34 ATENEO DE MADRID ESTABLEC1MIENT0 Y PROPAGACION del cristianismo EN NUEVA ESPAftA CONFERENCIA DEL SR. GENERAL D. VICENTE RIVA PALACIO MINISTRO DE MEJICO EN MADRID leida el dia 18 de Enero de 1892 MADRID ESTABLECIMIENTO TIPOGRAFICO «SUCESORES DE RIVADENEYRA> IMPRESORES DE LA REAL CASA Paseo de San Vicente, niim. so l802 ) /' ESTABLECIMIENTO Y PROPAGAQON DFX CR1STIANISMO EN NUEVA ESPANA ATENEO DE MADRID ESTABLECIM1ENT0 Y PROPAGACION del cristianismo EN NUEVA ESPANA CONFERENCIA DEL SR. GENERAL D. VICENTE RIVA PALACIO w MINISTRO DE MEJICO EN MADRID leida el dia 18 de Enero de 1892 MADRID ESTABLECIMIENTO TIPOGRAFICO «SUCESORES DE RIVADENEYRA* IMPRESORES DE LA REAL CASA Paseo de San Vicente, num. 20 1892 sn Senoras y Caballeros: No dare principio a la lectura de mi trabajo sin antes presen- taros los sentimientos de mi gratitud por haber venido a oirme en esta noche, en que, merced a la bondadosainvitacion delse- nor D. Antonio Canovas del Castillo, ilustre Fresidente del Ateneo, y del senor D. Antonio Sanchez Moguel, distinguidi- simo Presidente de la seccion de Ciencias Historicas, tengo la honra de dirigirosla palabra. Mi discurso no sera largo; pero si i advertis que alguna vez me detiene la fatiga, os suplico me per- I doneis, considerando que pulmones como los mios, formados a 2.800 metros de altura sobre el nivel del mar, penosamente funcionan en el ambiente ponderoso en que vosotros respirais. El periodo cientifico en que se encuentra hoy la humanidad, ha dado un nuevo giro a los estudios y a los escritos de la His- toria. La Historia no es ya la sencilla 6 complicada narracion de acontecimientos comentados con mas 6 menos profundidad y acierto, acompafiados algunas veces, a semejanza de los anti- guos cuentos morales, de consejos y advertencias a los pueblos 6 a los gobernantes. Altas consideraciones filosoficas y profundos estudios acerca de las grandes evoluciones sociales, de la marcha y progreso del espiritu humano, y del influjo que el medio ambiente y el territorio ocupado, la alimentacion y la ley de la herencia tie- _ 6 — nen en los caracteres y en el organismo de los habitantes, de- terminancy el porvenir de un pueblo, son los problemas que preocupan mas y mas cada dia el animo de los hombres que de- dican su vida a los trabajos de la Historia. La cronica detallada y minuciosa de los sucesos y de la inter- vention de los hombres que en ellos se encontraron, va sepa- randose de la historia sin personajes; y aunque prestandose mutuos auxilios, y considerandose casi indispensables una para la otra, es la segunda la que ofrecer debe positiva utiiidad en lo porvenir, teniendo por base las cienciassociologicas, y sirviendo al mismo tiempo a esas ciencias de centro y direction. Los hombres y los pueblos obedecen a los impulsos de su epoca; de ella son hijos y es ella la que determina su marcha, y por mas que quiera presentarse a un individuo 6 a un pequeno grupo , sefialando y decidiendo el rumbo que una nation 6 la humanidad han seguido; las grandes ideas, las reformas tras- cendentales, las redenciones de los pueblos, son trabajos lenta y penosamente elaborados por una serie de generaciones, que comienzan por sentir primero la idea como una aspira- tion imposible; que la miran despues como Utopia atrevida, pero no irrealizable, y acaban por comprenderla como una necesidad includible. Por eso, todos aquellos hombres a quie- nes el mundo ha llamado genios, todos los que se miran como autores de grandes descubrimientos en el orden cientifico, de profundas revoluciones en el orden moral, y de sabias y acertadas disposiciones en el social 6 en el politico, han te- nido sus precursores, que no por haberlo sido amenguan la glo- ria del que llevo la idea al fecundo terreno de la practica. Los precursores allanan los caminos de la humanidad, preparandola para las grandes maravillas de la ciencia, del arte 6 de la indus- tria, porque ni la naturaleza desarrolla sus grandes fenomenos sin preparation, ni el espiritu humano puede pasar repentina- mente de las tinieblas-a la luz, ni el hombre atraviesa en un dia el periodo que separa la infancia de la virilidad. Pueden escudrinarse las bibliotecas y los archivos -en busca de antiguos geografos e historiadores que inspiraran a Cristobal Colon el atrevido proyecto de abrir, por los nebulosos mares del Poniente, nuevasrutas para ignoradas 6 conocidas regiones, — 7 — , y no se conseguira mas que encontrar a los precursores que prepararon los animos en Europa para recibir la palabra del in- tr^pido navegante y ayudarle en su romancesca aventura. Los grandes hombres son los que con mayor energia, con mas claridad y con espiritu mas levantado, condensan las aspi- raciones de su epoca, comprenden sus ideales y acometen las gi- gantescas empresas en que deben traducirse esos ideales y esas aspiraciones; y hay pueblos, como hay hombres que, por leyes sociologicas hasta ahora no descubiertas, tienen en on momento historico la terrible mision, no solo de condensar las aspiracio- nes de su siglo, sino de preparar, por misteriosas combinacio- nes, los futuros destinos de la humanidad. «Para un espiritu rilosofico (i), dice uno de los grandes pen- sadores de nuestra epoca, para un espiritu preocupado de los origenes, no hay verdaderamente en el pasado de la humanidad mas que tres historias de primer interes: la historia de Grecia, la historia de Israel y la historia romana; la reunion de estas tres historias constituye lo que puede llamarse la historia de la civilizacion, siendo la civilizacion el resultado de la alternativa colaboracion de la Grecia, de la Judea y de Roma.» Y con razon pudo decirse esto, tratandose del mundo anti- guo y de la influencia que hasta hoy ejercen en la humanidad estos tres pueblos: Grecia nos da su literatura, sus artes, sus ciencias, su alta cultura filosofica y hasta los profundos conoci- mientos de su estetica, que en la epoca que atravesamos se mi- ran aim como el ultimo de los limitesde lainteligenciahumana; Roma, con sus conquistas, unifica el mundo antiguo, prepara la geografia politica de la Europa moderna, echa los cimientos de las relaciones entre los pueblos y del derecho internacional, asimila la legislacion de todas las naciones con su derecho pri- vado, y con la difusion de su idioma facilita el cambio de ideas entre los hombres que hablaban diversas lenguas. El pueblo de Israel Ueva en su rudo aislamiento, para servir de cuna a la re- ligion de Jesucristo, que debia ser la religion de la humanidad civilizada en lo porvenir, como en el Area Santa de su alianza, el pensamiento civilizador de un Dios unico; idea embrionaria (i) Renan; Histoire du Penple cC Israel. Preface. en los primitivos tiempos del Elohismo, punficada y mas uni- versal por una evolucion progresiva en el periodo del Jeho- vismo. Pero cuando la historia moderna se estudie y se escriba corao la de esos pueblos; cuando se vean con sus verdaderas formas acontecimientos que hoy, por su cercania, no poderaos apreciar en su magnitud; cuando libres de preocupaciones de escuela, de envidias 6 de rencores nacionales, se medite sobre esos asombrosos movimientos, eliminando personalidades, de- jando los episodios para la monografia, la novela, el drama 6 los cantos epicos; y sea el individuo uno de los infinitos fac- tores en el gran concurso evolucionista como es la voz hum ana en la moderna musica un elemento de armonia, y no el centro melodico , ante el que se inclinan las demas combinaciones, entonces la historia del pueblo espafiol sera tan digna de estu- diarse por el descubrimiento de America, como la de Roma y la de Grecia. Indudablemente, los fastos de la humanidad no registran acontecimiento mas importante, ni mas asombroso, ni de mas trascendentalesconsecuenciasque el descubrimiento del Nuevo Mundo; que por un desden tan incomprensible como injustifi- cado, no se marca como el fin de la Edad Media y el principio de una Era nueva. Con el descubrimiento del Nuevo Mundo se completo, por decirlo asi, la geografia delglobo terrestre:entraron al concurso de la humanidad incontable muchedumbre de pueblos y de tri- bus que vivian apartados, no solo del mundo conocido, sino ais- lados entre si; y todas las ciencias, y todas las artes, y la indus- tria, y el comercio, y la navegacion, y cuanto constituye el patrimonio del trabajo humano, todo tuvo que sentir la influen- cia de aquel descubrimiento, y nuevos horizontes se abrieron a todas las energias de la inteligencia. Bajo cualquier aspecto que se estudie el descubrimiento y la conquista de America, se presta a profundas consideraciones, pero hay dos puntos