acerque sin cuidado, con voz entera i sembiante tranquilo, miéntras lu- chaba para sostenerse sobre elagua; alàrgaie una mano, sierapre con precaucion el entreriano, i Ortiz tiene la impertui'bable calma de tomarla, corno se toma el pulso, diciéndole; no temas : no te he de agarrar, i volvió a soltarla. El soldado le puso de Ueno el hom- bre i Oj-tiz prorrumpió en una estentoria carcajada de risa, a la muerte! de quien se liabia burlado con tanto estoicism^o. Este doctor Ortiz era Diputado de la Junta de R(^presentantes e^i la famosa sesion del 23 de junio que contestaba a los ministros que le achacaban no conocer nuestra historia. ^'Es porque la co- nozco, que temo enconti'ar un cacique a la vuelta de cada esqui- na." — ''Nadie seguirà al jeneral Urquiza , reolicaba el Dr. Pico, si quisìe>-e liacerse un tirano." ^'jQuìén lo ha de seguir," respon- diale Ortiz, latirania es una locomotiva desenfrenada que se lle- va pordelante cuanto enciientra en su paso." Pero estas réplicas corno las pullas a Irigoyen le costaron el destierro. Ahora debe' estarse riendo, con su risa inestinguible, de la broma del 11 de setiembre hecha a Urquiza. Vi en seguida al Capitan Don Federico Garrii, que en 1810 habia servido con Lavalle, emigrado a Rio-Grande i de alli in- corpoi'adose a loscorrentinos cmigrados con Madariaga i venido con el ejército del Brasil. Elmo puso en contacto con el Coronel Castro sanjuanino, que por unasingularidad de su carrera liabia servido la causa de los caudillos casi desde la infancia. En 1825 fué ayudante de Olazabal en la batalla de las Lefias, paso al ser- vicio do Facundo Quirog», de éste al de Ro^as, del de llosas al 10 — 72 — de Urqiiiza. Todo lo que de su caràcter, costumbres, valor eins- ti'uccion militar supe le era favorable. Recibióme eon carino, recordamos ias escenas de la escuela de que habiamos sido con- discipulos, i fuimos de paseo a otra division a dar un chasco al Major Recabarren, pariente mio, vecinos en San- Juan i compa- iieros de infancia. Entramos a su tienda, sin presentarme, habia- mos media bora, sin darme a conocer, no sabiendo que estuviese yo en M onte video, i al fin empezé a tra tarlo de tu, riendo entre nosotros de la confusion que le causaba està confianza de un caballero que por su traje i apariencias tenia por mui respetable. Sirvió en los auxiliares del Jeneral Huidobro, i despues fué in- corporado en la escolta de Rosas, bajo Ias órdenes del Coronel Granada. La intimidad, a poco andar restablecida, me proporcio- naba en él una preciosa fuente para recojer datos sobre la com- posicion i el personal de aquel cuerpo, destinado a representar mui luego un lùgubre drama. Pocas veces he esperimentado impresiones mas profundas que la que me causo la vista e inspeccion de aquellos terribles tercios de Rosas, a los cuales se ligan tan sangrientos recuerdos, i para nosotros preocupaciones que habriamos creido invencibles. ^De cuàntos actos de barbarie inaudita habrian sido ejecutores estos soldados que veiatendidos de medio lado, vestidos de rojo, chi- ripa, gorro, i envueltos en sus largos ponchos de pano? Fisono- mìas graves corno àrabes i comò antiguos soldados, caras Uenas de cicatrices i de arrugas. Un ra?go comun a todos, casi sin excepcion, eranlas eanas de oficiales i soldados. Diriase al verlos que habia nevado sobre Ias cabezas i Ias barbas de todos aquella maiiana. La mayor parte de los cuerpos que sitiaban basta, poco àntes a Montevideo habian salido de Buenos-Aires en 1837; i desde entónces ninguno, soldados, clases ni oficiales habia obte- nido ascenso. El Coronel Susbiela, que mando despues uno de estos cuerpos, era el mismo jefe que lo habia creado en 1836, i en- contró cabos i sarjentos a lo^s que él nombró entónces. El teniente Guardia Sanjuawino, pertenecia a un cuerpo que salido de Bue- nos-Aires en 1836, compuesto al principio de doscientas plazas i que conservaba aun treinta i tres soldados i ocho oficiales, Los restos de un batallon de infanterìa habiendo perdido todos sus oficiales, estaba bacia anos al mando de un negro sarjento, que en su calidad de tal mandaba el cuerpo. Urquiza lo hizo major. jQuè misterios de la naturaleza humana, qué terribles leccio- nes para los pueblos! He aqui los restos de diez mil seres huma- — 73 — lìòs, que lian permanecido diez anos, casi en la breclia comba« tiendo, i cayendo uno a uno todos los dias, ^por què causa? sos-^^ tenidos por qué sentimiento? .... Los ascensos son un estimulo para sostener la voluntad del militar. Aqui no liabia ascensos* Todos veian los cuerpos sin jefes, o sin oficiales, por todas partes liabia claros que llenar i no se llenaban ; i los mil postergados nunca trataron de sublevarse. Estos soldados i oficiales care- cieron diez aiios del abrigo de un tedio , i nunca murmuraron. Comieron solo carne asadaen escaso fuego i nunca murmuraron. La pasion del amor, poderosa e indomaÌ3le en el hombre corno en el bruto, pues que ella perpetua la sociedad, estuvo compri - mida diez afios i nunca murmuraron. La pasion de adquirir comò la de elevarse no fué satisfeclia en soldados ni oficiales subalter- nos por el saqueo, ni entretenida por un salario que llenase las mas reducidas necesidades, i nunca murmuraron. Las afecciones de familia fueron por la ausencia estinguidas, los goces de las ciudades casi olvidados, todos los instintos humanos atormenta- dos, i nunca murmuraron. Matar i morir he aqui la unica facul- tad despierta, en està inmensa familia de bayonetas i de rejimien- tos, i sus miembros, separados por causas que ignoraban, del hombre que los tenia condenados a este oficio mortifero, i a està abnegacion sin premio, sin elevacion, sin termino, tenian por él, por Rosas, una afeccion profunda, una veneracion que disimu- laban apénas. ^Qué era Rosas para estos hombres? o mas bien qué seres habia liecho de los que tomo en sus filas hombres i habia convertido en estatuas, en màquinas pasivas para el sol, la lluvia, las privaciones, la intemperie, los estimulos de la carne, el instinto de mejorar, de elevarse, de adquirir, i solo activos para mat^ i recibir la muerte? I aun en la administracion de la san- gre habia crueldades que no solo eran para el enemigo. No ha- bia ni hospitalea ni médicos. Poquisimos son los invàlidos que han salvado de entre estos soldados. Con la pierna o el brazo frac- turado por las balas iba al hoyo el cuerpo, atacado por la gan- grena o las inflamaciones. ^Qué era Rosas, pues, para estos hom- bres? o son hombie^ estos seres? Tócame embarcarme para el Entre-Rios en el vapor Bianco, qne llevaba de pasaje a està misma division Granada. En la mesa de abordo conoci a todos sus jefes i oficiales. Recabàri'en me servia de guia para examinar aquel museo humano. Trabé relacion con varios, el teniente coronel Aguilar, el teniente Senra que habia conocido al Obispo Sarmiento en San-Juan i a mi familia, el ma- yor Aràmbulu i varios otros cuyos nombres olvido, pero cuj^as _ 74 -^ fisonomias me vienen a la ìraajinacion. El coronel no sabia leer, un jóven oficial de bella, distingiiida i simpatica figm*a no sabia leer, la jeneralidad de fisonomias atesadas, torbas algunas, duras i selvàticas muchas se liallaban en- igual caso, i cuando Aquino^ tomo el mando de està division, de una media filiacion que prac- ticó quedó comprobado que solo siete de entre cuatrocìentos ca- torce soldados, cabos i saijentos sabian leer i escribir mal! No sé por qué fatalidad estrana mi permanencia en el ejército se identificò con està division. En Montevideo, en el vapor, en el campamento en Landa, en el Diamante, en el Espinillo, siem- pre se me presento al paso, siempre estuve cerca de ella, siempre tuve vinculos que a ella me uniesen. Aquino la mando al fin, i miirió victima de su encono. GUALEGUAICHU. He vivido en estos ùltimos tiempos entregado a una monoma- nia de que se resienten todos mis escritos de ciuco anos a està parte. Los rios arjentinos! Ellos lian sido mi sueiio dorado, la alucinacion de mis cavilaciones, la utopia de mis sistemas poli- ticos, la panacea de nuestros males, el tema de mis lucubracio- nes, isi hubiera sabido medir vcrsos, el asunto de un poema eter- no. En el Rin, en el Mississipi, en el Sena o en el San-Lorenzo, yo no vi, yo no buscaba sino la imàjen, los rivales del Uruguai o del Paranà. Tres veces he descrito en mis diversas publicaciones elEntre-Rios que banan, luna deellas en Alemania sinestimulo ni prevision politica. El Entre-Rios era la isla de Calipso, a don- de mi espìritu volaba de todas partes en busca de una patria de- finitiva para acabar mis oscuros dias. I bien, ni los rios ni elpais que casi circundan me eran conocidos. Nacido a la falda de los Andes, todos los acontecimientos notables de mivida han princi- ])iado por pasarlos i repasarlos de uno a otro lado. Imajinese el que quiera las eraociones estrnnas i punzantes qne debi esperi- mentar al verme en el Rio de la Piata, remontàndolo en busca del Rio Uruguai, en el primer vapor ribei-eno quQ se habia esta- blecido en sas aguas, rodeado de aquellas terribles lejiones rojas de Rosas, sin ser su prisionero, alargando a cada instante el an- teojo en busca de Martin Garcia, mi Utopia, i vendo a ofrecer mis servicios a aquel Jeneral L^rquiza, a quien enderezaba desde Olile en 1850 mi plegaria de Arjirópolis. I todo esto oyendo bis- — 75 — torias de vivaque, o vlendo saltar en el anzuelo enormes stlrubieSi» paciies, pejerreyes, etc. Fiié aquel viaje un delirio. Tan ancho, tan majestuoso el Piata! Tan artistica i acompasada la isla de Mar- tin Garcia, que saludé de paso! Tan simétricas las bocas del Pa- rana i del Uruguai, que se presentan en elliorizonte corno dos in» terrupcion-^rT de la cerca inmensa que iiguran los àrboles de las islas. Todo trazado a grandes pinceladas^ en la escala de Dios, el unico artista que pinta telas del tamaiio de la naturaleza vi- sible al ojo. Hacia mas novedosa osta escursionla ofìciosa hospitalidad del sobre-cargo del Uruguai, vulgarmente el Bianco, enque ibamos mil hombres. ^Quión lia estado en el Rio de la Piata i no ha oido el nombre simpàtico de Pillado, con su voz sonora, su charla grave que hace reir a ciiantos la oyen, i su actividad incansable, su idoneidad para todo, que liizo su aceptacion de sobrecargo del del vapor Bianco, condicion prèvia pai a la compra del primer va- por de trasporte que surcó las aguas de los rios? Pillado fué el oficial primero de la policia de Montevideo durante los primeros anosdel sitio, bajo las órdenes de D. Andres Lamas, jefe de aque- lla verdadera Comision àelsaìud pùblica. Retirado éste, Pillado quedó en su lugar algun riempo, basta que depuesto de su inte- rinato, ascendió a repartidor de pan, que con su bolsa al liombro recorria las calles de Montevideo, deteniéndose un poco en aque- llas cacerias, donde habia amigos,, se bablaba politica i se fuma- ban buenos cigarros. De està profesion lo tomo Lafone i Ca. para sobrecargo del Bianco, i de sus calidades corno miembro de la pò- licia puede juzgarse por este becbo, que cuando nuevos vapores empezaron a transitar de Montevideo a Buenos-Aires , las farni- lias i los pasajeros dejaban partir La Manuelita, por esperar que Uegase el Bianco, para tener contento a Pillado. Cuando Rosas cayó,' se presento en la babia de Buenos-Aires, pintado el Bianco de una ancba faja celeste, i trayendo a su bordo a Alsina, i los pri-* meros emigrados que volvian a su patria despues de diez o de veinte anos, D. Manuel Guerrico, para bacerse cargo de la pò- lieia de Buenos^ Aires, pidió corno condicion de su aceptacion la festiva i terrible concurrencia de Pillado, que bubo de dejar el Bianco, ilas nayades i tritones del rio llorar a la làgrijna vìva, al perder a su antiguo amo i seilor. Un burra a Pillado el panadero^ el jefe de policìa, el sobrecargo del Bianco, que me tentaba a de- sertarnos con el buque a ir a esplorar el Bermejo, i dejarlo bara- do en las profiindidades del Cbaco! El ragyor Recabarren mi primo, al pasar por frente al Rincois - 76 — de las Gallinas, con tóme que habia pasado dos anos de destaca* mento en aqaellos lugares. De todo lo que me refirió recuerdo solo uno rèplica suya, que en su sencillez tenia sin embargo una signifìcacion profunda. Cruzaba su escuadron una Uanura bien nivelada, i el Coronel Granada esclamo jqué campo tan bueno para una batalla! — Mejor està , coronel, contestóle el socarron Sanjuanino, para una sementerà detrigo! Rieron todos del chis- te de agricultor; i sin embargo que reproche encerraba este dicho, contra aquella vida improductiva, contra aquellos ejércitos des- tructores , contra aquella eterna plaga que habia ya desolado la Banda Orientai! Parece que el Coronel Granada aprovechó del consejo porque empieo sus tropas en hacer sementeras, cuyo pro- ducto les repartia en proporcion. El Negro entra a poco en el Uruguai i entre sus dos emboca- duras forma una delta, cubierta de pasto, i abundante en lena. Està lengua de tierra fu6 el teatro de lucha no ménos obstinada que el sitio de Montevideo, del cual era sucursal. Aunque a se- senta leguas de la plaza, habia en ella guarnicion, para segar pas- to i cortar lena para los sitiados. Los de Rosas la bloqueaban de ambos lados, i algunavez lograron, pasando elrioanado, intro- ducirse de noche en el campamento orientai, i arrastràndose por entre los matorrales i a merced de la oscuridad de la noche, degoUar parte de la guarnicion. El jefe que guardo este punto aislado en los ùltimos anos, habia adquirido tal reputacion de valor i vijilancia que los enemigos se habituaron a respetarlo en su isla. Acompanados, precedidos o seguidos de vapores i transportes brasileros, ocupados comò el Bianco, la travesia tenia mil inciden- tes que la hacian animada e interesante. Las tropas acumuladas en un transporte a no poderse rebuUir parados los hombres em- pezaron a dar gritos de desesperacion una vez, sintiéndose sufoca- dos. Una mujer i un soldado, i dos ninos murieron asfixiados. Otras veces se volcaban bacia un lado los vapores por el recargo de hombres, i la maniobra de hacerlos distribuirse proporcional- mente a ambos lados, nos traia ajitados e inquietos. Al fin llegamos a la costa del Entre-Rios, en una caleta o mas bien desembarcadero practicable llamado Landa. El descenso a tierra se bacia del vapor a una lancha , de la lancha a hombros de soldados entrerianos con el agua a la cintura. Era !a epoca de la florescencia de los ceibos, i las riberas estaban engalanadas con bosques de aquel bellisimo àrbol orijinario de las màrje- nes del Piata i que es boi una de las conquistas mas esplendorosas — 77 — ■ de los jardities europeos. Caballos! He aqui el gnto que pisabalatierra, el fin de las mas activas dilijencias. Diiijime yo al que me indicaron caballerizo, i con acento i ademan respe- tuoso, dijele, senor : Yo soi una persona que vengo a ver al seno? Jeneral Urquiza, i no sabiendo a quien dirijirme, me tomo la li- bertad. — Acabemos^ amigo, claro; qué es lo que quiere? — Caba- llos — Pues tendrà U. caballos — Retiréme a esperarlos, guardan- do para mejor ocasion mis retóricas, i ya liabia alquilado uno cuando el mismo comandante que era un Dumas padre, en la ta- lla i en la tez, volvió bacia mi i en tono conciliante i blando me preguntó ^Es U. senor, el senor Sarmiento? — Si seiior — Por qué no me dìjo su nombre, senor! j Qué gusto va a tener el Jene- ral de verlo! Anoche liablàbamos de U. con el coronel Palaveci- no. No se ocupe de nada^ yo le haré conducir a su campamen- to. I en efecto desde aquel instante el nada ménos que coronel Sosa del Ejército del Brasil estuvo literalmente a mi servicio, fue mi caballerizo mayor durante toda la campana i un fiel servidor en todas las ocasiones. Era oriundo de San-Juan de donde liabia salido el ano seis i servido en todos los ejércitos, arribando por sua talentos edad i capacidad a ser caballerizo de una division de ca- baìleria del Ejército Grande. En el campamento del Coronel Palavecino encontré la hospi- talidad esperada, al coronel Burgoa otro compatriota i al Co- mandante don Holegario Horquera, catamarqueno grande cono- cedor de mis escritos, tant soit peu literato, oficial distinguido en el sitio de Montevideo, i establecido en el Entre-Rios de pocos aiios atras. Mi viaje a Gualeguaichu quedó decidido para el dia siguiente, i merced a los buenos caballos, la llanura de seis leguas interme- diaria fué el ensayo del primer galope que despues del de Gran (en Africa), dabatan a mis anchas entre jentes armadas. Gualeguaicbu, a orillas del Gualeguaichu, rio navegable que desemboca en el Uruguai, es una linda villa que aspira a ser ciu- dad i que en los ùltimos tres anos ha hecho gi*andes progresos, gracias al comercio activo que sostiene con Buenos- Aires, i a las producciones de la ganaderia que de alli se esportan. Estas ciu- dades frescas, apresuràndose a desenvolverse tienen un poco del aspecto de las norte-americanas de la mismaedad. Predomina en los edifìcios la arquitectura gaditana que es boi arjentina, i me- diante el establecimiento de algunos centenares de bascos e Italia- nos la horticultura subministra algunos condimentos a la varie- dad de pescados de los rios i a la abundancia de escelente cai-ne^ _ ^8 — ton lo que la mesa es resfalada i no curece de variedad ni de cieil* eia culinaria. El momento supremo llegaba de ver al Jeneral Urquiza, obje- to del interes de todos, el liombre de la epoca, i el dìspensador de cuanto el liombre puede apetecer, fortuna, gloria, empieo?, etc. Yo hice anunciar mi llegada i mi visita, i miéntras llegaba el momen- to de hacerla, me informaba de cuanto convenia a mi proposito, ì repasaba mis lecciones sobrc los miramientos que debia guardar para no comprometer indiscretamente nada. Presentéme al fin ea casa de Gobierno a las horas de costumbre, i a poco fui intro- ducido a su presencia. Es el Jeneral Urquiza un liombre de cin- cuenta i cuatro afios, alto, gordo, de facciones regulares, de fiso- nomia mas bien interesante, de ojos pardos suavisimos, i de espre- sion indiferente sin ser vulgar. Nada hai en su aspecto que revele un hombre dotado de cualidades ningunas, ni buenas ni malas, sin elevacion moral comò sin bajeza. Cuando se encoleriza, su voz no se altera aunquehable con mas rapidez, i cortando las palabras; su tez no se enciende, sus ojos no chispean, su ceno no se frunce, ì pareciera que se fìnje mas enojado que lo que està, si muchas ve- ces las consecuencias no se hubiesen mostrado mas terribles que lo que la irritacion aparente habria hecho temer. Ninguna seiial pude observarle de disimulo, si no es ciertos liabitos de espresion que son comunes al paisano. Ningun signo de astucia, de enerjia, de sutileza, salvo algunas guinadas del ojo izquierdo, que son la pretension mas bien que la muestra de sagacidad. Su porte es de- cente; viste de poncho bianco en campana i en la ciudad, pero lle- va el fraque negro cuando quiere, sin sentarle mal i sin desdecir de modales mui naturales, sin ser naturalotes. La ùnica cosa que le afea es el hàbito de estar con el sombrero puesto, sombrero re- -dondo, un poco inclinado bacia addante, lo que le hace levantar ìa cabeza sobre los hombros, sin gracia, i de la manera un poco ridicula de los paisanos de las campanas. Mi recepcion fué politica i aun cordial. Despues de sentados en un sofà, i pasadas las primeras salutaciones nos quedamos àra- bos callados. Yo estaba un poco turbado ; creo que él estaba lo mismo. Yo rompi elsilencio, diciéndole el objeto de mi veiiida, ^ue era conocer al hombre en quien estaban iijas nnestras mira- dasi nuestras esperanzas, i para poderle hablar de mìs trabajos «n Chile, de mis anticipaciones sobre el glorioso papel que le «staba destinado, recordéquea poco de rcgresado de Europa D. José Joaquin Gomez de Mendoza me habia comunicado delalles preciosisimos sobre las dispo5Ìc"ones del Jeneral respecto a Ro« — 79 — « sas. Qiie el conocimiento de estos hechos intiraòs me habìa se- nalado el camino qiie debia seguir en mis trabajos posterìores , consagrados en Arjhópolis i Sud- America a predisponer la opi- nion en favor del hombre llamado por las circunstancias a dar en tierra con la tirania de Rosas. Està introduccìon, sin carecer de verdad, porque el hecho era positivo , era conforme a las in- dicaciones que me habian hecho en Montevideo sobre las debili- dadesdeljeneral. Era preciso anularse en su presenciaj era pre- ciso no haber pensado jamas, hecho o dicho cosa que no partie- se de él mismo, que no hubiese sido inspirada directa o indirec- ta , mediata o inmediata , próxima o remotamente por éL A este precio , decian , harà V. lo que guste de él. Es esto comò la li- bertad de Figaro! Tras este exordio, entré a detallarle lo que era el objeto pràc- tico de mi venida, a saber, instruirle del estado de las provincias, la opinion de ìos pueblos, la capacidad i elementos de los gober- nadoresj los trabajos emprendidos desde Chile, i cuanto podia interesar a la cuestion del momento. Habléle de Benavides todo el mal i el bien que sé i pienso de él, sin amargura, sin desprecio, comò sin atenuacion, todo lo cual pareció interesarle. Està es la unica vez qu^^. he hablado con el Jeneral Urquiza en dos menes que he estado cerca de él. Despues es él quien ha hablado, ha- ciéndome escuchar, en politica, en medidas económicas a su manera, en proyectos o sujestiones de actos para en addante. Aqui està, a mi juicio el secreto ila fuente de esa serie de errores que haràn ira posible su gobierno sino es en el Entre-Rios. Cuan- do yo oi hablar al Jeneral de muchas cosas que Lopez creia haberle hecho comprender bajo una nueva faz, comò si nunca hubiese oido una palabra en contra de su idea o su instinto pri- mero, medi el abismo que estaba abierto para la Repùblica. D. Vicente F. Lopez, por ejemplo, àntes que yo, i de una manera picante, combatiéndole con maiia ya en Montevideo su idea de llevarse la capital al Entre-Rios, le habia recordado la triste his- toria de Ramirez que traido a Buenos- Aires por un partido, ha- bia cometido la indiscrecion de salir de Buenos-Aires, centro de todo poder, para no volver mas, i perecer oscuro, malogrando un rol brillante. Lopez creia necesario levantar, adoptar a este hombre con todas sus faltas, con todos sus hàbitos de voluntariedad, en- cajonarlo, dire asi, en medio de las instituciones que la reaccion contra el despotismo iba a rehabilitar necesariamente, i dirijirlo lo unos , resistirlo los otros, basta que levantàndose la clase educada por las garantias dadas a la vida i a la propiedad, i él — 80 —^ afìcionàndose a lo9 goces del poder, se aquietase al fin i se contn- vliese en los limites de un despotismo racional. Omito repetip aqui i en adelante todo el sistema de Lopez, sistema en ciija realizacion pràctica se ha perdido, i que lo hace hoi en Buenos- Aires objeto de la prevencion, justa basta cierto punto, del pùbli- co. Lopez se equivoco de medio a medio, debo decirlo en honor de mi amigo, mas por una exajerada confianza en sus medios i eh su sistema, que por corrupcion politica, que es la ùnica causa de otros aventureros. iPcro lo que mas me sorprendió en el Jeneral es que, pasadu aquella simpìe narracion de becbos con que me introduje, nunca manifesto deseo de oir mi opinion sobre nada, i cuando con una modestia que no tengo, con una indiferencia afectada, con circun- loquios que jamas he usado hablando con Cobden, Thiers, Guizot, Montt, o el Emperador del Brasil, queriaemitir una idea, meata- jaba a media palabra, diciéndome; si yo lo dije, lo vi, lo hice, etc, etc. Nadie sabe, nadie podrà apreciar jamàs las torturas que he su- frido, las sujecionesque me he impuesto paraconciliarme, no la voluntad de aquel hombre, sino el que me provocase a hablar, que me dejase esponerle sus intereses, la manera de obviar difi- cultades, el medio de propiciarse la opinion. No hai hombre honrado o pillo, tonto o sagaz que en Montevideo o Buenos- Aires no se hiciese la ilusion de poder propiciàrselo dandole rien- da suelta a sus apetitos, no contrariandole en nada, para hacerle^ adoptar tales o cuales ideas que haciendo su negocio de él, con-/ curriesen al bien del pais. Pertenecen a oste jénero la del Conse- jo de Eìitado que es idea de Pico, la de la r.avegacion libre i la nacionalizacion de las aduanas esteriores, que es de quien hizo de ellas un ariete ; la de llamarse Director, que es de Lopez, i la creacion de las Municipalidades para anular a los gobernadores de Provincia, que es tambien de Lopez. Pero todas estas medi- dàs han si do esterilizadas por la manera de llevarlas a cabo, por h^s modificaciones que él las hace sufrir, i por los desenfì-e- nos con que las hace odiosas. Yo sabia cuanto habian hablado con Alsina, con Pico, con Lopez ; i a cada momento oyéndolo,, me quedaba abismado de ver que le habia entrado por un oido i Falido por el otro. A media conversacion me preguntó de im- pi'oviso. ;,Qué piensa V. hacer? No sé, seiior, le conteste, para lierrotar la mente de aquella pregunta oblicua. Probablemente re^Tesaré a Montevideo. Como era la primera entrevista, ningun juicio era prudente h&Ger sobre nada, no obstaisto que me quedaba ilii sinsabor in- cleliTjible i casi no motivado aparentemente de Io que presencià^ ba. Dos horas despues vino el Dr. Ortiz, que habia encontrado alli ya, a decirme que D. Anjel Elias, el secretano de Urquiza, acababa de comunicarle que eljeneral se habia Jijado en que yo no llevaba la ci?ita coìorada. Héteme aqui puesto en el disparadori. Si no me la ponia no podia volver a verlo; si me laponia, todo estaba perdido. Pedro me inició un poco en Ics secretos de la polìtica casera, lo que significaba la insinuacion de Elias, i yo inedite ese dia i el otro para i-esolver cuestion tan grave i de la que dependia mi porvenir personal i el de la libertad de la Repiiblica. Yo era el primero que iba a ceder a està exijencia, yo que la habia combatido con la aversion que me inspiro siempre aquel humillante i vergonzoso medio pràctico de Rosas de hacer a ca- da uno ostentar su renuncia a toda dignidad personal. Fui a visitai lo segunda vez a los dos dias, me recibiócon mas cordialidad, fué mas espansivo, me babló de muchas cosas, i me insinuo que asi que derrocase a Rosas, se re tirarla a su casa de- jando a los pueblos darse las instituciones que quisiesen. Desde luego esto estaba casi literalmente establecido , con l'especto a Buenos- Aires en el tratado de alianza con el Brasil; bien es ver- dad que él no lo entendia obligatorio para él corno para los bra- sileros. La ocasion era oportuna, Senor, le dije, no me parece prudente tener una idea fìja sobre la conducta que liaya de guar- dar S. E. despues de la Victoria. La Victoria misma impone debe- res, i forma situaciones nuevas. Los sucesos i los liombres lo Ueva- ran fatalmente mas alla de donde quisiera ir. El poder es una cosa que se vincula a los liombres. S. E. sera el poder real por los prestijiosde la Victoria, por las necesidades del momento. Supón- gaseque se forma un gobierno, que éste tira decretos; la opinion ha de buscar, ha de esperar lasancion real, que estarà fuera dei gobiei'no, en el hombre que posee el poder de influencia, i esto raismo sera una perturbacion en el Estado, etc, etc, etc. Saben en Chile que este pensamiento, a mas de exacto ensi, es sincero de mi parte ; pero habia al emitiflo con calor el desco de hacerle sentir hista dónde tomaba yocomo un hecho, una necesidad i un bien publico su elevacion personal, ila satisfaccion de unaambi- cion que sabia desenfreriada, i que queria fuese satisfeclia lejiti- m amen te. Ese dia, corno comieseen casa Pongati el escribiente de la ofìcina de gobierno, hubo a las pocas horas de mi entievista, segunda in- timacion de ponerme la cinta coìorada. Ortiz, a quien de nuevo en- cai^gaban de insinuarmelo, contestò para evadirsc de aquel com- --- 82 — promiso: Yo no le diga nada, Conozco a Sarmienta, i sé que està exijencia le Iia de causar miicha desagrado. Tercera vez lo vi al Jeneral al dia siguiente^ niiestras relaciones tomaron mas intimi- dad aparente ; me habló de la conveniencia de llevar el Con- f'eso al Paranà, de que he hablado detalladamente en otra parte, nla HDclie mereimi con D. Rafael Furqur^ un Sanjuanino con- discipulo i amigo de escuela, a quien habia encontrado establecido alli. Hombre timido, apocado i que tenia, pudiendo mejor, una posicion subalterna. £ste, despues de varios circunloquios,medijo^ tengo que kablarle de un asunto grave. El Coronel Basabilbazo me ha dicho que lo vea a V. i le prevenga reservadamente que el Jeneral està mui alarmado de que V. no se ponga la cinta colo- rada — Digame V. es realmente grave este asunto? — Ohi si, mui grave! ElJeneral es inflexible sobre este punto — Manana o pa- sado regresaa Montevideo — Como! Qué es tanta suresis- tencia?- — No me dice Y . que es mui grave esto? Al Jeneral le gusta la cinta, a mi no me gusta. Sobre todo lo que me disgusta sobera- namente sonestos medios groseros de exijirlo, i los halagos i cor- dialidad que me muestra cuando hablamos. Por qué pues no me Iiabla de elloT Pero no me di todavia por vencido. Al dia siguiente le mandè elretrato de San-Martin, acompanado de una carta en papel que tenia impreso al costado la atribucion 4.* del pacto federaL La inscripcion del papel causo mas novedad que la carta- i el ob- jeto de ella, El Jeneral aplaudió a la idea de propaganda, mostro la carta atodos, mando que se hiciese otro tanto en pasaportes, i en el papel de ofìcinas i cartas. Tengo pape] de Entre-Rios con milema adoptado. Se me dieron losparabienes, i al dia siguiente que pasa- mos el dia juntos en la isla de Fragas en el Gualeguaichu, Elias me lo dio casi oficialmente. El momento de esplicarse habia llega- do. Me parece, le dije, poniéndole la mano en el hombro a este, que esa adhesion a los principios federales, vale mas que la cinta colorada — Si. . . .es verdad; pero aquel es un principio i està una idea (una medida quiso decir).^ El Jeneral quiere que todos Ue- ven la cinta para mostrar uniformidad — Yo no aconsejaré a na- die que no la lieve; comò militar me la pondré; comò ciudadano nunca. He combatido toda mi vi da contra ella, hai muchas pà- jinas en mis escritos consagradas a su vilipendio; i no me deshon- raré jamàs llevando un signo que reputo una degradacion i un ob- jeto de menosprecio. — Es que estano esla cinta de Rosas — Es la cinta colorada i al emblema i al color es que he dirijido mis ataques. — Si yo hu= — ^3 — jbiera sabido lo que V. me dice de que le es personal està cuestìoiiy yo lo hubiera justificado; porque en efecto tiene V. razon. Ohla! me dije para mi, me hubiera justifìcado con eì jeneral! Luego soi acusado? Pasamos todo el dia juntos. El jeneral me busco i permaneció sentado a mi lado tres horas hablando siempre él : No me habló una palabra del lema federai que tanto le habia gustado , i no pude tocar la deìicada cuestion de ìa cinta, corno no habian podido hacerlo Alsina, ni Lopez, ni na- die basta entónces; i sin embargo, era este el atolladero en que su poder personal ila organizacion de la Repiiblica iban a estrellarse. Una ocasion belìisima se presentala al jeneral de conciliar estas terribles diverjencias. Siendo rojas sus tropas i las de Rosas, él previo la confusion que iba a resultar de estos trajes semejantes, i para obviar a los peligros que podian orijinarse, mando hacer divisas blan.cas pai^ el ejército. ^Por qué no adoptar el color bianco corno signo de fusion, eontra eì cuaì nadìe tenia preven- ciones? jQué bello emblema el de la paz que era el voto universal, la lima st)rda que desmoronaba el poder de Rosas, i el grito de entusiasmo de los vetei'anos ide lasmilicias! jA concluir con la guerra para siempre! En la iiesta de la isla de Fi'agas que me traìa cnamorado , por su graciosa colocacion en medio de Gualeguaicbu i en frente de la Aduana, convidome a baiiarnos el coronel Hornos. Es este un personaje notabilisimo del Entre-Rios, i el rivai en otro tiempo de Urquiza. Sirvió con Lavalle, i mas tarde cayó en manos de su F^dversario. Un dia en la prision, ve a un ^oldado que mirandolo de hito en hito, le bacia senas atravesàndose un dedo por ìa gar- ganta. Hornos que comprendió a media senal , pidió permiso de salir a sus necesidades, escojió la pi^oximidad de un caballo que vió a la estaca, distrajo al centinela, salto en él i partió a es- cape bacia el rio. El soldado le disparó un balazo, dio la alarma i pudieron tornarle las avenid^s. Entónces Hornos perdido se metió en el bosque i desde lo alto de la barranca lanzóse al agua. Un sarjento indio salvaje de la escolta de Urquiza, que lo seguia, se lanzó tras él con el cucinilo en los dientes, i comenzó aquella liorrible regata de dos nadadores diestros, el uno por dar la muer- te, i el otro para evitarla. El Uruguai tiene alli cerca de una milla basta las islas que lo engalanan en las inmedi aciones de la Con- cepcion. Hornos i el indio llegaron a una isla sucesivamente i ca* yeron estenuados de fatiga el uno cerca del otro, miràndose, ace- sando, sin poder mover un brazo, sin poder el asesino arrastrarse basta su vìctima. Un bote de una corbeta francesa de guerra que _ 84 ^ estacionaba en las inmediaciones i liabia presenciado la escena, Toló en aiixiìio de Hornos, i fué salvado. Su liermano habia sido degollado ese mismo dia i era la seiial que el soldado le liacia. Los Hornos de Sntre-Rios pertenecen a una de las familias mas pode- rosas, antiguas i rieas, cuyas propiedades han sido confiscadas. £1 Jeneral Urquiza llamaba a Hornos bacia tiempo de la fì-ontera del Brasil donde se babia asilado^pero Hornos le contestaba siem- pre : declarase centra Kosas i voi servirle. Llegado este caso Hor- nos vino, el Jeneral le regalo una magnifien lanza incrustada el basta de oro i piata, le dio a mandar una division de la caballerìa de Buenos- Aires ; pero, me decia el viejo guerrero, nada me lia diclio basta abora de mis estancias, de mis treinta mil vacas, de mis casas. Estoi viviendo enun rancliito. Amigo, cuando mi padre vivia babia en casa una pieza con treinta camas prontas para bospedados. Ya me be acostumbrado a la miseria ; pero cuando uno tiene algo, bueno es saber a que atenerse. En fin vol- teemos a Rosas, i todo se ba de arreglar. Hornos es el tipo del gaudio arjentino. Alto, fìsonomia noble, europea, movimientos fàciles i andaluzados, alegre, valiente, i jinete. En las batallas monta en pelo a guiza de Centauro. Tiene la relijion del triunfo de la libertad, i en Palermo, cuando vió desenvolverse la politica de cintajos, i caiidillejos, era preciso contenerlo de que a gritos desabogase su colera, poniendo la ma- no a la espada, i diciendo en tono reconcentrado. "Todavia lie- mos de montar a caballo, i desenvainar està espada. jQué ha creido que bemos venido a servirle de banco para sentarse en la siila de Rosas?" Debo anotar aqui para memoria varios heclios , que tienon su importancia. El Jeneral adoptó enlugar del lema mueran los sai- vajes unitarios, este otro mueran los enemigos de la organiza- cion Nacional qiie abandonó despues, limitàndose al viva la Con- federacion Arjentina. Tiro un decreto permitiendo el uso de los colores celeste i verde^ proscritos por Rosas. En los arcos triunfales que aun decoraban las calles i plazas del Gualeguaicliu, amillegada, babia banderas nacionales celes- te i bianco, mucbas, mucbisimas. En cuanto ami babia està otra particularidad. Nunca aludió a las cartas quedesde 18501e habia escrito, de manera que solo en el Diamante supe por Galan que las habia recibido. N unca me babló de Arjirópolis, de que recibio un cajon, ni de la Crtnica, ni de escrito ninguno mio. Su carta contestacion que he pubìicado, i que no recibì sino despues, me acònseja corno su^^a, corno nueva para mi la misma politica de fu- - 85 "--- . , , . _. .. Sion qiie Arjiropolis i bua- Aìnerica reveiaban; pero sin decifrne va U. bieii por ese camino, sino yo le indico esa politica. Entre jentes del mundo, esuncumplido ordinario atribuir a otro mas de lo que ha pensado o alcanzado. Pero este sistema de no darse por eiitendido de nada de lo que es pùblico i notorio, proviene de ese prurito de anonadar todo, aun aquello mismo que conciirre a supropiòbien. Yo note luego una cosa i los heclios posteriores me la Confirmaron, i es que mi reputacion de liombre entendido en las cosas arjentinas,rae condenaba a no poder estar cerca del Jeneral; i iuego de mi ilegada a Gualeguaicliu note que habia cicrto mal estar, cierta ostentacion de que no se creyese que reci- bia inspiraciones mias. Esto debia crecer a medida que fuese maà sensible en el Entre-B,ios mismo, la esperanza que tenian los hombres sirce'os de que mi presencia pudiese contribuir a dirijir por buen camino aqueìla politica personal , pero susceptible de iiacerla conciliarse con el interes pùblico. Mas para esplicacion i complemento de estas indicaciones debo anadir un testimonio in- tachable. O. Pepe, hijo del jeneral, acompailado del Comandan- te Ricardo Lopez, preguntàndoie en la Comandancia militar de Concepcion del Uruguai, corno me habia recibido el jeneral, con- testo su hijo en presencia del juez de policia Sagastini, Vazquez oi-iental i otros, "bien, mui bien. Dice mi padre que es de I03 4i mejores que han venido." Esto importa mucho para la expli- cacion de sucesos posteriores. Desde mui Iuego comprendi , pues, qiie mi papel naturai de consejero , de colaborador en la grandiosa tarea de consti- tuir unanacion de aquellos paises tan favorecidos, pero tan mal poblados itan mal gobernados, estaba concluido, i debia o volver- me a Montevideo, lo que habria dado un escàndalo, requerido esplicaciones, etc, o esponerme a està lucha diaria conmigo mismo por un lado, i por otro con aquellas pretensiones que re- cliazaba. En latercera entrevista con el jeneral le ofreci mis ser- vicios, no teniendo pian fijo ninguno, ideseando evitar que por no indicar yo mi disposicion, el jeneral no me ocupase en lo que juz* gase ùtil. Entónces me indicò encargarme del boletin del Ejér- cito, llevar prensa, etc, lo que acepté gustoso, tornando a poco, el servicio militar, por ponerme a cubierto de la cinta, i por no hae der la triste figura de lospaisanos en los ejércitos. Recpmendè efìcazmente a Pannerò, Mitre i Aquino mis compaiieros , i , pe- di licencia para ir a Montevideo a prepararme, i marche a pocQy desencantado en cuantoa mi; pero esperando todàvia èn los su- cesos, i en las cìrcunstancias. — . 86 — En Gualeguaichu duraban aiin a mi llegada los bailes publi- cos en casa de Gobierno. El baile es la pasion favorita del Jene- ral Urquiza, i està en el Entre-Rios elevado a institucion pùbli- ca. Todas las tardes se trasmite la órden oficial a las famiiias i a los vecinos. Cuando el baile es de cliinas, se dice donde es, i to- dos los concurrentes deben asistir de poncbo. En esos dias se habian distribuido de cuenta del gobierno zapatos a las chinas para concurrir a los bailes. El Gobernador baila imperturbable- raente basta las tres de la mariana. Durante los dias que yo estuve el servicio se distribuyó asi : Segando dia, baile de parada. El jeneral se presento por la pri- mem vez con charreteras i banda. ^Por qué sera, se decian los curiosos, està novedad? Por Sarmiento decian unos; espai-a que lo vea la Dolores repetian otros. Tercer dia, asistencia al teatro, i baile de fraque en seguida. Cuarto, baile de poncho para que con- curriese el Coronel Hornos. Yo asisti de miron al tercero, i en el cuarto entré i baile una contradanza ime retiré temprano. El je- neral decia mui complacido : véanlo al viejo bailando. Quién era la Dolores? La sultana favorita. El jeneral persigiie el robo, el juego, la bebida con un celo laudable, pero violento. Desgraciadamente fomenta el concubinaje, que es el sistema pro- vincial. Los matrimonios son raros, i jueces, empleados, coman- dantes i coroneles, cuando el jeneral tiene tres queridas pùblicas, se esfuerzan en ostentar igual nùmero. D. Vicente Lopez se atre- vió atocar este punto delicado con el jeneral. "Van aser un escollo, me decia Lopez con tristeza, estos hàbitos de solteron. No està amarrado porla familia, que aquieta las pasiones, i no sé lo que va a suceder en Buenos- Aires, cuando el jeneral venga, i muestre està llaga de sus costumbres. Le Iie hablado sobre elio, rogando- le que se case en alguna de las primeras famiiias de Buenos- Aires, con una viuda para proporcionar la edad. Pero tiene una aversion invencible al matrimonio, tiene recuerdos dolorosos de haber sido cruelmente enganado en sujuventud." Algo debió contribuir esto a la aversion de Buenos-Aires. El jeneral llevó a Palermo dos de sus queridas. La Dolores i la madre de la Ani- ta, una cumplida hija que tiene. La paz se mantiene en este ha- rem sin difìcultad. Ha habido escenas horribles de mujeres, la mas espantosa de todas entre la que llevaba en campana en una de las del Estado Orientai, i unaprisionera quehabia tomado. La Dolores es una muchacha esvelta, una real moza, hija de un italiano, quien llevaba en la campana dèi Ejército grande seis earretas de vivanderò, El Jeneral tuvo durante mi residencia. corno la liabia tenido àntes, su palco por temporada en el baile i en el teatro al costado i al oido de la niiia. Vi jovencitas ìnoccn- tes i apénas puberes, que comprendian lo qiie los bailes signi- fìcaban. Mucho se divierte V. seiiorita preguntaba a otra, por no saber que decirle. — Si, mucho me replicaba bostezando, despues de veinte dias de ballar sin misericordia! — El Jeneral le decian a otro, ha echado ménos su familia anoche. — Es que mi mujer cs- tuvo enferma; pero està noche no fai tara. Al fin los bailes se interrumpieron, i creo que el corazon de toda la poblacion dio por el efecto i por el motivo un cordial gra- cias a DiosILa Dolores quedó reconocida en su nueva situacion. Pasada labatalla de Caseros, el Jeneral nos decia a los que ha- blàbamos de la gloria adquirida: Yo estoi sereno, ya Vds. lo ven, comò si no hubiese pasado nada. No pienso sino en mi JJolores que voi a mandar traer. Un buque de vapor partió en efecto, i se dijo que la entrada triunfal se habia demorado basta su llegada. Si esto fué cierto, el Jeneral fué castigado por donde pecaba. La demora del triunfo habia resfriado los ànimos, i dado tiempo a reconocerse, i él pudo ver ya que no estaban dispuestos a dejarse llevar basta donde él lo exijiese. Hablo de actos publicos, oficiales, pues la adquisicion i con- quista de una querida se renne va con una frecuencia deplorable, i con el concurso de todas las autoridades, pasando a la casa del jeneral a vivir el objeto de su predileccion. La Dolores, i los hijos naturales de ciuco o seis de sus predecesoras, mujeres i hombres, hacian en Palermo, en los bailes, en la diplomacia i en el cortejo del jeneral un papel mui importante. Escuso entrar en otros de- talles que no emanan de mi asunto. PREPARATIVOS. Un incidente curioso vino a mezclarse en mi oscuro drama. Estaba en el Entre-Rios un Dr. Yillegas de Buenos- Aires, que se decia debia ser nombrado secretarlo de campaiia. Llegó a Gualeguaichu la vfspera de mi salida, comimos juntos a pedi- do suyo, tuvo una larga entrevista con el jeneral, i partimos juntos a Landa, donde esperando el vapor permanecimos cuatro dias en el campamento de la division Granada. Era el Dr. Vi- llegas un emigrado de 3839 de Buenos- Aires. Oficial del sitio de Montevideo, habia residido en Martin-Garci'a dos aiios, i exce- Icnte calìgrafo, fué despues Secretarlo del Estado Mavcr de Mon- 6 — 88 — tevidèo. Sus COstumbres iiitachables rayahan en un puritanìs= ino selvàtico , liabiendo permanecido casi desnudo en Mar- tin- Garcia sin querer aceptar jamas socorro alguno de dinero. La fisonomia de este jóven me bacia una impresion singutàr. Me parecia cònocerlo , de mucbos aiios, casi intimamente, i està apreiision me forzaba a mirarlo con detencion. Era circunspec- to , no obstante que conmigo se desahogaba de las sujeciories que imponia elJeneral, todo esto en tono conciliador i deamiga- "ble reprocbe. Despues he recordado que habia en su mirada manifèstà- cion frecuente de una preocupacion suprema, de una idea fìja, que lo traia embargado, serio, contemplativo. Simpatizamos mucbo, lo persegui en Monievideo para que regresàsemos jun- tos, i se quedó esperando, me dijo, unos fondos que aguardaba de Buenos-Aires. Ocbo dias despues de nuestra separacion murió fusilado en Buenos-Aires, por haber sacado del banco dos mi- llones de pesos, con una órden fìrmada por Rosas, i a cuya au- tenticidad nada podian objetar los administradores, derrotadòs porelaplomo imperturbable de aquel jóven que ala objecion de no estar eltesorero, contestaba, que lo busquen; falta este otro requisito, que lo allanen. Su increible audacia, su calma inconmo- vible lo perdio! Lo estraordinario del caso bizo que por si o por no, le avisasen a Rosas que habia sido entregada la suma, i en- itó'nces se descubrió la superclieria, tornandolo luego en una fon- 'da. ^Era este acto un robo individuai? Era una cosa conveni- da con elJeneral Urquiza, corno hostilìdad de lo'uerra? Este es un secreto que fué sepultado con Villegas, dejando su honra em- paiiada en la tierra. Pero al saber su triste fin, nunca pudeapar- tar de miimajinacion aquellos grandes ojos, que a cada momento en nuestros paseos solitarios, a la sombra de los bosques de cei- bos en Landa, sorprendia clavados, absortos, fijos por una idea dominante. Al pasar de regreso por Martin- Garcia, el vapor se detuvo una hora, que yo aproveclié para descender, montar en un caba- li©, recorrer la isla, darla vuelta i conocer su naturaleza e idonei- dadpara puerto franco, resguardo , Aduana, Zohverein para el Brasil, Bolivia, Uruguai, Paraguai i Tlepùblica Arjentina, i ultimamente para Arjirópolis. En un penasco que està cérca de la playa escribi corriendo estas fechas, para mi etìentò mui signi- Scativas : "* 1850 — Arjirópolis. 1851— Sarmiento. ~ 89 — jCuànto camino andado en efecto desde la primera fecha ala Begunda! Esto me recuerda otra inscripcion mas espresiva, del ano 1850. ARJIROPOLIS 1851 CONGRESO Navegacion, Emigracion. De està no falta realizarse sino la ultima clàusula,. con la que estàn aseguradas todas las otras. Una noticia llevaba a Montevideo que tenia el caràcter de un acontecimiento publico, tal era laindicacion del jeneral de dar un destino importante al Coronel Pauneix) en el ejército, i el comen- tario de Elias que aseguró era el de Jefe del Estado Mayor. El Brasi! se preocupaba de està cuestion, el gobierno orientai, los Je- neraies Arjentinos, i todos los interesados en la lucha. Toda la dificultad de la empresa estaba en la juxta-posicion i union de aquellas masas de hombres, brasileros, orientales, arjentinos de Buenos- Aires, i de las provincias, con trenes, bagajes, carretas, destinados a atravesar cien leguas de pais, i emprender una larga campana. La noticia del nombramiento de Pannerò serenaba to- das las dudas, aquietaba todos los temores. Sin embargo, yo no quise hacerme editor responsable delo^egundo, contentàndome conrepetirliteralmente las palabras del Jeneral. Cuando llegó del Entre-Rios D. JDiojenes, él lo repitió comò emanado de su padre, i entónces lo publicaron los diarios. Està cuestion del Estado Mayor a que todos daban tanta im- portancia, lieria, sin embargo, las suceptibilidades delJeneral en lo mas vivo. Entendia que no se le creia capaz de manejar aque- lla enorme masa de hombres, i se propuso no tener Estado Ma- yor, i no lo tuvo en efecto. La opinion, indiscreta siempre, seiia- laba al Jeneral Paz para destino tan importante, i esto empeoró la cuestion. Lacapacidad misma que se atribuia a Pannerò, le liizo al Jeneral volver sobre su idea primera de encargarlo de él. Mas addante veremos las consecuencias. Yo regresé a Montevideo a prin'cipios de diciembre i conven- cido de que era iniitil i aun perjudicial decir nada de lo quo pre» v^ia para el porvenir, me reuni al coro de esperanzaslialagiieiias^ que todos entonaban para despues de la calda de Rosas. I). Vi- cente Lopez en cuya casa vi via por nuestra an tigna amistad, al decirle que iba en el ejército, me dejó ti-aslucir sintomas de dudà„ acaso por mi espfritu provinciano. Resisti a estu prueba! Nò le — 90 — dìje en despique, el Jeneral no hace caso ninguno de cuanto V. le ha diche! El Jeneral persiste en ser quien es, i nadie en la tierra lo harà variar de su modo de ser! Desde entónces me ocupé de prepararme equipaje, armas, tien- da para la campana en la que podia con Pannerò tornar una par- te activa en el Estado Mayor. Desde entónces me ocupé solo de estudiar el pian de campana posible para Rosas, que tenia a mi juicio sujeciones que nacian de su posicion politica, mas bien que que de las peculiaridades del pais. Nosotros dominàbamos los rios con odio vapores i cuatro buques de vela. Nuestra base de ope- raciones, por tanto, no estaba en Santa-Fe, ni a nuestra retaguar- dia, sino al costado de nuestra propia marcha a medida que avanzàsemos bacia Buenos- Aires, i basta sus puertas. Rosas no podia desprenderun ejército a batirnos en San- Nicolas, comò lo creia el jeneral Urquiza, pues con la marina brasilera, con doce mil hombres de reserva acantonados a tres horas de vapor en la Colonia, con nuestros diez i odio batallones de infanteria podia- mos tomar la capital i dejar cortado su ejército en campana. Està teorìa sencilla del buen sentido, solo Rosas la corapren- dió, acan tonando de firme su ejército en Palermo en barracas de ladrillo construidas al efecto, i de donde no se movió basta Santos-Lugares, sino cuando la division Aquino se paso, i le liizo concebir la esperanza mui fundada de que todo su antiguo ejér- cito siguiese su ej empio. Tal era mi preocupacion de la cosa, que no pare en exhortaciones hasta que Paunero obtuvo del go- bierno orientai que llevasen dento cincuenta palas i otros tantos picos, para romper cercas en los alrededores de Buenos- Aires, donde debiamos batirnos. Desde entónces tambien tome, por de- cirlo asi, mi colocacion de batalla en el batallon del coronel Le- sica, que fué el mismo a que me incorporé en Caseros. En los momentos de regresar al ejército recibi órden del jene- ral Urquiza de comprar una imprenta en Montevideo, por no contar con la que él creia disponible en el Paranà. Era casi de- sesperado el caso de comprar nada en Montevideo, en una plaza sitiada nueve aiios. Yo me injenié sin embargo, arrastrando a un impresor, prensistas, i la imprenta que le compre al mismo por precios cómodos, gracias a mi conocimiento pràctico del ne- gocio ; i aunque la prensa era enormemente pesada, yo la tome, seguro de obviar a todas las dificultades. Embarquéme en el Bianco hasta la Colonia a donde estaba el baron de Caxias, para quien llevaba recomendaciones del senior Carneiro Leao, corno las tenia del jeneral Urquiza paraci Almirante Grenfell. — 91 — Oracias a ellas, el Almirante nos diópasaje en su vapor, i alojS-* miento en la camara a Pannerò, Mitre i a mi. Dos dìas despiies estabamos en el rio Paranà con cuatro vapores, e incorporàndose-' nos luego tres buques de vela^ la escuadra se dirijió a forzar el pa- so del Tonelero, Ibrtificado i artillado por Mancilla.r Està espedi- cion tenia para mi la novedad de su caràcter guerrero, el interesde examinar el rio i las islas^ conocer la situacion del Rosario, i la buena fortuna de tratarcasi con intimidadal valiente Almirante, rivai digno de Brown, quien le hizo perder unbrazo en la ba- talla naval en que la 25 de mayo fué desmantelada gloriosamen- te. Habia servido con Cokrane en Chile, hablaba bien el espa- nol, i a su rango i dignidad anadia las maneras de un gentleman y i las atenciones perfectas de un hombre cultisimo. La vispera de acometer la posicion de Tonelero^ fué, corno debe ser siempre en los buques de guerra la vispera de una batalla, un dia de ajitacion casi solemne por el silencio con que se hacian los preparativos^ solo interrumpido por las senales de órdenes de unos buques a otros, i el ruido de balas, metralla i demas misiles que se aglome- raban al pie de los caiiones. La maiiana del combate nos pusimos todos de parada, i el Almirante, en nuestra calidad de ofìciales superioresarjentinos, nos dispenso el honor de permanecer sobre cubierta^ pues todas las tropas de desembarco i los ofìciales des- cendieron a la bodega. El rio tiene un canal determinado que pasa a tiro de fusil de las barrancas del Tonelero. A poco andar divisamoslas masas rojasde infanteria de Mancilla distribuidas en pelotones. Mas tarde descubrimos otras que estaban parapeta- das de prominencias o de zanjones. Llegados a la altura de las baterias pudimos contarlas una a una i ya habiamos pasado cuatro caiiones cuando vimos galopar un ayudante con la órden de hacer fuego. Cuento estos detalles para mostrar la miseria de nuestros medios de guerra, i la impericia de los bàrbaros para el uso del canon» Cruzàronse ochocientas balas de canon, que deben tasarse a doce pesos por tiro, i en to- do el combate de cincuenta i ciuco minutos que tardo la escua- dra en pasar, hubieron tres muertos, dos heridos , i ciuco bala& metidas en los cascos. Mancilla habia preparado una bateria de balas rojas que no incendiaron, sino unos malos sacos de farina i liarpilleria de a bordo, que fué apagada en el instante. Manci- lla paso un parte pomposo a Rosas, miéntras que Grenfell dijo apénas lo sucedido; a saber, las disposiciones tomadas i el paso^ efectuado, pues no se trataba de otra cosa. En el parte tuvo la atencion de iiombrar a sus huéspedes, corno parte de los comba» — 92 — tientes^ cosa que no pude hacer yo en el Boletin del ejércitó, pof evitar ponernos en evid^ncia. Mas amenazante, mas pintorezco, i mas inofensivo se presentò el" paso del Rosario, cuyas altaras divisamos desde lejos corona*- das de tropas, EI canal del rio se dirije baciala barranca a poca dìstancia del Rosario, la villa se mostraba a nuestras miradas, las puertas de lacasas llenas de jente atraida porla novedad del espectàculo, Los caiiones de los vapores eran inùtiles, dominàndonos la infan- teria desde lo alto de la barranca a tiro de pistola. La infanteria alemana, ciento setenta en nùmero, i los ùnicos que se ballaron en Caseros, pidió por favor que la permitiesen guarnecer el puente, ménos por sod de gloria i de combafes que de miedo de voi ver a la bodega i derretirse de calor corno les habia sucedido el dia an- terior. El batallon de milicia del Rosario que podria haber saltado a la jarcia, tan cerca desfilàbamos por su frente, permaiieció inmó- vil, aberrando asi el derramamiento inevitable de sangre està vez. Aquel batallon se componia de nuestros amigos i lo probo diez dias despues. Cada sol dado palpitaba pues de piacer de vernos pasar i convencerse de nuestra fuerza i superioridad. Llegamos al fin al Diamante o Punta-Gorda, punto de reu- nion del ejércitó para efectuar el paso del Paranà. Lieve a Pannerò i a Mitre a presentarlos al Jeneral. Miéntras ellos eran introducidos, Elias me dijo : Ayer no mas hablabamos con el jeneral de V. Ya no llevarà imprenta, porque las marclias seràn mui ràpidas — Y traigo imprenta i mui pesada ; pero todo se allanarà. Mas tarde entré a saludar al Jeneral. Ofreciole a Paunero ha cerio, jefe del detall de la division de caballeria del jeneral Madrid. En aquellos ejércitos el jefe del detall, donde no hai otro detalle que repartir tabaco, es im comandante que sabe poner un parte. Paunero no habia querido aceptar un ministerio que le ofrecian en Montevideo, i era uno de los can- didatos para la presidencia, en su calidad de hombre desligado a los antecedentes