PRONUNCIADO •ill* a m 9^§$ %:^^^9^'^^^ EN LA SOLEMNE DISTRIBUCIO]!T DEPREMIOS DELGoLEGIODE •e Cartago (Costa-Rica.) El 2 DE DlClEMBUE 1883« iafl:E'3»3BiTX-(au "ncA a:;iQ,xrsa?E»^' vn ^SOOAl *4 J<; 43 .■•) *> pronunciado por el Reverendo Padre Nicolas Caceres en la solemne distribucion de premios del Colegio de San Luis Gonzaga de Cartago [Costa-RicaJ el 2 de Diciembre de 1883. Ilmo. Senor: . Senores: Al dirigiros una vez mas la palabra en dia tan solemne como eate de la Distribiioion de premios, abrigo una dulce confianza, que no es poca parte para el ^xito de mi tarea: s^ que me dispennais una atencion tan ben^vola como generosa, rlebido priricipalmente A la comunidad de ideas que iios liga en puiito a adacacion. — Por que uo lo dudo: voaotros todos ■ cuantos honrais con vuestra presencia eate salon, pensaii^ lo raismo que yo, penaais lo mismo que mis comprofesores, en esta cuestion de vital importancia, la de formar la juventud. — - Prueba de ello iae la dan ho solo vuestras palabras, sin6 mas todavia vuestros heclios: la confianza con que nos honrastei* aquei dia en qu©, desgarrando talvez vuestro coraz6n con lie- roico sacrificio, pusisteis en nuestras manos la suerte de rues- tros queridos bijos, comprometiendo 6. la par que nuestra con- " ciencia nuestro coraz6n con dep6sito tan inestimable. |,Qu^ Bftds? — La perfecta inteligencia, las cordiales relaciones que hemes mantenido hasta hoy con I'os padres de familia, nos de- "muestran, no dird que estan plen^mente satisiechos del resul- tado de nuestros esfuerzos, pero si que estiin de acuerdo con nuestro plan de educacion, sostenido ya por espacio de ocho anos en este Institute Provincial jOli! y cuanta sati&facci6n nos inspira el convencimi<3nto de que en Costa-Rica no me- drard nunca una ensenanza atea, de que aqul la sociedad en- tera quiere y apoya una ensenanza cristiana, una educaci6n francamente religiosa! Creo pues, fcJenores, que al expresar mis pensamientos en esta ocasion no hago mas que interpretar k»s vuestros. En esto fundo la confianza con que hablo ante vosotros-^-Pero iqu^ voy k deciros que tenga algi'm interns especial en relacion con la solemnidad de este dia? No tardar^ en manifestdroslo. Se recompensa hoy aqui la aplicaci6n, el tral.ajo, el apro. vechamiento; po-o antes que todo se aplaude j corona la vir- tud. Y ^sabeis cu41 es la virtud que debe caracterizar a un joyen?— Pues no es'otra, k mi humiide juicio, sino la modera- cidn. — Y esta es al mismo tiempo el mas precioso fruto de una educaci6n sabiamente dirigida. Tambien en esto me lisonjeo estar de acuerdo con vo- sotros. En efecto, la moderacion, si bien se considera, es la dote moral mas importante para la juventud, ya por que elia signi- fica, eii^ el orden de las costumbres, el dominio de si misma la represion 6 direccion de todas las pasiones, la discrecion aten- ta al cumplimiento de todos los deberes; ya tambien por que, en el orden de la instruccion, es una luz y una guia im- portantisima.— Tal es el pensamiento que quisiera hoy iiicul- car en el ^nimo de los j6venes que me escuchan, para que, ligado al recuerdo imperecedero de este dia, llevaran el pro- prop6sito de campeiir en medio de la sociedad por esa noble rirtud de la moderaci6n. — Al efecto yo os suplico, amadosj6- venes, me concedais vuestra atencion por algunos momentos. — 6- |,Qui^n }3uede negar el atractivo irresistible que ejerce soJbre cuar.to la rodea una persona moderada? |qui^n no sien - te los encantos de esa virtud que compone j modera las accio- nes, las palabras y htsta el cuvso de los pensamientos de un hombre? — Ella no es una sola virtud, sin 6 un bello y armo- nioso conjunto de virtudes. — Es una guirnalda de esquisitas flo.res destinada a brilar en las sienes de un joven. — Su habito constituje unacompleta educacion, por que es el iniperio de la razon en lodo el ser humano, es el orden imperando en todas sus facultades. — |,Que otra cosa es moderar, segiin la ex- presi6n originai, sin6 recfir y gobernarl — Por manera que don- de