culminantes en esa serie de problemas historicos: el establecimiento del Cristianismo y la formation de la geografia politica del Nuevo Mundo, en donde Espafia sembro el germen de tantas nacionalidades con aquellas colo- nias, que creciendo y desarrollandose vigorosamente , en el corto espacio de tres siglos se convirtieron en naciones inde- pendientes. No se conserva memoria de otro pueblo que, como el espa- nol, sin desmembrar su territorio patrimonial y sin perder la existencia social y politica, haya formado directamente diez y seis nacionalidades enteramente nuevas sobre lafaz de latierra, hoy ya emancipadas, y a las que lego sus costumbres, su idioma, su literatura, su altivez, su indomable patriotismo y el celo exa- gerado por su autonomia. Diez y seis nacionalidades que mar- chan todas por el camino del progreso, y que reconociendo con su origen todas esas identidades, procuran estrechar cada dia mas sus relaciones, creando una virtud civica hasta hoy des- conocida, el patriotismo continental, que hace de cada ameri- cano como un hijo cualquiera de las otras Republicas; y quiza algun dia la Espana, hija del antiguo mundo, podra decir de- lante de esas diez y seis nacionalidades, como Cornelia la ro- mana: «Tengo mas orgullo en ser la madre de los Gracos, que la hija de Scipion el africano.» De esto podre quiza hablaros extensamente en otra confe- rencia al tratar de la institucion visorreal. Hoy sera el estable- cimiento del Cristianismo el que me haga ocupar vuestra aten- cion; y si en muchas cosas de las que diga se puede reconocer lo que en otras veces he dicho 6 escrito, sirvame de excusa que en eso nada nuevo he podido aprender, ni motivo alguno he te- nido para cambiar de apreciaciones. I. La conversion al Cristianismo de tantos millonesde hombres en el Nuevo Mundo, y en tan corto periodo de tiempo, coinci- diendo con la separacion de la Iglesia catolica de poderosas naciones en el antiguo Continente, es un fenomeno tan singu- lar y tan extrano, que basta por si solo para hacer del siglo xvi el mas notable de los periodos en la historia religiosa de la hu- manidad. Pero ni puede atribuirse a la misma causa el cisma de IO — la Iglesia cristiana en Europa y la apostasia de todas las razas que habitaban las islas del Atlantico y el extenso Continente del Nuevo Mundo; ni los raedios con que uno y otro aconteci- miento se consumaron, tienen punto de semejanza. En Europa, los espiritus venian preparandose paulatina- mente para la gran evolucion religiosa, cuya manifestacion broto de la pluma de Lutero. Anna poderosa fue la controversia para preparar y consumar el triunfo de aquella lucha teologica, pues aun cuando severa- mente prohibida estuviera por la Iglesia catolica la lectura de libros que contuviesen alguna proposicion que no fuera riguro- samente ortodoxa, los grandes maestros y los doctores de la misma Iglesia popularizaban las doctrinas y los argumentos de los adversarios en aquel imprescindible Solvuvtur objectiones, en donde se presentaban las dudas, las dificultades y los ata- ques de los que muchas vecesel estudio buscaba en vano la so- lucion entre las pruebas del mismo que innecesariamente las habia reproducido en su obra, dandolespublicidad, quiza seguro de confundir a sus adversarios, naciendoasila sombra del mismo pasaje de donde se creyo hacer brotar la luz. La conviccion entraba en mucho en la obra de propaganda, a la que poderoso auxilio prestaba el contagio moral, elemento tan peligroso en las revoluciones y en los delitos, y que cundia en cerebros organizados de una manera analoga. La conversion al Cristianismo de las razas que habitaban el Nuevo Mundo fue, por el contrario, como un subito e inespe- rado trastorno, no siendo la causa de la guerra, como la re- forma religiosa en Europa, sino el resultado de ella. No arranco a los pueblos vencidos del culto de sus idolos la predicacion del apostol, sino la espada del conquistador y el hacha y la tea del soldado, que derribaban al dios de los altares y ponian fuego a los adoratorios. Lenta, dificil y casiimposible hubiera sido laempresade con- vertir al Cristianismo en medio siglo, atantos pueblos que habi- taban en el inmenso territorio, desde la Florida hasta el Estre- cho de Magallanes, entre los que habia tanta diversidad de idio- mas, tanta diferencia de dioses y de cultos, tanta desemejanza en costumbres y preocupaciones. Mas de tres siglos tardo el Cristianismo, con sus apostoles, sus martires, sus confesores y sus apologistas, en dominar espiritus preparados por la civiliza- cion para ese cambio religioso, una pequena parte de Europa, otra del Asia y un rincon del Africa. Es verdad que Tertuliano, al terminar su famosa apologia, exclamaba dirigiendose a los paganos: «Nosotros somos de ayer, y ya llenamos vuestras ciudades, vuestras fortalezas, vues- tras corporaciones, vuestros municipios; las tribus, lasdecurias, el palacio, el senado, el foro, todo es nuestro, y no os hemos dejado mas que vuestros templos» (i). Pero esto no puede to- marse mas que como una explosion del energico entusiasmo de aquel insigne orador cristiano, porque San Jeronimo refiere que la Gaula y la Bretana estaban en su epoca entregadas al paganismo (2). San Juan Crisostomo confiesa que en el siglo v de la lglesia, Constantinopla encierra apenas 100.000 cristianos en una pobla- cion de mas de 400.000 habitantes (3), y la conversion de San Paulino al Cristianismo en Roma, a fin del siglo iv, fue un ver- dadero acontecimiento, por pertenecer el catecumeno a una de las mas ilustres familias del Imperio. San Ambrosio se admira de su valor. San Agustin lo presenta como un modelo de abne- gacion y de humildad; y el mismo San Paulino, hablando de su conversion, exclama: «D6nde estan ahora mis parientes? iDonde mis amigos? iQue se ha hecho de aquellos con quienes yo vivia en otro tiempo? Me he convertido en un extranjero entre mis hermanos, en un desconocido para los hijos de mi madre.» En Nueva Espana, muy pocos anos despues de la conquista, en 1537, los convertidos se contaban, no por centenas, ni por millares, sino por millones. Dice Fr. Toribio de Motolinia, uno de los primeros misioneros que llegaron alii (4), hablando de personas bautizadas : « porque en esta Cuaresma pasada d e 1 537 , en solo la provincia de Tepeyacac se han bautizado, (1) Tertull. Apolog. (2) Hyeromino, op., t. iv, p. n, pag. 298. — Ed. Martianai. (3) Chrysost. Homill. 11, en act. Apost. (4) Coleccion de documentos para la Hisloria de Mexico, compilados por Garcia Ica/.balceta. 12 — por cuenta, mas de sesenta mil animas; por manera, y a mi jui- cio, verdaderamente se han bautizado en este tiempo que digo, que seran quince anos, mas de nueve millones de animas de indios» (i). El mismo misionero refiere que en cinco dias, entre el y otro sacerdote, administraron el bautismo en el monasterio de Que- cholac, a catorce mil doscientas personas (2). Puede tomarse este testimonio como una exageracion del misionero, a pesar de que en algunas de las cifras tuvo, como se ha visto, el cuidado de poner por cuenta ; pero ademas de que podrian agregarse los de cuantos cronistas bayan escrito en aquella epoca sobre esta materia, pues no hay uno solo que los contradiga, la cuestion en la exatitud de la cifra significa muy poco, no tratandose de datos estadisticos; y basta solo el hecho de que todos los habitantes de las comarcas ocupadas por los espanoles acudian presurosos a demandar el bautismo, y no debe ser muy exagerada la relacion de aquellos cronistas, cuando hubo necesidad de dar una disposicion prohibiendo que se bau- zase a la muchedumbre con hisopo, y el pontifice Paulo III (3) declaro solemnemente no haber pecado los que administraron el bautismo sin observar las solemnidades y ritos de la Iglesia, disponiendo que en lo de adelante se guardasen solo estos cua- tro requisitos : que el agua fuese bendita ; que se hiciera cate- quismo particular a cada uno de los que pidieran bautismo; que en el caso de acudir a bautizarse gran numero de catecumenos, la sal, la saliva y la vela la recibieran dos 6 tres en nombre de los demas, y que el oleo se les pusiera a todos; y sin embargo de esto, esas prescripciones no se pudieron guardar estricta- mente en lo relativo al catequismo, a pesar de haberse buscado un oficio de bautismo muy abreviado, porque segun decian los franciscanos, como refiere Beaumont en su cronica de Michoa- can, el numero de los que solicitaban bautizarse era tangrande, que no permitia ocupar mucho tiempo en cada uno. Necesario es confesar que aquello no podia ser el resultado (1) Motolinia; Historia de los Indios, trat. II, cap. in, pagina final. (2) Motolinia, trat. n, cap. iv. (3) Bula xv, Altitudo divini concilii. Anno incarnationis dominicac mdxxxvii. Kalen- Junii. 