de los partidos. Paunero fué, pues,- anulado i oscurecido en toda la campaiia, en que fué mero espectador, porque realmente no tenia funciones. Iloi es jefe del Estado Mayor èn su pais, que es una alta i digna posicion. Al dia siguiente me presente a dar cuenta de mi comision i apénas entraba el Jeneral me dijo en tono de reproche: Ahi ha traido V. una imprenta pesada, centra mis órdenes — Jeneral no Ile podido evitarlo. Yo me perraiti indicar a V. E. que la impren- da debia sei- en estremo livianaj sì no he hecho lo que sabia que . — 93 — »^ necesitaba, es porque no habìa en qiie escojer. — Si, pero W., (los imitai'ios sobreeiitendido) W. gastan el diriero sin mirar para atras. Por eso nunca han heclio nada; yo con poco hago mucho — 8eiior jeneral, en matei-ia de imprenta soi autoridad: he comprado por los precios de Europa dando una buena utili- dad. En tìempos ordinarios habria sido una buena compra — No lo digo por V., aiiadió cambiando de tono, vicndo queme defen- dia pallaio a palmo. Està recepcion tan poco cordial me dejó turbado, tan amiga- blefue nuestra separacion en Gualeguaiclxu, tan reservado habia sido en Montevideo, con tanto entusiasmo me habia preparado pa- ra la campana! Y esto coincidia con el cambio de rol, mas bien con aquel chasco que acababa de esperimentar Paunero. Una causa jeneral debia obrar en esto. Nuestra permanencia en el Diamante duro ocho dias. La mejor casa de la pia za me habia sido preparada para mi re- cepcion por recomendaciones de Gualeguaichu. Todos los dias me presentaba en el cuartel jeneral |a pedir órdenes, no introdu- ciéndome a la presencia del jeneral sino por causa determinada. Me fueron presentados varios jefes , o lo fui yo a ellos. Trabé relacion con el Dr. Pujol, que fué mi companero inseparaple de campamento. Segui no procuro verme, cosa que me hizo sospe- char que habia algo de rea! en aquella frialdad del jeneral; por- que estos paiaciegos son verdaderos termómetros que miden el Strado de favor de cada uno. Despues me conto Pujol un dicho de Galan que indicaba lo mismo. ^Sabe V. le dijo por mi, que este hombre no corresponde de cerca a la reputacion que tiene de léjos? Yo le espliqué el caso a Pujol diciéndole una majaderia de mal jénero pero risible , que esplicaba el caso. Kstaba tan enamorado de la situacion del Diamante, i sobre todo de la magnificencia i grandiosidad del panorama que domi- na, que denuncié ouatro sitios con nombres diversos entre ellos el de Mitre i Garrido, para venir a establecerme. Ni en la villa ni en los alrededores , la tierra tiene precloj i basta -largas dis- tancias cubierta de pasto duro i amargo, es solo buena para lai agricultura. A ocholeguas de la Bajnda,ien la costa opuesta el Santa Fé, el Rosario, San-Nicolas; Buenos-Aires i JMontevideo a la entrada del rio, doscientas leguas de islas de naranjos, duraz- nos, pasto i lefias para carbon, una colonia europea en el Diaman- te prosperaria asombrosamente en pocos anos. l la colonia esta- ba pronta. Una palabra bastaba para hacerla venir de la Alsacia. El capitan Caternaut de la division franccsa espedicionaria, na* _ 94 — turalìsta aficionado, i hombre lleho de entusiasmo poi' los paises que habia visto i el po'rvenir inmenso que les presajiaba, habia pedido su retiro del servicio para consagrarse a promoverla emi- gracion desus compatriotas de la Alsacia,jentes estremadamente laboriosas i sóbrias, amontonadas en un pais estéril e ingrato. Mis escritos sobre emigracion i sobre los rios le habian vuelto el seso, i casi Uorando me pintaba en Montevid eo la felicidad que se reservaba para su vejez, viviendo a orillas del Paranà, en me- dio de los labradores que liabria por millares heclio fclices , tras- portàndolos a America. Escribióle al jeneral una memoria, a que las exijencias de la guerra debieron naturalmente estorbarle con- traerse; i partió para Europa dejàndome instrucciones para dar pasos en favor de su fàcil i reali zable idea (1). El Diamante podia ser este centro de emigracion. La escasa poblacion que contiene es pobrisima e incapaz de desenvolvimiento, a causa de su inep- titud para el trabajo, no labrando la tierra, no poseyendo indus- tria ninguna, ni lanchas siquiera para navegar el rio que corre inùtilmente para ellos en su frente. Este es, sin embargo, el nu- cleo de todas esas poblaciones que vejetan en lugar de desenvol- verse, i el barro de que los gobiernos quieren construir ciudades, trasportando de un lugar a otro, o reconcentrando la poblacion donde esperan que se forme un pueblo. Paranà, Arroyo de la China, Concordia, Gualeguaicliu, Nogoyà, Concepcion del Uruguai son las ciudades i villas que contiene el Entre-Rios, i algunas de las cuales, sobre todo Gualeguaichu i Uruguai, se han desen vuelto muclio en estos ùltimos aiios. Està necesidad de for- zar ala naturaleza a producir lo que no puede dar de si, da órijen a mil desaciertoseconómicos que, léjos de propender al progreso no liacen mas que perpetuar la pobreza. Por ejemplo, es prohibido en el Entre-Rios tener panaderia, veleria o javoneria en grande, a fin de que las pobres puedan amasar su pansito de aidea, i liacer sus velas. Pero comò entre las pobres mismas habria concurren- cia, es prohibido a los almaceneros de menudeo, comprar el peso de velas a ménos de siete reales por peso, lo que hace que la con- (1) ''Gomme je ne veux pas quitter Montevideo sans vous dire adìeu, permettez-moi, mon cher M . Sarmiento, de vous adresser ces quel- ques lignes de souvenir bien amicai, de vous recommander mon jeune ami, et de vous répéter encore, qu'aussitót arrivé en Alsace je m'occu- perai de suite et très-sérieusement de ce qui aété convenu entre nous." "Veuillez, je vous prie, si vous en avez l'occasiou, me rappeler au bon souvenir de M. le General Urquiza. . . . etc, etc. . . . Caternaut. Monte- video 19 Décembra, — 95 — ciirrencia vaya a hichar en el largo i grueso de las velas. Es probi bida la iiitrodiiccion de barinas, para que los habìtantes siembren trigo. Loquebace que los coroneles i el jeneral bagan inni buenas cosechas, i que de cuando en cuando se le permita a este o al otro amigo introducir sin pagar derecbos doscientas barricas de barina para su negocio. Al padre de la Dolores^ àn- tes de seria favorita, se le permitio introducir nn numero major de barricas. Para juzgar de los efectos pràcticos de està ìejisìa- cion, baste saber que uno de los privilejiados proveia al Colejio idei Uruguai, compuesto de ciento doce o catorce alumnos, con veinte iclos pesos diarios de pan. El pueblo i aun familias de em- pleados no comen pan, porque es un ìujo. El jeneral tiene molino i panaderia (en queirabajan mujeres por compulsion) a media legna del Uruguai, al cargo del Coronel Acosta Orientai. Asi se pi'otejen las siembras. Es prohibido a los estranjeros salir a bacer sus compras, ni de gallinas a la campana, debiendo comprar al precio que los paisanos vengan a venderles en las poblaciones. Es probibido a los liacendados matar yeguas en sus haciendas debiendo traerlas a los saladeros, o venderlas a los que los tienen, que son por lo jeneral los jefes, i el Gobernador mismo. Es pro- hibido en fin por temporadas, a juicio del Gobernador, matar su propio ganado los hacendados en sus propios saladeros, cuando el Gobernador tiene grandes contratas de cueros en Montevideo i Buenos- Aires, para bacer bajar el valor del ganado. Es probibi- do en fin comprar i vender estancias sin consultar al Gobernador, que decide de la conveniencia i oportunidad del contrato. Al Coronel Facbeco le ofrecia el jeneral babilitarlo con ganado para poblar un cani pò — Para que, jeneral, si me ba de arruinar luego, ie contestaba el favorecido, probibiéndome vender ganado cuan- do necesite. D. Mateo Garcia, que posee una estancia de sesenta legnas cuadradas con 60,000 vacas, cien mil yeguas chùcaras, i seis injenios de vapor, se quejaba de no tener con que pagar veinte i cinco mil pesos , por los quebrantos que las leyes protectoras le iinponiannopudiendo vender su ganado. El Entre-Rios es, pues, una grande hacienda con ganados i hombres, reglamentada i di- rijida, ya por companias de comercio, ya por leyes destinadas a producir ciertos resultados. Es la aclministracion de Mehemet- Ali, pero sin altura, sin el concurso de la ciencia i de la indus- tria europea, que desarrollaba recursos, esplotaciones i empresas. El Entre- Rios es seco en algunas partes. El Gobierno mando a los hacendados que construyesen represas en las quebradas u hoìidonadas del terreno. Los trabajos se ejecutaron, a ojo de buea 13 — m — Taron sin injenieros i sin estudio. Sobrevinieroii las liuvias, firra;^'- traron el lodo i se rellenaron de tierra i ripio eii un ano las cons- trucciones. Supieron entónees mui a su costa que no eran lo» bajos los lugai'es donde debian hacerse las represas. Estaba prohibida la estraceion de ganado para Montevideo du- rante el sitio; cuando se abrió ei camereio despues del proniin- ciamiento de mayo, la prohibicion continuò , concediéndose por gracia la estraceion primero al Comandante del Uru|iuai , en sC' guida al Cor<)nel Basabilbazo, n^as tarde a LopeZ;, sobrino de la madre de la Anita, i a otros.^ Al fin se tiro un decreto levantando la pi'ohibicion, concediendo el permise a los liijos del pais, es de- cir de la proTincia, para estorbarles negociar a unos dos bascos de Montevideo que habian heeho muchos anos este negocio en Ric-Grande i que fueron con sus buques i su dinero al Entre-Rios a continuarlo. Los licores no tenian derechos excesivos; pero ha- biendo ( stablecido el jeneral en compaiiia con un espanol Nil una destilacion de aguardiente de palma, jinebra, etc.y se subieroii derechos a los licores en jeneraL La administracion de las rentas se bace con una pureza de par- te de los empleados de eolectarlas que se concibe fàcilmente, de la tirantez de este sistema jeneral de gebierno ; la inversion se hace segun lo juzga oportuno el jeneral, comprendiéndose en ella las escuelas i eolejios que fomenta con un celo laudable, desi acido solo por la coercion, i en los gastos de las guerras que em prende, bien es verdad que Rosas las pagaba, segun las cuen- tas que se le presentaban. De la tramitacion para invertir las rentas, puede formarse idea por la cuenta que la Tesorei ia de Buenos-Aires acaba de publiear, de cinco i medio milìones de qut ha di&piiesto en unos cuantos^ meses,con este salo descargo : "poi órden del Jeneral en Jefe tantos mil pesos." En el Entre-Rios comò he dicho àntes, ni órden escrita queda en las Adnanas i Te sorerias. Los diarios han sido en estos dos afios ultimos mui fo- mentados, costeados por el gobierno ; i aun la& letras^ politicas estimuladas. Al poeta Ascasubi se le dieron mil ochocientos pe- s©s por sus poemas gauchescos, si bien al Dr.- Serrano^ que escri- bió un libro sèrio Miqueza del Entre-Rios, fundado en datos rentisticos tomados de fuentes ofìciales, i en notas estadistica? jeogràfìcas i comereiales recolectadas con suma laboriosidad, nr se le tomo un solo ejemplar, i perdio seiscientos pesos que le cos taba la edicion , sin embargo de que no andaba parco en lisonjas En este desórden que causa el deseo de hacer el bien por la inspiraciones de un buen sentido mal aleccionado, entra el conati — 97 — de moraiizar la poblacion por medio de castigos exajerados > estraordinarios, inauditos. El Jeneral Urquiza persigue de muer- te el robe , corno que es propietario acaudalado, En el Uruguai fué fusilada una mujer por robo de un cerdo de su estancìa, i presa dos meses otra mui honrada por haber comprado un hacha sin cabo que le vendió un muchacho. No quiero referir historias espantosas. Pero hai un liecho que es contante i de que hacen alarde las autoridades del Entre-Rios. Las aduanas entregan las cantidades de dinero que se les pidan por quien quiera que les diga el Jeneral lo mandaci no hai mas que dos ejemplares, dieen, de robo de este jénero : uno que robó dos- cientos pesosi fué fusilado, i el otro que por quinientos falsifico la firma del jeneral, i fué deseubierto por el hecho mismo de traer una órden escrita, contra la costumbre en el Entre-Rios. No se roba pues; pero el hombre ha dejado de ser hombre perdiendo lo- da espontaneidad, todo instinto de bien i de mal, i toda idea de justicia. Es espantosa està propension de los espiritus sin tradi- ciones sociales, a arreglar la sociedad a su modo, a hacer desapa- recer el mal inevitable por la creacion del mal mismo, que es el desórden, el arbitrario, la injusticìa en la proporcion de las pena» i de los delitos, en la ostentacion de una crueldad inevitable, nece- saria desde que se quiere obtener el imposible jQué importa el robo de un cerdo, que reraedia una necesidad, en cambio de un castigo espantoso que destruye toda idea de justicia? EL EJERCITO ENTRE^RlANO. He habìado ya del de Buenos- Aires. El del Entre-Rios mere^ ce entrar en algunos detalles, que esplicaràn el numero de solda- dos que se ponen sobre las armas, cuando el gobierno lo requiere. La provincia del Entre-Rios, segun los datos oficiales publicado' por el gobierno, que solo por exajerados pueden pecar, tiene cua- renta i seis mil habitantes, de los cuales dos mil setecientos es- tranjeros. Es regia estadistica que los dos tercios de la poblacion de un pais la forman las mujeres i los ninos basta 16 aiios, i del resto un cuarto losancianos, los enfermos, i los ricos; de manera que haciendo todas estas excepciones, el Éntre-Rios no puede po- ner sobre las armas sino diez mil treinta i seis hombres, i cosa rara! el Estado del Boletin num.9 del f^jército Grande, da 300 — 98 — mas sobre la cifra calculada por los cómpiitos estadisticos. El Estado es verdad exajerabalas cifras; pero habia divisiones que realmente no se presentaron en completo al Diamante. Asi piies en el Entre-Rios sale a campana todo varon viviente, propieta- rio o no, artesano, enfermo, hijode Tiuda, hijo ùnico, sin irlnguna de las excepciones que las leyes de la Lumanidad, de la convenien- cia pùblica lian establecido parala organizacion de la milicia. Los dos batallones de infanterìa se com|)onen de todos los zapateros, carpinteros,herreros, sastres, albaniles, sirvientes, etc, de las ciu- dades i vìllas. Las divisiones de caballeria las forma la poblacion de cada departamento de campana. Para reunirlos no se toman disposiciones estraordinarias. Los jefes de division mandan citar, i senalan dia i punto de reunion. Nadie falta, porque nadie puede faltar, si no se espatria para siempre. Està omision es delito capi- tal que se persigue sin piedad a fin de moralizarla poblacion. Iin las vecindades de Landa visite una finca, en donde liabia una vìe- ja viuda, de 75 aiios de edad, portena, de las primeras familias que vìnieron a poblar el pais, en tiempo me dijo de lajura de Carlos IV, no sé si se enganaba. Està seiiora me dijo que iban en el ejército dos bijos suyos, un entenado, i los hijos de sus hi- jos, i otro habia muerto en la campana anterior, i que uno mori- ria probablemente en està porque habia salido enfermo, levantan- dose de la cama para asistir al lìamamiento, a que nadie puede faltar. Los soldados de caballeria se visten a sus espensas, i se pre- sentan al campamento con dos, tres, o cuatro caballos si se les pide asi. Estas tropas no reciben salario nunca, ni aun cuando estan de guarnicion en las ciudades. Para la m^antencion de las tropas se provee de ganado_, por una lista de vecinos del departa- mento, segun su cupo, con devolucion del cuero i del sebo. Las miIicÌE;s para la campaiia contra Rosas empezaion a reunirse en novierabre i principios de diciembre : las sementeras, en donde se eultiva, trigo quedaron porsupuesto abandonadas. El Comandan- te del Uruguai mando ofrecer a un Comandante de la Banda Orientai seis reales por cada peon osoldado que enviase a cosechar trigos; perohabiendo contestado éste que siendo poco salario seis reales, él pagaria de su bolsillo dos reales mas, las autoridades del Entre-Rios se indignaron i no se aceptó este espediente. Suplié- ronlos los invàlidos del ejército de Rosas, que pasaban de miì, i no dejaban por eso de estar enrolados en los cuerpos, i las mujeres de un pueblo que se llama el Pueblo, compuesto de mujeres traidas pnsioneras de la Banda Orientai en guerras anteriores i se hacen servir por compulsion i con salarios no discutidos por ellas. Aai — 99 — piies, a cada espedicion todos lo3 tmbajos se intervumpeT», los tà- lleres se cìcrrarì, las coiistriicciones se paran, los sembradios se abandonan a la naturaleza, supliendo està paràlisis subita en las poblaciones los vascos e italianos estabiecidos en ellas, pues en las campafias les es probibido morar, ni aun en los saladcros, sal- vo, sin embargo, en los del Gobernador u otro agraciado. La fide- lidad, la raoralidad de estas tropas se mantiene de una manera. mui sencilla, Las familias de los soldados que adhiiieron a Paz o siguiei'on al Coronel Hornos fueron deportadas a un punto de- fiierto a poblario. Eì Corone! Hornos me dijo en la is^a de Fragas que todavia estaban alli i que sus parientes se le habian presenta- do, empenàndolo para que pidiese al jeneral su vuelta. La deser- sion tiene, o ba tenido durante diez aiios, pena irremisible de de- giiello, sea el numero que sea el de los delincuentes. En i:na de ìhB pasadas campanas de la Banda Orientai un grupo de soldados habia desertado con las cbinas que los acompailaban. Tomados los prófugos, se dio órden al Coronel a cuya division pertenecian, de degoUar hombres i mujeres. El Corone! cumplió la órden exep- to con una mujer émbarazada, pidiendo se la diese tiempo de dar a luz la criatura. El jeneral mando en replica dos ayudantes, uno con la órden de la ejecucion i el otro con la de presenciar si se cumplia para hacer en caso contrario degollar al Corone! al frente de su tropa. No llegó este caso. Estas crueldades son la base del sistema; sin ellas no pucde ha- ber ejéj-cito, ni levantamiento en masa. Asi pues el sistema de los caudillos puede reducirse a està simple espresion ^*^un negocio de fortuna i deambicion, efectuado por la poblacion en masa de la provincia de que se apoderan, con el concm'so de tcdos los varo- nes, en perjuicio propio compulsados por el terror i sostenida por la violacion de todas las leyes naturales i económxicas en que re- posan las sociedades/*' Los resultados no se liacen esperar mucìios anos. iMe lia contado el Jeneral iMancilia que cuando entro a Gobernar el Entre-Kios , despues de Ramirez, solo liabia diez i seis mi! cabezas de ganado en toda la provincia. Lafone de Mcn- tevideo hizo, despues de levantado el sitio de Montevideo, esplo- rar la campana, i los datos que obtuvo le daban sesenta mi! cabe- zas de ganado de tres millones que habia ai principio de la guerra. Facundo Quiroga estinguió ganado i poblacion en La- Rioja, i en Cordoba no han quedado cuarenta mi! vacas, segun datDs mui fundados. Pero lo que este sistema tiene de deplorable es el consumo espantoso de hombres c{ue hace. Impotente corno ciencia, corno estratejia, corno tactica i disciplina, suple a su do- — 100 — écieneia, aumentando eì numero de los combatientes, Asi C'hiltf con millon i medio a dos millones dehabitantes, nunca ha puesto en campana mas de cinco a seis mil hombres , miéntras que e\ Entre-Rios pope casi el doble a cada momento con una poblacion de solo cuarenta mil habitantes. Las batallas no son mónos de- sastrosasj pues que siendo inadecuadas las tropas por falla de dis- ciplina i de capacidad para las maniobras, paia sostener un com- bate renido, el desórden se introduce en las filas luego, la derrota ce pronuncia, i los vencidos son entónces muertos sin piedad; i los prJsioneros, i aun los paisanos que no estuvieron en el combate, a fin de inspirar terror, de dar brillo a la batalla, i de acrecentar el nombre del Caudillo, que es un capitalito que se va desenvol- Tiendo, que principio por bodegonero, se hace despues almacene- ro basta ser banquero, es decir, gobernador de i)rovincia, dispen- Bador de la muerte o la vida, de la mina o la fortuna, i aun des- pues emprende en grande el negocio de hacerle un hijo macho a la historia, llamàndose restaurador, director u otra cosa peor. Pero està es la gloria de larevolucion i de la rejeneracion arjen- tina. Las ideas económicas han penetrado basta las masas popula- res. Desde Chile i desde Monte video hemos roto el puiial con que 66 degollaba al infeliz paisano para hacerlo abandonar su casa i familia e ir a hacerse degollar en los campos de batalla sin paga, sin Baber por qué, sino es que si se deserta lo han de degollar tarde o temprano. Los ultimos degoUados fueron Santa-Coloma en San- tos-Lugares , i los desertores correntinos en las costas del Paranà, que abordaban al Entre-Rios en numero considera ble miéntras nosotros marchabaraos sobre Buenos-Aires. EljeneralUrquiza ha proscrito despues su medio de compulsion, esto es, ha desmon- tado su màquina. Sus jinetes peleaban por vivir en paz, cayendo Rosas; i vueltos al Entre-Rios, con el Paranà de por medio, vere- mos si los paisanos salen de nuevo a coi retear la Pampa, porque a sujeneral le vino un dia la rabia i erapezó a lanzar denuestos oficiales contra Buenos- Aires, cuyos derechos habia reconocido la vfspera. La ultima faz de la revolucion va a ser la lucha entre los caudillosi eus secuaces. PASAJE DELPARANA. El momento de pasar el majestuoso rio llegó, i el dificii, el im- poriderable eefuerzo de pasar los caballos empezó a efeetuarse- Ltt escena la he deferito en el Boletin nùm. 3.", que causò uìijl viva sensacion por todas partes, i en Buenos- Aires sobre todo^ donde cada cuai se preciaba de reconocer el estilo, no habiendo en elio mas que una escena, que por lo grandiosa i bella pocos acertarian a describir dignarnentCv ^' Citar tei- Jener al en el Diamante. — Diciembre 25 de 1851- **lll sol de ayer ha iluminado uno de los espectaculos mas gran- diosos que la naturai eza i los hombres pueden ofrecer — el pasaje de un gran rio por un grande ejército. "L&s alturas de Punta-Gorda ocupan mn lugar prominente en la historia de los pueblos aijentinos. De ^este punto han partido las mas grand'es oleadas p©liticas q\ie los han ajitado^ De aqui partió el jeneral Ramirez, de aqui el jeneral Lavalìe defendiendo principios politicos distintos. De aqui se lanza ahora el Jeneral Urquiza al grito de Rejeneracion de poblaciones en masa, i ayn- dado de naciones que piden paz i segiiridad. "La Villa del Diamante ocupa uno de los &itios mas bellos del mundo. Desde sus alturas, escalonadas en planos ascendentes, la vista domina un vasto panorama — masas injentes de las plàcidas aguas del Paranà, planìcies inconmensurables en las vecinas is- las, i en el lejano horizonte brazos del grande Rio i la costa firme de Santa-Fé, punto de partida de la gran cruzada de los pueblos arjentinos-, ** Animaban la escena del paso de las divisiones de vaiìguardia la presencia de los Vanores de la escuadra biasilera, i la llegada de las Balsas Correntinas, construidas bajo la hàbil direccion de don Pedro Ferré, i capaces de contener en su recinto circundado de una estacada, cien caballos. *'A1 amanecer dei dia 23 todo era animacion i movimiento en las alturas del Diamante, en la Playa, en los biiques i en las aguas. "En los paises jtoco conocedores de nuesiras costumbre?, el juicio se resiste a concebir comò ciuco mil hombres, conduciendo diez mil caballos, atravesaron a nado en un solo dia el Uruguai, en una estension de mas de una milla de ancho, i sobre una pro- fundidad que da paso a Vapores i buques de calado. **Esta vez elauxilio del Vapor mismo bacia innecesarios esfuer- zos tan prodijiosos. Embarcaciones menores pasaban de una a. otra orilìa los batallones de infanteria en grupos pintorescos que matizaban de vivisimorojo la superficie brillante de las aguas. El Vapor D. Pedro de lijerìsimas dimensiones remolcaba las balsas cargadas de caballos; pero aun no satisfecha la actividad del Jeneral en Jefe con estos medios^ centenares de nadadores dirf- jian el paào de tropas de caballos, cuyas cabezas se disenaban apénas, comò peqiienos puntos negTOs que interrumpian enlineas ti'ansvei'sales latersuradel Rio. Por horas enteras veiase algun nadador, ìucbando con un solo cabalìo, obstinado en voi ver atràs- a la niitad del canal, rniéntras que el espectador se reposaba de la fatiga que causa el espectàculo de tan peligrosos esfuerzos, al divisar en la opuesta orlila los caballos que tomaban tierra, los batallones que despkgaban al sol sus tiendas, i alia en el horizon- telos rojos escuadrones de caballeria , que desde temprano avan- zaban perdiéndose de vista en la verde llanura de las Islas. •^'Daba impulso a aquel estenso i variado campo de accionlg mirada eléctrica del Jeneral en Jefe que «eituado en una eminencia dominaba la escena, inspirando arrojo a los unos i a todos activi- dadi entusiasmo. "En medio de la variada escena del paso del Parana descubrió- seal Sud el humo de nuevos Vapores que llegaban conduciendo tropas ; i poco despues tuvose noticìa que el jeneral Mandila habia abandonado los acari tonamientos de Ramayo, dejando eia»- vados los caiiones que guarnecian el Tonelero. Los entusiàsticos vivas de la poblacion del Rosario saludaron en su paso a nuestros auxiliares, i varios onciales del desconcertado-^Ejercito de Rosas, obtuvieron pasaje en los Vapores para reunii'se a nuestras fuerzas. *'E1 24 a las tres de la manana el jeneral Urquiza se liallaba en la ribera occidental, dando las disposiciones necesarias pars^ marchar sobre el enemigo. La operacion militar que an-edra a los mas grandes Capitanes està, pues, ejecutada, i el pasaje del Pa- lanà, realizado por un grande Ejército i por medios tan diversos, sera considerado por el guerrero, el politico, el pintor o el poeta còrno uno de los sucesos mas sorprendentes i estraordinarios de los tiempos modernos. "La vanguardia del Ejército Grande està ya en el campo de sus operaciones. Entro el tirano medroso i nuestras lanzas, entre eì despotismo qne desapareee i lalibert^d que se levanta, no media mas tiempo que el necesario para atravesar la pampa al correr li» jero de nuestros intrépidos jinetes." El jeneral permaneció todo el dia sentado en una siila al res- paldo del rancbo que servia de cuartel jeneral, presenciando eì pasaje inmóvil, inabordable, porque aun sus allegados tiemblan de acercarse a él cuando desempena una de esas funciones en que se quiere convertir el terror en una fuerza motora, paraliacer a otrog. a riésgo de su vida vencer dificultades, centra las cuale^ — 103 — ningun ausilio iiitelijente se pone en juego. Los soldados nadaiido lucliaban horas i lioras con los caballos que de la mitad, de ìos dos tercios del rio, se volvian para atras i volvian a la ribera. Una liangada constriiida sobre lanehas, bacia raros viajes con sesenta cabailos en cada uno, por la falta de direccion, por la imperfec- cion de los medios de embarque abandonados a caballerizos, Co- mandantes de cada division, etc.,etc. El resultado dela fascinacion majica delapresencia del jeneral fué que en lodo el dia pasaron siescientos caballos, de treinta mil que agnardaban su turno. El jeneral paso en la noche el rio, i avanzo en las islas buscando la costa firme con los dos escuadrones que primei'o pudo montar. Al dia siguiente nohabiendo quien ejerciese el ensalmo del terror, seacudióa los medios vulgares, vulgarisimos de hacerlas cosas, que fué encargar al jeneral Madariaga de dirijir los traba- jos, presidir al servicio de las hangadas, i se pasaron ese dia dos mil seiscientos caballos. En addante se procedi© con mas activi- dad, pues se les agregó un vaporcito brasilero para remolcar las hangadas i entónces el pasaje de a nado que era al principio, comò Io practican los indios salvajes, se convirtió en pasaje al vapor, cual conviene a pueblos que van a constituirse. En el intertanto ocurrió una novedad, que nos tuvo perplejos largo tiempo. Dióse aviso cjue se divisaban humos de tres vapo- res que ìlegaban. Nadie podia conj eturar qué vapores eran, comò liabian fbrzado el paso del Tonelero, ni a qué venian. El secretano del Almirante Grenfell no mas informado que nosotros me escribió informàndome de elio (1). La verdad era està. Se habian convenido que el resto de las tropas brasileras que debian tomar parte en la campaiia desem- barcasen en un punto del territorio eiitreriano, pero temiendo sin duda el jeneral Caxias otro chasco comò el de M ontevideo, dio órden de venir al Diamante misrao. La prensa de oposicion en el Brasil habia heclio un capital politico inmenso de la triste figu- ra que bacia el Brasil en la guerra dando millones, marina i ejér- (1) "Acabamosde saber quetemos al giinos Vapores para là de Tonelei- ros querendo passar; mas que Mansilla ohestem feito fogo ; tratamos de veriguar istoi que naopode ser certo si nao por algun engano, ou nova» ordens do Concie de Caxias, por quanto nòs nao esperavaraos por iso.. Os Vapores nao sao armado?, e echam carregadas de gente, de sorte que nao devem sòs, de modo algnns, tentar passar. Como pode ser falta, bom èque se nao divuìgue està noticia. — Dicieui. 23 Affonsoro 1851. — Lv.dù' d Araucho.'' 14 .„ 104 -^^ KfUos; para que lo» aijeiitinos recójiesen laureles, ì ios bl-asileioa les cuidasen Ios bagajes. A Ios tres dias de comenzado el pasaje, llega al Cuavtel Jene- ral, que aun permanecia en el Diamante, el aviso de que en el laberinto de las islas andaban bacia dos dias seiscientos hombres perdidos, sin carne, sin vaqueanos, dispersos por escuadrones, en busca del rastro de Ios que les babian precedido, unica sena i ór- den dejada por el jeneral en jefe, rastro que cayendo sobre arena, o malezas tupidas, no liabian podido encontrar. Era, pues, urjen* tisimo mandar carne a estos cuerpos, i veinte vaqueanos lo me» nos para que reuniesen las divisiones dispersas, estraviadas, i quizà acampadas, desesperando de salir del atolladero. No ha- bia vaqueanc s ; todos Ios habia Uevado el jeneral consigo. Para qué? Para nada. La cosa se remedió comò se pudo, pues 3'a las divisiones se iban empujando unas a otras. Murieron algu- lìos soldados ahogados i muclios picados por las rayas, pescado o demonio enterrado en el fango armado de espinas venenosas en la cola. Entonces nos llegó casi simultàneamente la noticia de la toma de Santa-Fe por la miliciade la ciudad del Parana, toma heclia sin resistencìa pues nadie queria pelear, i de la revohicion del Rosario que nos entregaba un puerto seguro casi en la frontera de Buenos-Aires, a donde podiamos diiijir por Ios vapores in- fanteria, artilleria, bagajes. Està revolucion del Rosario hecha por Ios comerciantes, la milicia urbana i Ios oficiales de Lavalle que se babian asilado en aquel punto de mucho tiempo atras, fué el acontecimiento que mas preparo el buen exito de la cam- pana. Yo me embarqué en el Bianco con mi imprenta fulminante que balancéandose en el rio babia lanzado ya seis boletines, algunos de Ios cuales , a pedido de Pillado, para gloria eterna de su cas- caron, llevan la data a bordo del vapor IJruguai. EL ROSARIO. Descendimos el rio, i el Bianco atracó a las barraneas del Es- pinillo, puerto intermediario entra el convento de San-Lorenzo i la villa del Rosario. Descender a tierra i montar a caballo fué la obra de algunos minutos. ; A caballo, en la orlila del Parana, "viendo desplegarse ante mis ojos en ondulaciones suaves pero in- — 105 — fliiiias basata pt-rderse en el horizonte, la Pumpa, que habia def- erito en el Facundo^ sentida^ por ìntuicion, paes la vela por la primera vez demi vida! Parérne un rato a contemplarla, me hu- biera quitado el quepi para hacerla el saliido de respeto, si no fue- ra necesario primero conquistarla, someterla a la punta de la es- pada, està Pampa rebelde, que hace cuarenta afios lanza jinetes a desmoronar, bajo el pie de sus caballos, las instituciones civi- lizadas de las ciudades. Ecliéme a correr sobre ella, corno quien toma posesion i dominio, i llegué en breve al campamento del coronel Basabilbazo, a orientarme i pedir órdenes para el desem- barco de mi parque de tipos, tinta i papel para hacer jugar la pa- labra. Permìtame el lector contar todo corno ha sucedido. Si por modestia omito un detalle, no comprenderà cuanto mas tarde ha ocurrido. Hai en elio mas que vanidad pueril, tributo debido a las ideas i muestra clara del espìritu de los pueblos, i las esperan- zas i objeto de la revolucion incompleta aun. Seis personas en- contré que regresaban a la villa del Rosario, los seis montados Gli siila, a la inglesa i sin mandil. Acerquéme a uno i le dije. V. perdone seiior : Supongo que son VV. vecinos del Rosario? i a un sia:no afirmativo, ^a quién debo dirijirme para que se prepare una casa para la Imprenta del Ejército? — ^Es V. el sefior Sar- miento? — I con mi asentimiento, todos se descubrieron, cam- biando las maneras respetuosas pero indiferentes, en las manifes- taciones mas vivas de simpatia, i me parece que algo de entusias- mo. Me dijeron que no pensase en nada, que ellos se hacian un deber de arreglarlo todo, i se despidieron llevando al Rosario la floticìa de mi arribo. Al dia siguiente fuime en efecto al Rosario donde me estaba destinada i preparada la casa de Santa-Coloma, una de las mas córaodas, i capaz de hospedar veinte personas. El juez de Paz D. Marcelino Bayo i los comerciantes vecinos acudieron en el acto, i cuanto la hospitalidad mas esquisita i la buena voluntad pueden, se puso a mi disposicion. Un sefior Mal- donado vecino, me decia: Esa jente que pasa mirando es por ver- lo, porque todos saben que ha llegado. Sus escritos de V. los saben de memoria todos. Arjirbpolis lo tienen basta los soldados; 1 los que nada han leido saben ))or la Gaceta, que es V. el enemi- go mas terrible que ha tenido Rosas. Mi primer dilijencia, comò se concibe, a la mariana siguiente fué ir al campamento jeneral tres leguas distante. Diome caballo un Mayor Rodrlgnez qne habia sido edecan de Ecbaguc i gaio- — 106 — pando con el mismo de guia, ibame contando los sucesos recien- temente acaecidos, i estasiàndosj en las consecuencias prósperas i felices que traeria para el Rosario la caida de Rosas, i con ella el establecimiento de la libertad comercial, la navegacion libre de los rios; porque, senor, me decia, el dia que se naveguen los rios, el Rosario se liace fan grande corno Buenos-Aires; porque todos los caminos vienen al Rosario, el de Tiicuman, Santiago, i las provincias deCuyo. He aquì, me decia mi vanidad, Arjiró- />o/Ì5, galopando en la pampa, la economia politica demostrada por estas jentes de Rosas, comò las campanas de Napoleon con- tadas por los soldados, que no alcanzaban a ver mas horizonte que el frente de su batallon. Llegado al cuartel jeneral me liize anunciar, e invitado a en- trar en la tienda, los ojos fijos en Purvis, me sente medio debru- ces, principiando por dar cuenta de los boletines publicados en ausencia del jeneral, pero consultados con sus jefes. El Jeneral se mostrò contentisimo, comò nunca lo habia visto : me elojió el tercero, aprobó todo, i aiiadió: "en addante no consulte a nadie, ni a mi, escriba no mas, va bien, me gusta. Vayase con tiento: asi, comò basta allora va bien." Pasé entónces a consultarle los boletines nueve i diez qu« ve- nia preparando, ya porque era preciso ponerse de acuerdo en las cifras de los Estados i rectificar errores, inevitables en un docu- mento fandado en datos orales que liabia recojido yo mismo de cuantos podian dàrmelos, comò porque la publicacion del Esta- do de las fuerzas de Rosas, podia tener sus inconvenientes, i pa- ra mi tenia ventajas que era necesario esplicar. Estos estados le dieron -a Rosas un famoso cliasco, en cambio del que él queria darnos, con tan poco discernimiento i liabilidad. A mi vuelta a Moiitevideo traté de procurarme datos precisos so- bre las fuerzas de Rosas i los Ilice pedir a Buenos-Aires. Me mandaron el estado que se publicó en el Boletin nùm. lO, comò sacado de las ofìcinasde Rosas. El estado era forjado ex-profeso para liacernos creer realmente que tenia 46,000 liombres. Para mi tenia veinte i tres mil liombres, esto es la mitad de la cifra. ;^Como engaiiar al embustero? Presentandole nuestro estado de fuerzas, lijeramente abultadas, a fin de que liiciese el mismo cài- culo, es decir, sacar la mitad de la cifra dada, l bien, nunca se ha dado chasco mas completo. Cuànta fuerza nos suponen? empecé a preguntar desde el Pergamino a los pasados : 14,000 hombres. Despues de la batalla a los prisioneros : 14,000 liombres. Al Ca- pitan de corbeta Magnan, que era el confidente de Rosas en la — 107 — espo9Ìc;on de su pian? 14,000 liombres. Està cifra invariable era la mitad de 28, corno Rosas no tiivo àntes de la derrota de Pa- clieco mas de veinte i tres mil hombres mitad de 47,000 i se cree que mucho ménos. Sali, pues, de la tienda del jeneral lleno de en- tusiasmo, con ei corazon dilatado, disipadas las sombras que me liabian alarmado en el Diamante. Nubesnegras i atormentadas se iban esparciendo por el cielo. El jeneral me dijo va a ilover, i con tono de burla, i mojàrsele las plumas. Era el caso, que yo era el unico oficial del Ejército aijentino que en campaiia ostentaba una severidad de equipo, es- trictamente europeo. Siila, espuelas, espada brunida, levita abo- tonado, guantes, quepi frances, paltò en lugar de poncho, todo yo era una protesta contra el espiritu gauchezco, lo que al principio dio lugar a algunas pullas, a que contestaba victoriosamente por la superioridad pràctica de mis medios. Que està haciendo Coro- nel?— Estoi componiendo el recado. — Yo no compongo mi siila nunca. — ^Quién tendràfuego, decia un jeneral en la marcha? — Yo, jeneral, i sacaba una navaja de campo inglesa, con eslabon, lancieta para caballos, i un almacen de lierramientas. — Memuero de sed, decia alguno, mirando mi caramanola de platina, colgada en el arzon de la siila. A los seis dias de campana, la siila, el le- vitai el quepi estaban debidamente respetados. Se lian de reir de V., me decia uno. — Riase V. le contestaba yo; i nadie se rie, cuan- do no hai de quien, aunque haya de que. Esto que parece una pequeiiez, era una parte de mi pian de campana, contra Rosas i los caudillos, seguido al pie de la letra, discutido con Mitre i Pau- nero, ìdispuesto a hacerlo triunfar sobre el cliiripa si permanezco en el ejército. Miéntras no se cambie el traje del soldado arjenti- no, ha de haber caudillos. Miéntras haya chiripa no habrà ciu- dadanos. A la broma del jeneral, pues, conteste con mi argumen- to favorito, dirijiéndome al arzon de la siila, desatando las correa» que sujetaban la manta, sacando mi paltò i poniéndorae por en- cima una capa bianca de goma elastica que habia hecho traer de Buenos- Aires. No habia que replicar. Despedìme asì parapetado del Jeneral cuando ya caian esas gotas gi'uesas corno el puiio que anunciari en la Pampa la proximidad de la tormenta. Llamàrou- me al paso de una tienda, para presentarme a Segui, que ahora se dignaba desear conocerme. Pero yo queno daba puntada sin nudo lo dejé con la palabra en la boca, diciéndole. Celebro cono- cer a V.; pero la tormenta va a descargar i tengo tres leguas por delante, meti las espuelas al caballo, ràjose el cielo despidiendo una andanada de rayos, i la lluvia descargò a punto de hacer a. — 108 — veces parar log caballo» incapacesde luchar con el agua que co* ino un torrente les caia cuando Uevabamos el viento contrario. Er estos momenlos, mui frecuentes en la Pampa, no hai hombre er pie en los campamentos nadando en el agua, o acurrucado cada uno corno mejor pueden; i para acabar con estos detalles de mi propaganda eulta, elegante i europea, en aquellos ejércitos de apariencias salvajes, debo aiiadir que tenia botas de goma para e! caso, tienda fuerte i bien construida, catre de hierro del peso de algunas libras, de manera de poder dormir dentro de una la- guna, velas de esperma de noche, i mesa, escritorio, i provisione^ de boca de cargarlo todo en un caballo. El dia paso en acomodarnos. El Bianco echó a tierra la pesada imprenta i con rodillos i poca jente, en la tarde la prensa de hie- rro colado del peso de sesenta quintales estaba armada i las cajas listas para funcionar. La noche llegada, óyose resonar la musica a lo léjos, i ap'roxi- màndose cada vez mas i mas, entraron en las piezas de habita- cion de la casa de Santa-Coloma el Juez, el Cura, el Comandante, seguidos de todos los oficiales, de dos sacerdotes mas, de todas las personas visibles de la poblacion, ocupando la calle, zaguanes, etc, el batallon de milicias, las mujeres, los niiios del lugar. Era una manifestacion, una serenata. El lector creerà que la fatuidad de ser el objeto de ella se apoderó de mi. Yo no vi mas que el peligro de este paso, i traté de precaverme desde luego. Algun entusiasta salió a la puerta i gritó : jViva el Jeneral Urquiza el libertador de la Confederacion Arjentina! Vìva, el Coronel Sar- miento, el Defensor de los Derechos de los Pueblos, el amigo del Rosario!. . . . jBàrbaros! me decia yo a estos gritos a que respon- dia la multitud con descargas cerradas de vivas, me estan asesi- nando! jme van a sufocar con sus abrazos! I los gritos seguian, i lo que era peor es que el orador popular, un militar, decia cosas mui buenas, i mui bien sentidas. Yo me acerqué al Juez, i suce- sivamente al Cura, i al Jefe militar, i casi al oido les di gracias por aquella manifestacion. Pero la cosa se prolongaba, i uno de los circunstantes se me acercó i me dijo, que todos querian oirme hablar, sin duda por aquella preocupacion de Galan de creer que un autor es un libro, i que si uno coje al autor, no hai mas que tirarle la lengua, para que empiezen a salir pàjinas, sin tomarse el trabajo de leerlas. Qué buena cosa! Pero yo pensaba en las consecuencias, i no queria largar prendas a los comentarios de la maledicencia i aun de la buena voluntad, pues los amigos hacen mas mal con sus elojios que los enemigos en ciertas circunstan- ~- 109 -™ €ias. D'ijea cada tino que estaba mui cunniovido, que no pmirm pronunciar dos palabras, que estaba con romadizo, que sé yo , , ,- .. porque insistian,i se dejaban estar, i la cosa se bacia pesada. Al fin tome el partido de dirijirme bacia la puerta, arrastrarlos bàci^ la calle, acompanarlos basta la plaza, i despedirlos i disolver la reunion, Esa noche i al dia sìguiente Maldonado, que creo que es espa- Sol, i varios otros vinieron a decirme que babian quedado todos» pesarosos i algunos un poco descontentos, de que no bubiese que- rido dirijirles la palabra. Para complacerlos sin comprometermej, para probar que la prensa estaba lista en tierra, aprovechando eì dia que era la vispera de un ano nuevo, i la novedad de un im- preso datadoen el Rosario, di a componer una carta dirijida a Igb vecinos en que enumerando aquellas circunstancias decia que te- nia el animo de establecerme en laorilla del Parane, No estaba impresa aun la carta, no babia transcurrido el dia, euando me empezaron a llegar avisos. El Jeneral està celiando pestes en el campamento contra Sarmiento. Sus edecanes entre- 4'ianos decian : Sarmiento se pierde, los otros pregurtan porqué, i no sabian que decirles. Que bai? Que ba babido? A Roma por todo, me dije. La insignifìcancia de la carta le mostrarà comò be tomado la cosa, i lo que elio vale. Una vez im- presa se lamandé con los Boletines siete i odio, diciéndole entre otrascosas. ^' Los vecinos del Rosario esperaban a S,„E,, i corno jj no viniese, ban descargado su entusiasmo en el primero que se y^ ha presentado. Ahi le mando una carta con que be contestadc ?? a estas jentes, por no saber otra cosa que decirles. Estoi con- py tento con el Boletin, Distrae los ocios del campamento, pone '? en movimiento a la poblacion, anima al soldado, asusta a Ro- ^? sas, etc, etce" Los avisos del campamento eran en tanto cada vez mas alar= mantes, los desabogos mas frecuentes i cada vez mas desmesura- dos. Al siguiente dia estaba escribiendo, euando recibi un oficio de Elias, que por su contenido i laconismo pude abrazar de una sola mirada. El mayor Ascasubique venia del campamento, a la zazon conversaba en otra pieza con Albarracin, Real i otros arjentinos : miren, les dijo Ascasubi, la fisonomia de Sarmiento, el Jeneral le manda alguna nota rajante. Yo me babia inmutado en efecto al leer aquel desahogo indig- no de la envidia recelosa de un bombre que no sabia estimarse a si mismo, ni comprend(r la altura de su posicion, **E1 Jenen I me encarga decirle que la prensa de Cbile ha estado chillando en — no — vano centra Rosas. He cumplido la órden. — Elias" — Eh! mise- rables! Yo me repiise de mi emocion, me levante del asìento, di' dos o tres paseos i me diriji a donde estaban los otros, afectando la mayor composUiva i diciéndoles qué se yo que cucliufleta. Na- die se dio por entendido entónces de que estaban asechando i com- prendiendo, i con algun pretesto sali a la calle, i me diriji al Pa- ranà, en busca de la serenidad que necesitaba para obrar. El Pa- ranà corria corno siempre solemne, ensilencio, inmenso,tranquilo. Oh! Cuando las vicisitudes de la vida os opriman, lector, buscad el es.pectaculo de ias cosas que son superiores a las viscisitudes hu- raanas; el curso de los grandes rios, las costas del mar, el perfd de las montanas. Yo me sente en la barranca i dejé vagar mis mi- radas sobre la superficie de las aguas, i media hora despues, mi espiritu estaba rehecho, mi pariido tomado, mi respuesta acordada conmigo mismo, ante este tribunal de la dignidad personal, de la justicia hcllada, i ante la necesidad de no dejar ajar en mi persona el diputado al Congreso, el publicista. Escribi tran- quilamente, saqué copia i llamé a Albarracin mi amigo i pa- riente, lo instrui brevemente del caso, le entregué la carta del Ro- sario impresa, el oficio de Elias, i el borrador de mi carta, las cerré en una cubierta i se los entregé diciéndole : guarde esto, i si algo me sucede, haga publicarlas tres piezas juntas enla pren- sa de Mon4:evideo. Entónces tome el orijinal i me fui a casa del juez, pidiendo conductor para que llevase a Elias la com-uni- cacìon que le entregaba, pidiendo que de regreso se me diese par- te de la entrega, lo que sucedió a la manana siguiente. Albarra- cin no me entregó sino el dia de mi salida de Buenos- Aires las piezas depositadas, que son. las que se rejistran en el Memo- randum. Debo agret^ar aqui un fragmento que suprimi en aque- llas piezas justifìcativas, para mostrar que a este proposito de no dejarme ajar, hermanaba la prudencia conveniente : "Conociendo, corno conozco, la bondad del seiior Jeneral, apun- to estas esplicaciones sin admitirlas. Me temo, que corno sucede siempre en derredor de los poderosos hayan celillos, envidias i desco de prevenir al seiior jeneral conmigo, desfìgurando hechos o suscitando desconfìanzas contra los hombres nuevos que se le acercan. Si hai algo de eso, yo estoi perdido, porque no sé hacer nada jamàs para combatir esa clase de males inevitables. Al des- pedirme del seiior Jeneral en Gualeguaichu le dije que contaba con su estimacion ; pero me abstuve de decirle que contaba con su coTifianza piena i entera, porque esa es la obra del tiempo, i yo -^ 111 — espero con el tiempo i mis actos, obtenerla sin limites, corno la he obtenido siempre decuantosme conocen. "iVcasome he preocupado sin motivo de este asunto, pero debo confesarle que su carta de Y. me ha dejado helado, en medio del interes que tengo de hacerlo en mi limitada esfera^ para hacer irra- diarse a todas partes la gloria del senor Jeneral, i hacer admirar su nombre por el mayor nùmero posible de personas." Pasamos Albarracin i yo el dia escuchando los ruidos de caba- llos, esperando un nuevo desahogo hostil. En la tarde llegó un se- nor Palacios que se preparaba a partir para Santiago del Estero a fundar a sus espensas un puerto en el Paranà, para cambiar eì frente de su provincia i hacerla fluvial, i me pedia datos i conse- jos sobre laejecucion delaempresa de que me creia su inspìrador. Este seiior venia del cuartel Jeneral, ì a poco me dijo: jCómo lo quiere a V. el Jeneral, senor! Ncs ha dicho a todos que es V. un patriota, un hombre honrado i il que goza de su mas completa -confianza, i ese, anadió, no es mlvaje unitariof Nos quedamos miràndoncs con Albarracin^ caiti uno midiendo este insondable abismo de la miseria humana! Palacios me conto entónces, comò cada uno de los cireunstantes habia abundado en el mismo sen- tido, i por tanto tocàdole sin saberlo la llaga, con ArjirópoliSf Sud- America, el Bot:'tin i la carta del Rosario. Al dia siguiente para finjir que nada quedaba, le escribi a Elias, pues habiéndome contestado éste a una carta dirijida al Jeneral, crei no continuar en aq nella pràctica corno antes, diciéndole que se me dieso auto- rizacionpara procurarme carretas, que yorespondia de llevar la imprenta al paso de la artilleria volante. jQué sujeto! dijo el Je- neral delante de los circunstantes, digale que no. Quedaba pues fuego bajo las cenizas! El padre de la Dolores llevaba seis carre- tas de negocio, él dos de equipaje, Virasoro una de forrajes i vi- veres, sesenta los brasileros, i solo la prensa no podia marchar ai paso de las otras carretas, El ministro Pujolque no sabia nada de esto, me escribia en respuesta a otras dilijencias que practicaba: ^'Espinillo, enero 1 de 1851. — Amigo querido. — El asunto da la carreta para conducir la imprenta està allanado — era imposi - ble qixe dejàsemos nuestro mas poderoso ariete, pero ariete de construccion i de vida; he sentido ver alguna frialdad a este res- pecto en hombres comò el senor Galan." I cuando Galan no aprueba una cosa es por que él sabe corno la toman mas arriba. ^Hubo realm.ente el proposito de abandonar lo — 112 •— e\ Bolefin, precisamente porqiie era la ùnica novedad, la ùnica fuerza activa del campamento? Mi habitacion en el Rosario esta- ba asediada de ayiidantes de todos los ejércitos aìiados, en de- manda del Boletin. Cuando iba al campamento del coronel Ba- sabilbazOj el brazo derecho de Urquiza, me decia; liàgame el favor de aguardarse, que he prometido a varios jefes brasileros presen- tarselos : otras veces; hai emigrados de San -Nicola?, que quieren conocerlo, etc, etc. De los boletines, de cincuenta que le mandaba al principio, convinimos en mandarle doscientos en addante a A para satisifacer la demanda, i hubo Boletin que a mil ejempla- res se agotó. Los jefes de las divisiones de Rosas se los leian a la tropa ; los soldados que sabian leer iban a deletrearlos en grupos, i el jeneral cuyos elojios, cuya gloria liacian esos Bolcti- nes, se mordiade colera, i trataba de humilkr a quien tanto que- ria hacer por él. A Ascasubi le encargaba hacer versos gauchez- cos, i le daba por elio dinero, i a mi me decia: "este Ascasubi cree que él es el quien hace la campaiia co^ sus versos!" Servirse de dos i ajarlos, he aquì el sistema de los caudillos ; pero yo habia estudiado a Facundo, i jurado servir bien i hacerme respetar , i consegui lo uno i lo otro. Elias me contesto que el Jeneral hablaba de mi con aproba- cion,i entónces era necesario volveral cuartel jeneral. Para ha- cerlo tome mis precauciones. Escribì en un papelito : el perro Purvis va a morderme hoi, se lo mostre a cuatro testigos i me lo eché al bolsillo. Yo sabia de memoria mi baron de Grati, mi an- jel Elias^ i me dirijì al campo. Llegaba en un momento fatai. Es- taba para moverse el cuartel jeneral, i el Jeneral para aceìerar el movimiento estaba sentado a la puerta de su tienda, con el som- brero cala do basta los ojos. Alguien vino a hablarme de los rumo- res del campo, i lo hice apartarse, pai*a no ser observado. Diriji- me a latiendade Elias, ijustifìcando al jeneral medijo : No haga caso; si es asi el Jeneral; déle palo a Sarmiento me dijo i le escri- bi alJ. Con que a mi, muchas veces me han sucedido cosas peo- res. Mal demuchos. . . . Un poco orientado acometi la descomu- nal empresa de atravesar sesenta varas de terreno despejado que mediaba entre ambas tiendas, solo i en lìnea recta a Purvis i al taimado Moises. No he tenido excitacion ìgual nunca. Debia os- tentar una serenidad perfecta, si no queria desbaratar mi obra, i la sangre me venia i se retiraba a borbollones del corazon. A pre- testo de elegancia llevaba la espada de cierto modo, de manera de que la mano derecha, està vez sin guante, anduviese frotandose con el pomo, Ah! Purvis! no sabes de la que te escapàstes ! Pur* — 113 — vis grufilo a mi aproximacion, i un movimìento del jeneral pa- reció dtìcirle: aun no es tiempo. — ^Cómo està, senor jeneral — bueno, siéntese, en pocas palabras — He preparado dos Bolelines, el 11 que ya està publicado con la carta del Arroyo-Pavon sobre ]x)s pasados. Eso esfalso, i yo no quiero que mientan enmi nom- bre. Seiior, es un parte del Comandante Zeballos al Juez de Paz — -■- No es cierto el liecho, i no debe U. recibir, ni de Elias sino de mi. Ics documentos^— Ante ayer habia escrito al seiior Elias indi- candole la necesidad de tenermi al corriente oiicialmente de Ics sucesos por temor de incurrir en errores. El boietin 12 està en prensa i contiene un documento del Gobierno de Corri^ntes probi biendo las requisiciones forzadas de ganado, para darles a ìos hacendados de la campana de Bue- nos-Aires seguridades sobre las ideas i conducta del senor Jeneral — No : eso no se publica ; porque me deja en ridiculo a mi, que soi el jefe del Ejército — Va precedido de algunas palabras espli- cativas- — No, no quiero — Bien, senor, no hai mas que habìar de elio. Hai tiempo de retirarlo. La conversacion cayó, i yo traté de despedirme. — Que ya se va? — No, senor, voi a dar una vuelta en el campo, i pasar a la division Palavecino en busca de mìs caballos-, que me trae el caballerizo Sosa, Escabullime, pues, i a la vuelta de un matorral salté en mi caballo i gané la Pampa con mis asistentes, dejando dilatarse aquei corazon, aquellos tendones, aquellos nervios, tirantes por mas de un cuarto de bora de miedo. Pero despues de mil ocurrencias de detalle llego a casa, i en- cuentro tirado el boietin numero doce. Mandélo a Elias dicién- dole lo ocurrido i que se lo mostrase al Jeneral, para ver si el exordio allanaba las dificultades previstas : en él se decia que los satélites de Rosas fugarian ^'cobardemente en presencia de la in- V vencible espada del Jen eral Urquiza, quien no ofrece fortunas n a nadie para que apoye la causa que defiende, sino dar paz ;? a la Repùblica, asegurar las vidas i propiedades de cada uno, a ;? fin de que el Congreso elejido libremente por los pueblos, diete >"! las instituciones que mas convengan para promover el engran- ;? decimiento de cada fraccion de las que Uevan el nombro arjen- ?7 tino." Merced a està jaculatoria recibi órden depublicar el de- creto de Pujol en que estaba condenado el sistema de Requisi- ciones de ganado* — 114 — £1 GGÒernador i Capitan Jeneral de la Provincia, Considerando : 1.° Que el pastoreo en la Provincia es el ramo que principal- mente mueve el comercio, corno que es su mas yaliosa produccion. 2.° Que de su fomento i progreso es que debe esperarsc oriji- nariamente la prosperidad i engrandecimiento de la Provincia. 3.° Que la paralizacion del coraercio no tiene ni puede tener otra causa que ladecadencia del pasLoreo,por efecto de la dilata- da guerra que ha pesado casi esclusivamente sobre éL 4.° Que es justo, urjente i necesario dar a este ramo la protec- cion que demanda imperiosamente el derecbo de propiedad i la conveniencia pùbiica en todos respectos, cualquiera que sea el es- tado del pais, i cup.lquiera que sean los sacrificios que deban ha- cerse para conseguirlo. 