bay moderacion, hay gobierno; y una persona moderada vale tanto como un espiritu y un cuerpo sabiamente gober- nados. — Es pues la moderacion una corona mas rica que esas de oro y de diamantes con que se envanecen los reyes dela ■ tierra. — Moderar, segun la fuerza etimol6gica de esta palabra, es dar modn, imponer una forma, la forma mas convenitjute al objeto moderado; pero como sueede que lia}- objetos que pre- sentan una viva resistencia a la imposici6n de esa forma, cua- les son, por ejemplo, las viciosas tendencias del ser libre. d(^ ah( es que la moderacion no consigue su objeto, sin6 ejer- ciendo una suerte de violencia, un imperio s; mejante al del hombre superior que domina a una turba aniotinada. d al de un agente fisico bastante poderoso para calmar 6 refrenar un movimiento desbordado. — Es pu^'S, la moderacion, no, solo una corona de oro, como la de los Monarcas, sin6 una corona de laureies conquistada por un ht^roe en el campo glo- rioso de la lacha. — Pero {do qu^ lucha! de la lucha moral me- nos sangrienta si, pero m;1s terri'de que todies las luchas ma- teriales. — Es en todo rigoi lo que se llama una virtud. Y jquc — 6— virtud tan bella! Lo hemoa diclio ya, es toda una armonia, un concierto moral de tanto precio, que a veces raya en lo sublime. — Estudiemosla en sii esencia, siguiendo el Juminoso pensamiento de Santo Tomas Es la moderacion una especie de Teraplanza, y esta gran virtud, eJH sobre que giran tantas otras virtudes heriiK^sisimas, puede decirse condici6n general de rectitud para todas las acciones y pasiones humanas.— Sin Templanza no hay virtud, por que sin ella liabria necesariamente exceso, y, como afii-ma el comun sentir, todo exoeso es vicio y la virtud esta en el medio. — Pero liay una virtud especial, y es la que hoy atrad con predileccion nuestras miradas, hay una joya mas brillanre entre todas esas joyas morales destinadas alajuventud, yes la que he designado con el nombre de modoracidn.- — No sd d cual de las virtudes especiales del grupo de la Templanza pudiera equipararse exactamente, si a la humildad, si 4 la modestia, porque segun Cicerun; al gdnero de la Templanza pertenecen, no solo la sobriedad y la continencia, sin6 tambidn el rubor, la compostura y hasta la clemencia y mansedumbre.- — La her- mosa virtud de que tratamos incluye gran parte de estos actos y atin la feliz disposicidn para ejercer otros analogos. — La mo- deracion resplandece en las palabras oportunas, afables, co- medidas: es io opue&to, todo lo opuesto '^ la jactancia, a la pe- danteria, al charlatanismo. — ^Ella preside con discreta cordu- ra ^ las acciones y movimientos externos, arregMndolos todos a las leyes de la severa dignidad, de la cortesania y.el decoro. ■ — Ella extiende su imperio saludable hasta la esfera de los movimientos interiores del animo, refrenando los fmpitus de- masiado ardientes, ordenando los sentimientos del coraz6n y encauzando hdbilmente las pasiones. — -Tal es, Seflores, la mo- deracion de que os hablo, esa flor de esquisitn perfume que vo- sotros estais acosturabrados k contemplar mil veces en derre- —7— - doi* vuestro, esa flor que forma las mds pura:^ delicias de una sociedad distinguida. ^.Quidn no kdmira esa dote nobilisima? ^Quien no goza con el trato de una persona moderada? |Qui^n no ae siente f'eliz en el seno de una sociedad . donde reina, al lado de una franca confianza,'la moderacion! Que nadie crea que el cuadro que aspiro 4 bosquejar es el de una virtud posti/a, si- mulada 6 gazmona, de sembiante adusto y contraheclio por la lupocresfa:-'nada de t-so— La modoraci6n se da la mano con la iovialidad, y es hermana de la cordial franqueza.