13 — de la predicacion, del catequismo, ni del convencimiento. Obs- taculos habia para ello verdaderamente insuperables en los pri- meros momentos de la conquista. Los apostolicos misioneros no llegaron al mismo tiempo que los conquistadores: llevaban estos uno, 6 cuando mas dos clerigos, que de capellanes Servian en el ejercito, y de los que puede decirse, sin que por esto se ofenda su buena memoria, que mas a proposito eran para alen- tar a los soldados, decir una misa en una ciudad 6 en un pueblo conquistado, para dar el testimonio de que se implantaba alii la religion de Jesucristo, que para emplear su tiempo aprendiendo las lenguas indigenas y poder en seguida explicar a aquellos pueblos la nueva religion. Sin embargo, los capitanes conquista- dores usaban del ministerio de estos capellanes para hacerbau- tizar inmediatamente a los vencidos, que se prestaban a aquella ceremonia, conociendo que este era el primer homenaje que debian reritlir a sus vencedores. La concesion hecha a los Reyes de Espana y Portugal por el Pontifice romano, les imponia como precisa condicion, como obligacion includible, la conver- sion al Cristianismo de todos los pueblos que habitaran las tie- rras desconocidas, y ciertamente que ni el Monarca espanol ni el portugues olvidaron nunca el cumplimiento de aquellas pres- cripciones, con las que se legalizaba a los ojos del mundo, y conforme al espiritu de aquellos tiempos, la conquista de lo que tambien entonces se llamaba «las tierras nuevamente descu- biertas». En toda capitulacion celebrada con alguno de los jefes que iban a emprender la atrevida aventura de un nuevo descubri- miento, se exigia siempre, al par que reconocimiento al Rey de Espana, la propagacion del Cristianismo; y a tal grado llego a ser comun y exaltado el espiritu de propaganda religiosa, que cada soldado se suponia instintivamente un apostol armado de la religion cristiana, y aun cuando no fuera sino en pasajera comision y desprendido del grupo de su tropa, con pequeno numero de companeros, en toda oportunidad procuraba alcan- zar de losreyes 6 senores a quienes iba enviado a semejanza de embajador, la sumision al Rey de Espana y el conocimiento del verdadero Dios. Los pueblos vencidos por los europeos en las llamadas Indias, — 14 — ni aun remotamente tenian idea de la doctrina cristiana, ni del culto catolico ; pero miraban su conversion a esa doctrina y a ese culto como necesaria consecuencia de su desgracia en el combate, como indispensable requisito para afirmar su vasallaje y servidumbre al Monarca espafiol, porque siendo esa conver- sion el principal motivo que para la invasion les presentaban los conquistadores, ellos, por muy rudos que se les suponga, comprendieron que del exito de la campafia dependia la reli- gion que deberian tener en lo sucesivo, aceptando necesaria- mente la de los cristianos desde el momento en que estos fue- ran los vencedores. Se explica asi la violenta conversion de Cuauhtemoc y de otrosmuchos senores, que energiainquebran- table habian probado en el sitio de Mexico y otros terribles combates. Ademas, los vencidos americanos, que todo lo temian de la dureza de los conquistadores, Uegaron a creer que el bautismo era la poderosa egida que a cubierto les ponia de crueldades y persecuciones, y por eso se presentaban en masa los pueblos pidiendo el bautismo a los misioneros, como en busca de las preciosas garantias de la libertad y de la vida; por eso, sin que precediera el catequismo y la predicacion, supuesto que misio- nero alguno conocia ninguna de aquellas lenguas indigenas, ni se contaba con numero suficiente de sacerdotes para ese apos- tolado, el numero de conversos alcanzaba cifra que hoy nos pa- rece completamente fabulosa. Por eso Tzinzitcha, Rey de Michoacan, a la horade moriren un patibulo, lanzo como un gran reproche a sus verdugos que lehubieranatormentado yledieran la muerte, cuando contanta diligencia y buena voluntad habia recibido el bautismo. Confirmabanse mas los indios en esa creencia, cuanto que los espafioles mismos miraban la conversion como una salvaguar- dia; el P. Motolinia dice «que los senorios venian a los ninos que estaban bautizados, porque Dios entrega sus tierras en po- der de los que en el creen» (i); y el rey Felipe II cuido hasta de que no se cortase el cabello a los que se bautizaran, «porque en muchos pueblos tienen los indios por antiguo y venerable (i) Ley xvm, tit. i.°, lib. i. Recopilaciones de Indias. i; — ornato traer el cabello largo, y por afrenta y castigo que se los mandasen cortar». Y ni andaban errados los indios en temerlo todo de los con- quistadores, si no abrazaban 6 abandonaban la religion cristiana, cuando con ese pretexto Nuno de Guzman hizo morir en una hoguera al Rey de Michoacan; y Fr. Juan de Zumarraga, varon tan caritativo y ejemplar y defensor valerosisimo de los indios, quemo por idolatra a un cacique (i). Fray Toribio de Motolinia, Fr. Jeronimo de Mendieta y otros escritores religiosos, presentan como acto insigne de pie- dad y digno de alabanza, «el hecho de haber los ninos que con- currian a la escuela de los franciscanos en Tlaxcala, dado muerte y sepultado bajo un monton de piedras, en la plaza piiblica y a la mitad del dia, a un indio que llevaba puestas las vestiduras de los sacerdotes de los idolos, y hablaba al pueblo de sus anti- guos dioses» (2). Y el primero de los cronistas citados agrega, despues de referir esa historia: «no fue la cosa de tan poca es- tima, que por solo ese caso comenzaron muchos indios a co- nocer los enganos y mentiras del demonio, y a dejar su falsa opinion y venirse a confesar y a reconciliar con Dios» (3). Palabrasque por si solas, saliendo de la boca de uno de los pri- meros y mas venerados apostoles del Cristianismo en America, bastaran para probar que, mas por el temor que por el conven- cimiento, acudian a buscar el bautismo los recien conquis- tados. No pueden atribuirse las conversiones a la predicacion de los misioneros, porque todos ellos se encontraron repentinamente con idiomas desconocidos que no tenian punto alguno de con- tacto con las lenguas asiaticas 6 europeas, y por gran diligencia que hubieran puesto en aprender algunas, y por muy grande que fuera la memoria que alcanzaran, no podrianponerse enes- tado de predicar a los indios, porque para aprender aquellos idiomas no contaban ni aun con el mas pequeno vocabulario ni con la gramatica mas rudimentaria; ni podian hallar el menor (1) Garcia Icazbalceta. Vida dc Fr. Juan de Zumarraga. Documentos, pag. 237. (2) Motolinia; Historia dc los Indios, trat. Ill, cap. xiv. (3; Mendieta; Hist. Ecles. Indiana, lib. in, cap. xxiv. — 16 -- punto de contacto que en algo les hubiera servido entre aque- llas lenguas y algunas de las de la familia ariana, semitica 6 tu- roniana. Ademas, muchas eran las lenguas que se hablaban por aque- llas naciones y tribus. El diligentisimo historiador mexicano Orozco y Berra, en su Geografia de las lenguas de Mexico, enu- mera doscientas ochenta, esparcidas en el territorio que hoy ocupa la Republica mexicana; y lenguas entre si tan diversas, que unas eran monosilabicas y obscuras, como el otomi, y otras, como el mexicano y el tarasco, llegaban, porsu poderosafuerza de aglutinacion, no solo al polysyntetysmo, sino a ese estado que Lenormant, en sus origenes accadianos, y siguiendo una clasificacion inventada por Liever, llama en capsulacion, porque no solamente hay una sintesis agrupando en una sola palabra los elementos de la idea mas compleja, sino ana especie de compenetracion de las palabras unas en las otras, fenomeno propio de la mayor parte de las lenguas americanas (i). Carecen unas, como la mexicana, de las letras R, S, B, J, D, F y G; a otras, como a la de Michoacan, les faltan la F y la L, al paso que las hay, como la lengua maya, que se habla en Yu- catan, que tienen sonidos, para representarlos cualesha sidone- cesario inventar nuevos signos. Algunas de esas lenguas, por las costumbres, por la religion y por la indole de los pueblos que de ellas usaban, no tenian palabras con que pudiera expresarse una idea abstracta: la de los michoacanos no tiene una palabra que corresponda a la idea de alma, de pensamiento, de eter- nidad, etc. En la California, refiere el P. Clavijero que los mi- sioneros jesuitas no pudieron encontraruna manerade explicar a los naturales de alii, en su idioma, lo que quiere decir re- surreccion. La pobreza, la humildad, la mansedumbre y las demas virtu- des cristianas que en tal alto grado poseian los religiosos misio- neros, sirvieron, segun creen algunos historiadores, de po- deroso estimulo en el animo de los indios, para obligarles a profesar el Cristianismo (2), pero tal aseveracion no pasa de ser (1) F. Lenormant; La Magie chez les Chaldeens, cap. vi, parrafo 2.