5.° Que la proteccion mas eficaz que puede darsele, es consig- nar de hecho la inviolabilidad de la propiedad rural, descargàn- dola en cuanto sea posible de la contribucion forzosa de las ha- ciendas que consumen las tropas de la Provincia. 0.° En fin, que a este objeto la autorìdad pùbiica debe emplear toda su enerjia i medios a su alcance. — En uso de las facultades de que se balla investido, ha acordado i decreta: Art, 1.° Queda severamente prohibida la contribucion forzo^ sa de baciendas, que con titulo de auxilio se exije a los hacendado» para consumo i servicio de las tropas. 2.* Dentro de 15 dias siguientes a la publicacion del presente decreto los Comandantes Militares de los Departamentos remiti- ràn al Gobierno un presupuesto del consumo ordinario i estric- tamente necesario de la carne que el Estado debe hacer en el de su cargo. 3.° En Aàsta de elio, el Gobierno proveera a las Comandan- cias de los fondos necesarios para el pago de las baciendas al con- tado. 4.° Los Comandantes son obligados a remitir al Gobierno, al fin de cada trimestre, una relacion de las baciendas consumidas, i com probada con los recibos en que barón constar precisamente los pi-ecios, las especies i las marcas. 5.0 Ningun haccndado podrà ser compelido a entregar hacien- da de especie alguna, si no le es abonado su valor corriente. — En el caso de duda sobre este, i de no haber exceso notable, se esta- ra al precio puesto por el vendedor. — 115 -^ 6." El ìiaceiidado es libre de vender a su eìeccion, ìa carne so- la de la res, recojiendo la piel, o vender una i otra. 7.** En el caso de que algun movimiento militar exijiese urjen- temente el consumo de alguna hacienda vacuna o caballar, la autoridad Departamental comoetente podrà exijirla proporcional- mente de los liacendados vecinos, sin el prèvio abono si no tuvie- se fondos para ha cerio, muniéndose del correspondiente recibo, i ocurriendo al Gobierno por la cantidad necesaria para verificarlo. 8.** Cuando se destacasen partidas de fuerza armada, dentro o fueradel Departamento, el Comandante prò veerà de lamanera eiì que deban abonar el consumo. 9,° El Gobierno expedirà una cireular a los Comandantes i demas a quienes corresponda, en que darà con individualidad las instrucciones conducentes, a que sea cstrictamente observado lo dispuesto en el presente Decreto. 10. Los Comandantes Militares son personal i severamente responsables de cualquier atentado contra la propiedad particular cometido por ellos a sus subalternos. 11. l'ubiìquese, comuniquese i dése al Rejistro OficiaL Benjamin Virasoro. Juan Pujol. El Dr. Alsina me liabia recomendado en Montevideo tranqui- ìizar a los hacendados sobre las exacciones de ganado que eran la Uaga irritada de las campaiias.. El decreto del Dr. Pujol pò - niendo coto al mal en Corrientes me subministraba ocasion, i la carta a"Santa-Coloma que publiqué tambien, un fiel retrato de aquel sistema de espoliaciones. ^'Estancia del Honor (1) 5 de agosto de 1852. "SeiiorD. Martin Santa-Coloma: ''Mi querido i apreciado Coronel: — No puedo US. figurarse el piacer tan grande que tengo al escribirle està que me alegraré lo pase sin la menor novedad paralo que US. disponga mandar; el motivo de no haber escrito a US. àntes, ha sido por esperar la conclusion de la yerra, que ya se ha concluido por lo que doi cuenta a US. de todo lo ocurrido; el senor don Francisco Sagui se ha portado perfectamente bien conmigo i con toda la jente que acà en la pobiaeion estàn i han estado en el trabajo de la marca- (1) Se supone que està Estancia del Honor era una que tenian a me- ftias con Echagùe. -^ 116 — cion i demas, nos ha anxiliado con todo lo que nos ha hecTio fòlla i nos ha mirado con la mayor distìncion i respeto, i me ha dicho en su reth-ada que le diga a US. que a los hombres que han es- tado trabajando de la vanguardia no ha tenido comò gratificarlos por lo que le doi cuenta a US. i le mando una lista de los in- dividuos i al mismo tiempo recomiendo a US. los hombres que se han portado i que ban trabajado con sus caballos, que son Ga- bino Castro, Tomas Perez, Andres Acosta, Eusebio Maldonado, rrancisco Komero; Arias, Escobar i Rojo han trabajado a pie : I el capata z Manuel Alvarez tambien nos ha ayudado con su persona i caballos basta la conclusion del trabajo; i todoslos soldados que pertenecon a la I>:vision se han portado perfectamente i han ser- vido con toda puntualidad i obediencia, por lo que se los reco- miendo a US, i juntamente a la seiiora dona Juana, la mujer de Gabino; Mauricia, la mujer del Sarjento Moyano, nos ha servido i nos sirve liasta la fecha i todos los demas veeinos comò US. lo presencio el primer dia. Tambien doi parte a US. de los cueros de garra que existen en la poblacion; de los animales que se han muerto i de los que se han carneado para el consumo: son sesenta. — Entregué a D. Francisco sesenta i siete caballos de los que tenia a mi cargo, con nueve que me entregó el Capitan Maldonado. *^E1 sefior D. Agustin Cardoso es el que ha quedado acà des- empenando las funeiones de D. Francisco Sagui por órden del se- nor jeneral Mancilla:. de lo que US. ya estarà enterado, segun jo estoi impuesto. Mas corno es deber de mi obligaeion dar par- te a US., i creo que este hombre es bastante intelijente segun lo que hemos conversado. En fin, US. dispondrà sobre todo lo ocurrido. — Isin mas que esto, reciba US. los mas finos recuer- dos de todos los compaiieros; los mios los tomarà a medida de su desco i en su persona a su Senorai demas companeros de ar- mas de la benemerita Division a que tengo el honor de perte- necer. "Sùbdito i subalterno que le ama de eorazon — Lucas Barbosa.. "P. D. El Capitan D. Prudencio Arnonse ha portado i por- ta corno verdadero amigo de US." Cansado de luchar con estos inconvenientes que me salian de dond.eménos los esperaba, resolvì no hacer nada sin órden espre- sa, i durante cinco dias la prensa reposó en un estudiado silencio. Entc-nces recibi una carta de Elias' que principiaba asi ; '^Puesto — 117 — que U. qnìere publlcar Boletines, el jenoral me proviene qne ìc envie esos docuinentos que piieden servirle "Pero yo no que- ]ia tal cosa; era una comision que me habian dado sin solicitarla , i aceptada, un deber que desempenaba con ahinco, con ardor. AQUINO. En la tarde del diez de enero el Teniente corone! Mitre i el Ca- pitan Forest se dirijian con otros por la Pampa bacia el occidente de los acantonamientos de varias divisiones de caballeria, en bus- ca de la Division Aquino, acantonada la ùltima raui adentro de la Pampa. Sobrevino la nocbe, estraviàronse de su rumbo, i vaga- ron largo tiempo por aquellas planicies pastosas, cuyo silencio solo interrumpe el revolido de la perdiz que teme ser pisada por los caìjiaUos, i cuya monotonia alegran luciérnagas vagarosas comò almas en pena. AI fin divisaron la blanquecina tienda del Jefe, i. alla se dirijieron. Era raro, sin embargo, aquel profundo silencio del campo; oianse las pisadas de los propios caballos sin ecos, sin otros sonidos que las hiciesen ménos distintas. Forest dio vo- ces, i las voces se perdieron en la soledad. Vió al fin hombres dur- miendo, hablólos, desmontóse, removiólos, tomo a uno en fin de un brazo, i sintió linmedecidas sus manos, que paso por su cami- sa i quedaron en ella estarapadas las senales. Era sangre! Forest monto a caballo, se reunió a sus compaiieros i dijo al oido a Mitre : estamos perdidos! El campo ha sido sorprendido por el enemigo, i esos que liemos visto estàn d^gollados. Pararónse^ miraronenlas tinieblas a todos lados, escucbaron; nada! Diri- jiéronse a la tienda entónces, en cuyos alrededores habian cadà- veres. Uno era el de Elgueta, sarjento de Granaderos a caballo licenciado de Chile, el otro era el de Aquino.. Es sin duda necosario tener nervios de hierro para resistir al pavor supremo de estas impresiones en que la soledad del desierto, el silencio de la oscuridad dan pavores nuevos a la muerte. Aquino i Mitre cran amigos i se habian convidado a pasar aquella nocbe juntos. fJabia sìdolo yo tambien i negadome por mis ocupaciones. Al fin oyóse una voz firme que pedia ausilio. Era el mayor Terrada, que habla escapado amarrado, i pudo una vez desembarazado de sus ligaduras, contar la horrible catàstrofe. Aquino se ocupaba de arreglar sus malas conver«;ando con Terrada, oyóse tropel, i dijo: disparada de caballos, dirijiéndose a la pnerta de la tienda — 118 — donde una lanza lo atravesó de parte a parte, cayendo muerfo ea el acto. He aqui una historia bien corta, Otras lieridas le habian beclio despues i una incision en la garganta. El sembiante del cà- dàver tenia una imponente serenidady el ceno un poco fruncido i en los estremos de los làbios la contraccion iniciada de la colera, los ojos abiertoF, i aunque turbios corno simirase, i los làbios ce- rrados con naturai idad. Ilabian ademas degollacTo al Teniente Coronel Aguilar i tres 0fìciale& mas de los que habian sido de Rosas, i ìierido a Villegas,. cbileno tambien, ascendido a Alferez. Terrada tenia va el cucili- ilo a la garganta cuando su asistente le dijo al asesino **porque matas a ese diablo, sàcale las prendas i déjalo." Hizolo asi el sol- dado, r el asistente dirijiéndose a Terrada **arràstrese seri or anadió basta esos paionales, el primero que venga lo ultima," i asi habia salvado Terrada. Mitre regi^esó con sus compaiieros siete en numero, i encontra en su camino una division brasilera. El rondin lo recibio a con- veniente distancia i dcsde alli por una red de guardiasi puestos avanzados, llegó basta el Jefe de Dia a quien dio parte de lo acaecido. De alli salìó en busca de una divisi^n entrerìana de mil quinientos hombi'es de caballeria, entro en el campo por la reta- guardia, gritó, dio voces, i despertando con dificultad un soldada aqui, saltando a otro escuadron, llegó al fin en bora i media a la eabeza i pudo dar parte al Jefe de la desgracia, tomàndose luega d'isposiciones para reeorrer el campo, pnes nada mas podia lia- cerse. Cual fné el orijen de este desastre? El Jeneral sostuvo siem- pre que Aquino era un borraclio, i que està era la causa de los- malos tratamientos que daba a la tropa, basta que se sublevó hostigada por las tropelias de que eran victimas oficiales i sol- dados. La sublevacion de la division Aquino es el nudo del dra- ma de està campana, i sin jactancia puedo decir que solo yo sé el orijen de este suceso. Como lo he dicho antes, habia vivido en el seno de està divi- 6Ìon, navegado con ella, i estaba ligado de amistad con mucho» ofìciales. Sabia, pues, la historia intima de este cuerpo. Parte de los soldados habian sido presidarics, aunque el coronel Garcia,. hermano de don Baldomero, me aseguró despues que estos ha- bian sido casi totaiinente esteraiinados en la guerra orientai. Et teniente coronel Aguiiar era aborrecklo de todos sus compaiie- ros, debiendo entrar por algo en esto la superioridad de sus moda- les bastante cultos, lo que melo hizotomar en aficion. Yo scio — 119 — recomendé a A quino juntamente con el capitan Guardia, el ma- jor Aranburii, i el mayor Recabàrren. El mayor Aramburu tuvo reyertas con Aqiiino por detalles de conducta, i se separo del ciierpo. Digo :jue sé todo lo que sucedia en el cuerpo porque me lo contaba Aquino por un lado, i Guardia i Aramburu me lo ha- bian contado por otro. Parece fuera de duda que un cabo Segovia fué eljefe de la revolucion, apoyólo un mayor Aguilar ascendi- do desde trompa, i la tropa i ofìciales siguieron el movimiento por terror. Asegùrase tarobien que los soldados llevaban a una vista a sus ofìciales. El becho es que la division llegó integra a Lujan, i Rosas le decreto honores, sobresueldo , i recompensas. •He tenido en mis manos los cuadernos de borradores de Rosas, con los nombres de los premiados, i las cantidades puestas de la- piz al lado de cada uno, de su letra : "Don A. B. por ejemplo, te- niente de la Escolta en 1836, heclio capitan por el loco, veinte mil pesos." Està espresion el loco estaba repetida invariablemen- te en cada partida. Fero tomemos las causas en grande, las causas lójicas, histo- ricas, para esplicar los lieclios producidos por las pasiones. Aquino lo conocieron todos en Cliile, ilo estimaron cuantos lo conocieron. Hijo de una familia de Buenos- Aires, confió a su espada desde mui jóven el cuidado de abrirle paso en la sociedade En 1831, lo conoci teniente, de veinte anos, con una lierida fres- ca aun en la cabeza. Fué despues oficial de Lavalle, en cuyos ejércitos adquirió la reputacion de valiente que no desmintió nun- ca. El Boy ero lo habia adoptado por hijo, i cuando encontraban con seis hombres un escuadron enemigo, el Boy ero le decia; venga hijo, tome una leccion, i cargaban juntos. Emigrado al Pe- rù, tomo servicio i se distinguió por actos de valor romanezco. Era un verdadero oficial de fortuna, franco, disipado, derraman- do el dinero o la sangre, para satisfacer sus necesidades lujosas i elegantes, o servir sus ideas politicas. Hablaba ingles i un poco defrances, i era el amigo de gringos i yankies , decapitanes de buques de guerra i de médicos de las escuadras; i con el ingles le habia venido el uso del grog, el brandi i la jinebra de que tomaba, al uso ingles, todo el dia, sin propasarse sino rara vez. A mi me mando pedir dos botelL\s de jinebra al Rosario i no quise man- dai'le, conociendo las ideas del Jeneral, pero despues se las pro- curo por otra via. Està costumbre dio orijen al rumor de que era borracho. Un hombre de està clase, un jefe que en el Perù habia tenido los caballos de su cuerpo a pesebre, recibió una division de las 16 — 120 — de Rosas, soldados encanecidos va, habìtiiados a cierto modo de Ber inveterado. Los oficiales en gran parte de la misma condicion del soldado, camarada el jefe de su propio asistente, comiendojim- tos i sinninguna de las distinciones de la jerarquia militar. Estas tropas, ociipadas en saladeros i otras faenas hacia cinco aiios, npénas sabian maniobrar, i los oncialcs mismos, Recabarren el primero, habian olvidado la tactica, sino son las ciiatro primeras reglas, dire. Està di vision no habia cambiado un solo jcfe, un solo ofìcìal, elevàndose los mismos antiguos de un grado desde cabos a tenientes coroneles. Aquino era, paes, una anomalia, una cabeza de marmol sobre un cuerpo de arcilla. La represion dada a uno afectaba a todos, porque el motivo era coni un, i siendo todos ami- ^os antiguos, i él solo el estrano al cuei'po, soldados i oficiales formaban una universal conspiracion de odio, de zelos, djs reprobacion. Aquino cometió ademas dos gravìsimas feltas que le costaron la vida. Jefe de brillo i de tàctica se desespera- ba al tocar el arma con que debia combatir i ballarla pesada, mohosa e inmanejable. Emprendió, pues, la ingrata tarea de adoctrinar su rejimiento, i por lo angustiado del tiempo, prolon- gaba indefinidamente los ejercicios doctrinales, sobre terreno desigual, con soldados viejos que casi habian olvidado todo. Su rabia era en proporcion de la vehemencia de sus deseos de mejo- rar la tropa i lainaptitud de oficiales i soldados. Estolos exasperó mueho. La otra fué que acampando a discrecion en la, Pampa, tomaba caballos de noclie por estar prevenido para una sorpresa, lo que facilitaba los medios de dejar impune un levantamiento. Estas son las causas aparent*e&. La verdadera causa, empero par- tia de fuente mas alta. Venia de la completa desorganizacion de aquel ejército, de la falta de Estado-Mayor, venia en fin del Jeneral en Jefe, ùnico responsable de aquel desastre i de todos los que se le siguieron. Dije al principio que no liabia querido organi zar Estado-Mayw para que ningun jefe militar tu viese parte en el mando del ejérci- to, i que no se creyese necesario para él el auxilio de la ciencia i de la administracion, indispensable en grandes masas reunidas. Despues de la batalla de Caseros decia con jactancia : Ahi tienen una batalla i una campana hecha sin Estado-Mayor; para que vean Io que necesito yo de esos J eneraìes fundillos caidos (clasi- ficacion que dà a todos los veteranos, Paz a la cabeza). Me pare- cia oir a estos bodegoneros que vendiendo grasa se enriquecen i que dicen : qué me vienen a mi con libros^ cuentas corrientes, balances, etc; todas son pamplinas. — 121 — Quien crea que hai exajeracìon en estos reproclies debe saber que cn el Ejército Grande no habia Jefe de Dia, ronda, rondin, patrullaSj ni avanzadas; que no habia órden del dia , ni Estado «Jeneral del Ejército, ni órdenes escritas, ni edecanes reconocidos, ni oficial ninguno de Estado-Mayor. En las marchas la Yangiiar- dia avanzaba sin esploradores, reservas, gran guardia, flanqaea- dores ni vanguardia de la vanguardia ; i el centro en tres co- lumnas de infanteria i dos esteriores de caballeria no tenia ni vanguardia, ni avanzada de noche siquiei-a al frente. Este lujo inaudito de barbarie i de deriórden se bacia en presencia de bra- sileros i orientales, que en sus campos respectivos estaban en regia. No habia comunicacion regular por medio de los ayu- dantes, que de cada uno deben permanecer en el Estado-Mayor para Uevar a sus respectivos jefes las órdenes que se impartan. Eljeneral se jactaba, pues, de liaber descendido mas abajo d« las pràcticas guerreras de las Pampas ; pues unavez Galan mos- trandole yo la Petite Guerre, que es el xManual de avanzadas, me decia, los indios tomantodas esas precauciones. La division Aqui- no se sublevó, pues, porque cada jefe acantonaba donde creia convenirle , i aquellos soldados ausentes de su pais catorce anos, no podian resistir al deseo de volverlo a ver. La vista de la Pampa sin obstaculo ila proximidad de los caballos fué la ùnica causa de la sublevacion. La prueba de elio es que del lado del je- neral en la vanguardia se fugo un escuadron de Hornos, antes de la sublevacion, se le siguió un tercio de la division Susbiela, i su- cesivamente de los batallones de infanteria basta la sorpresa hecha al jer.eral Pacheco, que restableció la moral del ejército portene. Tengo en mi poder interrogatorios, levantados por el seiior Ji- meno i tomados en Caseros, en que los ofìciales pasados con tropa anunciaban los que estaban prontos a pasarse. Todo esto procedia de la falta de precauciones, vijilancia i organizacion intima de los cuerpos, i el abandono de aqueilas pràcticas sencillisiraas de los ejércitos en campana, cjue alejan basta el pensamiento de la desercion por la recl de guardias, rondas, patruUas, jefes de dia i otras vijias que hacen imposible o peligrosa la defeccion o el motin. No hubo jamas santo dado al ejército, no habiendo guar- dias ; i tres veces me han despertado a media noche en m^i tienda, hombres que veniande chasques de la vanguardia i cjue pene- traban basta alli en busca del jeneral Virasoro, sin haber encon- trado un obstaculo, ni un centinela. Asi pues, la defeccion ^e ejerció por divisiones, corno la de Aquino, por escuadrones com.o la de Hornos, por compaiiiae, corno la de Susbiela, por mitades — 122 — corno la de los cuerpos de infanteria. Si los Entrerianos no deser- tan es porque saben que tienen casa, familia i que para despues les aguarda la muerte, la mina i la deportacion de todos los suyos. Las consecuencias de la falta de Estado-Mayor fueron que con la defeccion de todos estos cuerpos, Rosas que estaba acan- tonado definitivamente en Palermo, avanzo basta Santos-Luga- res, i sus tropas prontas a abandanarlo se contuvieron i se aven- turó la batalia de Caseros en la esperanza de nuevas defecciones de que nos salvo por casualidad la sorpresa becha al Jeneral Pa- cbeco en los campos de Cabrai (1). Las consecuencias de la falta de Estado-Mayor fueron que despues de la batalia las tropas desbandadas saqiiearon los alre- dedores de Buenos-Aires i el 4 por la manana vencedores i ven- cidos principiarcn el saqueo de la ciudad, que se achacó a órden de Mandila i motivo la matanza de ladrones en las calles de Buenos- Aires. La consecuencia de la falta del Estado-Mayor fué el esterminio decretado de la Division Aquino, i las escenas borrorosas de Palermo que desbonraron el triunfo. Cuawtas victimas sacrifìcadas a la realizacion de un capricbo inaudito, inspirado por los zelos i la rabia de mando absoluto? Aquino i seis ofìciales. Cien individuos de su division aprebendidos i fusilados. Todos los muertos de una batalia, sin està circunstancia impo- sible- Puesto en peligro el éxito de la campaiia. Ciento i mas victimas del saqueo que • nada se liabia hecbo para precaver. Dos millones saqueados, segun consta de declaracion tomada judicialmente. Pero lo que el Jeneral no apreciaba es que los brasileros que venian con nosotros veian diariamente la impotencia i nulidad de nuestros ejércitos, a punto de tener que decir yo mucbas ve- ces al brigadier Marquez i a sus edecanes que no se hiciesen ilu- sion, pues que nuestros ejércitos, los que babian becbo siempre la gloria de nuestras armas, no eran esa turba iuculta de jinetes i (1) ^' Buetios- Aires, febrero 11 de 1852. "Mi querido amigo : un abrazo ya no soraos esclavos : la tirania mu- rió el 3 del presente en los campos de Caseros, a cuatro leguas de la ciu- dad : la batalia no ha sido sangrienta, pues los soldados de Rosas no han peleado, deseando corno nosotros la lìbertad i si no hubiese sido la de- feccion del Rejimiento del Desgraciado Aquino, no hubiese habido un solo tiro ( Carta particular a Chile)." — 123 -^ paisanos armados, que solo eran levantamientos en masa de po- blaciones indisciplinadas. LOS SALYAJES UNITARIOS. En la primera entrevista que tuve con el Jeneral en el Espini- llc me dijo que llamase a Rosas en el Boletin el salvaje unitario Hosas, todas las Veces que hubiera de nombrarlo. Se le puede probar me dijo que es salvaje, i unitario lo es por su gobierno. Està vez su fìsonomia presentaba senales de engano , i corno si quisiese con estas capciosidades sorprender mi buena fé. ^Qué liacer para evitar este absurdo? ^Cómo estar a cada momento suscitando una dificultad? Luego vi en los partes de los coman- dantes de avanzadas que todos traian estos tratamientos. En el Boletin nùmero 8 puse al pie Tmprenta del Ejército Grande (casa del salvaje unitario Santa- Co toma )f i en addante, comò consta de todos los Boletines, me abstuve de usar està d«nominacion, comprendiendo mui luego qiie habia en elio un sistema i un ob- jeto. Obsérvese que el Ministro de la Guerra de Buenos- Aires ^1 Coronel Escalada, en su proclama a las tropas de Buenos- Aires llamaba despues de la batalla a Rosas el malvado, el de- gollador, el salvaje unitario Juan Manuel Mosas, para confor- marse a las indicaciones del vencedor. jQué secreto liubo en està vuelta i recaida a sus antiguos ha- l^itos i odios del Jeneral? En Montevideo no pensaba asi, i mas tarde subministrarè de elio una prueba evidente* El cliasco dado a Pannerò partia de este principio? ^La fria recepcion que yo en- contré en el Diamante venia del mismo orijen? Una carta de un Coronel vino a mostrarme este hecho en toda su desnudez. Con motivo de la sublevacion de la division de Aquino, escribia des- de la vanguardia a un amigo suyo estas horribles palabras, ig- norando el triste fin de la victima. "Acabo de saber con el ma- yor piacer que se le ha sublevado su di vision al salvaje unitario Aquino i se lo llevan amarrado a Rosas. Luego vamos a ver- nos libres de toda està canalla, i pronto tendrà por alla a Ascasu- bi con una barra de grillos, i otros le seguiràn; pues el jeneral los trata a todos a la baqueta, etc." La verdad se arriesga en repetir estos hechos, pero mas seria aun, si afirmase que quince dias despues otro jefè de vanguardia decia, yo no les tengo ganasa los masorqueros, sino a estos pica- — 124 — ros, dirijiendo la vista bacia mi, que estaba a pocos pasos en mi tienda de campana. Los órganos de este espiritu pertenecian a la familia de los antiguos caudillejos,i bai ciuco personas que cono- cen estos detalles. El coronel Cbenaut babia venido desde el Brasìl a ofrecer al jeneral siis servicios,que le fiieron valiosisimos en la batalla de Ca* seros, i Cbenaut recalo al Rosario en busca de asistente i caballos, porque el jeneral le balna negado terminantemente una ì otra cosa. El corone! Pannerò, el ayudante Ortiz,el coronel Pacbeco, aunsin colocacion sufrian en el cuartel jeneral esas torturas de la indife- rancia, i de dicbaracbos soltados a designio delante de ellos. En fin en el momento de ponerse en movimiento la vanguardia, As- casubi i Pacbeco, babiéndose bajado del caballo a beber agua, recibieron órden demarchar a pie, lo que ejecutaron en presen- cia de todo el ejército. Yo permanecia en el Rosario reconcentràndome cada vez mas en mi mismo, i no frecuentando sino la relacion de hombres que eran mis amiooi intimos. En estas circunstancias lleo;ó don Be- nigno Villanueva de Mendoza, a quien presente a muchos jefes i le bice pasearse por los campamentos para que pudiese juzgar del poder irresistible de nuestras armas; pero debiendo regresar a Mendoza, i teniendo piena fé en la lealtad de su caràcter, me abri con él i le dije; aconneje a los bombres bonrados de Mendo- za, que traten de aprovecbarse del momento de desquicio que va a traer la calda de Rosas, i que se apoderen del gobierno los ciu- dadanos. No tienen tiempo que perder; sino el depotismo va a reorganizarse inmediatamente con los mismos bombres de Rosas. Encarguéle que escribiese a San- Juan lo mismo, no atreviéndo- me yo a bacerlo. No sé si bizo uso de mi consejo; pero él està alii para dar fé de elio. Otro tanto bice con un senor Martinez de Buenos- Aires que regresaba a Montevideo, previniéndole que guardase el mayor sijilo, sobre el espiritu que dominaba la poli- tica del jeneral, pero que al Dr. Alsinai a Lopez les instruyese menudamente de lo que sucedia, encargàndoles que si babia, co- mò se esperaba, un pronunciamiento en Buenos- Aires, volasen a organizarlo, para que no se desenvolviesen las fatales consecuen- ciasque yo preveia. Lopez alcanzó a contestarme i tratar de qui- méricas mis apreensiones. A si pues, todos los actos que despues del triunfo tomaron de sorpresa a los vencedores mismos, venian desde entónces preme- ditados. El Jeneral se persuadió que babia realmente unos hom- bres que se Uamaban unitarios^j i en la proclama del 23 de febrero — 125 — caiifi-caba de odiarlo el epiteto de salvaje unitario. Odiado por quien? Qué habia visto en su transito por Santa- Fé, i en la cam- pana de Buenos-Aires que lo confìrmase en sus prevenciones? El Rosario liabia sido sublevado por la influencia de comerciantea antiguos ofìciales de Lavalle, el entusiasmo pùblico se dividia en- tre él i otros queliabian llevado aquel nombre; San- Nicolas fué levantado, defendido por la misma influencia. Ultimamente ha- biendo Rosas prodigado estos vergonzosos epitetos a sus enemi- gos, corno todos habian concluido por serio, todos aceptaban el epiteto i se honraban de elio. Pero lo que bacia mas desastrosa està recaida en las necedades ridiculas i ya gastadas de Rosas, era que léjos de encontrar simpatias en el ejército,su5citaban una sorda indignacion entre los jefes i ofìciales que estaban al mando de las tropas, cuyos dos tercios eran entre jenerales i ofìciales su- periores, i aun varios jefes de su escolta bombres que tenian an^ tecedentes de que se bonraban, i en que persistian. En el Rosario presencié una cosa estrana, que aun en su de- formidad misma, mostraba la asociacion intima que la opinion bacia de las ideas nuevas con la causai la persona del Jeneral Urquiza. Habia recibido mil atenciones de un senor Aldao, jóven mui bien educado de Santa-Fé, i relacionado con la familia de Cullen. Hube de pagarle la visita, i al entrar en sus babitaciones presentóme a un jóven, hermano suyo, quien me dio la mano con muestras de la mas viva em^ocion, despues de lo cual volvió atras i se dirijió a una cama, se acostó de espaldas i cruzó los bra- zos. Su bermano me dijo con tristeza : es la catalépsis, i la emo- cion de baberlo visto a V. ha causado probablemente el ataque, pues tenia mucho deseo de conocerlo. Debo decir para justificar estos detalles que estaba ya mui habituado a este cumplido, pro- digado por todos en el Rosario, i aun mas addante tanto, que el Dr. Pujol decia una vez, interrogando aun bacendado: quiero ver si encuentro un vecino que no lo baya oido nombrar a V. El jóven enfermo se entregó luego a movimientos convulsivos i golpeando una mano en la otra bacia el signo de caer, £s Ro- sas que cae me decia su bermano. Ahora va V. a ver la serie de fenómenos que presenta està enfermedad singular. Abora no tie- ne conciencia de si mismo, i repite todo lo que oye. ^'Cómo estàs Fedro? — Como estàs Fedro respondia. — Pasa una carreta — Pa- sa una carreta. Hablàbanle en voz baja, i repetia las frases con la misma acentuacion; daban tres golpes en la mesa, i los repetia con la misma cadencia en la muralla. Un momento despues el senor Aldao me dijo : Abora espresa =— 126 — ^elmente todo lo que piensa interiormente. Lo qiie nos oculta ciiando tiene el uso completo de su razon. lo revela en este pe- riodo de la enfermedad, en que no es dueuo de si mismo. ^Pien- sas siempre ir con el ejército le preguiitó? — um! veo que esimpo- sible con està maldita enfermedad. Si me da a caballo, quién me favorece? — Por que te ha dado la catalepsis? — Es la primera vez que la tengo de piacer, e indico la causa; anadiendo cosa parecida a los vivas de la serenata de dias antes, con una emocion, €on detaìles delrol de cadauno de los dos individuos asociados «n su mente, que mostraban que era una idea an-aigada, clara i fija. No se que otra trasformacion se siguió, pues yo mismo estaba aturdido deverlos fenòmeno? estraordinarios de enfermedad de que en los libros se encuentran descripciones. El seiior Aldao se acercó a él i le levantó una pierna en el aire, i la pierna se que- dó ahi inmovil ; levantóle un brazo i sucedió lo mismo hasta que se los bajaron mas tarde. Al pedirfuego para encender elcigarro, anadió, lo ha tomado la catalepsis una vez, i ha parmanecido ho- Tas en la. postura de alargar el brazo, i al volver en si ha dicho^we- gOf para completar la frase, hagame el gusto de su, interrumpida ^n aquel momento. A poco se levantó de la cama, i el triste de- mostrador me dijo, se levanta con el uso de sus sentidos, excepto uno que està paralizado. Aveces no oje, aveces està ciego. Diri- jióse en efecto bacia una mesa, siguiólo uno de los circunstantes, i cuando vieron que iba a llevarsela por delante lo detuvieron, i lo trajeron de nuevo a la cama, en que volvió a acostarse sin re- sistencia i con sembiante plàcido i resignado. Estaba ciego. Yo me despedi a poco, i olvido si hubieron aun mas detaìles curiosos. Los momentos de ponerse el centro en marcha se acercaban. Yo habia empleado a los impresores en adiestrarse en el uso de escobillas para suplir la prensa que abandonàbamos por pesada, ilogrado por la distribucion del trabajo, imprimir diez ejempla- res por minuto, reló en mane, lo que una vez conseguilo hizo decir al que antes era prensista e' est à la mécanique, observacion que desarrugó el seiio de los demas, un poco enfadados por la tenacidad con que yo me habia propuesto disciplinarlos, ha- ciendo una verdadera tàctica de movimientos precisos i siempre iguales para obtener aquel resultado. Podia pues dar 600 ejem- plares porhorasinecesarjo fuere, i con 300 bastaba para hacer buenosmisasertos. Mis impresores eran una reunion curiosa de hombres. El entintador eraun jovan austriaco, desterrado de 1848, oficial de caballeria i que tocaba el piano i la guitarra admira- blemente : el proto era una alsaciano, mas bien empresario de im- — 127 — prenta que impresor, iDui lleno de prelonciones, a las que yo res- pondia impertiirbablemente con ofrecerle mandarlo a la preven- cion, A los diez dias de marcila mi division de cuatro hombres evoiiicionaba comò im rejimiento de linea; de dia armaba sus ca- jas en un minuto ; de noclie trabajaba con velas de esperma, i nunca hubo una bora de postergacion de un boletin,reimprimién- dose varios de los agotados. Quisieron que no, me procure una bermosa carreta paracar- gar con mis tipos i mis alemanes, la cual marchó siempre a la ca- beza del ejército/ con los carretones del Major Jeneral, que marcaban ellugar donde debia acampar el ejército. LA CAMPANA, Alsaber el jeneral la sublevacion de la division Aquino, con- testo con muclio acierto. que el unico remedio era acelerar los movimientos. La vanguardia babia partido del Espinillo coni- puesta de dos batallones de infanteria correntina, las divisiones Palavecino, Victoria, Lopez, Madrid, entrerianas, la del Co- ronel Virasoro de caballeria, la escolta, una Division de Buenos- Aires, al mando del coronelHornoSjSeis piezas deartilleria corren- tina i no recuerdo que otras fuerzas. Era en todo una masa impo- nente de cabaileria, apoyadaen sufìciente fuerza de infanteria pa- ra casos de resistencia. Ann en su numero comò en su composi- cion estaba en ìas reglas està distribucion, i la presencia del Jene- ral en Jefe la daba una faerza moral irresistible. Los Erasileros liabian beclio los mayores esfuerzos para obtener i obtuvieron el que un rejimiento de cabalieria suyo fiiese en la vanguardia, Fué un dia de fiesta en el campo brasilero, cuando se les comunico la noticia. El dia de la marcila de està formidable vanguardia ocurrió un suceso que debia repetirse tres o cuatro veces, en el discurso de la campana, i uno analogo aseguró al fin nuestro triunfo. La van- guardia santafecina que «staba «n numero de seiscientos a ocho- cientos bombres bacia el sur de los campamentos, no supo que ha- bia pasado por su costado el ejército de vanguardia, i al dia siguien- te mando pedir órdenes o dar avisos al Espinillo; cuidàndose poco de tener flanqueadores los santafecinos, corno la vanguar- dia, en sus costados, ni ninguno de esos destacamentos que 17 ^ 128 — eual teiitàculos estiende eii todas direccioiies un ejército regulaf para prolongar su esfera i ver i sentir a largas distancias. 14 DE ENERO. El centro empieza a moverse. El Mayor jeneral se pone en marcila con diez batallones de infanteria^ de Buenos- Aires, orien- tai i entreriana, las divisiones de caballeria Urdinarrain, entre- riana, Abalos correntina, i dos de Buenos -Aires, Susbiela i Bur- goa. La infanterìa marchaba en dos coìiimnas compuestas de los orientales la una, i de los arjentinos la otra. La caballeria marcilo siempre al esterior igualmente en columnas a derecha e izquierda No sé dónde en el mundo se liabria presentado pais mas aparen- te para la estratéjica marcila de los ejércìtos. En la Pampa pueden avanzar en batalla dias enteros, de manera que por gala mas que por prevision pudo marcliarse segun todas las reglas preserie tas por el aleman Becker, i seguidas, en cuanto es posible, por to- dos los ejércitos del mundo. Con ellas no hai sorpresa, desercion, estravio ni defoccion po- sibles. Los flancos quedan dominados, el frente esplorado, los obs- tàculos conocidos en tiempo, i donde quiera que se presenten, en el acto pueden acumularse fuerzas superiores para vencerlos. Nosotros marchàbamos en masa, sin una partida esploradora de diez hombres siquiera addante de la cabeza de las columnas, a distancia de quince cuadras. La marcha presento al principio dificultades de detalle comò era de esperarse; liabian otras que se habian inventado. Por ejemplo, a los batallones de Buenos- Aires se les habia heclio de- jar en el Diamante la mochila para alijerarlos. Rosas habia agran- dado el tamaiio de las mochilas a punto de hacer de ellas un verdadero tercio, comò habia alargado la lanza de media vara, i aumentado la capacidad de la canana para anadirle un paquete; porque estos bàrbaros presuntuosos a la par que ignorantes, es- tàn creyendo que este arte de la guerra que desde los tiempos de Jenofonte, Alejandro, Cesar, Federico i Napoleon se viene perfeccionando por el jenio i la ciencia, lo inventan ellos violan- do las reglas de la dinàmica, o los resultados de la esperiencia de siglos. Quitar las mochilas al soldado, es quitarle un contra- peso mecànico que opone al fusil que sin eso lo maltrata; pero no es esto lo peor, sino que indepen diente del desagrado de separar- se de su escasa propiedad, el soldado suple a la mochila hacien- de ataditos que lleva colgados a la cintura, en el hombro, en el fusil, porque al fin en alguna parte hadeUevar lo que encuentra^ — 129 — lo quele dan, sabiéudose qiie no hai ser mas rebiiscon, iiiasguar- doso que el soldado. Si enciientra en la raanana un paJo a su pa- so lo carga para el fuego del vivaque. El dia estaba nublado i adelantàndonos un poco podiamos gozar, cuando la esposicion del terreno era favorable, el imponen* te espectàculo de aquellas dos enormes culebras que marchaban paralelas, una negra por el equipo europeo de los orientales, la etra roja por los chiripas i camisetas que hacian el uniforme sal- vaje dado por Rosas i sus secuaces al ejército arjentino, i a lo lé- jos, de ambos lados, lìneas de caballeria a perderse de vista igual- mente rojas, desvaneciéndose, adulterandose con el miraje que en la Pampa inutiliza al anteojo a media legna de distancia. Como un rasgo caracteristico del pais recordaré que habiéndo- nos avanzado basta un rancho con el jeneral Virasoro, mostro deseo de almorzar, i las buenas jentes contestaron, prontito seiior, se le matarà una vaca, comò si se dijera se le matarà una gallina; i en efecto, creo que la vaca està viva todavia, i ya le habiamos comido un asado, tan pronta fué la operacion. El jeneral jefe del centro habia recibido un itinerario de su marcha en direccion a la Canada de Cabrai. Entre mis curio- sidades de campana traia yo la carta topogràfica de la provincia de Buenos- Aires, levantada por el departamento topogràfico i reproducida en Lóndres, donde la compre, por Arrowsmith, con cspresion i mensura de las estancias i los nombres de los pro- pietarioSji mui en el fondo de mis malas, otra de los alrededores de la ciudad, donde tenia la idea fija que habriamos de tener que bregar con cercas, callejuelas i quintas, para hacer entenderrazon a Rosas. Sacar la carta topogràfica en aquel Estado-Mayor com- puesto del jeneral Virasoro, un coronel Felix Gomez, tipo char- rua, i sin mas ni mas intermediarios treinta jóvenes correntinos que hablaban guarani, liabria sido esponerse a un coro universsl de ridiculo; porque fuera de bufonada, el idioma del Estado-Ma- yor era el guarani. El jeneral, su ministro, los edecanes, una es- colta de cadetes i los asistentes lo cortaban admirablemente, i no se hablaba castellano sino conmigo, i creo que con el coronel Go- mez, que pertenecia a otra raza. El itinerario era, pues, i lo fué basta Buenos -Aires verificado por el vaque^no que de la vanguardia se tomaba para dirijirnos. Tambien llevaba yo aguja de marcar, utilisima en aquel piélao-o sin lìmites de la Pampa. El primer dia marchamos en direccion a un àrbol que se divisaba a lo léjos, cosa que mas tarde me hizo notar el tiempo que perdiamos en la marcha por las desviaciones -130- I que del rainbo hacia la cabeza de las columnas por falta de obje- tos que sirviesen de direccion a nuestro frente, i no haber una avanzada con los vaqueanos adelànte para trazar el camino. Es- tas peqiieneces, no lo son ciiando se tiene en cnenta que marchan a pie veinte mil liombres, i ruedan cincuenta piezas de artilleria, 'i cien carretas; pues no sé si el lector ha comprcndido, lo que en. Europa nadie sospecharia de posible que marcliàbamos a campo abierto, sin caminos practicados. Asi se hizo toda la campana ; pues el pais no presenta obstàculo sèrio ninguno, ni éì hombre ha creado aquellos bellos tropiezos que sellaman cercas, alquerias, propiedad, casa, ciudad, camino. De cualquier punto del hori- zonte en cien leo^uas a la redonda, puede lleo^arse a Buenos- Aires por la linea recta. Cerca del Monte de Flores atravesamos en àngulo rècto el camino de las Provincias a San-lSicolas, ancho, tiaqueadoi vi- sible a larga distancia. El camino de San-Juan! la familia, el ho- gar domestico! si pudiera seguirlo al Este, en quince dias, me decia conmovido, llegaria a mi casa! Pero era preciso seguir al Sud, a abrìr la puerta de par en par, acogotando al porterò. Acampamos a poco, la noche sobrevino i saborée basta tarde el espectàculo nocturno de la Pampa, silenciosanoobstante sus quin- ce mil huéspedes, iluminada en mis alrededores por los fuegos ordenados de los vivaques, incandescente a lo ìéjos por el incen- dio que abrazaba a trechos el horizonte. Los olores de la Yejeta- cion silvestre humedecida por el rocfo, el gi-ito de algunos pàja- ros acuàticos, no sé qué armonias del silencio, aquella estension infinita, dan a la Pampa, contemplada de noche, cierta majestad solemne, que seduce, atrae, pone miedo i causa melancolia. El espectàculo era nuevo para mi, ì lo he gozado muchas veces sin saciarme, sin hacérseme vulgar, variado por accidentes que no valen nada, i que le daban, sin embargo, nuevo intercs i mayor encanto. Dia 15. Las marchas van tornando regularidad. Se dà la órden de pò nerse en movimiento a las cuatro de lamaiaana; de manera qu en addante, el Major Jeneral hace recojer su tienda., ensillar s caballo, monta i marcila. Nosotros que hemos hecho otro tant' lo seguimos: las cabezas de cclumna hacen lo mìsmo. No hai pues, lista, partes, órdenes, i todo va bien. Estedia se presentai] negociadores de Lopez de Cordova. Antes habian venido al Ro sario comunicaciones diciendo ala cii'cular del jeneral, que, ' — 131 — no, que estaban.de ncuerdo. Està vez el comisionado proponia, i se aceptó con gusto quo Lopez padre delegarla el Gobierno, en su hijo, jóven, decia, de luces i niui estimado en Cordova. Asi quedaba siempre el negocio en casa. El comisionado le dijo al jeneral Virasoro, francamente que traia encargo de observar la fuerza del ejército. El jeneral le dio un edecan para que re- corriese los campamentos, seguro de aterrarlo con aquella acu- muiacion de fuerzas, que daba vergiienza decir cuàntas eran en verdad. La cosa quedó convenida; i para no acordarme mas de es- tà ni dada de caudillejos ladrones, anticipare que por el Pergami- no o Rojas, el jeneral Virasoro me dijo que se habia tenido noti- eia qiip una fuerza de Cordova se movia bacia la frontera de Santa-Fé. De manera quesialgun quebranto sufriamos, tendria- mos al ilustrado Lopez a nuestra retaguardia para cerrarnos toda retirada. jEn los Cerrillos o sus inmediaciones conte veinte i dos cabaiias nc^serables, desparramadas en una legna cuadrada. ^Porque sus ^abitantes no se han reunido en un grupo para prestarse el auxi- Aìo de la asociacion, i bacer nacer las pequenas industrias que J mejoran la existencia? Estos seres miserables viven en el aisla- r miènto, i sin mas auxilios que los que cada familia puede propor- cionarse. Acerquéme a algunas de las casas, i por la inspeccion de los palos de algarrobos de las techumbres, la espesura del estiércol de los corrales, conjeturè que estas moradas liabian servido a tres o cuatro jeneraciones, que sebabian sucedido, legàndose un rancho, sin la adquisicion de un àrbol, de una muralla, de algun progreso! Este dia supe yo, positivamente, al ménos la insurreccion de San-Nicolas, por los partes que se enviaron para el Boletin. Los ciudadanosde San-Nicolas habian seguido el ejemplo del Rosa- rio, i atacados por las tropas de Rosas defendìdose desde las azo- teas, rechazàndolas Abdon Raderai 1 herido dos veces, desde un eanton que defendia. Del Boletin 17 consta que bacia ocbo dias que San-Nicolas estaba con nosotros. ^Por que no lo sabfamos en el ejército a quince leguas de aquelìa ciudad? Yo oi despues palabras que mostraban desagrado de estas revoluciones en nues- tro favor en Buenos- Aires; se me dio óvàen à.e ^ouev prislone- ros^ en lugar de pasados al dar (flienta de los hombres que se presentaban a las avanzadas, i en cuanto a incorporar estos pai- Banos armados por Rosas en el ejército, se me dijo una vez (no por Urquiza) que se les quiten las armas i se vayan a sus casas, no los necesitamos para nada. Otra vez oì. '^Cuando hayamos — 132 — liecho en Buenos- Aires lo que queremos, entónces veremos qué hacen." Asi pues, en està cruzada con tra la tirania de Rosas, he- cha en nombre de la libertad, i encabezada por los antiguos salé- litesdel tirano, habia otro enemi^o mas que ellos venian, los al- deanos! a ajari'era el pueblo de Buenos- Aires. El jeneral Viraso- ro, el jeneral Urquiza, ilos que pensaban por su inspiracion sos- tenian que resistiria , que habria una gran batalla muclio àntes de llegara Buenos-Aires. Yo guiado por el estudio de la disposi- cion de los ànimos, i los liechos basta entónces conocidos, sostenia lo contrario. Si se liabian pasado a Rosas los soldados del frjército de Oribe, era porque esos liabian salido de Buenos- Aires en 1836, en el auje del poder de Rosas, cuyo nombre se habia conservado comò un mito. Los jefes que quedaron en Montevideo se le reunieron por està misma ilusion, i su desencanto no prin- cipio sino cuando vinieron a Buenos-Aires i tocaron la caduci- dad de aquel poder agoni zante. Los que liabian permanecido bajo su presion inmediata quince anos, sufriendo estorsiones , es- poliaciones i violencias, i era la poblacion en masa, las campanas corno las ciudades, esos nos esperaban corno a salvadores. AnteS de pasar el Paranà, la divisiones de Gonzalez i Santa-Coloma se nos pasaron en parte, i desde entónces basta que la noticia de la sublevacion de la division Aquino fué a llevar el desconcierto i el abatimiento a las poblaciones, todos los dias se nos presenta- ban jefes, i tropa a incorporarse. Cuando dejaron, pues, de ha- ber pasados, me decian '^no ve : Y. que decia, que se nos iban a pasar todos." Sin embargo, lo que liabia presenciado en el Rosario, lo que sucedia en San-Nicolasi lo callaban, me bacia comprender la profundidad de la revolucion que se estaba obrando ; rebabilita- cion de las clases acomodadas, resueltas en addante a hacerse res- petar por quien quUra que fuese, i defender sus dereclios para no caer bajo una nueva tirania. Està conviccion i està esperanza las espuse en los Boletines 14, 16 i 18, de que inserto algunos es- tractos. *'E1 dedo de Dios està visible i la maldicion de los pueblos abruma al tirano sangriento. Las llamaradas de los cardales in- cendiados por Rosas para detener nuestras marclias, apàganlas torrentes de lluvias del Cielo, cada vez que la conflagracion si- niestra ilumina el liorizonte, i de entre sus cenizas los campos re- verdecen bajo la pianta de nuestros caballos. Las poblaciones de la campana son nuestros guias, i nuestros escuchas, i del domicilio del tirano nos viene por lioras la revelacion de sus mas secreto? -^ Ì33 — tlesignìos. Sus soldados son nuestros soldados, i siisjefes crìmi- naies, sordos al grito de su conciencia, insensibles al clamor de la opinion de los piieblos, tienen asestados sus canones, no bacia nosoti'os, sino contra sus propios batallones. ''Sesenta milliombi'es entraran en pacifico triunfo con el Ejér- cito Grande por las calles de Buenos-Aires, i cada habitante de la provincia, reuniéndose anuestras fìlas, asistirà gloriosamente a la caida del tirano. Asi la liumillacion de tantos aiios de escàndalos i de esclavitud solo liabra servido para dar mas brillo a la reliabilitacion en la historia, i a la resuiTcccion de los puebìos Arjentinos. Rosas, eì terror de medio mundo ayer! i boi, solo, abandonado de todos, desaparecerà comò Neron, su tipo, sin tener corno este un esciavo fiel que le ayude a matarse." Arroyo del Medio, enero 16 de 1852. ^'^Dónde estàn las lejiones que el tirano liabia reunido para mantener el espantoso poder que ha usurpado? Nuestras huestes recorren el Norte de la Provincia de Buenos-Aires, divisando solo polvaredas de los que huyen arrastrando familias : Nuestra ca- balleria se ha remontado ya en las caballadas que hace diez aiios hace apacentar Rosas : Hoi hace ocho dias a que los ciudadanos de San-Nicolas dieron el grito de libertad, rechazando, por un fuego nutrido desde las azoteas, a los esclavos de Rosas que in- tentaban someterlos de nuevo al yugo : mil quinientos soldados al mando de Lagos i Cortinas, se hàn disipado comò el humo, a la vista de cuatro escuadrones de los esploradores Santafecinos, apo- yados en uno solo del Ej^rcito Grande. "El Coronel Virasoro ha entrado en San-Nicolas a establecer sus fuerzas de infanteria, i nuestra estrema vanguardia dominaun frente de mas de veinte leguas. "Asi pues los primeros tiros disparados en dos provincias que el Ejército Grande Libertador ha atravesado, han partido de las poblaciones que se alzan contra sus antiguos opresores, o de nues- tras avanzadas sobre cuerpos de ejército que huyen despavoridos, para no volver a presentarse mas. Canada de la Ravona^ enero 7 de 1852, "La gloria denuestras armas no consiste en vencer. Las fuer- zas del tirano han vencido otras veces a las poblaciones armadas. La verdadera gloiia del Ejército Grande es merecer el nombre de Libertador. Los pueblos que sacuden el yugo por su propio esfuerzo, los soldados del tirano que se reunen a los nuestros, las — 134 — provincias qiie se coumueven de esperanza i de fé en el porvenir feliz que las agnarda, he aqui el triimfo de la opinion, qiie es la gloria del Jeneral Urquiza. ^^Losvalientes Capitanos D. Fedro Lopez i D. Hipólito Paez i Pavon defendiendo a San-lVicolas con las fuerzas que ajer sos- tenian al tirano, el benemerito ciiidadano D. xlbdon Eademil, herido dos veces, en su empeno de defender el canton puesto a su guarda, las autoridades todas de San- Nicolas, i sus denonados vecìnos son la espresion enérjica de esa opinion, la confusion eterna del tirano i sus secuaces, i la invencible vanguardia que prepara su camino al Grande Ejército." Dia 16. Se imprimen los Boletines 16 i 17 que dan cuenta de Ics aconte- cimientos de San-Nicolas. Piden de la vanguardia Boletines pa- ra mandar a las provincias. Acampamos a las diez de la maiiana en el arroyo Pavon donde nos alcanza la artillerìa a las órdenes del Coronel Piran, i los brasileros toman su colocacion a la h-^ quierda de las dos columnas formadas por las infanterias arjen- tina i orientai. Desde el arroyo Pavon el ejército debia tomar la direccion del Pergamino, es decir al Sud. Està disposicion nos bacia descri- bir un arco cuya cuerda era la direccion recta a Buenos- Aires, i separarnos de la costa en que venian los buques de guerra. Es- tà desviacion tenia sus desventajas ; pero era impuesta por con-. diciones de localidad inevitables. Todo el pais intermediario entre S-an-Nicolas i Buenos- Aires està cubierto detrébol, que en Enero està agotado f> inùtil para el alimento de los caballos. Las aguas escasean iguai mente por està parte. Loscanales del Rio próximo a la costa no ^dmiten buques de mayor calado, de manera que tenian ya que alejarse. Buscando la direccion del Pergamino se cortaban los caminos del interior, i podia tomarse una zona de campos pastosos i salpi cados de lagunas para Piegar a Buenos- Ai- res casi por ei Oeste. Todo este pian de campaiia era visible, con sus ventajas a la simple inspeccion del mapa.. Dja 17 Arroyo del Medio. Este dia tocamos en la frontera de la Provincia de Buenos- Ai- res que designa el nombre del pequeno arroyo que le sirve de li- mite. El campo que liabiamos atravesado desde la Punta de la — 135 — Canada de Cabrai basta el Arroyo del Medio està cubierto, comò Una tupida e impenetrable alfombra de los pastos mas esquisitos, predominando la cola de zorro, la cebadilla, sin mezcla de nin- guna malezainutil. Pudiera segarsele por leguas ciiadradas co- mò el heno en Europa i emparvarlo para el invierno. Los prados a]-tìiiciales no producirian mas. Los ganados del Norte de Bue- nos-Aires los traen a estos campos para fortalecerlos i preparar-^ los a la marcha bacia las provincias. La costa del rio està a diez leguas, i estos pastales esquisitos llegan basta la barranca. Està tierra privilejiada dotada por la naturaleza de productos iguales a los que el trabajo del liombre obtendria solo por una labor incesante, està despoblada i lo ba estado siempre. No bai una so- la casa, no hai en està vasta esten sion una sola cabeza de ganado. Los gamos son los poseedores de està parte del territorio aijenti- no. A. cada paso que da, el caballo espanta una perdiz, i està dia tuve a mi mesa seis de la clase ordinaria i una martineta, que por el tamano i la delicadeza es mui su})erior a las gallinas. ^•Porqué, pues, està despoblacion? Desde luego las guerras de frontera entre Lopez de Santa- Fé i Buenos- Aires, que asola- ron el pais durante veinte aiios. Despues la imperfeccion de nuestros sistemas rurales. Una buena estancia es aqueila que tiene pastos naturales esquisitos i una laguna en medio. Si no bai una laguna, el propietario se contenta con un arroyo de agua corriente. Puéblase de ganado, i una fortuna està becba en pocos anos. Si no bai pasto ni aguadas, la tierra està por demas i es un embarazo ; i aun babiendo pastos, comò los que he indicado, el desierto subsiste por siempre. ^Qué seria este pais, comò tantos otros, que he atravesado a àmbas màrjenes de los rios, caramente vendido por lotes de diez cuadras a familias de emigrantes, con los rios a un paso, con aquellos pastos que son un caudal, con diez vacas i cien ovejas cada familia, con una noria para estraef el agua que està a solo una vara i nunca a mas de diez de la su-^ perficie de la tier ra Miéntras bacia esta.s reflexiones llega el correo de Santa-Fe trayendo comunicaciones del Paraguai. El Paraguai no entra en la liga centra Rosas. A buen tiempo! Por qué?Porque el Pre- sidente Lopez, tiene àntcs que responder a una nota de Corricn- tes en que hai tres o cuati'O palabras segun él mal sonantes, i so- bre cada una de ellas bace binca-pié, i las ahoga en cuatro pliegos de comentaiios, de suposiciones, de argucias, i de réplicas punzan- tes, defendiendo el honor del Paraguai comprometido en ellas,, yìno directa al raénos iLdirectamente. Tiatàbase de esto siniple-» 18 — i36 -^ mente. El Paraguai mandò su aquiescencia por medio de un en-- YÌado ad hoc al primer tratado celebrado entre el Brasil, Monte- video i el jenerel Urquiza para ìa invasion del Estado Orientai. El enviado llegò cuando el Estado Orientai estaba ocupado. En- tónces el Gobiei'no de Corrientes le indicò que seria un poco deslucido firmar un tratado despues de consumado el fin para que se pactó, invitandole a autorizar a su enviado para entrar corno parte contratante en el nuevo para derrocar a Rosas. Sobre aquel un poco deslucido, se liabia ejercìtado la bilis patriótìca del senor Presidente. El Paraguai quedar deslucido! i sobre es- te topico seguian cuatro pliegos de los razonaraicntos mas sérios que pueden imajinarse. Dia 18. Pasa el ejército el Rubicon. Hénos aqui en la campana de Buenos- Aires. El coronel Eclienagusia viene a verme i me describe la e/no- cion de los soldados del antiguo ejército de Rosas al emprender la marcila, entrar en su provincia i ver ondear al centro de sus ba- tallones la bandera aznl celeste nacional que se les liabia dado ese dia, en lugar de la azul negro con letreros de Rosas. Dijome con dolor que muclios oficiales no conocian el pabellon nacional educados en la guerra civil, i escuchando con sorpresa i emocion las tradiciones ^loriosas del pabellon arjentino que ese dia reco- nocian conio el suyo. El coronel concluyó pi di én dome que pu- blicase el acto del despliegue de banderas de todos los cuerpos de ejército, i aquellos