— Por que un liombre no pierda jam's el seilorio de si mismo, no por eso deja de ser franco, y liasta jovial, festivo y llano, cuando el caso lo requiere, que tanto puede pecarse contra la Templan- za. segun los moralistas, por defecto de sensibilidad, como por exceso en el placer. -^-No; la verdadera moderacion, por mas que sea una virtud. una conquista de caracteres esforzados, no tiene nada ella mi>:nia de forzado ni violento; y esto nace de que no es una mera composicion exterior del gesto y las palabras, sino que se extiende, como hemos advertido, liasta el concierto de los movimientos interiores. — De la interior com- postuva se desprende, como unfruto natural y sazonado, al ex- terior arreglo de palabras y modales. Tal es rep'to la moderacion; y este bosquejo aponas deli- neado me parece bastante para despeitar en los j6venes el am.or k esa virtud esencialmente social, como Uamada a formar en .gran parti. las delicias de la liumma sociedad. — Permitid me, Setiores, que diga sin rebozo lo que al llegar aqui me ocurre. ;No es verdad que algunas voces la sociedad fastidia, asfixian el alma las grandes reaniones, las ciudades se hacen insoportubles y se eclia inenos con pesar la tranquila dulzura deLliogar domc'stico 6 el aura apacible de los caniposl — Y es- to t^'Xtr qiidf iPor que sino por la fa ta,. frecuente en esos ca- SOS de moderaci6n?— Un aire descompuesto y rep^lente, im semblante diiro y altanero, en que al primer golpe se revela el interior turbulento de im liombre, presa de violyntas y desar're- gladas pasiones, im trato descomedido ^ irrespetiioso, la aiiseri- cia de civilidad en muchos individaos, sea per natural rustk-i- dad 6 por x)lvido lamentable, y, lo que es mas ^repuguante to- davia, por desprecio sistemtUico de las reglas mas tribiales de la urbanidad joh! todo eso, no me negareis, contribuye a mirar con desamor la sociedad, -k preferir las duh/uras del retiro 4 la desapacible agitacion de Ihs ciudades. |Y es iastima grande y gran contrasentido, el no liallar siempre civilidad donde no debiera faltar nunca, en las ciudades!. — Esc es el resultado del olvido de la moderacibn!.— Oficio es de esta virtud esme- rarse en dar el Ueno, si 4 todos los dwberes, con especialidad a {\ los que respetan a la vida exterior, 4 la vida publica, a los deberes sociales. — La moderaei6n envuelve una esmerada ur- banidad. Y la urbanidad es el cumplimiento de nuestras obligaciones como miembros de la sociedad en que vivimos. — Distlnguese el hombre moderado por la delicadeza con que trata tms iguales, por la atencion que presta 4 sus inferiores, por la respetuosa actitud que guarda delante de sus mayores.-- El hombre moderado reconoce la superioridad, y gusta de aca- tarla. Es el tipo de la civilidad, es lo que suele lllamarse una persona bien educada. i . j. -rr Y heme aqui en el punto capital de mi discurso. He - asentado que la moderation es el fruto mas apreciable ^ de la educacicjn.— En efecto, |de que servirian sin ella los mas bri- llantes resultados?— Cuando el sentido comun, expresado por la voz de todos los idiomas identifica estos dos tdrmuios, mo- deraci6n y buena crianza |,qui^n puede dudar de que no existe la una sin la otral— Podemos pues afirmar que donde falta la moderacion, todo el trabajo de la .educaci6n est4. perdido.— -■- -..--:9 — Habrase formado (i costa de muclios aflos de estndio y de co- leo-io iin joven ilnstrado, muy lleno de conocimientos, y mds lleno todavia de si mismo. — Pero |,se habr^ educado 4 urihom- bre en el sentido real de la palabra?— El lenguaje comun di- dicequeno. — Ese joven cuyo taler.to nadie iiiega, cuya va- riada instrucci6n reconocen todos siii dificultad, no se llamard ])ien educado, en coiicepto de las gentes sensatas, mientras no lo acredite por la moderacion. — No hay prenda que asi frran- jee las simpatfas y el aprecio universal. — En gracia de la mo- deracif'in se toleran y atenuan a las veces graves faltas que, sin ellrt, prestarian materia d la sensura y pAbulo al desprecio, — Pero no, la modernc'^n es tan bella, tiene tales atrnctivos, que seduce al entendimiento y arrastra en pos de si la vokm- tad. — Y ya se sabe que bajo el velo de bi fascinacion todos los defectos desiTparecen, no se ve mas de lo que agrada. jAdrai- rable ]')resti!no, cl de 'sa virtujd encantadora! Entendedlo, pii^'s. bien, amados j6venes: os va en ello vuesti-o