° (2) Mendieta, lib. 111, cap. xxx. — 17 — carifioso testimonio de respeto a los misioneros; se desvanece ante la mas ligera reflexion. Todas esas virtudes podrian segu- ramente edificar el animo de cristianos que el valor de ellas comprendieran, y que. pasando la vida, mas que en el bienestar, en la opulencia, pudieran hacer comparaciones entre la auste- ridad y el ascetismo de aquellos misioneros y la mundanal y disipada conducta de un sacerdocio sibarita y corrompido. Pero nada de esto pasaba con los indios. Todos ellos, segun testimonio de los mismos misioneros (i), eran sencillos, do- ciles, continentes, laboriosos; viviendo en la pobre^a y practi- cando devotamente la religion: en cuanto a los sacerdotes de los idolos, escriben los mismos conquistadores y los misione- ros, que hacian una vida ejemplar, imponiendose, no duras, sino terribles y espantosas penitencias, que en nada cedian a las que los faquires de la India practicaban en las pagodas de Chelambrun y Djaggernat; y el P. Motolinia (2) habla de terri- bles ayunos y privaciones de sueno, mutilaciones y heridas que ellos mismos se causaban, y del escrupuloso cuidado en la guarda de la castidad; y los que tales practicas estaban acos- tumbrados a ver, indudablemente no podrian sentirse conmo- vidos con la pobreza, la humildad y las abstinencias de los misioneros, como todas las virtudes y penitencias de un tra- pense llamarian apenas la atencion de los habitantes y pere- grinos que en la provincia de Asgartha se reunian para recibir las bendiciones del Brahma, y contemplar las penitencias y las maceraciones de aquellos santos que aspiran a merecer el titulo de ricos en mortificaciones, que los grandes poetas de la India Valmiky y Kalidassa aplican como la mayor alabanza a los pe- nitentes que se retiran a vivir en las solitarias vertientes de las montanas sagradas. (1) Carta de Fr. Martin de Valencia al Rdo. P. Comisario general de la Orden: 12 de Junio de 153 1.— Motolinia; obra cit., lib. 1, cap. xiv. Conquistador anonimo, capitulo xv. (2) Obra cit., trat. 1, cap. ix. — Mendieta ; obra cit., lib. 11, cap. xvn. i8 — El ejemplo de los caciques y senores de la tierra, que eran los que mejor comprendian el cambio de religion como la con- secuencia necesaria de su derrota, y que por el temor de perder la vida 6 senorio, fueron los que con mas diligencia procuraron bautizarse, contribuyo eficazmente a la propagacion del Cristia- nismo. Esos senores buscaban, aceptando la religion cristiana, recibiendo el bautismo y tomando por padrinos a los pricipales capitanes entre los conquistadores, y adoptando el norabre y hasta los apellidos de esos padrinos, especiales protectores que, a semejanza de los patricios romanos, formaban una clientela que bajo su sombra y amparo vivia con mayor seguridad en aquellos revueltos y peligrosos tiempos. El cacique recien bau- tizado considerabase como un miembro de la familia de su pro- tector, y no solo con su ejemplo, sino con sus mandatos y valiendose de su autoridad, obligaba a los que antes habian sido sus subditos 6 sus macehitahs, a recibir la fe cristiana. Natural era ese movimiento, de que hay tantos ejemplos en la Historia. Constantino (i) llevo tras si al Cristianismo un gran numero de sus soldados y de sus subditos. Clovis, Recaredo, Enrique VIII, son en la humanidad como las grandes muestras del poderoso influjo de los reyes y senores en el cambio de la religion de un pueblo. El Cristianismo encontraba en el espiritu y en la cultura de los pueblos de America, apropiado terreno para arraigar con facilidad. Hase creido vulgarmente que el pueblo mexicano, es decir, el que los espafioles encontraron formando el Imperio de Moctehuzoma, era un pueblo terrible, sangriento y cruel, su- puesto que tenia en su religion el sacrificio de victimas huma- nas. Pero esto no es una prueba de los instintos feroces de un pueblo, sino de lo retardado de su civilizacion. Todos los pue- (i) Eusebio; Vida de Constantino , in, 58. — i 9 — bios, en sus primitivos tiempos, han tenido los sacrificios huma- nos: Maneton, citado por Eusebio de Cesarea, lo cuenta de Heliopolis; Filon lo dice de los fenicios; Curcio, de los tirios y de los cartagineses; Tertuliano refiere que hasta los tiempos de Tiberio hubo sacrificios humanos en Africa ; que los hubo en las Galias, dice Suetonio, hasta los de Claudio; los Pelasgos sacrificaban, por obedecer a un oraculo, el decimo de sus hijos; los libros santos refieren de los Amonitas y de otros pueblos de Canaan, que en honra de Moloc quemaban ninos; y del pueblo hebreo mismo, a pesar de que su religion tocaba ya casi al Cris- tianismo, se sabe el sacrificio de Jephte; Achar y Manasespasa- ron a sus hijos por las llamas, y el salmo 105 dice hablando del pueblo judio : «Y ellos sacrificaron sus hijos y sus hijas a los demonios, y derramaron su sangre inocente.» 35. «Tnmolaron sus hijos y sus hijas a los demonios.» 36. «Y derramaron la sangre de los inocentes: la sangre de sus hijos y de sus hijas, que inmolaron ante los idolos de Ca- naan. » Por el contrario, el fondo del caracter de los indios lo cons- tituyen la dulzura y la resignacion, y exceptuando la mancha negra de los sacrificios humanos, era su religion dulce y moral. Sin necesidad de acumular para ello muchos testimonies, bas- tara solo citar las palabras de uno de los apostolicos francisca- nos que llegaron en la primera mision : «Estos indios casi no tienen estorbo que les impida para ga- nar el cielo, de los muchos que los espafioles tenemos y nos tie- nen sumidos, porque su vida se contenta con muy poco, que apenas tienen con que se vestir y alimentar Son pacientes, sufridos sobremanera, mansos como ovejas; nunca me acuerdo haber visto guardar injuria, no saben sino servir y trabajar. Sin rencillas ni enemistades pasan su tiempo y vida, y salen a buscar el mantenimiento a la vida humana necesario, y no mas» (1). Cortes mismo escribia al Emperador: «Y que Vuestra Alteza suplique a Su Santidad conceda a Vuestra Majestad los diez- mos de estas partes para este efecto, haciendole entender el (1) Motolinia; Historia de los Indios, trat. I, cap. xiv. 20 — servicio que a Dios Nuestro Senor se hace en que esta gente se convierta; y estono se podria hacer sino por esta via; porque habiendo obispos y otros prelados, no dejarian de seguir la cos- tumbre que por nuestros pecados hoy tienen en disponer de los bienes de la Iglesia, que es gastarlos en pompas y en otros vicios; en dejar mayorazgos a sus hijos 6 parientes, y aun seria otro mayor mal, que como los naturales de estas partes tenian en sus tiempos personas religiosas que entendian en sus ritos y ceremonias, y eran tan recogidos, assi en honestidad como en castidad, que si alguna cosa fuera de esto 6 alguno se le sentia, era punido con pena de muerte. E si agora viessen las cosas de la Iglesia y servicio de Dios en poder de canonigos u otras dig- nidades, y supiesen que aquellos eran ministros de Dios, y los viesen usar de los vicios y profanidades que agora en nuestros tiempos en esos reynos usan, seria menospreciar nuestra fe, y tenerla por cosa de burla; y seria a tan gran dano, que no creo aprovecharia ninguna otra predicacion que se les hiciese» (i). La idolatria es hija de la ignorancia; pero todas las idolatrias tienen por base el terror, el miedo a la divinidad y la pequenez del hombre en presencia de las grandes manifestaciones de la Naturaleza, cuando ni las comprende, ni puede explicarselas mas que por la accion directa de un Dios, como una amenaza 6 como un castigo. El sabio y malogrado historiador ingles Buckle (2), dice, com- parando la religion del Indostan con la de Grecia, para probar la influencia de los fenomenos naturales en el culto que los pue- blos tributan a los dioses: «Gomo todas las ideas se forman, por una parte, de lo que se llama operaciones espontaneas del espiritu, y por otra, de lo sugerido al espiritu por el mundo externo, es natural que cam- bio tan grande en unas causas, produjese tambien cambio en los efectos. En la India, la tendencia de los fenomenos de la Natu- raleza era a infundir terror, mientras en Grecia a inspirar con- fianza. En la India sentiase el hombre intimidado; en Grecia se levantaba su animo. En la India, los obstaculos