Copyright ^^_ COPYRIGHT DEPOSrr. FIVE ESSAYS ON E ART OF IGNAGIO ZULOAGA BY DON MIGUEL UTRILLO, ARSENE ALEXANDRE, GABRIEL MOUREY, RENE MAIZEROY, AND THE REVEREND FATHER M. GIL leprinted on the occasion of the Exhibition of the Paintings by Ignacio Zuloaga at the invitation of The Hispanic Society of America in its building, 156th Street, West of Broadway, New York City, March 21 to April 11, 1909. THE HISPANIC SOCIETY OF AMERICA NEW YORK 1909 FIVE ESSAYS ON THE ART OF IGNAGIO ZULOAGA BY DON MIGUEL UTRILLO, ARSENE ALEXANDRE, GABRIEL MOUREY, RENE MAIZEROY AND THE REVEREND FATHER M. GIL Reprinted on the occasion of the Exhibition of the Paintings by Ignacio Zuloaga at the invitation of The Hispanic Society of America in its building, 156th Street, West of Broadway, New York City, March 21 to April 11, 1909. THE HISPANIC SOCIETY OF AMERICA \( NEW YORK 1909 LIBRARY of congress] Two Copies Received MAH 18 1^09 Oopyrijtiit entry CUSS AXc. No, COPY B. Copyright, 1909, by The Hispanic Society OF America F^r.-- '■'.?:) rrorn Cory right Office. 2(i Av 'og ZULOAGA POR D. MIGUEL UTRILLO Forma de febrero de 1907. Direccion y Administracion : Calle de Mallorca, 291, Barcelona. ZULOAGA L\ OBRA de Zuloaga solo es conocida en Espana J per lo que de ella han reprodiicido las publica- ciones extranjeras. Desde que sus cuadros son la honra de las mas importantes exposiciones, nunca nos ha sido posible a los espaiioles, el contemplar conjun- tos del joven maestro, cerca de los lugares que han inspirado sus lienzos. Para los que estudiasen los certamenes artisticos de Madrid, como alarde de la pintura Espanola. resul- taria que Zuloaga no cx'istc, y sin embargo, la verdad debe ser muy distinta de tan negativa conclusion, puesto que en los principales museos y colecciones europeas figura. en excelente lugar. quien mas ha contribuido en estos tiempos a hacer hablar de pin- tura espanola, como si no se hubiese borrado el ca- mino, desde los ultimos grandes maestros. Y asi es porque viviendo y trabajando casi constantemente en el extranjero, Zuloaga en sus cuadros habla espanol, con esa lengua inarticulada, historica, clara y perenne, que se llama pintura. El lenguaje que hablan los pintores, antojase com- prensible para todos cuantos tienen ojos. Es esta pretension, sin parecerlo, tan absurda como si se dijera que comprende una lengua cualquiera, todo aquel que oye. Es cosa evidente de puro sabida y demostrada, que tratandose de lenguas escritas 6 habladas, cada uno entiende la suya, y aim algunos mejor que los demas ; que durante largos periodos, desaparece el arte del bien hablar 6 de las bellas letras, y que no siempre los que hablan la misma lengua, son aquellos que mas profundamente gozan las grandezas y armonias de un habla hermosa 6 de algo bien escrito. Entre otros muchos, el Dante, Goethe, Shakespeare, los franceses del Gran siglo y Cervantes, tienen admi- radores en todas partes y,especialmente el ultimo, los tiene mas fervientes y numerosos fuera de las tierras a las cuales lego el gran castellano la forma mas ex- celsa de precisar el pensamiento. Y reciprocamente, lo propio acontece entre los pin- tores : ni Velazquez, ni Goya, han sido los guias de la pintura iberica, mientras son los grandes maestros de la pintura mundial, y si desde hace breve tiempo tienen entre nosotros algunos contadisimos discipulos, debese principalmente a enseiianzas extranjeras 6 a 1:4: razones escritas en lenguas forasteras. Hasta la obra culminante que sobre Velazquez ha escrito un es- panol, ha debido revestir un idioma extrano, para no predicar en desierto.^ Cuando el claro lenguaje de los pintores no encarna en sus representaciones plasticas una idea concreta- mente literaria, resulta ininteligible para las mayorias, como si se tratara de algun texto sanskrito, hebreo ... 6 escrito en la propia lengua patria, bien hablada 6 admirablemente escrita ; y asi resulta que para no- sotros, espafioles de este momento tornados en con- junto, para nada recordamos las alturas alcanzadas por Cervantes, fuera de un haz de adagios y de mol- des que vienen a ser un monton de ruinas manejadas a guisa de lengua cerrada. En cuanto a la savia, al alma del lenguaje, ha ido amenguando hasta hacer imposible el hablar 6 escribir sin frases hechas y cir- cunloquios colocados cual obstaculos para un len- guaje claro y preciso. Estos hechos que tratandose de la lengua hablada y escrita resultan comprensibles muy sencillamente, existen espantablemente aumentados en el medio de expresion pictorica, que transmite en monumentos a ' Hago alusion a la obra de don Aureliano de Beruete, cuya primera edicion fue publicada en frances y que acaba de ser traducida al ingles. todos cuantos van naciendo, los aspectos de los tiem- pos en que vivieron los grandes maestros. i Es pre- cise escribir 6 decir lo mas minimo, para demostrar quienes fueron los hombres de los tierripos de Velaz- quez y las mujeres cual seduccion continua hirien- donos, gracias a la obra de Goya? Pues, apesar de todo ello, esta supervivencia de imas Espaiias que ya no son, nada 6 casi nada ha dicho a los compatriotas de los dos grandes pintores, y mientras tanto, desde todas las grandes tierras civilizadas, crece el torrente de peregrinos que llegan sedientos a la gran fuente de verdad que brota en el oasis del Prado. Zuloaga ha sido el romero mas constante de este incesante movimiento; viviendo en el extranjero, ha pasado su existencia cerca de las grandes esferas en las que se mueve la corriente que busca fuerzas dentro de las lecciones legadas por nuestros grandes maes- tros, y en este, como en otros punto esenciales de su labor artistica, no ha hecho mas que seguir las buenas tradiciones de la familia de grandes artistas a la que pertenece. El abuelo de Ignario Zuloaga, fue el verdadero organizador de la Real Armeria de Madrid, y de- seando verse continuado en su obra, hizo de su hi jo Placido un verdadero artista, preparandole para un renacimiento Espafiol que buscaba y deseaba, sin que 1:6] le cupiera la stierte dfe verle iniciado ; alumno prefe- rido en Paris de Lienard, aprendio con profitndo conocimiento de causa a respetar lo que en Espaiia habia visto sin que hasta entonces hubiese oido comen- tar como verdaderas maravillas, los cincelados, la orfebreria, los nielados, damasquinados y trabajos de- fragua artistica, reunidos en algunas colecciones y disperses en manos de unos pocos particulares hom- bres de gusto. Amigo de artistas geniales cual fue- ron los escultores Carpeaux y Barye, — de quienes solo se conocen en Espaiia debiles reproducciones en foto- grafia 6 grabado, — abrio los ojos del entendimiento a todos los aspectos de concebir el arte que se apartan de la produccion inconsciente que asemeja algunos artistas a las abejas, produciendo la miel por un mero instinto de interes materialmente vital. Cuando joven, era Placido Zuloaga un ornamentarista y compositor decorativo extraordinario y al volver al lado de su padre fue maestro consumado en toda suerte de cin- celados y damasquinados a punceta, incrustando el oro y la plata en hierro y acero con la misma facilidad de quien dibuja. Mas tarde, despues de una larga estancia en Dresde, hizo revivir en floracion potente, los incrustados y repujados que habia estudiado en las piezas insuperables acabadas por los antiguos maes- tros armeros de Ausburgo, Nuremberg y de Milan. 171 Las obras de Placido Zuloaga, conservadas en todos los palacios reales de Europa, demuestran hasta que punto dominaba los elementos fundamentales de su arte. Activisimo e incansable trabajador, formo en derredor suyo un numeroso contingente de disci- pulos, que continuan aisladamente las practicas mate- riales del arte aprendido al lado del maestro, sin recordar el alto vuelo del verdadero artista que ade- tnas de las herramientas del artesano, ha mane j ado con osadia los esmaltes, los pinceles y el desbastador del escultor. Junto a este hombre tan querido y respetado como a padre, como admirado por sus cualidades de artista, crecio el pintor Zuloaga, familiarizandose con los ob- jetos y las ideas que constituyen la razon de una €scuela de arte ; por todo ello, al abandonar definitiva- mente el estudio de carreras hacia las cuales no sentia la menor inclinacion,^ y en ocasion de acompaiiar a su padre en un viaje a Roma, la vocacion de pintor se revelo impetuosamente, ejecutando en los seis meses de estancia en la Ciudad Eterna, el primer cuadro que expuso en el viejo Salon de Paris, en 1890. ^ Primero se decidio que el joven Zuloaga fuese comerciante, tnas, como a transaccion entre sus inclinaciones, se escogio una carrera, que fue la de arquitecto. Esta obra, como todas las demas de Zuloaga, hasta 1895, llevan impreso el sello de un hombre que posee las dotes natiirales para ser nn gran pintor, sin haber hallado el camino apetecido, y este hecho constante en la vida de todos los pintores interesantes, constituye las famosas y nunca bastante bien ponderadas mancras que los criticos escolasticos erigen en periodos, como los de las metamorfosis de los insectos 6 los de las reacciones quimicas. Afortunadamente, Zuloaga ha alcanzado su tercera manera, despues de haber atra- vesado las dos epocas geologicas de riibrica : la prirncra, durante la cual el joven artista sigue la influ- encia directa del profesor impuesto 6 de las obras esco- gidas como modelo; la segunda, mas 6 menos larga, mientras duran los titubeos y las dudas entre las ideas preconcebidas y el imperio de los consejos que no se avienen con el temperamento, en lucha con la fuerza del impulso liberrimo del que procura abrirse paso derribando piedra a piedra 6 tumultuosamente la muralla que cohibe la personalidad definitiva. Los mas, se detienen en la primera escaramuza y son los amanerados, copistas, imitadores y pintores reflejos. Otros, alcanzan las pruebas siguientes y constituyen la enorme cohorte de los pintores interesantes, — de un interes relativo,— cuyas obras asemejanse ora a uno, [9] ■ora a otro de los pintores profundamente personales. Estos, los pintores que alcanzan a pintar con el indi- vidual sello del genio, tambien tienen afinidades con otros Maestros que ban sido, pero son afinidades an- cestrales que ennoblecen, que constituyen las grandes familias artisticas que bonran las patrias y establecen la debida separacion de la obra adocenada de filiacion anonima, bastarda 6 borrosa. Al llegar Zuloaga a Paris sin ninguna idea germi- nada de cuantas recogiera en Roma, no pudo con- templar la pintura francesa como un ideal deseado. A la larga, admitio probablemente que los pintores franceses eran gentes de talento, y cuando al bal- bucear el lenguaje que pintaban advirtio que casi todos eran hombres inteligentes, trocose en un inno- vador mas desenvuelto que los que capitaneaban las huestes radicales de la pintura. Admiro con sinceras apariencias de desear emularlos, las maneras ultra- intelectuales de Gauguin, Degas y Toulouse-Lautrec ; yo recuerdo las cosas que pintaba el Zuloaga de en- tonces (189 1 a 1897), que corresponden al estado de inquietud de quien no esta satis f echo de lo que hace suponiendo que alguno de los que le rodean posee la A-erdad ; pareceme ver un lienzo, con un fornido labriego frances fuerte, alto y macizo, plantado en [1°] mitad de un prado de iin verde ensalada y velado por refregados aziil celeste, subrayado con un atroz dobla- dillo iiltramar, que era la derniere de aquel tiempo. EI cuadro, bien dibujado y pintado con alardes de verdadero pintor, exhalaba piedades enfermizas ; aquel ganan frances, con toda su ruda humanidad. parecia encerrado en aquella carcel livida, y el pintor tan descontento como el personaje pintado, desvane- ciase en discusiones inacabables, sumergiendose en pasajeras costumbres extrafiamente exoticas y en tan- teos que aumentaban su inquietud haciendo asomar la amenaza del descorazonamiento. Llego un mo- mento de aspecto tragico, en que llegamos a temer que el pintor iba a arrojar la paleta para mane jar el estoque y la muleta ! Esta fugaz aficion al toreo, trajole a Espana, y el contacto de su patria renovando el portento de Anteo, devolviole toda su fibra de pintor potente y la salud del alma artistica. Devuelto al Paris de las grandes luchas artisticas, paso Zuloaga la maldita raya azulina y expuso en la galeria de Le Bare, de Bouteville (en 1895), una serie de lienzos que Jiablabau en Espahol sin necesidad de leer la firma. Descollaba entre todas, una oscura tela reflejando una buena moza soberbiamente erguida en un pequefio otero, detras de una baja barandilla ; estaba pintada con el ardimiento y acometividad de quien se atreve a gritar porque tiene razon, y desde luego se impuso a la admiracion de muchos; los pintores franceses la ensalzaron bastante, otros que no lo eran emitieron interesados distingos y solo snpieron ver en los primeros esfner- zos del verdadero Zuloaga, las afinidades aquellas de las que se ha hecho mencion. El pintor norteameri- cano Dannat adquirio lo que le parecio mejor, y todo aparentaba que la desesperacion del joven pintor no debia tener consuelo, ni repercusion en Espaiia el triunfo moral obtenido en Paris. Por aquel entonces mando Zuloaga a la exposicion de Barcelona (1896), un cuadro, Amigas, que sin tener el jugo de los que le siguieron mas tarde cuando se sazono el talento del pintor, continua figurando entre los mejores del Museo Municipal que lo adquirio. Mas tarde, cuando despues de una larga estancia en Segovia y Andalucia mando otro lienzo a la expo- sicion de esta ciudad (en 1898), la personalidad del pintor habia sufrido todas las sedimentaciones apete- cibles 5' su obra. despojada de antiguas enseiianzas y prejuicios, era bien suya y abria plaza para la larga serie que tan solidamente ha cimentado la buena fama de Zuloaga y que precisamente tendra feliz corona- miento en nuestra patria, por obra y gracia de este mismo cuadro. La historia del lienzo "Antes de la corrida" es afieja, conocida y desagradable, pero hay clavos que conviene remachar, cuando pueden servir de provechosa leccion para contingencias parecidas. La exposicion que habia comenzado con sin igual entusiasmo, acabo de bien distinto modo por la fatal coincidencia de espantosos desastres; la obra alcanzo gran exito entre todos los artistas jovenes y otros que sin ser jovenes, continuan siendo artistas, y el jurado convencido por un pintor extranjero de un talento conipletamente opuesto al de Zuloaga, el director de la Academia de Amberes, De Vriendt, recabo para el cuadro de Zuloaga, la medalla de oro. Adquirido por Santiago Rusiiiol para su "Cau Ferrat" de Sitges, fue prestado mas tarde para figurar en la Exposicion Uni- versal de Paris, en donde un jurado de espanoles, 6 cuando menos de gentes con nombres espanoles, tuvo el imperdonable desacierto de rehusar el lienzo,^ bajo el pretexto oficial de faltar espacio para obra tan grande, siendo asi que las salas espanolas fueron la reunion de las mayores Grandcs iiiachines que hayan visto los siglos ! No pudiendo substituir la obra por otra, hallandose Zuloaga en plena crisis de pro- '^Asi como una magnifica estatua de Jose Llimona, la mayor parte de la serie de Jardines de Espana, de Rusinol, y el cuadro de Casas que ahora figura en el Museo Municipal. [13] duccion, debia aguardar la clausura del certamen para devolverla a la coleccion de origen, cuando el Museo de Bruselas hizo ofertas tan grandes como honrosas, apresurandose Rusinol a aceptar un nuevo cuadro que hoy posee para facilitar la entrada de la obra en la gran coleccion Belga, en beneficio absoluto del autor. Desde la Exposicion de 1900, comenzo una nueva colera de Aquiles, la de Zuloaga, que por fortuna ha suavizado el recuerdo de los primeros honores reci- bidos y de los triunfos alcanzados aqui, junto con el carino y admiracion constantemente demostrados por sus admiradores y amigos. Asi el amor y la since- ridad, han enmendado el yerro cometido por una camarilla forastera al arte, cuyo recuerdo perdurara a semejanza de la negativa honra que cabe al cabildo de Toledo que anduvo en procesos por el Espolio del Greco. Zuloaga solo pinta lo que pinta a gusto, y todas sus figuras y sus fondos aparecen resueltos como de una sola pincelada creadora ; son obras definitivas en las cuales los que nos ven ennoblecidos por la distancia y el prestigio de tanto pasado glorioso, ven la represen- tacion inteligente, alta, armonizada y conmovida, de la vida que pasamos y de las costumbres que aun tenemos. Ignacio Zuloaga es todavia muy joven,^ y acostum- * Nacio el 26 de Julio de 1870. Cm] brado por el ejemplo de sus mayores y por el de los pintores franceses a trabajar sin descanso, puede muy bien decir, como lo hace en una de sns personalisimas cartas : "Solo le pido a Dios que me de salud, para poder sacar lo que tengo dentro." En