detalles que me subministraba. El coronel Basabilbazo del Entre-Rios habia subministrado las banderas. Al dia siguiente circuló en el ejército el Boletin siguiente: Campamento Jeneral en ìnarcha, Pergamino, enero 19 de 1852. *^E1 Ejército Grande habia acampado anoclie a la orlila del Arroyo del Medio, lìmite de la Provincia de Buenos-Aires liàcia el Norte. Los diversos cuerpos de Ejército desplegaron sus bande- ras respectivas; flotando las provinciales de Entre-Rios, Corrien- tes i Santa-Fe entre las nacionales Arjentinas, Orientales i Bra- sileras. Los antiguos veteran)s de los batallones Buenos- Aires, San-Martin, Coustitucion i Federacion llamados por Rosas Me- òajados, Patricios, Libertad, Independencia veian por la primera vez, despues de doce anos, la patria de donde salieron jóvenes i a la que vuelven cargados de anos, llenos de cicatrices i agobiados por las fatigas, A este lado del Arroyo del Medio estàn sus fa- — 137 — tnìlias, sus liogares i los lugares que los vieron nacer. Los solda-* dos, al recojer los cardos secos pai'a alimentare! fnego del vivaque^ èsclamaban con voces eonmovidas, i estrecliando los haces con- tra sus duros peclios: "Esto es ya de nuestra patria : pronto vere- mos nuestras familias." Està manana al asomar entrelos pasto» de la Pampa, el disco rojizo i jigantesco del sol de Mayo, los ba- tallones de Buenos- Aires enarbolaron la bandera azul celeste i bianco, en medio de los vivas mas entusiàsticos, i entre las pa- trióticas armonias de la cancion nacional. El pabellon azul celes- te, que anunció al mundo la existencia de una nueva nacion: El pabellon azul celeste que sancionó el Soberano Congreso de Tu- cuman,iosó adulterar el tirano de Buenos- Aires para liacer olvi- dar las glorias i lalibertad de la Repùblica; ese pabellon que fla- meó sobre los Andes i contemplo el Cliimborazo en Riobamba, vuelve boi a Buenos- Aires, sostenido por sus bijos, que ^ienen a pedir cuenta al tirano de esa patria que le encomendaron pros- pera i libre i la encuentran boi miserable, envilecida i esclaviza- da. Vienen a pedirle cuenta en alianza con los Ejércitos de las Provincias, del Uruguai i del Brasil, de los pactos celebrados i escandalosamente violados por él; de la sangre derramada inu- tilmente, i de las complicaciones i guerras estériles en que ha en- vuelto la Confederacion, con detrimento de las fortunas particu- lares, el progreso jeneral i la tranquilidad interior, que sus des- manes, arbitrariedades i violencias han impedido consolidar en veinteaiios. La bandera que dio libertad, a tres Repiiblicas Ame- ricanas, llega a tierapo de poner su veto, a la coronacion de un rei absoluto en la tierra de los libres, o lo que sera nuestro oprobio eterno, de una reina de farsa, en la liija de un tirano. **Algunas jornadasmas, i el suelo sagrado de la patria sera purgado de la presencia del tirano que solo ha logrado celebridad a fuerza de espantar al mundo con sus atrocidades, i humillar a los arjentinos con sus tropelias. Pero los pueblos se alzan rejene- rados a lasmàjicas palabras de libertad, leyes, constitucion, segu- ridad i paz interior i esterior ; protéjelos la invencible espada del jeneral Urquiza, i apóyanlos treinta mil valientes, la justicia i la venganza del Cielo. '^ No sé si en el cuartel jeneral hubo alguna critica sobre el asunto i las ideas deeste Boletiriy que, comò he dicho, me fué su- jerido i pedido porlos jefes del ejército. Aprovecharé, sin embar- go , la ocasion para precisar las ideas a este respecto. Rosas tu- vo un rencor mortai al color celeste de nuestra bandera , que adoptaron los unitarios, con Lavalle en 1828, en oposicion al — 138 — color rojo que Artigas introdujo en la bandera arjentìna en una banda diagonal. En el Boletin de ks Leyes Patrias se rejistra un decreto del Congreso de 1818 que dice el color azul ; pero tengo a la vista el Redactor del Congreso de Tucuman, orijinal i ea las sesiones se rejistra està acta. Deòreto del Soberano Congreso de Tucuman. Sesion del dia 25 d e julio de 1816. Elevadaslas Provincias Unidas en Sud- America al rango de una nacion, despiies de la declaracion solemne de la Independen- cia, sera su peculiar distintivo la bandera celeste i bianco de que se ha usado basta el presente, i se usarà esclusivamente en los ejércitos, buques i fortalezas, en clase de bandera menor, interin, decretada al termino de las presente» discusiones, la forma de go^ bierno mas conveniente al territorio, se fijen conforme a ella los jeroglificos de la bandera nacional mayor. Comunìquese a quie- nes corresponda para su publicacion. — Francisco Narciso La- prida, Diputado Presidente. — Juan José Pazo, Diputado Secre- tano. La costumbre, pues, està en nuesti-a tradicion, i si faltaran otros medios de verificarla, bastarla reunir un consejo deantiguosjene- rales de la Repùblica e interrogar a Chile, el Perù i Bolivia pa- ra fìjar està cuestion importante. Pero tenemos un padron por fortuna que nos aborra tantas dilijencias; a saber la banda real. de los Reyes católicos de Espana, insignia de la soberania cas- tellana, i que fué la que tuvieron la sublime audacia de adoptar corno bandera nuestros ejércitos revolucionarios en 1810, en que la j unta Gubernativa se instalo en nombre de Fernando VII, no querieiido reconocer la autoridad de las juntas espano'as. E^ta banda se compone de dos listas celestes claras i una bianca. To- do lo demas que se ha dicho sobre el orijen de nuestros colores nacionales fs puro mito: el lieclio pràctico es aquel, i si alguna vez se altera nuestra bandera no hai mas que ir a retocarla en su lìoble orijen, la soberania popular representada por una bandera, copiando la soberania real representada por una banda. Hai en. està version hecho históricó, verdad lójica, i propiedad que nos envidiarian muchas naciones. El ejército, pues, es el depositario de aquclla gloriosa tradicion, i aun hai documentos que pueden acreditarla. En el Monetario de Vosgien, publicado en Fran-' cia^ en 1825, la bandera i la cucarda rjentina estan pintadas co"n colores celestes, a difereucia del azul que predomina en todos los — 139 — ohos pabel'ones. Mas adelante veremos la importancia i oportU- nidad de estas indicaciones. Dia 19. Empieza a animarse eì paisaje con grupos de arboles negros aqui i al li en el horizonte, decorando una casa de azotea que por su blandirà contrasta graciosamente con el ocre verdoso de la Pampa, el macizo de vejetacion, i el azul del cielo. Lléganos la noticia de la derrota de Arnol, jefe de Ecliagùe, que se retiraba a Buenos- Aires con los restos de la division de Santa-Coloma desde Santa-Fé. Ya liabiamos tenido àntes la derrota de Corti- nas cerca de San-Nicolas. Pero estas derrotas i muchas otras que ocurrieron despues eran sin combate. El enemigo vela acer- carse nuestras divisiones de avanzada, i fugaba. La derrota de Arnol tenia ademas un caràcter peculiar a està campana. La vispera liabia dormido la Division del jeneral Lopez nuestra, al lado de la de Arnol, ambas fuertes de ochocientos hombres i no se liabian sentido la una a la otra, no obstante estar acampadas a una legna. Es mui enganadora la Pampa; pero tenia a quien engaiiar està vez. La corrida se emprendió al alba, i el jeneral Lo- pez mostro sagacidad i valor. Dia 20. Pergamino. El veinte Uegamos al Pergamino, a donde tuve que entrar a preparar una carpa para laimprenta. Este es un villorrio mise- rable, desalinado cual no habia visto ninguno basta entónces, camino de las Provincias a Buenos- Aires. Los cercos de las ca- sas i solares de cactus , forman un valladar impenetrable. Te- da la poblacion varonil habia sido forzada a retirarse inclusos los comerciantes, excepto los estranjeros, espanoles, franceses, vascos i portugueses, todos en corto numero. Està vez se me presentala por la primera vez el lieclio que veia desde Chile claro, las garantias civiles existiendo en la Repiiblica Arjentina para los eUranjeros, al mismo tiempo que a los titulados nacio- nales, se les esquilma, mata, i arrea cual ganado en las guerras de los naturales. Como en el Entre-Rios no habia quedado un va- ron sino era vasco o carcaman, asi en el Pergamino no habian sino franceses o espanoles con quien entenderse. A un vasco co- merciante compre las telas de que habia menester, un frances me labro los palos para armar el toldo , i mui bien les supo el dinerillo que no esperaban tocar de mano de jente armada. — 140 — Habiapavor, i el diieiio de casa me pregimtaba con inquietud qué jente traiamos, liasta que lo luibe remontado un poco i oso manifestarseme. Por alli liabia pasado bacia diez dias el escua- dron de Hornos, i mas tarde Gainza, Robledo (Pillico) con los caballos i despojos de Aquino. Estas apariciones siniestras, ha- bian heclio caérseles el alma a los piés a todos, i nadie hablaba conmigo, sino con una prudente reserva'. A poco se presentaron tres jóvenes del Pergamino que se ha- bian escapado de las fuerzas que iban reconcentràndose ' para Buenos- Aires , i los mandé a sus casas. Mas tarde se me apare - ciò un viejo de setenta anos , bianca la cabeza i cerrada de Ga- bello corno un faldero, i corno un faldero tenia los ojos de lacri- mosos. Contare la escena por lo comica , i para mostrar el dis- parate de Rosas en las reclamaciones a s,on de tambor mandadas a Cliile contra mi. — De qué Sarmientos es V. seiior? — De los de San- Juan, senor — Si; pero de cuàl de ellos? Yo conozco a To- mas, a José, i muclios otros que ya lian de haber muerto — Soi hijo de don Clemente — Clemente ! Clemente, uno alto, que te- nia unaquemadura en la frente? Hace muchos aiios que no viaja para Buenos- Aires — Ha muerto — Pobre Clemente! — I (acer- cando la siila i echando una mirada en torno) que es del otro, ha- ciendo senas para el lado del Oeste — Cuàl otro senor? — (acercan- do la siila, i marcando laspalabras). El de Cliile! — Soi yo, seiior, — meneando la cabeza en senal de no haber sido eomprendido i acercando la siila — El que escribe! — Bien senor, soiyo! — Su pa- ciencia se agotaba , acercó mas la siila i me lanzó en el oido la bruta parola , el que ataca a Rosas! — Tampoco pude contener- me de reirme , esplicandole menudamente el caso , comò liabia venido , etc. — Entónces el anciano empezó a retirar su asiento i mirarme conternura; pero creo que con ménos interes; le su- cedia lo que a Galan? era yo un pobre diablo! En la tarde se movió el campo i tuve que alcanzarlo desde el Pergamino donde yo habia quedado. Està vez el incendio de los cardales, que portodo el liorizonte nos precedia, sucedió al ejército, i tuve ocasion de pasar un minuto al ménos entre las llamaradas de uno i otro lado del camino. Rosas bacia quemar los campos para desemboscar los desertores que se escondian por millares entre los cardos i caballos que ocultaban los propieta- rios. El calorera sufocante , i las bocanadasdo humo venianpor momentos a cegarme. El ejército acampó en la Florida, estancia que fué de los Ro- jos, boi del jeneral Mancilla. Dos o tres paraisos sombreaban 1 — Ì41 — la casa compuesta de dos liabitaciones. jQué barbarie en la eri- pJotacion de la propiedad rural! Sin exajeracion ninguna la cam- pana de Buenos-Aires es el pais mas atrasado de la tierra, si no se le compara con las otras provincias pastoras. Los caballos de todo el ejército durmieron està noclie sin ce- nar, porque no habia una mata de pasto en los alfededores de las casas. Dia 21. Apénas se iniciò la' marcba, entramos en un campo pastoso, que desde veinte cuadras de las casas se estiende basta el Arroyo Dulce. Por qué pasaron tan mala noclie los caballos? Porque no habia Estado-Mayor que se adelantase a hacer la vista de ojo para disponer el campo, ni una descubierta que presidiese de vein- te cuadras las cabezas de las columnas. Este hecho se repitió tres o cuatro veces en el discurso de la campana i veniamos pésima- mente de caballos. A las siete de la manana paramos a bajar un rato los freuos, i a poco llegamos al Arroyo Dulce, en los campos que en la carta topogràfica estàn marcados con los nombres de D. JuanCanoiD. Miguel Echegarai. Dia 22. Marcba el ejército basta la Salada, liaciendo una jornada con- tinua de siete horas por entre los cardales. En el camino nos salió al encuentro el jefe del Detall de la Di vision Lopez de la van- guardia, que se habia quedado atràs por no haber sentido pasar a, su lado al jeneral Urquiza con el resto de las divisiones. Siem- pre las violaciones gratuitas de las reglas mas vulgares de la es- tratejia. Afortunadamente que teniamos que habérnosla con mi- litares de la misma escuela. En la Salada el jeneral Yirasoro i Galan desean consultar mi carta para averiguar la distancia del Salto, donde se decia estar Lagos ; pero las marchas siguen arre- glàndose segun el baqueano. Este dia tengo una pierna de gamo a la mesa i tres perdices. Yo afecto en el recìnto de mi tienda un epicureismo refinado. Dia 23. Acampamos diez cuadras al Sud-Oeste de las casas de la Es- tancia de D. Luis Dorrego. Sàbese que la vanguarUa està a me- dia jornada. Diceseme que la Division Madrid està de avanzada, i mando a Paunero la Petite Guerre de Becker para que estan- do dueiio de sus actos, organize la vanguardia de la vanguardie — U2 — de manera de ponerse a Cubierto delos accidentes, que veia surjir a cada momento, tanto mas peligrosos cuanto mas nos acercaba- IQOS al enemigo. Desgraciadamente al avance de la division Ma- drid era él mismo un simple accidente. Córrense rumores de pro- ximidad del enemigo, que salieron falsos. Dia 24. Cunada de los Toros. Favorecidos por un dia nublado llegamos a las diez a la Cana- da de los Toros. La misma niebla habia contribuido a desorientar a los baqueanos de la vanguardia i se dirijen al Sud, teniendo qtie describir un rodeo para buscar las Lagunas del Juncal Gran- de. Una dcscubierta sorprende dos escuadrones enemigos i les to- ma ochenta caballos, doce monturas, balijas i armas. I va de sor- presasi Toda la campana se reduce a esto ; de repente, ahi estàn, o se les escapan de entre las patas de los caballos, corno las per- dices que anidan en el pasto. Siipose que en un rancho vecino se encontraban dos heridos. Un aleman se suicidò ese dia, cansado «in duda de las fatigas de aquellas marchas tan pesadas. La de la Salada fiié horrible. No dando un momento de reposo a los infantes cada tres cuartos de horas, los batallones se desbanda - ban, abrasados de sed, fulminados por el sol, sufocados por el polvo, i sangrando los pies, desgarrados por las espinas. Habiase recibido órden del jeneral en ,) efede avanzar en la tarde basta las lagunas del Juncal Grande. La carta daba tres leguas largas i el campo no se movia a las tres i media. Yo me acerqué al Major Jeneral, i le previne lo que habia notado. — El biqueano dice que hai legna i media. — Yo no insisti sabiendo lo que era la autori- dad del baqueano, i el dcscrédito de una carta topogràfica, que habia costado diez aiios de trabajos i de verifìcaciones. La marcila principio tarde, el sol declino en el horizonte, «1 crepùsculo se disipó, i el ejército se hallo marchando en las tinieblas. Los baqueanos se adelantaron a acercar con los deseos ias inencontrables lagunas, i la noche avanzaba en tanto i no habia esperanza de dar con ellas ; i carretas i trenes de artillerìa rechi- naban abriéndose paso por pajonales, i campo abierto. Nosotros llegamos a la laguna a las nueve de la noche ; pero aun a las once se oia todavia el chirrido de las carretas, los gritos de los rezagados preguntando por sus batallones. El enemigo habia que- mado el pasto en torno de las lagunas i toda la caballeria paso sin cenar. Era sublime aquella noche por el desórden i confusion de un fvjército, apifiado en torno de una laguna, en que se metian — 143 — ios soldados i los caballos a apagar ìa sed : el suelo estaba negro corno luto con los restos del pasado incendio, i las gabiotas asus- tudas, volando en masas de millones hacian retemblar la tierra corno si se desploniara una montana, i por lo pronto tenernos de pie a nosotros, temiendo fuese cfìsparada de caballos, i toda està escena nocturna aìumbrada a lo léjos por el fuego del incendio eterno de la Pampa, que nos venia precediendo, comò aqueila co- lumna ignea que dirijia las marchas de los hebreos en el desierto. Yo no arme mi tienda està noche estendiendo mi cama de cam- pana deba;jo de una carreta, temeroso de ser cortado en dos en al- gun enredo de caballos. Los pajaros volvieron a espan tarso a la media noche ; todo el mando se puso instintivamente de pie ; i lo que se temia sucedió al fin. Hubo una disparada de caballos en la division Abalos. Nada hai mas aterra ite que este desórden tan frecuente en nuestros campamentos. Al dia siguiente hubo otra en que mi tienda fué cojida entro los lazos, i mis caballos arras- trados en el torbellino que venia de un campamento contiguo. Dia 25. Las Lagunas del Juncal Grande. Por la maiaana del dia siguiente se cambio el campo a pocas cuadras, i alli hubimos de pasar el dia en dar de corner a las ca- balladas. Desde aquelia noche triste, la carta topogràfica empe- zó a merecer mas respetos, i en addante su dueiio fué consultado en materia de distancias, comò cualquiera otro baqueano. Asi pasamos todo el dia 25. Dia 26. La Laguna de las Toscas o del Gaio. La estenuacion de los caballos se hace sentir por todas partes^ El jeneral en jefe empleaba activamente la vanguardia en reco- jer yeguas chiicaras i potros, que nos dejaba en corrales para remontar la caballeria. Uno de los espectàculos mas novedosos que se ofrecian a la vista era el de una division entera, monta- da en potros indómitos, i aquella doma de mil quinientos caballos, cayendo, levantando, haciendo piruetas en el aire o lanzàndose a escape por los campos, basta que a la vuelta de dos horas de lu- cha los brutos vencidos, ìa division recobraba su órden de mar- cha cual si fuera montada en caballos domesticados. El paisano corrcntino o entreriano, nadando o domando, esun prodijio de re- sistencia, de osadia i de fuerza. Sucedia, empero, en ladistribucion de los caballos lo que en todas ìas cosas por falta de organizacion 19 — 144 — 1 de metodo. EI jiiiete es insacìable de eaballos, ilos jeies Je urtrt^ divisiones mas albrtimados que otros estaban remontados con pra- fusion, miéntras otros careciaii de lo indispensable. Los brasileros sufrian mas que nadie, i el Brigadier Marquez mandaba reclamos dia a dia avisando la deplorable situacion en que venia; fal- to de caballos para la artillerìa i lo mas urjente. Ultimamente su edecan vino de su parte a verme, i me encargó a su nombre formulase una protesta, diciendo que solo pedia ciento treinta caballos; que sus oficiales marcharian a pie, que él marcharia a pie; pero que no podia ver los sufrimientos de los injenieros europeos de las baterias de fuegos a la eongrève; que la artille- rìa venia a pie, i que no pndiendo comprar caballos, comò lo ha- bia hecho en el Rosario, reclamaba comò un deber, corno una atencion i una deudase le diesen los caballos que pedia. El Ma- riscal me bacia decir que deploraba el no poder venir a verme, por consideraciones de posicion de que no le era permitido pres- cindir. Habia en esto verdadera escasez de caballos, ce mo he dicho àntes , desòrden en la distribucion , que estaba a merced de la dilijencia de cada jefe; pero habia ademas mala voluntad, leso desprecio del paisano elevado a un alto rango, por el estranjero i sobretodo por el brasilero. Yo oiaen torno de mi reir de las que- jas de los brasileros i remedar su idioma al esponeilas. Porotra parte yo me habia propuesto un pian de conducta de que no me desvié durante toda la campana , i era no apartarme un minuto del lugar donde estaba el Mayor Jeneral, a fin de evitar inter- ' pretaciones desfavorables. Al dia siguiente , sin embargo , comò se acercase por acci- dente del terreno la cabeza de columna brasilera a la nuestra, me acerqué al Mariscal, quien a poco se esplayó conmigo, ime espu- so en los términos mas sentidos la situacion de su cuetpo de ejército, en lo que no dependia de sus propios recursos. Para nosotros, me decia, està guerra tenia objeto mas alto que echar portierra a Rosas. Una de las calamidades de que somos vieti- mas arjentinos i brasileros, son los odios recfprocos de estas dos naciones fronterizas, i cuyos intereses son comunes en los rios i en la politica americana. Hemos solicitado formar parte del ejército espedicionario con el fin de que el contacto diario , la mancomunidad de peligros i de fatigas, disipase estas fataJes preocupaciones; queriaraos ser estimados de los arjentinos, comò nosotros los estimamos a ellos. Este grande objeto de la politica del Emporador ha quedado malogìTido en la pràctica. Nosotros 1 __ 145 — formamos aqui un gru pò aparte, no nos comunicamos con nadìe; nadie se nos acerca, i podriamos decir que venimos en medio de enemigos. Somos descuìdados, i mis reclamos de lo mas uijen- te son desoidos. El Mayor jeneral a cuyas órdenes vengo, no me imparte órdenes, i sea que sus ocupaciones no se lo liayan permitido u otra causa, no Ile merecido que me saludase al in- corporarme a su ejército. No lo siento por mi, yo no sei nada en este asunto; pero al fin soi el jefe de las armas imperiales, el re- presentante de uno de los aliados, i aestos titulos merecia alguna consideracion. No habiéndome visitado a mi llegada el Mayor jeneral no he podido acercàrmeie, i esto me ka privado de pe- nerme en conctacto oon los jefes superiores arjentinos, i acaso allanar dificultades, que se liacen mayores, cuando se tratan desde léjos, etc, etc. ^Qué contestar a estos cargos, espresados con tanta dignidad i mesura, emanados de fuente tan alta, i dirijidos centra los que representaban por su posicion, el nombre, la liospitalidad , la buena crianza de los arjentinos? El jeneral enjefe de las fuer- zas brasileras no habia recibido al incorporarse a nuestro ejército, la bienvenida de un paisà no que se llamaba Mayor jeneral, i que en condiciones ordinarias no se habia creido el igual del Briga- dier Marqiiez hoi Mariscal, jóven cumplido, de una educacion -esmerada i el mas digno representante de una nacion eulta. Yo no tenia cara para mirarlo; pero ofendido comò arjentino del bai- don que aquelios procedimientos inciviles echaban sobre todos nosotros, justifiqué a los arjentinos, diciéndole que el Mayor jene- ral era un pobre paisano sin educacion, en quien eran encojimien- to cerril, mas bien que intencion ofensiva, aquellas neglijencìas; i corno yo veia desmoronarse ante la inspeccion diaria de nuestras marchas i de nuestra capacidad militar, el antiguo prestijio de Tiuestras armas, me esforzé en hacerle comprender que aquello que llevaba el nombre de ejército arjentino, era solo levanta- miento en masa de paisanos de las campanas; que nuestros ejéi'- citos, los que habian llevado nuestro pabellon a todos los estre- mos de la America, eran otra cosa, i estaban ahi; pues ni la ciencia ni las tradiciones militares, ni nuestros jefes de linea habian de- saparecido, no obstante que estaban oscurecidos por ese paisanaje arrebatado por los candii los a sus ocupaciones, etc, etc, etc. Oontóme entónces que tenia partes de la vanguardia en que el Coronel Osorio, jefe del rejimiento nùmero 2 de caballeria, se la- mentaba igualmente de ir casi a pie, miéntras todas las otras divisiones de caballeria estaban con profusion montadas. Aquel rejimiento se componia de misioneros, i nuestros jinetes se queda- _ 146 — ronluego no poco sorprendidos al verlos cabalgar potron con mas gracia que ellos, i enlazarlos indistintamente con la una i la otra mano, sin que sus arreos militares, su lanza, su espadai pistola a la cintura los embarazasen para nada. Esforcéme, pues, en atenuar aquellas faltas indisculpable», i aun allanarle el camino, para que, sin dar valor a omisiones de civilidad que suponian intencion, donde no habia mas que inca- pacidad, fuese al cuartel jeneral i se pusiese en contacio con el que bacia las veces de jefe. Aceptó con gusto la idea, i dos o tres dias despues, a pretesto de la Victoria de los campos de Cabrai, se nos apareció en nuestros reales, felicito al jeneral Virasoro, i aquella interdiccion quedó allanada. Era lo mas còmico ver a j ente de chiripà i mugrienta, que no tenia ni listas de sus cuerpos, ni po- clia hablar dos palabras en órden, riéndose de los brasileros, cuy os oficiales subalternos pertenecian a ks familias mas distinguidas del Brasil, cuyo equipo en campana era el mismo de las ciuda- des i cuyas tropas eran un modelo de disciplina, de òrden, i de ciencia estratéjica en sus marchas i acampamentos. Yo me di- vertia en las marchas en hacer tirar piedras a los amigos militares paisanos de que venia rodeado. ^Dónde acampan los brasileros, preguntaba al bajarme del caballo? Pónganme la puerta de la tienda para ese lado, para disparar està noclie, si hai sorpresa f porque nosoti*os no sabemos mas que sorprender o ser sorprendi- dos. — Digan lo que quieran, decia, alguno, no hai soldados mas valientes que los arjentinos — ^Cuàles, les preguntaba yo con f^orna, los negros? — Mas valientes son los negros orientales, que han tenido en jaque a nuestros batallones de negros eh Montevi- deo nueve anos. — Pero i ^nuestra caballeria? — Es mejor la fran- cesa, que en Africa ar rolla gauchos mas de acaballo i mas valien- tes que nosotros. — Con qué hai jenf.e mas de acaballo que los aijentinos? — Si, los ingleses, que tienen mejores caballos, saltan zanjas de siete varas de ancho i cercas de dos de alto — Pero un gringo no se tiene a medio corcobo — Eso prueba su superioridad. Es preciso que seamos tan torpes comò somos, para estar espues- tos a dada rato a perder la vida o un brazo, porque no sabsmos educar bien un caballo : en Inglaterra no corcobean los caballos. En cambio corren mas que los nuestros, i les son superiores en fueyza i beìleza, porque los ingleses saben mas que nosotros de caballos. Ellos mandan hacer los caballos a su gusto, Ide estas, cien paradojas, cuya estraneza i absurdidad los en- fermaba de rabia. La disputa sobrevenia, i no pocas veces con- cluia con persuadir de su verdad a los mas testarudos. ìì: DiA 27. La tarde del 26 acampa el ejército sin agua, para acortar a Jornada a la laguna del Tigre. El panorama de la llanura se ani- ma cada vez mas por la frecuencia de cliàcras con àrboles. Vein- te i cinco arboledas se divisaban a-la vez en el horìzonte. Esa tarde atravesamos una ciiàcra de trigo sin cosecliar : todo el séquì - to del jeneral Virasoro se apartó a un lado para no pisotear i des- parramar las gabillas, excepto el asistente que arreaba veinte ca- hallosblancos delJeneral. Volvime i le ordené salirse al costado de la chacra, sin ser obedecido. Entónces meti mi caballo i arrié ìa manada fuera. El asistente fué i la trajo de nuevo para hacerla pisotear el trigo. En un ejército està falta de respeto a un ofìciaì superior liabria sido delito capital: en las liordas de candii los el asistente del Jeneral i sus caballos participan de las inraunidades del Jefe. Ninguno de los mismos oficiales correntinos que me habian hecho notar el desórden con indignacion, se habria atre- vido a poner remedio. Yo vine i le puse al Jeneral la queja de aquella insubordinacion, a que el Jeneral respondió, mandandole decir palabras sevei'as, sin mas consecuencia. Està tarde traiamo» por baqueano un gaucho vasco. Al diasiguiente a las nueve i media llegamos a la laguna del Tigre, hacienda de D. Pastor Gorostiaga, i posta de Chivilcoi, que es el Departamento que alli principia. El Jeneral en Jefe habìa partido el dia anterior. La vispera habian pasado Echagiie, Santa-Coloma i creo que Lagos, la antevispera las partidas que andaban recolectando caballos, operacion que se habia practicado cuatro veces consecutivas. Pacheco se retiraba de la Guardia de Lujan reconcentràndose sobre Santos-Lugares. Nuestra posicion estratéjica era en este punto del circulo que describiamos excel ente para el caso de prolongarse la guerra. El Norte quedaba barrìdo de caballadas, i el Sud de lacampaiia de Buenos- Aires, centro de las caballadas i demas elementos, estaba en nuestras m^nos. Podia nuestra poderosa caballeria investir a Buenos- Aires por él Sud, i en caso de desastre en un combate, retirarnos sobre los Quilmes, i por los vapores reforzarnos con las fuerzas brasileras acantonadas en la Colonia. Estos eran al mcnos los comentarios quehaciamos Mitre, yo, i algunos otros sobre la carta, suponien- do para divertir nuestros ocios que habia otra cosa en nuestra marcha que buscar pasto i agua para los caballos. La verdad e« que los medios de salisfaceresta necesidad suprema estaban eii — 148 — armonia con todas las exijencias de un pian estratéjico de cam- pana. A la altura de la laguna del Tigre estaba ya la vanguardia per- fectamente montada, i el centro empezaba a completarse ;, la prueba es que basta para los brasileros habia caballos. Don Pastor Gorostiaga es un amigo, corno toda su familia, de Rawson, mi nombre le es familiar por su hermano el Doctor de quien Rawson me habia liablado mucbo, i somos a media palabra amigos antiguos. Gorostiaga ha tenido ocho mil vacas, de las que la& requisiciones de ganado no lehan dejado sino dos mil. Echa- giie, la vanguardia i nosotros metemos basta el fondo- la mano en el resto, i Gorostiaga se consuela con la esperanza de la pronta calda de Rosas, para él segura desde que ha visto el terror de Echagiie i la fiierza i nùmero de nuestras lejiones. El dia anterior se habian tornado comunicaciones del jeneral Pacheco, ordenan- do replegarse a una fuerza del Bragado, i mostrando ignorar nues- tra proximidad. Gorostiaga habia hecho frente a los malos tierap<^)S para et ganado, sembrando trigo, i fomentando a los estranjeros que pi- don tierras para labrarlas. Ht'cele notar que de este sistema iba a nacer el inquilinaje, la plaga social mas incurable i mas desas • trosa. No estp^ndo en antecedentes pareció no comprender la cuestion. El iJepartamento de Chivilcoi va haciéndose agricola con todas las ventajas que la esplotacion del suelo da a las pobla- ciones rurales. Muchos estranjeros estàn establecidos alli, igozan de completa i absoluta seguridad, tanto que nos inspiraba rece- los Gorostiaga sobre la lealtad del vasco que nos servia de ba- queano. En el pais donde el creollo no tiene garantia alguna contra la arbitrariedad de su gobierno, el estranjero garantida contra esa arbitrariedad se hace temido i tirànico. Ellos eran los quesembraban el trigo; ellos los que arrastrados a Buenos- 4ires los chacareros compraban las mieses en pie, o en gabilla por precios usurarios. En la manana Imbiamos pasado por una chà- cra donde, fenomeno raro! cuatro gauchos a pie estaban mirando impàvidamente desfìlar nuestras divisiones. Acercàmonos en busca de leche, i jo diriji la palabra al primero ^quién es V? — Yo soi, seiior, ingles — i V?— Vasco para servir a V. — I V., amigo? — Espanol — I V.? — Frances. Gauchos los cuatro, seguros de nos- otros comò de Rosas, viendo pasar a los creollos en busca los unos de los otros para degollarse entre si! Ah! decia yo, si fueran cua- renta mil, cien mil, un millon estos testigos impasibles de nues- tras canaljadas! Luego vinieron las mujeres, i nos dieron mate. ■^ 149 — iQuè hablar una viejita, qué maldiciones a Rosas, i a ese sistema de iniquidades! Tomo parte el dueno de casa, que se le habiaocul- tado aljuez quequeria llevarlo, i anadió su voz de bajoa aquel coro de imprecaciones. Oile a este liombre un desaliogo de arre- pentimiento, de desengano, que me iluminó i me llenó de Consue- lo. ^']l tanto, dijo con voz reconcentrada, que hicimos los paisa- nos el ano veinte i nueve para ayudailo (a D. Juan Manuel) i el pago qiie nos ha dado! Desde entónces no hemos levantado cabe- za en la campana, nos bau estrujado, nos han quitado poco a po- co cuanto teniamos." La mujercita tomo este tema, e improvisó variaciones de ima volubilidad infinita. Este liecìio i lo que venia observando desde el Rosario, San-Nicolas, Pergamino, me mostrò que habia una opinion piiblica formada, incontrastable i no dudé mas del cambio en los destinos del pais. Este era el sentimiento profundo de las masas en todas partes. Al mismo tiempo que oia estas confidencias populares, i que probaban el acierto del espii'itu de los Boletines para inspirar con- fianza al paisano, supe que Galan reprobaba algunas alusiones del Boletin 22 al mismo asunto, diciendo que contrariaba las in- tenciones del jeneral en cuanto a personas. Como lo sabia confi- dencialmente hice rodar la conversacion sobre el Boletin nùm. 12, i la carta de Elias que contenia aprobacion espresa de su conte- nido. La langosta bacia estragos en las campaiias, i desde la Florida teniamos que hacerla estraer de los pozos a balde para beber el agua que cubrian con sus cuerpos i cadàver^Bs, Los prófugos nos traen noticias a cada momento de los movi- mientos deljpiieral Paclieco. Rosas por laseveridad del arreo de jente, se privaba en cambio de sa ber nuestros movimientos, que a cada momento sorprendian desapercibidas a sus Uvanzadas. Nada se encontraba en las campanas a venta; i donde algun Vas- co tenia harina, vendiala a precios fabulosos. Nuestros vivande- ros liabian agotado todas sus provisiones, i no hallaban medio de refrescarlas. Dia 28. Partimos para el Arroyo de los Leones. No hai noticias oficia- les de la vanguardia hace tres dias, excepto lo que sabem.os por Go- rostiaga. Cuando nada ocurre, no hai comunicaciones entre am- bos cuerpos de ejército. Tengo de elio la prueba evidente en la imposibilidad de mandar los boletines a la vanguardia, de donde me los piden con instancia. En la tarde marchamos basta la& in- — 150 — mediaciones de la Guardia de Liijan, centro administrativo, mi- litar i comercial de està parte de la campana. Se reciben avisos de Que la vanguardia està acampada a legna i media, sin novedad. Dos dias antes se ha retirado el jeneral Pacheco a las once del dia arn>strando el batallon de milicias, los comerciantes i las tro- pas de Ecliagiie , Arnol i Lagos que se le han incorporado. Cor- rese que se preparan a darnos la batalla en los campos de Alva- rez. Miéntras el enemigo se retira, las defecciones de los cuerpos de Buenos-Aiies toman cada dia mas incremento, i los coman- dantesde los cuerpos, mis amigos, o sus ayudantcs me comunican sijilosamente el lieclio, al mismo tiempo qne el coronel Galan i el jeneral Virasoro, por prudencia quizà lo disimulan, ménos por el heclio, qne por su deseo de contar con el espiritu de estas tropas para la politica. Dia 29. Guardia de Lujan. Mui de nianana campamos en sus inmediaciones. Yo solicfté i obtuve permiso para pasar a la poblacion, donde el Mayor Co- neza, quehabia sido destacado con nna fuerza, viéndome entrar, me llevó a casa de un seiior Laprida (su amigo) para que alojase, Como en el Pergamino, todos los naturales habian sido forzados a retirarse a Buenos-Aires, lo que no estorbaba que esa noche el cura, un vasco, liubiese organizado una guardia nacional de cien estraijjeros vascos e italianos para guardar la propiedad, Supe del Cura que iiabia 700 nacimientos al ano i quinientas defunciones, lo que dà una poblacion de 25,000 almas , si los ninos traidos a bautizar de los alrededores no aumentan demasiado las cifras. El juez de paz sobrevino i hablaudo de la Iglesia nueva sin consagrar, me dijo que levantada a espensas de los vecinos, no se habia podido conseguir jamas de Rosi^.s que diese permiso de consagrarla, atribuyéndolo a desigiiio maquiavélico. Pcbre Ilo- sas, suponerle maldad en estas cosasi La vileza i degradacion del pais bacia que para estornudar se le consultase, i teniendo mil consultas al dia, contestaba lo que cualquiera hombre honrado àubiera hecho en su lugar. A nuestra llegada a Buenos- Aires se encontraron en sus archivos de Pale?iDQ> causas contenciosas, con once aiios a que estaban en consulta. Cread tiranos, dadles autorizaciones, consultadlos en todo, dadles gusto, i esperad las eonsecuencias. La horticultura efstà mui desenvnelta, es decir relativamente a — 151 -~ aquelìa barbarie inaudita de las campanus pastoras. tJn italiano con su carretilla trae a venta tomates, choclos i qiié sé yo que otra verdura que excita mi codicia. H ago tornar con los asistentes, i demando el valor de la cosa. El italiano habituado, sin duda a estas brabatas de la jente armada, se desbace en escusas, i falta poco para que lo atropelle, i se pague, i me deje tranquilo con su donativo forzado. En la poblacion creolla reina el terror, nadie se atreve ni a desearle mal a Rosas, tan poca fé tienen en nuestro triunfo. La division Aquino liabia sido recibida alli en ti'iunfo, i los solda- dos, felices de verse en su pais, se aturdian sobre su crimen, in- ventando historias centra niiestro ejército, i anunciando la defec- cion de todo el de Buenos- Aires, con sus jefes antiguos a la ca- beza. El Dr. Wilde, que se habia fugado de Buenos-Aires para incorporarsenos en el Rosario i que venia a la Guardia de Lujan a procurarse lienzo para bendas, i lo que se encontrase para for- mar un botiquin, hablacon un su antiguo amigo boticario, quien le cuenta corno dos soldados de la vanguardia le dijeron. "Hemos sido entregados comò corderos; pero luego veremos las avanza- das i nos reuniremos a los nuestros." Algunos oficiales del ejército de Rosas conservaban este espiritu en sus tropas, miéntras Urqui- za i sus secuaces creian hacerse en ellos un apoyo contra el espi- TÌtn de la revolucion misraa que encabezaban. Una palabra sobre la sanidad del Ejército. En està masa de veinte rail hombres no babia hospital, i los pocosremedios de un botiquin incompleto, tomado en el cai.ipo de Oribe, estaban ago- tados. Wilde, Ortiz i cuatro o ciuco médicos que venian de afi- ejonadas, peix) ninguno reconocido en su cai'àcter de tal, ni afecto a un servicio organizado, iban de batallon en batallon, llamados de aqui i de alli a curar un enfermo en su campamento, i en su. puesto deformacion. ^Qué remedio aplicarle a un infeliz tendido sobi'c la tierra, recibiendo de noclie el sereno? He aquì comò se- liacen campanas sia Estado-Mayor! Por los regi amen tos de la- marina en Francia es proliibido a ìos balleneros tomar la alta mar sin un medico i botica, si lleva mas de veinte hombres de tripula- cion. Dia 30. Miéntras estoi en Lujan, la carreta de la Imprenta, que se reco- noce de leguas en las marchas por su bandera con la palabra Imprenta, lejible con el anteojo, ss quiebra al pasar un arroyo- fangoso. Pido una nueva, i los imprei?oresBe proveen de otra mas 20 — 152 — para subdivldir la carga; mas no estanda de regreso en el campo al alba, salgo en su busca, solo, entro en Lujan, despierto al juez, sé que han sido despachados en la noche, i no teniendo cuidado por està parte, tomo una calle bacia el Oriente, salgo al campo, me estravio i dos horas andò perdido sin divisar ni polvos que senalasen la marcba del ejército. Al fin me le incorporo. La Im- prenta no babia andado mas feliz, i a las doce aun no se veia la bandera de la carreta aparecer en el borizonte. Al fin llegan, i el ministro Pujol Viene a anunciarme una desgracia, i pedir indul- jencia por ci autor inocente de ella, que estaba desoladoT Mi ayu- dante babia perdido las maletas que contenian el plano topogràfi- co, el diario de la campanai otrosdocumentos. Hicimosle eimas sentido duelo a la carta, i el coronel Piran, el coronel Galan i el jeneral Virasoro la sentian tanto comò yo, pues que ya babia to- rnado su rango i puesto en la direccion de las marchas, i comò estabamos cerca del enemigo a cada paso se la consultaba, i por esto babia dispuesto traerla a manosiempre. Recuerdo estos deta- lles, por mostrar comò los jenerales paisanos con su desprecio nécio por las letras, i los medios cultos de los jenerales jundiilos caiclos, aprenden a respetarlas, cuando se Ics dan lecciones pràcti- cas corno las que Ics daba la carta topogràfica. Dia 31. Derrata de la vanguardia de JRosas. Este dia avanzamos unajornada iacampamos alasnueve de la manana. Pocos momentos despues un Comandante de los mas ladinos, trajo la fausta noticia del encuentro de vanguardia sin conocer todo su alcance, pues el Jeneral en Jefe lo babia enviado a los primeros anuncios de la Victoria, diciéndole que habian sido acuchillados mas de dos mil bombres. Pasamos todo el dia enla mayor excitacion esperando, corno ei-a naturai, un parte verbal mas circunstanciadoj o alguno que viniese de la vanguardia. De todos los caerpos mandaban par boras, por minutos, a saber det Gi- lles, i me pedian los jefes que publicase algo para satisfacer la curiosidad de los soldados. Pasóse el dia en està excitacion, la no- che sobrevino, i esperando la llegada de los partes di a componer a las once de la noche un encabezamiento de Boletin, pasé la no- che en vela, i al alba del dia siguiente no obteniendo dato?, bice tirar treinta o cuarenta ejemplares de lo co::i puesto. — ÌÒ3 — Dia 1.° de febrero. Esa maiiana nos incorporamos a la vano;iiaidia en los campus de Cabrai ; por tanto volviamos a ver al Jeneral en jefe despiies del seis de enero en que se adelantó desde el Espinillo. Yo fui al cuartel jeneral a pedir órdenes i datos: felicité cordialmente al jene- ral porel brillante suceso de armas obtenido, i me presunto, qué me parecia el pian de campana. El lector prevee fàcilmente que aproveché la ocasion de desenvolver un poco mi pequeno cau- dal de nociones estratéjicas i el resultado de nuestras observa- ciones con Mitre, sobre el plano topogi-àfico. El jeneral se mos- tro satisfecho. Bntraraos luego en Io que al Boletin concernia, i le mostre Io que liabia escrito i dado confidencialmente a los jefes, que era el resumen delasnoticias orales trasmitidas por el coman- dante. Habiaun error; no eran dos mil los derrotados sino cua- tro mil, que despues se supo no eran cuatro, sino seis. El jeneral me cojia en falso està vez, i se desahogó : yo lo dejaba decir i abundaba en su sentido; mas llegamos a una frase que decia el "renombrado Fausto." Fausto era uno de los jefes de su escolta mui negado, terriblemente valiente, i que decian se habia distin- guido. "Qué renombrado Fausto" me dijo el jeneral: "Estos sal- vajes unitarios se alcahuetean unos a otros, se recomiendan i se elojian. Asi me vino V. a recomendara ese picaro de Aquino que me perdio una division, ese borracho ." Miéntras este brusco i no esperado desahogó tenia lugar, mién- tras me lanzaban ami el epiteto de salvaje unitario, por vilipen- dio, comò estuviese inclinado leyendo sentado en una banqueta, me fui enderezando poco a poco, con tranquilidad, creo que con dignidad, entreabriendo los làbios i esperando que se agotase aquel torrente de improperios contra mi, contra los que se repu- taban mios, i contra la calumniada memoria de mi amigo. El jeneral se interrumpió i levantàndose me dijo. . . ."Uh! no lo dìgo por ofenderlo, horabre! Yo sci su amigo, asi le he dicho a todos que V. es un patriota honrado. Yo lo quiero mucho a V," Levantéme al mismo tiempo. Dìle las gracias conmovido por està satisfacci on, dióme la mano, nos la diraos varias veces, i él me pidió que no hiciese caso de aquellas jenialidades naturales en los hombros, acaso necesarias. Nuestra conversacion siguió amì- gable i cordial, discutimos un poco la moralidad de Aquino, re- cibi órdenes, i me retirè ami campo satisfecho de haber lograda al fin està conciliacion que disipaba todas las nubecillas pasadas. ^ 154 — Una media bora despues un jefe vino a decirme: el jeneral està diciendo de V. Ahi està el Boletinero escribiendo cuanto dispa- rate le ocurre. Si no valen nada todos estos saWajes unitarios." La hoja helada de un punal en las entranas no me habria hecho laimpresion que estas palabras al oirlas; i si el leetor duda que esto sea posible, el seiior Villarino que nada sabe de està historia, viene a comanicarme una carta que por el correo recibe de Bue- nos-Aires del jóven Dr. Lagos, sobrino i edecan favorito del je- neral, quien le dice "démele un fuerte abrazo al Boletinero si no sabe quien es, es el seiior Sarmiento!" Estas miserias son la bio- graffa entera de un liombre. La derrota de la caballeria de Rosas fué la revancha de la defeccion de la division Aquino. Ese dia ceso la desercion. Nues- tro ejército se moralizó en la parte vulnerada que traia, i Rosas volvió a la desesperanza anteri<>r, i sus soldadoi i Buenos- Aires al j libilo de ver infalible i segura su calda. jCómo sucedió està catàstrofe! Como habian sucedido todos los encuentros parciales anteriores. El Cuartel Jeneral habia tomado acantonamientos con los dos batallones de infanteria. Las divisiones de caballeria que forma- ban la vanguardia iban marchando en tres columnas buscando donde tornar sus acampamentos. Una o dos de ellas sucesiva- mente vieron la caballeria de Rosas acampada. La caballeria de Rosas a su vez, vió a la nuestra i trató de salvarse. He aqui la historia. De la division Lopez salieron los partes que daban doscientos muertos ; i sin poner el hecho en duda por raui naturai , ningun eadàver vimos al dia siguiente que pasamos por el campo del combate; siendo de notar que, teniendo el enemigo a la reta- guardia el puente de Marquez, mui estrecho, seis mil hombres de caballeria no pasan en un credo, para que no hubiesen sido alli alcanzados i acuchillados, si la persecucion hubiese sido mui viva. Muchos detalles oì de persecusion activa i de muertos a lanza; pero esto ha debido tener lugar cjn rezagados o con al- guna di vision aislada. Nada puedo afirmar, sin embargo, porque nada claro supe, sino que fué una sorpresa i que de ningun lado hubo linea de ba- talla. He aquì el fruto de està guerra de paisanaje , que consiste en forzar a la^ poblaciones en masa a tomar las armas , para au- mentar indefinidamente el nùmero de los combatientes, asolar las campaiias , reventar caballos, arruinar la industria , matar pri- ^oneros, i darse aires de jenerales. La caballeria de Rosas se — 155 — disperso , i hubo grupó de soldados nuestros que persiguió ft otros enemigos liasta cerca de los Quilmes al Sud de Buenos- Aires. Los Boletines de esos dias armnciarori los hechos asi : Laguna, del Tigre, enero 25 de 1S52. "El poder del tirano se disuelve a impulso de su propia inmo- ralidad. La poblacion de San-Pedro acaba de pronuneiarse, dan- do asilo en susmurallas a los ceiitenares de soldados que estaban refujiados en las islas del Baradero, Cien vecinos del PergaminOy de los que arrastró Lagos en su fuga, se han presentado a depo- ner las armas ante el Juez de Paz de aquella villa. El conductor de las comunicaciones de las autoridades de San-Pedro, ha atra- vesado solo el pais intermediario basta nuestro campamento, en- contrando a cada momento grupos de a cuatro, de a diez, de a veìnte soldados que abandonan las fìlas enemigas, i vuelven a sus casas en busca del reposo que el Ejército Grande viene a asegu- rarles. El Ejército Grande marcha comò el Destino a llenar su mision de dar libertad a los pueblos, i acabar con el sistema de espolia- cion i degiielos que por tantos anos los ha empobrecido idiez- mado. Nuestra gloria està cifrada en soportar con valor las fati- gas: nuestro triunfo, nuestra conquista sera la cesacion de esas mismas fatigas, restableciendo la paz de la Gonfederacion. El triunfo de Rosas sobre el Ejército Grande seria por el contrario el principio de nuevas guerras, i de nuevas privaciones para el soldado; porque el tii-ano guarda las recompensas para unos cuan- tos cómplices privilejiados, miéntras que para el soldado solo hai ensus filas pobreza, fatigas, i destierro perpetuo Febrerero ] .° **E1 Ejército Grande habia marchado desde la Laguna del Juncal Grande bacia el Oriente, sobre terrenos que aunretenian el calor de lasllamas del incendio, atravesando campiiias agosta- das por el sol de enero, o desviàndose de su marcha por no pisar las mieses, que ellabrador ha dejàdo en pie, al obedecer la órden bàrbara de seguir a susverdugos i espoiiadores. El soldado se fa- tìgaba de buscar las huellas de Echagiie, Arnold, Lagos, Santa- Coloma, que huian a su aproximacion, i el Jeneral en Jefe se fasti- diaba ya de la enojosa tarea de recibir a cada bora los prisioneros del enemigo, para enviarlos a sus casas a continuar los trabajos interrumpidos, i voi ver a sus familias la tranquilidad i la esperan- za devolverlos aver ya perdida. ^'Ayer, empero, la indignacion del soldado encontró al fin —= 156 — digno i terrible desahogo. Las avanzadas de vanguardia dieron^ en los momentos de acampar, vista al enemigo. "La nota adj unta del Excmo. senor Jeneral en Jefe, dà idea abreviada del brillante hecho de armas, qiie en los campos del Puentede Marquez,hapuesto ayer de manifiesto la excelencia del pian de campana adoptado, i ejecutado con tanta rapidez i preci- sion, comò asimismo del arrojo irresistible de nuestros bravos soldados i del abatimiento moral de los satélites del tirano. La- gos, Bustos, Sosa, i Rublo al mando de divisiones escojidas han ìlevado en lugar de laureles para deponer a los piés del despota el triste convencimiento de que para ellos no bai salvacion sino en la fuga, i que la ùltima bora de la tiranfa ha sonado ya en la Confederacion Arjentina. Nuestros valientes soldados han llega- do basta Moron acuchillando al enemigo; el Sud està ya domi- nado por nuestras armas, asegurado el Norte, Santos-Lugares amenazado, i las puertas de Buenos- Aires abiertas a nuestras victoriosas lejiones." Dia 2 be febrero. La vanguardia avanza. Siguele el centro, i al pRsar el Puente de Marquez hai una alarma : el enemigo! El enemigo estaba en BUS campamentos en Caseros, visibles desde alli , por la linea de carretas que formaban fortificaciones. El dia se paso en to- inar disposiciones para la batalla. Distribuyóse la lìnea, segun la colocacion que debian tener los cuerpos al dia siguiente, aun- que vivaqueó haciendo martillo con la linea de Rosas , i defen- tiida la nuestra por el Arroyo de Moron que cubria nuestro fren- te. A nuestra izquierda hubieron unos cuantos tiros en la tarde i la noche se paso tan tranquila comò en las marchas. Al dia siguiente todo el ejército tenia que desfilar por un puen- tecito , no obstante que habia dos, que si ambos hubieran side usados , la operacion se habia abreviado. Rosas no habia hecho destruir el Puente de Marquez ni estos otros, sabiendo sin duda que todo era inùtil. ^Para qué habia avanzado su caballerìa al otro lado? El jeneral Pacheco debe saberlo ; pero yo creo que los interrogatorios de Jimeno a los pasados sujirieron este es- pediente para provocar i apoyar la defeccion esperada. El me- dio intentado curo el mal de raiz. El jeneral Pacheco se retiró a su casa , cansado de soportar las chocarrerias de Rosas ; Man- cilla se habia dado por enfermo, i yo creo que Rosas , aun en aquel caso desesperado, tuvo la vanidad de mandar tambien él, una gran batalla." ~ 157 -= ÌEl dia 3 DE FEBRERO. Batalla de Caseros, Eljeneral Mandila me ha asegurado que Rosas, desbanda- da la mitad de su caballeria, no debió tener diez i seis mil hom- bres en el campo de batalla. Hombres , porque soldados no tenia dos mil : hombres, que comò en el batallon del coronel Hernan- dez , fusilaron a su coronel , antigno mazorquero , al frente del enemigo ; hombres, que corno en el batallon que se le seguia, fu- silaron once oficiales àntes de desbandarsej hombres en fin re- cojidos por la fuerza, el batallon de policia de Buenos- Aires , los serenos , los muchachos en nùmero de mas de dos mil , los sirvientes , los presos, hombres atormentados veinte anos, i que habian jurado a riesgo de su vida, dejar caer al majadero, causa de tantos desastres. No habia, pues, batalla posible, aunque se iniciase corno se ini- ció, aunque hubiese de nuestra parte un pian de batalla, i el ene- migo hubiese escojido sns posiciones. No entrarla en detalles, pues, sobre està batalla, si de uno i otro lado no hubiese habido la misma escuela militar impotente i nu- la. La batalla se inició sin guerrillas i por un fuego de artilleria de poco efecto desde que las baterias estuvieron al alcance. El abandono del puento de Marquez i los dos de Moron por quien tenia artilleria de calibre, aquella linea inmovil ,iaquel silencio i soledad que precedió a la batrlla, da una idea de la fuerza moral, estratéjica, i fisica del ejército de Rosas. Eljeneral en jefe hizo cargar con su caballeria el ala izquierda del ene- migo, donde estaba la de Rosas, corrida en el Puente de Mar- quez. Està se desbandó i no aguardó que se acercase la nuestra. No vi en el campo un solo muerto de caballeria. Ignoro lo que està masa de rejimientos nuestros, que traspasó la lìnea enemiga, entre la bateria de Chilavert que era la estremidad de la izquierda de Rosas, hizo despues, porque entónces debió evolucionar a retaguardia de la infanteria enemiga para tomarla de revez. Cuando yo pasé por los lugares, encontré al mayor Garrii de la division Burgoa, que iba a retii-ar una guerrilla avanzada. Toda- via hacia fuego la bateria de Chilavert. El jeneral no tenia a su lado sino un edecan militar, que era el coronel Chenaut , que presto inmensos servicios. Eljeneral Madrid con una division de caballeria de 1,500 hcmbres se corriò al Este, se dejó ir, i Uegó casi a San-José de — 158 — Flores. Està di vision no vió el conibate. Nuestra derecha de in- fanteria man dada por Galan no alcanzó a entrar en linea, pues no avanzò desde la primera formacion, cuando avanzo el centro. Por tanto, los batallones de Rosas se habian desbandado ya, àntea que Uegasen a tiro de fiisil. El motivd que dio Galan de no avanzar fué la falta de órden. Sin órden avanzo el coronel Bive- ro con tres batallones de Buenos- Aires, i al llegar a la proximi- dad del enemigo que tenia al frente se desbandó éste, un bata- llon solo hizo una desearga. Lo mas caracteristico de ambas formaciones de batalla era que no habian reservas de infanteria ni en una ni en otra. Nosotro3 teniamos en linea dieziocho batallones. La primera linea se for- mò a cinco cuadras del enemigo, i ahi pasamos toda la manana, A nuestra izquierda los orientales hicieròn martillo para tornar de fianco la casa fortificada, i mas a la izquierda paso la divi- sion Urdinarrain de mil quinientos hombres de caballeria, i no tomo parte en el combate, por falta de órden ; ni estaba la vista, por haber formado en un terreno mas alto, de manera que al acometer la casa no hubo un escuadron de caballeria a mano que 66 pedia para amenazar la retaguardia. La artilleria orientai no pudo hacer fuego porque las mulas que la tiraban, en su vida las habian visto mas gordas tirando canones ; creo que eran mu- las de arrea sanjuanina. La artilleria brasilera se hallaba al frente de batalla de las casas en el mismo caso ; però el brigadier Mar- quez mando desfitelar los canones i obuses i los hizo avanzarla brazos. La artilleria que maudaban Piran i Mitre fué la que sos- tuvo el caiioneo del centro durante todala jornada. El combate, pues, se redujo a la casa de Casero, investida por el frente i el costado de la derecha por diez batallones de infan- teria de lìnea brasileros i orientales; i aunque hubo resistencia de la artilleria colocada en el patio que no vela lo que pasaba en •todo el campo, i un momento de fuego mui nutrido de infanterìa, el combate era demasiado desigual para que durase largo tiempo. Con la mitad de estos batallones, la artilleria de Mitre i Piran, 5 la di vision Urdinarrain u otra cualquiei'a de caballeria, no habria habido en que empezar en despecho de sus posiciones for- tificadascon la chusma que habia puesto en linea Rosas. Creo, pues, que la Division Urdinarrain inutilizada en la posi- cìon en que la olvidaron, debiò por la izquierda obrar a retaguar- dia de la casa de Caseros ; i que las divisiones que disiparon la ca- balleria de Rosas debieron, para utilizar su posicion avanzadade- tras de la linea de batalla de Rosas, tornar de revez la linea entera, à -— 159 — €11 la parte que no estaba apojada por piintos fortificados. Pere lo repito, esto, i cualquiera otra cosa era inùtil; no habia eneraigo que combatir, i todo se acabó asi que nos acercamos por la iz» quierda i aiin àntes de acercarnos por la derecha. Està fué la batalla de Caseros para los de casa. La batalla para el pùblico puede leerse en el Boleiin num. 26, novela miii interesante que tuvimos el lionor de componer entre Mitre i yo, con algunos de- talles que a su tiempo vendràn. Mi papel de boletiaero me exoneraba de toda obligacion mili- tar con mis jefes, por lo que, asi que hubimos de rompernos los cuernos dejé al jeneral Virasoro con sus edecanes i sus caballos blancos, yo que no andaba mui bien montado, i busqué el batallon orientai que mandaba elcoronel Lesica ime coloqué donde no «storbase, con mi ayudante, el capitan Dillon i uno de mis asisten- 4;es; pero en lugar bien aparente , precaviéndome, contra ciertas bromas que estaba seguro se harian valer contra mi , el militar con guantes, i con levita, si podian decir que me habia perdido. Cuando tomamos la casa , vi venir al jeneral Virasoro con sa poncho bianco, i debo confesar que tuve la malicia de salir a la puerta a reeibirlo, espada en mano, i darle el parabien por la Victoria. Servile media bora de edecan , tome un guion, basta que me mando a hacer ocupar la bateria de Chilavert, i despues a buscar por esos campos de Dios una division de caballeria que no pude encontrar. A los infelices infantes de Rosas, deparóles la suerte varios maizales en fior donde se acojieron, i de donde sa- fian llamados por los jefes de batallon nuestros para garantir- los. En honor de nuestros soldados, sea dicho, no liubo matanzas despues del combate, oyéndose por todas partes el grito de herma- nos, que era la predicacion del Boletin desde el primer dia, i el lenguaje de todos los comandantes de los cuerpos. Dentro de la casa de Caceros murieron ciento cincnenta, a causa de una re- crudescencia de fuego por puertas i ventanas que bicieron los batallones encerrados alli, despues que estabamos en el patio. DESPUES DE LA BATALLA. Siguiendo a la, aventura, inspeccionandolo todo, llegué a San» tos-Lugares, donde me incorporò con el jeneral enjefe, aquien un momento àntes habia tenido ocasion de felicitar. Un muchacho vino a preguntarme quien era el jeneral, para decirle donde esta- 21 ~- 1(50 ~ ba Santa-Coloma. Miéntras yo se lo seiialaba, otra alma caritati- va lo traia en ancas i lo presento al jeneral, quien orclenó en el acto lo degallasen porla nuca, diciéndob con razon *'pague por los que V. ha miierto asi." No abusare de mi posicion actual para afear este acto, de que gusté, en ese momento cuàn irregular era porque era una satisfaccion dada ala vindicta pùblica, castigando a uno de losfamosos mazorqueros, queliabian espantado a la hu-- manidad con refinamientos de barbarie inaudita. Llegamos al hospital de Rosas, el jeneral rodeado de todo su séquito, ebrios de dicha nosotros, i felicitando al hombi'e para quien la Repùblica debia tejer coronas. Hubo de parte del jene* ral espansion, verdadera alegria i abaiidono, i aunque algunas de sus flaquezas se dejaron apercibir en cuanto a zelos con otros mi- litares, nunca le deseé mas bien que aquel dia, nunca lo crei mas digno de la gloria de tan senalado triunfo. Rosas habia llegado a fascinar de tal manera al mundo, que el que lo derrocase adqui- riria porci solo becho una espectabilidad que el merito personal no habria conseguido nunca. Era el Wellington del Napoleon de la barbarici de la tirania. Comimos, cbarlamos, i bario de piacer i de dicha, fuìme a buscar a mis jentes, pues ayudante,asistenteSy equipaje, todo andaba cadacual por su lado. A poco de pasar por Santos-Lugares divise a Mitre, que de su parte me buscaba. tia- jamos ambos de los cabalìos para abrazarnos en nombre de està Patria que habiamos conquistado, i nos aplaudimos de la felici- dad de haber tenido parte en acontecimiento tan memorable. Regresamos a buscar el campamento delMayorJeneral, donde encontré cuanto de mi dependia sin accidente ninguno, i porana- didura el Diario de mi campana i carta topogràfica^ todo elio atado con una cinta colorada, acaso por D. Juan Manuel mismo, que habia leido elresiimen la noche anterior, i que no preveia que habia de voi ver a mis manos. Un oficial brasilero me trajo el oficio del jeneral Pacheco, i los impresores alemanes me mostra- ron varias cartas sacadas de la galera de Rosas con mi diario, los interrogatorios deJimeno, el cuaderno de las gratificaciones a la division Aquino, destruyendo, luego de imponerme de su conte- nido las cartas, por revelar una ti-ama urdida enti-e nuestras fuer- zas, i cuyas revelaciones podian comprometer algunas vidas. Como me incorporé al Estado-Mayor esa tarde, pude ver qua no se tomaban disposiciones ningunas, ni se sabia en verdad el paradero de muchas divisiones decaballeria. La di vision Susbiela nabla llegado basta las inmediaciones de Palermo. Las que se encontraron alli se ocuparon en descargar sus ar- — 161 — mas de fuego, cargarlas de nuevo para tener segunda i tercera vez el gusto de descargarlas. Era un fuego graneado, i hubo he- ridos. Algunos amigos fueron a visitar la tumba de Camila O'Gor- man, i oyeron del cura los detalles tristisimos de aquella trajedia horrible delasesinato de està mujer. El oficial que le liizo fuego se enIoquGció, i en la vecind^d quedó el terror de un grito agudi- simo, dolorido i desgarrador que lanzó al sentirse atravesado el corazon Pasamos la noche con Mitre, que no sabia donde esta- ban sus piezas de artilleria, en aquella inagotable revista de las rail nadas de los incidentes i pormenores de una gran batalla. Las emociones del dia habian sido paranosotros vivisimas. Las masas enormes de jinetes i de tropas regulares, sin ejemplo en la histo- ria de America, la inmensidad de las consecuencias de la batalla, aquella esposicion teatral, poetica i pintorezca que daban al can:.