de todo genero (1) Carta de Cortes al Emperador, fechada en Mexico a 15 de Octubre de 1524. (2) Hisloria de la civilization de Ivglaterra. Introduction general, cap. 11. — 21 eran tan numerosos, terribles y tan inexplicables en apariencia, que las dificultades de la vida no podian resolverse sino por la intervencion constante y directa de causas sobrenaturales.» Con mucha razon podemos decir ahora de la America lo que el historiador ingles dice de la India. En America la Naturaleza se presenta con toda su asombrosa majestad. La inmensa Cordi- llera de los Andes encadena todo aquel vasto continente, bifur- candose unas veces, estrechandose otras, para cruzar entre los dos Oceanos que azotan eternamente con sus olas los flancos de granito de aquellas montanas, que levantan sus cimas a tan gran altura, que en medio de los tropicos se coronan de nieves perpetuas. Las selvas virgenes bordean caudalosos rios que asombran por su anchura; lagos que parecen mares, y torrentes que se precipitan de alturas inmensas, formando vertiginosas cataratas. Los fenomenosmeteorologicos revisten proporciones asombrosas, al paso que las manifestaciones seismicas se pre- sentan con pavorosa intensidad. Las tempestades en el tropico llevan en su seno lluvias torrenciales que instantaneamente inundan los campos; las descargas electricas se suceden casi sin interrupcion; la luz del relampago ilumina las noches mas obscuras, produciendo pavor en los animos mas serenos, y el constante rugir de las nubes hace estremecer a la tierra; los huracanes cruzan, derribando como fragiles canas los arboles seculares de los bosques, y no pasa mucho tiempo sin que los terremotos hagan oscilar las montanas, abriendo en las llanu- ras profundas y espantosas grietas. Natural era que a razas que tan benevolos caracteres presentaban , esos fenomenos las arrastrasen, en su idolatria, a los mas terribles y sangrientos sacrificios, buscando con ellos, en su ignorancia, el medio de aplacar aquellas terribles divinidades; porque en la historia re- ligiosa de la humanidad, solo el Cristianismo presenta el amor como fuente y centro de sus aspiraciones, y el incruento sa- crificio de la contricion como medio para alcanzar el perdon de la Divinidad. Como por los anillos de crecimiento puede determinate aproximativamente la edad de un arbol, por las instituciones religiosas puede medirse, no el caracter, sino el grado de civi- lizacion de un pueblo ; y supuesto que los sacrificios humanos — 22 — denuncian rudimentaria civilizacion, problema seria, mas digno que los filologicos, para un Congreso americanista, la investi- gacion de las causas sociales que detuvieron entre los pueblos del Nuevo Mundo la marcha de la civilizacion hasta dejarla a tan gran distancia de la de Europa, inquiriendo si eran razas nuevas que seguian una evolucion progresiva, 6 antiguas civili- zaciones sufriendo una metamorfosis regresiva; si habian olvi- dado lo que aprendieron del tronco comun, 6 inventaban lo que no habian tenido ocasion de aprender. III. Extrafia semejanza encuentra el filosofo entre el gran cambio religioso de los pueblos de America, y sobre todo de la Nueva Espafia, con el progreso rapido y sangriento del islamismo ; no solo en los dias en que Mahoma sujetaba la Arabia, sino du- rante el tiempo de sus sucesores, y sobre todo cuando Omar gobernaba a los creyentes. La fe no se comunicaba a los venci- dos, ni estos aceptaban el Coran sino como resultado de una derrota, y nada habia en aquel movimiento de dogmatico : las tribus y las naciones abrazaban el islamismo por la forma, sin inquirir sus dogmas ni preocuparse por ellos; y como en los combates de Cortes contra los indios en Mexico, y el de loses- pafioles con los sitiadores de la segunda Guadalajara, conta- ban los soldados cristianos que el apostol Santiago habia lle- gado en su auxilio sobre un caballo bianco y haciendo con su espada terrible mortandad entre los infieles; los historia- dores arabes refieren que en la batalla de Moreixi, el Arcan- gel Gabriel aparecio como no se le habia visto jamas, vestido de bianco y montado a caballo, en el momento en que el Pro- feta daba la serial de combate ; y en la batalla de Bedre, el mismo Arcangel, jinete sobre su caballo Haizun, seguido de 4.000 angeles, que llevaban turbantes blancos y amarillos, y que montaban caballos manchados de bianco y negro, fueron, se- gun el Coran, los auxiliares celestes que hicieron en el enemigo una terrible carniceria. Los conquistadores espanoles sabian tambien a que atenerse respecto a la fe religiosa de los vencidos; pero con una politica verdaderamente habil, contentaronse casi siempre con la apa- rente conversion de los indios, dejando a los misioneros el cui- dado de explotar aquellas conciencias, de cultivar en ellas la semilla del Cristianismo y de entregar a las llamas los templos, los idolos y hasta los recuerdos de los tiempos de la idolatrfa. Los conquistadores debieron pensar como refiere Eusebio de Cesarea (i) que decia el emperador Constantino: «De cual- quier manera, por un celo aparente 6 sincere, el Cristo esta ya anunciado.» Los misioneros lo comprendieron tambien, y dice, hablando de ellos, el P. Mendieta (2): «Aunque estos siervosde Diospor una parte, tenian harto contento en ver cuan bien acudia la gente a sus predicaciones y doctrina, por otra parte les pare- cia que aquel concurso de indios a la iglesia, mas seria por cumplimiento exterior, por mandado de los principals por te- nerlos enganados, que por moverse el pueblo por voluntad propia a buscar el remedio de sus animas, renunciando la ado- racion y el culto de los idolos. » Ni podria ser de otra manera. Un cambio tan profundo de religion era casi imposible. Una religion nueva; exige nuevas generaciones; y cuando ha dominado los espiritus durante lar- gos anos, la apostasla casi nunca puede ser verdadera. «La cos- tumbre, dice San Juan Crisostomo, es una segunda Naturaleza que con mas fuerza se presenta aim en materia religiosa, por- que nada es tan dificil de cambiar como las creencias; que estas innovaciones turban profundamente los aminos, aun cuando sean buenas» (3). Asi lo comprendio tambien el Papa Gregono Magno cuando, dirigiendose a los misioneros ingleses que pre- dicaban el Cristianismo entre los germanos, les decia: «Es pre- ciso no destruir los templos de sus idolos, sino purificarlos y consagrarlos al servicio dei verdadero Dios» (4). (i) Euseb. De Vita Constant., Hi, 58. (2) Hist. Eclcs. Ind., lib. in, cap. 20. (3) Homil. vii, in Epist. 1, art. Corinth. (4) Gregorio M. Epist. 11, 76. — 24 — Los Reyes de Espafia pusieron fuera del poder de la Inqui- sicion por cualquier delito contra la fe, a todos los indios (i); y el virrey D. Antonio de Mendoza creyo que la cristiandad no seria perfecta entre los indios hasta que la nacion no llegase al estado de politica en que estaba Espafia, y hasta que los hijos de los espanoles que conoci'an la lengua del pais fueran sacer- dotes, sin lo cual aquellas conversiones se tendrian que sostener por la fuerza, porque todo aquello era violento (2). Aquellos moviles de conversion produjeron un extravio en la manera de formarse la conciencia religiosa de aquellas razas, invirtiendose el orden cientifico y natural que debia seguirse para cimentar y levantar el edificio del Cristianismo, porque entre los indios asentose primero el rito que el dogma; antes los actos exteriores que el sentimiento y la idea religiosa; pre- cedio la plegaria al conocimiento de la Divinidad, y tan ciega era en los indios la apostasia de su antigua religion y su entrada al Catolicismo; tan sin fundamento de conciencia y tan sin cono- cimiento de la doctrina pedian el bautismo, que el P. Motoli- nia, cuyo testimonio en esta materia es irrecusable, dice (3): «Juntamente con esto fue menester darles tambien a entender quien era Santa Maria, porque hasta entonces solamente nom- braban Maria 6 Santa Maria, y diciendo este nombre pensaban que nombraban a Dios; y a todas las imagenes que veian llamaban Santa Maria»; y esto acontecio cuando «ya los indios no llama- ban ni Servian a los idolos, si no era lejos y escondidamente». Con razon Jeronimo Lopez, en carta que dirigio al empera- dor Carlos V, decia (4) : «E1 primer yerro que se tuvo por los frailes franciscanos fue dar de golpe el bautismo a todos los que venian por campos, montes, caminos, pueblos, sin decirles lo que recibian ni ellos sabello, de donde ha parecido bautizarse mucnas veces, porque cada vez que uno via bautizar, se bauti- zaba, de donde ha venido tenerlo agora en poco.» Ademas se les ensenaba por toda instruccion el Padrenuestro, el Avemaria, (1) Ley xvn, lib. i, tit. 18.