porvenir. — Lo que la sociedad mAs estima, no discuto ya si coil razon 6 siivella, es un porte distinguido, una con-, ducta llcna de civilid-'d, en suma lo que be llamado la mode- racion. Si esta OS ha captado ya la estima de vuestros Pro- fesorcf^ y elrespeto j la benevolencia de vuestros condisci|)U- los dentro del colegio, ella os liara tambien conquigtar un piiestode honor en la sociedad en que vais k ontrar muy pron- to, acaso demasiado pronto. — Tened en cuenta las per-sonas que OS rodean y tambien las que de lejos os miran: estudiad vuestras palabras y vuestros m/is leves movimientos, no sea (pie cbocando desde luego con ideas respetables y prevencio- nes le'iitimas, deis en el escollo de la desevStima desde el nouKM to inismo de emprender vuestra ruta por los mares ig- ;otc!S de la vi'ln. — Mirad en derredor vuestro jay! a tantos ii jiiievies la cdad ju\enil lanzo imprudentcs por las sendas de 1« Miiein()e'"ancia \ delorfi-ullo! Y Curtipleine daros con tanta insistencia estos conseios ^ por Guanto habrnis de lucliar con serias dificultades para en- trar resueltamente y manteneros en el camino deJa modera- ci5n. — Dificultades ha de ofreceros el mal ejemplo de otros j6- venes no sierapre modelos de virtud. — Dificultades os ofrece- ran mayores todavia los escandalos de cierta parte de la pren- sa que, I3J0S de brillar per su moderaci6n, ofeude a la socie- dad con el exceso de sus desbordes impudentes.— Pero aun sin esto, liallareis dificultades nacidas de la misma indole de vuestra edad, por que nada es tan dificil, y por ende tan glo- rioso, como la moderaci6n en la juventud. — Tan despreciable como es un hombre de edad madura y todavi'a juguete de mal enfrenadas pasiones, asi luce y cauliva el aprecio general el joven que, empezando d vivir es ya senor de sus aociones, por ^1 sometidas al cetro de la moderaci6n. — No es virtud esta que se amolde facilmente d los volubles movimieutos de la edad primera — Por eso el profundo observador del coraz6n liumano y gran moralista, Santo Tomas de Aquino, considera a la intemperancia como un vicio de nmos [puerile peccatum,] no por que sea insignificante en si misma, sino por ser fre- cuentemente como connatural k la ninez. — Hay cierta seme- janza, en efecto, entre esta edad y aquella incliiiacion desor- denada. — El nino no atiende al orden que prescribe la raz5n: lo mismo sucede a las inclinaciones ciegas que nos arrastran al placer. — El nino, entregado d su propio consejo, se torna vo- luntarioso y eslavo del capricho: las pasi6nes no refrenadas a tiempo desarrollan una fuerza irresistible. — Corrijese el nino con el castigo; y no hay otro medio de correjir el apetito, que reprimirle severamente con la vara de la mortificacion. De tan clara analogia despr^ndese la observaci<5n que he emitido antes: no es la moderacion virtud que se avenga facilmente d la nifiez-— Y con todo d la ninez y a la juventud le pertenece Me derecho la moderaci^n; y en tiinguaa otra parte estd tail 'bien 3^ despide tanto brillo como en la frente de los j6venes.— Dalo A entender claramente el Apbstbl San Pab^o, al prescri- bir A Tito que aconseje A los j6venes la sobriedad. "Juvenes hortare, ut sobrii sint" [Tit II. 6,] Nnestro Doctor sapienti- simo ha ilustrado tambidn este punto (2?- 286 quest. 14. 9.4.) tralando de iaquirir 4 qud clase de personas conviene espe- cialmentela sobriedad, y digase lo mismo de la moderacion en general. Y si bien re3uelv<.^ q;ie, atendido el caracter de laS ocupaciones, se requiere principaloiente en aquellos que tie- nen mis 6 menos el deber de ensenar y gobernar, y estos son de ordiuario los mayorev, siii emb irgo, bajo otro aspecto, el de la necesidad, la !noderaci6n conviene mas A la juvantud, p )r la propeusioa m is vehem -^nte qu.'i esta tiene a los vicids opiiestos — Ser4, pues, iiias ardaa para un joven la modera- ci6n, pero per eso mi^nio lees mas imperiosamente necesaria. — Digamos mejor que es su virtud por excelencia.