- po la casa de Caseros i la rotunda del Palomar, todo era para pro- longar las impresiones i tenernos en vela, esperando el dia siguien- te para lanzarnos addante en aquel ancho camino que habiamos abierto a canonazos. Dia 4. Palermo. El jeneral Virasoro recibe aviso temprano de estar Rosas en- cerrado en el fuerte, i prepararse Buenos- Aires a la resistencia. Hube de hacerle alguna objecion, i me replico indignado : ^'Vds. (los unitarios sobreentendido) se Iran enganado misera blemente, creyendoque Rosas no resistiria!" ^Què contestar a està fascina- cion de sus antiguos servidores? Ya el jeneral en jefe me babia di- cho àntes de la batalla: *';Quéhombre de tanto prestijio (Rosas)! Lastima que sea tan malo!" El centro se puso en marcila; pasamos el sol en unas chacras, a donde me llevaron a vender cuadernos de mùsica, provenientes del saqueo de algunas fincas contiguas, porque todo e! pais esta- ba saqueado por los dispersos de ambos ejércitos. En la tarde avanzamos i a la caida del sol llegamos a Palermo, la misteriosa mansion de Rosas, notable ya desde la distancia por la facticia profusion de simulàcros de chimeneas que coronaban el edificio. Ya le veia las orejas al lobo. Siempre barbaridades, mentiras i exajeraciones. Un grupo de jóvenes se acercaba a encontrarno?. El que bacia cabeza se dirij io al jeneral Virasoro preguntàndole por mi; pedi venia para apartarrae de la formacion i recibir a — 162 — aquellos amigos. Era D. Benjamin Gorostiaga, amigo de Raw- son, i por tanto uno de misprosélitos politicos en la epoca de la lucila. Estaba, pues, entre log mios, i Buenos- Aires salia a recibirme por el organo de uno de sus jovenes mas distinguidos. El Dr* Gorostiaga , despues de las primeras felicitaciones, necesitó desa- hogarse en el seno de aquella intimidad de correi ijionarios. "Lo ùnico que acibara, me dijo, el contento pùblico, es està exijencia del seiior Jeneral de q[ue nos pongamos la cinta colorada. Oh! esto es imposible, jamas nos la pondremos! — Cree V. que Bue- nos-Aires resista? — Resistirà, seiior, nadie soporfcarà de nuevoes- te baldon! Entónces aproximé mi caballo, toméle la mano del cbicote, i apretàndosela i con mirada firme i voz decidida le dije: resistan,i se salvan. De esto depende, creamelo, la salvacion del pais. Bl Doctor Gorostiaga es un jóven estimabilisimo, de aspecto manso i suave, su voz revela la ternura i lablandurade su cora- zon. Poco «tlespues tuve ocasion de apreciar la influencia que tienen en la politica estas voces lacrimosas i aquellas almas de corderò. El Dr. Gorostiaga fué, sin saber corno, uno de los ins- trumentos mas ductiles i malleables de Urquiza, por la blandura de las ramas de sauce, de que pueden hacerse i^estas, o lo que imo quiera. Està noche acampamos en el campo abierto que bai en frente de Palermo, i puede decirse que esa noche a la puerta de D. Juan Manuel se termino la campana, que habia emj>rendido en- tre tantos otros, para echarlo a empujones de su casa. Mi con- tacto con el ejército ceso desde entónces, i la vida civil principio a la maiiana siguiente. Algunos de mis amigos, depìoraron aqui que yo fuese a meterme voluntariamente en el ejército, i esponer, mas que la vida, mi persona en las viscisitudes i contrariedades de una campana. Hai pocos hechos de los pasados, de que mas me huelgue, sin embargo. Enrolàndome en el ejército, tuve oca- sion de conocer de cerca el personal de guerra de nuestro pais, los jefes mas acreditados, los medios de accion i cuanto interesa al publicista, al historiador, al viajero i al politico arjentino. Me- reci de todos distincion iaprecio, i reconocì las virtudes, patrio- tismo, capacidades, i talentos de los hombres que bande figurar mas tarde. Déboles a todos los jefes i oficiales el mas profimdo a«-radecimiento. Fui siempre atendido por los coroneles Urdina- rrain, Palavecino, Basabilbazo i otros del Entre-Rios: considera- do por Virasoro i Galan; isolo con el Coronel Piran tuve rejev- — 163 — las, en que nos deciamos àmbos las impertineiicias de mas grueso calibre. Vivi un mes con los jefes i oficiales correntinos; losorien- tales eran casi todos mis amigos, i ìos arjentinos me reputaban suyo, por afeccion i por estimacion de mi pasada guerra con Rosas. Debo anadir que hice poco por estrecliar amistades, pues desde que sali del Rosario no abancloné jamàs el lado del jeneral Virasoro en marchas i campamentos, a fin de obviar en cuanto de mi parte estaba a las difictdtades de mi posicion. Un circulo escojido de amigos pasaba sus ocios en mi tienda, ci Boletin lle- vaba memorias a las divisiones diversas todos los dias ; los jene- 7'ales me mandaban sus ayudantes en busca denoticias; i emitien- do veinte i ciuco Boletines i reimprimiendo varios en veinte i ciuco dias, tenia siempre demasiado en que entender para dar mi tiempo porperdido. En la noche fui a Palermo, tome papel de la mesa de Rosas i una de sus plumas, i escribi cuatro palabras a mis amigos de Chile, con està fecha. Palermo de San- Benito, febrero 4 de loo2. Era està una satìsfaccion que me debia, i un punto final a aquel ale- gato de bien probado quehabiaprincipiado conia carta al jeneral Ramirez, en 1848. ^'Yo me apresto, Jeneral, para entrar en campana! Habia cumplido la tarea. PALERMO. En Buenos- Aires preguntan las jentes: Ha visto V. Palermo T Qué le Ila parecido Palermo! Palermo es un monumento de nues- tra barbarie i de la tirania del tirano, tirano consigo mismo, tira- no con la naturaleza, tirano con sus semejantes, I ojalà que el tirano hubiera sido el hijo de una sociedad eulta comò Luis XIV, habria realizado grandes cosas. Rosas realizó cosas pequenas, derrochando tiempo, enerjia, trabajo i rentas, en adquirii* las no- ciones massencillas de la vida, de que carecia. Palermo està situadoeu la vega del rio; a tres cuadras de la casa alnorte, son ciénagoslos terrenos, ciénagos eran los cimicn- tps del edificio. Propiisose corre j irei defecto del suelo teri-aple- nàndolo, e invirtió un milUon i doscientas mil carretadas de tic- rra. Pianto àrboles; pero entónces dando eu el agua las raices a medida que alcanzaban a la tierra cenagosa que no habia liecho mas que ocultar, los àrboles se morian i se replantaron en diez aiioscien miliiaranjo? para tener mil o poco man vivos. En- — 164 — t^nces eaiprendla cabar pozos profundoa de cuatro vàras pam cambiar la tierra en torno de cada àrbol, i quedaron sepuitados ahi millares de pesos. Derrotado en està tentativa, zanjeó el terreno, construyendo de muchas cuadras de largo canales de cai i canto, para colectar las aguas estagnantes, i el terreno tomo los aìres de una fortaleza foseada en todas direcciones. Solo medraban sau- cesllorones, e hizo alamedas delarbol consagrado a los cemente- rios. Qiiiso cubrir de cascajo fino las avenidas i gustàronle las miiestras de concliilla que le trajeron del rio. La presion de los carros molió la concliilla, i siis moléculas, corno todossaben, son cai-viva; demanera que invento polvo de cai, para cubrir los ves- tidos, el pelo i la barba de los que visitaban a Palermo, i una llu- via diaria de cai sobre los naranjos a tanta costa conservados, por lo que fué necesario tener mil quinientos hombres lim piando dia- riamente una a una los liojas de cada àrbol. He aqui el resultado de ignorarci gaucho estùpido las leyes del nivel de las aguas, i la composicion quimica de la oonchitla. La barranca del terreno alto està a pocas cuadras. Un edificio colocado all'i habria domi- nado el rio, i tenido a sus pies la vega, de manera que los sauza- les no embarazasen la vista. Lo mas es que los mosquitos agui- joneaban a toda hora aquel presuntuoso sapo, habitante de pan- tanos, para castigarlo de su terquedad. La casa es del mismo jénero. Cuando se habla de lahabitacion del soberbio representante de la Independencia americana, del jefe del Estado durante veinte anos, se supone que algo de monu- mentai o de confortable, ha debido crearse para su morada. En punto de arquitectura, el aprendiz omnipotente era aun mas nega- do que en jardineria i ornamentacion. La casa de Palermo tiene sobre la azotea muchas columnitas, simulando chimeneas. En lugar de tener esposicion al frente por medio de un prado ingles con sotillos de àrboles, està entre dos callejuelas, comò la esquina del pulpei'ode Buenos- Aires ; la co- cina, que es unramadon, està a la parte de la entrada principal, para que las reminiscencias de la estancia estuviesen mas fres- cas. No sabiendo que hacersc, sobre habitaciones estrechas, en torno de un patio anadió en las esquinas unos galpones de obra comò el edificio , hechos sobre arcos que reposan en columnas sin base, ni fì-iso, sino es aquel bigotito de ladrillo salido que ponen los albaniles en los arcos de los zaguanes. Asi pues, toda la novedad, toda la ciencia politica de Rosas estaba en Palermo visible en muchas chimeneitas ficticias, muchos arquitos, muchos naranjitos, muchog sauces llorones. Omito los detalles de la vida — 165 — quo tal habitacion imponia. Manuelita no tenia una pieza donde durmìese una criada cerca de ella : los escribientes i los médicos pasaban los dias ì las noclies sentadosen aquellos zaguaneso gaU pones, i la desnudez de las murallas, la falta de colgaduras, cua- dros, jarrones, bronces i cosa que lo valga, acusaban a cada bora la rusticidad de aquel buésped, por cuyas manos han pasado snyo, ajeno o del estado eien millones de pesos en veinte anos. Cuando Rosas haya ilep^ado a Inglaterra i visto a cada arrenda- dor de campana, /«rwer, rodeado de jardines i bosquecillos, ha- bitando casas elegantes amuebladas con lujo, aseo i comfort, sen- tirà toda la vergiienza de no haberle dado para ma-s su caletre que pai-a construir Palermo. Oh! corno va a sufrir Kosas en Eu- ropa de ssntirse tan bruto i tan orguUoso! EL PUEBLO. Permitame el lector recordar algunos antecedentes que nece- sito se tengan a la vista. Como he dicho en el discurso de està narracion, yo solo hablé con eljeneral Urquiza una vez en Gua- leguaichu, sobre materias de hecho, salvo dos objeciones en dos entrevistas sucesivas, salvo algunaslijeras observaciones de paso en otras conversaciones. En el Diamante nos vimos poco , i ha- blamos ménos. En el Espinillo uua entrevista, i desde entónces hasta Cabrai donde tuve la desgracia de mirarlo con la mayor compostura miéntras me denostaba. Yo permanecì siempre al lado del jeneral Viiasoro ; i no siendo allora bcleiinerOj no tengo funciones, no tengo arte ni parte en lo que sucede, ni mi persona, ni mis ideas, se mezclan en los acontecimientos. Ahora soi un mei'o espectador. Voi a Palermo por curiosidad, por no saber mejor que hacer. En la mariana, del cinco fui a Palermo a ver el palacio de Ro- sas, los decantados jardines, i saber lo que habia de nuevo. El pueblo en Buenos- Aires estaba cntregado al delirio de verse li- bre, a la felicidad de poder maldecir a Rosas, i a cada momento Ilegaban noticias de que habian tomado i puesto en la càrcel ^ este o el oti-o raazorquero. Los mazorqueros existentes , es decir aquellos horribles rrirainales de 1840, eran corno seiso siete, i el pueblo en Buenos-Aires solo tenia ojeriza centra los mas crimi- nales de eiitre ellos. Pero sabiendo que habia sido degoìlado Santa Colon a, fusilado Chilavert i uno que otro ma?, se conten- — 166 — iaBan con prender a los que liabìan a las manosi ponerlosen la eàrcel, dando cuenta al jeneral de estar a su disposicion. La po- litica no la hace la masa popiilar, que obedece siempre a instintos de justicia, de ven^anza. etc. Tomaron preso a Masa, i su mujerse presentò al. jeneral i le pidió su vida^ cosa que el jeneral concedió mandandole poner eiì libertad. Trajeron a Pablo Alegre^que era el terror de Buenos- Aires, i por desmanes recientes objeto del en- cono publico. El jeneral le dijo que saliese a la calle i le Icvanta- se la tapa de los sesos de un balazo a quien lo provocase. Està irregularrdad en los actos, dejaba desconcertado al publico; pero sin estend erse en comentarios. Creian que no se les bacia justicia i nada mas. El jeneral liabia llegado el 4 de febrero, i dicho en publico, que si los salvajes unitarios liabian creido que él babia triunfado para ellos, se equivocaban redondamenie,quelos buenos federales solos gobernarian en el pais. Como los unitarios eran un mito, i los que llevaban este nombre estaban ami en Montevideo o en Cliile, el publico no daba valor ninguno a estas palabras,, que al parecer no se referian a él, pues componiéndose de* los ha- bitantes de Buenos-Aires i de la jeneracion que se babia creado bajo Bosas, en estos ùltimos veinte anos, pocos se sentian afecta- dos por estas esclusiones, sin embargo, de que estraiiaban mucho aqueUas palabras. Los federales de Bosas estaban escondidos. El jeneral publico una proclama de olvido, en que exceptuaba, po- niéndolos fuera de la lei a los jefes que babian regresado de Mon- tevideo, i Torres, Baldomero, L'igoyen babian dicho tan buenas cosas de Urquiza en Palermo, en el teatro, en la prensa i en la Sala, que el publico los confundia en la misma proscripcion, i se alegraba. Si no le habian entregado los mazorqueros, se condena- ban a los jefes ilos sostenedores. La di vision Aquino fué iguak mente proscrita, i el publico aplaudiaa està enormidad, para ven- gar la muerte de Aquino. El pueblo, en su desahogo de tantos anos de opresion, no se paraba por lo pronto en la horrible frial- dad de aquella condenacion a muerte de cuatro e^cuadrones de caballeria con sus oliciales i jefes, sin juicio, sin oirlos, sin exàmen, i sin otra conviccion de delito quehaber pertenecido a la division Aquino. El jeneral me ha sostenido i lo repetiàn sus secuaces, que Aquino solo era el autor del desastre, que la tropa i la mayor par- te de los ofìciales eran inocentes; que habian sido arrastrados en el movimiento,sinsaber nada. Esto ultimo era cierto. Sucedia ©tro tanto con los jefes de Montevideo, que no habian querido- seguir a Urquiza, que habian pedido sn. separacion, i de ningu- ìia manera sido obìigados a no toraar parte en la guei'ra ni voi- — 167 — ver a tornar servicio bajo las órdenes de Rosas, su jefe, su go- bierno. Ni Urquiza previo este caso, ni creo que ellos tampoco. Creyeron que Rosas triunfaria, fueron llamados de Buenos- Aires i volvieron al servicio. Una causa de malestar empezó a sentirse luego. Todo lo qua era jente de condicion inferioren Buenos- Aires, habia sido enro- ladaen la infanteria, i toda la infanteria de Rosas cayó prisione« ra, i se la tuvo cerca de un mes en los campamentos. He aqui, pues las masas populares interesa das por los afectos por ocho o diez mil individuos, cuya suerte las llenaba de incertid umbre por Io ménos. Las clases acomodadas de la sociedad acudian por millares a Palermo a visitar, a ver, a aplaudir, a admirar al jeneral vence- dor, objeto del amor i del entusiasmo pùblico. A los que lofelici- taban el jeneral respondia invariablemente: Si yo no he hecho nada. Aquihe venido a encontrar con que los escritores de Mon- tevideo i de Chile lo lian hecho todo. Los salvajes unitarios son los que'han vencido a Rosas, i cosas asf. Aqui encuentro que na- die quiere ponerse la cinta colorada. Yo he de entrar a Buenos- Aires con està cinta, etc. Esto repeti do con variantes a cada uno, a comerciantes, a jóvenes, a estranjeros, a hacendados. Todos salian desconcertados, preguntàndose unos a otros, ^qué le ha di- cho? — A mi lo mismo. — A mi lo mismo. Que significa esto? Don Manuel Guerrico, amigo desde Paris conmigo, vino a verme, i cuando hubo de hablar con el jeneral, le previne que no le dijestì que me conocia. Guerrico salió luego i me contò la misma historia que oia repetir a todos. Miéntras tanto se oian a cada rato las descargas de los solda- dos de Aquino que estaban fusilando, en las zanjas del Palermo. Nadie se ocupaba de elio. Buenos-Aires no se aterra con ejecu- ciones de centenares de hombres; pero empezaba a fastidiarles, i ballar la cosa fea. La concurrencia de curiosos entusiastas era cada dia mas numerosa, la tema\Ie la cinta colorada mas apre- miante, i sin embargo nadie se la ponia. La dezazon crecia por momentos, i cada uno repetia lo que habia visto, oido o conjetu- ì'ado. Sobre todo, lo peor era, la desorientacìon de los espiritus. DegoUaban a Santa.-Coloma, i Masa i Pablo Alegre se pasca- ban insolentemente por las calles. Se proscribia a los jefes de Ro- sas i andaban buscando a Torres, i se repetia con odio la frase de salvojes unitarios. Lo que sucedia en la opinion sucedia en el ejército, en la casa misma de Uiquiza. Salvo Segui, Elias, todo el séquito del jeneral eran salvajes unitarios, i alli se hacian co- — 168 — mentarios, se cuchucheaba, se llamaba aparte, a contar las raras ocurreneias del dia. Es naturai creer que yo comò escritor mui conocido, mui odia • do i perseguido por Rosas, debia ser un objeto de curiosidad por loménos en Buenos- Aires. Por las tardos iba a Palermo i lasjen- tes que solicitaban ver al jeneral, despues preguntaban por mi i aun al mismo jenei'al, i no era raro que se reuniese en torno mio un grupo igual de jeiites que las que rodeaban al jeneral. Asi que note e?to dejé de asistir a Palermo en las lioras de concurren- eia, i pedi a Olembert su quinta para establecer rais reales. El gobierno provisorio empezaba a organizarse. £1 anciano Lopez puso de jefe de Pdlicia al anciano Pico i de ministro de la guerra al anciano Escalada. Era una especie de exhumacion de la vida de ahora treinta anos. El jóven Gorostiaga era el in- termediario entre Urquiza i el nuevo gobierno, i Urquiza empe- zó a aficionarse a este jóven simpàtico, timido i benevolo. Los fusilamientos continuan, los prisioneros permanecen enei campamento, el epiteto salvaje unitario lo repite el gobierno provisorio, la insistencia sobre la cinta va haciéndose mas exijen- te, a medida que la resistencia es mas visible, i que los que ceden, poquisim.os en numero, revelan por sus figuras que son jente de poca consecuencia, o por sus antecedentes, rosistas mui compro- metidos. En la ciudad i en el ejército no se habla de otra cosa que de lo que el jeneral dijo, i lo que este o el otro vieron. EF entusiasmo va pasando, porque hai poco que lo sostenga i mucho que lo rejjfrie; i mil bagatelas, comò sucede siempre, prestai asi- dero a los comentarios. El jeneral permanece de ordinario con su sombrero de paisano con cinta paesto; otra vez se presenta con chaleco Colorado, aunque dice que eso no lo exije de nadie. Cina tarde recibe a los millares de ciudadanos en mangas de camisa. Recuerdan que Rosas se tomaba estas libertades groseras; i si al- guien les objeta que el calor excesivo lo fuerza a elio, responden ^j^ero que nosotros que venimos de Buenos-Aires vestidos de pano, sufocados por el poìvo, no tenemos calor? I de estos inci- dentes insignificantes las anolojias i las asociaciones de ideas era- piezan a despertarse. La corte de Palerm^o comò àntes, el chaleco ila cinta comò àntes, los salvajes unitarioscomo àntes, las ma- tanzas de hombres en los alrededores comò àntes. La familia de los Ortegas, corno parientes, fué a visitarme a mi escondite de Olembert. Uno de ellos (supongo que es el que ahora es representante) me dice : seiior, quiero consultarlo. He *ido nombrado a un destino, i estoi resuelto a no aceptarlo, por ^ 169 — Aó verme forilEido a llevar una cinta colorada. He vìvido once anos en Buenos- Aires sin verlas calles de dia, saliendo a mis barracas al alba, i volviendoa casa a la noclie. . . . — Mi pareoer es que acepte. É^to pasarà liiejjo, i el destino que V. no ocope, lo oouparà otro ménos digno. Ei nueve defebi-ero procure ver al jeneral. Hasta entónces él me habia visto rondar por los patios sin hablarrae : alguna vez entro en alguna pieza, i salió luego de haberme visto. Hicele presente que los impresores ganaban sueldos raui subidos i que era ticmpo de despedirlos, sujiriendo las disposiciones que debian tomarse para guardar en Buenos- Aires la imprenta. Convenidos en esto anadi : Yo creo que mis funciones estàn concluidas en el ejército, i si no hai inconveniente, Su Excelencia me permitirà de- jar el servicio, para regresar a Cliile. El jeneralhizo un movimien- to de sobresalto , . . . a traer mi familia anadi; i con la candidez de aquella alma inflmtil, sin decirme, por qué se va tan pronto? por qué no aguarda algunos dias para que organicemos esto. o lo otro? me preguntó a renglon segui do ^por donde piensa irse? Aqui fué mi turno dereprimir un vuelco de la sangre. No sé todavia, jeneral, le conteste con boberia. Mi animo es pasar algunos dias en Buenos- Aires; quiero conocerla, pues nunca he estado en està ciudad. Despues, si hai un vapor me ire por mar, sino por tierra — ■ Qué estara abierta la cordillera todavia? — Si, jeneral, basta mayo. — Està bueno, me contesto, sin una de esas palabras vulgares con que se despide a uno que se ha llamado amigo, i que bien o mal nos ha prestadoservicios. Pienso hacer quitar a Saravia, me dijo casi en seguida, por una hilacion de ideas, que no era fàcil seguir — I Benavides queda senor? — Es tan despreciable! — Pero el pueblo de San-Juan, que oprime hace diez i seis aiios, noes despreciable, senor, i alli tene- mos amigos entusiastas — >i no vale nada Benavides! La conver- sacion termino ahi, i me despedì del jeneral saltando de gozo, de poder ir a conocer a Buenos-Aires, cuyas campanas oia, cuyas torres divisaba, sin poder, por prudencia i evitar interpretaciones, ir a verla. El Dr. Pico recien llegado estuvo a poco con el jeneral, i éste le dijo. jPero no ve este Sarmiento que quiere que yo vaya a ha- cer la guerra a los gobernadores del intei'ior! Yo no he venido a eso. A la tarde uno desus comensales me contò que el jeneral ha- bia dicho en la mesa : Aunque Sarabia me traicionó, al fin ese Santibaiies que fusiló era un salvaje unitario^ hizo bien. No lo he de quitar de su gobierno. Yo junté estas tres versiones i estos — 170 — tres movimieiitos de aqiiel espirita, i los agregué a la historia ya observada. ELBOLETINNUM. 26. Cuando yo creia verme para siempre libre de escapar de aquc- ila vida de congojas i de siijeciones, Elias me dijo ^cómo se va sin liacer el parte de la batalla? El jeneral me ha dicho qiie lo hagamos con Segui; pero yo no sé ni los términos militares. — Bien, lo haré , denme los partes de las clivisiones. Entrégome el pian de formacion del 2 de febrero , que me dijo era la misma que tiivieron los cuerpos en la batalla. Yo conocia el del Brigadier Marquez, que mandò el centro , i estado en la izquier- da con los orientales : yo liabia redactado el del coronel Riberos que mandaba la izquierda de la derecha, i por él sabia la parte que en el combate liabia tornado la derecha mandada por Galan. Fuime, pues, a mi alojamiento, empezé a borronear papel, sobre- vino Mitre i pusiraos manos a la obi'a de manera de dejar con- tento al jeneral. Al dia siguiente vino enviado por éste el coronel Galan, le mostre lo liecho , me indico lo que faltaba, i luego fuimos a ver al jeneral para leerle los borradores. El jeneral los aprobó, excepto un incidente que se referia a él ; Galan hubo de hacer una observacion , i entónces vi confirmado lo que me ha- bia dicho en Cabrai , disculpàndose de haberme Uamado salva- je unitario: ^*Con que a Galan, que lo quiero tanto suelo echar- le unos caballos !" Le echó està vez uno , que nadie se atreveria para con su cochero, "Gallese la boca! siga Sarmien- to." Yo segui por no levantar la cara i no ver la confusion del Ministro, que no me hallaba en el Diamante digno de la repu- tacion que tenia a lo léjos. Miéntras nos ocupàbamos de arreglar el Boletin , la Corte Suprema vino en cuerpo a felicitar al Jeneral; el seiior, Lahìte presidente le dirijió una arenga, i al terminarla les hizo sena de que se sentaran. Cuando se redraron me dijo; por qué no les contesto V.? — Si me lo hubiese indicado, no habria sabido que decirles. Mejor ha estado asi, i lo echamos a la risa. En los diarios de Valparaiso he leido que el jeneral ha està- diado en Universidades por dónde sas dctractores no han pasa- do. Creemos que equivocan al Doctor Urquiza hijo con el pa- dre que fué tenderò, o que se le quieren atribuir los titulos del Doctor Francia, lo cual no oscluye ni los errorcs, ni el despo- — 171 — tìsmo. Pero se dice qiie ha estiidiado con el qua ha dicho uhi patria, vhi bene, miéntras que los qiie no hemos estudiado so- lemos decir ubi bene, ibi patria, que dice lo contrario aunque no profesemos la docfrina. Una d« las dificultades para el gobierno constitucional i orde- nado, que Ui'qiiiza habia indicado a Lopez, era el einbarazo que esperimentaba para hablar en pùblico i en actos oiiciales. Lopez habia tratado de tranquilizarlo sobre este punto, indicandole que todo eso podria obviarse por el intermedio de ministros. Al efecto Lopez le decia que Washington habia sido un paisano de la Vir- jinia, ocultàndole, por supuesto, que era injeniero, agrimensorso- bresaliente en el estudio de las matemàticas. El jeneral le pidió una vida de Washington, el esciavo de las órdenes del Congreso, que no se pudo obtener en Espanol. Cuando fui al Entre-Rios me recomendaron mucho, que no brindase delante de él, pues esto lo ponia de mal humor, cosa que no pude evitar en la isla de Fragas, donde me compulsaron a elio, i hube de probar la bon- dad del consejo; aunque sin razon. Forzado a hablar dije que las diversas secciones de la Repiiblica habian tenido una parte glo- riosa en la formacion de nuestra historia. Buenos -Aires, habia dado el grito de Libertad. Salta, Jujui i Tucuman, detenido la in- vasion i lanzado a los enemigos , de sus cafiones el acta de la Li- dependencia. San-Luis, Mendoza i San-Juan llevado la gloria de nuestro pabellon al Chimborazo, i ahora Corrientes i Entre- Kios las ùltimas venian a constituir la Republica i dar leyes al pais. Aquellas palabra ùltimas, fué materia de comentario ahi en la mesa misma, no obstante que el órden de las fechas 1810, 1816, 1818 i 1851 precisaba el sentido. Cuando quisieron es- plicarle al jeneral la cosa, dijo ; si, pero estas jentes no compren- den. El segundo brindis ha estado mejor. En el segundo habia dicho: El Entre-Rios es la patria de San-Martin el héroe de Chacabuco i Maipii. El Entre-Rios no ha perdido aun su fuer» za proli-fica de héroes. De su seno parte hoi el que va a dar a la Republica lo que San-Martin no pudo darle, instituciones. Pasé en seguida de órden del jeneral a consultar el Boletin con el Mayor-Jeneral que debia firmar ostensiblemente el par- te, i me fui a Buenos- Aires a ponerlo en limpio e imprimir- lo. Correjimoslo con Mitre en la imprenta del sehor Barra, Ilice tirar diez pruebas i di órden de suspender basta segun- da órden. Enviélas el 13 a Palermo , no me contestai on ni ese dia ni al siguiente. El pùblico se habia olvidado de la ba- talla esperendo diez dias el parte, un diario se habia procu- — 172 — rado una prueba , i la reprodujo i yo ordené que se tirase. Al dia siguiente supe que el jeneral habia dicho en la mesa : El Boletin es inexacto , i yo sé porque lo ha hecho Sarmiento , esto con tono de hombre ofendido. El Boleiiii està ahi para juzgar mis int^^iiciones. Yo le escribi al jeneral dos palabras , di- ciéndole que corno no hubiesen reprocliado nada a las pruebas, me habia creido autorizado a tirar. Mas tarde volvi a ver a Elias , le liablé de la cosa i supe , que el haber mandado diez pruebas , habia hecho creer que ya estaba tirado ; que habia un i^rror de colocacion de una division ; pero que no era esto , sino que el jeneral decia que todo el parte no le gnstaba. Por qué no le habia al jeneral? — Para qué, si es todo lo que no le gusta, no hai que decir a ese respecto. Està vez el conipaìiero de Purvis me hablaba con un tono de autoridad que no habia usado basta entónces conmigo. Mas tarde le hablò el jeneral a Mitre de ha- ceruna especie de r^seiia de la campana "porque esa que ha he- cho Sarmiento en el Boletin, no es completa" Mitre se hizo de- sentendido, sabiendo qué clase de méritos buscaba el jeneral en h>s escritos, que era no la verdad, sino la lisonja; no el encomio, sino las prostituciones. Mi manera de elojiar no se parecia al de la Gaceta, en cuya lectura se habia educado, Cuando el Boletin se hubo publicado, el enviado del Brasil se me quejó amargamente de haber omitido en el parte todos los actos que honraban a las armas brasileras, i las operaciones eje- cutadas por el Brigadier Marquez, las cuales constaban del parte que habia pasado. Contestéle, para satisfacerlo, que no se me habia entregado parte ninguno, no obstante haberlos pedido, i ofrecién- -dole en lo que a mi respectaba, darle testimonio escrito, da cons- tarme personalmente lo que en el Boletin estaba suprimido, i declarar que el batallon de la derecha de la division Orientai habia pasado sobre cadaveres bras^ileros, lo que probaba que bra- sileros nos habian precedido por ese lado; pues el Brigadier Mar- quez sostenia que sus tropas llegaron a las puertas de Caseros mo- mentos àntes que las orientales. La verdad del caso era que se conspiraba por oscurecer a los aliados, por codicia i monopolio personal de gloria, que se me habian hecho suprimir palabras, i que por mi honor i la dignidad de la Repùblica estaba en el deber de reparar en mi nombre aquella injusticia de que se me bacia instrumento. Los brasileros jefes i soldados se condu,eron admirablemente, i en la ocurren- cia de los cadaveres, de que he hablado, hubo tal prisa de su par- te en tornar posìciones qne estorbaron en efecto el paso a un ba- -~ 173 — tallon Orientai. Los brasileros nòs creian sus jiieces en aque! momento supremo^ i se liabrian lieclio matar porque no Io cre- yésemos cobardes/Dì pnes, con gusto la declaracion firmadaqne se le enviò al Emperador con el parte ofìcial de sus fuerzas, que tomaron parte en la accion. El coronel Osorio de caballerfa ha- bia pedido que le eneargasen romper cuadros con su rejimiento; pero fué arrastrado en el movimiento desorientado del jeneral Madrid, i ni el piacer tuvo de ver la batalla. _^ BUENOS-AIRES. El diez o el once llegué a Buenos- Aires ì a poco me vi rodea- do de los sanjiianinosresidentes alli. Visitaronme centenares de personas, cuyos nombres i fìsonomias he olvidado, por confun- dirse con otros centenares que habìaconocido en Palermo, porque en estos dias de ajitacion las personas vivian en las calles, atrai- das por los mas leves incidentes. Los amigos antiguos, cual de Cliile, cuàl de Montevideo, cuàl de Europa eran el objeto de mis predilecciones, i salvo los primeros dias que me absorvió el Bole- tiii, los seis restantes los pasé en la beatitud suprema de recorrer calles, visitar cuatro o ciuco familias, i sobre todo conversar de to- do, i salir comò mejor podia de losaprietos en que me ponian liombres respetabilisimos, pidiéndome mi parecer sobre la equi- voca i estraiia politica del jeneral. Qué queria? que pensaba? queria suceder a Rosas? Como nadie ^upiese las intcrioridades que yo disimulaba, me era posible para los indiferentes asumir el aire de liombre de gabinete, atenuando las faltas gordas corno el pu- no, pidiendo que esperasen, ofreciendo para luego una marcila mas regular. Con rais amigos, ya se concibe que tenia otro len- guaje. Alsina, Lopez, Màrmol, Pillado i varios otros llegaron por entonces, i Lopez i Alsina venian ya, por los rumores llega- dos a Montevideo, desencantados, recelosos,i casi resueltos a vol- verse. Lopez me pidiò su parecer sobre si se ponia la cinta para ir a ver al jeneral; porque ya se habia dado órden en Palermo de no dejar entrar a quien no trajese la senal de adhesion. Yo escamoté una respuesta categòrica. Alsina i Lopez fueron juntos a Paler- mo, se introdujeron sin cintas. hablaron de cosas jenerales, i al despedirse el jeneral provoco a Alsina a una entrevista. Alsina volvió a los dos dias sin cinta. Es de advertir que en Montevideo habia convenido a pedido del jeneral, que asi que en- — 174 — trasemos a Buenos-Aires, vinìese a organizar el nuevo Gobierno. La entrevista, pues, tenia este objeto, i para entrar en materia, el jeiieral sigiiitioó la necesidad de ììev&v e\ cìntillo Colorado. Alsina se habia preparado para este ataqiie ; i es escusado repetir sus ideas aqui, que estaban en el corazon detodos; pero que dichas por Alsina tenian el valor de una sùplica, de un consejo, de una protesta, i de una admonicion amigable i desinteresada. Eljene- ral mostrò el mismo empecinamiento inflexible que le bacia arros- trar todos los dias la resistencia de la poblacion en raasa, i au- mentar las exijencias en razon de la reprobacion. Alsina insistió, levantaron la voz, i por fin le dijo: Jeneral, yo me retiraré a mi casa, pue*! no suscribo a està condicion por creerla perjudicial, impopular, i sin objeto pràctico. El jeneral le replico, que no fal- taria quien aceptase el ministerio en su lugar, i la conversacion termino ahi. Entónces Alsina le liabló de cosas indiferentes, de Ja batalla, de Palermo, etc, icuandolaserenidadde ànimoestu- Vo restablecida, requiriò su sombrero i empezó a ponerse los guan- tes. El jeneral le dijo entónces: Veamos, no habrà un medio de conciliarlo todo? — No faltaria jeneral, El Gobierno puede tirar un decreto. . . . — Nada de decretos — Bien, hacer una manifesta- cion, en que se esplique el uso de la cinta ; pero dejando a cada uno en libertad de usarla. Yo estoi seguro, jeneral, que nadie se la pone, tan seguro, que prometo ponérmela jo, si Buenos- Aires lo liace. — -Bien, liàgalo asi i todo se allanarà. ElDr. Alsina salió contento en su sinceridad de este arreglo, tiolmado de atenciones por el jeneral, i se vino a Buenos-Aires a hacerse cargo del ministerio. Ese dia o el siguiente presentóse en Palermo el hermano del Br. Alsina, i el Jeneral le afeó malamente ir sin la cinta co- lorada. Mandàronle a poco el borrador de la manifestacion a Elias para que la presentase al jeneral, i Elias contesto que se publicase que el jeneral la aprobaba. Poco despues vino a Palermo un seiior Villarino, i el Jeneral lo tratò mal por la misma causa, dando órden, creo que al comandante Baez, de colgarlo de un pie en un àrbol en el patio si volvia a presentarse sin cinta. La manifestacion se publicó, i lo que debia suceder sucedid, los pocos que por ceder a tan tenaz exijencia se la habian puesto, volvieron a abandonarla, i los exaltados tuvieron a mal a Alsina el haber usado palabras de atenuacion sobre su uso i significado. Como el jeneral no disimulase su desagrado, los visitantes a Palermo empezaron a escasear i en la ciudad se repetian sus des- — 175 — ahogos. El g'obiei'iio empezó a organizarse. Tiróse el decreto tk embargo de los bienes de Rosas , qiie debieroii declarar sim* plemente en concurso, para responder a espoliaciones probadasj ejercidas sobre individiios. Urquiza desaprobó la jeneralidad de la medida, dieiendo que debian haberle dejado los bienes hereda- dos. Como! dijo Alsina, si él me ha ordenado dictar este decreto! Pues qué , aiiadió Gorostiaga, ya ministro por recomendacion suya, si tres veces me ha repeti do que està medida debia tomarse cuanto àntes. jDe qué estan liablando, anadió el anciano Lopez, si cada vez que nos hemos visto me ha indicado eso mismo! Sé estos detalles de boca del Dr. Alsina mismo, cuya veracidad na- die pondrà en duda, Miéntras tanto el desconsuelo, la afliccion ganaba todos los animos; los unos se abatian, maldecian los otros^, mil rumores circulaban, nadie justifìcaba al jeneral, i la duda se infiltraba en todos. La poblacion obrera i pobre continuaba prisionera en Pa- lermo, comò si se liubiese querido hacer de intento que las masas populares por las madres, por las esposas, las hermanas, tomasen su parte de aversion, de desengaiio, de reminiscencias de lo pasa- do; para agravar mas las semblanzas, las senoras que iban en sus carruajes a Palermo, tenian que cubrìrse la vista al entrar en las calles de sauces por no ver los cadàveres colgados en ellos, en el pasco pùblico, no para escarmiento de los soldados que no tran- sitaban por alli, sino corno un cartel puesto a los ciudadanos, i a las senoras. jPero que es esto! volvian dieiendo las madres, las niiias! Qué indecencia! qué asquerosidad! En tiempo de Rosas, no nos han colgado cadàveres en el paseo pùblico! Aiiadiase para completar el disgusto, que los alrededores de Palermo estaban infestados de restos de ganado muerto, las zanjas casi llenas de caballos podridos, i mas alla las que no tienen agua, de cadàveres humanos insepultos; lo que trai a a la memoria que aun no se habian enterrado los muertos en la batalla de Caseros. Atila! se pasaba de boca en boca en Palermo. I miéntras tanto ese pueblo que presenciaba todo esto, no se apasionaba todavia, no desesperaba, mirando todo comò el re- sultado de la guerra i los males que JÉlosas Ics habia legado ; pero al fin iba a elejirse gobierno; eì jeneral se retiraria con su ejér- €Ìto, i todo pasaria luego. Todos creian en efecto que el jeneral se retiraria , i el coro nel Melian i el senor Ascuénaga se sorpren- dieron mucho de mis dudas a este respecto. El triunfo se desmoraba de dia en dia esperando que lloviese decian, para mitigar el polvo, basta que todo fué dispuesto para el 23 — 17^ — iiez i nneve o veinte. Yo aeudì al Cuartel- Jenerai por no fiacer notable mi ausencia, entré en una pieza en busca de los edecanea ì encontré al jeueral Urqniza alli. Correspondió a mi salutaci on con marcada seriedad, continuo conversando con alsruien i se reti- ró. Para mi esto nada tenia de niievo, habitnado- desde el Dia» mante a tales desigualdades. Oìle decir, riéndose con int^ncìon. *^Esto es comò el segundo tomo." No estando yo en antecedentes no hice alto en ellof pero despues supe era un dicho que circu- laba, el segundo tomo de Mosasy i entónces comprendi que era una indirecta. Yo faltaba de Palermo oclio dias, i edecanes, ofìciales i jefes me recibian con interes; i contàbanme las ocurrencias de esos dias; liabian cuchucheos, i viendo a este o al otro jefe del ejér- cito, me decian, no hai cuidado, son de confianza. E\ Corone! Chenaut es un liombre vivacisimo que acompaiia de sales, jes- ticulaciones i movimientos cómicos cuanto dice de broma. £s- tabamos en la sala de billar; i cuando ja me liabian contado las ocurrencias del dia, llegó mi turno, i entónces con aspavientos a la manera de Chenaut, dije con misterio: "tengo que contarles co- sas mui importantes, Vean quenonos oigan!" Mitre mismo,que venia conmigo i nada me habia oido, presto atencion. Chenaut se levante en puntillas de pie, abriò las puertas que daban al pa- tio, asomó la cabeza, volvió a cerrarlas; recorrió las otras, abrió ventanillas, i de par en par la puerta de la capilla de Tlosas, cu}''© aitar e imàjenes quedaron a la vista. Conclnida està ceremonia, les dije, "siéntensei.»..oigan...." Pero unjóven de Buenos- Aires que estaba ahi i me habian presentado , se paro de sùbito, el pelo herizado, las manos crispadas, i con voz hueca i sepulcral me apostrofo diciéndome ; pero seiior Sarmiento! ^Qué es lo que va a decir V.? Yo no quiero comprometerme! yo — El terror de Palermo! esclama yo, senalàndolo con el dedo, i echàndome a reir. Rieron todos, i rio él mismo, avergonzado de aqnella su- blevacion de la carne, del terror comò en tiempos deRosas;.i cuando hubimos reido bien, fué preciso decir que yo nada tenia que contar, i que solo habia querido hacer una broma a Chenaut, mi antiguo jefe, por sus aspavientos. Pero al paso, salto aquellia. Bingularisima manife&tacion del estado de los espiritus^ — 177 -- ELTRIUNFO. Biienos-Aires se preparaba a recibirnos dignamente, i el jene- ral esperaba lucer sentir ese dia el peso de su poder. Esa noche fueroii arrestados en Palermo odio jóvenes que habian "venido sin cinta colorada, siendo varios de ellos hijos de estranjeros, que en tiempo de Rosas no la habian llevado. En Buenos- Aires tenian eco instantàneamente las ocurrencias de Palermo. El dia de la grande exbibicion amaneció. Habia llovido la noche àwtes, i principiado el movimiento de las tropas, me reuni al sé- quito del jeneral Virasoro, pues este erami puesto. Eljeneral me dijo que habia recibido indicacion de ir con sombrero redondo, i que recien esa manana se habia dado órden a la caballeria de entrar en la ciudad, pues àntei se habia dispuesto que formase en el bajo solamente. Cuando nos incorporamos al Jeneral en Jefe, uno de sus edecanes me dijo ; acaba de hacerle quitar la bandera a un batallon de Buenos-Aires, diciendo: esa bandera es la de los salva jes unitarios. Entramos en la calle de la Florida, àmbos jenerales a la cabeza i los edecanes i séquito en seguida. Iba el jeneral en un magni- fico caballo, ensillado con recado, cuya carona de puntas tenia pinturas i adornos de mucho gusto, pero de mal jénero, comò son todos estos arreos provincianos. El fiador, manea, pretal, canas de los estribos,estnbos i espuelas eran de piata, recamados de oro con arte esquisito. Llevaba el jeneral una rica espada, vaina dorada de las tomadas a Oribe, casaca con bordado en el cucilo, banda roja, sin charreteras i con sombrero de paisano con cinta i un poco inclinado bacia adelante. Buenos-Aires es , comò se sabe, una ciudad mui elegante. Rosas fué vencido en este punto, i Manue- lita misraa habia acabado con los chapeados de piata, espolones i todas esas sarandajas que hacen parecer un mameluco o un arabe a nuestros jinetes de campaiia, haciendo malbaratar a hombres que nada poseen doscientos o quinientos pesos en estos arreos. Toda la poblacion de Buenos- Aires monta en siila sin mandi! con el rigorismo ingles, que es el tipo dominante. Eljeneral Gui- do, que habia salido a recibir al jeneral, iba con sombrero apun- tado, charreteras, casaca bordada, i un rosario de medallas, i sus edecanes vestian traje militar mas completo que eljeneral, aunque no llevasen tanto chapeado en su caballo. Apunto estas peque- iieces para indicar el estndio esquìsito, o el candor que habia en — 1 £^5tos hombres, para sublevar contra ello^ basta el buen gusto, basta, bis malicìosas piiUas de las iiiiias, espirituales siempre en lascapitales, espiritualisimas en Buenos- Aires. Eljeneml adeinas por gravedad o encojimiento, afectaba una tiesura imperturbable, sin volver la cabeza a este o el otro lado. El suplicio de los sobe- ranos en Europa, lo hace la nscesidad de saludar a derecba e iz- quierda, i a mi me ba sucedido que el Emperador del Brasil me haya saludado, yendo de gran ceremonia el Juéves Santo, i yo medio oculto en un rinoon para evitar su encuentroj porque està es la pràctica de los soberanos. Entramos, pues, en la calle de la Florida, i cuan larga es, a dis- tancia de varas, en los prinieros i segundos pisos estaba decorada u Tcolojin Najruval ^ o pr-ucbas (!« fa rxistencia de un Dio?. — 180 — amigo, me dijo, estas manifestaciones! Qué pueblo este, i qu» felicid'ìd haberlo conocido! Veinte dias despues cuando se era- barcó, la poblacion de Buenos-Aires, las senoras i los jóvenes, llenaron los alredores del muelle, lo hicieron llorar està vez de piacer, i los vivas i los pailuelos ajitados en el aire lo acompana- ron basta que llegó su bote al buque que debia Uevarlo. El jeneral permaneciò serio i comò empacado, presenciando el desfile de las tropai en la portada de la Recoba, que divide las plazas de la Independencia i del 25 de mayo. El gobierno, presi- dido por el octojenario Dr. Lopez, el cuerpo diplomàtico en que 83 hallaba el mal avenido Carneiro Leao, aguardaban al jeneral de pie para recibirlo i bonrarlo en unas piezas conliguas a la plaza. El Dr. Alsina me dijo que creia habia habido un malentendido en la cosa, i no intencion daiiada. El heclio fué que el cortejo de las autoridades aguardó en vano al jeneral ciuco horas ; el jeneral no se acercó. El pùblico tradujo a su modo este acto, i en dano del jeneral. El jeneral babia dispuesto al principio que no entrasela ca- balleria; pero esa manana dio órden de bacerla seguir a los cuer- pos de infanteria. Los soldados permanecieron catorce horas a caballo, desde las cuatro de la manana basta las seis de la tarde en que regresaron a sus campamentos. ;Qué objeto tuvo este cambio? Mostrar a Buenos-Aires todo su poder material? El efecto fué todo lo contrario. El entusiasmo de la poblacion iba aumentando por horas. Mucho por el jeneral, muehisimomaspor el vestido de los orientales; todavia mas por los brasileros, sus dignos huéspedes. El jeneral se retiró i la ca- balleria empezó a desfilar. El jeneral Madrid venia a la cabeza de una division, h momia de los antiguos guerreros, el enemigo de Rosas, el antigiio jefe derrotado en Mendoza. El pueblo se lanzó sobre él, lo pasearon casien brazos por las calles, i gritaron viva la libertad, vivan los viejos defensores de la Independencia! La caballeria entro basta las cuatro de la tarde i el pueblo se sació al fin de vivas i de emociones. El jeneral volvió a Palermo, yo me despedi de mi jefe, i vol- VI a corner a Buenos- Aires, pues debiamos voi ver a reunirnos para losfiiegos artificiales de la noche. Cuando esto sucedió supe por los edecanes que en la mesa habia dicho, sin prevencion ^con- que no quieren ponerse la cinta en Buenos- Aires? 8 US edecanes soltaron el trapo, i cada uno le dijo en los térmi- nos mas amigables, lo que habia en el caso; que la prevencion era invencible porlos reeuerdos odiosos de Rosas, etc. Muchos — ^i81 — de enire ellosobraban tanto, animados por la indù Ijtìiicia del Jc' nera), comò por una fiierte reconvencion, qiie yo les liabia he- cho el diaanterior, D, Diójeaes, encontràndose conmigo la vispe- ra en los corredores de Palermo, me dijo: qué le parece està tena- cidad del pueblo de Buenos- Aires? Si mi padre les arruga lafì^en-* te, no bau de saber donde meterse! Yo me habia propuesto no pro- vocar raanifestaciones; pero provocado, no retroceder por una prudencia egoista. Llamé, pues, a los que estaban cerca, para preca verme de calumnias, i le dije a D. Diójenes: Me pide V. mi parecer, i quiero darselo! VV., dirijiéndome a todos, V. que es su hijo, tienen la culpa de que el jenei'al se estravie, i pierda el prestijio q\m necesita . para gobernar la Repiiblica, Està cues- tion de la cinta subleva resistencias que van a sernos fataies. En Buenos- Aires, V. lo sabe, la cinta son los degiiellos, los parches de brea puestos a la seiioras por la mazorca — Si, pero son V V. ìos qiie se oponen — Acepto el ustedes, Los salvajes unitarios! En bora buena.. Las negra s de Buenos- Aires no Ile van la cinta coìorada abora, i a ninguna mujer, ni a la de Baldomero se la baràn poner. V. lo ha visto. V. lo sabe eso. ^Quiere V. una prue- ba mas clara de que la aversion es jVneral^ instinti va? Pero va- mos a los salvajes unitarios, En cuanto a mi, D. Diójenes, nadie hai aqui que tenga derecho de llamarme salvaje; i por lo de uni- tario, Y, lo sabe, que sai quien se encargó de^splicar la federacion, i darle significado economico. No acepto ni uno ni otro cargo, por nécios. Pero hablemos de hechos, El 4 d^ febrero todo Buenos- Aires pisoteó la cinta coìorada en las calles, se la arran- caron del peeho a Mancilla, en prescncia del Coronel Yirasoro, i ese dia comò basta boi no se vió mas ni cinta ni chaleco colo- rado. Alsina, Lopez, Marmol i los .unitarios no han venido basta el 10 de febrero. Son corno Y. dice unos cuatro ^i V« conviene que cuatro hombres sin medios , sin poder tienen mas influencia que su padr« oon treinta mil hombres? Dice Y. que se la pondràn si su padre les arruga la frente? La pon dràn basta en las ram-allas comò en tiempo de Rosas ^pero i las consecuencias? Su padre està destinadoa gobernar la Republica, i si en estas bagatelas muestra tan poco miramiento con la opi- nion, qiJLe eree V. que esperen para despues? — Entónces Y. quìerj que mi }7adre ceda? — Si, pues, amigo. — Entónces V desaprueba 6u conducta? — No se olvide, D. DiójVnes, que estoi hablando con el hijo del Jeneral, desapruebo todo lo que le perjudica, todo \o que le prepara resistencias, todo lo que trae desafecciones i divi- EJon en la opinion. — Mi padre es lo que quiere, uniformar la opi- — 182 ^ ?