— Ley xxxv, lib. iv, tit. i.° Recopilacion. (2) Relacion, apuntamiento y avisos que por mandado del Rey dio D. Antonio de Mendoza a su sucesor. (3) Historia de los hidios. Trat. i, cap. xiv. (4) Documentos publicados por Garcia Icazbalceta, t. i, pag. 148. el Credo y aun el persignarse en latin; y ese idioma, que aun para los que de entre ellos entendian el espanol, era completa- mente desconocido, debio haberles hecho tomar aquellas ora- ciones por una especie de formulas magicas, semejantes a los conjuros de sus adivinos y hechiceros, y que obraban por la eficacia de las palabras independientemente de la disposicion de animo del suplicante, como las antiguas practicas de formu- las y encantamiento de loscaldeos; como los Metrans de los Brahacmas reunidos en el Atharva-Beda; como las antiguas oraciones de los cultos italiotas y romanos, compilados en los lndigitamenta. En religion, los misterios ni se prueban ni se demuestran; la fe del creyente tiene que hacerlo todo; pero es preciso que sepa que es lo que debe creer, y esto no lo alcanzaban los indios en su conversion al Cristianismo. Por eso al principio los indios colocaban las cruces y las imagenes que les daban los espanoles, en sus adoratorios y al lado de sus idolos (i), como los romanos, en la epoca de los Antoninos, colocaban al Dios desconocido 6 al Dios de los cristianos, entre sus lares y penates, 6 al lado de Jupiter, de Minerva, de Vaticanus 6 de Fabulinus. Tambien es cierto que si se acusaba a los misioneros de bau- tizar a los indios sin cuidado ni requisito alguno cuando se pre- sentaban pidiendo aquel sacramento, los conquistadores, por su parte, creian que era demasiado ocuparse de ellos, ensenarles los fundamentos de la religion, y asi Jeronimo Lopez decia en su carta al Emperador, «que el indio no tiene necesidadsino de saber el Paternoster y el Avemaria, Credo, Salve y Manda- mientos, y no mas, y esto simplemente, sin aclaraciones, ni glo- sas, ni exposiciones de doctores, ni saber ni distinguir la Trini- dad, Padre e Hijo y Espiritu Santo, ni los atributos de cada uno, pues no tenian fe para lo creer» (2). Rastros pueden encontrarse todavia de la violencia con que se obligo a los vencidos a recibir la religion de los vencedores, en la devocion de los Santos, que es hoy el sello caracteristico (1) Motolinia; Historia de los Indios, trat. I, cap. in. (2) Carta de Jeronimo Lopez al Emperador. Documentos publicados por Garcia y Icazbalceta, t. i, pag. 148. — 26 — de la religion en el catolicismo de los indios. Como en todoslos politeismos que habian llegado a ese periodo que Hegel llama de la magia (i), el creyente tenia el enorme trabajo de buscar para cada uno de los acontecimientos de la vida la proteccion 6, cuando menos, la benevolencia de cada uno de los dioses que presidia aquella faz de la existencia, y que tenia sobre ella una especie de poder, ya como soberano e independiente, como en la magia caldea, 6 bien como intercesores 6 intermediaries, como en la egipcia. Estos dioses eran capaces de causar la des- gracia de una nacion, de una familia, 6 de un individuo : sus caprichos les ponian muchas veces en choque con la voluntad de otros dioses igualmente poderosos, y por eso tan diversos eran los sacrificios propiciatorios como multiple el numero de las divinidades. Los indios, pasando repentinamente al Cristia- nismo, no comprendieron en esa religion el lugar que en ella ocupan los Santos, ni pudieron alcanzar si el culto que se les tributaba era de dulia 6 de latria, conmemorativo 6 de adora- cion, y juzgando por la suya la nueva religion, tomaron al Cris- tianismo como una especie tambien de politeismo. Y como las leyendas de la aparicion corporal del apostol Santiago en figura de guerrero ayudando a los conquistadores se referian a cada paso, ya de los combates de Hernan Cortes en Mexico, ya de la defensa de Guadalajara por Cristobal de Onate, ya de la con- quista de Queretaro por el cacique D. Nicolas de San Luis, ya de la toma de la fortaleza del Mixton por las tropas del virrey D. Antonio de Mendoza, y como llevaban siempre como nece- saria consecuencia el triunfo del ejercito cristiano, a conven- cerse llegaron los indios de que el apostol Santiago era una divinidad independiente, un formidable protector de los espa- noles y el enemigo invencible de los rebeldes; que era necesa- rio tenerle propicio y buscar su apoyo, supuesto que daba siem- la victoria a los cristianos, aim cuando no fuesen espanoles, como se referia de la conquista de Queretaro, a la que solo asistieron tropas indigenas, y a las ordenes de D. Nicolas de San Luis y de otros caciques. (i) Hegel; FHosofia de la Religion. — 27 - De alii viene la gran devoci6n.de los indios por el apostol Santiago; y asi se explica que pueda apenas encontrarse iglesia en un pueblo de la antigua Nueva Espana, en donde no se vea la imagen, siempre en escultura, del Apostol, jinete en su caba- llo bianco, con la espada desenvainada y en actitud de corn- bate; y por mas que un pueblo haya sido colocado por los cris- tianos bajo la advocacion de otro santo, la fiesta de Santiago Apostol se celebra en todos con gran solemnidad. Por la manera violenta con que fue establecido el Cristia- nismo entre los indios; por el caracter de la raza ; por esa pro- funda tristeza que queda siempre tras un cambio de religion, como dice el Crisostomo, y quiza tambien por la impresion que en los animos habian dejado los antiguos ritos, y que por la in- cludible ley de la herencia se transmitio a lasgeneraciones suce- sivas, hay en el fondo del Cristianismo de los indios mucho de triste y de sombrio. Como los Padres de la Iglesia africana, los indios, 6 no creen 6 no aprecian la hermosura corporal de Cristo, y parece algunas veces que, como la primitiva Iglesia bizantina, estarian dispuestos a sostener tenazmente la fealdad corporal de Jesus. Los Crucificados, en los templos de los in- dios, son notables por su horrible fealdad, y los parrocos no han conseguido nunca hacerles cambiar 6 retocar aquellasima- genes. El juicio estetico de la raza latina, que en su refina- miento artistico ha llegado a dar al Cristo expirante en la cruz la belleza plastica y las armoniosas formas de las esculturas griegas, no ha podido influir en el animo de los indios, que pa- recen buscar instintivamente en las imagenes del Crucificado al divino leproso de Bossuet, con las terribles muestras de la extenuacion, de la enfermedad, del ultraje y del sufrimiento, para que pueda tomarsele siempre por el hombre de los dolo- res. Quiza tambien el recuerdo de sus idolos produjo esa cos- tumbre de dar a todas las imagenes formas verdaderamente es- pantosas, porque en el periodo en que se encontraba la antigua religion de los indios, mejor se fabricaban los idolos como figu- ras talismanicas para ahuyentar el mal, que para alcanzar el be- neficio; y, como dice Lenormant, «se empleaban estas figuras talismanicas de un modo extrafio, inspirado por una idea origi- nal: los caldeos se representaban a los demonios con rasgos tan espantosos, que creian que bastaba mostrarles su propia ima- ger! para hacerlos huir espantados» (i). IV. La lucha constante y tenaz que sostuvieron durante los dos primeros siglos de la dominacion espafiola en America los avidos encomenderos contra los monarcas espafioles y las Or- denes religiosas, que a todo trance protegian y cuidaban de la libertad y buen trato de los vencidos americanos, produjo, como una de sus peripecias, una dificultad para el estableci- miento del Cristianismo: la duda sobre la racionalidad de los indios. Los encomenderos, que en los indios no miraban sino bestias de carga 6 maquinas de trabajo, que facilmente y a poca costa podian adquirirse, y que no cuidaban de la vida de aquellos in- felices y los sacrificaban a su menor capricho, encontraron siem- pre terrible obstaculo para la explotacion de los vencidos, en la atrevida resistencia de los misioneros, que no se detenian delante de ningun peligro cuando se trataba de proteger la vida 6 la libertad de los indios. Los primeros frailes que llegaron a las Indias, reduciantodas sus aspiraciones, concentraban todas sus energias, cifraban todo su empeno y encaminaban todos sus trabajos a solo dos objetos: conversion de los idolatras a la fe cristiana, y proteccion de la vida y libertad de los vencidos. Fuera de esto, nada les pre- ocupaba ni nada llamaba su atencion. Ningun anhelo de rique- zas, ningun empeno por los honores, ningun cuidado por los ti- tulos ni por el fausto: pobres hasta la miseria, abnegados hasta el sacrificio, ni temian concitarse el rencory el odio de los en- comenderos, ni vacilaban en desafiar el enojo de los terribles conquistadores, ni temblaban al levantar sus quejas, no siempre humildes, en favor de sus protegidos, hasta el trono del pode- roso emperador Carlos V. Y tratandose de un obstaculo que le (i) Lenormant; obra cit., cap. in. ' -V"*-*.!