contacto cons- tante con la vida, con esta vida espanola tan natural- mente hija de los accidentes del suelo y de los distintos climas que la rigen, goza en vida de los primeros triunfos que puede apetecer un pintor, aun antes que del provecho y del aplauso de los que se llaman inteli- gentes. Cuando en las aldeas que son sus talleres ocasionales, da la ultima mano a las series de estudios que luego desarrolla en Paris, los humildes, los que no ban visto mas pintura que los arreboles del cielo y las germinaciones de la tierra, los labriegos, los pastores, las mozas de faena, todas aquellas gentes que nada saben de jurados, medallas, camarillas, ni critica, comprenden que en aquellas telas pintadas por el que ha sido su amigo y compaiiero, ban de sufrir una dulce emigracion que les hara admirar por hombres superiores que afortunadamente no conocen y las con- templan y desean, cual si la obra del pintor fuera para ellos. Diriase que aquella gente inculta presiente que ha de quedar como muestra de los espaiioles de ahora, ante los hombres futuros. Ds] IGNAGIO ZULOAGA PAR ARSENE ALEXANDRE Figaro lUustre de aout, 1903. Editeurs: Le Figaro, 26 rue Drouot. Manzi, Joyant et C'e, 24 boulevard des Capucines, Paris. IGNAGIO ZULOAGA PAR line derogation speciale aux affirmations de la geometric, la Hgne droite est le chemin le plus long pour connaitre I'Espagne. Celle-ci est tout entiere en dehors de la grande route qui conduit chaque annee quelques milliers de touristes d'Irun a Madrid, avec le petit embranche- ment sur Tolede, et de Madrid a Seville, avec le pro- longement, deja meritoire, de Seville a Grenade. L'on s'en revient fierement apres avoir decouvert Velazquez — car on ne voit pas Velazquez, on le de- couvre, — discute Goya, entrevu le Greco, et meprise Murillo. Une course de taureaux, une flanerie noc- turne autour de la Giralda; pour les gens fastueux, I'emotion tarifee et la gloire d'avoir sa montre chipee par les gitanos de la compagnie Cook;— et voila un ignorant de plus. Heureux quand cet ignorant ne fait pas un livre a son retour pour reveler I'Espagne aux Espagnols. nig] Or les Espagnols ont la sagesse de ne pas vouloir la connaitre. lis y vivent, c'est assez. lis y vivent une vie puissante et antique, instinctive, intrinseque. lis font partie integrante du sol et des villes, des mon- tagnes et des masiires. lis constituent tout ce grand mystere d'un pays trop connu et pas assez explore. Des qu'un etranger met le pied dans quelque coin de cette terre, elle se replie sur elle-meme, se cache, s'eva- nouit ou se trans forme, comme les pay sages des con- tes, abusant le voyageur de formes illusoires et d'ap- parences vaines. Elle ne redevient elle-meme que lorsque le voyageur est parti. Toute notre ambition doit done se borner a recevoir quelques brusques et puissants apergus. Si nous avons sur I'Espagne des idees toutes faites, nous sommes perdus. Si nous n'apportons pas beaucoup d'attention, de simplicite et de modestie a etudier cette vie intense et cachee, nous ne la comprendrons point. Si nous n'avons pas la conviction que les Fables de la Fontaine sont beaucoup plus espagnoles que Carmen, et que Louis XIV a enrichi le repertoire des sottises celebres d'une de ses plus grosses perles lorsqu'il a prononce qu'il n'y avait plus de Pyrenees, nous ne somme dignes que d'avoir le Baedeker pour Bible, et les decors de I'Opera-Comique pour images de la contree. [20] C'est pour ces raisons et pour quelques autres en- core que I'on verra. au cours de cette etude, que la personnalite et I'oeuvre de M. Ignacio Zuloaga sent aussi difficiles a expliquer qu'elles sont attrayantes et loyales. Lorsque. peu de temps apres la frontiere passee — qu'est-ce ici que deux heures de chemin de fer? — on s'ecarte de la grande ligiie pour se rendre de Zu- marraga a E'ibar, on se trou\e soudain au milieu de contrees insoupconnees qui ont la fertilite verdoyante de la Touraine et le pittoresque montueux du Jura. Des cultures plantureuses, des industries, des mines, donnent a cette region des privileges de richese et d'activite. On traverse une ville insoupqonnee, Ver- gara, qui est douee d'une beaute altiere et farouche dont Fontarabie ne peut donner qu'un pale avant- gout. Le temps passe sans que Ton s'en apergoive tandis que la route monte et descend au milieu de tant de labeur et de fraicheur. Et Ton est a E'ibar, sorte de Tolede du nord, ou toute une population forge des armes a feu, damasquine des coffrets et des bijoux, trempe des lames de sabres et de coutelas; ou il y a encore des nains comme ceux de Velazquez et une eglise tapissee de boiseries sans pareilles. Une vieille maison, entre autres, est parmi des jar- dins, avec, a proximite, des hangars, des etables, des ateliers. Image de I'Espagne elle-meme, elle est tout tinie, simple, et comme petite a I'exterieur, et, des le seuil franchi, offre la surprise de salles immenses et d'escaliers monumentaux, C'est la contre-partie de cette autre image non moins frequente et non moins veridique de la meme Espagne, ou Ton voit des fagades de palais admirables dissimuler simplement de miserables cours de ferme qui n'ont pour dorure que celle du fumier, ou des portails d'eglise tout brodes de feeriques sculptures etre simplement la pre- face d'un atelier de charron ou d'un magasin de hardes militaires. Cette maison est celle de Placidio Zuloaga et de ses ascendants, armuriers, damasquineurs de grands- peres en petits-fils, artistes d'oncles en neveux, gens pleins d'energie, d'endurance, d'esprit d'entreprise, pratiques et reveurs, c'est-a-dire cherchant dans le reve des taches qu'ils realiseront demain en se jouant. Placidio Zuloaga, renovateur de I'incrustation sur metaux en Espagne, grand, nerveux, caracterise, vio- lent, courtois, spirituel, comme un personnage de Cer- vantes, officier de la Legion d'honneur chez nous, et oublie des honneurs chez lui, ce dont il se console. Un tel caractere est fait d'opiniatrete, de verve et d'independance, et ces qualites se transmettent comme le plus sur et le plus noble patrimoine. 1:223 De ce pere et dans cette maison est ne, en 1870, le peintre Ignacio Zuloaga. Son arriere-grand-pere exergait la profession d'armurier; son aieiil avait beaucoup contribue au developpement et a Tentretien de VArmcria real et il avait ete lie avec Goya. Quant a, Placidio Zuloaga, qui avait, comme on voit, de qui tenir, il vint dans sa jeunesse a Paris, oh il fut ouvrier d'art, etudia avec Lienard, travailla a la manufacture de Sevres, avant de revenir a E'ibar diriger la vieille maison, et repandre a travers le monde ces fers som- bres et polis, releves d'or, qui ont ete depuis imites par maints concurrents. Ajoutons, pour completer la dynastie, que le vieux et vaillant chef de la maison a un frere, Daniel, qui a donne a Segovie une extension brillante a la ceramique d'art, que deux autres oncles d'Ignacio sont ou furent des peintres, que de ses tantes furent mariees a des artistes, et lorsqu'on saura tout cela, on n'aura plus qu'a apprendre, tout naturel- lement, que la vocation de notre peintre rencontra les plus grands obstacles, et que ses debuts furent les plus penibles que Ton saurait imaginer. Ignacio fit d'abord I'apprentissage du metier de damasquineur, se refusant a devenir, comme son pere I'aurait souhaite, un ingenieur. II pouvait deja gagner sa vie avec ce metier lorsque son pere I'em- mena un jour avec lui dans un voyage a Madrid. La vLie des oeuvres renfermees au Prado mit cet enfant dans un etat extraordinaire. Je voudrais eviter de vous dire qu'il admira Velazquez, mais ce qui a plus de saveur, c'est que le portrait d'homme en noir avec la collerette de dentelle, par le Greco, distanga pour lui tout le reste, et Ton sait quel reste ! II supplia son pere. seance tenante, de le laisser devenir un peintre. Don Placidio consentit a lui acheter une boite de couleur, tout en lui annongant qu'il s'opposerait energiquement a ses pro jets. Alors, du premier coup, Ignacio fit du gentilhomme portraiture par le vieux Theotocopuli une de ces copies inexplicablement completes et belles, qu'un peintre exerce en son art serait incapable de mener a bien, mais qu'un enfant passionne accomplit sans savoir pourquoi ni comment. Ignacio Zuloaga a conserve cette copie qui a gagne une belle patine et pour laquelle on lui a deja offert un gros prix mais dont il a fait comme un voeu de ne se separer jamais. Cette epreuve ne fut point jugee comme decisive. Le pere continua de s'opposer a ce que son fils devint peintre, au point de vue de son interet bien entendu ; sa tendre et excellente mere, aussi, au point de vue du salut de son ame. Toutefois, il fit si bien, apres ces difficiles tiraillements, qu'on le laissa partir pour Rome. II y resta quelques mois a peine, dans le ma- laise d'une atmosphere qui n'etait point celle de son temperament, et dans le trouble de ces doutes qui sont pour un debutant pires que la plus noire nuit. II s'arracha a Rome, a la mal'aria academique, et vint droit a Paris. L'idee n'etait point si mauvaise, puisque jadis son pere I'avait eue, mais c'etait en meme temps que le vrai commencement d'une carriere d'artiste, le commencement des luttes et des epreuves. La legitime fierte, le sentiment de la dignite, cette idee juste et salutaire qu'un homme ne saurait trop tot conquerir son independance dans la vie sont des traits fortement marques chez les jeunes gens d'Espagne, depuis le paysan jusqu'au fils de famille, et font qu'un Zuloaga, arrive a Paris par un acte de volonte, tient a cceur d'agir, de se tirer d'affaire et de se faire sa place comme s'il etait absolument desherite et seul sur la terre. Cela est rude, mais cela trempe une energie. Ignacio Zuloaga avait tout a se creer, la situation, le talent meme. II n'avait a ce moment que dix-neuf ans, car ce premier voyage date de 1889. Du moment qu'il n'avait pas voulu recourir par les moyens que lui offrait son propre pays, a la voie academique, qui a assure a certains de ses contemporains de beaux succes mondains et de considerables fortunes, il n'etait pas tres vraisemblable qu'il chercherait chez nous a s'orienter de ce c6te-la. II ne connut done de I'ficole des Beaux-Arts que par ce qu'on en voit les fenetres du Louvre. Des son arrivee, il s'etablissait a Mont- martre, rue Cortot, et s'essayait a peindre des realites de la rue. II faisait en meme temps la conhaissance d'un etre charmant, bizarre, original, delicieux, le sculpteur Paco D'Urio, un compatriote, un petit homme et un grand artiste, un hidalgo en miniature,, pauvre comme on sait I'etre en Espagne, fier comme un grand seigneur, passionne comme un poete, avec des yeux bleus d'enfant, naifs et severes. Paco qui fait des bijoux, des bas-reliefs, des ceramicjues, du gout le plus etrange et le plus simple, lui fit connaitre Gauguin et son ecole, qui avaient exerce sur son talent, au point de vue decoratif, la plus curieuse influence, mais qui deconcerterent Zuloaga plus qu'ils ne I'attirerent. Que ce temps du symbolisme est loin maintenant, pour n'etre pas separe de nous par beaucoup d'annees ! L'ecole de la deformation systematique ne pouvait convenir a notre peintre qui se rattache naturellement, par education et par pre- dilection, aux grandes traditions de sa race, non les traditions des academiques mais celle des indepen- dants, les Primitifs, le Greco et Velazquez. Je ne signale que pour memoire ces frecjuentations et ces tatonnements qui nous entraineraient vite dans des analyses d'esthetique assez deplacees ici. Dans ces petits groupes d'ailleurs, quelle que doive devenir la [26] fortune des oetivres, il a ete agite beaucoup d'idees tres interessantes, et qui out eu leur utilite. II va sans dire que ces annees de labeur et d'obscu- rite, et de recherches furent aussi, materiellement, un dur passage, heureusement adouci par quelques sub- sides secrets, envoyes par une mere qui n'a pu mani- fester a son fils qu'une soucieuse tendresse, sans avoir eu la recompense de le voir parvenu a la celebrite. L'artiste fit aussi partie, a un moment, d'une curieuse petite colonic espagnole, logee dans I'ile Saint-Louis, et qui comprenait des ecrivains, des peintres, entre autres M. Rusiiiol qui est I'un et I'autre, et une belle et passionnante physionomie d'homme moderne. Pour etre complet, on mentionnera aussi que Zuloaga eut ensuite pendant quelque temps un atelier rue Du- perre, ou il montra a quelques amis des peintures qui commencerent a attirer I'attention sur lui et dont nous, allons reparler bientot. Sur ces entrefaites, une excursion en Angleterre. A Londres il est introduit aupres de certains admira- teurs de son pere, collectionneurs de ses damasquines,. M. Oscar Browning, le collectionneur Morrison, etc. La il se trouve a faire quatre ou cinq portraits, et avec les sommes que ces travaux lui rapportent, le voila parti pour Seville, laissant a Paris, cependant, un cer- tain souvenir de son passage dans les sympathies de ceux qui out la manie de ne pas aimer tout le monde et de pressentir les talents qui doivent s'emparer du public a\ant que le public ne s'en empare. II avait en effet, au Salon du Champs-de-Mars, ex- pose en 1893 deux peintures, un portrait de femme agee, sa grand'mere, et le N^ain d'E'ihar, Don Pedro, reproduit dans la presente illustration. Ces deux envois avaient ete remarques par des critiques pour le denombrement desquels les doigts de la main seraient un mode de numeration tres complique et superflu, mais qui resolurent de le suivre attentivement, et s'il continuait a bien faire, de le seconder de leur mieux. A ce moment-la aussi, don Ignacio etait entre en cha- leureuse communication avec nous par I'intermediaire du Greco, de qui il avait deniche de belles peintures, qu'il montrait plus volontiers que les siennes, et au culte de qui il s'efforgait d'amener, par de beaux et vehements commentaires devant les photographies de I'Escorial et de Santo Thome de Tolede, de nom- breux proselytes parmi nous, — apostolat qui n 'etait pas alors sans difificulte ni sans utilite, car il n'y a pas bien longtemps que le fougueux et grandiose maitre etait peu connu des uns et meconnu des autres. Les peintures auxquelles nous faisions allusion a Tinstant et executees pendant le sejour a Seville, con- stituaient cette serie de VEspagiic blanche que Ton vit en 1894 chez Le Bare de Boutteville. Elles furent des plus remarquees. Dire qu'a ce moment on etait en- core a la notion d'une Espagne enfumee et boucanee a la fagon des pseudo-Ribera et des vrais Ribot, ou d'une Espagne bariolee et criarde comme les chromo- lithographies des boites de cigares ou de raisins sees, et comme les tableaux de M. Worms qui fut chez nous un excellent homme, un peintre de genre a succes, et un grand vulgarisateur des idees les plus fausses qu'un pays puisse se faire sur un autre ! C'etait une revela- tion que ces grandes figures sveltes, d'une elegance robuste et un peu sauvage, vetues de couleurs claires et unies, dans des attitudes simples, sans gestes conven- tionnels, vraies images de race, portraits de beaux etres saisis dans leur allure inconsciente, non sur- veillee. Le metier, egalement tres large, tres peu complique, d'une belle coulee, paraissait d'une reelle nouveaute. Depuis, le peintre fit de grands progres en vigueur, en autorite, en mordant, mais des lors il se posa. D'ailleurs quel que fut le succes de cette manifestation un peu importante, dans la celebre et amusante bouticjue de la rue Le Peletier, I'artiste ne put vendre ses tableaux a aucun prix. II n'eut du moins qu'un seul acheteur, le peintre Dannat, qui est non seulement un superbe maitre, mais encore un homme du gout le plus impeccable et le plus raffine. II est des cas ou le suffrage d'un seul vaut mieux pour I'artiste a ses debuts que rengouement d'une foule et est un plus sur gage d'avenir. Ceci en est un bon exemple. Chronologiquement, il faut sauter trois ans avant de rencontrer chez nous, c'est-a-dire en quelque lieu que ce soit, une occasion de remarquer Zuloaga, et cinq ans avant qu'il remporte une brillante et indis- cutable victoire. C'est, en effet, en 1897 qu'il expose a la Societe Nationale son portrait en costume de chasse, et en 1899 celui de Daniel Zuloaga et ses filles. Le premier de ces morceaux etait une page grave et forte, d'un ton tres soutenu, mais qui ne sentait point le renferme des ateliers a eclairage artificiel. Le per- sonnage etait bien et vigoureusement campe. Toute la figure, le costume, les accessoires, tout cela etait savamment deduit. L'execution etait devenue singu- lierement plus savante et plus nourrie. Puis, il y avait pour fond a ce portrait un si beau paysage, un paysage olive avec une route et un village roses, a la fois si apre et si ductile, que ceux qui vraiment sentent I'Espagne d'autre maniere que le touriste