ìi'on, — ^Pero no ve, amigo, que uniforma los sombreros i divide k)s espìritus? El 4 de febrero todo Buenos- Aires estaba de acuer- do en un sentimiento de gratitud para con el Jeneral, boi la opi- nion està dividida. Unos que se ponen la cinta, i otros que no. — Alsina tiene la culpa porque no se la pone siendo ministro. — Al- sina ha aceptado^ eì^ ministerio a condicion de que se abandonase està exijencia. — Mi padre lo hace por las provincias. — Pero yo soi juez, en materia del espiritu que domina en las provincias, i le aseguro que las niism.as resistenciasva aencontrar en todas- partes. D,. Diójenes empezó a ceder, si bien muclias veces tuve que recordarle que era a él a quien le manifestaba mi opinion, para que se la trasmitiese a su padre, en obsequio de los motivos de interes por su persona que me inspiraban aquelìa franqueza. Nos sentamos en seguida, i el jóven ya desconcertado i sin saber qué replicar me eseucìió media bora de consejos, de espiicaciones^ de suplicas, lamentandome de que el jeneral hubiese esquivado la cuestion conmigo, etc, etc. Tres dias despues de està conversacion, i dos despufis de. la, manifestacion de Buenos- Aires, salió la famosa proclama, insul- tando al gobierno de Buenos- Aires por ajar Alsina, a la pobla- cion, a quien se le decia que unos cuantos salvajes unitarios eran los que no llevaban la cinta ; revelando que los dicbos eran odia- dos , quién sabe por quien, i que le habian pedido sangre i ven- ganzas, que solo él habia consignado en proclamas de esterminio i derramado diariamente quince dias en Palermo. No es necesario haber estado en Buenos- Aires el dia de la apa- ricion de la proclama ; basta el buen sentido para presumirlo. El efecto que produjo en la opinion aquel desabogo innoble, fué comò si en una tertulia de damas se introdujese un ébrio profiriendo blasfemias i asquerosidades. El anelano Lopez jemia, Alsina se encerrò en su casa, el pue-- blo, los estranjeros, los jefes del ejército tenian en la cara una es- presion indefinible no de rabia sino de disgusto,.de zozobra, comò cuandose descubre que la casa en que vivimosestà desplomada. Gentenares de ciudadanos escribieron a Alsina o le mandaron ajentes , conjuràndolo en nombre de la salvacion de la Patria que se sacrificase, que no abandonase el gobierno a manos prostitui- das. I para que algo bubiese que diera su significado especial a està medida, no los federales, sino bombres comprometidisimos. en la administracion i actos de Rosas i que estaban aver^onza- dios^. pusieron la proclama bajo vidrio i marco dorado, para de^ — 183 — rision de ese pueblo que habian pisoteado àntes, i creia un mo- mento que estaba libre de nuevos vejàmenes. EL GOBIERNO. He visto cai'ta de alguno en esplicacion de los sucesos de junio que dice: "Alsina ha tenido la culpa de todo, dando a este pueblo insti tuciones para que no estaba preparado." Los que no poseen tanta elevacion de miras creian al contrario que el jeneral Urquiza venia desde su provincia poco preparado para el papel qi\e le da- ban las circunstancias. Un jefe de gobierno sa.be donde quiera que cuando se llama a un liombre al ministerio es para que ese liombre de a la polìtica i a la administracion el espiritu i el personal de sus ideas conocidas. Alsina no se introdujo furtivamente en el go- bierno, sino que el jeneral Urquiza desde Montevideo lo buscò para este objeto. No aceptó la cartera del interior sino despues de haber convenido con el jeneral en qiie no liabia de llevarse la cinta colorada. Si Alsina hizo otra cosa que lo que el jeneral deseaba, el reproche recae sobre el que desea lo contrario de lo que debe esperar. Si V. echa agua en la lena, se quejarà de que no arda? Eclie fuego i arderà. Yo Iiabia sido desde el principio alejado de toda injerencia cn la politica. Esto era perfectamente becho. El jeneral me liabia tomado el pulso, i sabido a que atenerse. ; Por qué poner a Alsi- na en el Gobierno? Alsina se apoyaba en la masa jeneral de la poblacion de Buenos -Aires con sus prestijios de patriotismo, honradez, ilustracion, candor i enerjia. El jeneral Guido pudo ser sin desdoro, sin estraneza de nadie, el ministro de aquella po- litica de esclusion de jos unitarios ; pero poner al frente del go- bierno al jefe, al organo, al publicista de los titulados salvaje» unitarios de Buenos- Aires, es lo que a nadie le haocurrido basta boi. El jeneral no cree que hai opiniones en los hombres, ni ca- ractéres ni nada. Segui, Elias, Galan lo han confirmado en este error. Alsina debia ser lo mismo que ellos, i no era. El momento era critico, pues, cuando apareció la proclama^ Todo el personal de Rosas estaba aun en la administracion, en la- ciudad i la campana ; si no se cambiaba, cada uno puede medir la gravedad de las consecuencias. Alsina se puso la chi fa, devo- iiando la afrenta, i comiéndose las lagrimas, i puso mano a 24 — 184 — ia obra. Se nombraroii jueces de Paz, honibres de probidad i de antecedentes. El Jeneral aprobó la lista, excepto uno. Propusié- ronle una lista de comandantes de campana, i contesto casi bur- làndose, que eso lo dejasen a su cuidado, i nombró mas tarde al Coronel Flores (que no ha,bia querido seguirlo), a Lagos creo, i a otros; pero los jefes subaìternos eran todos miii dei agrado de Buenos- Aires. La obra de la recomposicion del Gobierno conti- nuo a paso acelerado. A lacabeza de la policiase puso a D. Ma- nuel G uerrico, concunado de Alsina, hacendado acaudalado i mui querido i simpàtico a todos los partidos, el apoyo de la fami- Jia de Rosas, de Terreros i el amigo de todos. La circunstancia de t^ner que entregar diariamente seiscientas cabezas de ganado pa- ra el ejército, bacia nec^sariasu eleccion para negociario ; porque al fin 6^0 cabezas diarias ofrece sus difieultades, despues de las pasadas requisiciones, a un tiempo con los frescos estragos de la guerra» Los ciudadanos mas acaudalados de la ciudad pidieron que se Ics confiasen los destinos subaìternos comò subdclegado, i se les aeordó por cuatro meses. Breve, no quedaron ni porteros del antiguo réjimen, i en un mes o dos la administracion de Bue- nos-Aires no era mas que la plana major, oficiales, cabos i sar- jentos de la opinion en masa. No sucedia lo mismo en el niinisterio. Urquiza propuso al Dr. Gorostiaga que entrase en el ministerio de Hacienda. Consulto- melo mi jóven amigo, por politica i obsequiosidad, i le insté a que lo aceptara. Propuso Urquiza al clérigo Pena ministro de Rela- oiones Esteriores, i aqui hubo ya difieultades, El anelano Dr. Lo- pez, incapaz de opon^erse a nada, por una probervial debilidad de caràcter, por suma senectud, i por convcncimiento, pues a su liijo le habia dicbo delante de mi, que no babia mas que hacer que dejar al Jeneral salirse con todo, està vez tuvo valor para resistir dos dias, i por lo menos negarse a firmar el nombramiento del ministro, ti clérigo Pena liabia sido catedràtico de filosofia àn- tes de emigrar de Buenos- Aires. Alli era desconocido, i antipàti- co por desarreglos de eonducta ostentados, en desdoro de su caràc- ter sacerdotal. Los enemigos de Rosas lo conocian deotro modo. En 1846 habia dirijido en la plaza de Montevideo las intrigaa que elevaron momentàneamente al Caudillo Ribera, regaron de sangre las calles, pusieron a un dedo de su pérdida la plaza, i con- ci uyeron con la espulsion de la lejion arjentina, la muerte de varios de sus compatriotas, al grito de Ribera i de Pena por adhesion, mueran los arjentinos! Este clérigo sin sotana, ausan- te i olvidado , este arjentino ipstrumento de Ribera , para per- — 185 — seguir a los arjentinos , de los cuales ciento estaban en el ejército, i el resto en Buenos-Aires, fué el ministro que impu- 80 Urqi iza al Gobierno, i a quien mando al Brasil, etc. En el Brasil no sabian que era elérigo, porque jamàs lo habian oido «ombrar. Galan, Elias, i Segui tenian un cofrade mas; pero los federales de Buenos- Aires, corno los antiguos unitarios, corno el Gobiei-no no vieron en él sino un enemigo, un espia, un ajente, i un delator. Losministros se guardaban de él, i él trataba de pe- netrar en sus miras, para pasar partes a Palermo. El se puso la cinta colorada, i siguiólo Gorostiaga, que es aquel Gorosiiaga mismo que me habia salido al encuentro en Palermo. Este jóven nosabe basta dónde puede llevarlo la blandura de su caracter i su voz enternecida. OCUPACIONES. Yo estaba, corno se ve,fuera de todo el movimiento do la poli- tica. Me insinuo Gorostiaga que me encargase de un diario mi- nisterial. No dejaba de hacerme cierta giacia mi rol de periodis- ta de ministros de la altura de Pena i de Gorosliaga; pero, escri- bir por mi cuenta, comò lo he hecho siempre, habria sido cosa a que no me habria resuelto, tan espinoras eran las circunstancias. Como una muestra de las ideas que me ocupaban ami Uegada a Buenos-Aires inserto aqui la carta, que en respuesta a mis cues- tìones, me escribia el 13 de febrero el injeniero del^Departamento topogràfico D. Saturnino Salas : ''Sefior D. Domingo F. Sarmiento. — Paisanoi amigo de todo mi aprecio. — Aunque con alguna demora, es conel mayor gus- to que le remito a V. el dato estadistico que me pidió respecto a la estension que actualmente ocupa la poblacion de està provin- cia en toda la comprension de su territorio. A este dato debe agregarse la porcion que se està poblando sobre las màrjenes del Rio Colorado, pero sin ningun conocimiento en cunnto a su es- tension. Otro tanto debo decirle respecto de la poblacion de Pa- tagones. *'La superficie calculada, considerandola plana por supuesto, es la que se comprende bajo la figura de un semi-circulo, cuyo ar- co lo forman el Oceano Atlàntico à.(\ Sur, la costa Occidental del Bio de la Piata i el Rio Paranà basta el punto donde con- fluye el Arroyo del Medio divisorio entre està i la Provincia de — 186 — 8anta-Fe, i donde apoyando su estremidad Noi'te el diàmetro de este semì-circulo, principia a correr hàcia el Sur próximamente hasta terminar en el Fuerte Protectora Arjentina en Babia-Blan- ca, donde apoya su estremidad opuesta, con una lonjitud de ciento veinte i dos leguas. Este diàmetro puede considerarsele, si se quierc, comò la linea quebrada que une entre si al Arroyo del Medio, por sus vertientes con el Fuerte de Mercedes, la Laguna del Clianar sobre el Salado, el Fuerte Federacion sobre el mis- mo Rio, el Fuerte de 25 de Mayo, id. de la Laguna Bianca, es- tremidad Oeste de la Sierra de la Ventura, Oeste de la Curamo-» lai i Fuerte Protectora Arjentina en Bahia-Bianca, que son los puntos principaies que determinali la parte poblada en la direc- cion Occidental, i sabiendo comò V. i yo sabemos que el limite por el Sur i Norte es el Atlàntico, el Rio de la Fiatai el Paranà desde su embocadura en aquel, basta el Arroyo del Medio. *'Si he acertado a llenar el desco que V. se haya propuesto con el dato que le remito, sei'à para mi del mayor piacer. *'Inter tanto, con él mismo, tiene el gusto de ofrecerse de Y. mui atento servidor. — Su paisanoi amigo. — Saturnino Salas. — Casa de V.—Febrero 13 de 1852." Yo traia desde Chile en mi cartera la mensura ya pmctìcada de este modo. "La provincia de Buenos- Aires forma una figura ii'regular, cuyos puntos estremos son : 1.° al norte el Arroyo deL Medio, que se echa en el Paratia por los 33.° 15 de latitud. 2.° Al Sud la ribera del mar, por los 39.", cerca de Bahia-Bianca. 3.° Al Este la orlila del mar por los 1.° 40 de lonjitud de Buenos- Aires, cerca del Cabo San- Antonio. 4.^ Al Oeste una linea que pasa por la orlila izquierda del lago del Chanar, de donde sale el Rio-Salado por los 3.° 12. de lonjitud de Buenos- Aires. Dedu- olendo los vacios contenidos en el rectàngulo que podria formar- se tirando sobre los puntos indicados paralelas i perpendiculares al meridiano que pasa por Buenos- Aires, se encuputra que la super- ficie es de 57,000 millas jeogràficas cuadradas, o cerca de 20 mir Uones de hectares , o 200,000 quilómetros cuadrados, etc, etc;. La mensura del Departamento topogràfico me daba 52,300 millas. Cuatro o ciuco mil millas mas o ménos no importai! gran cosa. En la Pampa hai paiio en que cortar. Pero es està misma abundancia de paiio i la falta de jente para vestir con él, lo que en Chile me habia hecho solicitar del Ministerio de Relaciones Esteriores la coleccion de diez anos de la Gaceta para buscar datos, i en Buenos-Aires del seiior Go- rostiaga ministro de Hacienda, estados de importacion i esporta- — 187 — eion qiie él creia dejarian satisfecha mi curiosidad. Nunca me los facilito. La politica pràctica hacia olvidarse de todo lo vaporoso ^ de qiie solo yo me ocupaba. Dire dos palabras sobre el objeto de estas investigaciones. La provincia de Buenos- Aires consagra su terreno a la cria de ga- nado, que estorba el cultivo de la tierra. Aquella industria debe ser mui rica para suplir a todas las otras cuyo desenvolvimiento estorba. Se sabe en Buenos- Aires el ganado que admite la legna de terreno, i desde los tierapos de Azara es calculo pasado a axio- ma que el ganado produce anualmente un tercio de su numero. Ahora cuànto ganado hai en Buenos- Aires? Esto es lo que que- ria averiguar sobre el terreno ; averiguando la esportacion de cueros. En 1801 Azara comprobó que se esportaban 800,000 cue- ros. En tiempos de Rivadavia se esportata la misma suma : el ano 1837 la misma, i por algunos meses que alcancé a examinar de la Gacefa, creo que no seesportan ahora un millon. De don- de resultarla que el ganado tiene un limite que no pasa desde principios del siglo, compensàndose el acrecentamiento de unas haciendas con la diminucion de otras. Resultarla tambien que no pasa de cuatro miliones el ganado, a ser exactas aquellas cifras. Nuestros campesinos estàn creyendo que nosotros somos los propietarios de la mayor suma de ganado del mundo, i algunos suponen que vista la tierra desde la luna, se ha de ver overeando el ganado arjentino. Sin embargo alguna luz deben arrojar los datos estadisticos sìguientes, La Francia tiene : Diez miliones de cabezas de ganado vacuno,. Tres miliones de caballos i yeguas. Cuarenta i siete miliones de ovejas. Seis miliones de cerdos i Treinta i seis miliones de bipedos u hombres. Su territorio mide ciento veinte i cuatro mil millas cuadradas de terrenos cultivados, con veinte mil villas, villorios i ciudades^ lo que no estorba que haya alli mas ganado mayor i menor rela- tivamente al suelo que el que hai en Buenos- Aires. I la Erancia es el pais que en Europa contiene ménos ganado vacuno relati- vamente a la poblacion, pues hai solo 29 cabezas por cada cien habitantes, miéntras que en Dinamarca hai cien cabezas por cada cien habitantes, en Suiza ochenta i ciuco, en Escocia sesenta i dos, en Lombardia cincuenta, etc, debiendo anadirse que ciuco miliones i medio de vacas que hai en Francia, producen unas con — 188 — otras, en leche, qufisos, mantequilla, etc, la friolera de unos mìl inillones de pesos fuertes al ano, cantidad que no vale todo el ganado de Buenos- Aires, inclusos los caballos i los bipedos que los cuidan. Està clase de trabajos son para poner sérias a raiiclias jentes, i otras comparaciones servirian todavia pai'a ilustrar la cuestion que yo me proponia resolver, apénas llegado a Buenos- Aires. Por ejemplo: El Estado de Massachusetts en los Estados-Unidos mide 7,500 millas cuadradas, es decir, la septima parte del terri- torio de Buenos-Aires. Poblados a un tiempo fueron estos dos Estados de America : la situacion comercial de Buenos- Aires a la boca de un gi*ande estuario de Rios, es superior para el desenvol- vimiento i acrecentamienio de la poblacion, a la de Boston. Sin embargo Boston tenia en 1800 una poblacion de solo vein- te mil habitantes, i Buenos- Aires mas de 40,000 segun Azara. Hoi tiene Boston 140,000 habitantes ; es decir, siete veces mas. ^Tiene la ciudad de Buenos- Aires 200,000 habitantes. La provin eia o Estado de Massachusetts tenia en 1800 cuatrocientos mil, hoi tiene 796,000 habitantes. Buenos-Aires con siete veces mas ten-itorio tiene siete veces esa poblacion, es decir seis millo- nes de habitantes? La propiedad de Massachusetts està avaluada en tres mil millones de pesos o dolars. ^Posee Buenos- Aires s^ete veces esa cantidad es decir veinte i un mil miUonea de pesos? La produccion anual està alla avaluada en agricultura, fabricas, i sa- lazon de pescado en setenta i cinco i medio millones de }>esos fuer- tes. ^Està la de cueros, Lma, astas de Buenos-Aires avaluada si- quiera en diez millones anuales? ^Guanto produce la cria de ganado al ano en Buenos-Aires'J Ya hemos visto que la agricultura i la excesiva poblacion de la Francia no estorba que mantenga diez millones de vacas, tres de caballos i cuart-nta i siete de ovejas. Vearaos la produccion agri- cola de Massachusetts, comparando con la que debiera producir Buenos- Aires, sin disminuir el ganado. Terreno en Massachusetts. , . . 7,500 millas cuadradas Trigo 190,726 bushels Maiz 2.347,451 Papas 4.175,251 Porotos 1.468,361 Centeno 600,239 Cebada.. 134,655 8.916,6RS à — 189 — Cuya suma comparada al territorio de Buenos- Aires siete ve- CCS mayor daria para està provincia sesenta i dos millones de bus- hels de grano», ciiyo valor aniial constituiria el valor de ciento veiiite millones de pesos anuales, porque el de aqu«lla produccion agrieola de Massachusetts valia diez i seis millones. Pero volvamos al ganado. Una vaca consume el producto de una hactàreade tierra cultivada en granos (comò dos tercios de euadra cuadrada) Io mismo los cabali os ; ménos aun los bipedos, dejando lo suficiente para semilla ; diez ovejas o trescerdos eonsu- men lo que una vaca. Averiguados estos hechos pueden reducirse los cuadrupedos i los bipedos de Francia a vacas. Vacas 10.000,000 Caballos 3.000,000 Bipedos 36.300,000 Ovejas 4.700,000 Cerdos 2.000,000 Equivalen a vacas 56.000,000 La Francia puede mantener, pues, cineuenta i cuatro millones de vacas, con dos millones de cuidadores. La Repùblica Arjentina entera, incluso el Paragnai i el Uru- giiai, que formaban parte del virreinato cuando Azarahizo sus eàieulos, no puede, con el sistema actual de cria de ganado por el pasto naturai, alimentar mas que cuarenta i cuatro millones de vacas con ciento setenta mil apacentadores ; i Azara, que poco se cuidaba de que hubiese una nacion, en està inmensa estancia, se estasiaba en ìa riqueza inmensa que esplotaria la Espaiia. Porque ìian de saber nuestros consentidos estancieros que fue un natu- ralista, un plumario, comò si dijeramos un boletinero, quien les trazó el pian de cria de ganado que con tan fatales consecuencias siguen basta boi. Por supuesto, que en estos ciilculos no entrari los mulos i los borricos, de cuyas especies hai mas entre nosotros que lo que loechamos de ver. He aqui las graves cuestiones que queria ilustrar durante mi residencia en Buenos- Aires^ pues que a estas simples bases, que no hago mas que estractar, se refieren muchas cuestiones econó- micas, sociales i polìticas que queria elucidar. Politicas nada mé- nos! Las vacas dirijen la politica aijentina! Qué son Rosas, Qui- TOga, i Urquiza? Apacentadores de vacas, nada mas. Todos esos titulos de Gobernador, Jeneral, Restaurador, Director, son con- gecuencia de la manera estupida, pobre, ruinosa de criar las va^ cafej.malograudo el terreno, impidiendo lapoblacion, i la industria — i90 — que liarà imposible elqiie reunan chusma i atmviesen la Pampa con un baqueano, para ir a sorprender a otros criadores de vacas, que estàii por ahi, i nos hagan poner chiripà Colorado. Durante los fuegos artificiales en la noche del dia del triunfo a que estàbamos invitados, i que veiamos desde los altosde cabildo, yo me apartè con el jóven Posadas a un lado solitario de la ga- leria, donde encontré al ministro de la guerra el Coronel Escala- da, i entramos luego en conversacion sobre puntos diversos, re- cayendo al fin sobre la necesidad de organizar la guardia nacio- nal, punto en que insisti media bora, i que al viejo veterano de la revolucion de 1810, le bacia vibrar las fibras. Yo habia visto en el Triunfo evocada la tradicion nacional sobre labandera, i echa- ba de ménos su poderoso brazo los Patricios, aquella milicia de la ciudad de Buenos-Aires que habia rendido a los ingleses en 1806, sGstenido a la Junta Gubernativa en 1810, en presencia de diez mil hombres de linea espanoles, i que Rosas habia desorga- nizado, i desvirtuado para hacerla servir en las paradas. Pero aun asì, la tradicion se habia mantenido, todos los ciudadanos reconocian cuerpo, i no habia mas que ponerles a la cabeza unos doscientos muchachos mui almivarados que hai en Buenos- Aires, que consumen muchos guantes de cabritilla i mucha agua de co- lonia, pero que se han endurecido en el sitio de Montevido, i son sordos al fuego de la artilleria, i poco respetuosos para con la jente de chiripà i de acaballo. En el ejército venian ciento mas de estas preciosas criaturas, los vecinos de Montevideo habian deja- do un ej empio glorioso, i los doctores en jurisprudencia i medi- cina mostrado, desde el escuadron Mayo de Lavalle, i la lejion arjentina de Montevideo, lo que hai de buena san gre arjentina en sus venas. A los viejos que venian a ponerme la queja de la cinta colorada, comò si yo fuese juez de Paz, les decia lo mismo ^Cuàntos hijos tiene V? Ponga dos en la guardia nacional i otro en el ejército. A los jóvenes decia otro tanto, i corno se podia ha- blar de guardia nacional sin alusion a la politica militante, em- piee esos pocos dias en hacer la propaganda de està buena idea. Tambien tuve ocasion de hablar con algunos ingleses para sondear la opinion de los estranjeros residentes sobre su incorpo- racion a la ciudad. Un seiior casado en la famiiia de Yernet me dijo que habian hablado entre varios de tomar carta de ciudada- ina; pero que el rumbo que iban tomando las cosas los habia re- friado — ^Aceptarian VV, la ciudadania, conservando la nacio- nal idad in gì esa? — Pues toma si la aceptariamos! Lo unico que wos arredra-, es el temor de ser ajados — Pues ese temor queda -=- 191 — inmotivado desde que queden garantidos contra nuestras violeii* cias." En Buenos-Aires siicede una cosa orijinal. Los nacionales son ciento i los estranjeros mil : la plebe es vasca i en major nù- mero con espanoles e italianos que los creollos. Estos gozan del derecho de que los maten, acuartelen por aiaos sin salario i ar- reen en las retiradas : los otros tienen la carga de trabajar en los saladeros i en las campaiias, con doble sueldo que los creollos, porque estàn garantidos de tropelias, i los comerciantes i artesa- nos de ganar dinero cuando t.odos lo pierden. Los creollos dismi- nuyen lievados a Montevideo, a las provincias a liacerse matar, i los estranjeros aumentan de dia en dia por la inmigracion i la se* guridad del trabajo. ^Qué va a suceder? Que el Estado va a ser gobernado por una minoria paciente, en favor de una mayoria espectante i garantida. Tal es el desórden introducido en aquellos paises, i tal la cuestion que pide en Buenos- Aires al ménos, in- mediata resolucion. La ciudad('/a c.ité) debencomponeria los que lahabitan: defenderla los que vida i propiedad tienen; gobernar- la todos, i sufrir sus cargas a la par de las ventajas de que gozan. El gobierno provisorio exoneró a los espanoles del servicio a po- co de su instalacion. - En conversacion confi dencial con Alsina le indiqué el de- seo que tenia de ser administrador de correos, para secues- trarme de la politica i empezar a desarrollar un sistema de eomunicaciones con las provincias, que ligando el vapor de Eu- ropa con el correo de Chile, terminase con el establecimiento de la posta diaria por la aplicacion àeì penny-postage, la de dili- jencias a Mendoza, i por fin la de casas de posta fuertes que atra- vesasen la Pampa, contuviesen a los bàrbaros, fuesen hoteles,'i posada para emigrantes a pie, i un vinculo de eslabones de edi- ficios i administraciones, para estrechar las relaciones de las pro- vincias entre SI. Alsina aceptó la idea, proveyóse el pase de un anelano Luca, que es el administrador a otra oficina, mas en ar- monia con sus aiios i su falta de idoneidad para trabajo que re- queria anos, estudios, viajes i trabajo diario para su realizacion; pero al ir a ponerse la cosa en pianta tocóse una pequena difìcul- tad. La administracion de correos depende del ministro de Rela- ciones Esteriores Pena. ^Por que no lo ve V. — I V. por qué no lo ve? Yo no veo a nadie; i no pasamos de alif. El Dr. Pujol vino por entónces a verme i lamentandonos de los desaciertos del Jeneral, i del rumbo fatai que iban tomando las cosas, ^i qué hacer para sacar a este hombre de aqui? ^Cómo ha- cerio que acelere la reunion del Congreso?-— El Congreso ha de 25 ser Io mismo — Déjelo que se lo lieve al Entre-Rios.— Al Enfre- Bios no ire yo por lo ménos. — I en Santa-Fe? — Pase en Santa- Fe. Bai'campo para poder fiigarse los dipiitados.— La conversa- cion tomo un caràcter mas sèrio. Entónces indiqué a Pujol una idea. Et pacto federai fué hecho por cuatro gobiernos. Esos mis- mos Gobiernos, por medio de Diputados reunidos al efeeto, pue- den nombrar Presidente efectivo al Jeneral. Asegurada asi la Presidencia, confirmada por las Juntas provinciales, se aquietarà i no teniendo ya temores, ni recelos, dejarà reunirse el Congreso, i discutir libremente la Constitucion. Si no, va a enredarlo todo, a meter su mano puerca en todo, i esto va a volverse un caos;, corno lo ha lieclio de Buenos- Aires en veinte dias. Pujol aceptó la idea corno un espediente feliz ; fué a Palermo, habló con el Jene- ral, que lo hallo famoso; pidió a Elias quetrajese el pacto federai, que a tanto se prestaba, i al dia siguiente, Pujol me trajo la no- ticia de que todo quedaba arreglado. Poco despues se publicó el convenio entre él, su jefe de Estado- Mayor, su Gobernador de Buenos- Aires i el de Santa- Fé, que lo nombraban £'?icar^«') perada, no ba dejado de sorprenderme. Ayer fué entregada su ;? carta al Jeneral, de resultas de lo cual no recibió a nadie, i araa- ;? neció con dolor de cabeza. Qué diablos le mando decir?Esta ma- 7") liana me mando llamar para decirme que me iba a hacer es- ;>? tender los despaclios de Coronel de la artilleria de Buenos- :>-) Aires...." Lo mismo que en el Espinillo i en Cabrai, atropellar sin mira- miento; retroceder sin dignidad. Mitre era mi compaiiero, él lo sabia, i le daba un ascenso en respuesta a mi protesta. La misma escena habia tenido lugar con el senor Carneiro Leao, a quien con gritos desmesurados liabia diclio que el Empe- rador le debia a él la corona, etc. Contenido dignamente en estos desahogos de una jactancia i deun amor propio pueriles, salió basta la puerta, i no atreviéndose a discul parse ante el Enviado ofendido, abrazó al Secretarlo, el jóven Paranhos, diciéndole i golpeàndole elbombro, "no me haga caso V. por mis gritos. . . . yo soi asi." Asi es en efecto Urquiza. Si aun quedase duda la siguiente carta, confirmarà en elio. — ^^ Buenos- Aires, marzo 3 de .-? 1852. — Estimado seiior i amigo. He sabido por persona fidedig- ;5 na que se lian impartido órdenes secretas para que V. sea fnsila- >? do en el acto de pisar el territorio arjentino. D. Bernardo Ligo- — 197 -- 7? yen que marcilo liaee tres dias para las provincias de Cnyo, yi sera probablemeiite elque lleva para alla semejantes órdenes.... ;? Su partida ha side lamentada por todos los biienos, piies iodos y) han comprendido la absoluta necesidad en que se hallaba de ;? emigrar segunda vez." Creo que hai error en suponer que hubo órdenes para està son- sera, aunqueBenavides despues de que Irigo^'en llegó a San-Juan, dijo muclias veces "que venga ese salvaje unitario, yo le mostrare las órdenes que tengo/' ino hace veinte dias a que oyendo que se corria que yo estaba en camino dijo, '^que venga, yo le he de mostrar un camino que él no conoce." Es preciso ser mui cando- roso para que conociéndolos a todos ellos, corno ìos conozco, i te- niendo patriotismo i honradez, ignore los caminos que pueden mostrarme. Pero volviendo a Urquiza, nada de sèrio habia en es- tfì primer movimiento instintivo. Al Coronel D. Lucas Moreno, que vino en esos dias de Montevideo, le dijo, en la puerta delan- te de odio personas, "digale a su Gobierno que fusile unos cuan- tos doctores; i ya le habia insinuado que no reconociese los tratados ? le ofrezco al jeneral Urquiza el mui sincero tributo de mi gra- y-) titud." 26 — 200 — Interpelada la rclijion del jeneral, por los ministros del Brasi], «n consejo de ministros a que fué llamado, en el momento supre- mo de echar el peso del Imperio en la balanza de la hicha ar- gentina, sobre la capacidad , idoneidad i sinceridad del jene- ral Urquiza, para arriesgar en sus manos, la gloria , el lionor, i los intereses del Imperio, el jeneral Paz da a su turno la garan- tiadesu probidad, i responde de Urquiza. El Brasil no vacila desde este momento. Triunfa este, i Paz pierde su austeridad, vende negros i vacas, quema todas sus pobrezas, embàrcase i vuela a dar un abrazo al libertador, i volver a aquella patria que no fué segura para él,sino en los campos de batalla. Llega a Montevideo, i al trasladarse de un buque a otro para continuar a Buenos-Aires, sabe que el jene- ral victorioso ha diclio que lo fusilarà en el acto de desembarcar. Sus amigos le escriben, que regi'ese a Rio-Janeiro, i el antiguo proscrito, el preso de diez aiios consecutivos, dice: "pero los que tal me aconsejan no saben lo que es el destierro sempiterno para un viejo, cargado de hijos, sin fortuna, que ha perdido en él su mujer. . . .!" El 4 de mayo me escribia a Rio-Janeiro: **Las prevenciones contra mi enlugar de disminuir, aumentan, ;) segun me escriben porsonas bien informadas. £s mui singular pj miposicion! Pero qué estraiio si la de V. esla misma. jQué pai- ;? ses i qué hombres estos!" Allora ha sido nombrado ajente del Gobierno de Buenos- Aires para las Provincias, Su reaparicion en la escena politica es pro- videncial. Provinciano, honrado i patriota sin tacha. Encontréme en Montevideo con el Dr. Pico, mi antiguo ami- goi eorresponsal desde 1845. Habia regresado de Buenos-Aires, i en conversacion me dijo, que sentia mi separacion, i que aun le parecia indiscreta. Yo me he puesto el cintillo anadió, i estoi resuelto a recìbir lo que nos dea, aludiendo a la libertad. Yo le conteste que no vituperaba su conducta, i que me habia guarda- do de aconsejar a nadie, en materia de pura conciencia. Poco despues, me encontré tambien con el coronel Piran, uno de los del circulo intimo de Urquiza, i està vez, la reyerta se trabó so- bre los motivos de mi separacion. Desahoguéme a mis anchas contra Urquiza, diciendo cuanto creia de el. Sostùvolo Piran ; pero al fin, con interes i en tono amigable me aconsejó no escri- bir con acrimonia, i decirle al jeneral en via de consejo, eso mis- mo que a elle decia, instàndome para que me quedase, i redacta- se un proyecto de Constitucion. — 201 — Mi partido estaba tornado, i calentando a poco sus calderas el Pri^ice, vapor que hace la carrera entre Montevideo i Rio-Ja- neiro, me embarqué en busca del Quito, que se aguardaba de paso para el Pacifico. Entre las singularidades de està escursion, era una la de haber tenìdo ocasion de tratar de cerca, con intimi- dad a algunos, a casi todos los personajes que han figurado, o habian de figurar en el draraa aijentino. Abordo del Prince me encontré con eljeneral Mancilla, cuiiado de Rosas, su liijo, el senor Terreros, i el Comandante Magnan, que se decia el confi- dente de Rosas, i que fué quien lo embarcó en el Locust. Estaba, jDues, en medio del séquito de Rosas. Los primeros dias se pasa- ron en tentativas de aproximacion, liechas con decoro de parte del Jeneral, i de la mia aceptadas sin esquivez comò sin prisa. Abordo las ocasiones se presentan a cada momento. El Jeneral liabia hablado de mi ante los pasajeros, atribuyéndome una parte exajerada en la calda de su liermano. Al fin me habló, pregun- tàndome de Oro, si lo conocia. El terreno era bien escojido, i media bora despues, las paces estaban firmadas. Eljeneral liabia permanecido un mes, en las balizas de Buenos- Aires, solicitando en vano se le permitiese desembarcar. Prudencio, Jervasio Ro- sas, el jeneral Pacheco no habian sido molestados. Mancilla no habia servido despues de Tonelero; habiasejustificado victorio- samente del cargo de haber ordenado el saqueo con que la opi- nion lo habia manchado. <;Por qué no se le permitia volver a su casa? £1 jeneral Mancilla me dijo, que creia que era porque ha- bia sido àntes gobernador del Entre-Rios, i dejado simj)atias ol- vidadas para todos, ménos para el celoso jeneral. Nuestras rela- ciones fueron haciéndose mas fàciles, nos hablamos con Terreros i Magnan, mas tarde con el jóven Lucio Mancilla, mui estima- ble, mui bien educado, i que creia tener motivos de queja personal contra mi, i me lo manifesto con cordura, delicadeza i dignidad superiora susaiios. Acababa de regresar de un larsco viaje : habia visitado la India i el Ejipto, i volvia a salir para Espana acompa- nando a su padre. RIO-JANEIRO. Seria prolongar demasiado este escrìto, entrar en detalles so- bre los mil incidentes que precedieron i sucedieron a mis entre- vistas con los ministros i el Emperador. El senor Carneiro Leao se habia interesado muchisimo, i escrito a su gobierno para pro- vocarlas. — 202 — A Rio-Jeueiro me Uegaba el rumor de las cosas qua se desen- volvian en Buenos- Aires. El jeneral seguia su j)olitica de reaccion, Guido habia sido nombrado Enviado Plenipotenciario alBrasil, Guido, el que liabia provocado la guerra : el enviado de Rosas vencido, volvia a continuar su tarea en nombre de TJrquiza ven- cedor. /,Qué habia entre uno i otro caso? Nada; una guerra. Irigoyen, Enviado a las Provincias de Mendoza, San-Juan i San-Luis a confirmar en sus gobiernos a MaDea, Lucerò i Bena- vides. Màrmol Enviado a Chile, Màrmol desconocido en este pais, Màrmol, poeta escritor. Una carta esplicaba està anomalia. "Su piuma es para Urquiza, lo que los laureles de Milcìades pa- ;? ra Temistocles, no lo deja dormir. Màrmol ha sido nombrado ;? Encargado de Negocios a Chile, i el objeto de su mision es cor- y> tar]e las puntas de su piuma. Todos sus amigos, i entre ellos ;? Lopez, han asegurado al jeneral que V. no Ile va el proyecto ^1 de escribir con tra él. El otro dia dijo que le encontraba dos ;? defectos, mui aspirante i mui engreido. Despues aiiadió : Yo ;? sé que Sarmiento piensa escribir centra mi ; pero yo lo he de ?; confundir con mi conducta." Parece que està vez no hallaba que hubiese de chillar en vano la prensa de Chile. Sin embargo, entre aquellos cargos, mas lije- ros que infundados, se reconocecierto aprecio de mis motivos, cier- ta mesura en los cargos. Confundirme con su conducta, era a pro- posito para hacerme caer la piuma de la mano. El cargo de engreido, es mui paisano para que deje de tener fundamento. El jeneral Urquiza es juez competente en materia de servilismo. En cuanto a ambicion, debe ser mui infeliz la mia que da ciento en el davo i ninguna en la herradura. Ambicion que principio el ano 1829cerrando unatienda i alistàndome soldado: ambicion que en 1836 me hizo sordo a los buenos oficios de Benavides para obtener en cambio la prision , i la amenaza de muerte , violencias, i el destierro : ambicion que me hizo el organo , el apóstol , diez anos de las ideas consignadas en las Bases del'Dr. Alberdi: ambicion que cuando todos los escri- tores arjentinos dormian en Chile, me tenia solo en vela contra la tirania: ambicion que cuando aun no asomaba en el horizonte Urquiza le ofrecia su concurso para elevarse : ambicion que apé- nas declarado contra Rosas, me llevó a su lado comò politico i corno soldado : ambicion que por una bagatela de conciencia, se Cerro el camino a los honores, abierto de par en par para los que sin ambicion i sin darse tanto trabajo, Uegaban a ellos sin mas que ceder a lo que yo me negaba : ambicion que cuando eL — 203 — mal triunfa i los buenos se dividen, se esconde en un oscuro rin- cori, miéntras las carteras pasan por su cabeza envìadas a los que no tienen aquella mala pasion. Ambicìon en fin que cuando la lucha comienza de nuevo, sale a la palestra defendiendo a Bue- nos-Aires en las provincias, olvidando que son trece contra uno, i que la politica practica aconseja estar siempre, no a lo recto i jus- to, sino a lo conveniente. Fueron ministros Gutierrez , fuéronlo Alsina, Gorostiaga, Lopez, Peiia, Càceres, Piran, Galan, i emba- jadores D. Diójenes, Alberdi, Irigoyen, Guido i otros ; i yo que habia hecho todo lo posible para, que no me liallase bueno para nada el dispensador de empleos, soi el ambicioso mas engreido i comò tal el mas inhàbil de la tierra. Van scinte anos àejiasco permanente para està ambicion tan desaprovechada, i temo que le quedan otros veinte para su eterno escarmiento. De paso la Repùblica, la moral, la civilizacion, i basta los constitucioneros, comò dirìa el jeneral Urquiza, han de, lo espero, recojer algo de las indiscreciones del ambicioso, que no sabe jota de politica prac- tica. Hai, empero, otra cola del perro de Alcibiades que el jene- ral no vió; mi vanidad, mui conocida en Chile i mui esplotada. De manera que a està malhadada e indiscreta ambicion, se le puede cantar aquel chistoso versito de la Zambacueca, Para qué vas i vienes Vienes i vas, Si otros con andar ménos Consiguen mas? Pensaba yo escribir? Valdria tanto preguntar: Pensaba obrar? Esto dependia de esa misma circunstancia senalada por el jeneral, de su conducta. Temblaba de estraviarme, exijiendo demasiado, i vacilaba. Queria publicar està misma campana, i temia ser asaz severo en el juicio de las cosas i de los hombres. En una entrevista en Petrópolis con el seiior Lamas, tocóse este punto, i él me aconsejó aguardar i sobre todo deponer toda acrimonia. Sospecho que él escribió a alguno de los ministros de Urquiza, comunicandole estas disposiciones de ànimo, i creo que aun dio pasos para buscar un acoraodamiento. Yo mismo los di, por medio de mis amigos, sin aventurar nada, siri embargo, sin ceder en lo que a mi dignidad afectaba. Despues, en presencia de nuevas enormidades de su politica, di contraórden, al tiempo que todos me escribian que era voz jrneral en el ejército i en la ciudad que yo volvia. En el vapor ■— 204 — de Mayo tome iiìi pasaporte para Buenos- Aires, i habiendo en la noelie leido todos los diarios venidos de està ciudad, cambié de resolucion, i me vine a Chile. Tan léjos estaba del cargo de pre- vencion ni animosidad. Mi silencio de im ano es mi segm*o ga- rante. Yo no queria-estraiiarme de la Republica. Desechado en el periodo constituyente, podria tener mi lugar en la epoca mas tranquila de la lejislacion. Pero volvamos a los hechos. Rio-Janiero i los ministros del Brasil se quedaron frios al saber aquel nombramiento de Gui- do. Era un insulto? Era una burla? No era ni lo uno ni lo otro. El jeneral Urquiza queria poner en evidencia el personal de Rosas. Embajadpr al Brasi! o Paris, era cuestion de nom- bre. La corte supo por entónces que Urquiza aconsejaba al go- bierno de Montevideo, ofreciéndole el apoyo de sus armas, re- chazar los tratados, en cuya virtud el Brasil liabia entrado en la liga. Urquiza, al revocar aquel nombramiento incongruente, dio jDor motivo, que el Brasil no lo aceptaba. No es exacto. Los mi- nistros del Brasil se obstinaron, contra todas las solicitaciones en contra, en recibir a Guido. La razon era sencilla. Los habia hu- millado i liecho sufrir seis anos, i querian que volviese a la puerta de lossalones de palacio. Es tan dulce la venganza! Creo que el seiior Lamas, acaso impulsado por el disgusto de encon- trarse de nuevo con el bombre con quien habia bregado cuatro aiios, basta vencerlo en esos mismos salones; acaso por interes por el Jeneral Urquiza, cuyos actos no debian afectarlo por el lado que a nosotros, escribió al ministro Pena en su caràcter de amigos antiguos, liaciéndole sentir la impertinencia de aquel nombramiento. Una carta particular del seilor Lamas, pues, fué la causa ùnica del desnombramiento, Las provincias de Cuyo se quedaron igualmente lelas con la mision Irigoyen. La eleccion del sujeto, era en sì un cartel ; no tenia necesidad de hablar. Llegó a Mendoza, estando el seiior Segura de Gobernador, el mismo a quien Irigoyen habia hecho una revolucion para poner a Malica comò mas manejable. Bena- vides no sabia lo que pasaba, i se restregaba los ojos i se palpa- ba, para convencerse de que estaba despierto. j Aprobado por Ur- quiza, a quien habia declarado ti-aidor, loco, salvaje unitario; i los partidarios de Urquiza en San-Juan, a quienes habia quita- do contribuciones, aprisionado i amenazado degollar, declara- dos salvajes unitarios! Se ha dicho en Chile que estas medidas ei-an tomadas para paralizar la oposcion que yo bacia al Jeneral, — 205 — Les alabo la sagacidad. La verdad, es que no escribi a nadie en San-Juan una palabra desde Buenos-Aires, basta un mes des- pues de estar de recrreso en Chile; i la carta que escribi el 6 de Julio al Gobernador Yanci, està boi en poder de Benavides. Yanci lo ba desafiado a que la publique. Es mi justificacion i un desmentido a los cargos, i se guardarà bien de publicarla. . PETROPOLIS. Sobre la montana Das Orgas, con un clima dulce en verancx^ en medio de picos de granito revestidos de vejetacion tupida, en las bondonadas que los dividen, i a lo largo de calles terraple* nadas en los bajos, o cortadas en los declives, se ba fundado la colonia de Petrópolis, en propiedad del Emperador, que la ce- dió para este ensayo de colonizacion. El camino que de Rio-Ja- nairo lleva a Petrópolis es pintorezco i variado. atravesando en vapores la babia, ascendiendo las montanas en vebiculos conduci- dos por alemanes, por un camino cortado en el fianco, i parapeta- do por el lado de los precipicios con un balaustre corrido de gra- nito labrado. Està obra cuesta mas de un millon de pesos, con los terraplenes de la poblacion. El Emperador reside en un pa- lacio qiieaun continua en construccion, i suresidencia sola es un fomento para el progreso de la colonia, que, no obstante la esca- sez de tierra de labor, prospera i se aumenta. Hai seis hóteles algunos capaces i cómodos, dos capilks una católica i otra pros testante, tres colejios, i una poblacion de dos mil babitantes ale- manes i brasileros. En Petrópolis encontré al senor Lamas, i dejando a un lado todas aquellas cuestiones en que su posicion ofìcial le im- ponia ima prudente reserva , nos abandonamos a una eterna trasmision de ideas, de datos, i pasar en resena los aconteci- mientos pasados , los detalles eie los primeros tiempos de la defensa de Montevideo, de que babia sido actor mui promi- nente, i de aquella epopeya diplomàtica que babia traido por re- sultado acabar con un estado de guerra cronico, incurable. He- mos bablado veinte dias desde las once del dia a veces basta las once de la nocbe, sin que nuestros tesoros de reminiscencias, ideas jenerales, i vistas i aplicaciones pràcticas se agotasen. He dicbo de mis conferencias con el Emperador lo mas nota- ble, siéndolo sobre todo la induljencia con que siempre me acG= — 206 — jió, haciéndome comparar no pocas veoes aquella afectacion, cuando mas no fuere, de interes con que se dignaba escucharme^ i pedirme mi opinion en ciertos puntos pràcticos, corno coloniza- cion, etc, i aquella petulancia atiirdida con que el Jeneral Urqui- za esquivóoirme, en cosas que a haberlas examinado con deten- cion le habrian aliorrado sino todos, la mitad de los errores que lo precipitaron. A Petrópolis concurrian las jentes elegantes i los esfranjeros que huian comò yo de la fiebre amarilla. Encontràbase alli M.™» Stoltz, cantarina celebre que habia oido en Paris, Alexander i acci dentai merjte personajes que venian a visitar al Emperador. EI jeneral Ribera fué uno de estos, habiendo solicitado con in- fatigable instancia este honor. Es una cosa curiosa a la par que triste ver a estos caudillos, despojados del poder de que abusa- ron, en la desnudez naturai de su verdadero valer. No sé qué filo- sofo antiquo , preguntàndole corno se conoceria lo que un hom- bre vale ; echadlo a pais estrano sin fortuna dccia, i alli lo vereis tal corno Dios lo crió! El jeneral Ribera realizaba este pensa- raiento. Habia venido con un amigo mio i dichome éste que el jeneral le habia hablado de mi, comò que me habia conocido en Rio- Janeiro. Cuando me presente en el almuerzo, el jeneral me dijo: creo haberlo conocido en Buenos- Aires. No jeneral, le dije, i a poco me despedi. Pero encontré alli un personaje mas curioso, mas raro, i de cu- ya catadura no hai otro ejemplar en la tierra. Un Vice- Almirante de una Repùblica, de edad de quince anos,i que habia merecido tan alto honor desde la edad de trece anos. Con este titulo se habia presentado en el Brasil, solicitando entrar en una escuela nàutica, de cadete, i empenado en hacerse uniforme de su rango. Se le hizo sentir lo poco decoroso que seria el aplicarle el guanto al senor Vice-Almirante, estando de grande uniforme. En aquella fisonomia infantil se podia estudiar los estragos que hacen estas posiciones altas, a que se elevan muchachos imberbes, i por su capacidadi prendas naturales insignifìcantes. Imajineseel orgu- llo de un nino, que habia con la jente grande, que vive libre de toda sujecion, que diaria de todo, i se cree el igual de todo el mundo. Sabiendo quien yo era, se me acercó en la mesa, i a poco pudo entablarse un diàlogo de este jénero, principiado por él con tono de hombre que juzga desde la altura de su posicion estos pequeiios sucesos que alteran la faz de los pueblos. ;Qi»é le pare- ce a V. la conducta del jeneral Urquiza? ^Cree V. que haga algo de bueno? Yo creo que no ha hecho mas que sostituir a Ro- _ 207 -^ sas.— Tiene mi! diiicultades con quelucbar; pero aim no hai na- da qiie se oponga a su marcila. — Veo {esto con un sentimìento de desprecio t de lustima), que hai muchas ambiciones en la Con- federacion : todos haiìs de qiierer mandar. — No deja V^de tener razon. Sin embargo son siempre los que sa han elevado por el capricho del acaso Ics que hall an mui ambiciosos a los qae se ■ rian dignos de reemplazarlos. — Sij pero .... hablo de las ambi- ciones despreciables.— Tales para ciiales, no SLielen ser menos despreciables los que hallan despreciabilisimo el desso de otrcs de remediar absurdos que cliocan al buen sentido. SI nii5o estaba en espioas^ i bajando poco a poco eltono de su- iicieneia en queliabia priiicipiado habló de cosas mas conformes a su edad. Despues refiriéndose a mi^, habia diclio ^°me parecepo-^ ca cosa este hombre." Creo que he olvidado decir al lector quién era este Vice-Almi-' rante? Era^ nada ménos que el hijo del seiior Presidente de la- HepùblicadelParaguai. Sii otro liermano de Yernte aiios aJiora Qsdetiempo atras jeneraKsimo de Ics ejéi'citos de su padre, ila Sepùblìca por mar i' por tierra.esta gpbernadn. por estcs pe^Go- -afes. ^ ' \ < ; ■■ Sin embargo, este jóyen sdu@ado,en clBmsiì eii- medio deles- pectàcnlo de una socjedàdculta, i bajo un gobieino morij erado en sus actos, llevara a su patria, donde el aiglamiènto de medio siglo ha hecha -olvidar las tradiciones civiles i politicai!, habitos e ideas nuevasque haràn desaparecei" las pràeticas estranas, ab^ surdas i ruinosas que ha clejado la admiaistracion (zi T? Francia. Esun joven entendido. - Cada buque que llega a E,io-Janoii'o n@s trae la continìiacioii del drama que yo dejaba representàndose en el Rio de la Piata. Habiase para el 11 de Abril invitado a la poblacion de Bue- nos-Aires, a eleccìones de diputados, para formar la nueva Sala de Representantes. Elgobierno, de acuerdo conel JeneralUrquiza^ haliia hecho una lista, compuesta de ciudadanos mui aceptables, tolerando a Irigoyen, Baldomero i otros que Urquiza introducia. Las listas no eran malas poreso. La parte mas animada de Bue- nos-Aires, por el deseo tan naturai de todos los pueblos largamen- te oprimidos de hacer uso de su libertad, hicieron sus listas cua- tro o ciuco distintas, compuestas de la mayoi'ia de los que entra- ban en las del gobierno, i en cambio de los diez que reputaban de mala lei, los que a cada parcialidad le yino a cuento. La ma- yoria de la poblacion, empero, los amigos del jeneral Urquiza, es decir, de lacontemporizacion, de la paciencia,i losde Alsina,lajen- ^7 -^ '208 — te prudente, estaba poi* la lista del Gobierno, conio que tenia el apoyo de Alsina, iel de todos los que confiaban en su discrecion. Llega el dia de las elecciònes,i el jeneral manda tres milliombres de tropas de chiripà Colorado, con sus jefes a la cabeza, a liacer triunfar, mostrando los cucliillos, las listas del gobierno , que sin eso iban a triunfar. Los ciudadanos que venian a las mesas a vo- tar por la lista de Urquiza, al ver este innoble i cinico descaro, rompieron sus listas i tomaron las otras, i se perdio la votacion por cuatro mil votos en solo la ciudad, no obstante no diferen- ciarse unas i otras listas sino en diez nombres, de los cuales no habia cuatro que fuesen enteramente odiosos. Este beclio de una notoriedad que el lector concibe, por la cla- se de coercion usada, i por los millares de personas que en él to- maban parte, puso el sello a la aversion que las medidas anterio- res empezaban a despertar. Dos efectos fatales dejaba desde luo- go para la politica futura del jeneral. Yiolada asi, no dire ya la eleccion popular, unico recurso que los ciudadanos tenian para morijerar las pasiones del vencedor , sino el velo de pudor con que la coercion se disimula siempre, difundióse un senti mien- toinvencible de desconfianza, o mas bien la evidencia de las mi- ras violentas del jeneral, i su desprecio de la opinion i de las for- mas gubernativas. El convenio futuro de San-Nicolas, el Con- greso, la Constitucion que debia emanar de sus discusiones, la ejecucion de esa Constitucion, confiada inevitablemente al jeneral Urquiza, todo quedaba de antemano irrevocablemente condena- do en la opinion. Pero no era esto lo peor, sino que liabiendo si- do vencido el jeneral, no obstanto el odioso cinismo de sus medios, el pueblo de Buenos- Aires, lèjos de al^atirsc en presencia de la fuerza, empezó a anaìizarla, i a sentir que podia sor vcncida, dis- locada, i dcsmoralizada por el uso frecuente de estas resistencias eiviles, pero enéijicas, que tienen su reboto sobre los jefes mismos del ejército, que se sienten envilecidos con el uso a que sus armas son destinadas. La mitad de los oficiales tomaron parte en favor del pueblo: los otros se contuvieron en los limites de un deber im- puesto; i cuando la prensa, en aquel sistema liipócrita usado en toda la Repiiblica de condenar la violencia elojiando al autor de ella, dijo que los jefes del ejército eran los linicos responsables del acto, estos jefes que se sabian, comò los sabia el publico, ino- centes, i solo victimas espiatoras inmoladas a la vindicta piilDlica, deploraban en silencio su triste papel, i verbalmente justificaban SUB actos, haciendo conocer la evidencia. La sesion de junio esta- ba, pucg, preparada desde en^ónces, El 11 de sctiembrr no se ~ ^U9 — haria e>pei'ur , pile» uno i otro hecho uo soii iaa,s tjuc cunac- cuencias. '•'La Providencia, ilGcian en carlas de Buenos- Aires, guia lo? pasos de este hombre; lo quo los pueblos soii ineapaces de hacer por la libertad, él lo hace." Eli la Provincia de Córdov^i , se llevó a cabo el convenio heclio eu los Cerrillos. El liijo sucedió ai padre cn eì gobierno. La desesperacion de Cordova liabia Uegado a su colmo. Man- dàronle una dipuiacion al jeneral, para hacerle sentir lo odioso de aquel traspaso do la pi'ovincia, de un tirano caduco, a uno jó- ven, de aquella disnatia que liabia principiado en 1835 e iba continuar indefinidamente. El jeneral dijo que él dejaba a los pueblos en lib ertaci de obrar ; cpie él sostenia las leyes i los go- biernos legales i la voluntad de los pueblos, etc, i todas esas fra- ses sin sentido fijo para él ; pero que para los que sufrian tenian el que sus dcseos les inclinaban a darle. Los vecinos de Cordova se resolvieron a deponer a sus caudillos de veinte aiios. Reimida la Sala en Buenos- Aires, por su primordial funcion, segun la lei i la pràctica constante de la provincia, debia pro- ceder a la eleccion de gobernador propietario. Este es el caso de correjir un error que se hace prevalecer fuera de la Repùblica^ por hornbres que no han vivido en ella, o tienen necesidad de suponer el vacio , para que su polìtica de amaiios sea admisible. Dicese que no hai constitucion escrita en las provincias. Esto es cierto; pero no es ménos cierto que hai una profetica, una secuela invariable, constante , en todas ellas, que ni en tiempo de Rosas ha sido violada. Las atribuciones de la Sala, la responsabilidad de los ministros, le lei electoral, la de- pendencia del Ejecutivo, todas estas formas constitucionales es- tàn en pràctica. Rosas ha sido el mas escrupuloso observante de las formas, lo que dio a su gobierno esa pretension de legalidad que él creia intachable, aunque la ilejitimidQd mese chocante. Ningun poder nuovo podia pues violar esas formas, que son las de todos los paises constituidos. La Jnglaterra no tiene constitu- cion esci'ita; pero la pràctica constitucional es tan severa, que pasa ante las otras naciones corno el tipo, i el modelo del go- bierno constitucional. El jeneral Urquiza convidò al Gobierno prò visorio a un al- muerzo en Caseros , que supongo debia estar ya despejado de los restos humanos, pero no borradas las manchas de sangre. La- fontaine hahablado en sus fàbulas de estas reuniones deanimales pncifico^, provocadas por el ìeon en su cneva, i vioido los iinr-- ^ 210 — SOS de sus hermariOìs. Ei jeneral Visasoro brindo diciendo que los federalfìs eran Talientes i los aiiarqiiistas cobardes. Quiénes erari los federales, los caudillos de Kosas^ todavia gobernando? Quié- nes los anarquistas? Hasta ese momento, una sola protesta no se liabia manifestado contra los heclios dominai! te& pro- bar que todos los valientes eran federales? I de dónde sacaba aquelia idea de que ìos anarquistas soii cobardes, cuando suele ser lo contrario en todas partes? ^Esta era ìzfusion? el ultroje de estas palabras iba a Alsina i a Lopez, mi- sero nistros que estaban presentes, i ìiabia c^anado las eleccione:. i/ un brindis, en contestacion a ci: : \ del jeneicl U. Jtizp. El Jenevai pueblo de Buenos- Aires que K. :. tiorostiaga proclamar on cn L,\iai:.i iiìaiaderia, la -Presidencia co'ites^o, ipdieando que el an- ciano Lopez ^..ebia ser ci ';op o . r 4-1 i'e Pu^ncs-Ai- Tes, por estas ejéroito, As , anuncia ^^ e es absurdo cn p-nncso *as o''' pc i ^ c^e era el vo*o c'et - pai a to -no roj pero aT e sencia de la ^ u^lc) de Pj ' , i e- tra ei ìmtodc! de qiiz Rosa" Consti tucìor, ejéìci^o ile [pieu no liabip dat'o ^ ^""e c^ 1 ve ^^ e^a t'^ 1 1 ^ eitì-ì ^0. I ^lO ^'ÌJf qn^ j ^1. ^^? ^No pò e di a nal? M se le 1 s empi e el ' ( t'o "•c^bia V] "0 w . n3l ^/o. e Lporc -^ ^ !''?€" nac.o- a vclantad espresa 'le^ ^ '"^ ; / .e lbS0\ •!- nes, niasipeq La Spia se i luntad, de s i jeneral U^c . c 0. e e ^ , z*^. l~o e -^ f'^esuvo- do aque. r^ -^ poso, que a . 3 ^ I j" tante por ì ^j a e e Cii e Tratc^e er putado A ' "i a 3"' T e V. *, ^ 2 c sa- bian la= '^ ^ ^ ^ ec ac'e- lante a i? k '^ ^, >.^ìi3 .^e eciioC^^^e ci z l . ^ ^e C'^ tieiupo "^ ^ Rojas liabia mostre do ei tciez"' i ^ Jo ci momento de la eleccion del gobemador, el do«.to. ^^^i^ ' ^o qne Totaba por el anelano Lopez, no por la sujestion del Progreso, sino porque era esa su voluntad. El diputado queria al ménos protestar contra la vergiienza de nombrar al que les habia or- denudo vi inliuiis dò Canoro. Poio èl piibiico eaiu <;iì una jvreo- cupacioii fatai; i era la similitud, la contiiiuacion del pape! des- lionroso queRosas liabia liecho Lacerala Junta de Kepresentan- tes, en todas siis farsas de /c^cf/'/c/ac/, agravada allora con la grc- S;erìa i la publicidad de Ics medios de coercioii. Orco que el seiior Sagui necesitó todaYÌajusi;fÌ!'u??.c porla v.'rensa de su reserva, revelando qae j^c liabia hecho eorrer ei rii- liior de que miéntras la Sala delibera ha. seiiabian amunicionauo las tropas en Palermo. El informante del heclio lo atribuia a los enemìgos de Urquizaj comò se liabia atribuido a sus coroneles ei desacato de rodear las mesas electorales de soldados con cuclii- Mo-^ : pero Buenos- Aires «*» bla p.^'ìie b.tenevse a, este respecto, i nadie f?e bacia ilnsion Robre el o.-l. :■ 1 '.^ >■,;•. ;,,m .1,^: vìì>\^-:ì- ;<.^>tir querìp. pues, ej^enoraì? E^rol';^ ^ T'.jm: - . i -'■. i* :.'- !': --^iarnii' flr' 1;=. liepiiblica : ujiì^.ro:.. ,':.i^,i',[ui'n-^> \. ^ìì:.- -•. :a -:ì;>;ì- n.. < m ni soiiada CiA..'ju-'-^^h. ró-vs. ihu ;i u'.''-:iìjivr:' ^'^u.'