*** — 29 — impidiera el cumplimiento de su mision, lo mismo era para Fray Juan de Zumarraga excomulgar alferoz Nuiiode Guzman que condenar a la hoguera a un descendiente de los Reyes de Texcoco, 6 permitir y ordenar el incendio de los adoratorios y monumentos historicos. Los frailes creian emprender una lucha con el demonio cuando miraban un peligro para el Cristianismo 6 para la liber- tad de sus protegidos. Instrumentos de una gran evolucion so- cial, tenian que sacrificarlo todo para cumplir con su mision. Aquellos hombres llevaban el sello de su epoca y el espiritu de su siglo; caracteres inflexibles, apasionados, absolutos, intole- rantes, saturados del pensamiento de la justicia de su mision, sintiendose el instrumento de la Providencia, identificando su causa con la de Dios, y sin detenerse ante el obstaculo en que tan facilmente podian ser victimas como verdugos, aquellos hombres estaban, por decirlo asi, fuera de la humanidad que conocemos y que comprendemos; formaban, por las cualidades de su espiritu, como una especie distinta de los que fueron an- tes y de los que han sido despues; y si al estudiar la historia del siglo xvi no les miramos como seres sobrenaturales, es porque el espiritu humano, al contemplar ese siglo en que todo era gi- gantesco, experimenta el mismo fenomeno que cuando esta delante de la catedral de San Pedro en Roma, en donde todas las esculturas le parecen de la talla de un hombre, y se encuen- tra al acercarse con gigantes de marmol 6 de granito. El siglo en que vivimos es el siglo de la tolerancia, del exa- men, de la duda, de la libertad del pensamiento, del respeto al derecho ajeno, de las constituciones politicas y de las garantias individuates. Comienza en el el periodo del positivismo en todas las manifestaciones y trabajos del espiritu humano; y por eso, solo en fuerza de estudio y de abstraccion podemos conocer y comprender el caracter de los hombres del siglo xvi; de ese siglo de las heroicas y sublimes virtudes; de los repugnantes y sangrientos crimenes; de maravillosos descubrimientos y de evoluciones tan grandes y trascendentales, que su medida es extrafia al compas de que podemos servirnos en el siglo xix. Por su parte, los Reyes de Espana, con una paternal solici- tud, al par que con una nimia escrupulosidad, procuraban stem- — - ^O — pre cuidar de la libertad y del buen trato de los inchos. Desde la magnanima Isabel la Catolica, que con un rasgo sublime de su caracter desaprobo el comercio de esclavos que con los indios habia comenzado a hacer Cristobal Colon, hasta el in- fortunado Carlos II, todos los Reyes de Espana procuraron siempre la mas amplia proteccion para los vencidos naturales del Nuevo Mundo. Y a este proposito, permitidme, senores, ya que oportuna es la cita, repetir las palabras que escribi en otros tiempos en que hi remotamente pensaba volver a Espana, y cuando no me obli- gaba deuda de gratitud por vuestra hidalga hospitalidad. En- tonces dije: «La Casa de Austria habia cerrado el registro de sus leyes de Indias con un joyel que con alta injusticia ha pasado sin la ad- miracion de escritores espanoles y americanos. »Tremulo, palido, enfermizo, perseguido a todas horas por negras y espantosas visiones que timorata conciencia levantaba a cada paso en animo debil; rodeado de fraiies fanaticos y de intrigantes cortesanos; sin un corazon noble que verdadera- mente se interesara por su salud y por su grandeza; acechado constantemente por emisarios de los pretendientes a la corona de Espana, que, como hambrientos buitres, esperaban el mo- mento de la muerte del ultimo vastago de Carlos V para arro- jarse sobre la mal cuidada herencia: asi nos pintan los historia- dores y los poetas al infortunado Carlos II, y asi le hemos conocido los americanos, y asi nos lo representamos siempre. Y, sin embargo, monumento que envidiarian monarcas adula- dos y poderosos, es la recopilacion de las leyes de Indias, C6- digo de honrada proteccion a los naturales del Nuevo Mundo, y de justificada energia con los que no veian en ellos mas que bestias de carga 6 tributarios incansables.» La historia del primer siglo de la dominacion espanola en Mexico puede comprenderse a la luz de esa legislacion tan avanzada para la epoca en que se codifico, y admira muchas ve- ces que principios alii consignados hayan parecido rasgos de exagerado liberalismo en el primer tercio del siglo xix. Y aquel Monarca enfermo y hechizado, a quien unos pintan con risa y otros retratan con lastima, cuando los senores del — 31 — Consejo de Indias le llevaron a consultar la Real Cedula en que se ordenaba a los gobernantes de Nueva Espana el exacto cum- plimiento de las leyes que prevenian el respeto a la libertad de los naturales del pais y el buen trato a que eran acreedores, es- cribio con su propia mano, al pie de esa Cedula, estos nobles renglones, que bastan por si solos a conquistarle el respeto y la gratitud de todos los honrados corazones de los hijos de la America latina: «Ouiero que me deis satisfaction a mi y al mundo , delmodo de tratar a esos mis vasallos, y de no hacerlo, con que en res- puesta de esta carta vea yo executados exemplares castigos en los que hnbieren excedido en esta parte, me dare por deservido, y aseguraos que antique no lo remedieis, lo tengo de remediar, y mandaros hacer gran cargo por las mas levcs omisiones en estOjpor ser contra Dios y contra mi, y en total ruina y des- truction de esos reinos, cuyos naturales estimo, y quiero que sean tratados como lo merecen vasallos que tanto sirven a la monarquia y tanto la han engrandecido e ilustrado» (i). En esa lucha, los encomenderos, bien por despecho, 6 bien por apartar de los indios la proteccion de los monarcas y de los religiosos, comenzaron a propagar la doctrina de que los indios eran incapaces de sacramentos, que equivalia tanto como a de- cir que, no perteneciendo a la raza humana, podia tratarseles como a brutos. En el siglo xix tal aseveracion hubiera provo- cado quizas mas el desprecio que la indignacion; pero en aque- 11a epoca revestia un caracter de gravedad muy importante, apoyada como se encontraba esta teoria por varios conquista- dores y sostenida por los encomenderos, clase poderosa por su numero y por el capital que representaba en America. No eran los frailes capaces de tolerar, ni aun como rumor sin fundamento, seme>ante aseveracion. Sublevaronse los animos de aquellos ilustres varones, y sin tregua ni descanso, por cuan- tos medios estaban a su alcance, empenaronse en combatir aquella doctrina, que dia a dia tomaba mayor incremento entre los espanoles que residian en el mundo descubierto por Colon. «No paro en esto la contradiccion en el bautismo, dice el (i) Mc.xiso a traves de los siglos , t. if, Introduccion. — 32 — P. Betancur (i), porque acerca de los bautizados, hubo quien dijera que los indios no eran racionales.» Estas sencillas palabras del religioso cronista encierran la pri- mera enunciacion de aquel problema trascendental, porque los encomenderos, aunque no alegaban la falta de razon en los in- dios, los declaraban incapaces detodo sacramento;y era lo mas grave que algunos religiosos franciscanos, como refiere el Pa- dre Mendieta, seguian esta opinion, alegando que podia admi- nistrarseles el bautismo como gracia especial, pero no darles la Eucaristia (2), lo cual, conforme a las ideas teologicas de la epoca, era lo mismo que declararles irracionales. «Esa opinion diabolica, dice el P. Remesal (3), tuvo princi- pio en la isla Espanola, y fue gran parte .para agotar los anti- guos moradores de ella, y como toda la gente que se repartia por este nuevo mundo de las Indias pasaba primero por aquella isla, era en este punto entrar en una escuela de Satanas para deprender este parecer y sentencia del infierno. Llevaronla mu- chos a Mexico y sembraronla por comarcas, principalmente los soldados que entraban a descubrimientos y conquistas, y nues- tra provincia de Guatemala estuvo bien inficionada de ella.» Desgraciadamente, no solo encomenderos y soldados decla- raron irracionales a los indios. Teologosy jurisconsultos distin- guidos sostuvieron esa proposicion, presentandola como base, unos para justificar las conquistas del Nuevo Mundo, otros para