banal dont nous avons pris la liberte de nous railler, tressaillirent, humerent I'air, et dirent : "Decidement cet homme-la nous donnera du nouveau." lis furent encore en petit nombre, et ce portrait passa sinon inapergu du moins C3°3 un peu dedaigne. II en fut autrement pour le Daniel Ziiloaga que notre illustration n'aurait su manquer de reproduire. L'Andalouse, .... est un des specimens de la serie de I'Espagne blanche, et elle indique, comme on pent le voir, un progres marque sur I'ceuvre de debut, le Nain d'E'ihar. Mesurez de meme le progres accompli d'elle au portrait de Daniel. Les personnages avaient une puissance en quelque sorte sculpturale; leur expression, leur type, etaient observes et tranches avec une decision singuliere et peints avec une espece de farouche joie. Cette har- monie en noir des costumes et bleu intense du ciel, par grands partis tres simples, ne rappelaient rien de deja vu. Les deux jeunes filles s'animaient d'une vie d'au- tant plus inedite pour nous qu'elle etait d'une authen- ticite profonde : I'effet caressant et violent de la poudre de riz sur les carnations brunes; la candeur hardie du sourire et comme un bonheur de vivre, tout jusqu'a la fagon de marcher, d'etre campees sur les jambes et sur les hanches, tout cela etait non plus une revelation, mais une affirmation. L'oeuvre fut acquise, malgre les discussions qui etaient a prevoir, pour le musee du Luxembourg, ou elle demeure comme un des plus importants specimens que nous ayons des ecoles etrangeres. DO L'envers des succes est dans I'histoire des artistes un chapitre d'une variete et d'un imprevu inepuisables. Pendant que chez nous la reputation de Zuloaga gran- dissait et se faisait pour ainsi dire toute seule, et que nous avions le loisir de supposer que dans les longs intervalles de ses rares et breves apparitions a Paris, ce chasseur a la noble et haute mine, menait au dela des monts une vie seigneuriale, voici comment il em- ployait son temps. Comme a part le tableau de Dannat et celui du Luxembourg il ne vendit pas, pendant toute cette pe- riode, de peinture a Paris, ce n'etait pas pour en vendre en Espagne. D'abord en Espagne, il ne pou- vait meme pas exposer. Les oeuvres qui auraient pu etre regues par erreur auraient ete I'objet des risees. Sauf a Barcelone ou plus tard il a ete regarde avec attention et ou il a recueilli des partisans, ses pein- tures sont encore dans son pays I'objet des sourires ou des hostilites. Le moment n'est pas encore venu; on peut done juger s'il etait vraisemblable que ce moment vint jamais a I'epoque ou le peintre etait tota- lement inconnu. II faut vivre, quand on veut peindre. meme lorsqu'on ne peut pas peindre pour vivre. Zuloaga cherche a se tirer de ce dilemme par toute sorte de moyens durant son sejour en Andalousie. II s'y con- [32] naissait fort bieii en oeuvres et en objets d'art ancien; il fit a Seville besogne d'expert, et cela le soiitint pen- dant quelque temps. L'expertise a vite donne le bout de son rouleau; alors I'expert devient employe, agent comptable dans les mines. Mais les ecritures, decide- ment, ne sont pas son fait, et il aurait plus tot brosse une figure grandeur naturelle que vaincu les difiicultes d'une addition. II faut encore renoncer a ce metier- la. Ou plutot, c'est le metier qui, avec eclat, renonce a lui. Franchement verriez-vous. en le regardant si super- ficiellement que ce soit, ce grand gargon a la fiere et severe physionomie s'eterniser dans des operations de boutique ou des besognes de pupitre? Je sais bien qu'on rencontre la-bas plus d'un commis a degaine de capitan, et d'inoffensifs bourgeois qui semblent d'authentiques conquistadors parfaitement conser- ves. Mais examinez avec plus d'attention, puisque vous en avez ici I'occasion, I'expression de vaillance froide, de determination raisonnee qui donne a ce long, mais plein visage, un accent si rare d'initiative et de reussite; notez encore le point de malice qui aiguise ce regard grave et qui est toute prete a petiller. Tout a I'heure, a la pensee de quelque belle prouesse de peinture ou d'aventure a accomplir, le visage s'illu- minera d'un rire genereux, la voix rude et chaude n33] sonnera. Toute une gaiete speciale, tout im entrain fait en partie cle volonte, en partie de chimeres, Tune portant les autres. L'expedition du bon hidalgo de la Manche centre les moulins a vent etait chose par- faitement realisable, sauf quelques malices des circon- stances, qu'en principe il faut tenir pour negligeables. C'est pourquoi, a un moment, et non le moins penible de ces annees heroiques, Zuloaga trouva sou- dain sa voie, et de la plus remarquable fagon. II reserva pour plus tard la plus utopique de ses entre- prises, celle de conquerir la gloire aupres de ses com- patriotes par le moyen de sa peinture, et il enleva leurs suffrages haut la main par sa fagon de combattre les taureaux. Pendant trois annees environ, Ignacio suivit les corridas non point en qualite de spectateur. Cela s'ex- plicjue par ce fait incontestable que les courses sont pour un peintre, en Espagne, la plus belle legon, le plus beau repertoire de mouvements, de couleurs, de formes et d'expression qui se puisse trouver. Zuloaga fut entraine par sa nature de peintre, a voir tout cela du plus pres possible, et il n'y avait pas le choix des moyens. II n'etait naguere entre a aucune ecole des Beaux-Arts, n'avait suivi les cours de nulle Academie : il n'echappa pas au Conservatoire de tauromachie de Seville, et il fut un des eleves preferes de Carmona C34n qui lui predit le plus brillant avenir. Et le jeune spada, confiant dans cette prophetic d"un maitre, s'appliqua de son mieux a ne la pas faire mentir. II remporta des succes. II a, ce qui est deja un chififre respectable, la mort de dix-huit taureaux sur la conscience. Le dix-huitieme le blessa. De cette blessure la sollicitude alarmee de Madame Zuloaga mere prit pretexte pour intervenir avec des larmes. Elle fit jurer a son fils de renoncer a la tauro- machie. Ignacio, qui est demeure d'autant plus volon- tiers esclave de ce serment qu'il avait tire de son passage parmi les toreros tout ce qu'il voulait en retirer, se rendit alors a Segovie, Segovie, I'antique et I'admirable, ou Ton trouve a foison des types, des monuments, des paysages, une vie magnifique, ru- gueuse et doree, les jardins et les monts de la Granja ; Segovie ou Ton est superstitieux, ou amoureux, et la plupart du temps les deux a la fois; ou Ton pourrait encore acquerir pour un ou deux milliers d'ecus quel- que merveilleuse eglise romane presque pas en ruine ; oil Ton rencontre a deux pas d'ascetismes qui pour- raient encore etre peints par un Zurbaran ou sculptes par un Alonso Cano, des coins d'incandescence ero- tique comme cette Calle del Amor, cette "Rue de I'Amour," qui est reproduite en une de nos gravures. C'est la que Zuloaga, dedaigne du commerce, meprise des connaisseurs espagnols, arrache a la gloire des Espartero et des Lagartijo, mais rendu a Tart apres quelque detour, peignit le portrait de Daniel az'cc scs deux fillcs. Ne croyez pas cependant que pour avoir ete non seule- ment mouvementee, mais reellement eprouvee, cette vie n'ait pas eu ses ivresses. Ne croyez pas non plus que si les mains du peintre, un moment decouragees, s'inoccuperent, ses regards et son esprit manquerent de pature. En un mot, ne pensez pas que ce circuit n'a pas ete. a tout prendre, profitable a I'artiste pro- prement dit. II serait meme bon que le peintre, pour ne pas devenir simplement une sorte de manoeuvre superieur, d'artisan privilegie assez injustement, prit ainsi pro- fondement contact avec I'humanite qu'il sera charge de portraiturer. Soyez convaincus que si Zuloaga peint avec autant de force et de verite un torero, une femme, un paysan, des gitanes, dans leur expression, dans leur costume, dans leur acabit, que s'il en fait, en un mot, des etres vivants, et non des mannequins qui posent, c'est que pendant un certain temps, il les a vecus lui-meme sans les peindre. II a pu comprendre leurs ressorts, penetrer leur essence meme, par cette constante et intime frequentation avec eux sans autre [36] but determine que de les sentir vivre et de se sentir vivre a leur contact. Et s'il les peint si bien aujour- d'hui. c'est parce qu'il est demeure un temps sans les peindre. Et il a vu bien d'autres etres encore qu'il n'a pas eu jusqu a ce moment-ci I'occasion, ou le loisir, ou la possibilite de nous raconter. des etres inouis, qui ne sont meme pas du domaine romanesque tant ils sont en dehors de la vie normale ou que nous croyons telle. II a fait tout cela "pour rien, pour le plaisir" ce qui est encore la meilleure, la plus intense, et au demeurant la plus sage methode. II a vecu la vie des gitans dans la Triana, a Seville, s'habillant comme eux, s'entretenant, buvant et man- geant avec eux, parfois investi du reciproque honneur d'etre temoin a un de leurs mariages ou a un de leurs baptemes, assistant aux extraordinaires et hieratiques constatations de virginites des uns, aux fastueuses rejouissances des autres. L'admirable gitane du Salon de cette annee, tout etincelante d'animalite, avec ses grands yeux luisants, ses dents fulgurantes, son epiderme mordore, ses cheveux noirs comme I'aile d'un corbeau ou les bandeaux de la Peruvienne, ce n'est pas un modele rencontre au hasard et bade a tant la seance. Cette aguichante et merveilleusement laide petite guenuche du tableau intitule Un mot piquant n'aurait pas ete rencontree par un homme qui irait a la decouverte sans connaitre les dessous les plus instinct! fs, comme il connait, pour les faire chatoyer en d'autres ceuvres, les gratins les plus aristocratiques et les graces les mieux affinees. II a pu connaitre Tame des ouvriers, et celle des paysans, et celle des poetes, et celle des nains, et ce qui est cependant moins vraisemblable, celle des femmes. II a parcouru les montagnes et les vallees avec les muletiers, fait les vendanges avec les vigne- rons de la Rioja. Cela ne saurait etre considere comme le fait d'un oisif ou d'un mievre. Enfin, que dire, il a vu Anso et las Batuecas ! Anso est un village d'Aragon ou les moeurs et les costumes du XVI^ siecle se sont conserves intacts et ou regnent d'etonnantes superstitions. Les gens s'y habillent d'un epais drap vert qu'ils teignent eux- memes, les hommes y sont coiffes bizarrement et les femmes, pour travailler dans les champs, y portent la vaste collerette, la "fraise," comme il y a quatre cents ans. On y cuit le pain tons les vingt-cinq jours, des pains d'un metre qu'a la fin on taille a coups de hache. Le voyageur trouve a s'y coucher, a la condition d'ap- porter avec lui un hamac. S'il est malade, ainsi que le tomba Zuloaga chez la hruja, la sorciere, chez laquelle il habitait, le plus proche medecin est a seize heures de [38] marche et le plus voisin droguiste a huit. Zuloaga, qui est brave, finit par avoir peur de sa hriija. II resta quarante jours pourtant dans ce pittoresque enfer. Las Batuecas est un autre village, sur la frontiere du Portugal, qui contient presque autant de bandits que d'habitants, les autres etant des goitreux. Comme a Anso on y parle une langue qui n'a rien de commun avec I'espagnol, ni meme avec quelque autre idiome. Cette population est la digne descendance des moines par trop fornicateurs et damnables qu'on envoyait la en expiation de leurs peches. Cependant elle a le respect pour I'autorite, car lorsque par hasard un guardia civil, I'equivalent de notre gendarme, fait par la une ronde, ce qui arrive a des epoques infiniment peu rapprochees, on se precipite pour lui baiser la main et lui demander sa benediction, croyant avoir affaire a quelque eveque en tournee pastorale. Pour mieux faire comprendre Ignacio Zuloaga, j'ai fait, comme lui-meme, un certain detour, mais je ne crois pas que nous ayons perdu de vue ce robuste talent et attrayant caractere, pas plus que lui-meme, au cours de ses peregrinations et de ses luttes ne perdit de vue son art, meme dans les moments ou il en espe- rait le moins de faveurs. On ne pent point dire que ces faveurs aient ete :39] longues a venir piiisque I'artiste est jeune, mais sa vie a ete si bien remplie de travail, d'observation et de passion, et le succes pendant plus de dix ans d'efforts s'est si opiniatrement, si rageiisement refuse a se laisser entrevoir, que les epreuves ont ete ici en inten- site ce qu'elles sont pour d'autres carrieres en duree. Un fait le prouvera mieux encore. Zuloaga avait presente pour I'exposition de 1900 son grand tableau, la Vcillc de la Course de taureaiix, dont un fragment figure sur la couverture et qui est reproduit dans son entier au cours de ce numero. L'oeuvre est de tout premier ordre. Elle represente la visite que font les afficionados dans un village voisin de Seville, nomme Alcala de Guadaira, aux sujets qui doivent courir le lendemain. La variete des attitudes, la beaute et la veracite des types en dehors de toute banalite, le paysage si reussi et si seduisant, la grande impression d'atmosphere qui regne dans toute cette composition en faisaient certainement une page qui devait jeter sur la section espagnole des beaux-arts un eclat des plus vifs. Les compatriotes du peintre qui formaient le jury la ref userent ! Est-ce inexplicable ? Que non pas lorsqu'on se rappelle la qualite moyenne de la sec- tion, et lorsqu'on songe que c'est, entre le parti acade- mique qui prime encore en Espagne tout le monde des [40] arts et Ignacio Zuloaga. une guerre acharnee, que celui-ci n'a nullement cherchee, qu'il ne soutient uniquement que par ses oeuvres, tandis que ses adver- saires la livraient comme on le voit par Taction. Le coup fut des plus durs, car I'occasion etait man- quee pour le peintre de remporter enfin son plus grand succes, devant le plus formidable public qui fut jamais. C'etait encore I'avenir qui s'obscurcissait, I'impossibilite d'une sanction quelconque, le terrain meme qui manquait sous les pas. II n'y a que quatre ans de cela. Mais presque aussi- tot I'espoir revint a I'heure la plus desesperee. Le tableau refuse etait acquis dans I'annee meme par le musee de Bruxelles. tandis que le Luxembourg ache- tait le grand portrait que Ton sait. Deux ans apres, les tableaux que Zuloaga avait executes dans I'inter- valle trouvaient a Dresde un accueil enthousiaste. Puis a Vienne, a Berlin, a Francfort, meme succes, meme consecration. L'Actrice Consuelo, ... est au musee de Breme ; Avant la Promenade est a Berlin, le Pocte Miguel est a Vienne, etc. Barcelone, du nioins, possede une oeuvre importante. A vrai dire depuis Munich jusqu'a Bruxelles, et depuis Paris jusqu'a Venise, tons les grands musees ont quelque morceau qui vient, par sa belle tenue, protester contre le ver- i:40 diet de 1899 et centre I'idee fausse que peuvent se faire encore des compatriotes qui s'honoreront d'au- tant plus qu'ils changeront plus vite d'opinion. On congoit d'ailleurs aisement que des oeuvres aussi tranchees et une personnalite aussi entiere que celles-ci ne s'imposent pas sans discussion. Le debat qui s'en- gage autour d'elles est un indice de leur valeur et souvent un gage de leur duree. II s'en faut qu'a Paris meme, ou Zuloaga compta ses premiers et ses plus chauds partisans, et ou il envoie a presque chaque Salon des oeuvres aussi considerables que le tableau en rouge majeur de la Promenade apres la Course de taureaux, ou que les trois entrainantes etudes de moeurs de cette annee, il ne se rencontre des resis- tances. Elles sont a souhaiter bien qu'on les regrette, car elles ne doivent etre redoutees que pour les artistes prets a faire des concessions. Or, ce qui domine dans le caractere de Zuloaga, c'est une indomptable volonte et une sorte de fougue a froid qui sont en meme temps la marque distinctive de son talent. Ces grandes pages de la vie espagnole sont en effet des entreprises ardentes dont la realisation a lieu en plein calme et en pleine autopossession. C'est meme en cela qu'il faut chercher la reponse a une erreur assez commune chez nous relativement a I'appreciation du talent de Zuloaga et que nous sou- [42 1 haiterions ne pas voir s'accrediter. Les mieux accre- dites et les plus sagaces ont, dans une intention d'eloge, prononce, a propos des trois tableaux de 1903, Un Mot piquant, le Depart pour la Course, Gitane et Andaloiise, le nom de Goya. Nous ne trouvons point d'assimilation possible entre les deux peintres, sinon, chez les deux, un puissant accent de race, une saveur de terroir des plus intenses. Mais il y a quantite de fagons d'etre energiquement de la meme race. Rem- brandt et Van der Meer de Delft sont Hollandais comme la Hollande, Delacroix et Corot sont merveil- leusement Frangais. Le sont-ils de la meme maniere? Trouver des analogies entre Goya et Zuloaga revient a constater qu'ils sont Espagnols. Les