.::'- r:AVi}jv.''\< que no hubiese otra voluntad, otro poder que lo que él llamaba ei voto del ej eretto en las ciesticnes provinciales, ad.ministrativafr que liabian de concurrir a la confeceioii i ejeciicion de las Leyes? ;^ibaa reprodueirse en loda laEei)ublica su gobierRO del Entre- Bios» por coiiipanio? de comercio con los jefes, por la iriipulsioii ùnica de su voluntad? Agravaban estas preocupacioiies la manera de peair fondos del jeneral. Las órdenes llovian sobre el tesoro nacional ; millones en pos de millones salian por mes, sin otro presupuesto que la ordencita, de ])alab2'a o por escrito de entregar tal ' cantidad. Hosas tenia una Contaduria esmerada ; el ejército pasaba revista de Comisai'io, ila inversion de las rentas se bacia en presencia de las listas de los cuerpos i se veriiìcaban por la alta i la baja del mes anterior. Aborano liabiendo listas en el ejército de Urquiza, no babiendo revista, él pedia dinero i ganados/ a ojo de buon varon : mos bien que sobre i no que falte, i el gobierno de Bue- nos-Aires, abrumadas las cajas de pedidos, de cuya hiversion solo el jeneral intervenia, no sabia ni con que pagar a sus ordenanzas. Un liecbo o mas bien una serie de lieebos tenian lugar mién- tras tanto en la ciudad, que traian i-eminiseencias terribles, pero siempre con a.o'ravaeion de circunstancias. Ya liemos visto la qucja de las seiioras : "en tiempo de Jiosas no nos ponian cadave- res coli'rados en los sauces del paseo en Palermo ;'"' la de los cìu- dadnnos era : '-en tiempo de Hosas no se intimaba a la Sala pù- blien mente a quier. debia noiìd)rrn% nnefi Rosas lo bacia todo por ìiìodio de renuncias." Iìog:ìr- cva ì r^rr;' -ienipre A tipo dei mnb de " la Jaiivitidad i de la \iokincia. Para Buewùs-Alros. ira e Igradu (iero del termòmetro, con que mediaba los actos de l'rquìzu, qiie estaban mucho mas abajo. Una noclie de esas, un jóven aleman, profesor de mùsica, es asaltado en las calles de Buenos-Aires por seis soldados arma- dos; se les escapa, lo persiguen, lo toman, brega, dà gritos, lo es- tropean por amarrarlo icenirle un panuelo alagarganta, acude jente, i logra escaparse. La alarma se esparció corno era natu- rai en Buenos- Aires, i entónces decian los ciudadanos aturdi- dos. Esto solo fìiltaba! Tenemos va la mazhorca! Dos esiraììj.rns iii'maron un coniunicado en la jìrensa reiiriendo el hecho. Dos mfranjeros, parecia decir, corno en tiempo de ilosas, para los na- clonalesno hai garantias! Los estranjeros se presentaron a la po- iìcia, i no pudieron ballar en ciuco veces consecutivas al senor Guerrico. Los oficiales de policia les decian, maten VV. a quie- nes los asalten — los estranjer s replicaban : dennos por escrito esa declaracion; pero pedimos justieia regalar, averiguacion del he- cho. — I que quieren VY. que se haga? — Que nos toraen declara- cion escrita de; nuestros dichos, i que se pi'oceda a la averiguacion del crimen. La policia tiivo que aceptar por fuerza la doposicioii; pero una vez heclia, los estranjeros dijeron : Falta una circuns- tancia, nuestras firmas al pip, i se le pcrmitió firmar. xMiéntras se seguian estas tramitaciones, la policia tuvo aviso, on la noche siguiente a las once de la noche, que un sereno habia sido asaltado por otros seis horabres armados; los vecinos acu- dieron d^todas parte?, i cajieron a los soldados i los trajeron a la policia. Estavez no habia escapatorio; fiie preciso interrogarlos. ^Cómo han salido VV. de sus campameritos a està bora desu- sada de la noche? — • En coraision. — En que comision? — En una comision. Estaban en esto, cuando el pito de los serenos dà la alaima por oti'a parte, acuden los veciiios armados de trancas, pistola», cierran las-caìies i cojen otros seis soldados, que llevados a. la policia (leclaraji andar en coinisioii. La policia paso parte al (^obierno, e\ parie se puhlicó, i toda indagaciosj quedó ahi por este ludo; pero no osi do ])arte de los dos esfranj' ros, que prosi- gnieroTi con calo? isu d.emarida; basta que les indicaron el jefe del ctiei'po a que perleuecian los agresores. Era el Coronel Pasos, (.1 Comandante de policia de Gualeguaichu, donde lo habia cono- cido Yo, el favorito del jeneral Urquiza. El Coronel Pasos res- poìidió a la demanda diciendo. ;^Què qiuercn VV. senores, estos s/ìldados son mui briiros! — Pero seiior, que andaban haciendo sol- «bulos \\\n biTiios a las doee de la noche ^iì Buenos-Aires? — T'h z IO — lina tu>rnÌ3Ì(ìn.- --fNa'o |»ai;t t]uéeooiìsion;i solikidoA lun hruiifsf . . . La alaniin vni irti qae lo;^ cli'ario!=; jDii})!icnba?i, en !o? dias sub- sigiiieiitps : Eì pueblo està, ulcrta. AiiocJio habióndose oido una detonaciou, losciiidadanos, las patruìlas , los sert^iios acudieron de todas partes. Afortiinadaraente era un nino qae habia dispa- rado un cohete. Los comunicados de la prensa dejaron bien traTisj)arente el ori- jen de aquella tentativa abortada de etitablecer una mazhorca en- treriana con tercerola i sable, con el uniforme del Ejército. EI autor de todos estos amafios va impotente?, pues Rosas mismo habia desde 1845 addante negado quc hubiese habido jamàs tal mazhorca, se olvidaba sin embargo, que ese ejército no secompo- nia todo de entrcrianos, que lafuerza de linea era porteiia, i que la jeneralidad de los jefes eran salvajes unitarios, poco dispues- tos a dar el voto del ejército por regia de conducta a los Re- presentantes del Pueblo. En este estado de la opinion se manda a las provincias lacir- cular de convocacion a los Gobernadores de Kosas, para echar las bases de la reunion de un Congreso. Desde luego era chocan- te, inmoral, im]>opular reunir a los mismos que habian sostenido la tirania i apoyàdola contra Urquiza mismo para dictar las bases de una Constitucion ; pero habia ademas aquella desnudez de todo velo, de todo recato, aquel abuso de lasformas de que el Je- neral daba a cada paso tan tristes i groseras muestras. Nunca se habia visto una reunion de Gobernadores para tratar materias (;onstitucionales. Cuando Rivadavia en ausencia de D. Martin Rodriguez Gobernador de Buenos-Aires, invitò a los Gobierno;? a tratar de constituir la Rcpùbiica, les dirijió una nota, para que sometido el asunto a la deliberacion de las Juntas Provinciales resolviesen lo conveniente, mandandola con el Dean Zabaleta a fin de apoyar con el prestijio de su iiombre, medida de tanta con- S3cuencia. El jeneral Las-Herascjue iba al allo Peni, enviado cer- ca de los jefes del ejército espaiiol para tratar un arreglo, recibió rambien el encargo ofìcial de obrar en ci mismo sentido en las j)rovinclas de su transito, i ponerse de acuerdo con el venerable Dean. Cuando se celebrò el pncto litoral de 1831, se reunierou en Sjrrita-Fe enviados de los Gobiernos, i scestipuló la reunion de una forni^ion gubernativa, fbrmada ùe Dipvtados ; pero no se ru\ (* la desfachatez de reunirse los caudillos «;n persona, porque basta entónces, i durante la administracion de Rosas habia el pu- doi' d'T las formas, aunque hubiese el cinismo de la realidad q«e eiicubriiiii. que era e! afìtojo do 1o« eaudillo'; irresponsahles^ _ 214 _»- Alguien Je ìiizo comprender aljeneral Urquiza, despues de espedida i mandada la circiilar , qiie los gobernadores por las constituciones de todas las provincias , no podian estipular iiada valedero^ piies eran las Jmitas quienes en todos tiempos i aim bejo la tirania de Rosas, dabao consistencia de lei alo que se queria. Qiie el jeneral ignoraba este liecho o lo babia olvidado en su pràcHca de diez aiios en el Entre-Kios, consta del tenor de la circular misma, i de la posdata de otra circular d.e odio dias despiies a remediar aqiiel oìvido. La circular alcance se espidió, pues, pidiendo a las Juntas que autorizasen con carta bianca a sus gobernadores, para estipular lo que aquellos seides de KosaSj endurecidos en el abuso de la autoridad por diez i seis aiios de absolutismo proYincial, i iiabituados a recibir ciegamente la ins- pìracion ajena^ hubieren de acordar. Sin embargo, por una anomalia bien signilicativa, està circular segunda e^-pedida en Buenos- Aires, fìrmada por sus ministros, no se notificò a la Junta de Representantes de aquella ciudad, donde las fórmulas constitucionales eran mas arraigadas, puesto que Rosas se liabia lieclio autorizar para lodo, basta para ester- minar a sus enemigos, por la Sala de Representantes. Creo que si la Sala liubiese sido consultada, liabria dado la autorizacion re- querida, pues jamas debiò ocurrirle que se iba a violar la lei en que repcsan todos los congrcsos del mundo, a saber la representa- cion de la poblacion, acordada por leyes vijentes, practicada sin disputa ni alteracion desdelBlO, en todos los Congresos reuni- dos. Todo lo demas lo habria aceptado , pues el poder que por el Convenio de 8an-Nicolas se trataba de legalizar era el mismo que existia de hecho, i a cuyo sosten concurria Buenos- Aires con todos sus medios , aun dejàndole tornar injerencia en los ne- goc!os internos de la provincia, nombrar empleados, o proponer- los , i disponer de las rentas de aduana i las demas esclusivas de la Provincia, etc, etc. [Para qué pues, està violacion inutilde la misma violacion de las pràcticas recibidas que imponia a las pro- vincias? ;^Era actìso una muestrade respeto a aquella legislatura? il por qué no tenia ese mismo respeto por las de las Provincias, a quienes forzaba a sancionar a fardo cerrado lo que sus odiodos caudillos estipulasen? Pero otro era el orijen de està aberracion. Si" daba este peso en Buenos-Aires , la Sala iiabia de di sentir, i en la discusion podrian indicarse boses, limites a esa autori za cion a su gobernador; i esto podia ilustrar a las Juntas de las otras Provincias, i maJograrse el golpe. La convocRcion fué pspp'rida ei 8 de abril i lo- Gobernadores _ 215 =^ (lebiaii eaUiV reuuidos el 20 de inayo. A Saila ì Jujui hai cuatru- cientas legiias de distancia, i eii cuarenta dias dei)ia Uegarlcs la noticia, presentar a las Jimtasla misiva, disciitir estas, aprobar, i salir losGobernadores. A Mendoza llegó la coTiTocatoria cu la tarde, la Jiinta se reiuiiò en la noelie. i al dia sig'uiente salio a es- cape el Gobernador. Consta de los diarios. A Saita i Jaiiii llegó, comò era de esperai'se tarde la misiva, i sus Gobernadores no tii- TÌeron tiempo de concurrìr. La Junta de San-Jaan lio quiso ai?- torizar a Benavides i mando la aiitorizacion a Urquiza: el Gober- nador de Catamarca tiivo cortedad de concurrire Iiizo io mismo. En fin solo diez Gobernadores se reiinieron, de los cuales dos eran jefes del ejército acampado en Palermo ; i el de Btiepo'^- Aires 110 estaba aiitorizado por la Jwma parn tratar. El jenerrd no se paraba en nada ensuprisa de arribnr k. ^uobieto: pero miéntras tanto las provincias de San- Juan, Corrlentes, Taciiman, deponian a los representantes de su voluntad en San-Nicolas, de maiiera qiie de los caudillos de Rosas solo Liieero de San-Liiis i el mismo jenerai Urquiza quedaban sin deponer en m^dio del coro universal de viyas al jenerel Urquiza, de aiitorizaciones al Jone- ral Urquìza, de aprobaeiones del Facto de San-Nicolas. Estos incidentes eran fatales para la diiracion de la Constiti!- cion. A unqiie Buenos- Aires liiibiese aprobado el pacto, ^quién responde de qiie pasadas las circunstancias apremiantes en que ce- rraban los ojos a estas inconsistencias, un aiio despues, dos, cua- tro anos mas tarde, esos Gobernadores, esas Juntas de Represen- tantes, esos pueblos no consiiìtados, no habrian puesto de nuevo en cnestion la base de arena en que la Constitucion se fundaba? En politica se admite corno valedero el hecho consumado ; pero para que oste hecho se repute tal, es preciso que obtenga la sancion del tiempo. La carta otorgada a la Francia por Luis .XVill, por està sola palabra otorgada, estuvo en cuestion diezi seis anos, basta que con la carta cavò la dinastia. -Me permitiré hacer notar, que no soi el publicista a quien pueda hacérsele el reproche de exijente en nombre de una po- litica pràctica, que se supone Cjue yo no respeto demasiado. Este cargo està desmentido por toda mi vida pùblica en Ohile. No he hecho la oposicion, sino cmelie sostenido al Go- bierno, rcconociendo , esplicando hechos de dudoso i cuestio- nable caracter, corno fundamento de hecho de las instituciones antuale?, por ser aquellos hechos cons^,mado<. Mieonductaen los negocios actuales de la Repùblica Arjentina, miéntras nadie po- niaen eluda Lì autoriuad del jenerai Urouiza. muestra ese m.is- 27 — 216 ™ ino l'ti.-jjfto poi- ci iièL-hu tibsiirdoj iìejiiim<:>, e^ncraiidu qur- auìi (le esas incoiigriiencìns podia salir unórden de cosasregular. Si no lo esperaba, al méiios no oponia obstaculos. Pero ciiando eì be- cbo no se consuma, ciiando una fracciou poderosa de la Repùbii- ca protesta armada contra aqiiella serie inaudita de desaciertos i de ilejitimidades, entonces todo ciudadano recobi-a el dereebo de ti'abajar para acabar con la existcncia del mal que toleraba, i fortalecer los buenos principios hollados, i que era el objeto de la lucba liacer triunfar. Esto esplicala a los que lo han preguntado, el por qué no he dicbo nada eu los meses trascurridos basta la re- volucion del ejèrcito de Urquiza, sobre la nulidad del pacto de San-Nicolas. Hai algo mas curioso que notar, i es que liabiéndome abstenido de poner óbices a su lojitimidad despues de consumado lo habia i-echazado àntes de bal3er sido beclio. Esto que parece una para- doja està consignado en docaraentos. Por el vapor de 14 de mayo remiti al Dr. Alsina un proyecto de rechazo del futuro convenio de San-Nicolas, encabezado asi. '''La ti. Juntade Re- .. presentantes de Buenos- Aires, en uso de las facultades ordi- 4. nai'ias i estmordinarias que invite, teniendo a la vista el Pacto a celebradoen San-Nicoìas, etc, i considerando, etc." Dados los antecedentes de la convocacion, los actoresen el drama, las ideas i los fines pai-a mi conocidos del jeneral Urqui- za; ;qué ibaa fallar a ese convenio? Lejitiniidad. ;Queiba a fal- lar al Congreso? Seguridad. Quéiba a fallar a Buenos-Aires? Libertad. De dónde podia venirle el reraedio? De la evidencia niisma en quo se pusiese la coaccion. Guiado por estas ideas, yo aeonsejaba al ministro entonces del interior, proponer se recha- zasecl C'onvenio, i para que Buenos- Aires pudiesedar garantias a Ins provincias de la i^anidadde sus miras : Proponer i ofrecer la garantia del Urugual, Bn'.sil, Estados- IJnidos i Cbile, de que pondria a disposicion del Congreso las rentas nacionales i se someteria a todas sus disposiciories; pero protestando no enviardiputados al Congreso, miéntras las pro- vincias permanecieren bajo la domiitacion de los caudillos, i miéntras estacionasen en Buenos-Aires tropas que no obe- deciesen inmediatamentc a las autoi'idades de la provincia. Alhi- nados estos dos obstaculos a la cspresion libre de la vobnita*! nacional en todas las provincias, el Congreso se leuniria en uu punto, a su eleccion, dei litoralde los rios, que no fuese Buenos- Aires. — Diclio punto seria doclarado territorio del Congreso, diez leguas a la redonda — FA CouLireso nombraria las autorida- «IfibciviLs — ruiiunii c^ohernadoj^, jofo militai- u olio omploado dv provincia podria penetrar en aste territorio — Un buque de guerra de cada ima o de algunas de las naciones garante^, estacionarisi en el liigar del Congreso, i sus tropas, a pedido del niismo , ser- virian de guardia de lionor de sus sesiones — El Congreso ten- dria prensa, estenógrafos i posta a su disposicion — el ConLn'eso comunicaria directamentc con las Juntas de Representantes de lus Provincias. El remedio era lieróico, pero iba dereclio a la fuente del mal. El jeneral Urquiza sefué a instalar el Congreso, con su escolta, a Santa- Fé, i no contento con eso se lo llevó a su cueva del F.ntrc- Rios.Todavialo desafio, que anada este codicilo al Facto de San- Nicolas, i veremos, si se constitu^^e libreraente la Repùblica. Kl Dr. Alsina debe conservar en tre sus p.ipeles el orijinal de quo doi un simple esti'acto. Los objetos de la convocacion de los Gobernadores en Saii-Ni- colas, fueron discutidos en una reunion que al objeto se tuvo en Palermo, i a la cual asistió el Di'. Alsina. Copio las palabras de su carta, comunicandome con f celia 29 de Mayoese i otros detalles. " Se anunció que se ocuparia de medidas (entro ellas la de capi- '' talizacion) que eran leyes competentcs solo a un congreso ; se '' combatiò este desacierto, i el jeneral se prestò. Se convino en " que solo debìan ocuparse de lo concerniente a la pronta reunion '* de un Congreso jeneral, es docir, del cmindo i del dónde debia " éste reunirse, i de la base de la representacion cjue yo pi'opuse /* fuese la del ùltimo congreso, un di|)utado por siete nn'l quinieri- " las almas, i se adepto, i del viatico i dietas. ;^Se ceiliran alla a " elio solo? Diidolo. Lo veremos." Como se sal)e, oti-a cosa fué la materia de las conferencias de San-Nicolas. No se fijò ni viatico ni dietas, dejandolo al arbitrio del jeneral; se dieron dos diputados por provincia, i luia Dieta- dura real al jeneral Urquiza, que no nizo mas que subievar resis- tencias, eri proporciou de los temores c|ue inspiraba aqueìla inù- jil i estempoj'anea absorrion del poder. LAS PROVINCfAS. Dcspues de dos meses de residencia en el Brasil, ya eu Rio- Janeiro, ya en Petropolis, resolvi, casi a la vispera de regre- sar a Buenos-Aires, pai'tir para Chilo en el Bagola, i despues de veinte dias de navegacion , atravesando el Estrecbo de Ma- guliajie.<, lU'oiié a V ulparaiso el 10 de juiiio. Api-opósitu del Estrecho, tiive en Buenos- Aires varias conferencias sobre la cuestion suscitada por Rosas sobi'e su posesion. A consecuencia de la defeiisa de Ics dereclios de Cliile que emprendi en la Cró~ 7Ùca, Rosas habia encargado a. Anjeìis, estiidiar la cuestion i pre- sento éste una Memoria en que raas que. de esclarecer el derecho. se trataba de concitar centra Cliiie prevenciones; atribuyéndole iin sistema constante de robo de ganado. estimulando ìas invasiones de indios. Rosas misino sintló la inconsistencia de aquelìa dia- triba contra Cliile, i eneargo al ])r. Velez un trabajo mas sèrio i mas fundado, en el qne el Dr. creyó dejar esclarecido el derecho, i de cjue pav órden de .Ro,='-aS; se ^acaron oche copia?, Ciiando Ur- quìza stipo io ocurrìdo, acaso para motivar la embajada de Mar- ino], hizo publicar pur la prcnsa, la Memoria de Anjeiis mas agTcsiv-fl, ì .no la de "^'"elez, mas fnndada. A mi liegada a Valparaiso era mi animo pasar inconlirienii a Santiago a descansar de Las fatigas de ocbo racses, en que no es- iuve estacionario en higar alguno quince dias. pero cocontrando alii a mi familia tuYc que permanecer cuatro o cinco. i bablar de lo pasado con los SS. Lamarca, Beecbe, Sarratea, Alberdi, i ^ i- iìanueva. Dijeles lo que juzgaba, encontré los cspiritus malprepa- rados a sentir los Icmores que ^'"o abrìgaba^ acaso por el laudabìe desco de mejor; no insisti sino provocado; convinieron algunos en mi manera de ver, i los demas quedaron persuadidos de que moti- vos personales me liacian mirar las cosas bajo un aspecto desfavo- rable. Llega do a Santiago yì a pocas personas, al jeneral Las- Heras en la callC; al Dr. Ocampo cuatro meses despues de mi arri- 00, i a mis amigos de Copiapó l'ogué que me eyitasen el desagra- do de entrar en detalles sobre lo que habia presenciado. A San- Juan escribì al Gobernador Yanci el 6 de julio, dandole algunos consejos de prudencia i de buen gobierno, anunciàndole que era mi animo no tornar parte en las cuestiones actuales, i senalandole el camino que debia seguir en caso de conflicto, i pidiéndole no me nombrasen Diputado al Cougi-eso, a cuyo fin mandé al JJr. Rawson una declaracion para dar a la i^-rensa, fundando mi abs- tencion en motivos pei'sonales; pero naostrandoles mi conviccion de que la Repùblica se cunstituiria bajo los auspicios del jeneral Urquiza. Yanci i Rawson me han contestado despues, holgan- dose de haber obra,do en el sentido que les itìdicaba ^ corno si hubiese yo adivinado los hechos. Desde Chilo podia contemplar elespectaculo de las provincias, i el reverso de la medalla de lo^ acto'^ qnc habia visto prepararsi^ eli Palermo, i qiie inotivaron mi separacioii. La conservacion de los caudillos de Hosas i la cinta colorada eran la base de la poli- tica de Urquiza. Si algtuia dada quedarc a e.ste res}3ecto., no se olvide qiie todavia eii jiùio, entregaba en Buenos-Aires las oiici- nas publicas, los departaraentos de caoipafia, i la guardia nacio- nal a los jefes de Rosas, i quo Peiia al aniinciai* en setiembre a los gobiernos del interior, su intento de ira castigar ejemplar' mente Buenos-Aires, anunciaba contar con el Jeneral Flores^ el coi'onel Bustos, i el coronel Lagos, con siis fiierzas de campana, Irigoyen encontrò en M cndoza, habiendo de paso por San- Liiis confirmado a L^icero, depuesto a Malica, i desaprobó ec conferencia con e! i i ■ ^"obernador, en nombre de Urquiza, el movimientO cfectuadc, icqLiiricndo cu vano una entreyista con el Gobernador actiia]; fin ;;i'&seiic;s, de su ministre. Su órden de restablecer la cinta colorada fiié reciùi-i.ì-^/hi. ì no ìiv.. sido basta liei obedecida. Confìrmó a Benavides, pf-ro 'S. Salr. miudó qiie se abandonass la cinta colorada, i cìiai;dG i: ',:.:. "-l:,; ce crsGiiìó, lo depusieron, contra la voljintad esp:e^:i ",.;• ;_\ vjI C'rqiiiza, co- muni cada por una loision especial, enviada lì c. ::::-.- Cordova depuso al Delegado qiie en el pacto virosi de Cerri- Ilcs i la Caiiada de Cabrai liabia sido aceptado por Urquiza, i el niievo gobernador no asistio al Congrego de San-lSiicolas, tanto e3*a el recelo qiie le inspiraba el liaber contrariado a Urqiiiza. Coriientes depuso al P-Iayor-Jcncicl d'^1 ^ieicito G.?/e- dieh, quedó alli para continuar la obra interrumpida. Cuando — 220 — Benavides tiiitó a sus aiitecedentes en Sau-Juan, oliando Saravìa se alzò con el poder, ciiando el Gobernador de Cordoba propu- so el nombramieiito dojefe Supremo dado a Rosas, en lug'ar de retirarle el encargo de ìas Relaciones Esteriorei?, el casus belli indicado por Albarracin en nombre del Jenera! Urqiiiza liabia llejado. Oliando despiies de ocupada la Banda Orientai i deslie- clio el ejército de Rosas, no quedaba pretesto de miedo, i la se- guridad positiva de pasar el Ejército Grande el Paranà dejaba libertad de espresai- el pensaniicnto secreto , los gobernadores cltados , insistieron en su silencio i adiiesion a Rosas. No habia, pues, motivo de prudencia que estorbase a todo patriota tornar las s^^rmas, i a^^udar a la calda de la tirania, en Buenos- Ai- res o en las provincias. Quél ignoraban los gobernantes aquellos, los principios que proclamaba eljeneral Urquiza,ilos medios de que disponia para liacerlos triunf ar? "Juan Crisostomo Alvarez, el valiente malogrado, lia partido de Chile, equipado, armado por los amigos deljeneral Urquiza, en defensa i en ayuda de su causa; pues las provincias i sus liijos querian tambien para si la libertad que se ha dado a Buenos-Ai- res. A qui fuimos fèlices ; alla desgraciados, està es la sola diferen- cia! Pero que no se calumnien ni losmotivos ni la memoria de los patriotas. Crisostomo Alvarez no llevaba miras personales, està es una calumnia lanzada sobre el cadàver de un màrtir. La carta de Crisostomo Alvarez que publico ad memorandum, las de Aberastain Sarratea, Tejedor , prueban lo contrario j i la de Albarracin acredita que estaba autorizado para liablar en nombre del jenei-al Urquiza, a cuya causa i triuntb coadyuvaba. "Crisostomo Alvarez proponia al Gobernador de Tucumanpo- iierse a sus órdenes, si desconocia la autoridad de Rosas i escu- cliaba al pueblo en una eleccion legai. ^Qué contesta el goberna- dor? Que deponga las armas, i se entregue maniatado con su jen- te. A qué liombre que tenga sangre en la cara se le liacen tales proposiciones? I en qué se funda para no admitir las racionales i prudentes de Alvares? En que el jeneral Urquiza le ha escrito una circular, i no le ha dicho que Alvarez debìa presentarse en su provincia? Contesto el Gobernador a esa circular, eomo no ha- bia contestado a la de l.** de mayo, si no con mandar ajentes a Rosas, i nombrarlo jefe Supremo? Si contesto; pero dos hombres que mando con la contestacion? (dos paisanos, soldados, oficiales, ciudadanos o ministro?:)? dos hombres que no tienen nombre . que no estan en Tucuman, que se han perdido, que ahora i solo allora sal)e. que ci uno por cobardia i el otro por enfermedad no ^ 221 ~- iiegaroa con In carta al jeiieral Urqiiiza iesfcàii eu Santiago. ^Pa- ra rogar a Rosas qiie adraitiese el cargo de jefe supremo de la Re- pùblica, liubo un ministro que fuese en persona a ilevar la mision, i allora para adherir tardia i maquiavélica mente a la invitacion se- gunda del jeneral Urquiza, lieclia desde el Rosario, al frente do Treinta mil hombres, no liubo sino un pcon cobarde, i otro enfer- mo para mandarle el anuncio? Oh! bueno es que lia^'-a side fiisi- lado el valiente soldado Alvarez. Pai-a el que muere por la patria elmismo tamaiio tienen las balasdel combate que busca, que las del banquillo en quelosientansus A^erdugos; pero al niénos que se respete el buen sentido de los que le sobreviven, i con las manos tintasen nuestra propia sangre no vengan a hacernos comulgar con ruedas de carreta, dando justificaciones mentirosas, por actos liorribles? ^Porque no esperò el Gobernador de Tucuman, quelia- bia recibido cartas del jeneral Urquiza del 10 de enero, para fu- silar ai Coronel Alvarez i sus companeros, a que transcurriesen los dias que faltaban basta el 3 de febrei'o que no podia tardar? Es que los malos antecedentes de Alvai'ez le estimulaban. ^Cuàles eran esos malos antecedentes? Que habia servido en 1841 a las ór- denes de su tio el Jeneral Madrid, que iba allora al lado del jene- ral Urquiza en la vanguardia del Ejército Grande. ^I los antece- dentes del Gobernador cuàles son? Al servicio del mismo jene- ral, recibió dos mi! pesos que le mandò Ibarrra, por conducto de persona que vive en Tucuman i mediante dos mil pesos, conta- dos peso sobre peso, i recibidos del jefe de otra provincia que in- vadia a su patria, liizo la revolucion a espaldas de su jelc i se apo ■ derò del gobierno de su provincia. No! no caluninien la memo- ria de los muertos, Santìbaiies, Ciisòstomo Alvarez no piden va i^angre! Piden solo que cese el escandalo d-^ esos profundos i crì- niinales egoistas que liabiendo traicionado al jeneral Urquiza, i a los intereses federales de su provincia vendidos en cuerpo i alma a Rosas, vienen despues de la Victoria, cnsenando las manos lle- nas de sangre, de los amigos nuestros, a pedir un premio mas por su falsia i sus vicios. Soi provinciano amigo, i me duolo de la suerte de las provincias del interioi', que por recompensa de su martirio de quince anos bajo, la ferula de los que la entrega- ron maniatadas al poder de Rosas, se las deja en poder de esos raismos hombres, sin esperanza, sino en las revueltas, de verlos retirarse a sus casas, a gozar del perdon que por sus estravios pasados se les ofrece. *'E1 sefior Gutierrcz es un liipócrita, que pide allora uniformar "-M poliHcn roii la del quo friunfó, corno liabrìa injuriado, calum' _. 222 -^^ niaclo i escupidok memoria i el cada ver mismo dei jeneral Ur- qiiiza, si hiibiese sido tan desgracìado comò Alvarcz, el héroe que viéndose traicionado por los jefes que habia tornado prisio- iieroSj sigiiiendo el mismo pian del jeneral Urquiza, i que fué tan fatai a Aquino, se arrojaa la muerte con un puiiado de iiom- bres, i vencido por el nùmero pero respetado por las ianzas, balla un cadalzo en su propia provincia,, liaciéndosele mi crìmen el que hubiese arrebataio a Sarr/'7ia ]r.,3 armas que traia, para soste- ner su declaracion del 10 de juuio, eentra el jeneral Drquiza. !Este es un crimen que se lo denuncia al mismo jeneral Urquiza, corno muestra de adliesion! ^Quién puiiiera ìiacer que no se die- sen a luz tantas porqueri'as, que aparecen corno actos oiiciales, en que la necedadi el crimen, la falta de sentido comun i la ca- reneia de nociones de jiistieia, estàn espnestas a la contemplaciou de los qne talea docunientos leen, con un candor i una inocencia que asombra. ^'Qué difereneia encuentra V. entre la nota que Saravia paso a Bosas, anunciàndole liaber lusilado al coronel Santivafies, i la de Gutierez al anunoiar al jeneral Urquiza que ha fusilado al corcnel Alvarez? Los motivos son ios mismos, los pretestos igua,les, i la causa idéntica, que trabajaban las victinin's por a,yudì.ar al jeneral Urquiza en su empresa.'' Bn Salta j Bararla no esperò el perdon , aniuiciado por Ur- quiza. El jeneral Hei'edia fué a verme en. Buenos- Aires para proponerme que Saravia, renunciando, quedase en su casa. Yo le mce sentir Io que habia de inmoral en està impunidad para el que habia traicionado al jeneral Urquiza, proponiéndole que le ase- gurasen sus bienes, i se ansentase por un aiio. Gondra solicitó por medio de su hijo verme, i quedé en senslarle dia, lo que mi repentina aiisencia estorbo. ^?'^' ; "^^iroi' -ine?. iricJiumes en el interior los gobernadores de i: - -- :. . ,1\ I2. Eiqja i Catamarca, donde no hai ciudades po- }3ulosas. irero estos tuvieron luogo un rol que desempehar. Al de San-Luis i al de la Rioja se les encomendó ]*estaìdecer a Be- navides en San-.)uan; i el de Catamarca habiendo dado asilo a Gutierrez, el de Tucuman, puso fuerzasa su disposicion pnra re- cuperar su cacicazgo. San-Juan noj'esistiò i ci Caudillo de diez i odio anos volvió a continuar por Urquiza la obra que con tanto aderto habia dirijido por Rosas. Tucuman se preparò a la resis- tencia, i cuando Gutierrez se ponia en movimiento, el jóven Ta- (1) Ha habido posteriormente revolucicii en està provincia para de- poner al Caudillo. ==- 223 »- boada, de Santiago del Estero, se presentò en ia plaza de Tucu- man con dos mil hombres, a defender las libertades piiblicas. En* tónces Urquiza mandò a Gutierrez qiie recoiiociese al rilievo Gobierno de Tiicuoian. Asi pues, si la guerra civil no se encen io en el interior, no fué culpa del Director Frovisorio que la decre- tò. Si San-Jiian hubiese resistido en agosto, corno en setiembre ocurriò el desconocirniento de Buenos- Aires de aqnella autoridad, no se hahria dicho ahora: las provincias centra Buenos- Aires, sino las provincias , contra las proviiicias. Una palabra mas sobre San Juan , cuya crònica es boi inni conocida. Este pueblo puede boi dar una idea de lo que seria fa autoridad de Urquiza restablecìda por la fuerza en Buenos-Ai- res, a no ser que se abandone a sus impetus de venganza, i riegue con sangre las calles de la ciudad. En el esterior no podemos for- marnos una idea de està resistencia en masa de la pobiacion, sin partidos, sin clasesopuestas. Verdad es cjue es raro en la liistoria de lo3 pueblos el fenòmeno. Benavides puso por condicion previa de su entrada (triunfal, a puertas cerradas), que se de^^armase la guai'dia/ nacional compuesta de todos los habitantes de la ciu- dad. Luego de estar en el gobierno, acuartelò tropas de linea, en numero de cuatrocientos bombres. Para qué? Para hacerse res- petar diz que. Pero no bai rentas para su sosten. El Gobierno daba boletos de pago para despues, i atropellaba las carnicerias a fin de proveerse de carne. Los abastecedores dejaron de matar, i la pobiacion sabiendo tarde cjue no habia carne a venta, salia desesperada de hambre en busca de corderos, gailinas, a las quin- tas de los suburbios. Este estado de coias dura basta boi, i ami las tropas siguen acuarteladas. El pùblico sabe quiénes fueron los diputados nombrados por San-Juan Td Congreso. Benavides restablecido, mandò practicar nueva votacion i por cuarenta votos (votacion unànime) fueron nombrados Irignyen, Sawcbez i Tori'es, el primero desconocido i odiado en San-Juan, i portefio, los otros dos ausentes de la pro- vincia dei de la edad de doce anos en que fueron a estudiar a Buenos-i\ ires. Fero apénas proclarnados Representantes legales de la Pro vincia en ci Congreso, se recibiò órden de Urquiza de elejir Di] putados al Di'. D. Antonino Aberastain, a Carri! i a Rawi-cn^ los dos ùitimos ya nombrados en las listasilegales. Como se ve, solo yo , era eliminado de la priniera lista, yo que me babia retirado sin oponerme, yo que babia guardado silencio, yo que ixO habia cscrito una palabra ni a mi familia a San-Juan. ^I a quién se 29 -^ 224 -^ iionibraba eii mi lugar? A mi amigo intimo, u quienyo habia re- comendado a Urquiza, corno hombre de probidad, i mostradole las cartas de Copiapó en que me inforraaba del estado de San- Juan, i de lo que podia hacerse para influir a Benavides. Siem- pre el mìsmo hombre ; el apreton de manos de Cabrai, el abrazo a Paranhos, el despacho de coronel a Mitre, el reconocimiento de los dereciios de Buenos- Aires, el nombi-amiento de mi com- paiiero i amigo, el Dr. Aberastain. ^Iria Aberastain al Congre- so? Como no? Alsina habia ido al Ministerio! Para qué estos pasosfalsos? Garrii, mi suplente, està a su lado, Rawson està en San-Juan o en Mendoza,iyo le tengo demasiado miedo al perro Purvis , para que vaya a descomponer la fiesta, con mi odiada presencia en el Paranà. Lo ùnico que consigue el jeneral es que Garrii, destituido por Buenos- Aires, no sea Dipu- tado por San-Juan, no obstante estar a su lado. Antes de proceder a cuarta eleccion llega un comisionado de Urquiza ante el pueblo de San-Juan a darle, dice, una satisfac- cion por el ultraje de imponerle un Caudillo odiado. Qué satisfac- cion puede darsele? Deponer a Benavides i restablecer las auto- ridades lejitimas. ^Pero querrà Benavides? ^Si no quiere, se mandarà a San-Luis, la Rioja i Mendoza que invadan la provin- cia, para deponer al gobierno legai, comò se ordenó la invasion para restablecerlo? El gobierno de Mendoza apoyó la mision de Urquiza; los dia- rios de Mendoza aconsejaron a Benavides renunciar, puesto que odiado por su provincia, le faltaba el apoyo raoral del jeneral Urquiza. El efecto pràctico de la mision de Urquiza no tardo en lìaceràe sentir en San-Juan. Desairado el Caudillo por Urquiza, libandonado por el pueblo, uijido por la Comision, de cuyos pa- SOS se ocupaba el pùblico i la muchedumbre, a las docé de la no- che del 13 de Noviembre se alzan las tropas que tenia acuartc- ladas e impagas. Benavides fuga, el pueblo se renne i procede a levantar una acta de adhesion a Urquiza, que firman el Provisor del obispado, los curas, los comunidades i las ciudadanos, a quie- nes no les ocuri-ió que un Caudillo que en tres meses no habia podido gobernar, que era revocado por Urquiza que lo restable- ció, i lo abandnnaban las tropas con que queria sostenerse, inten- tase volver a recuperar su gobierno. El Caudillo para quien la opinion, i Urquiza le importa un rrJite, sorprende a la poblacion en su empeno de levantar actas; trata està de resistir, i desbor • da aquel d rio de San-Juan sobre la plaza, i entre abordar las òasae i>iitndad»« i defender la plaza, sin viveres, sin nada previ?- -_ 225 — to, el Caudillo recupera su presa, it entrega al saqueo eii otras la casa i almacenes de D. Zacarias Yanci, el Gobernador que la poblacion habia nombrado i que Urquiza revoco. Asi pues un acto de arbitrariedad unico, ejercido sobre San-Juau, motivò aquel dìvorcio entre la poblacion i el Caudillo de diez i seis anos; i otro acto de su inconsistencia acostumbrada, queriendo desha- cerlo Iiecho, insolentó a la tropa, presentando a Benavides corno un rèprobo abandonado de todos, i causo el alzamiento i sus consecuencias. La satisfaccion tan pomposamente ofrecida por Urquiza a San-Juan se redujo pues a hacerlo saquear, i entre- garlo maniatado a la merced de su Caudillo. El caudillaje se pre- senta boi en el interior sin mascara, la obra de Urquiza, en la unica parte en que pudo realizar su pian primitivo. Esto es lo que se llama politica pràctica, i merece la admiracion de mu- chos. LA SESION DE JUNIO. Apénas restablecido al liogar domestico, el ruido de las con- secuencias del Pacto de San-Nicoias, que habia previsto, empe- zó a lìegarnos a Cbile. La noticia de las estipulaciones del Converiio de San-Nicolas ìlegó a Buenos- Aires, i corno era de esperarse, la ciiidad se ee- tremeció de indignacion i de pavor. jDos diputados alCongreeo! Hai cuestiones politicas que dividen sin desdoro a un pueblo^ bai otras que reunen todas las disidencias i sufocan todo disen- timiento. Tales son las de desmembracion del territorio, o las que imponen una humillacion publica a un pueblo. La Polonia ha peleado dos siglos i medio contra la Europa entera, comò un solo hombre. La Espaiia, detestando a sus reyes absolutos, se enderezó en masa contra Napoleon, por una falta de respeto a la dignidad nacional. En Buenos- Aires puede haber rosistas ^ urquisistas i unitaiios ; pero nunca un partidoque ponga porle- ma de su bandera, la humiilaciou de la Provincia! Estono puede apasionar a nadie! La exijencia opuesta tendid de su parte todas las pasiones del corazon del hombre. Urquiza habia sido en San- Nicolas, corno siempre, indiscreto en sus palabras. Para propì- ciarse a los gobernadores provincianos, he de sembrar sai, decia, sobre Buenos- Aires; i està impertinencia de aideano la habia di- cho niucbns veces, i ante mucbos cn ci ejcrcito. I mìciUrns fa - -« 226 ~ to Buenos-Aires jemia, agoviado bajo el peso destructor de aquel ejército que devoraba en la inaccion ameiiazante de Pa- lermo, las rentas i el ganado de la Provincia. Se habia retirado, es verdad, la infanteria entreriana i la caballeria correntina; pero quedaba caballeria e infanterìa de ambas provincia^, cuatro ba- tallones de Buenos- Aires, cuatro rejimientos de caballeria, ha- bianse creado dos mas de està arma, i llevàdose al Entre-Rios setecientos negros tomados en Buenos-Aires despues de Caseros para disciplinarlos. Qué iba a Lacerse con este enorme ejército que alejaba la esperanza de aquella paz prometida? ^Constituir la Repùblica? Pero quién se habia opuesto basta entónces, quién podia oponerse? El gobernador Lopez regresó, i la prensa, la opinion alarma- da, la Juuta de Representantes esperaron en vano que se le so- metiese el pacto celebrado. La conciencia del gobierno mismo pugnaba contra su reserva, i Urquiza supo que no se podia prescindir de darle publicidad, i someterlo a la aprobacion de la Junta. El diario ofìcial lo publicó, i los otros hicieron està ob- servacion *'A1 cabo sabemos oficialmente, que ha habido un pac- to en San-Nicolas." No pudiendo negar el gobierno la lejitimi- dad de las exijencias, se tuvo la indiscrecion de ir cediendo de mala gana, de eludir la verdad i de dar tiempo a la opinion de iormarse. Rosas habia hecho jjara sus trapacerias frecuente el uso delderecho de peticion. Una que pedia a la Sala que no ab- dicase su derecho de revision de lo pactado, empezó a cubrirse de millares de fìrmas, de lo mas visible de la poblacion; opusié- ronle otra de veinte i dos ciudadanos, jenerales i otras personas de prestijio en favor de la calma i de la prudencia ; pero veinte i dos firmas hacian un malisimo efecto j pues la opinion podia discutirlas una a una. El Gobierno anunció al fin su intencion de someter el pacto ala Sala, i todo Buenos- Aires se apercibió comò para el dia de la ùltima batalla en que iba a decidirse la suerte de la Pi-ovincia i de las libertades pùblicas, que de concesion en concesion venia desde el 4 de febrero retiràndose, abandonando toda posicion que pudo ser ventajosa, basta no quedarle hoi mas trincherà que una simple cuestion de forma. En esa cuestion se parapetó, corno Montevideo en 1842, detras de una pared de ladrillos mal consolidados. Urquiza qué bacia en tanto? Lo de siempre. Precipitar los re- sultados, forzando, violentando la situacion. La Sala se prepara- ba ausar de -su derecho de di^cusion^ Urquiza hi zo entrar en Buenos- Aires tres mil hornbres de caballeria i acuartelarlos en el Parque. jQué liombre taii inocente, tan candoroso! Oh! Eli estos momentos ^'de sublime peiigro, de sublime an- ;? gustia" corno decia mi digno amigo Lamas, la prensa hallo en Ics arsenales de la aiitigua lucha centra Rosas, el tambor de Ko- siusco, i lo liizo sonar ronco i vibrante ante la opinion que des- fallecia, ante la fuerza briitpl que avanzaba a paso de carga. El De 6a /e* publicó integrala Protesta del nùm. 48 de la Crònica, en que la prensa aijentina de Chilè habia analizado las condicio- nes de legalidad, i de ilejitimidad que debian concurrir en la vaìi- dez de una lei. Las semblanzas eran terribles, aplastadoras. *'Las leyes ordinariasde todos los paises, repetia la Crònica a ^' los oidos CiQ Uquiza allora establecen, para que los actos ema- *^ nados de una autoridad tengan fuerza de lei, i sean obligato- *' rios, que los individuos que la componen tengan el ànimo libre ^^ de toda coaccioii; de todo temor, porque corno dice don Alfonso el sabio: ^'Home forzado non es en culpci" "La constitucion en Cliile ha consigiiado este princìpio de una *' raanera clara e inconcusa, a fin de apartar el riesgo de que los " representantes de la nacion pudiereii dictar las leyes, bajo la " precisi on de la violencia. ^' Art. 158. Toda resolucion que acordare el Presidente de la ^* Kepùblica, el Senado i la Càmara de Diputados, a prcsencia o ^* requisicion demi ejército, de un J enera l al freni e de fuerza '^ armada, o de alguna reunion de pueblo, que ya sea con armas " osinellas desobedeciere a las autori dades, es nula de derecho ì " no puede produci? efecto alguno "El tiene un ejércìto ila Junta de Representantes ni el gobier- '' no tienen tropas. Sospecha de intlmidacion. Rosas renuncia '' el empieo de Gobernaclor, bajo pretestos frivolos, pero en rea- *^ lidad porque no le queria conceder la Junta de Representantes ''facuìtades estraordiìiarlfiS "En està kicha de meses entre la Junta de Represe itantes i el " Caudillo del ejércitoque sitia a Buenos- Aires desde San-Josè " de Flores (elpùblìco leia, Palermo) no se cscapa de la Sala do " Representantes la concesion de ìas facidtadcs cstraordinarias, " prueba evidente de que no era su voluntad concederlas "La dictadura que queria arrancarse a la Junta de Representan- '^ tes, i que no cedió sino despues de nueve meses de resistencia, " se pedia en el momento mismo quo so estaba discucendo un _ .228 — -'• proijùi'to di' CoiisiiiUcion por la qiie la Camara de Ro- '* presentantes tendria dereclio de aciisar ante el Senado al Go- "■ ÌDernador de la Provincia i siis Ministros Ningiina lei '* tendra fiierza retroactiva Ningun ciiidadano sera obli- " gado a hacer lo que no le manda la lei (llevar una cinta) *• jHasta dónde puede llevarse la brutalidad de un Gobernador, '' que ci'ee legalizar la violencia que hace a los espiritus, a fuer- '' za de consignar enlos actos publicos, los mediosmismos de in- " timidacion que se propone disimular?" El jeneral Urquiza debió sin duda decirse para si al leer estos conceptos. jSiempre el boletlnero chillando! La sesion del 23 de junio se abrió bajo estas impresiones. El pueblo de Buenos-Aires llenaba todas las avenidas i calles circimvecinas al locai de las sesiones : las galerias de la Sala cir- cular estaban llenas. La discusion la sostuv^ieron los Doctores Pico, Lopez , Gutierrez por un lado ; por el otro Velez , Sa- giìi , Orliz , Portela i el coronel Mitre. El Dr. Velez cordo vez, analizó el pacto por el costado del derecho, Portela por el de la libertad , Mitre por el de la dignidad ìiumana ajada en la violacion del consenso i de la justicia. La discusion se empeiió sobre el terreno cscojido por los mi- nistros. El pacto , decian , es a todas luces defèctuoso , pero la confianza que inspira el jeneral Urquiza , es un correctivo de sus imperfecciones. Asipues , no era el Pacto lo que presenta- ban a la discusion , sino al omnipotente albacea testamenta- rio de Rosas , i los oradores liuian las manos de tornar està tuna (cactus) que los ministros les presentaban para que exami- nasen. Era comò decirles : firmen VV. una escritura publica en (|ue bacen donacion inter-vivon de sus bienes , i confìen en la jenerosidad del donatario , que no bara uso del don. La cues- lion semantuvo j oi* horas en este terreno. Los oradores de la Sala daban vueUas en torno de la pua que ios niiiìistros les pre- sentaban , i para mostrar cuàl era la situacion de los espfritus , baste decir que el ai'gumento de replica, era este: Tenemos la mas completa confìanza en el jeneral , pero el l^acto sapone su existencia, el pacto i él son partes compiementniias. ^I si lle- gase a faltarnos el jeneral , lo que Dios no pei-mita? Un diputado precisò mas la cuestion con ima comparacion na- turalisima. Segun los SS. Minis'ros ''el fraque se ha hecho para los botones?" Pero la cuestion no salia de ah;. Ei pacto era malo, absurdo, inconsistente, atentatorio ; pero el beneficiado era lodo lo que puedo ser de bueno, quicn tìor.c tres mil soldndos _ 229 - a. iinas poeas euuilra^, i seia mil en Palermo. Al tin un indis- creto, lanzó està progimta dubitativa , que era toda la cuestion. ;l si eljeneraì abusa? La discusion empezó entóncos a tomai- color. No era el caso de liacer un estudio profundo de la cuestioii ; pues corno Io ha diclio D. Juan Carlos Goraez con mucha pers- picacia , era un pretesto de forma , para precaverse contra la desconfianza que inspiraba la capacidad , la voluntad i las mi- ras personales del jeneral Urquiza para constituir la Republica. Pero fueron vivisimas las réplicas , i las frases en que en estos momentos supremos se reconcentra el pensamiento , i toda una discusion de horas se reasume en un dicho sencillo. Los minis> tros no justificaban el pacto ; pero apelaban a las frases con o ci- das *'alta politica , heclios dominantes , influencias inevitables, hombres necesarios." ^'Es preciso tener el corazon en la cabeza, decia Gutierrez.'' — ^'^Dejémoslo donde Dios lo ha puesto, con- testaba el calmoso Mitre. '^ — Si el jeneral quisiese hacerse un ti- rano nadie lo seguirla, esclamaba (Pico que me habia dicho en Montevideo, yo esto i dispuesto a recibirlo que nos den). — Quién lo ha de seguir? respondia Ortiz , que se reia del Parane por no haber podido allogarlo, el despotismo es una locomotiva desen- f renada que se Ueva por delante cuanto a su paso encuentra. Los ministros jòvenes i poco ejercitados en la lucha , se irritan e im- pacientan. Uno de ellos lanza a la barra una provocacion. "Esos tenderos son los que en 1828 apoyaron a Lavallel'' Lopez dice casi con desden: Es preciso no conocer nuestra hìs- toria , para sostener tales doctrinas. Este reproche sublevó una tormenta : Yo sé el sign'ficado de estas palabras. Habiamos hablado de elio en Montevideo, i aunque eran erróncas, tM'an ni<> nos ofensivas que lo que la exasperacion del momento pudo dejar aparecer. " Es poi'que la coiiozco, que temo encontrar un caciqueala vuelta de cada esquina, replico Ortiz riéndose, comò si embromara a Irigoycn sobre su elegancis." Veo, senores, aiia- dió Mitre, que se empieza a tirar a baia. Es mui disculpablcque yo ignore la historia de mi pais , habiendo pasado mi vida en los campos debatalla, para echar abajo a canonazos las puertas que conducen a los ministcrios." Habia en la Camara una figura oHjinal i que bacia la parte comica de e?^tc debate. El Doctor Velez, Sarsfield, de edad de sesenta anos, con una voz aguda, con tonada cordovesa i una cara llena de animacion, que hacen mas picante modales paisa- nos, aunque scanna de las lumbreras del foro de Cordova i de ^ 230 — Buenos-Aires. El viejo V^elez, sin entrar en ias cuestiones, lau- zaba piillas a los ministro^, con una hiiniildad bonachona de h icer desGsperar al mas calmoso, i los ministios liabian per- dido toda calma i raesui'a. ^' No olvidemos, liabia dicho el Dr. Portela, Ias palabi-as de Sismondi, qne dice qne los liber- tadores son siempre nn peìigro i una amenaza para la libertad de los puebìos, contra quienes vuelven su espada. — No debe citai'se a Sismondi en està Càmara, replica aturdidamente uno de los ministros, porque mas de (juinientos escritores de la Res- tauraci. >n han dicho lo contrario. — ^Podra el senor Ministro, sujeria el viejo Veìez, citar uno de esos quinientos autores? — La lei es terminante, dice un diputado. — No debe citarle esa lei vetusta, replica un ministi'o, i derogada por otras posteriores.— ^Podra el senor Ministro, citar esa lei moderna^ dice Velez liu- mildemente? — No estamos aqui para entrar en esos detalles, re- plicale el Ministro a quien estas bromas sacaban de quicios — perdone ei senor IMinistro, crcia que estaba ahi, para indicar Ias leyes qne cita. La Càmara rechazó el pacto. El Ejecutivo com- prometido en sirformacion, renunció en cuerpo, i la Camara pro- cedió a elejir Gobernador incontinenti al que la lei de la Provin- cia tiene designado para los casos de acefalia ; el Presidente de la ^ ala, que lo ei-a el jenei-al Pinto, quien habia sido interino miéntras el anelano Lopez h \bia concurrido a Ias conferencias ■de San-Nicolas. EL DRAMA TOGA A SU FIN. Urquiza permaneció el dia aterrado bajo el golpe, pero al otro dia despertó con la rabia en el corazon, i con ese tristisimo sentimiento de la fnerza, qne se irrita contra Ias difìcultades que oponenesas pequeneces invencibles que se llaman formas, i que corno el davo puesto en un rail de los caminos de hierro, hace des- viarse a la locomotiva, i estrellarse aquella fuerza bruta por el po- der mismo de la impulsion que trae ; el jencral oficiò al nuevo Gobierno, que no lo rccoiiocia , que se quitase del puesto que ocupaba, i que en virtncrdel Pacto de San-Nicolas, reponia al Gobernador Lopez, que habia renunciado espontaneamente. Ei suplicio de aquel débil pero lionrado anciano, amanazaba quinar- ie la vida. Sii papel de pantalla pei dia està vez todo decoro. Ha- bia renunciado, i se le vojvia a penerà la cabeza del gobierno co- ^ 23i «=^ mo un manequi. Del gobieiTxO de qué?. , . . Ah! està era una nucva faz de la lucha ; los mìnistros quisieron tocar al enteclado de la adininistracion, ilas teelas ni daban sonidos^ ni codian a la presion. La prensa habia enmndecido, atropelladas las impren- tas por las tropas de cabalìeria. La Sala disuelta, Alsina, Porte- la, Velez, Ortiz, Mitre, provili ci anos i portenos desterrados, en virtiid de aquella inviolabiUdad de las persoìias de los Diputa- dos proc'.lamada en elpactode San-Nicolas, salvo reraocion ; el pueblo estaba mudo ; pero cuando digo pueblo entiendo la masa de la poblacion hombres, niujeres, pobres, ricos. El o-obierno sen- tia penetrar el silencio', el frio glaciaì de afuera basta lossalones del Fuerte, i terabìaba de ver que no tenia enemigos. Una cues- tion domestica trajo el Ministro de Hacienda al Consejo. No habia fondos en cajas. El jeneral habia agotado, apurado, seca- do, estrujado con siis pedidos las cajas; i pedia fondos sin tasa porhoras. acumulàndose òrden tras òrden. Qué hacer! qué res- ponderle! él sabia que lo que la Aduana recolectaba en la maria- na lo estaban esperando los acreedores de la vispera. El gobier- no renunció o dijo a Urquiza que no podia continuar. En fin Urquiza, siempre por el camino mas corto, asumiò el gobierno, en nombre del primer articulo del Facto de San-Nicolas que le vino a mano. Entònces, el aturdidosintiò lo que habia sentido el gobierno forzado de esos tres o cuatro dias, al sentarse en aquella siila gabernativa profanada; el vacio en torno. El jeneral anduvo a tientas buscando en que apoyarse, i todo se le alejaba en el mo- mento de ir a tocarlb. Pero no vaciló por eso, nombró a Galan ministro i a Pena, i se rio un poco de aquella presuncion de la jente desarmada de no ballar biienas todas aquellas bromas. Pero al fin se necesita un partido en que apoyarse. El no vaciló en buscar uno. Hizo restablecer en las ofìcinas de go- bierno , a los que en tiempos de Rosas las ocupaban, para tener con quien hablar siquicra ; a la guardia Nacional compuestà de losvecinosìe puso al coronel don Jerónimo Costas, partida- rio acerrimo de Rosas , i que antes que seguir a Urquiza en Montevideo, o inutilizó la mùsica i los fusiles de su batallon al embarcarse para Buenos-Aires. Los coroneles Bustos, i otros condenados a rauerte en su proclama de olvido> i absueltos en otra que los declaraba perjuros, faerou puestos ala cabeza de varias divisiones. Derogò el decreto de embargo de los bienes de Rosas que él habia impucsto a Alsina, dandose aires de hacer una reparacion a la justicia ofendida. Dio a Baldomero opcion a llenar una vacante, cuando la hubiere , en la Corte Suprema de 30 — 232 — jìiiileiu, en reparacloii de la destitucion que le imnu.-ùeron. En fìu para terminar este simulacro de, restauracion formò un corisejo deestado, en ciiyo seno debiaa figurar Anchorena, i\rana, Bal- domero, Irigoyen, Laliite, corno rosistas, i por tanto urquisistas. La]conse3uencia era un poco forzada; ^qué tenian de comun An- chorena, Arana, Lahite con Urquiza? ^La federacion. — La fede- racion con dos diputados por Buenos- Aires? El Consejo de Estado funcionó una sola vez, para probar su eficacia; i sus miembros hicieron un esfuerzo para ver si le podian limar lasunas al leon, haciéndole firmar una abolicion de la pe- na de muerte por delitos poììticos; pero él huyó las garras i una uiia no file cortada. La lei esceptuó a los delinciientes que hi- eiesen armas contra las autoridadeslegales. iHai otra clase de delit >s politicos que tengan pena capital en nuestra lejislacion ordinaria? Ya habia declarado legai a Be- navidos. Pero en fin en està pena de abolicion de la pena de muerte en que se la dejaba subsistente, corno es la de olvido en que se demandaba el esterminio de un rejimiento de caballeiia, se logró introducir una novedad en las costumbres del jeneral Ur- Cjuiza, en suconciencia misma, que debió sorprender su candor. Los reos politicos serian juzgados con arreglo a las leyes. Gracias a Dios! esto era un mundo. Se iba a juzgar a los liombres: iba a ver consejo de guerra para los miliiarcs; defensor, proceso, i con- viccion para los acusados civiies. Como se alegrarian en el Enti'e- Rìos al saber este progreso inraenso que liabia hecho el jeneral! Pero uno dispone el bayo i otro el que lo. ensilla. Està còstra rosista, aquel ennegi-ecer con polvo de carbon la faz de porcelana compacta i briinida de 1.» opinion, no bacia ilusion ni a Urquiza mismo, puesto que abora dneiio del gobierno pudo darle a Bue- nos-Aires, comò un codicilo del Facto todos los diputados que quisiese, que esos serian otros tantos instrumentos suyos. Los rosistas si aun lo eran, i los urquisistas que lo liabian traido bas- ta aquel punto, vieron que se tomaban sus nombres para jurar con ellos en vano. Jerònirao Costa con la guardia ciudadana; los otros coroneles con milicias de campana; lialdomero con una vacante inpartihns, Anchorena en el Consejo de Estado, que no ei'a meda necesaria; Labite al Congreso, i Carril un Sanjuanino de cidlatere ; porqiie basta està esquisita barbarie tenia el jeneral; escamotar un diputiulomas a Buenos-Aires, poméndoles un pro- vinciano. Pero en los rainisterios, en las embajfKhis, en las tropas de linea no entraba nadie de estos rosistas tan aiUdados, i lo que era peor Pico, Gutierrez, Lopez o Gorostiaga que se babian sa- — 233 — ciilìcailo por ci, iueroii lambiePx apartados i piiù,st05 eri ios segiin- dos planof?. El cscandalo dei gobierno enircriano era, piies, sin velo, sin ninguna atenuacioii. Pero una estrana evoliicion se obró en la opinion en esos dias. Los emigrados llegaban a Buenos-Aires con toda laseveridad de hombresq ne nada enorme tenian que reprocharse. Lopez visitado por Barra, file éste a darle la mano, i lo recliazó; 3^0 provoqiiè indiscretamente a Miir. i fui injiisto i abusivo en mis exijencias por agi-avios pasados, fruto de la lucha. Màrmol mando echar noramala a qué sé yo quién que le ofreciò sus servicios. Los ro- sistas comprometidos se ballaban mal; temian i con razon la intolerancia de sus enemigos, sino en sus vidas i propiedades, en esas insolentes i despreciativas manifestaciones que hacen un suplicio de la vida. Urquiza desterróa .03 que con él habian ve- liido, iabatió a Buenos- Aires, levantando un poquito a los ro- sistas. Eslo produjo un resultado inesperado : Ics unitarios depu- sieron su altaneria; los rosistas aprovecharon la ocasion de su apa- rente exaltacion, i aiiibos partidos se aieron las manos, 1 confun- dieron sus corazones en el sentimienlo de la humillacion de to- dos, i del desco de lavarla. ELll DE SETIEMBRE. Setenta dias mediaron entre la ocupacion de la administracion de Buenos-Aires por el Gobernador del Entre-Rios, i el resta- blecimiento de las autoridades Provinciales. Este corto lapso de tiempo muestra que es un hecho continuo, i cartas del 19 de julio que tenemos a la vista lo anuncian con claridad. La politica del jeneral Urquiza babia seiialado el dia i la bora precisa de està simple reintegr^cion de los poderos que ba- bia trastornado , para remediar una falta suya. El Congreso debia reunirse en Santa-Fé , i el Ejército quedar compriraiendo a Buenos-Aires, dos elementos cjue el jeneial nccesitaba presidir, para baeerlos concunir al mismo fin. Sin el jeneral Uiquiza al lado del Congreso para inspirarlo, dirijirlo, i comprimirlo, coiria riesgo de asumir su Soberania, no obstante la interpolacion entre sus miembros de muchos individuos que estaban compro- metidos en su politica. Segui, i Elias sus secretarios antiguos, Gutiei-rez, Leivai Gorostifiga sus minislros ya probados,.Huergo Bedactor del Prorp-eso, Carril, que vuelto a la Repiiblica despues _ 234 -^ de veinte ì àoà ano;^ de aasencia, habia puesto su capacidad i su nombre a su servicio. Irigoyen era esperado por San-Juan, don Adeodato Gondrapor Tuciiman. Estos nueve individuos, i cua- tro mas de menor cuantia, i los indecisos qiie son en todos los cuerpos deli beraiites una fuerzaque apoya a todas las mayorias i a todos los poderes, daban al Congrego de veinte i odio indivi- duos todas las garantias imajinables. jPorqué alejarìo tanto de la sede del Gobiei-no, i una vez alejado, porqué trasportarse el je- n^ral Urquiza a tanta distancia de su ejéicito? Pero en el caràc- ter i en la politica de Urquiza era està division de atenciones i de compresiones necesidad inevitable. El Congi-eso en Buenos- Aires, en Palermo, en San-Nicolas, en el Rosario, habria podido recibir la influencia de la opinion, examinar los heclios, buscar apoyo, i era preci.