— Quedense la Fortaleza y la Jiisticia para la edad viril, rt^l^guese l:i Pru- dencia 4 los ancianos; poro brille en todo el porte de un joven la aureola de la moderacicSn. —Sin esta luz hermosa del deco- ro perdera lajuventud todo su encanto. Un joven moderado, un nifio modesto y coraedido, es un objeto que embeleza: po- 8^6 todo el atractivo moral que debe poseer, en consonancia con si edad; por eso agrada, como agrada todo lo que esta eh su punto, en el punto marcado por la naturaleza. — Un niiio descomedido, un joven imberbe y petulante, es un objeto que repugna d cualquiera que tenga una pequena dosis de sentidb moral. — Es Una especie de monstruosidad, de absurdo vivien- te, que la misma naturaleza desconoce y quisiera echar de si, como avergonzada de Uevar esa carga.— La raz6n original del dosagrado que nos causan como instintivamente ciertos obje— tos, no es otra, como eusena la Estetica, sin6 el desorden, la —12— faita de armonfa 6 correspondencia entre dos cosas. — DespU- cenos profandamente todo contrasentido, toda siurazon. — Pues bien: la ariug-ancia exagerada, los humos de sabidurfa, los modales tiemasiado libres, el querer liacer de persona ma- jor son un verdadero contrasentido en un joven. — -Por eso al encontrarnos con .-emejautes deformidades solemos preguntar- nos el por qu^, como buscando la razdn de aquella sinraz6n.-— Pero en vano, por que no es posible quitar una diformidad marcada con mano de liierro por la naturaleza de las cosas. Paso ya A manifestaros, para no alargar demasiado este diBCurso, la xitilidad de la moderacidn hasta para adquirir un caudal de conocimientos s61idos en todos los ramos que debe cultivar la estudiosa juventud. Parecerd algo estrafla esta proposici6n, y aun babrd quieu no vea en eiia mas que una t steril paradoja. — Me apresuro a aolararla y desvanecer a si toda suerte de sorpresas. Fijad desde luego la atencion enaquellas palabra& de la Sagrada Escritura,.que encierran un sentido profundisimo: ^^non plus sapere quam oporiei sapere-, sh^d super e ad sohrieiaiem'^ (Rom. XIL 3.): '"no hay que saber mds de aquello que convie. ne, es preciPO saber con sobriedad."— No es otra, en el fondo, la idea que dejo enunciada, y que formulo nuevamente en estos t^rminos. La moderaci6n debe acompanar a la ciencia, la moderaciun es la gula del saber. No penseis queestas sean trabas que se ponen 4 Li ciencia: con esto no se hace mds que dirigirla, mirando as\ por sus bien entendidos intereses. — Para desarrollar este importante pensamiento me valdre otra vez de la luminosa al par que sencilla teon'a del principe de la filosofia cri8tiana.(2? 2£e 99: 166, 167.) —13— He aqui como disciirre hablando de la vii tiid que llama Mstudiosidad, T?tmo tambien del giganteyco arbol de la Teni. planza. — Natural en al iiombre, como ser rr.cicna], el apetito del saber, manjar del espirilu, y su Sctismteion ju) es iiiei;oi^ necesaria que la del apetito del alim^nto corp< ral. — Pero Imy una virtu I ijue tiene per oticio el modenir la tesidenci-a de uno y otro apetito, a iiii de queno haya supeniaidad ni ex- ceso en aquello niisiuo que natural yl c;;^-i'tiinaraen t- s," iipe. te€e. La moderivcion del deseo de saber es cabuhneute la vivtud (le Iti Estiidiosidad. — Llamase el viclo opuesto curiosi- (Jad. — Veaiiias en que est4 su desarreglo. El conociiiiiento de 1a Terdad, en si niisnio conKsiderfsdo, es bueno; pero no so diga otro tanto del apetito de adquirir e;;e conoeimiento, per que en eso ya puede liaber alg^.in desorcleii. — Y lo liaj^ de dos man eras. Primero: si con ese deseo se mezcla accident?, Imen. te algiin intento malo; v. gr. la ambicion de falsa gloria, el piiop6dito de abusar del conoeimiento para cl nial; segundo: si por un vicio mas radical todavia, 1:0 se guarda, la debida au. bordinaci6n en los varies conocimieLitos, 6 se los extra via do su verdadera direccion. — -Eso sucede, por ejem}>lo, cuaiido el estuuio de cosas futiles, la lectura de bagatelas, nos retrae malamente de otros estudioa necesarios 6 utiles. Acentecer puede tambi^n que el liombre iui'atuado con sus conqLii.stas reales 6 ilusOrias, en el campo de la eiencia, no rciiera el co. nocimiento de las cosas creadas al conocir.iiento dsi Creador, lo que eyidentemente es un desoiden, y Ldito frtcuenle por desgracia; 6 finalmente, que el ansia del saber le arrastre m4s alia de los limites del propio ingeuio, oc>isi6n ordinar]:^ de incurrir en gravisimos errores. En resumen: auiique la eiencia sea en si buena y laudable, posible es en el hombre ei abuse de todo lo bueno, sln51o regula la suprema \idy del or _ den. Dies io iiizo todo C0?