differences, d'autre part, abondent. Differences de tonalite : Goya, en grande partie, est noir et blanc, et quelques-unes de ses plus saisissantes oeuvres sont presque de pures grisailles avec de violents rehauts ; lorsqu'il colorie, il bariole ; Zuloaga, au contraire, est puissamment teinte, il a des rouges vineux, des bruns tannes, des jaunes paille, des verts d'olive, tantot clairs, tantot sombres, qui n'appartiennent qu'a lui, et lorsque le noir inter- vient, il joue plutot le role d'une couleur que d'une base. Differences de temperament: Zuloaga n'aban- donne rien au hasard dans son execution, qui est pleine de largeur, mais toujours chatiee; tandis que [43] Goya, dans la peintnre meme, apporte des nervosites et des laisser-aller d'aquafortiste. De plus, Goya, en presence de ses modeles, se passionne, s'irrite, s'amuse, s'affole merveilleusement ; mais Zuloaga laisse ces emotions I'agiter en tant qu'homme avant de peindre, mais le peintre, le pinceau a la main, ne veut plus que retrouver avec flegme, et techniquement, les griseries precedemment subies. Enfin, pour ne pas prolonger outre mesure ce parallele que Ton pourrait pousser j usque dans la mentalite et dans le choix des sujets, il convient de remarquer que les relations de parente sont egalement d'un autre ordre. Les veri- tables descendants de Goya, dans I'Espagne moderne, sont Fortuny et son ecole, qui, sans lui peut-etre, n"au- raient pas existe sous cette forme. Zuloaga, au con- traire, par la simplicite et la sincerite, se reclame beaucoup plus directement, pour laisser Velazquez a part, des Carreno, des Bautista del Mazo et autres grands logiciens de la peinture de ce genre. Ceux-ci peignaient les grands personnages de leur temps. Faute de cette clientele, Zuloaga s'est voue a representer la societe meme du sien, et, a tout prendre, la societe est un autrement grand et redoutable per- sonnage, de nos jours. Les femnies tiennent une grande place dans son oeuvre ; cela est tout naturel ; d'abord elles n'ont jamais plus occupe le monde qu'a [44;] notre epoque; puis, en Europe, la femme, c'est plus de la moitie de la physionomie et de la vie meme du pays. La riche diversite que presente, a ce point de vue, I'oeuvre deja accomplie d'Ignacio! Rien que dans les deux grands tableaux de reunions de femmes parees en vue du spectacle national, ainsi que dans les diverses "loges" ou groupements au balcon, Ton pent etudier dans leur apre grace une quantite de types, depuis la Madrilene jusqu'a I'Andalouse, qui n'avaient jamais ete racontes ainsi, sans laideur, mais sans fadeur, deux ecueils extremes que la peinture evite difficilement. Ce sont de beaux etres en liberte, cambres, cabres, campes, joyeux de vivre, comique- ment serieux ou riant de fagon inquietante, mais tou- jours, de la part du peintre, avec une mesure extreme dans I'ironie et dans le drame, I'impression causee etant d'autant plus profonde et vive sur nous, car c'est la vie, encore une fois, qui est ainsi concentree et s'epand, pour le spectateur, avec un assez sauvage bou- quet. Depuis les simplement parfumees, comme ces belles creatures mondaines ou artistiques, comme la Danseitse Lolita, ou VActrice Consuelo, ou VActrice Gitane, jusqu'aux effroyablement pimentees, comme les imposantes rodeuses de la Callc del Amor, comme la simiesque rieuse du Requievro (le "mot piquant"), avec ses gencives avivees et ses dents de petite bete de 1:45] proie, toutes composent tine histoire naturelle faite autant pour donner a penser aux amateurs d'humanite que pour procurer des joies aux amateurs de peinture. Types populaires aussi, tels que ces Biiveurs de Se- govie ou le Picador, dont I'esprit et le visage sont coriaces comme une vieille peau de cheval, ou ce vieux paysan a mine de satyre que Ton a cru a tort decroche du celebre tableau de Los Borachos, mais qui appar- tient toujours a tout peintre qui voudra s'en servir, pour la bonne raison qu'il se promene encore a foison dans les campagnes de Castille. Mais je n'en finirais point de vous resumer et de vous redecrire toute cette fourmillante troupe qui va d'annee en annee se gros- sissant, et je suis convaincu, bien mieux que le lecteur, qu'il est preferable pour lui d'en regarder ici de belles reproductions plutot que d'en subir de mediocres com- mentaires. II vaut mieux poser encore une touche du portrait que je n'aurais garde d'oublier, tant elle complete et eclaire encore cette jeune et magistrale physionomie. Avec le succes sont venues, en ces dernieres annees, des ressources que I'exile volontaire a Montmartre n'aurait jamais pense entrevoir jadis. Ces ressources, Zuloaga les a consacrees, avec la meme passion im- petueuse et sijre qu'il mettait un moment a defier et a estrangouiller le taureau, a recueillir une admirable 1:463 collection de peintures et de sculptures de I'ficole espagnole. II a fait construire, pour la contenir, a Eibar, una galerie adjoignant I'antique domaine pa- ternel. C'est la qu'il s'entretient en ferveur d'art et joie de peindre, parmi des primitifs conquis dans des expeditions heureuses, et plus de douze Greco et pas mal de Goya, et des sculptures de Montaiiez de Rol- dan, d'Alonso Cano, en tout un princier ensemble de pres de trois cents oeuvres sauvees de I'indifference ou decouvertes dans des antres inconnus, dans cette ex- traordinaire Espagne oil tout existe, mais oil tout se cache, et du sol et des murailles de laquelle les sorti- leges de toutes les brujas d'Anto ne seraient pas de trop pour arracher ses secrets. Cela n'acheve-t-il pas a souhait de peindre notre peintre? II rend joyeusement a la peinture la fortune que la peinture lui apporte, et il continue son oeuvre qui est deja superbe, et qui, de ce train, pourrait un jour prendre place parmi les plus grandes. Car ce n'est qu'un premier chapitre que nous venons d'ecrire la. Deja un autre chapitre commence avec la grande serie des Vendanges de Rioja, qu'il nous tarde de voir, car elle doit retracer toutes les merveilles luxu- riantes d'une population ivre une fois par an et les augustes fureurs que suscite Tor des raisins en ebulli- tion dans les cuves. Que d'autres pages a ajouter [47] encore ! Soit que Zuloaga demeure un grand realiste et un saisissant historien d'une race qu'il n'est pas paradoxal de dire mal connue, soit qu'il devienne un grand visionnaire, on pent beaucoup attendre de lui, puisqu'il a beaucoup donne deja et que nous I'avons etudie capable de tant de volonte alliee a tant d'ardeur. [48] IGNAGIO ZULOAGA PAR GABRIEL MOUREY Paris Illustr4 de aoiit, 1905. Editeurs : Manzi, Joyant et Cie, 24 boulevard des Capucines, Paris. IGNAGIO ZULOAGA C'EST le propre des vrais temperaments d' artistes, a quelque categorie qu'ils appartiennent et quel que soit le genre des oeuvres par lesquelles ils se mani- festent, d'exercer immediatement sur notre sensibilite une domination irresistible. Des le premier contact, on se sent conquis. On ne les comprend pas, on ne les connait pas encore et leur intimite demeure close, mais il y a en eux une telle force de conviction, ils par- lent un langage si sincere et si spontane que seul I'espoir d'une prochaine rencontre pent attenuer notre regret de les quitter si tot. Cette seduction ne s'exerce que plus tyrannique- ment quand il s'agit d'un artiste etranger. A la saveur du langage s'ajoute I'attrait d'une conception neuve de choses sinon inconnues, du moins, la plupart du temps, mal connues de nous et dont notre imagina- tion s'etait fait une autre figure. Lui, tout a coup, nous revele un monde, des types, des moeurs, des paysages, des gestes, des attitudes, un ensemble de verites que nous ne soupgonnions point tel et que sa faculte d'observation, sa maniere de voir et de sentir, son originalite d'expression recree, pour ainsi dire, a nos yeux. II nous inquiete, il nous deroute, il viole nos habitudes, nos prejuges, il dechire nos illusions . . . mais quel enchantement ! A travers les images qu'il offre a nos yeux emerveilles, nous penetrons jusqu'a Tame de la communaute humaine dont il fait partie. "La goutte est un petit ocean, dit Emerson; un homme se rapporte a toute la nature." Ainsi de I'artiste. II est un resume et un resultat de' tout le passe, de toute revolution de sa race ; tout ce que ses ancetres lointains ont pense et ressenti au cours des ages, leurs fagons particulieres de concevoir I'amour, la famille, la vie, I'honneur, les traditions, les moeurs, la structure, le climat de son pays, les singularites du milieu naturel et du milieu vivant ou il s'est forme, tout cela se retrouve, se concentre en lui, et c'est la source de ses inspirations et c'est la moelle meme de son genie. Quoi d'etonnant qu'il nous conquiere et nous dompte! Par lui, notre sensibilite s'exalte; par lui, notre notion des choses se complete et s'enrichit; par lui, de nouveaux champs d'experience nous sont ouverts et notre connaissance du monde exterieur et nos rapports avec la nature et avec la vie s'elargis- sent, s'affinent, se fecondent. L'oeuvre ardente, fievreuse, eclatante, passionnee, apre et fiere d'Ignacio Zuloaga impose dti premier coup a I'observateur le moins penetrant la sensation d'une realite distincte vue, ressentie et fixee par un temperament distinct, d'une energie exceptionnelle. Rappelez-vous I'allure etrangement hautaine de tels portraits signes de son nom, par exemple celui de Daniel Zuloaga et de ses fiUes au musee du Luxem- bourg; rappelez-vous telles de ce que j'appellerai ses fantaisies de femmes, ces figures onduleuses, felines, aux levres, aux joues fardees, aux regards malicieux et alanguis ; rappelez-vous ces scenes de moeurs, ces paysages de la vie espagnole, la Veille de la course de taureaiix, la Promenade apres la course de taureaux, Un Mot piquant, Gitane et Andalouse, ces groupe- ments si peu conventionnels, si veridiques, si saisis sur le vif, de personnages en costume national aux couleurs chantantes — gestes, attitudes, physionomies fortement caracterises, — mis en relief avec un sens magistral de leur physiologic et de leur psychologic; rappelez-vous aussi la richesse et la surete, la puis- sance et I'audace d'execution de ces grandes pages ; rappelez-vous vos sensations en leur presence. Com- ment resister a la force dominatrice dont je parlais tout a I'heure? Cette prise de possession, par l'oeuvre d'art, de notre sensibilite est-elle done si frequente [53] aujourd'hui? Que de fadeurs, que de mievreries, que de vaines subtilites pour une ceuvre saine et ferme, disant quelque chose avec sincerite, avec origi- nalite ! L'imagination ne joue ici qu'un role secondaire : a quoi bon imaginer quand il suffit de regarder autour de soi le mouvement, la forme de la vie environnante ? "]e n'ai jamais vu une chose laide dans ma vie," disait Constable. La beaute est partout. A I'artiste de la decouvrir et de nous en communiquer I'expe- rience et le frisson. Elle est multiple, elle revet les apparences les plus diverses, les plus contradictoires, elle est fuyante et subjective; a I'artiste de la saisir; a nous, quand il y a reussi — au prix de quels efforts ! de quels dechirements ! — d'en jouir! L'ceuvre de Zuloaga est, a cet egard, particuliere- ment remarquable : par I'observation directe de la verite, par la reproduction exaltee et brulante qu'elle nous offre de realites coutumieres, elle constitue un des plus precieux recueils de documents humains qui aient ete tentes par un peintre moderne, et toute la beaute d'une race I'anime. Ne cherchez pas ailleurs la raison de I'importance chaque jour grandissante qu'elle a prise dans I'art contemporain, de la faveur qui I'ac- cueille partout, de I'autorite dont elle investit celui qui la realise. C'est que, outre sa valeur propre au :54] point de vue purement artistique, elle porte en elle une signification ethnique profonde et rare. Le gout de terroir, la saveur franche, Tespece d'odeur sensuelle et un peu sauvage qu'elle degage aug- mentent son charme deja si captivant; il ne s'agit pas ici d'un exotisme a fleur de peau, en deguisement, d'un exotisme d'exposition universelle regie par le decorateur et le costumier de quelque academie, na- tionale ou non, de musique. II ne s'agit pas non plus d'un caprice d'artiste seduit tout a coup par la bizar- rerie, pour lui nouvelle et par suite d'autant plus im- pressionnante, d'un milieu inconnu et ou il se trouve tout a coup transplants et dont il cherche a traduire les apparences, car il ne peut en connaitre autre chose. Impossible de s'y meprendre : ce n'est pas une Espagne de bazar ou de fete f oraine que nous revele Zuloaga ; la verite a des intonations qui ne trompent pas ! Pour peindre des moeurs, des types aussi speciaux que ceux-ci et aussi nettement accentues, et les decors reels ou ils evoluent, il faut une langue riche, sonore et souple, haute en couleur et grave et ferme, et s'en rendre maitre et en posseder a fond toutes les finesses, toutes les ressources. On ne peut exprimer certaines idees qu'avec certains mots et la connaissance de la propriete des termes est toute la connaissance d'un idiome. Ce n'est pas aux ecoles etrangeres qu'on peut [55;] I'apprendre; M. Zuloaga I'a compris des ses debuts. Espagnol d'origine, il a voulu le rester dans son art, et il a eu recours aux maitres les plus representatifs du genie de sa race parce que les plus refractaires aux influences exterieures. Ainsi, a-t-il trouve, pour tra- duire ses sentiments, ses sensations et ses visions, ses emerveillements devant le caractere et la beaute de sa terre natale un mode d'expression c[ui leur est entiere- ment adequat, qui est ne de leur intensite et qui lui est cependant entierement personnel; de sorte que, tel qu'il nous apparait aujourd'hui, a travers son ceuvre, deja considerable, car il n'a que trente-cinq ans, on pent le regarder comme le renovateur des saines et vigoureuses traditions de la grande peinture espagnole qui, depuis la mort de Goya, de mievrerie en mie- vrerie, etait tombee en pleine decadence. Ou'a-il fait pour cela? Resolument d'abord, il a fui le joug academique, la ferule des formules cosmo- polites, pour se penetrer de I'esprit des vrais artistes de son pays, en qui s'incarna dans le passe Tame espagnole, heroique et religieuse, monarchique et altiere, faite de simplicite familiere et de morgue chevaleresque ; puis, non moins sagement, il se mit a regarder autour de lui. II se mela a la vie nationale, aux fetes populaires, a tout le pittoresque anime, grouillant, vermineux et ruisselant de couleur de [56] I'Espagne flamenco; il explora les provinces isolees, delaissees de la Peninsule ou les moeurs anciennes se sont conservees intactes, loin de I'envahissement des idees modernes et du progres, ou les superstitions religieuses survivent et se pratiquent encore dans toute leur sauvagerie ; ou la vie se continue telle qu'on la vivait il y a des siecles ; il se fit le compagnon des toreadors et des gitanes, des muletiers et des contre- bandiers, des paysans, des poetes populaires et des nains, de tons ceux enfin en qui se perpetuent, seule- ment perceptibles a I'un des leurs, les caracteres com- plexes et divers selon I'heredite, les contacts sociaux, la penetration plus ou moins active d'influences exte- rieures, selon aussi la nature du sol et le climat, — qui constituent la personnalite individuelle et collective d'une famille humaine. C'est de ces etres instinctifs et raffines, brutaux et si delicatement sensibles a la poesie des choses, avec des ames fievreuses dans des corps supremement souples et elegants, sensuels avec toutes les perfidies et toutes les naivetes, que Zuloaga s'est institue I'observateur et le peintre. Tels qu'ils sont, sans qu'il soit necessaire de les embellir, ne presentent-ils pas assez d'interet; ils ont la grace forte des animaux et des plantes pousses en pleine liberte, bien assimiles a leurs milieux; selon leurs propres inclinations, selon [57] I'intensite de leurs energies vitales, ils se developpent dans un sens ou dans I'autre et, de meme que la fonc- tion cree I'organe, leurs preoccupations habituelles, leurs passions, les buts qu'ils poursuivent, I'ideal restreint pour la possession duquel ils luttent cree leur apparence, marque leurs traits, donne a leur etre sa forme, les individualise, les differencie assez nette- ment pour qu'ils offrent a I'art un sujet d'etude abon- dant et complet. M. Ignacio Zuloaga I'a fort heureusement senti. Peintre de caracteres, il est en meme temps peintre de moeurs — peut-on etre I'un sans I'autre! — II ecrit au jour le jour I'histoire pittoresque et sociale de son pays. Reunissez par la pensee toutes les toiles signees jusqu'aujourd'hui de son nom, vous sentirez selon quelle volonte elles ont ete congues et quelle unite de conception a preside a leur mise en oeuvre et a leur realisation. Ce sont les pages d'un meme livre, ecrites