^o secuestrarlo. De Buenos- Aires, por otra parte, respondia el ejército, compuesto de manera de contrabalancearse unas divisiones con otras. Jefes rosistas dominaban la campana, Piran respondia de las tropas veteranas, MadaHaga tenia a sus órdenes correntinos, Galan acampaba en Palermo al Norte con divisiones entrerianas, Urdinarrain al Sud en la Convalescencia con otras del mismo orijen. Tùvose noticia que el jeneral liabia llegado a Santa-Fe, i la noche del 10 de setierabre empezó a desarroUarse, con estas mis- mas fuerzas otro òrden decosas, que partia de niente diferente de aquella que liabia guiado al jeneral en su distribucion. En està ponderacion de fuerzas por nacionalidades i por odios, liabia otra oculla solo para el jeneral, otra por sentimientos, por ideas, por patriotismc, por dignidad, por antecedentes. Piran porteiio i adicto al jeneral a la pardo Galan igualmente porteno, liabia visto i palpado a donde iba Urquiza, i se deluvo. Madariaga vuelto de la emigracion despues de Vences, liabia se- guido al jeneral basta qiie Io viò pisotear las instituciones de Buenos-Aires,! se detuvo. El Coronel llornos entreriano que des- de febrero tascaba el freno, al ver las enormidadesdel espoliador de su fortuna i del degollador de dos de sus liernianos, se aprestò al combate, i este trio de jefes podia contar con todos los coro- neles i oficiales superiores del ejército, cada soldado, cada'capi- tan, cada cabo. Qué liabia de comun entro los correntinos i Ur- quiza? Entre los jefes del ejército i Urquiza? entre los veteranos i Urquiza? Los unos babian venido a ayudarle en su odio comun a Rosas, los otros liabian sido tomados en el Campamento de Oribe. A las doce de la noclie del diez de peiiembre, todo el ejército ^ 235 ^ estaba de pie. Los dos batallones correntinos en la plazadel Re- tiro . En el Parque formo el Coronel E-ibero qiie habia manda- do una ala del centro en Caseros, ahijado de Urquiza, i uno de sus ajentes en las elecciones, i el Coronel Solano correntino con la ar- tilleria. El resto de las tropas de linea formo en la Plaza de la Victoria, Los batallones mandados por los Coroneles Tejerina i Ecliana- gusia acudieron al mismo punto. Los Coroneles Hornos i Ocampo recorrian las calles con los rejimientos de linea de caballeria. Los jenerales Urdinarrain entreriano i Virasoro correntino fueron traidos al centro de la ciudad por precaucion. Al amane- cer sono la vieja campana de Cabildo que en 1810 habia convo- cado al Pueblc; i reunido éste en la Plaza de la Victoria, el jene- ral Piran, en una proclamacion, espresó el objeto del movimiento, que era restablecer las autoridades provinciales. La Sala se reu- nió a las once del dia i continuò sus deliberaciones, tan insolita- mente interi'umpidas a fin de junio, bajo la Presidencia de D. Eelipe Lavallol , antiguo comerciante, i consignatario en otro tiempo de los negocios mercantiles de Urquiza. Fué repuesto Gobernador, segun la lei de la Provincia, el Presidente de la Sala el jeneral Pintos, quien organizó inmediatamente el Ministerio. Continuò en su piiesto de juez de Policia D.Manuel Ascuena- ga, i la tranquilidad pudo hermanarse con el entusiasmo de jentes que se hincaban de rodillas en las calles llorando, sorprendidas por aquella inesperada felicidad de verse lavados de lahumilla- cion. jLa humillacion! ho aquì el grito que parte de todos losco- razones. Las proclamas de los jenerales , los decretos del Go- bierno, las deliberaciones de la Sala, las adhesiones de los jefes rosistas, las congratulaciones de los J ueces de campana, repiten està nota dolorosa humillacion! humillacion! I la verdad seadicha, el jeneral Urquiza no habia sido parco en herir està cuerda del corazon fiumano. Habialos humillado harto Rosas, pero el sentimiento de la dignidad se habia endere- zado, al fallarle el peso que lo tenia encorbado. Urquiza se em- peiiò fin encorbarlo de nuevo, corno conquistador, corno fuerza, i Jo irritò i exasperò sin poder doblarlo. El 12 fueron las tropas de la capital a la Convalesencia, donde acantonaban entrerianos; pero al acercarse estas,el coronel Agui- lar con trecientos hombres se incorporo a las fuerzas del Coronel Hornos entreriano tambien, i ciento i mas soldados que perma* necieron fieles a Urquiza, fueron mandados a Buenos- Aires. — 236 -^ Galan con el grueso de las fuerzas eiitrerianas, em prendi ò la retirada, i el ejército salió en su persecueion. Conia infanteria de linea iDarclió tambien un batallon de Patricios, i los demas que- daron guardando la ciudad, ausiliados por parddas de caballeria de ciudadanos. Los Patricios durmieron sobre las armas en sus puestos de formacion en las calles durante diez dias. Galan alcanzado por una comision, contestò dignamente. "No quiero pelear, ni rendirrae; déjenme retirarme/' i lo dejaron. Ur- quiza contaba con el resultado de sus coml3Ìnaciones de odios para asegurar la sumision de Buenos- Aires. En sus proclamas de Santa-Fe anunciabatodavia contar con elCoronel Bustos, con el Coronel Lagos i el jeneral Flores, jetes de Rosas a quienes habia confiado tropas de campana. Pero siempre preguntaremos ^qué habia de comun entre Ùrquiza i Lagos, Bustos, i Flores que no liabian querido seguirlo? jEste liombre creia en la cinta e lorada de un lado, i en los salvajes unitarios del otro, i està fascinacion de su espiritu, incapaz de penetrar en el fondo de las cosas, fué la causa unica de todos sus desaciertos. Galan llegó a San- Nico- las donde lo aguardaba Urquiza, despues de haber, por el primer impetu de la colera, proclamado el ejemplar castigo, no del ejér- cito, sinodo Buenos- Aires. Urquiza cayò en el abatiiniento mo- mentàneo que le causa todaresistencia. Los apretones de manos, los abrazos, los golpecitos en el hombro no escasearon para Buenos-Aires. El comandante Baez, un paraguayo, fué manda- do a Buenos- Aires a protestar de su respeto por aquel movi- miento de la poblacion en masa, reconociéndola en la posesion de sus derechos, i anunciando su intento de no provocar la guerra entre liermanos. Buenos-Aires aceptó con respeto ideferencia estajusticia ren- dida a sus derechos, i ofreciò al jeneral cuanto podia compia- cerlo. Buenos- Aires ignoraba la tercera reaccion de aquel es- piritu. Atropellar sin mesura, retroceder sin dignidad, vengar- se de su propia impotencia, sin respeto de si mismo. Cuando hu- bo repasado el Paranà, cuando estuvo entre Segui, Galan i Elias, cuando todo habia pasado, llamó de nuevo motin al restableci- miento de las autoridades, i un punado de traidores, al ejército i al pueblo de Buenos-Aires, invocando a la discordia, a aquel partido ronatn en cuya existencia cree todavia, para que desga- rrase el seno de su patria. Entóncesaventurò lasujestion de orga- nizarla Republica sin Buenos- Aires, que es el eje sobre que va a rodar la crònica contemporànea, i los nuevos conflictos en que va a desangrarse la Republica. — 237 ^ Buenos- Aires habia sido testigo i actor desde 18lO de caiii- bios, revoliiciones, motines i alzamientos popiilares. Ningiiuo, empei'O, tenia el caràcter del de 11 desetiembie. Aquino Iiabia partido vencido, no habia gobierno dislocado, no habia division de clases, ni la campana, contrala ciudad, ni los rosistas contra los unitarios. Galan en retirada, todo estaba termi nado; porque Ga- lan era el gobierno, Galan era Urquiza, Galan la conquis- ta. ^Como habia podido ser arrastrado el jeneral de falta en falta, de violencia en violencia a este estranamiento de todo ìnteres locai, de toda afeccion personal en su favor! Asi, pues, la revolucion tenia la sancion del comun asentimiento, la santidad de una ablucion de las pasadas faltas i de la humillacion presente, la satisfacion del amor patrio tan vulnerado, la vueta a las anti- guas tradiciones de libertad, el restablecimiento de las autori- dades unicas lejitimas, sin deposicion de ninguna otra, porque Urquiza habia disuelto la Sala, sin reemplazarla con otra espurea, usurpado el gobierno i dejadolo a su majordomo, absorvido los ministerios, i alejado a sus sostenedores de Buenos-Aires. Aque- lla suspirada i prometida rehabilitacion, aquella rejeneracion so- cial que Urquiza habia ofrecido, i escamotado, tenia su cumpli- ra lento el 11 de setiembre, i recien el 11 de setiembre caia Ro- sas verdaderamente con su cinta colorada, sus salvajes unitarios, sus campamentos de tropas entodas partes, su corte, familia i que- ridas en Palermo. LQfusion de los partidos tan preconizada, i tan contrariada por Urquiza se obróelll. Alsina, el òrgano de la prensade Montevideo i Lorenzo Torres el Orador de la Sala de Kepresentantes de Kosas, se presentaron del brazo en un baile publico, i pasaron la noche juntos. Los coroneles Sosa i Flores fueron electos diputados, i el jeneral Pacheco, emisario enviado a Galan, tomo la inspeccion jeneral de armas. Tal son los hecho?, i tales los antecedentes que los prepararon. Buenos-Aires ha sido lìevado por la fuerza, a pesar de todos , contra su intcres i su deseo, a adherir a la separacion del ejérci- cito, porque mal puede llamarse revolucion una parada militar con losjenerales de las diuisioncs a la cabeza. TsJadie quiso, na- die esperò, nada creyó poder oponerse a la dominacion de Ur- quiza, basta el dia siguiente de la disolucion de la Sala. La prensa toda principio por serie adicta, los pueblos lo aclamaban comò Buenos- Aires; pero el jeneral, siguiendo sus iustintos, sus liabitos de diez aiios de omnipotencia enei Entre-Rios carecien- (k> de las mas simpìes nociones del gobierno ordenado del dere- oho; de l'-i ju?ticia, no comprcndiendo de la revolucion que se — 238 -^ habia operado sino qiie Urqiiiza habia vencido a Rosas, desde el primer paso empezò a deshojar la corona de gloria que le ha- bian deparado las circuristancias, i a demoler, corno el nino (4 ju- guete que lo apasionaun momento, el edificio a que su nombre servia de capitel; d^ capitel porque reputar base de él, al jeneral es abusar de las palabras. Rosas caia por su propia gravedad, por el sitio impotente de Montevideo, por la intervencion armada del Brasil, por sas propias faltas, i por el desmoronamiento de la opi- nion desengaiiada, estraiiada, educada, i hostil a su sistema. Ur- quizafué un instrumento poderoso, necesario, indispensable qui- zà; pero nada mas que instrumento. Iba a ser grande, por lo que fataba que liacer, pues, lo que habia heclio en la campana contra Rosas era pequeno i vulgar, disipar con la presencia de un enor- me ej ere ito, los resto^ inermes. de un poder fenecido. Aqui faltó el hombre. La vanidad, la infatuacion, su falta de caràcter, de elevacion de ^ideas, de miras, le hicieron entregarse a todos los instintos, a todas las reminiscencias de una vida entera de licen- cia moral i politica, i al habito de ver un tropo Colorado corno un sistema, i el nombre de salvajes, comò una entidad consisten- te. He tocado de cerca todas las cosas, presenciando todos los hechos, tratadoa los actores en el dràma, i por una rara combina- cion de circanstancias, puéstome en todos los puntos de vista^, desde donde los hechos pueden ser jnirados; desde el lado Orien- tai, residiendo en Montevideo; desde el lado entreriano, al lado del jeneral; del lado militar haciendola campana. Visto a Buenos- Aires desile Palermo; a Palermo desde Buenos-Aires, su politi- tica vista desde Rrio-Janeiro, i despues de«de Chile, los efectos obradosen las provincias. De todos estos puntos diversos solo des- cnbrì una cosa, i es al jeneral obstinado en levantar obstàculos que no habia, empeiiado endesmoronarlo todo, i forzando todo, hechos, hombres, i cosas a hacerle hostiles. Ei lector ha podido juzgarlo por los hechos referidos. No hai conplicacion presente o futura que no emane de su voluntad, no hai paso desacertado que no haya sido inspirado por motivos mezquinos i arbitrarios Elias decia que el jeneral no se equivocaba nunca, cuando conde- naba a muerte masas de hombres. El jeneral, sin embargo, reco- noció una falta en un deci*eto, del 4 de setiembre, coni estando a un ciudadano que se escusaba, por mal estado de salucf. de admi- tir un empieo " Reconociendo el Director Provisoric* la grave a equivocacion que sufrió, encomendando una comision de patrio- « tismo i de desinteres a un hombre sin altura i de pasiones cùgas a corno don Juan B. Pena;" admitese la renuncia que hace, i que — 239 — f, HO tiene mas fandauiento que el despecko de una baja ambicion „ no satUfecha. Nombrase, etc. (Rubrica de Urquiza). Luis F. ,, de ia Pena (primo hermano del insultado.) Esto era el 4 de setiembre. Siete dias despues, el ejército lo abandonó, porque la fetidez de està politica de desaliogos brutaìes, de pasiones desor- deuadas habia llegado basta los soldados. Si algun chileno balla severas estas palabras, sostituja a la rubrica de Ui-quiza, la de algun presidente de C bile, la suya propia, o la de alguno de sus candidatos politieos. Este bombre que asi prostituia su nombre, basta revolcarlo en el muladar, iba a representar la Repùblica luego. Pero cuando no se equivoco eljeneral? La politica se juzga por los resultados, segun la version mas induljente. Por los resul- tados juzguemos la de Urquiza. Por qué tomo por lema la fusion, i resucitò en documentos piibbcos el epiteto de salvajes, vergonzoso solo para quienes lo usaron? Por qué denigrando a los que designaba con este titulo, encar- gó a Alsina la organizacion del Gobierno que era el òrgano de ellos? Porqué se obstìnó en el uso forzado de la cinta colorada, si ba- bia de tolerar que las Provincias lo recbazasen? Por qué se bizo solidario de los odios que pesaban sobre los demas seides de Rosas, si al labo habia de consentir en que fue- sen depuestos por revoluciones? Por qué nombró a Guido enviado al Brasil contra todo deco- ro, i tan sin respeto por sus amigos, si babia de revocar el nom- bramiento? Por qué bizo lo uno i lo otro con Marmol enviado a Cbile, a donde no babia cuestion ninguna urjente? Por qué m.andó las tropas a las mesas electorales, si en despe» elio de sus cucbillos, babian de triunfar las listas populares? Porqué convocò Gobernadores a San-Nicolas, si Diputados de Gobernadores, segun el Pacto federai, daba lo misrao? Por qué dio a cada provincia dos Diputados, si dando diez a Buenos- Aires, se obtenia la misraa mayoria provincial en el Con- greso, sin violar lei algun a? Para qué pidiò autorizacion prèvia a las Salas Provinciales, si no la pedia a la mas influy ente de todas que es la de Buenos- Aires? Para qué aglomeró un inmenso i ruinoso ejército sobre Bue- nos-Aires, si léjosde servirle a sus fìne'^, su eonservficion sirvió ?o1o para darle en la cabcza? 31 ^ 240 -^ Por qué invoco el nombre de los rosistas, i no les dio inlluencia efectiva en el Gobierno? Por qué dando tan solo dos Diputados a Buenos-Aires, no pu- so a Guido en lugar de Garrii, provinciano? Porqué creo con tanto aparato un Ministerio de Tnstruccion Publica, i lo suprimió cuando él se apoderó del mando? Por qué dispuso de las rentas nacionales, sin dejar constancia en cajas de su inversion? Por qué condenó al esterminio un rejimiento de caballeria sin proceso i sin juicio, i condenó mas tarde, sin abolir la pena de muerte, su pràctica constante de matar hombres, sin proceso i sin juicio? Por qué condenó a muerte a los jefes venidos de Montevideo que a nada se habian obligado, los absolvió injuriàndolos en su honor, i les entregó en seguida cuerpos a mandar, para que con- tribuyeran a su calda? Por qué introdujo en Buenos- Aires tres mil hombres en el ac- tosolemnede someterse el pacto ala Sala, si su presencia escan- dalosa, no habia de ser parte a evitar que fuese recliazado? Por qué razones de conveniencia pùblica liizo ministro de Be- laciones Esteriores a un clérigo advenedizo, desconocido en el esterior, despreciado en Buenos- Aires e ignorado en las provin- cias? Por qué lo mando al Brasil, donde nadie lo habia oido nom- brar,i despues se lo adliirió a su persona, corno si fuese el hom- bre mas influyente de la Repùblica? Por qué disolvió la Sala de Buenos- Aires, si este escàndalo no habia de servir mas que de precipitar su calda? Por qué para reponer a Benavides, inició la guerra civil, impo- niéndolo por la fuerza de las armas , cuando bastaba im decreto o im enviado? Por qué recientemente ha mandado a San Juan un enviado a desmoralizar i desaprobar la dominacion de Benavides, sin mas fruto que provocar un alzamiento de tropa, el saqueo de los que queria satisfacer i, el triunfo de Benavides? Por qué a Gutierrez, en quien habia aprobado el asesinato de Alvarez, depuesto corno Benavides, despues del pacto de San- Nicolas, le mandò que reconociese al gobierno nuevo de Tu- cuman? Por qué reconociólos derechos de Buenos- Aires cuando lo vió en armas para defenderse, i cerró el comercio corno medida hos- til, cuando se hallo en el Entre-Rio«? _ 24 i -- Poi* qué avanzò que la Repiiblica podia constitiiiTse sin Bue- nos-Aires, Oliando Buenos- Aires no queria separarse de ìa Repii- blica sino separarlo a él? Por qué dijo en proclama al Entre-Rios que solo iba a Guidar de la felicidad de ìa provincia, i reasumió en seguida el lìtulo de Director Provisorio? Por qué estando estipulado poi' el Convenio de San-Nicolad que el Congreso se reuniria en Santa-Fe, se llevó a su casa al Paranà los pocos Diputados que ya e^taban reunidos quitàndo- les de antemano toda espontaneidad? ^Creese por ventura que pueda, caso de que Buenos- Aires sea sometido por las armas, i el jeneral Urquiza electo Presidente o Director, gobernar sin obstàculo la Repùblica, el hornbre que en seis meses lia cometido està sèrie inaudita de faltas? ^Qué can- trapesos tan poderosos podràn oponérsele entónces, para contener està voluntariedad indomable, i que garantias dar de la recta ad- ministracion, de la seguridad de las personas, i de las libertades pùblicas? Desde luego es preciso castigar a quinientos jefes iofi- ciales cjiie tomaron parte activa en la separacion del ejército: de- sarmar a los Patricios de Buenos- Aires; guarnecer la ciiidad con tropas entrerianas; llamar a los empleos esclusivamente provin- cianos: encadenar la prensa para que no se desaboguen las desa- fecciones portenas comprimidas. Desterrar a los milìares de ciu- dadanos que le son hostiles; tener bajo la vijilancia de un ejército a las masas portenas. Poner lìmites a las discusiones de la jun- ta de Bepresentantes portena para que en la tribuna invlolabley no encuentren eco las pasiones locales. Establecer en fin, i man- tener sin embozo el gobierno de la conquista provinciana. I si Buenos- Aires es gobernado asi, cònio seràn gobernadas las prò- vincias? La constitucion sera un sarcasmo, i el Presidente un verdiigo, algo peor que Rosas mismo. LA NAVEGACION DE LOS RIOS. Debo tocar està cuestion que por fortuna ha dejado de serio en la Repiiblica Arjentina. Cuando estuve en Monte video encon tré todavia algunos viejos que no la comprendian i no la adopta- ban; pero todos los liombres de capacidad de Buenos- Aires i de las provincias, todos los que han de influir en la prensa, en el Con-^ greso en los ministerios, estàn de acuerdo sobre ella» El senor -- 242 -^ Albei'di la ha tornado corno piedra angular de sus Bases de Coiis- titucìon, i el jeneral Urquiza i el gobierno actual de Buenos- Ai- ]'es la han proclamado en leyes i decretos. Es, pues, un punto de derecho publico incorporado en nuestra lejislacion. Pero para alejar las pasiones maleyolentef^ que pneden susci- tarse en las provincias, conviene trazar el camino que estas ideas económicas lian traido, basta hacerse vulgares, comò si nunca hubiese habido disentimiento. £1 Derecho de Jentes no reconoce obligatoria la libre navega- cion de los rìos interiores de un pais independiente. Por eso la Inglaterra ni la Francia la exijieron de Rosas. En 1814 se esti- puló en el Congreso de Plenipotenciarios en Verona la libre na- vegacion del Rin, unico hecho reconocido en contrario de ladoc- trina jeneral. Los Estados-Unidos no reconocen la libre navega-, cion de sus Rios, ni Estado alguno sud-americano la practica. En las conferencias que precedieron al Pacto Federai hubieron indicaciones a este respeeto, pero sin consecuencia, i cuyo espiri- tu fué olvidado por los misraos que las manifestar© n. No sien- do un principio reconocido por nadie en el derecho publico, si la Repùblica Arjentina se hubiese organizado en 1810, se habria de- clarado la clausura de los rios para los estranjeros, aun por los Congresos mas libres, porque esas eran las ideas de derecho de la epoca. Como el Dr. Francia se sublevase en el Paraguai, Ar- tigas en la campana de Montevideo, Ramirez, su asistente, en el Entre-Rios, Lopez en Santa- Fé, i la guerra civil embarazase las comunicaciones del Paranà, el gobierno de Buenos- Aires, duran- te las sesiones del Congreso de Tucuman, dio un deci'eto declaran- do comercio de cabotaje el de los rios interiores. Para obrar asi, los portenos no necesitaban ser mui picaros; porque està era i ts Jiasta boi la practica de todas las naciones, punto de Derecho de .Jentes incortrovertiblc , i entónces medida de seguridad centra aquellos criminales caudillos, que desmembraron la Repùblica i nos legaron tantos males. En tiempos posteriores, cuando Rosas suscitò el odio contra los estranjeros, corno allora Urquiza trata de sublevar el odio contra los picaros portenos, el jeneral mismo fué el mas acalorado, el mas ciego defensor de la clausura de los rios; consta esto de todos sus actos pùbiicos, i del testimonio del Entre-Rios entero. El nombre de su pei-ro da fé de elio. Creo que he sido jo uno de los primeros publicistas arjentinos que se ha consagrado a elucidar a fondo està cuestion, i demostran- do las ventajas pràcticas de la libre navegacion de los rios, hecho aceptablc la reforma do una de la* doctrinaf co nsa gradasi san- — 243 — eionadas por el Deiecho de Jentescomun. Eljen£.i'al Paz m« e^ eribia en jimio del ano pasado, qiie estranaba mucho el silencio qii8 sobre està cuestioii guardai'on Ics escritores pasados, comò si liubiere en elio designio. Nada hubo, sin embargo, de intencìonal; nadie se habiaociipado de elio. A si piies las doctrinas predica» das con tanto teson sobre la viabilidad arjentina, fueron piiestas por base de la Constitucion por el seiior Àlberdi, formuladas en un decreto por el jeneral Urqiiiza, reconocidas i ensanchadas por elactual gobierno de Buenos- Aires, declarando mar losRios, bas- ta donde puedan ser navegados. Està lei de Buenos Aires le hace mucho honor por sudesinteres iosadia econòmica, alejando bas- ta el pretesto del reproche de monopolio de que se le ha liecho cargo sicmpre. No debemos, pues, exijir de los portenos que en todo sepan mas que nosotros. Si àntes no dieron libre la navega- cion de los rios, es porqne ni a provincianos ni a porteiios les pa- saba por las mientes tal cosa, incluso Urquìza. I sin navegacion de los rios no habia federacion posible, sino es la cinta colorada i el mueran los sali'ajes, asc/iierosos, inmundos unitar'ws, sostenidas por Rosas, i Urquiza, con degiiellos i con- iiscaciones, i despues de Caseros por este ùltimo, que revolviò la Repùblica, lo desquiciò todo, por continuar lo linico que en- tendia de federacion. Fué por este motivo, que, no dando mucha importancia a cjue la Repùblica fuese federai o unitaria, comò sì la doi a no ponerme un trapo Colorado, porque esto es yergonzo- so i abusivo, i aquellas son formas puramente económicas i ad- ministrativas, me consagré desde 1848 addante a cstudiar el derecbo federai, siis antecedentes, los pactos existentes, i a ihi;*- trar la cuestion de la federacion reni, desconocida por los uiiira- rios, i apartada a un lado por Rosas, i sus caudillejos, que Ur- quiza queria conservar. Fsta es la obra que realizó Arjìrópolis, i que obtuvo el aplauso de los fedcralcs, de los scides de Rosas mismosjiel asentimiento de los que habian sido unitarios. La pren- sa de Valparaiso, queriendo concitar boi dia el menosprecio por af^ueltrabajo, oportuno en su època, irreprochable en todos tiom- p03, en cuanto a sanidad de mirasi objeto practico, en despecho (le la Utopia que le servia de noble frontispicio, comete una fal- la de justicia, de discrecion i de gratitud, aprovecluindose mas tirde de las mismas ideas fedcralcs, que difundi e hice triunfar en los espiri i; US pnra volvéi'meìas conti'a mi i coi, t.-a Buenos-Aires que la«hn aceptado. Pero la libre navegac'on de los rio^ sera por largo tierapo in- fecurula en resultados, si no se centuplica i mejora rapidamente «. 244 — in poblacion neeesaria para consiimir nmchos artefaetos europeo? i producìr muclias materias esportables qiie dén vida i activìdad al comercio. Fara complemento i realizacion de la Federacìon, me coRsagré a preconizar las ventajas de la imiiigracion europea, ì a estudiar losmedios pràcticos de realizarla. La Ciònica, Arji- ròpolis i Sud- America, san un curso, auu no completo, sobre emi- o-iaeion, sobre lo que liabia recojido datos en Alemania, Arjel, Francia i Estados Unidos. De la libre navegacion resultaba el libre comercio con Chile i Bolivia, i desde entónces me consagré al estudio de los antece- dentes del comercio de cordillera, aconsejando al Gobierno de €liilemedidas económicas, algunasde lascuales coincidieron con la politica comercial del Gobierno. De todo este conjunto de trabajos preparatorios resultaba la necesidad de nacionalizar las Aduauas esteriores, i ataqué sin recelo el sistema; i Rosas, viéndose herir en lo vivo, me hi- zo contestar por el Archivo Americano. De la aceptacion que estos trabajos merecieron ante los liombres pensadorv^s, puede formarse idea por lo que a este respecto me escribia el Dr. Al- berdi, entónces. "Su articulo respuesta al Archivo Ainerica- 710 es soberbio. Lo he leido con un piacer indecìble. Contiene ideasmadres. La de la Rentao de la nacionaìidad de las Adua- nas de Buenos-Aires merece ser tratada no diez veces sino cien veces. Està sola idea es una bandera. Ln prensa no obra sino por lu repeticion i la insistencia. Todo articulo suelto es perdido. Pon- ga V. en ridicalo la absurda idea de una Aduana de Buenos- Aires. Que quiere decir eso? La Aduana es Aijentina. Y. lia to- cado en la teda. 1 oque en ella en todos los tonos. ( Yaìparaiso mayo 28 de 185L) El pacto de San-Nicolas, el decreto de Urquiza, i la lei de transito i navegacion libre del Gobierno actual de Buenos-Aires, muestran que no habia tocado en vano la teda. A mi regreso a Valparaiso tuve el gusto de verconsignado en el precioso escrito del Dr. Alberai, Bascs para la Constitiicion de la Rcpùhliea Arjenfìna, aquellas ideas madres que me habia esforzado en diez anos de trabajos, en hacer popnlares, sirviendo de base a un proyecto de Constitucion, a saber: Federacion conia capital en Buenos-Aires, que yo habia tenido el cuidado de poner en la punta de un ahiler, Arjirópolis, miéntras caia Rcsas — Navega- cion libre de los rios — ciudadania i garantfas a manos llenas a los estranjeros inmigrantes — nacionalizacion de las Aduanas. El libro del senor Alberdi era. a mi juicio, un acontecimierto _ 21Ó -^ politico. Nadic ìiabriu podido desenvol?er ca ia Repubiica Ar- jentina las ideas que contiene, en presencia del jeneral tlrquiza, ciiyas preociipaciones contra gringos i carcamanes son bien cono- cidas. Era una constitucion federai que él no habia inspirado, un modelo i un padron para apreciar lo que se hiciese oficial- mente. Era en fin hacer entrar en las vias del derecho constitu- cional^ heclios que tendian a continuar el pasado desórden. La prensa arjentina reprodujo el trabajo del seiior Alberdi, unos en abonode Urquiza, otro«5 en via de ironia; pero todos difundiendo i popularizando las ideas que contiene. Yo provoqué una reunion de arjentinos en Santiago para que hiciesemos una manifestacion en favor de ^'las base»'' i escribi a Copiapò en el mismo sentido; pero las cuestiones de lieclio, las cuestiones pràcticas vinieron a dividir bien pronto los ànimos aqui, corno los han dividido alla. Mas es jsl un progreso in- menso para acjuel pais, elque todas las provincias, Buenos- Aires la prii7iera, estén de acuerdo sobre las cuestiones mas àrduas de economia politica, de organizacion, i solo clisientan en la cuestìon puramente pràctica de saber, si la perpetuacion del caudillaje, despuees de vencido en Buenos-Aires, i despojado del ejército Urquiza, es compatible con esas ideas económicaSj industriales, i constitucionales. BUENOS-AIRES HOI! Qué va a hacer de Buenos-Aires boi? Que opondrà a aquel aunamiento de trece contra uno? Ella, la pobre oveja descarriada volverà, dicen, al redi], donde estàn sus lierraanas, bajo la éjida o el cayado de su Pastor? O devorada por las turbulencias in- teriores, que su libertad misma excitara, caerà corno edificio des- nioronado, i sus esconibros serviran a la construccion del nuevo monumento. Nada de esto es imposible, i solo es digna de compasion aque- lla politica que cuenta, corno elemento orgànico, las liorribles complicaciones, el desquicio universa], que acelerò, fomento, ipre- cipit(S ci mismo en cuyo favor se liaccii aquelias plegarias. Pero me pareco poco seguro un sistema de polìtica, que impulsa los lieclios en una direccion dada, contando con la accion de otros heclios que aun no han sucedido, pero que puede ser que no su- cedan nunca. ;I si Bupuos-Airos no se renne? I si Buenos- Aires no se convulsiona? — 24G ^ DèsgTaciadamente no sehahecho nacla hasta ahora para pro- curar el primer resuìta.do, i felizmente nada piiede el jeneral Ur- qiiiza para producir el otre. Puede la anarqiiia asomar su cabeza en Buenos- Aires, corno la ha asomado eu las provincias,i prin- cipalmente en la de Entre-Rios. Pero para que los partidos de una provincia se lio^uen a los de otra, es preciso que algo de mora], de elevado, de iitil, i de simpàtico seles presente a la vista. El Congreso, o Ja Constitucion puede ser està bandera de reu- nion, i asi lo desean, sino lo esperan, todos los liombres sinceros. Pero vamos a espone!' los heclios de todos conocidos, i mostrar por donde corren riesgo de fìaquear tan buenas i conciliadoras miras. Se opone Buene=- Aires a formar parte integrante de la Repu- blico? No. Se opone a la forma federai? No. Scopone a la nacionalizacion de las aduanas?No. Se opone a la libre navegacion de los rios? No. Se opone a una constitucion? No. 35uenos- Aires prescindiria, pues, de todas las irregularidades pasadas, si degraciadamente Congresoi Constitucion no viniesen forzosamente ligados con el liombre, cujo gobierno no puede aceptar, sin s rleimpuesto por la fuerza do las armas, i los desas- tres de la concpiista. El jenei'al Urquizareconoeió en San-Nicolas a Buenos- Aires on el goce de todcs sus derecìios, i protesto retiràndose, su desco de no encender la gueria entro hermanos. Jenerosidad o irapo- tencia, el resultado piibìico fué este, i liuenos-x^iires correspondió a este acto, con muestras de deferencia, que alejaron por un mo- mento toda idea de lustilidad. Llegado, enipero, el jeneral al Entre-Rios, volviendo sobre su primer arranque consÌ2:nado va en actos pùblicos, corno le suce- de por desgracia a cada bora, sujiere en pi'oclamaciones la si- niestrii idei de constituir la Repiiblica sin Buenos- Aires. El je- neral debió aguardar que el Congreso sereuniese, i por bocasuya liacer aquella declaracion que amenazaba una escision del tei'rito- rio. Piido i debiò tocar àntes los medios de intelijeneia i conci- liacioH, que solo despues de agotados inutilmente, harian nece- s.irla aquella desmembracion fatai. Nada de e=to se bizo. La primera medida que sellalo la resurreccion del Directorio fué iaterrurapir las relaciones comerciales con Buenos-Aires, i des- tmir de beoho aquella libre navegacion de los rios, objeto de tintos csfuerzos. ;TeTiia el Dii-eetoi-faculfad para dar pa-o tan drN — 247 — cisivo, eri virtiid tambien del paeto de San-Nicolas? Conveniii hacerlo a la vispem de la reiinion del Congreso, imponìéndole a éste un estado de liostilidad con Buenes- Aires que hace imposi- ble o dificil entendert^e? Qué resulta para la hisioria? Que por un acto privativo de la voluntad de Urquiza se declaró estraiiada virtualmente aquella provincia del seno de la Confederacion; que los gobiernos de pro- vincia aceptaron el acto,i el Congreso se renne a confìrmarlo. To- do esto puede ser legai i lejìtimo; pero el costado pràctico tiene otro caràcter, i el Congreso, asi reunido en odio i hostilldad de Buenos-Aires, es por lo ménos parte complicada visiblemente para hacerse juez entro Buenos -Aires i Urquiza. Nuevos desa- ciertos ban hecbo mas aparente està parcialidad. 1^1 pacto de San-Nicolas estipulaba que el Congreso se reuniria en Fanta-Fé, i eljeneral Urquiza al repasarel Paranà con sus milicias entre- rianas, arrastra tras si a los diputados reunidos, i se los Ueva ai Parane, para que el Congreso se instale enei Entre-Rios. Asi pues el pacto de San-Nicolas es violado, sin la voluntad del Con- greso, i cuando el Congreso declare en casa del jeneral Urquiza que esa es su eleccion, queda tacila do de ceder a una influencia que el antecedente traia ya senalada. Buenos- Aires La niandado al jeneral Paz alas Provincias a entenderse con ellas, i los que ban hablado de concenones mutuas, se Inielgan de que no hayaii qiiei'ido oirlo. Dejo a un lado la cuestion de dereclio, que poca gana hai de estimar; pero la cuestion de conveniencia es aceptable para todos. ^Noliabria convenido mas, ya quo se violaba la letra del Pacto, acercar el ConQ;reso a Buenos- Aires, dospojarlo de toda presumi- ble coaccion de uno de los disidentes, a fin de que aquella ciudad pudiese ser iniluida, ai mismo tiompo que oida? Es mejor para entenderse, ponerse a mayor distancia de la co''ìvenida, i un rio navegable de por medio, para baeer difìciles las comunicaciones? No se pone ya el Coìì<.',reso en el Parana, para con los enviados del pueblo disidente, con eljeneral Urquiza al lado, en la misma condicion que este para con sus visitas en su tienda de campana, conci pei'i'o Purvisa la puerta? Pero centra toilas estas rozones baiuna invencible. ilace veinte afios que los gobiernos arjenti- no3 se ban propuesto liacer posible el im.posible, iluchan i se des- garran, se clespueblan, so ensagrientan i se empobrecen por con- seguirlo. 8uma del poder pùblico, m.azliorca, degiiellos, confisca- ciones, autorizaciones, guerra de nueve aiios en Montevidfo, lodo ha partido dp este principio, i veinte afios de desnslres no 32 _ 248 — hall tialdo hasiahoi, ni los tlesealabros de Urquiza minimo, el con- vencimiento de que nadie se sale con la suya, sino la naturaleza de las cosas, i las leyes natiii'ales de los acontecimientos. Hagan Congreso , instàlenlo , dicten Leyes i Constituciones, todo estono llevarà sino a la guerra , es decir a la obstinacion de qiierer forzar lai ccsas , desgraciadamente sin justicia, i rau- cho me temo que sin raedios. Buenos- Aires aceptaria un Con- greso, sin Urquiza; una Constitucion federai, sin Urquiza; un porvenir, sin Urquiza ; pero se comete la indiscrecion por las formas , por el estimulo, por la localidad misma, de mostrarle que Congreso , Constitucion i porvenir no es mas que aquel liombre que tanto conoce, que tanto detesta , que tanto despre- cia. ^Se cjuej arati las Provincias de que no acepte el don? El Timeo Danaos et dona Jerentes, no està ria justilìcado en boca de la ciudad a quien se le ha ofrecido "sembrarla de sai/' i "escar- mentarla para siempre"'? A'^amos a la guerra, pues , i analizemos la guerra. Està es una arma cuya eficacia puede conocerse de antemano. Las provin- cias arjentinas lian sido diez aiios adormecidas sobre sus estra- gos. Rosas les pedia aiorizaciones , pero no soldados , ni dinero. El jeneral Urquiza mismo , i el Enti-e-Rios, hicieron de la gue- rra un buen negocio durante muchos aiios. Conquida una cam- paiia se le pasaba la cuenta a Rosas de lo que habia costado, i salvo la sangre derramada por uno i otro lado , salvo la para- lizacion del trabajo i los estragos de la guerra , todo se pagaba al contado. Antes de declararse Urquiza contra Rosas, éste le liabia mandado el precio de doce mil caballos i odio mil vestua- rios para una guerra contra el Paraguaì. Creo que Urquiza dio cuenta de tener en su poder 35,000 pesos. Asi podia hacerse la guerra antes, itolerarla los gobiernos que la autorizahan. Qué le costaba a Salta o a Mendoza el sitio de Montevideo , que malbarataba cuatro millones de pesos anua- les? Nada, cuando mas algunos elojios a Rosas i las autoriza- ciones necesarias. Oribe en Tucuman , Pacbeco en Mendoza , L^rquiza en Corrientes , las rentas de Buenos- Aires proveian a todo. Allora por fortuna todo ha cambiado un poco. Con la an- torizacion, o la lei del Congreso, ha de ir el dinero para realizar- la. No hai Brasil que de millones, ni escuadras, ni ejército vete- rano en que apoj^arse. El Entre-Rios ha de dar sus caballos, sus vacas, su dinero, i sus hombres, i las provincias tornar su parte de costas en este negoclto tan agi'adable, de imponer a Buenos- Aires nn Caudillo, quo tiene boi nn Conorpso cn «u casa, en reem- _ 249 — pìazo de nu ojéreito que acampaba en Pniernio , 1 quo lo aban- dono. Estoi cansado de oir repetir trece , contra uno ; pero los tér- minos de guerra no son corno las ecuaciones de aritmetica, piies que en estos entfan élementos económicos , morales i ma- teriales que cambian las proporciones numéricas. Dicese que el podor del jeneral Urquiza es inconti-astable boi , cosa que YO creo tambien ; lo unico contrastahle que encuentro es el in- dividuo niismo , cjue lo he visto venir de contraste en contras- te, al punto de donde partió en 1851 , para empezar solo , lo que tan mal supo aprovecbar cuando tantos lo ayudaban. Para los que dicen, pues. trece contra i«?io, ique no pondrian en piata de su bolsillo sin embargo trece contra uno a que ci nùmero trece gana, no dìremos nada del caràcter i élementos de la guerra en perspectiva; pero hai otrosque saben promediar las cifras , pesarlas, i comprobar sus quilates. Para mi la guerra posible (i deseada! si ese caliz no puede apartarse de nuestra in- feliz Patria!) es una guerra de libertad por un lado, i de caudi- Uaje por otro ; de estratejia i de ciencia militar de un lado , i de bandalaje i alzamiento compulsivo de campanas por otro ; de ejército de linea regular de un lado i de railicias de chiripà Co- lorado por otro ; de civilizacion en los medios de un lado , i de barbarie en los fìnes por otro ; de un pueblo que se defiende , i de un caudillejo que ataca : de la justicia en los motivos del uno, i de las preocupaciones del otro ; i guerra tan premiosa, tan sig- nificativa, tan concluyente, vale la pena de descarla , aunquc ci patriotismo imponga el deber de estorbarla si es posible. El jeneral Urquiza pertenece a la escuela militar que se esfuer- za en aumentar, por los medios mas ruinosos i deplorables, la cifra de los combatientes. La repiiblica vuelve boi a los élementos constitutivos de la fuerza real; el ejército de linea para que repo- senlos que trabajan. Urquiza no tiene ejército de linea, i den- tro de dos anos no se improvisa este instrumento. La milicia en- treriana ha estado un ano fuera de sus casas, i pide necesaria- mente que la dejen reposar otro, porloménos. Yo he visto evocarse, corno he dicho àntes, en Buenos-Aires la antigua tradicion guerrera de aquel pueblo. Los pafricios estan ahi: las lejiones que asediaron a Montevideo estàn ahi; los cente- nares de jóvenes que defendieron sus murallas estan ahi : los de l.alejion argentina i del Escuadron Mayo estan ahi : el personal mihtar de Rosas està ahi: el de Lavalle i Paz està ahi: los je- nerales i coroneles fuvdìllos raidos estdn ahi ; i con el odio i _ 250 — ti desprecio a Urquìza, con su arrogante iiisolencia tanto tiempo esperimentada, con el conociraiento que tienen de su impotencia militar, i la nobleza de la eausa que defenderia una provincia en ma«a, rica en reoursos, en horabres, yo no vacilaria en ir a pediv servicio en las filas de sus ejércitos, que creo que vale tanto co- rno apostar en la Bolsa, o en las riiias de gallos uno contra tiece. I entónces quizà me cabria la honra de escribir la Campaììa en EL EJERCITO GHIGO CONTRA EL EJERCITO GRANDE, por el CO- ronel para mostrar comò acabamos al fin con estos apa- centadores de vacas, empeilados en apacentar hombres i pueblos. Yo conozco uno a uno el personal militar de nuestro pais. Sé quién està o estarà con Urquiza, i quién no, i deseara que se pu- bliquen i hag-an conocer esas reputaciones militares que estan al lado del Caudillo, que va a correr las aventuras de la g'uerra para reliab litarse. Pero la guerra no es posible, i Buenos-Aires tiene un papel mas noble que desempeilar. Libre su Sala de Representantes compuesta de treintai seis Dipiitaclos, libre su prensa, podrà, pa- ra edifieacion de la Repùblica, completar las discusiones del Congreso de veinte mierabros, tenido al lado del cuerpo de guar- dia del Parana, i con una prensa morijerada por la policia. El prò estara sostenido en el Parana, ci contra en Buenos- Aires. El descalabro de la polìtica personal del jeneral Urquiza bara tam- lìien que la Constitucion sea racional i justifìcable, i no corno el Facto deSan-Nicolas lo dejaba establecido, un drama calcado pa- ra el caràcter i la sed de poder absoluto del jeneral Urqiùza, para quien cstaba destinada. Hoi es un problema la candidatura del Caudillo que tiene el veto de Buenos-Aires; i a mi juicio el de toda la Bepùblica, i el de las necesidades actiiales. Si està clau- sula se agrega al proyecto de Constitucion, la Constitucion sei'à un simple decreto de guerra civil. Es sensible que en aquel dimi- nuco Congreso, no baya hombres de prestijio por su capacidad polìtica, en nùmero suficiente para suplir a su exigùidad, pues liabiendo sido elejido este Congreso, teniend.o por suplente el ejército para darle peso, el suplente renunció el 11 do setiem])re on Buenos- Aires, i pocos han de sei' los que deseen sèriamente l'cemplazarlo. Buenos- Aires en su actitud actual es una rèmora, para a.quella prisa de Urquiza de tornar el ràbano por las liojas, de convocar al galope de la posta Gobernadores, saneionar pactos en veinte i cuatro horas,i tornar el poder àntes de baber Congreso que io l'eglamente. Ahora, no bai para que darse tanta prisa. No por ™ 251 -~~ uiucho madi'ugar amaiiece mas temprano. La ConstitLicioii, con Urquiza por aiiaclidura, trae la guerra, i la guerra da rauche tiempo para pensar en Constitucìones a los que se embarcan en ella, creyendo que es sopìar i hacer botellas. Muchas veces me ha venido la idea de que este encono popu- lar de las Provincias con Buenos- Aù'es debe tener una causa naturai fuera de la voluntad de los hombres. La cria del ganado, tal comò se practica hoi, produce Gobiernos que degiiellan cua- di'ùpedos o bipedos indistintamente. Veamos lo que produce la colocacion de poblaciones en puntos lejanos. En otra parte he notado que los espaiiioles poblaron mal la America del Siides- tendiéndose sobre un inmenso territorio, i los ingleses poblaron bien la America del Notte, no separàndose de las costas sino despues de bien pobladas esras. Asi, pues, se engrandece Monte- video i Buenos-Aires, i se despueblanla Rioja, San-Luis, Cata- marca. Las distancias entre unos pueblos i otros enjendran los celos prò vinciales; la pobreza del interior la envidia contra Bue- nos-Aires. Que sucede entónces? Lo que de dos mil anos a està parte està sucediendo en la China, pais rico de las costas asiàticas. Cada cien anos la invaden los tartaros del interior, atraidos por la fama de sus riquezas. La conquistan, se la reparten ila sa- quean; pero los tartaros no vuelvena su pais nativo, sino que se quedan en el pais conquistado, gozando de sus benefìcìos. De don- de resulta que la aborrecida China dobla su poblacion, i laTartaria se despuebla todos los cien anos. Al fin ha sucedido que los tar- taros de la China han conquistado a la Tartaria interior, i liei es Chhia tàrtara, la que àntes fué Tartaria independiente. Està lei la estàn realizando o con ganas de realizarla las mal situadas pro- vincias. Todas ansian sin saber porqué, por echarse sobre Bue- nos-Aires. Si lo liaceri la lei se ha de cumplir. Vencidos, los hue- sos de los pi'ovincianos quedaràn desparramados en la Pampa: vencedores, los que sobrevivan se quedaràn en Buenos-Aires a gozar de los frutos de la Victoria, i vencedores o vencidos, lia- bràn destruido i disminuido su riqueza en el interior con la falta de brazos, i los caudales que la guerra absorve. Una prueba de està tendencia labe visto en eljeneral Urquiza. Provinciano educado por Ramirez i Artigas en el odio a Buenos- Aires, va con el designio de pisotear a aquellos picaros jìortefios. Tiene en efecto el gusto de pisotearlos; pero, se encuentra a su paso, con Palermo, tan bonito, tan limpito, con tanto saucesito i tan bellas flores en losjardines. Se establece en Palermo; manda traer a la Dolores ; i cada dia empieza a hallarse mejor que eu San- José, su estaneia, tali triste, tan desierta. El que en el Entre-Rios decia que ibaa volver a su casa asiqne Rosas cayese, toma todas sus dis- posìciones, para es1ablecers« de firme en Buenos- Aires. Hasta tomo de un brazo al Gobierno de la Provincia para sentarseun ratoen el asiento, i probar que tal le venia. jQué bueno lo hallo! Como se acomodó i repantigó una bora, cruzando las piernas, i reposando sus brazos en los del sillon! Va a costarles a los pica- ros portenos un ojo de la cara, curarlo de la propension que tiene el jeneral a volver a Buenos-Aires. jTan lindo aquello! jTan po- blado! Ea Provincianos! a Buenos- Aires todos! a castigar a la rìca, a la orgullosa Buenos-Aires! Dejad el arado, mendocinos, i empuiiad la chuza! No lleveis ya barriles de aguardiente sino de pólvora! despoblad el interior, i engrosad la poblacion de las ccs- tas, instrumentos nécios, de causas naturales, de errores de la co- lonizacion espanola! Casi noes de vituperar la importancia moral, politica, militar i de circunstancias que dàn a Urquiza a la distancia. Es tan ve- hemente el desco de ver organizada la Repiiblica, que los espi- ritus adhieren con tenacidad a todo lo que les ofrece satisfacerlo, lo mas pronto posible, por el camino mas corto, por los medios que al principio se presentaron. No me haràn a mi sin duda, la injusticiade creerque no he deseado con tanto ardor corno los otros, resultado a cuya preparacion habia consagrado mi vida i desvelosj pero apesar de mis deseos, vi desojarse dia a dia està esperanza. Habia desesperado el 23 de febrero en que me embar- qué: Desesperó Alsina el dia que dejó el ministerio : desesperaron Mitre i Velez redactores de diarios de Urquiza cuando las elec- ciones: desesperó Buenos-Aires, cuando la Sala fué disueltaj de- sesperó el ejército en masa en setiembre. Si las provincias adhieren es en razon de las distancias, de los mirajes, i de la incapacidad de obrar. No tiene otro orìjen el me- vimiento impreso a Valparaiso. IJu buen desco, falto de critica, de exàmen pràctico, alimentàndose de proclamas i decretos, es- critos por otros que Urquiza, adovados con esas mismas ideas, al- mivarados con esas esperanzas, que son la miei con que se cojen las moscas, la luz sobre la que tornan las mariposas. Pero ah! que esas moscas quedan pegadas i esas mariposas perecen. Las provincias volveran de su error, tarde, parcialmente, manchadas, desoladas, i desorganizadas; pero volveran, porque la buena in- tencion, corno las procupaciones no pueden nada contra la esen- cia de las cosas. ^Vamos a educar a Urquiza, i darle por escuela la Presidencia, por manejo la Republica , por instrumentos de ^ 2Ò3 -^ labor ei ejército i las rentas, por curso de estiidiO;, diez ailos de nuestro pervenir, por materia de ensayo, los intereses económi- cos, la tranquilidad piiblica, el progreso i el desarrollo? ^Pero cjiiién se encarga de ser el tutor de este terrible aprendiz? ;^E1 Congreso en que està Elias i diez mas de su capacidad moral? EPILOGO. Creo liaber llenado el objeto qne me habia propuesto. Contar con verdad los sucesos, grandes i pequeiios de que fui precursor, colaborador, actor i testigo. He querido con su narracion mos- trar el orijen de las ideas que en diversos escritos he emitido, contra la utilidad, justicia, i necesidad de levantar de nuevo al jeneral Urquiza. He querido sobre todo disipar las perversa» preocupaciones que hombres mal informados por favorecer a Urquiza amontonan contra Buenos- Aires, por un acto que no es suyo smo del ejército de Urquiza, i que éste provoco e liizo ne- cesario i aceptable, por su ineptitud i sus desmanes. Pucden lla- marme ahora detractor, los que reciben inspiraciones del Para- nà; pueden suponerme apasionado. Apasionado de que? ito respeto las ideas, i basta las esplotaciones que se liacen de las ideas; pero exijo en cambio un poco de pudor en las imputa- ciones de motivos que dan a mi couducta i escritos. No hai en ellos ni pasion, ni mentirà, ni esplotacion de posiciones, presen- tes o futuras, sin que esto escluya el deseo de lo mejor para mi, sin perjuicio, ni daiio de los grandes objetos de la lucha. La pa- sion de hoi es la de 1829, llegar a los santos fines de organizar el pais, bajo la forma federai que he esplicado, ennoblecido, i justifi- cado; pero bajo esa forma u otra cualquiera la rehabilitacion de los usos, pràcticas i personal intelijente de las sociedades civilizadas, i la cesacion del capricho indisciplinado i salvaje de esos mons- truos delibertinaje, de petulancia, de groseria i de egoismo que produjeron nuestras luchas civiles, i de los cuales no queda sino imo, a quien quisimos elevar a la dignidad de hombre histórico, i mostrò en seis meses de poder, que los vicios de conformacion de està clase de espiritus son incurables. Han nacido asi, i asi mori- ran. Los hechos estàn ahi, i los resultados tambien. La satisfaccion de las pasiones , del orgullo, del capricho, la fuerza brutal por — 254 — - . _ instru mento, la mentirà, ]a doblez, i la inconsistencia por medio. Faltóle la fiierza, qiiedale allora la mentirà, auxiliada es ver- dad, por ajentes liabilìsimos, qiie saben corno se maneja la opi- nion, corno se la embauca i se la persuade. Yo no he adquirido esos talentos. No sé mas que decir lo que creo justo, i honrado. Acaso este sistema candoroso tiene sus ventajas. La Gaceta, A?i- gelis, Gii ardiri, el Defensor del Cerriio, i el Progreso un tiem- po en Cliile, fueron otros tantos laboratorios de encomios al héroe i de mentiras verosimilesi sensatas; i diez anos de este réjimen en la prensa no estorbaron que la opinion se ilustrase, en despe- cho de tan hàbiles escamotadores de palabras, i de los juegos de equilibrio de la lójica. Si la libertad arjentina sucumbe, es del?ir: si el caudillaje triunfa de nuevo, liabré sucumbido yo tambien con los mios, i el mismo polvo cubrirà Civilizacion i Barbàrie, Crònica, Arjirópolis, Sud- America, i Campana del Ejército Grande, que son solo ca- pìtulos de un mismo libro. Si la guerra se enciende, ire a tornar parte en ella, del lado en que a ojos cerrados la conciencia de los que me maidico sabe, sabia, sabrà dentro de dos o de diez anos que he de estar, i a donde no espero tener el desagrado de encontrarles a e!los. Un hecho solo me parece claro i conquista do va històricamen- te, i es que Urquiza, con Congreso, o sin el Congreso, con Bue- nos-Aires, o sin él, con las provincias o sin ellas, con el Directo- rio o sin él, con los diarios, o sin ellos, no sera jefe de la Republi- ca. Esto me parece que està escrito ya alla arriba, i siento de elio esa intuicion indefinible pero firme, incontrastable, que he sen- tido siempre por los hechos fatales que las causas conocidas traen aparejados. Es una imposibihdad histórica, que nada, que nadie puede remediar. Puede triunfar de Buenos- Aires; pero presidir el Estado no. Su rol ha pasado. Sera Monk, sera Tallien. Sera Urquiza, en despecho de los que en nùmero de quince o veinte, trànsfugas de la dificil pero gloriosa causa de la civili zacion, tra- tan de dar apariencias civilizadas i morales a aquel resto impuro de nuestros desaciertos pasados. Rosas los tuvo en mayor nume- ro, i no ménos hàbiles; tuvo la sancion del tiempo i de la fuerza, i el asentimiento del muiido, i sucumbió, Urquiza hace mucho tiempo que ha sucumbido. .^^•. '^^y^^#^' '-Sw*WS«M Jitì^99IS®§^ «'^llifcii KBr/^h) ' /^ \à.i/ 1 .. . . ^ .- ,;S'2-'^C ^ làQfiGaeSl^ " iwmn !TOSr>^A» l^)?|§gia§^«^^ft^fla^(ii^mii^A, '^Aft»! W-1^^ 'r\r\HriÀr\i\r^N W?(^', n»m^r>n TOW^/vnRmri^ msmmm immìw. WSm^&ao^r- mrémkÉmmMmm^ mwM.^' mf^m^dàm^ y.0K^mm^^ LIBRARY OF CONGRESS '^ ■ li-' V^j/ ::^^3Éi ."v 018 353 875 5 ^z^^^"*^^^? MiM Mmm'^-m^-^'' »^^^ m^^, mS^ n%Ìl I^W^^^^^SI W^^' ^^^^W ^ki UJ^M^'^H H^^^^^^yS :,^,W^¥5«* ;