«mi'//^e/'o, i^eso ij nicdida: el hombre' todo debe liacerlo co}b razou, inoclo y ordev.. Y este abuso del saber, cuya sola posibilidad nos advieHe rde la necesidad de la moderacion, es boy, mas que lo ha sido en otros tiempos, un liecho tristisimo, pero incontestable. Prue- ba de ello tanta falsa ciencia, tarita ciencia vana e inutil, cuan. do no perversa y destructora, elavorada en el cerebro de los falsos sabios y clivulgada k porfi'a por los demoledores de to. da verdad y todo bien. — Ya senalaba esta ciencia venenosa el i dedo dt i Apostol, cuando amonestaba a los iieles a no dejavse : deslumbrar por sus brillos seductores: " Vlclele ne quis vos sedu- : cat per phuuiOiJdam et inanem Jallacicvm"' (Oolos 11.) Tan id ijritcs extravios en materia de ciencia se di-^ben, co- mo ve'j, a a liilr i«le in^diT icion. Y como quiera que donde rei- na el d(33c:^'de;i k) piiede h tber real provecho para niaguna co- sa, d>^'"iase ver que bin el apoyo de la moderacion la cien- cia niisini no puoJe p;<;;; -ior-;e verdnderos y s61idos progreso-j- Eso niisino !<• aiirma la expericsncia. Es nota ca- racterlstica del v; rd;M!ero sabio la moderacion. Asi lo prue. ba aquella aisti^ii:* ;>Oatencia que expresa el resultado final de profundas iavt sti^.eunes: 'Hoc unmn scio, me nihil scAre." "Solo se que n tda se." P labras que, si en su acepci<5n lite- ral parecen exprcvSar <3l trist ' desengano del esc^ptico, en. rea- lidad no signifii;an shi^ ia humilde confesidn de la corteded de luces del bumano i ngenio, son la expresion de la modestia del sabio. El lioi.iibre que presume saber mufho, bien claro da a entender sabe uiuy poco, pues ni siquiera ha alcanzado d co- lumbrar los orizontes infinitos de la ciencia. |,Que sucede, pues, donde falta la moderacion? Que alii hay so bra de or. ffuUo, y, como natural consecuencia, ligereza, y obsecaci6n. Nacen de alii la saperficialidad en los conocimieiitos, la pre- cipitaci6n temeraria eu los juicios, la pertinacia en el error. El ino-enio intemperante no sera nunca.imp srcial ni reflexivo. Dond^ falta la irapanialidad no se estudian bien los hechos; procMese por principios ai)/-i 1//, 6 mas bien, _ por sistemas preconcebidos al sabor de las pasli-nes que lisonjean el orgullo —15— - ypor final de todo, lejos de arribar k la sabiduria, cierranse para siempre los caminos que van 4 la verdad. Sed, pues moderados en todo^ j6venes que me escucbais : sed espejos clarisimos de esa noble virtud que hace del bom. bre un caballero, un sabio y un cristiano. Sin ella poco os val- dr\an vuestros aprovechamientos literarios; con ella estos mis- mx)s cobrar4n nuevo esplendor. jMirad esos bellos laureles tan Justamente codiciados, cul- tivados con tantos afaues, recogidos con tanta alegria! Pues bien, esas coronas del mdrito que van d cenir vuestras frentes entre salvas de aplausos, a la vista de esa culta sociedad que OS felicita por vuestros primeros triunfos, jcuanto no se eclip. sarfan, si no las realzara otro brillo, el dela moderacion! Mk& glorio&o apareci6, siempre el vencedor perdonando al enemigo y confundiendose, como Augusto, con el vulgo de sus C/Onciu . dadanos que lanzando sobre la raultitud miradas arrogantes, ahogado por el incienso y abrumado por las fLores de la adu- ]aci6n en s.i triunfal carrera. gjQuereis ser estimables? |,anbelais por ser felices! La mo. deracidn os captara el aprecio de la multitud, y o» hard diclio- sos lo mismo en el dia del triunfoi^que en la bora dela adversi. l& DIOHO.