du meme style hardi et spontane, libre et vibrant, intensement suggestif, et nourri de mille choses troublantes et delicieuses : parfums epices, brules de soleil, chatoiement d'etoffes molles aux reins des fringantes gitanes, gestes provocants qu'accen- tuent les jeux du chale, de I'eventail et de la mantille, persistance equivoque et singulierement allechante, avec ses brusqueries, ses a-coups capricieux, comme d'un rythme de voluptueuses musiques, tout ce qu'e- CsS] voqiie et imagine notre reverie de septentrionaux au seul son de ces syllabes enchanteresses : Seville, Tolede, Segovie, Cordoue, Grenade, Burgos, Saragosse, tout ce que Barres appelle "les vraies delices" de I'Espagne, et "c'est ou se trouve le tour de reins espagnol, una maniere brusque, vraiment terrible, de prise sur nos sens," les vraies delices de "la plus violente vie ner- veuse qu'il ait ete donne a Thomme de vivre." "Pour rompre I'atonie, dit encore I'auteur des Deracincs, I'Espagne est une grande ressource. Je ne sais pas de pays ou la vie ait autant de saveur. Elle reveille I'liomme le mieux mate par I'administration moderne. La, enfin, on entrevoit que la sensibilite humaine n'est pas limitee a deux ou trois sensations fortes (I'amour, le duel, la cour d'assises) qui, seules, subsistent dans notre civilisation parisienne. C'est une Afrique qui met dans I'ame une sorte de fureur aussi prompte qu'un piment dans la bouche." Dans la penombre louche d'un carrefour, ferme par une arcade dans le cintre de laquelle se decoupe une fuyante perspective de pauvres maisons, les prome- neuses de la Rue dc V Amour vont et viennent; la poudre palit les visages, le fard agrandit les yeux, les levres sont comme des blessures. De hautes silhouet- tes d'hommes les entourent, le feutre rabattu sur le nez, la cape largement drapee ou tombante ; un couple, CS93 bras dessus bras dessous, passe. L'air est lourd de parfums et de paroles equivoques, l'air sent I'humidite des vieilles murailles au soir. . . . Quatre femmes en mantilles blanches ou noires font de la Loge mix courses de taureaux un bouquet de fleurs etrangement seduisantes. L'une de face, ses beaux grands yeux baisses, regarde reveusement au- dessous d'elle ; les trois autres coquettent et caquettent derriere I'eventail. La rieuse du Mot piqumit, au type de petite singe pomponnee et maquillee, nez court, pommettes sail- lantes, est la meme que nous voyons dans une loge d'actrice ou en quelque chambre d'hotel, achever ses Preparatifs pour la course de taureaux. Elle a une fagon de sourire qui decouvre des dents aigues, etran- gement luisantes entre ses levres ecarlates : c'est un adorable et redoutable petit animal, delicieusement caressant et feroce. Plus elegantes, et d'une tout autre categoric sociale et morale, mondaines de belle et fiere allure, les pro- meneuses de la Veille de la course de taureaux et les promeneuses d'Apres la course de taureaux; dans ces paysages ardents et sees, en pleine lumiere, les chairs ont des tonalites de fruits juteux, les soies, les velours, les dentelles, les ramages des chales aux longs effiles, le decor voyant des eventails, les masses lourdes des neon cheveux bruns font de hardis contrastes, de chaudes dissonances ; tout vibre etrangement, intensement. Un negrillon porte des fruits sur un plateau ; une amazone passe au second plan; les levriers heraldiques, aux poses ennuyees et fieres, tendent leur echine aigue aux caresses des mains indolentes. II y a dans I'air une volupte, volupte de parfums arides et de lumiere chaude, et les gestes ont de longues langueurs et les regards sont vagues et veloutes. . . . Ici, deux Danseuses espagnoles sur une petite scene; Tune, de dos, les reins serres dans son chale, le champ de fleurs de sa robe tout remnant des ondulations du rythme ; I'autre, de face, castagnettes en main, les bras nus jusqu'au coude, un feutre mou cranement pose sur ses cheveux, adorablement jolie et attirante : dessous de dentelle neigeuse et pailletee, regards noyes de fievre, bouche humide, gorge menue. . . . L'obses- sion de son regard, de son sourire, de ses gestes harmonieusement nerveux et passionnes, obsede I'ima- gination. . . . La, une belle fille etendue sur un divan, ecoute d'une oreille distraite . . . et complaisante, les propos de deux vieilles femmes dont I'une lui tend un bijou. C'est la Tentation. Ailleurs, sur un banc de pierre, avec derriere elle, I'etendue d'une petite place ou s'attarde la causerie de [61] quelques promeneurs, une gitane est assise. Dans I'ovale large cle la face, les yeux et les dents sourient ; deux bandeaux noirs descendent, sous la mantille noire qui rend plus mat le ton de sa peau, jusqu'a ses sourcils tres larges et tres nets. Elle attend. Et c'est encore la Gitane et I' Andalouse ou sont si nettement definis les types, la physionomie affinee et toute de grace de I'Andalouse, celle, primitive et farouche de la bohemienne ; c'est la naine Dona Merce- des, du musee du Luxembourg, aux traits empates, au corps atrophic, et le Nain Don Pedro, comique vieil- lard en lamentable haut de forme, tout debraille sous les plis de sa cape trainante; c'est le Poete Don Miguel, I'improvisateur populaire de Segovie; c'est le Vieux Toreador du dernier Salon de la Societe Na- tionale, c'est la Famille de Toreador Gitan, qui fut le succes de la derniere exposition de la Societe Nouvelle, un des plus saisissants portraits a plusieurs person- nages qu'ait produits I'art contemporain— la mere du toreador assise au centre en robe sombre, et le torea- dor assis pres d'elle, en costume de fete, tenant son fils, un gamin de dix ans, sur ses genoux, les autres membres de la famille debout, derriere eux un homme et une femme aux traits farouches, au teint briale par le soleil, des gitanes, une femme enfin, une jeune fille en robe claire garnie de volants de dentelle noire, au 1:623 visage immobile et naif, pervers et ahuri; c'est le Picador El Coriano et les Buveurs de Segovie; c'est le Maire de Torqiicmada et scs adjoints, types d'un caractere decide et familier, en qui se sent si bien I'at- tachement aux seculaires usages, la fidelite aux tradi- tions locales, physionomies si vivantes et d'expressivite si humaine, qu'elles s'incrustent dans la memoire comme celles d'etres que Ton aurait connus. C'est la Course dans mon village, I'arene close au fond par un vieux palais abandonne, de grossieres barrieres de bois, et sur des murs delabres quelques gradins d'estrade, ou s'echelonne une assistance bigar- ree, petits bourgeois, marchands, paysans et paysannes groupes, places au hasard des rencontres et des sym- pathies; une course familiere et sans apparat, mais d'un pittoresque si particulier, si piquant, si savou- reux, si neuf dans son laisser-aller, dans I'intimite des gestes, des attitudes, des costumes pris sur le vif, tout remuants, tout grouillants de verite. Au premier plan, hommes et femmes sont assis a terre; les uns causent le dos tourne au cirque ; celui-ci, debout, boit a la regalade, celui-la tient un verre plein de vin, une femme se cache le visage derriere son eventail, un picador passe sur son cheval lourdement harnache ; les taches noires des capes et des feutres, le ton des visa- ges d'hommes basanes et precis fait, avec les nuances 1:633 claires des mantilles, des chales, des robes, un jeu papillotant d'ombres et de lumieres, et tout ce mouve- ment de conleurs se balance, se repose, s'apaise dans la large masse de pierre du vieux palais, dans la tran- quille nudite de la colline qui barre I'horizon, ferme le tableau, ne laissant voir qu'une petite bande de ciel au-dessus des toits en ruine de la seigneuriale de- meure. Jetez enfin un regard attentif sur les gravures qui illustrent ces pages, sur ces portraits de jeunes femmes d'une seduction si vraie. Mercedes, Lola, sur ces scenes de rue, ici ces jeunes femmes au balcon, la, cette Danse gitane sur line Terrasse de Grenade, ces Jeunes Filles au bord de la Mer, la encore dans ce decor de Vieilles Maisons de Haro, armoriees, aux portes sombres, aux fenetres inquietantes, dont les sculptures se sont usees au contact de la vie quoti- dienne qui depuis des siecles habite ces murailles, cette intrigue d'amoureuses attardees ou surprises au rendez-vous; et cette primitive figure d'ermite, au sein d'une nature austere et seche, avec sa croix de bois et sa tete de mort, toutes ses richesses, et ces t5^pes populaires, le Vendeur de Miel, le Gardien de Taureaux, les passants de la Rue des Passions. . . . Partout on sent frissonner, diverse et infiniment com- plexe, alors meme qu'elle peut paraitre le plus simple, la vie, la vie d'un temps et d'un pays. 1:64] Ainsi, profondement enracine au sol natal, apparait I'art d'Ignacio Zuloaga; c'est dans le terreau des moeurs locales, des traditions populaires, des cou- tumes sociales qu'il puise sa seve, qu'il se nourrit, et son particularisme meme le doue d'universalite ; physiologiquement et psychologiquement, toute I'Es- pagne, on pent le dire, se reflete dans son oeuvre comme dans un miroir de verite, et sa sensibilite per- sonnelle d'homme, son genie d'artiste en decouvre, en ressent et en fixe les reels aspects. Captivantes images, exaltees et fremissantes et delicieusement sensuelles, de cette sensualite des formes et des cou- leurs, des musiques et des parfums, du ciel et de I'atmosphere qui fait I'enivrement de I'Espagne et de ritalie; captivantes images ou s'harmonisent si fine- ment dans la kimiere ces oppositions passionnees de tonalites et de lignes, ces rythmes contraries comme les gestes et les visages de la vie, et oii s'exprime la beaute chaude, ensorcelante des pays de soleil. ces] LE PEINTRE DU NAIN PAR RENE MAIZEROY Le Gaulois du 29 septembre, 1908. Arthur Meyer: Directeur, Administration : 2 rue Drouot, Paris. LE PEINTRE DU NAIN C'EST dans Teglise de Saint-Jean-de-Luz, si mysterieuse, si emouvante avec son ratable ma- gnifique qui semble, derriere le maitre-autel la porte d'or de quelque palais enchante, sa large nef dallee de pierres tombales que domine un grand ex-voto de naufrage aux vergues et aux voiles grises. . Des artisans, des pecheurs, des femmes du peuple, des jeunes filles du monde, que Charles Bordes, cette maniere d'apotre auquel nous devons la "schola can- torum," initia a la beaute de I'ancienne musique sacree, chantent la messe de triomphe et de joie ou Vittoria entrevit la splendeur immuable du ciel. A ma droite, dans la haute galerie qui est reservee aux hommes durant les offices, son beret bleu pose devant lui sur la balustrade de bois, les mains jointes, le regard perdu on ne sait en quel songe, la tete penchee vers la poitrine, Ignacio Zuloaga ecoute, re- cueilli, les choeurs solennels qui se deroulent comme des vagues. 1:693 On dirait d'un de ces prebendiers Toladaons que peignit le Greco. Ses yeux sondeurs, d'une etrange acuite, voiis suggerent la pensee d'une eau profonde de citerne ou se refleteraient de somptueuses proces- sions et des flammes d'auto-da-fe. Son nez pointe et vibre au-dessus d'une bouche narquoise et sensuelle que cachent a demi des moustaches brunes de mique- let. Cependant, les voix claires et graves ont entonne V Alleluia. II se prolonge cadence, allegre, ardent, reveilleur, roucoulement sourd de colombes parmi des cloches de fete, appel de mueddin qui s'egrene dans la paix du soir sur les terrasses. Le peintre des Trois Consines s'en delecte, ferme les paupieres pour s'isoler de tout, et lorsque s'etei- gnent les supremes roulades, ne pent s'empecher de murmurer, comme en un elan de tendresse filiale : "Est-ce beau, dites? Est-ce assez espagnol?" Au milieu de la nef ou se tasse jusque sous le porche une foule fervente, s'elargit, tache noire, un tapis de funerailles sur quoi dans un chandelier d'argent se consume un gros cierge jaunatre. Derriere la cire symbolique, separees des autres fideles, voilees de crepes, enveloppees de la tete aux pieds en d'amples et :7o] sombres mantes de pleureuses, lugubres, sont age- nouillees les Veuves. Zuloaga me montre ce groupe d'affliction et me chuchote : "Dans nos villages de Navarre et du Guipuzcoa, chacune d'elles est teniie d'apporter a la messe domi- nicale une corbeille ou il y a un pain, et cette offrande des inconsolees est ensnite distribuee anx pauvres, afin qu'ils prient Dieu pour ceux qui ne sont plus. . . . Si Ton ne pensait pas toujours et partout a la Mort, goiiterait-on avec une telle intensite le delice ephe- mere de vivre ?" ... La benediction donnee, nous nous en allons sur la digue qui protege la ville. L'Ocean etincelle, ra- dieux, vert, bleu, violet, de meme qu'une robe de moire changeante. D'un jardin monte le parfum violent des magnolias et I'odeur legere des roses. Au-dela des collines ou ondoie la houle des ajoncs et des ma'is, la pyramide de la Rhune et les pylones inegaux des Trois Couronnes se profilent veloutes, stries d'ombres mouvantes. Au-dessus des petites tentes alignees le long de la plage claquent des drapeaux. Par instants, des rires et des cris puerils dominent les hoquets d'une sirene qui vous invite, comme en se moquant, a pro- fiter aussitot de cette mer d'huile et de lumiere, de ce n7i] dimanche ideal, a appareiller du cote de Fontarabie ou de Biarritz. Pourrai-je trouver une heure plus propice aux confidences, obtenir que ce silencieux presque farouche qui cache jalousement sa vie, reponde a mes questions, me raconte ses batailles, ses efforts, ses reves ? "Ne regretterez-vous pas, lui dis-je, de quitter votre cher pays basque?" "Certes si," s'ecrie-t-il, "j'y laisse le meilleur de mon ame, je voudrais m'y enraciner a jamais aussi solidement que les chenes de nos forets, y finir mes jours, je suis fier plus que de tout au monde d'etre de cette race noble, courageuse, forte, qui a maintenu intacts sa langue, ses privileges, ses usages et dont I'origine se perd dans la nuit des siecles, je sens quelque chose se dechirer en moi chaque fois que je m'eloigne de ce bourg d'Eibar, ou tous les miens ont vecu et sont venus mourir, ou notre maison ancestrale s'apergoit de si loin dans la montagne, a I'air d'une tour de guetteur. . . . Mais jenetravaille vraimentbien qu'a Segovie, la ville altiere et froide ou abondent les types qui me passionnent, les modeles qui m'inspirent. La sont mes deux ateliers. Le premier, immense, d'une tristesse et d'une majeste sans egales, la nef de San Juan de los Caballeros, une eglise romane en abandon depuis Philippe III. Je m'y cloitre tout I'automne jusqu'a ce que les premieres gelees de no- vembre me contraignent a demenager dans la Ca- nongia, la demeure seigneuriale aux murs epais et coutures de cicatrices dans laquelle naguere les redou- tables inquisiteurs jugeaient les heretiques. Des fenetres, je vois, comme au fond d'un gouffre, I'im- mense plaine de Castille que briila I'implacable soleil, qui donne I'impression a la fois d'un champ de bataille ou s'ecraserent des peuples et d'un morne paysage de la Palestine, I'abbaye en mines ou sont ensevelis des rois hero'iques, I'Eresura etroite et sinueuse que Ton prendrait pour une longue couleuvre craintive, des convents et des convents dont les cloches s'appellent, serepondent. . . . DansTundecesmoutiersd'ou jaillis- sent des quenouilles sombres de cypres, les religieuses gardent precieusement les chaussures graciles que sainte Therese jeta pour peleriner, pieds nus, par les chemins. . . . Vous imaginez-vous, mon ami, ce que c'est que de peindre en paix, lentement, librement, vo- luptueusement, dans cette atmosphere mystique, dans cette solitude absolue, dans ce silence qu'entrecoupent les carillons lointains de dix monasteres, les fanfares d'artillerie qui strident la haut derriere les murailles millenaires de I'Alcazar, la complainte lamentable d'un mendiant aveugle qui gratte a tatons sa guitare felee, 1:73:1 la chanson passionnee, raillarde, rythmee par les grelots des mules d'un charretier qui a bu un verre de trop au cabaret. . . . Celasurtout lorsqu'onachercheet reve son sujet, lorsqu'on le tient bien dans le cerveau et dans les yeux, lorscjue Ton en est tout impregne comme de I'arome d'un fruit m{ir. . . . J'ai dit a dessein reve, car je hais par-dessus tout le realisme, I'art grossier et servile de ceux qui se contentent de copier de leur mieux les etres et les choses, j'estime qu'un peintre a le droit d'arranger, de composer, d'elargir, de mettre au point le decor de nature ou s'encadrent ses personnages. . . ." II s'arrete brusquement comme etonne de son audace. Le combatif qui aiguisa son talent aux obstacles et que rien ne put faire devier de sa direction est en effet tellement timide qu'il lui serait impossible de dis- courir, d'emettre ses idees en presence seulement de trois ou quatre personnes et qu'il n'ose pas entrer dans une salle de theatre si le rideau est leve. Je lui parle alors