fundar la esclavitud de los indios, y otros para disculpar las crueldades y tiranias de los encomenderos en las islas y en el Continente, tan ruda y valerosamente denunciadas y anatema- tizadas por insignes varones de la Orden de Santo Domingo, como Fr. Pedro de Cordova y Fr. Antonio de Montesinos (4). Los Padres dominicos, en Mexico, con inquebrantable ener- gia sostuvieron la racionalidad de los vencidos americanos; y (1) Fray Agustln Betancur; Cronica de la provincia del Santo Evangclio en Mexico, tratado I, cap. v, num. 23. (2) Mendieta; Hist. Ecles. hid., lib. in, cap. xlv. (3) Fray Antonio de Remesal; Hisioria de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, lib. in, cap. xvi, num. 3. (4) Solorzano; Politica Indiana, lib. 1, cap. ix, parrafos 21, 22, 23 y 24, lib. 11, ca- pitulo 1, num. 10. — 33 — los obispos de Nueva Espafia les ampararon en esta lucha, por- que, como dice Remesal, «declarados animales irracionaleslos indios, aquellos obispos comprendian que no les daba mas dig- nidad la mitra y el baculo, que la caperuza y el cayado del pas- tor que guarda las ovejas 6 cabras en la dehesa.» Los dominicos comprendieron que su unica esperanza estaba en Roma, y enviaron una Comision al Sumo Pontifice, dandole cuenta de lo que pasaba, y llevando, en apoyo de sus opiniones? cartas y relaciones de personas fidedignas y de respeto. Arre- glo esta mision Fr. Domingo de Betanzos, y encargose de ella Fr. Bernardino de Minaya (i). Como los franciscanos y dominicos tan gran parte tomaban y tanto influyeron ytrabajaron en las cuestiones que acerca de la libertad de los indios y las encomiendas se agitaban en la Metropoli y en la colonia, preciso es que me permitais, aunque en ligerisima digresion, haceros notar la gran diferencia en la manera con que cada una de esas Ordenes entendia y practi- caba su noble mision y cristiano empeno de proteger y ampa- rar a los indios. Buscaban los franciscanos el alivio de los pueblos, de las fa- milias y de los individuos, abriendoles las puertas del Cristia- nismo para ponerles a cubierto de los ultrajes y de la esclavi- tud; buscaban a los desgraciados para llevarles el consuelo ; a los nifios para alumbrar su inteligencia por medio de la instruc- cion; quejabanse en nombre de los desvalidos y de los oprimi- dos; recogian las lagrimas de los esclavos para mostrarlas a los monarcas espafioles, y suplicaban por ellos interponiendo todo el piestigio de su virtud y de su saber. A pie, muchas veces sin alimento, cruzaban en la Nueva Espafia las inmensas y aridas llanuras de Chihuahua, de Texas y de Nuevo Mexico, lomismo que las fragosas montanas de Michoacan y de Jalisco, en de- manda de pueblos adonde llevar el amparo de su religion y el balsamo de su caridad. Los dominicos luchaban por la raza conquistada; en nombre de ella y de la humanidad, pedian a los monarcas, mas que gra- cia y misericordia, justicia y respeto al derecho natural, y en (i) Remesal; obra cit., lib. in, cap. xvi, LofC. — 34 — nombre de los vencidos lanzaban desdelos piilpitos, en loscon- sejos, en las juntas y en presencia de los reyes mismos, no el gemido de la suplica, sino el argumento del hombre de ciencia, el grito de la indignation, el anatema religioso y la amenaza biblica, contra los opresores de los debiles, contra la explota- cion del hombre por el hombre (i). No podra encontrarse entre los dominicos un Fr. Juan de Zumarraga, ni un Fr. Pedro de Gante, ni un Fr. Martin de Va- lencia, ni un Fr. Toribio de Motolinia; pero en vano se bus- cara entre los franciscanos un Fr. Bartolome de las Casas, un Fray Antonio de Montesinos, ni un Fr. Alonso de Soria. Los unos eran los apostoles de la caridad; los otros, los re- presentantes del derecho. Entre las cartas que en apoyo de esa mision llevo el P. Mi- naya, hizose famosa la que, al decir delos escritores contempo- raneos, escribio al pontifice Paulo III el Obispo de Tlaxcala, Fray Juan de Garces; y no sin razon tan celebrada fue, y como muestra me sera permitido repetiros siquiera algunos de sus parrafos: «iQuien es, dice el Obispo, de tan atrevido corazon y respe- tos tan ajenos de verglienza, que ose afirmar que son incapaces de la fe los que vemos ser capacisimos de las artes mecanicas, y los que, reducidos a nuestro ministerio, experimentamos ser de buen natural, fieles y diligentes? »Si alguna vez, Santisimo Padre, oyese Vuestra Santidad que alguna persona es de este parecer aunque. resplandezca con rara entereza de vida y dignidad, no por eso ha de valer su dicho en esto, persuadiendose Vuestra Santidad y creyendo por mas cierto, que lo cierto que quien tal dice ha entendido poco 6 nada en la conversion de los indios, 6 ha cuidado poco en aprender su lengua y conocer su ingenio.» Presentose el P. Minaya a Paulo III, amparado con grandes recomendaciones del emperador Carlos V; recibiolo el Ponti- fice con gran benignidad, y sin perdida de tiempo mando exa- minar el asunto por algunos de sus cardenales y consejeros; y solemnemente hizo publicar la bula Sublimis Deus sic dilexi (i) Mexico a travesde los siglos, t. 11, lib. I, cap. xxx. — 35 — humance, que por ser tan corta, tan important e y tan llena de uncion y caridad evangelica, quisiera poder leerosla Integra, corao precioso documento historico que debe ser conocido. Pero basteme decir, ya que lo angustiado del tiempo no me permite otra cosa, que el Pontifice declaro racionales a los in- dios, reivindico susderechos a laraza humana, y el Cristianismo salio triunfador en aquella lucha. iCuanto he cansado, senores, vuestra atencion, y por que larga y escabrosa senda habeis tenido que seguir mis torpes y vacilantes pasos! jPero cuanto tambien me ha faltado deciros en materia tan rica en datos y reflexiones, que apenas hubiera podidoagotarseen dos conferencias! Quisiera haberos hablado, annque fuese ligeramente, de la administracion de los Sacra- mentos entre los indios, de la fundacion de las iglesias, del esta- blecimiento de las practicas religiosas, del influjo del Cristia- nismo en aquella naciente sociedad, y de los ingeniosos arbi- trios de los indigenas pararecordar, careciendo de la escritura fonetica, las oraciones que aprendieron. Respecto a los misioneros, a sus viajes, a sus peregrinaciones, sus trabajos y sus triunfos, y, sobre todo, su lucha contra esa institucion horrible, inventaday planteada por Cristobal Colon, que se llamo las encomiendas, mas altas inteligencias que la mia os hablaran. El cuadro que os he presentado quiza no llene vuestros de- seos, pero he procurado tomar los colores de aquellos momen- tos historicos, y pintarlo corao yo comprendo el siglo xvi. Ha- bia llegado entonces la epoca en que todos aquellos aconteci- mientos iban a restablecer el equilibrio del mundo, y por eso, a pesar de que aun pueda tenerse por una paradoja, el historia- dor debe decir que el descubrimiento del Nuevo Mundo era una necesidad de la ciencia; su ocupacion, un derecho de la hu- manidad, y la conversion de sus habitantes al Cristianismo, una exigencia includible de la civilizacion y del progreso. CONFERENCES PUBLICADAS. Sr. Canovas del Castillo.— Criterio historico con q distintas personas que en el descubriniiento de America u vinieron han sido despues juzgadas. Sr. Oliveira Martins. — Navegaciones y descubrimientos c los Portugueses anteriores al viaje de Colon. Sr. Fernandez Duro. — Primer viaje de Colon. Sr. General Gouez de Arteche.— La Conquista de Mejico. Sr. Fernandez Duro.— Amigos y enemigos de Colon. Sr. Pi y Margall. — America en la epocadel descubriniiento. Sra. Pardo Bazan. — Los Franciscanos y Colon. / Sr. General Reina. — Descubriniiento y conquista del Peru. Sr. Riva Palacio. — Establecimiento y propagacion del Crisj tianismo en Nueva Espana. EN PRENSA. Sr. Marques de Hoyos. — Colon y los Reyes Catolicos. Sr. Balaguer. — Castilla y Aragon en el descubriniiento de America. Sr. Montojo. — Las primeras tierras descubiertas por Colon. Sr. Danvila. — Significacion que tuvieron en el gobierno de America la Casa de la Contratacion de Sevilla y el Consejo Supremo de Indias. Sr. Zorrilla San Martin. — Descubrimiento y conquista del Rio de la Plata. Sr. A. del Solar. — El Peru de los Incas. Sr. Cortazar.— Gea americana. Sr. Rodriguez Carracido. — Los metalurgicos espafu America. Sr. Pedregal. — Estado juridico y social de los indio Sr. Carrasco. — Descubrimiento y conquista de Chil Sr. Perez de Guzman. — Descubrimiento y empres de los espanoles en la Patagonia. LIBRARY OF CONGRESS 015 833 526 8 .os pedidos a los Sres. Saenz de Jubera Hermanos, encar- gados de la administracion de esta obra, Campomanes, io.