des deux admirables tableaux qu'il exposa au dernier Salon, en meme temps que le portrait vivant et fringant de Mile Breval dans le role de Carmen et qui consacrerent sa maitrise. "Ah! mon porteur d'outres, reprend-il, cet halluci- nant et horrible nain Gregorio avec ses jambes tor- dues, ses mains enormes, son ceil mort aussi livide, aussi sinistre que le ciel d'agonie qui pesait sur les tours d' Avila ! . . . Je me suis heurte a lui pour la pre- miere fois, un soir, a Segovie, au detour d'une rue et des lors sa hideur merveilleuse m'a hante nuit et jour. . . . Croiriez-vous qu'il a au moins quarante-cinq ans ? . . . Sa biographic. . . . II commenga par garder les troupeaux dans la sierra, monstrillon de sabbat perdu au milieu des boucs et des chevres. . . . Sournois, apte a n'importe quelle besogne, complaisant et patient, de- cide a remplir de douros son bas de laine, il devint ensuite plus encore que les domestiques a tout faire le bouffon attitre des Cadets de I'academie militaire. . . . Avec ses economies, il a achete une baraque minuscule qui ressemble a quelque taupiniere et qu'entoure un jardin potager dont les choux, les raves et la haie tiendraient a I'aise dans un drap de lit. . . . Ce fut toute une affaire que de le decider a me servir de modele. , . . II s'y refusait obstinement, mefiant, hargneux, et ne consentit a venir dans mon atelier qu'a la condition formelle que nul n'en franchirait le seuil, et que nous resterions en tete a tete tant qu'il poserait, . . . Au cours des cinq semaines de veritable obsession, de cauchemar affolant, ou j'eus sans treve en face de moi ce gnome, ou il fut )mon unique compagnon et mon seul serviteur, il ne voulut jamais regarder, meme a la 1:75 3 derobee, son image. ... II est pourtant philosophe et accepte sa destinee. . . . Je me rappelle qu'un apres- midi, durant une des dernieres seances, il sauta tout a coup sur la table et, commeunpossede, dansalevito et le fandango a perdre haleine, en faisant claquer ses doigts spatuleux Tun contre I'autre et en improvisant des couplets de bouge et de corps de garde. . . . Et lorsqu'il eut grimace, braille et gambille tout son saoul, il s'exclama, satisfait de lui : 'Je suis laid, scnoi% mais ma gaiete me fera bien trouver, un jour, chaussure a mon pied !' . . . Quant amessorcieres, je les ai ramassees, une a une, dans les foires de village. ... La maigre qui file la quenouille d'un geste de Parque, au moment ou elle vendait, inquietante, pa- pelarde, a une paysanne ingenue aux tendres yeux meurtris par les larmes, des philtres d'amour et des herbes soi-disant magiques; la vieillarde renfrognee aux rondes lunettes cerclees d'etain, tandis qu'elle tirait les cartes et expliquait les songes a de credules vignerons; la mystique blafarde, jaunatre, alors qu'elle tragait de Tangle du pouce gauche des signes de grimoire le long d'une poupee de cire, avant de la coucher aux pieds d'une statue de saint Isidore; les autres parmi les pauvresses aux metiers hasardeux. . . . Elles m'assourdissaient de leurs commerages et de leurs jeremiades. . . . Parfois, elles se querel- [76] laient, s'injuriaient, s'accusaient, se reprochaient letirs vols et leurs comedies, pretes a se mordre et a se griffer, tragiques, demoniaques, pareilles a des chiennes enragees. . . . Et je ne savais comment apaiser la tempete, j'etais oblige de me jeter entre elles, de les empoigner a bras-le-corps, de les bous- culer de meme qu'un alguazil qui separe des megeres ivres. . . . Et je me demande encore par quel mi- racle je suis arrive a terminer sans encombre mon tableau, d'autant que deux au moins de ces femmes, chacun I'affirmait, avaient le mauvais oeil. . . ." "Vous n'etes done pas superstitieux?" "Je le suis excessivement et je n'etais guere a mon aise, je vous le jure, en aussi facheuse compagnie. . , ." "Et maintenant, quelle ceuvre allez-vous entre- prendre?" "Deux grandes toiles auxquelles je songe depuis des annees. . . . D'abord la Victime de la fete. Un cheval eticjue, a moitie mort, aux jambes vacillantes, aux yeux bandes d'un mouchoir jaune, aux flancs troues, d'ou pend un lourd et sanglant paquet d'entrailles, et que ramene vers la barriere ouverte de I'arene, in- different, superbe, cambre dans sa veste de velours rose pampille et brode d'argent, un picador andalou au masque neronien, et au dessus de lui, comme au bord 1:77:] d'un balcon, deux manolas en mantilles blanches, qui le provoquent d'une oeillade fanfaronne et eclatent de rire a pleines levres fardees. . . . Puis les procession- naires. . . . Un defile de pelerins dans les montagnes rousses, calcinees, de Tolede, le jour de la Resurrec- tion, des cierges, des croix, des bannieres, des pretres courbes sous le poids de leurs chapes et de leurs dal- matiques, et toute une foule enveloppee d'or fluide qui s'enfievre, qui s'exalte, en I'attente eperdue du miracle. Et Tun et I'autre de ces tableaux me vau- dront d'etre une fois de plus attaque par presque tous les critiques de Madrid, qui ne peuvent me pardonner d'etre sincere et veriste, d'avoir echappe a la conta- gion du Fortunysme. . , . Nul n'est prophete en son pays !" Le maitre a hausse les epaules, et ses prunelles s'as- sombrissent. Evoque-t-il soudain les mauvais jours d'epreuves, de douloureuse amertume, de lutte achar- nee ou les envieux et les mediocres que genait son fier effort, qui prevoyaient sa prochaine victoire, lui bar- rerent la route, firent refuser ses tableaux a 1' Exposi- tion universelle de 1900? Se rememore-t-il les articles injustes et acerbes oil d'aucuns I'accusent de ne mon- trer que les vermes et les tares de I'Espagne, lui qui continue pieusement le beau sillon que tracerent le Greco, Velazquez et Goya, ces demi-dieux? [783 Mais voici que son front hautain s'irradie et s'adou- cit, que ses bras se tendent vers deux en f ants vigou- reux et hales qui accourent de la plage avec des bonds de chevreau, conduits par leur mere, une jeune femme dont le visage charmant et spirituel rit a la vie. Et il conclut d'une voix grave qui sent le bonheur : "Ce sont eux qui m'ont aide a gagner la partie !" C79n EN EL ESTUDIO DE ZULOAGA POR EL PADRE M. GIL Reimpreso de Espaiia y America de febrero de 1909. EN EL ESTUDIO DE ZULOAGA PARA conocer el arte y admirar las obras de Igna- cio Zuloaga solo tenemos dos caminos los es- panoles : 6 acudir a las Exposiciones extranjeras, principalmente las que se celebran en Paris, 6 bien, abu- sando del artista y obligandole a quebrantar su propo- sito, sorprenderle en su estudio antes de que las obras, una vez terminadas, marchen camino de la frontera. Zuloaga pinta en Espafia, alii donde escoge los asuntos de sus cuadros, asuntos total, genuina y profunda- mente espafioles, pero no pinta para Espafia, pinta para el extranjero, que es donde tiene su mercado, sus admiradores y un acogimiento entusiasta bien difer- ente, no de la frialdad, sino de la oposicion violenta que por aqui se le ha hecho, en la que entraron en juego la emulacion, por una parte, y, por otra, la in- comprension de su arte. De no adoptar uno de los dos medios antes citados, tendremos que contentarnos con el conocimiento indi- recto del artista y sus obras, proporcionado de ciiando en cuando por las revistas y periodicos nacionales y extranjeros que frecuentemente nos hablan de los exitos de Zuloaga, resenando las obras y haciendo critica comprensiva del arte de este hombre del Norte, de este vizcaino, que, como todos los de su tierra, al decir humorista de Unamuno, tardan mucho en des- vergonzarse, pero, una vez salidos de su connatural encogimiento, son una torrentera, una catarata, para la que no hay cauce ni molde capaz de contenerla y que no salte hecho pedazos. Pero este conocimiento indirecto no satisface, no puede satisfacer a los que, antes que atenerse a juicios extrafios, se sientan con capacidad suficiente para formular por si mismos juicio de las obras artisticas. La critica es guia de comprensibilidad, un indicador de lo bueno y de lo malo y un acicate con que se espolea nuestro espiritu, naturalmente curioso; no es el termino de una fun- cion completa; el complemento viene cuando el que oye 6 lee una critica pasa luego a ejercer de critico, esto es, a examinar por si mismo y emitir juicios per- sonales sobre aquellas obras de las cuales oyo 6 leyo determinadas apreciaciones. Los espafioles nos vemos en este ultimo caso re- specto del arte de Zuloaga; no le conocemos mas que por lo que de el dicen otros, y estos son principalmente 1:84: extranjeros, como que es mas conocido y apreciado fuera que en Espana. Mas ami : es, quizas, el pintor espanol que goza de mayor renombre en el extranjero y el mas traido y llevado por los periodicos y revistas de los paises extranos. En el museo de Arte Moderno de Madrid tenemos un cuadro ultimamente adquirido, caso extraiio ; pero este cuadro, ni es de empeiio, ni representativo del arte de Zuloaga; el mismo artista lo aprecia en poco. Hasta hace unos dias no conocia yo otra obra del pintor vascongado, y confieso que toda la montana que levante sobre dicho cuadro, al formular criterio acerca del arte del pintor que lo produjo, se ha venido a tierra al verme f rente a frente de sus ultimas obras. En la V Exposicion Internacional de Barcelona, celebrada el aiio pasado, figuraron varios cuadros de Zuloaga. Los muchos amigos que en aquella capital tiene el artista le comprometieron, y quebranto su proposito, a trueque de no ser ingrato para con la ciudad de los Condes, en la que se le acoge con gene- ral simpatia y se comprende su arte. Fuera de las obras citadas, yo no tengo noticia de que en publica exposicion se haya exhibido obra suya en Espaiia durante los seis ultimos afios. Y cierta- mente, hoy ha cambiado ya mucho la opinion respecto del pintor vascongado, y creo que los oposicionistas del pincel y de la pluma, que hace algun tiempo dieron rienda suelta a la satira en el papel y en los cenaculos artisticos, se tentarian ahora las fuerzas antes de em- prender nueva canpana. Esta hoy solidamente cimen- tado el nombre de Zuloaga, se le ha enaltecido muy mucho en el extranjero, y las alabanzas que fuera se le tributan de ordinario repercutieron entre nosotros, y no es facil que la emulacion bastarda abra su boca para echar por tierra un nombre consagrado y un arte que no solo se admira ya en Espana, sino que hasta encuentra imitadores mas 6 menos pedisecuos. Pero ni este cambio verificado en la opinion, movera a Zuloaga a exhibir las obras en su patria. El se ha formado publico y mercado en el extranjero, y solo aspira a que los espanoles le dejemos en paz. En resumidas cuentas : hay que dirigirse a Segovia, donde hoy tiene su estudio, y valerse de cualquier pre- texto para inclinar el animo del pintor y trasponer el umbral del venerable santuario, de la preciosa iglesia romanica, que el y su tio, D. Daniel Zuloaga, inteli- gente ceramista, utilizan para ejecutar sus obras. La fama del artista, las criticas leidas en revistas y periodicos, principalmente extranjeros, el mismo cua- dro que forma en las salas del museo de Arte Mod- erno, habian despertado en mi espiritu una gran curiosidad, un intenso deseo de ver por mis propios r86] ojos algunas obras verdaderamente representativas del arte de Zuloaga, de juzgar por mi mismo de la verdad de las apreciaciones leidas, de rectificar al- gunos conceptos sugeridos por el examen de la obra que tenemos en Madrid. Y he aqui que la suerte nos desparo ocasion favorable, en el momento oportuno de haber acabado el artista tres de sus cuadros y tener entre manos un cuarto cuadro ; y a Segovia nos fuimos, a esa Segovia tan pintoresca, tan solemnemente bella, tan grave, tan apacible, cargada de historia, abarrotada de monumentos, risueiia y triste, aviejada y renacien- dola alrededor vida en una explosion de verdura que la aprisiona como un cinturon de esmeraldas, severa y majestuosa, con una hermosura un poco ensombrecida y mordisqueada por el gusano del tiempo, con el aire digno, meditativo y lloroso de un noble titulado que hojea sus pergaminos despues que la fortuna le nego sus favores. Segovia es como Toledo, pero como un Toledo mas pintoresco, mas jugoso, mas humedo, con esa hume- dad que mata la aridez terrosa de las piedras recalen- tadas por el sol y cubre los edificios del musgo carac- teristico de las viejas ciudades abandonadas, en el que la luz recorre toda la gama de los colores entonando una deliciosa armonia verde. Toledo tiene una aridez terrosa, desapacible, y su tristeza es como la de un melenudo poeta romantico; se siente morir sofocado por el dogal con que el Tajo le aprisiona y estruja entre acantilados de granito, sin que hasten a poner un punto de alegria en su plana tristeza, ni la riente vega, ni la carcajada femenina que, como una explosion de fantasia, como una sinfonia de lineas, como una lluvia de colores, parece resonar en el interior de sus con- strucciones exclusivamente moriscas. Vista Segovia desde la cuenca del Eresma, desde las inmediaciones del Parral, es una delicia sonada en albores de la vida, un Belen arrancado de una tabla gotica, en el que las casas mueven los pianos de sus muros con una perspectiva desequilibrada, neuras- tenica, enloquecida, y trepan anhelosas por las pen- dientes en un arranque brioso de aspiracion a las alturas. El tiempo de que disponiamos era corto ; corto, para saborear tanta belleza natural y arquitectonica ; sufi- ciente, para hacernos cargo de que el tesoro monu- mental de Segovia es enorme, y que se necesitan varios dias para admirar una por una y estudiar al detalle sus viejas construcciones. la floracion esplen- dida c[ue la arquitectura romanica cluniacense dejo en este hermoso rincon de Castilla, con lujo inusitado en semejante estilo y con caracteres locales bien de- finidos; suficiente, tambien, para respirar un poco el Z88-2 ambiente de estas viejas ciudades, de estas ciudades cargadas de historia, que, como los individuos que viven del pasado, tienen los ojos vueltos atras ; de estas viejas ciudades castellanas, a las que el influjo ances- tral retiene y amengua el impetu de vida nueva y pro- gresiva. Por ellas, como por los pueblos, como por los individuos, la vida no pasa dos veces. Su decrepi- tud espiritual no admite reaccion; es lacrimosa, silente, matadora de juventud; su tristeza senil, la que pinta en el rostro el recuerdo eternamente llorado de pasadas glorias, se la pegan al que mora en su racinto por algun tiempo y le recubren el alma de una roiia semejante a la que matizan de verde las plantas parasitas en los edificios abandonados. Y hasta al estudioso que a ellas acude para hacer oficio de de- senterrador y gozar y sufrir como el que escarba en un sepulcro glorioso, le llevan el alma insensiblemente hacia el pasado, y sin que se de cuenta — la sugestion que en el ejercen es enorme — hacen que se olvide de que hay una nueva vida que conquistar, una nueva vida que vivir. Los que ban encontrado la belleza suprema, unica, en estas viejas ciudades, en estos pueblos vetustos, llenos de arrugas, soberanamente caracterizados, no creen, no pueden creer en nuevas formas de belleza, en la laboracion de la belleza de los pueblos modernos, que algun dia sera, asi lo creo, 1:893 caracteristica y la mas trascendente. No es la soledad de estas ciudades, la soledad en que se templan los espiritus y se afilan las almas ; no es la paz espiritual de los grandes solitarios la que se goza en ellas; es paz de sepulcro, a lo mas, paz de buen burgues, paz de inactividad, sin horizontes, monotona, plana. Recorriendo al azar las calles de Segovia — mi cicerone, un pobre diablejo, un golfillo, no daba mas de si, — me encontre f rente a f rente de una hermosa iglesia romanica que tiene mutilada la torre, tapiado su bellisimo portico y ostenta a Occidente una puerta de construccion posterior, mezcla sin duda de ele- mentos de la obra primitiva y de otros de gusto ojival. Para suplir las deficiencias de mi cicerone hube de dirigirme a dos hombres que, en la plazoleta que se extiende f rente al monumento, dialogabanentresi, vuel- tos los ojos a la preciosa iglesia; y apenas oi el titulo de San Juan de los Caballeros, y me hube fijado un poco en el mas anciano, de quien recibi respuesta a mi pregunta, me parecio que aquella su fisonomia la habia visto en alguna parte, y cayendo en la cuenta pase la vista al mas joven en quien reconoci a Ignacio Zuloaga, al Zuloaga, ahora un poco trans formado, en traje de faena, que varias veces vi en el Museo del Prado, oculta su gigantesca figura en amplio capoton. 1:90: Me encontraba en presencia de las dos personas a quienes iba a ver en Segovia : D. Daniel Zuloaga y D. Ignacio Zuloaga, tio y sobrino. Exhibida la tarjeta de presentacion y hechos los saludos reglamentarios, pasamos al estudio de Ignacio. Un estudio bello en su desnudez, que ocupa el abside lateral derecho de la iglesia y la parte correspondiente del crucero. Luego pasamos al estudio de Daniel, que ocupa todo el por- tico. Y alii, una por una, fui viendo las diferentes obras de ceramica, los nuevos proyectos y ejemplares hechos con nuevos procedimientos. Oia atentamente las explicaciones de D. Daniel. D. Daniel habla con un lenguaje nervioso, exaltado; con unos ademanes fogosos, violentos. Su exaltacion espiritual delata el calor con que siente las cosas de arte. Su sobrino es mas tranquilo, menos exaltado ; de un exterior muscu- loso, gigantesco, rotundo, que no tiene filiacion con el exterior enjuto y nervioso de su tio. Sobre la puerta de entrada del estudio hay dos cuadros, en los que figuran dos yuntas, una de bueyes y otra de asnos. Habia visto antes en una de las Exposiciones madrile- nas estos dos cuadros; son obras de Juan Zuloaga, hijo de Daniel. Esta familia de los Zuloaga es una f amilia de artistas. Sus ascendientes tambien lo fueron. A la misma familia pertenecen los que en Bilbao sostie- [90 nen con prestigio y gloria una casa consagrada a la resurrecion de la antigua industria del damasquinado. Pasamos luego a ver el interior de la iglesia. En ella el ilustre ceramista tiene instalada su mufla. D. Daniel, que es el proprietario del monumento, ha derribado la boveda, abierto emparedadas ventanas, puesto a la vista antiguos y ocultos sarcofagos, picado el reboco que cubria los muros, ocultaba hermosos capiteles e impostas; y sucesivamente ira realizando nuevos tra- bajos, hasta volver a su primitivo estado el precioso monumento romanico. No basta ver la iglesia por fuera, contemplar el bellisimo portico miserablemente tapiado, para hacerse cargo del a fan que se dieron los artistas del siglo XVII en enmascarar las construc- ciones romanicas ; es necesario penetrar en su interior, oir la relacion de la obra destructora del citado siglo, contaba por D. Daniel, quien ya no solo habla con un lenguaje nervioso, alterado, sino que pone el grito en el cielo y no tiene palabras bastantes para recriminar la conducta de los arquitectos del XVII, que decla- raron guerra a un estilo cuya belleza y espiritu cris- tiano no comprendieron, juzgandolo barbaro, y que, en su saiia contra el mismo, no se contentaron las mas de las veces con deslucir los soberbios monumentos, sino que manejaban sin dolor la piqueta para mutillar hermosos capiteles y echar a tierra cuanto estorbaba [92] la realizacion de sus premeditadas trans formaciones, con las que, quitando a estos monumentos todo su caracter y su espiritu, les daban un aspecto frio e in- sustancioso. Es necesario acudir tambien a las otras iglesias romanicas de Segovia, contemplar su belli- simo aspecto externo, en el que conservan las mas de ellas su primitiva traza y hermoso colorido, y tras- poner la puerta, para encontrarse un interior enmas- carado con el cosabido reboco, tapiadas quizas hermosas arquerias y ventanas, ocultos maravillosos capiteles, y ofreciendo en su totalidad un con junto monotono, frio y huero de alma. Acabo de ver en el claustro de la catedral vieja (nuestra mas preciada joya bizantina que conserva esta monumental Sala- manca) varios nichos abiertos en los entrepafios, los cuales cobijan antiguos y preciosos sacorfagos; esos nichos, hasta hace poco tiempo, estaban tapiados. Y como en Segovia, en Salamanca y en Toledo, asi en muchas otras partes. El churriguerismo no se limito a infestar nuestras iglesias con sus producciones monstruosas, confusas, delirantes, sino que, decla- rando guerra tremenda a los monumentos primitivos, realize por toda la Peninsula obra de destruccion, y, cuando no mutilo y destruyo preciosas obras de arte, se satisfizo, y gracias, con enmascararlas. Despues de estas largas digresiones, tal vez no del 1193 D todo inoportunas, pues con ellas he querido reflejar un poco el medio en que se desarrolla el arte de los Zuloaga y le sirve de suntuoso marco, que conserva, como precioso secreto, hazanosas historias de remoto abolengo, esplendideces de oro viejo y ricas colora- ciones dulcificadas por la patina del tiempo, hora es ya de que entremos de lleno en el asunto capital de estas lineas : el arte de Ignacio Zuloaga. Uno de los cuadros es el titulado Los flagelantes. Subsiste por algunos pueblos de la Rioja y de Segovia una vieja costumbre 6 ceremonia practicada en Se- mana Santa, que consiste en disciplinarse por turno y de una manera sangrienta varies fervorosos devotos, en tanto la que de modo realista se representa al aire libre el Descendimiento de Cruz. Al efecto, una vez desclavado el Cristo, lo van lentamente bajando por medio de sogas, y mientras, uno de los disciplinantes, de rodillas proximo a la cruz, enmascarado todo el rostro con un pafio, desnudo el torso y armado el brazo con duras disciplinas, espera que la sagrada escultura le toque en la cabeza. El contacto sagrado es el signo convenido para que el flagelante de comi- enzo a la dura disciplina, cuyos golpes sobre el des- nudo cuerpo resuenan en medio del silencio religioso, en que el cura y el devoto pueblo contemplan el edifi- cante espectaculo. Al primer flagelante siguen por 1:94: turno otros, a quienes algunas veces la emulacion lleva mas lejos que el fervor. Dicen que estas escenas toman en ocasiones un caracter de verdadera carni- ceria y barbarie, gracias a los piques precedentes y emulaciones no templadas por la prudencia en los rudos disciplinantes. Ignacio Zuloaga no ha comentado, ha hecho en su cuadro una transcripcion de esta escena. El Cristo, una antigua escultura de tamano natural, desprendido de la cruz e inclinado un poco a la izquierda, oscila en los aires con temblor de carne herida y toca el suelo con los pies en el centro del lienzo. El disciplinante, de rodillas e inclinado y ocupando el primer termino, sintio hace rato en la enmascarada cabeza el sagrado contacto, y su carne, bajo la presion del latigo, chorrea sangre por el desnudo torso. En el alma gemente, contrita, de los atonitos y enmudecidos espectadores, devotas viejecitas y un sacerdote de aspecto rural que viste ornamentos sagrados, suenan los golpes con que el disciplinante hiere su descarnado cuerpo, a estragos de pecados en almas delincuentes. De la divina tragedia hecha carne se expande una nube de dolor y amargura que dibuja en los duros rostros angulos de sufrimiento, espolea los espiritus con aguda compun- cion y, saltando la nube por cima de las rudas cabezas, invade el sombrio paisaje y tifie con coloraciones de 1:95: carne torturada el lejano caserio, la verdosa pendiente de las montanas que le sirven de lecho. En segundo termino, detras y a izquierda del Cristo, descollando por encima de las cabezas de los devotos, aparece, en actitud extatica, otro disciplinante, que, ya preparado para sustituir al primero, vueltos los ojos al cielo, ofrece en humilde y fervorosa plegaria su proximo sacrificio expiatorio. Por el cuadro, del cual ya he hecho mencion, que de poco tiempo a esta parte figura en el museo de Arte Moderno de Madrid, y que era lo unico que yo conocia de Zuloaga, no pude encontrar verdaderas las afirma- ciones leidas. Se decia que Zuloaga era un pintor de almas, que pocos como el habran penetrado mas aden- tro en la comprension del alma espafiola y fijado mejor en el lienzo la contextura fisiologica y espiritual de nuestra raza; que el habia recogido la herencia de nuestros grandes maestros, Greco y Goya. A este Zuloaga espiritual y refinado, portador de algo grande que le escarbajea el espiritu y le pone en efervescencia el cerebro, no le encontraba en el cuadro del Museo. Encontraba, si, al Zuloaga que algunas veces vi recorriendo las salas del Museo del Prado; al Zuloaga musculoso, forzudo, de corpulencia gigan- tesca ; descubria en el cuadro a un pintor de libra, cuya pincelada amplia y larga comenzaba en un angulo del [96] •lienzo, y, con un vigor y una valentia extraordinarios, seguia y seguia sin solucion de continuidad, como obe- deciendo a un solo y heroico impulso del espiritu, por toda la superficie del lienzo, atandomusculos,dibujando panos, construyendo objetos, esparciendo luces y som- bras, sembrando tonalidades y dejando por todas partes gruesa y uni forme pasta de color. Yo no veia por lado alguno refinamientos ni exquisiteces en los recursos tecnicos, en el color, en la forma, ni aun en la psicologia del segoviano representado en el cuadro ; antes al contrario, alii me parecio ver estereotipados los caracteres de un pintor de alma muy poco com- pleja, sin entresijos, y mas que a un psicologo a un tecnico pense tener delante, pero un tecnico en quien el procedimiento reviste las formas menos complejas y para quien el impulso muscular lo es todo, por en- cima de cualquier sofiacion del espiritu. Frente a las ultimas obras de Zuloaga hay que pensar otra cosa, hay que convenir con las aprecia- ciones leidas y dar por muy merecido el renombre de que goza el pintor vascongado. Con el cuadro de los Flagelantcs nos vemos en presencia de una de las fases del alma espaiiola, de la fase que mas honda huella ha dejado en nuestra historia, la que mejor sintetiza la contextura espiritual de nuestra raza. Aquellos rostros de viejos y viejecitas, enjutos, ter- L97l rosos, recios, y a los que los ardores del sol y los des- gastes ocasionados por el trabajo les han convertido el musculo en arido tendon, estan endurecidos por muchos siglos de lucha ; no son representaciones indi- viduales, son la sintesis fisiologica de una raza fuerte; aquellos rostros de viejos y viejecitas, severos, ruda- mente misticos, preocupados por un pensamiento doloroso, ensombrecidos por el recuerdo de glorias -que fueron, tienen el alma triste, gimen bajo el peso ^de un ideal de siglos, no son representaciones indi- -viduales, son la sintesis de la tristeza del alma es- -paiiola. La nube cardena que desciende del Cristo, tiiie con sangre cansada el arido torso del viejo dis- • ciplinante, concentra el espiritu de los mudos especta- 'dores, les pone tristeza de la vida, y al sombrio pai- :saje viste con manto de dolor. Cielo y tierra y Ihumanos estan ligados por una misma gama angus- ftiosa y mistica, por el arioso ideal que ha constituido lia entrafia y ha hecho una sola cosa, compenetran- dolos intimamente, de historia, pueblo y tierras cas- ttellanas. Pueblo viejo, montafias viejas, ambiente triste, tonalidad sombria de un verde envejecido en los tetricos exaltados cuadros de Greco, sirven de escenario al Cristo muerto, al disciplinante exangiie y a estas clasicas viejecitas arrebujadas hasta los ojos con toscos sayales, que a diario vemos en los solitarios [98] pueblos castellanos ir silenciosas y recogidas camino de la iglesia. Zuloaga ha presentado la escena de una manera realista y descriptiva, pero sin exagerar la nota, sin mezclar en el relate el mas ligero matiz de espiritu satirico. No combate ni el ideal, ni la forma con que lo exteriorizan estas gentes humildes. Admira en ellas, y en sus costumbres y en la naturaleza que les sirve de marco, la intensidad enorme de su caracter; y porque admira esto profundamente, alponer algo de si mismo en el cuadro, no lo hace sino para exaltar y acentuar mas ese caracter, pero sin alterarlo falseando los hechos, los seres 6 los objetos. Despues que hube contemplado un rato el lienzo de Los flagelantes, Zuloaga saco de un cuarto inmediato otros dos lienzos y los coloco a derecha e izquierda del primero como formando un triptico. Los tres son de igual altura ; el central es muy ancho y los laterales muy estrechos. iQue representan los dos lienzos laterales ? Si lo que he dicho del cuadro central tuviera que repetirlo ahora enlazandolo con los laterales, me veria precisado a rectificar, porque aquel espiritu satirico, aquel combate al ideal secular de nuestro pueblo, aquella acusacion de fanatismo que tan pronto se viene hoy a la imaginacion en presencia de una escena como la representada en Los flagelantes, [99] aquello, en fin, que no encontre en el examen de este cuadro aislado, salta ahora de los cuadros laterales, y animado por un pensamiento que tiene algo de dia- bolico, arroja una carcajada mefistofelica sobre el central. Esa irrespetuosa carcajada mefistofelica pro- fana la escena de los flagelantes, ya que esta tiene el espiritu religioso que no puede menos de tener, es- piritu de ingenuidad y rudeza campesinas. El enlace de los cuadros laterales con el central no se verifica por la naturaleza de los asuntos, diametralmente di- versos en el panneau central y laterales, sino por res- ponder a dos extremos del alma espanola. Su unidad radica, pues, en la representacion del alma de nuestra raza. El panneau central representa la tristeza del alma espafiola; los laterales su alegria, personificada en un torero y una manola. El torero viste un verde traje de luces y se destaca sobre fondo tambien verde, de la misma tonalidad que el traje; su estatura es elevada, su constitucion fina, nerviosa ; sangre hidalga corre por sus venas, y, extrana coincidencia, en sus pupilas tiembla un ligero matiz de tristeza ancestral, y por su rostro corre un velo de sombra. Esta visto : cada espafiol pasea dentro del cuerpo la tristeza del alma de don Quijote, y quien sabe si subiendo en la genealogia del torero encontrariamos su entronque con algun titulo tronado, para que, al fin, se verifique que su vida, lo mismo que la cle la generalidad de los espanoles, no se reduce mas que al eterno recuerdo de un pasado que no vuelve, y de una historia que no se repite, y que el fondo basico del alma de nuestra raza no es otro que el constituido por una inquietud es- piritual, por una tristeza atavica extrana a la alegria, Sana, fuerte, constitucional — si es que esta existe — , conocedora solo de alegrias a flor de espiritu ! La manola que figura en el otro lienzo lateral es castiza con cuerpo y alma de raza, sin que se note en ella sintoma alguno de degeneracion. Verde como el del torero es su vestido, excepcion hecha de la clasica mantilla negra que la cubre la cabeza y sombrea los hombros. La hermosa y arrogante figura de la rego- cijada manola se destaca sobre un fondo verde como su vestido. Al ver reunidos estos tres cuadros formando a modo de un triptico, y previendo los comentarios a que ha de dar lugar en los criticos cuando vean este chocante y extraiio conjunto, digno de un humorista a lo Bosch, en el que un torero en traje de luces y una manola en disposicion de ocupar un palco en la plaza de toros sirven de guardacantones a una escena devota, y sobre devota sangrienta, me volvi a Zuloaga y le expuse mis temores : "En Espana, diran, no hay mas que eso : toreros y fanaticos; barbaros que martirizan los ani- males y que con igual crueldad desgarran la propia carne." El maestro contesto, diciendo que su intencion era exhibir en el extranjero juntos los tres cuadros, pero no en forma de triptico, unidos por un solo marco, sino cada uno con su marco respectivo ; que los asun- tos de estos cuadros son hechos reales que el admira y no se cansa de estudiarlos y contemplarlos por su singularidad, por su profundo caracter, honda trascen- dencia y significacion, y porque en ellos ve el retrato intensivo y fuerte de un alma, del alma castellana, aun no contaminada por la influencia allanadora y mistificante de la vida moderna. Y en efecto, los cuadros estan pintados con admira- cion y amor de estos clasicos asuntos, sin intento de ataque a nuestros viejos ideales; el ataque se encar- garan de hacerlo otros, el artista se limita a exponer los asuntos : y si de la union de cosas tan opuestas como toreros y flagelantes surge algo que choca y que parece irrespetuoso para la devota escena, eso no entra en la intencion del pintor, embargado por la idea de dar, mediante la union de los mismos, un reflejo mas intensivo del alma de la raza. Y tanto ama Zuloaga a la Espafia clasica, cuanto es indiferente para su espi- ritu de artista la Espaiia cosmopolita. Nuestras modernas ciudades, nuestros hombres y mujeres mo- [I02] dernos, nuestras costumbres, nuestros trajes modernos, importados del extranjero, le son indiferentes, no tienen, a su juicio, caracter; son iguales en Madrid, en Barcelona, en San Sebastian, que en Paris, en Londres, en Nueva York ; mejor dicho, son una copia de las ciudades, de las modas y costumbres de los paises civilizados. Por eso, porque ama todo lo espa- iiol clasico, pasa la mayor parte del aiio, mientras dura su trabajo artistico, en las viejas ciudades castellanas, en aquella Segovia tan vieja, tan caracteristica, en los pueblos rurales, vetustos, no contaminados por la civilizacion moderna, y en ellos busca los viejos asun- tos de sus cuadros, la vision un poco sombria de la Espana antigua ; estas almas tristes, estos rostros adustos, estos cuerpos rugosos, fuertes, animados por un recuerdo de pasada grandeza, cansados por los anos, por el agotador trabajo agricola, pero recios y solemnes como hidalgos empobrecidos ; estos diminu- tos caserios ruinosos, con humedos boquetes de sepul- tura, roidos por el tiempo ; estas serenas llanuras castellanas, y la humilde y cansada montaiia a lo lejos, negra, sombria, verdegueante de roiia y de vejez. Para Zuloaga, que tiene el sentido artistico vuelto hacia la Espana clasica, indudablemente bellisima y atestada de asuntos dignos del pincel ; para el arqueo- logo que ama lo antiguo por su antigiiedad, estas Dos] cosas, no solo debieran tratarse con respeto y ser con- servadas, sino tambien perpetuarse, reproducirse eter- namente, asi en su fondo como en su forma, en su sustantividad como en sus modalidades. Para aquellos que sienten amor fanatico por lo ultra-moderno, y que se producen a impulsos de una accion tan arrolladora como sus ideas radicales, todas estas cosas debieran ir juntas al osario comun, desapa- recer totalmente en su sustantividad y en sus modali- dades. Ellos quisieran raer de nuestra alma espafiola, asi las manifestaciones consuetudinarias de su viejo ideal, como este mismo ideal, determinadas formas de exteriorizacion, producto de la adaptabilidad del espi- ritu religioso, y este mismo espiritu religioso ; lo que es puramente circunstancial, contingente, y lo que esta, por decirlo asi, consustancializado con nuestro espi- ritu. Ellos quisieran un alma nueva, una raza nueva, una tierra nueva, sin precedente genealogico, sin his- toria, sin enlace con el pasado, sin logica consigo mismas. Pero esta nuestra alma, esta nuestra raza y esta nuestra tierra, que ban sido las engendradoras de nuestro pasado, deben serlo del presente, y lo seran de nuestro futuro. Pretender que los factores constitu- tivos del con junto armonico llamado patria den como producto una vida nueva, totalmente desligada de la vida pasada, es pretender que raza y tierra espafiolas no sean en todo tiempo iguales a si mismas, que los productos de un mismo e identico origen no tengan entre si algim lazo de parentesco. Los que no nos sentimos con espiritu de arqueologos para consagrar la vida a escarbajear en los sepulcros ; los que no nos dedicamos al oficio de planideras de un pasado que no volvera, porque no debe volver, y por el cual no suspiramos como viejos de espiritu senta- dos a la vera del camino que conduce al cementerio; los que no padecemos de ultra-conservadurismo y tenemos suficiente y serena fe en un futuro que se nos entra por las puertas, porque debe entrar, y a pura f uerza, porque le negamos el derecho . de entrada, deseamos para muchas, para muchisimas de estas cosas viejas, respeto, archivos, museos artificiales 6 naturales, haciendo de ellas coto redondo, accesible para el artista, para el estudioso, para el turista, y las amamos para aprender en ellas y para deleite de nuestro espiritu en la contemplacion de su indudable belleza. Creemos en la perdurabilidad de las sustan- tividades, pero no creemos en la permanencia e inmu- tabilidad de sus manifestaciones; tenemos fe en el alma espanola, en el genio de nuestra raza, pero no deseamos que su actividad se manifieste en todo tiempo con identicos frutos; se goza nuestro espiritu en la contemplacion de estas nuestras ciudades histo- ricas, de estos nuestros pueblos vetustps, de estos nuestros tipicos y seculares vestidos, de estas nuestras venerandas y patriarcales costumbres, pero no se deleita menos asistiendo a la laboracion de la belleza, que sera caracteristica y trascendente de las ciudades, pueblos y costumbres modernos, porque la trascen- dentalidad de la belleza futura, hoy en formacion, respondera a la suma de energias aportadas por todos los paises civilizados. i Con que derecho concedemos la facultad de crear belleza en todo a nuestros ante- pasados y se la negamos a los modernos ? i Es que hoy no encontramos lo tipico, lo caracteristico, lo bello, en lo nuevo ? i Como hemos de encontrar el caracter y la plenitud de la humana belleza en un recien nacido ? i Es acaso que cosas tan sustantivas, tan perdurables, tan prolificas como verdad y belleza estan condenadas a tener siempre y en todos los tiem- pos Unas e identicas manifestaciones, unas e identicas f ormas ? i Es, por ventura, que la bondad de las modalidades con que hoy se manifiestan belleza y ver- dad, hemos de medirla, no solo por el parentesco, sino por la identidad que tengan esas modalidades con las que f ueron privativas de los tiempos pasados ? Amamos nuestro ideal cristiano, le juzgamos con- sustancializado con el alma de nuestra raza, creemos es nota esencial del espiritu catolico su adaptabilidad, e iiimenso el tesoro de sus recursos para subvenir a todas las necesidades y exigencias de la vida; pero nuestro conservadurismo tradicional y formalista re- tiene y amengua las supremas energias, el infinito poder creador de ese espiritu catolico, eminentemente plastico, siempre antiguo y siempre nuevo, capaz de manifestarse en todos tiempos con una riqueza varia- disima de acciones, de formas nuevas, de bellezas ina- gotables. Cuando el espiritu se pierde, se declina en lo oficinesco, en lo rutinario ; se le hace consistir solo en la perdurabilidad de sus manifestaciones antiguas, de sus modalidades consuetudinarias, circunstanciales y transitorias. Hemos encerrado el espiritu cristiano en un pequeno circulo de accion, hemos empobrecido su energica vitalidad, limitando nuestra labor en la vida a ejercer de plaiiideras al pie de las ruinas de un pasado irredimible, cuando no malgastamos las fuer- zas en disputas domesticas y pequeiieces de partido que, en ultimo termino, por su insignificancia, se re- ducen a murmuraciones de comadres. Asistimos acobardados al desarrollo de la actividad vertiginosa, enloquecida, del alma moderna, y asistimos a este gigantesco espectaculo de inquietud, de desasosiego, de suprema aspiracion de conquista, con las manos cruzadas, con el ademan dendefioso, con la censura en los labios, cuando nosotros. si es que en nuestro espi- Do; 3 ritu mora el espiritu del cristianismo, debieramos ser los primeros, los mas activos, los mas modernos : que el espiritu de Dios es espiritu creador y es espiritu siempre nuevo. Tomamos una pequefia parte en la ^gran lucha, pero ni esta la tomamos por impulso pro- pio y necesidad del espiritu que nos anima; vamos a ella a pura fuerza, empujados, arrastrados por la ola de la vida. De ahi resulta que en nuestros amores encontramos nuestra perdicion; que ese pasado, al cual solo debieramos mirar con veneracion, con ojos de artistas y de estudiosos, se desmorona por ley natu- ral de la historia, y le vemos desaparecer paulatina- mente, sin que, en cambio, principie a alborear un futuro esplendoroso para esta nuestra alma cristiana cansada y empobrecida. Zuloaga ve todas estas manifestaciones clasicas del alma espafiola con ojos de artista, y las ama como todos debemos amarlas, por su enorme caracter y por su belleza. Lo moderno le es indiferente como asunto pictorico. Estima como se merecen los meritos de los pintores que consagran sus talentos a proseguir la tendencia impresionista en sus diversas ramificacio- nes : luminismo, puntillismo, divisionismo ; pero no se siente entusiasmado para ir por semejantes caminos. La naturaleza no tiene para el poder sugestivo, como simple y primordial objeto de vision ocular en lo que tiene aquella de color, liiz y forma. Tan vehemente- mente se siente artista antes que pintor, que en el campo del arte, aqui y en el extranjero, se ha prensen- tado como un revolucionario ; en punto 6 forma, como un anti neoclasico y anti-academico ; en punto a luz y colores, como un enemigo de toda la moderna ten- dencia, iniciada por los pintores de Barbigon y con- tinuada por otros hasta el presente ; y en punto a ideal, el tiene su ideal, al cual sacrifica y somete todo lo que en arte significa medios expresivos : procedimientos, luz, color, forma. Esta manera de producirse no entra en la corriente pictorica actual, pero no por eso deja de estar en conformidad con las teorias esteticas modernas. De cincuenta anos a esta parte, todo lo que los pin- tores han trabajado en sentido moderno lo han hecho en favor del procedimiento, en provecho de los ele- mentos expresivos, principalmente los relacionados con el estudio de la luz y de los colores. Se ha traba- jado en la formacion de un riquisimo lenguaje picto- rico ; pero el arte no ha hablado ni nos ha dicho nada ; el lenguaje se ha convertido en fin del arte ; la idea ha emudecido; manana, cuando la idea nueva hable ten- dra a su disposicion un riquisimo lexico. Zuloaga no ha aportado nada a esta tendencia moderna : es mas, su arte al lado de dicha tendencia marca un retroceso, 6 a lo menos un estancamiento, no con relacion al artista, sine con relacion a la marcha progresiva del arte general. Y ese retroceso, que seria vituperable si fuera colectivo 6 tuviera a servicio una gran parte de los pintores, no lo es por ser individual y estar rela- cionado con el arte, en si mismo verdaderamente pro- fundo, intensivo y fuerte de un temperamento tan vigoroso como el de Zuloaga. Si la actitud revolu- cionaria en que el pintor vascongado se ha colocado, si el poder sugestivo que ejerce con sus obras en el mero espectador, lo ejerciera con igual intensidad en el pincel de los artistas, entonces su arte seria real- mente funesto. Yo auguro que no lo ejercera. Los pocos pintores espanoles que le imitan (y no hablo de los extranjeros porque no los conozco) no dan pie con bola, no salen de la categoria de pedisecuos. Y es que se necesita haber nacido, como Zuloaga, con el espiritu predispuesto para escarbar en los entresijos de la vieja alma espafiola, y para verificar esto puede el artista desentenderse, hacerse un poco al lado de la corriente moderna, no echar mano del inmenso tesoro de elementos expresivos conquistados ultimamente; pero la masa, el nucleo importante y necesario de ar- tistas va e ira siempre y trabajara en aumentar esa corriente moderna significada hoy por el perfecciona- miento del lenguaje pictorico, del que la generacion futiira de pintores se servira manana, cuanclo suene la hora, para llevar de una manera grafica a las concien- cias de los pueblos el ideal de belleza que se esta elaborando. Consistiendo el ideal de Zuloaga en lo que llevamos indicado, y siendo este principalmente psicologico, no hay para que decir que el arte de este pintor se enlaza mas intimamente con el arte de nuestros grandes maestros — principalmente con Greco y Goya, para los que tiene fervorosos entusiasmos, — que con el arte moderno. Y consecuentemente, en sus cuadros no hemos de buscar meras transcripciones de la natura- leza, ni exquisiteces de novisimos procedimientos, sino mas bien el alma, la psicologia especial y caracteristica de los seres, de los objetos y de la naturaleza que entren a formar en las obras que lleva a cabo. Estu- dios del plein air, la traduccion fiel y exacta del natu- ral, con todos los cambiantes de luz y colores en un momento determinado, no son, no pueden ser para Zuloaga el fin ultimo de un cuadro. Asi tenemos que el paisaje que sirve de fondo a sus cuadros esta, si, atentamente observado y penetrado hasta la entraiia, pero no copiado con fidelidad. Zuloaga lo pinta muchas veces de memoria, y lo modifica y combina segun le convenga para exaltar mas y mas la idea dominante en la obra. Las escenas representadas en sns cuadros, aim ciiando se verifiquen al aire libre, no las pinta al aire libre ; coloca los modelos en el estudio, y alii los pinta, cosa que a los artistas consecuentes con las teorias modernas les sonara a herejia. Cuando fui a visitarle lo encontre teniendo entre manos una obra bastante adelantada, cuyo fondo esta constituido por un trozo de paisaje castellano, magistralmente hecho y sentido hondamente : tres figuras colocadas en primer termino forman el asunto; dos de ellas estaban solo dibujadas ; la tercera era sobre la que en aquel instante trabajaba dandole la ultima mano. La escena pasa al aire libre, y, no obstante, en el estudio tenia el modelo vivo, un monstruo humano, una resu- rreccion del Sebastian Morra, aquel famoso bufon pintado por Velazquez, y alii no habia aditamento alguno que sirviera de fondo al modelo y que recor- dara algo la tonalidad que en el natural tienen las montafias que forman los lejos del cuadro ; el modelo no tenia otra mise en scene que el muro escueto del estudio. No — me decia Zuloaga, — ni Velazquez ni Tiziano pintaron del natural los paisajes que sirven de fondo a sus cuadros. Personas, objetos y paisajes, en las obras de Zuloaga, tienen una trascendencia mas grande que la que tienen en la realidad como simples motivos de impresion . fisiologica, y no nos basta el estudio de lo que en la naturaleza sirve de objeto unicamente a la vision ocu- lar, para comprender la trascendencia y significado de las obras de Zuloaga; necesitamos penetrar en el fondo, en la entraiia, en la contextura psicologica de estos pueblos, de estos individuos representativos de nuestra raza, porque ese su fondo, esa psicologia pecu- liar de la Espafia clasica es lo que ante todo, y casi podriamos decir que exclusivamente, se nos da en los cuadros de Zuloaga con una fuerza enorme, con una intensidad que recuerda los cuadros del gran Greco e invita a afiliar al pintor vascongado con el genial pin- tor de Toledo. El fin del arte es expresar ideas y sentimientos medi- ante los diversos medios expresivos peculiares de cada arte. He aqui por que el grupo numeroso de artistas que sigue la corriente pictorica moderna, la cual, hoy por hoy, consagra, como ya hemos dicho, todos sus esfuer- zos a perfeccionar los elementos expresivos, produce un arte incompleto, en tanto que Zuloaga produce un arte completo, aun cuando eche mano de pocos ele- mentos expresivos de ultima novedad. Para el pintor vascongado, el punto capital es vaciar en el cuadro toda su vision interior de las cosas, y que cada una de sus obras contenga la mayor cantidad posible de senti- miento. En esta su teoria no entran para nada, son un obstaculo, academismos, neoclasicismos y hasta cla- sicismos, en cuanto estos significan normalidad, equili- brio, sensatez, correccion, todo ello sinoninio de frialdad. La teoria de Zuloaga podria reducirse a la formula siguiente : "Dadme una obra verdaderamente sentida, la cual me produzca una impresion que llegue hasta el fondo de mi alma, y despues habladme de todas sus incorrecciones, de sus dislocamientos, de los mayores disparates que tenga ; para mi sera una obra de arte." Habiendome llamado la atencion un desdi- bujo que note en la figura del torero, por tener este marcadamente descentralizada la cadera, lo que origi- naba una posicion inverosimil y dislocada en la pierna derecha, se lo hice observar al maestro, suponiendo desde luego que lo habia hecho asi intencionadamente. Zuloaga confirmo mi suposicion, me hablo de su horror a lo normal y equilibrado en arte, de su indife- rencia por lo correcto. Yo — dijo — me siento muy capaz de hacer dibujos tan perfectos y acabados como los de Durero 6 los de Holbein ; pero dibujos asi hablarian muy bien en favor de mi habilidad, mas no harian sentir fuertemente al que los viera. Todo ese genero de perfecciones es bueno para que los artistas nos desvivamos por conseguirlo al principio de nues- tra carrera. A seguida me mostro, comocomproba- cion de lo dicho, varias antiguas esculturas de la epoca romanica, incorrectas hasta mas no poder y en las que n"43 el procedimiento tecnico es rudimentario y barbaro, pero haciendome notar la expresion que tienen de profundo sentimiento religioso, que es el que las coloca en la categoria de verdaderas obras de arte. Asimismo me mostro una coleccion de fotografias de Cristos, en la que figuran los mas primitives y rudi- mentarios tecnicamente considerados, los mas pasio- nales y romanticos, los mas equilibrados y correctos, hasta llegar a los de Murillo y Velazquez. Y en efecto, la honda y punzante impresion de sentimiento va deca- yendo a medida que nos acercamos al de Velazquez, todo equilibrio, normalidad, justeza, correccion, es decir, frialdad academica. Lo clasico, i es por ventura f rio ? Lo clasico, l es lo normal? La escultura helenica, ino es una sublima- cion del ideal de la forma ? Toda sublimacion supone no un estado normal, ordinario, del espiritu, sino una exaltacion espiritual, un fuego interior y pasional. Lo clasico, pues, no es lo f rio ; lo es, si, lo correcto. Ultima noticia respecto de los cuadros de Ignacio Zuloaga, que ban dado base para este largo razona- miento artistico. D. Daniel Zuloaga me participa, por tar j eta, que Ignacio ha marchado a Paris con sus cuadros, y que estos los manda a Nueva York. C'-s] /, jL WAR 18 190t LB S '10